II

El día se hizo eterno gracias a la oleada de sensaciones que guardaba. El miedo sentido en la mañana al huir de los hombres de James se convirtió en preocupación al ver a San esa tarde; y ahora en la noche era vergüenza. Quería disculparme con San de alguna manera. Permanecí con la mirada fija en la puerta esperando verle entrar como siempre; sin embargo una parte de mi sabía que él no lo haría. Aquel era un pensamiento completamente razonable ¿Por qué vendría a traer la comida si yo le había causado problemas? ... Seguramente estaba enojado conmigo.
La puerta chirrió al abrirse y mi corazón dio un brinco esperando ver a San. Esta vez el sentimiento en mi pecho no era negativo como en días anteriores, por el contrario era un nerviosismo delicioso que me hacía pensar en todas las cosas que podía decir para disculparme. Sin embargo, en lugar de ver a San entrar a la habitación quien atravesó la puerta fue Mile seguida por uno de los hombres al cual no recordaba haber visto antes.
ㅡTu escapada de ésta mañana hará que San tenga que faltar a su trabajo ㅡEstaba furiosa, se veía en forma en que sus ojos verdes se tornaban ligeramente más intensos ㅡAhora te quedaras sola porque tengo que ir a poner mi puesto en el puerto ㅡEl hombre que la seguía parecía guardar la respiración, mientras Mile con fingida calma explicaba la situación ㅡ¿Ves lo que has hecho con tu tontería? ㅡReplicó elevando un poco el tono de voz, al instante un nudo se formo en mi garganta ㅡ Tenemos poco dinero y el barco está arruinando ¿¡Ahora lo entiendes!? ¡Con San herido tendremos que arañar para solventar los gastos! ㅡMe señaló con su dedo haciéndome sentir aún más culpable ㅡDe ahora en adelante tendrás que salir de aquí a buscar tu comida. Y si tienes miedo de bajar a la cocina lamento decirte que morirás de hambre ㅡLas lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos pero ella no suavizó su mirada, por el contrario quiso seguir hablando pero fue callada por su acompañante.
ㅡMile No seas tan dura, es solo una niña ㅡLa voz de él era calmada y todo a su alrededor parecía inspirar tranquilidad. Iba pulcramente vestido haciendo un contraste bastante interesante al estar de pie al lado de Mi pues ella solo llevaba puesto un sucio camisón.
ㅡ¡No lo entiendes, Yeosang! ㅡElla parecía gruñir sus palabras ㅡEl barco está como la mierda y el capitán ha dicho que lo quiere listo antes de que el Aquilla zarpe de América ㅡNo comprendía lo que decía pero sí reconocí el nombre del barco; Fue la misma nave en la que mis padres me habían enviado a conocer a James ㅡAdemás ¡Mirala! ¡Tiene los huevos para escapar de San y salir corriendo de esta pocilga! ¡Debería entonces ser valiente y bajar por su cena! ㅡMile retiró con brusquedad la mano que él reposaba sobre su hombro.
ㅡ¿Todo este escándalo es por los intereses del Capitán? ㅡLe preguntó con dureza pero ella solo resopló y salió de la habitación dando pasos furiosos que resonaban sobre la madera.
Él se quedó observándome un corto tiempo como si quisiera decir algo para reconfortarme o disculparse por lo que Mile acaba de hacer. El silencio fue espeso; era la primera vez que ambos nos veíamos y ninguno sabía cómo aligerar el ambiente. Las lágrimas rodaban ante el inconstante resonar de las palabras de la chica en mi cabeza, sorbía mi nariz que poco a poco comenzaba a doler de tantas veces que la había frotado.
ㅡPuede bajar al comedor si le da hambre ㅡPronunció sin retirar sus ojos castaños de mi ㅡLa cocina está al cruzar la puerta lateral ㅡCada palabra fue dicha con tal pulcritud que daba a entender que aquel hombre tenía educación.
Inclinó su cabeza en forma de despedida y salió de la habitación con pasos serenos que apenas se escuchaban. Permanecí hecha una bolita entre las mantas hasta que mi estómago comenzó a reclamar algo de comer; me dolía la cabeza de tanto llorar y pensar en San. ¿Estaba bien? ¿Le dolía demasiado su herida?.
