3. Yunho
Una mujer despertó de su tranquilo sueño, y cuando abrió los ojos no necesitó más que un segundo para comprender lo que pasaba. Sobre cubierta, los gritos corrían con el viento volviéndose una señal de alarma que ella no pudo ignorar.
Dejó su lugar entre las sábanas para acercarse a la puerta en busca de escuchar mejor lo que pasaba tras ella, intentó abrirla pero había sido ocluida por el otro lado; eso solo podía significar que algo malo estaba ocurriendo en la cubierta del barco.
Desde la cuna, el bebé comenzó a llorar como si reflejara la tragedia que se avecinaba. Al escucharlo corrió hacia él esperando tener tiempo suficiente para llegar antes de que los atacantes comenzarán a revisar los camarotes. Tomó a la criatura en brazos incapaz de calmarlo pues ella también sentía miedo.
Aquella fue una hora eterna en la que no solo las balas resonaron en la madera, sino también los gritos y las espadas. Se suponía que solo serían unas vacaciones tranquilas en Singapur; pero ahora a través de las tablas comenzaba a escurrir sangre proveniente de la parte superior. Los estaban masacrando.
La criatura había parado de llorar por unos segundos que precedieron al desenlace de aquellos minutos de angustia; desde el otro lado de la puerta, se escuchó como arrastraban un mueble pesado y luego golpes ensordecedores azotaron la madera. Conocedora del final de su propio cuento, la madre decidió darle a su hijo la oportunidad de continuar su historia; envolvió al niño en mantas para luego dejarlo en baúl rodeado de sus caros vestidos bordados de oro. Le dio un último beso en la frente, y con los ojos llenos de lágrimas le dijo cuánto lo amaba antes de cerrar la tapa para no verlo nunca más. Sólo entonces, abrió la puerta para encontrarse cara a cara con la muerte.
El hombre entró y arremetió sin pensarlo dos veces veces contra el cuerpo de la madre; con la misma velocidad registró el camarote en busca de algo de valor. Sin embargo, no encontró nada más que joyas y vestidos caros esparcidos por el lugar; obviamente era