Era la primera vez que dejaba el camarote para pasarme por el barco. Al poner un pie en la cubierta la noche me golpeó con su brisa olorosa a sal; hacía algo de frío a pesar de que el día había sido caluroso. Al otro lado de la cubierta pude observar a un hombre haciendo guardia, quise preguntarle dónde quedaba la cocina pero tuve miedo e intenté recordar yo sola como llegar hasta el comedor; después de todo ya había bajado hasta allí una vez.
No fue difícil encontrar la cocina, el barco no era muy grande y solo había una puerta que daba a la parte inferior. Tal cual había dicho aquel muchacho... ¿Yeosang?, el comedor tenía una puerta lateral la cual daba paso a una cocina pequeña en cuyas paredes reposaban varios barriales. En medio, había una mesa y sobre ella un plato aguardaba fielmente protegido por una tapa de cristal; era un plato viejo astillado en las orillas, barato y feo, pero las rebanadas de pan que estaban servidas en el junto con algunas verduras parecían salidos directamente de una cena hecha para la reina.
Tomé la comida y me dirigí al comedor. Me sentía extraña al comer por primera vez fuera del camarote; era incómodo estar sola allí sentada en la mesa. De nuevo quería llorar; extrañaba mi casa y a mi madre , incluso a los sirvientes a quienes pocas veces en mi vida les dirigí la palabra. Absorta como estaba, dejaba a la comida enfriarse en mi plato. Era como si el barco me observara a la espera de que de que me llevara la cuchara a la boca.
Poco a poco el ruido de una conversación comenzó a llegar a mis oídos, al principio era suave pero luego resonó alegre entre las paredes de madera. El sonido llegaba desde la una de las puertas que se encontraban al fondo, ambas voces parecían hacer eco en el comedor dando la impresión de que habían más personas acompañándome. Dejé de comer para prestar atención; me había parecido reconocer a San en una de las dos voces que bailaban en el aire.
Con cautela seguí la voz a través de la puerta hasta llegar a su origen; mis mejillas se ruborizaban ya que nunca se me hubiera permitido espiar a escondidas una conversación ajena, pero por otro lado era emocionante recorrer aquel pasillo desconocido en busca San. Más allá de pedirle una disculpa quería asegurarme de que estuviera bien. No sabía exactamente el porqué del burbujeo que se alojaba en mi pecho; de alguna manera sentía que le debía a San más de lo que una disculpa le podía dar.
Cuándo llegué al origen de las voces encontré una puerta a medio cerrar, me asomé por la rendija con el corazón latiendo un poco. Mis manos temblaban, aguantaba la respiración creyendo que eso evitaría que me vieran. Era tan vergonzoso espiar dentro de una habitación; nunca pensé estar haciendo algo tan propio de las sirvientas chismosas. Sin embargo estaba emocionada, era la primera vez que por iniciativa propia rompía con todo lo que se me había enseñado.
Detrás de la puerta se encontraba San acompañado de otro muchacho; ambos estaban comiendo y conversando alegremente. El cuarto apenas iluminado por un par de farolas era pequeñito, siendo que el poco espacio que había para caminar entre las camas era ocupado por la silla donde estaba San; se sentaba con las piernas abiertas y su brazo malo estaba apoyado en el respaldo de la silla. Se veía un poco mejor que en la tarde, haciéndome suspirar de alivio mientras llevaba una mano a mi pecho.
El otro chico giró el rostro permitiéndome verlo por escasos segundos, estaba posicionado casi frente a la puerta por lo que seguramente me había descubierto; sentado sobre la cama se veía como un gigante al cual los pies le sobresalían por un extremo del colchón. Me retire de inmediato dando un pequeño chillido; mi corazón se detuvo presa del susto y pude sentir como mis mejillas comenzaban a tornarse de otro color debido al bochorno. Quedé paralizada; mis pies no podían salir corriendo a pesar de que era lo que mi cabeza les ordenaba hacer; ahora no estaba segura de si quería ver a San. Solo sabía que me sentía mil veces más avergonzada que antes de bajar.
ㅡSan, creo que alguien vino a visitarte ㅡHabló con suavidad el otro chico mientras el crujir del suelo indicaba que se había levantado de la cama ㅡPasa, te deben doler los pies de estar parada allí afuera. ㅡAbrió la puerta y me sonrió ㅡNo te asustes, San no muerde ㅡÉl tenía las mejillas sonrosadas, el cabello oscuro le cubría un poco la frente dando un marco perfecto a los ojos de cachorrito que poseía. Era un joven muy alto pero todo en él daba la impresión de ser alguien pequeñito ... Algo así como un niño muy grande.
Traté de excusarme diciendo que me había perdido buscando el comedor; pero él insistió ya que hacía un buen rato que me había visto de pie frente a la puerta, asegurando que San estaría contento de recibir visitas. Con algo de duda entré en aquella habitación; me quedé parada sin saber qué decir o hacer, solo podía mirar mis pies presa de la vergüenza que me daba haber sido descubierta. Vi como los pies de San se alejaban de la silla, el otro chico la acomodó cerca de mí indicando con amabilidad que me sentara a acompañarlos. No negué su invitación, sin embargo solo dije "gracias" en voz tan baja que estaba segura de que no lo habían escuchado.
La habitación que antes estaba llena de risas ahora se tornaba silenciosa. Los chicos me miraban esperando algo y yo solo podía alisar los pliegues de mi vestido. No tenía nada que decir...en realidad no sabía que decir, nunca antes me había visto en una situación como esa.
ㅡYo debo hacer guardia, Yeosang dijo que no se quedaría esta noche en el barco ㅡSe excusó el otro chico dejando su lugar en la cama ㅡPuedes quedarte con San, siéntete libre de estar aquí el tiempo que quieras ㅡSonrió mientras caminaba hacia la puerta.
ㅡ¡No! ㅡChillé al sentirme un poco asustada, quedarme sola con un hombre no era correcto... Además tampoco estaba lista para eso ㅡNo te vayas...Yo... Yo me voy, seguro estoy molestando ㅡAgaché de nuevo mi cabeza viendo como mis manos arrugaban la tela de mi falda.
Él volvió a tomar asiento sobre la cama, siempre sonriente y amable. Por su lado San permanecía tranquilo sin quitarme la mirada de encima; no sonreía del todo pero tampoco estaba serio, era una expresión dulce y aliviada, como si se sintiera tranquilo de que yo estuviera allí.
ㅡ¡Que gran susto nos pegaste! ㅡExclamó el chico con ojos de cachorro ㅡ¡San salió corriendo como un loco! Todos Pensamos que estaban atacando el barco ㅡMovió sus brazos con asombro haciendo como si peleara con una espada ㅡ¡Corres rapidísimo! ¡A San nunca se le escapa nadie!
Sentí mis mejillas escocés. Decir que "corro rápido" no era el halago más bonito que me habían dado pero se sintió cálido al ser pronunciado por él. Le sonreí asintiendo con la cabeza; cuando él hablaba todo parecía ser más amigable y ligero. El aura que emanaba envolvía todo a su alrededor de forma que era inevitable no contagiarse de esa paz amistosa que brindaba.
ㅡ¿Cómo te llamas? ㅡLadeó un poco la cabeza al hablar, realmente parecía un cachorrito ㅡDigo... Nunca te habíamos visto realmente y San solo sabe decir "la chiquilla no comió, la chiquilla no quiere sopa" ㅡSuspiró un poco y segundos después soltó una carcajada cuando San lo golpeó en el hombro ㅡ¡Tienes que verlo! Pasa todo el día diciendo "la chiquilla esto, la chiquilla lo otro"... Realmente está muy preocupado ㅡRecibió otro golpe que lo hizo fruncir un poco el ceño pero sin dejar de lado esa cara feliz que parecía caracterizarle.
ㅡSusan ㅡRespondí con timidez pero sin poder ocultar la sonrisa que se había pintado en mis labios... Después de todo, en el mundo aún quedaban personas que se preocupaban por mi.
Me quedé con ellos solo un poco más. Mayormente habló el otro chico; dijo que se llamaba Yunho y realmente hizo un buen trabajo cubriendo el silencio que se filtraba de vez en cuando. San habló poco pero nunca paró de sonreír; tenía hoyuelos y se asomaban en su rostro cerca de la comisura de sus labios. A pesar de estar golpeado se veía bien, la hinchazón de su ojo no había bajado pero claramente sus golpes no eran algo muy grave; solo la herida en su brazo era realmente preocupante sin embargo habían hecho un buen trabajo al curarla y seguramente mejoraría rápido.
Volví al camarote sintiendo algo raro en pecho, como si de alguna forma me hubiera desecho del miedo dando paso otra cosa que no podía diferenciar. Yunho me acompañó hasta la cubierta y se despidió de mí agitando los brazos en el aire; antes de irse me había invitado a bajar de nuevo hasta su camarote al día siguiente; dijo que podía ir allá cuando quisiera hablar con ellos y si no había nadie los buscara sobre cubierta. Me metí en la cama y por primera vez en muchas noches cerraba los ojos con la plena confianza de que no me encontraba en un barco del general Abercromby.
Salir del camarote para ir a desayunar era todo un acto de valor. Al no estar Mile para llevarme la comida debía atravesar la cubierta y dirigirme al comedor; pero al poner un pie fuera era recibida por los gritos del capitán. Me aterraba verle discutir con aquel tripulante llamado Mingi, sentía que en cualquier momento sacaría una pistola y le atravesaría la cabeza. Eso hacen los piratas ¿cierto?. Matan, roban, se ponen ebrios y todo esas cosas carentes de modales y descendencia. Por eso había decidido quedarme en el camarote y no ir a comer; pero ya pasados un par de días mi estómago estaba desesperado y yo demasiado cansada como para levantarme. Mile me llevaba la cena, pero una sola comida al día era casi igual a matarme de hambre.
Mi barriga rugió, dolía un poco y podía percibir como dentro de ella mis órganos se retorcían en busca de comida. El olor a pan tostado llegaba desde algún lugar del barco y la boca se me hizo agua con solo pensar en desayunar. Como caído del cielo alguien comenzó a tocar la puerta. Abrí los ojos con pesadez e indiqué que pasara; pensé que Mile había venido a ver como me encontraba. Al notar que seguían golpeando dejé mi lugar en la cama, me acerqué a la puerta con algo de duda ¿Por qué Mile simplemente no pasaba?.
Al abrir la puerta la luz de la mañana me recibió, con ella la sonrisa de Yunho parecía iluminar junto a los rayos del sol. Sus ojos se dirigieron a mí con algo de preocupación, pero aún así se mantuvo en el umbral. Llevaba un plato de comida que apenas humeaba, y un vaso de madera que seguramente contenía agua.
ㅡ¡Buenos días! ¡Hay pan para desayunar! ㅡDijo animado dejando la bandeja en el piso ㅡAun esta caliente, come con cuidado ㅡNo paraba de sonreír, era como si el sol hubiera besado su rostro y le había dejado todo ese brillo como prueba ㅡ Hongjoong ha dado la orden de que comas junto a nosotros en la mesa. Divertido ¿verdad?
Negué con la cabeza repetidas veces, no quería tener que atravesar la cubierta y encontrarme con el capitán... Mucho menos comer con él. Yunho aceptó mi negativa ofreciéndose a llevar mi comida hasta la puerta del camarote, pero a cambio debía bajar en las tardes para hacerle compañía en sus horas de descanso. Acepte, tenía tanta hambre que dije que sí sin pensarlo dos veces.
Así fue como cada mañana al despertar abría la puerta y frente a ella encontraba un plato repleto de comida y terrones de azúcar; Mayormente el desayuno consistía en verduras cocidas al vapor y algo de pan. Entonces pasaba la mañana encerrada en el camarote hasta que dejaba de escuchar la voz del capitán; en ese momento salía con cautela para encontrarme con Yunho. San solía acompañarnos en el comedor, mayormente reía junto a Yunho pero al verme llegar se callaba y me sonreía cálidamente. El comedor era el único lugar (aparte del camarote) donde me sentía cómoda y todo era gracias a los esfuerzos de Yunho.
Esa tarde bajé como de costumbre pero no encontré a nadie en el comedor. Me pareció extraño por lo que me dirigí al camarote de Yunho para confirmar que estaba en el barco; sólo había estado allí una vez y me sentía algo nerviosa de acercarme sin tener una buena excusa. Arriba se escuchaba la voz del capitán dando órdenes a Mingi; él era otro de los tripulantes y conocía su nombre porque el capitán solía regañarlo constantemente. A demás, pasos iban y venían sobre mi cabeza dándome la impresión de que ese era un día ajetreado en el barco.
Toqué la puerta con cautela. Tal como la primera vez, mi corazón latía nervioso de ser regañada por acercarme a una habitación que no me pertenecía. San asomó su cabeza con algo de sueño aún pegado a la cara; dí un ligero respingo debido a la sorpresa de no encontrar a Yunho y él rió abriendo por completo la puerta para dejarme entrar.
ㅡ¡Hola Susan! ㅡDijo mientras tomaba asiento sobre la cama ㅡ ¡No me veas así! Eres muy joven para fruncir el ceño ㅡAnte sus palabras llevé la mano a mi frente, no había notado que estaba mirando a San con mala cara; Así que aligeré mi expresión ㅡ¡Mucho mejor! ¡Más bonita! ㅡSonrió como si con eso pudiera iluminar el mundo entero y trató de acercar su mano a mi mejilla, pero yo la aparté con algo de brusquedad. San aun me daba un poco de miedo.
Sus ojos se volvieron tristes y pronunció una disculpa, sin embargo la sonrisa permaneció en su rostro mientras me ofrecía sentarme en la cama. Eché una rápida mirada a la habitación; las camas estaban perfectamente tendidas a excepción de donde estaba sentada, San llevaba las botas puestas y sobre la pequeña mesa solo reposaba un plato de comida.
ㅡ¿A dónde ha ido Yunho? ㅡ Hablé sin dejar de mirar a mi alrededor ㅡPrometió llevarme a ver las reparaciones de la cofa. ㅡYunho me había contado que les faltaba poco para que la cofa estuviera arreglada y que si subíamos con cuidado podíamos ver el mar. Por eso algo de decepción me baño al no encontrarlo junto a San
ㅡ¿No te dijo? ㅡLos ojos de San se abrieron un poco, fue gracioso porque sus ojos eran tan pequeñitos que aún haciendo esa mueca daban la impresión de ser dos medias lunas ㅡHay problemas con la madera del camarote principal y el capitán lo ha mandado hoy a conseguir tablas nuevas. ㅡHizo con las manos como si dibujara una casita con huecos en el techo ㅡ Debe volver al final de la tarde.
Suspiré con pesar. Rara vez salía del camarote, las únicas ocasiones en que lo hacía era para pasar la tarde hablando con Yunho; por lo que cuando se ofreció a llevarme hasta la cofa me había emocionado de solo pensar en hacer algo diferente.
En San también se pintaba algo de decepción. Para mi era extraño estar cerca de él y no tener a Yunho a mi lado; a pesar de que lo había abrazado aquella vez, de que en realidad pasaba gran parte del día pensando en él y en si la herida de brazo sanaba bien, aun me era imposible tener una conversación normal con San.
ㅡDebo irme ㅡMe levanté arreglando las arrugas de mi vestido ㅡBuenas tardes San, recuerda no quitarte las costras del brazo ㅡRecomendé pensando en que no estaba Yunho para regañarlo por eso.
ㅡ¡Susan espérame arriba! ㅡMe detuvo antes de que lograra acercarme a la puerta, tomó mi muñeca y yo chillé como si me quemara. No quería que nadie me tomara del brazo de esa manera ㅡYo puedo llevarte a ver la cofa ㅡSu voz se volvió suave, casi como si le hablara a un niño pequeño.
La cofa era un punto altísimo en medio de aquel barco maltrecho; en la cima del mástil más largo, se erguía titubeante ante los suaves vientos. Estaba sujeta por varias cuerdas y el pasamanos faltaba en algunos tramos. Una escalera de madera gruesa era la única forma de acceder a ella; la voz de Yunho llegó a mi cabeza, y dentro de mí supe que tenía razón cuando me dijo que el lugar más bonito del barco era también el más solitario.
San y yo estábamos parados en medio de aquella escalera. Al principio se había negado a llevarme hasta arriba porque no era del todo seguro, pero ahora había llegado con rapidez hasta quedar varios escalones debajo de mi y estaba preguntando con entusiasmo si quería subir a la cofa.
Me había dejado ir primero a pesar de que le insistí para que fuera adelante; pensar en que tendría de nuevo a un hombre casi debajo de mi falda me causaba repulsión. Sin embargo él dijo que si resbalaba no tendría a nadie que evitara aquella caída tan dura, así que acepté siempre y cuando San se mantuviera lejos de mi falda.
ㅡ¡Sube Susan! ㅡInsistió agudizando un poco su voz para escucharse tierno ㅡLas gaviotas van a pasar y no las vamos a ver ㅡLa escalera tembló mientras él subía, se estaba acercando demasiado rápido.
Quise seguir cuesta arriba para huir de San, pero un fuerte viento azotó el mástil moviéndolo un poco. Sabía que el barco estaba en reparaciones y por un momento creí que caería debido al bamboleo que la brisa había causado; chille cerrando los ojos y sostuve fuertemente el escalón que estaba frente a mi. Una sensación de vacío se instaló en mi estómago; era como estar en uno de esos sueños donde caes desde un árbol. La escalera siguió temblando y el viento soplando; un par de lágrimas acudieron a mis ojos pero se secaron gracias al aire que llegaba a mi cara. Estaba paralizada de miedo.
La brisa era suave pero el movimiento del mástil hacía parecer que bajo nosotros había un terremoto. No sé en qué momento grité víctima de los nervios que me embargaban, pero como si fuera un eco lejano pude escucharme llamando a mí mamá. Ya no sabía si lo que temblaba era él barco o yo; aquella experiencia tan nueva para mí no me estaba gustando para nada.
ㅡTranquila, ya pasó ㅡLa voz de San se escuchó realmente cerca y todo mi cuerpo se tenso listo para corer aunque no sabía hacia donde ㅡNo es nada, es solo viento. Ya se detuvo ㅡSu voz se había vuelto suave, arrulladora. De alguna manera me hacía sentir segura.
Abrí los ojos y noté que junto a mis manos había un par más grande; Se agarraban fuertes y seguras dando a entender que no era la primera vez que se sostenían de aquel bamboleo infernal. Bajé la mirada para buscar a San en los escalones más lejanos pero no lo encontré; en su lugar había un espacio vacío que permitía ver la cubierta. Junto a mis pies estaban sus botas haciendo que mis zapatillas se vieran diminutas; las piernas de San se abrían quedando una a cada lado de mi cuerpo, estaba de pie en el mismo escalón que yo. Levanté con lentitud mi cabeza sabiendo que lo encontraría; tenía miedo, pero no era como el que había sentido antes cuando estaba con los hombres de Abercromby, era un temor más parecido al nerviosismo que a otra cosa. Al girar el rostro Encontré sus ojos unos centímetros más arriba de los míos, me observaban con suavidad y parecían decir que todo estaba bien. Volví a bajar el rostro algo impresionada por aquella cercanía tan repentina, y al ver el vacío que se extendía bajo nuestros pies de nuevo creí que me caería. Chillé cerrando los ojos, no podía parar de temblar.
ㅡSube la escalera y no mires atrás ㅡVolvió a hablar con aquel tono que parecía calmar hasta el viento que soplaba ㅡNos falta poco, no puedes rendirte aquí ㅡMe animó y algo dentro de mí supo que estaba sonriendo.
"No puedes rendirte aquí" escuchar esa frase fue como activar un botón dentro de mi cabeza; la imagen de aquella mujer sonriendo a pesar de que moriría, el ruido de las balas, el olor de la sangre... Todo estaba volviendo.
"Se libre" el recuerdo era tan vívido que creí que todo lo del barco había pasado en mi imaginación, pero el calor del cuerpo de San me decía que no era así. Como si las piezas hubieran encajado de repente, entendí el por qué corrí a abrazarle el día que me había salvado en el puerto. San me recordaba a ella, siempre pidiendo que siga adelante y no mire hacia atrás, alentandome a continuar a pesar de que él tenga que quedarse.
ㅡVamos juntos ¿te parece? ㅡ Tomó mi mano y yo lo dejé. Decidí creer en él ㅡUno, dos, tres ¿lista? ㅡÉl colocó mi mano sobre el siguiente escalón y volvió a cubrirla con la suya, apoyó su pie un tramo más arriba y yo le imité. Así subimos poco a poco hasta llegar al final donde fuimos recibidos por la imagen del infinito mar.
El atardecer visto desde la cofa era algo casi celestial. El rojo del cielo se reflejaba en las aguas, haciendo que el mar se viera como en las pinturas que adornaban mi casa... Mi vieja casa. Sobre nosotros las gaviotas surcaban el cielo, eran llevadas por el viento que hacía tambalear la base donde estábamos parados. No había nada de donde sostenerse, acercarme al borde y tomar el pasamanos era todavía algo peligroso, la cofa no estaba completamente lista para recibir personas sobre ella.
Tenía miedo pero estaba emocionada; la brisa nos mecía un poco y en reflejo a eso me aferraba con fuerza al brazo San. ¡Tener bajo mis pies aquella gran extensión de agua! ¡nunca había visto algo así!. Partí de la casa de mis padres directo a las celdas donde James metía a sus mujeres; desde mi escape lo único que llenaba mis ojos eran las cuatro paredes de aquel camarote abarrotado de cajas. Algo que gritaba libertad se pegó en mi pecho; la cofa me hacía sentir diferente, como si una nueva esperanza se abriera ante mis ojos.

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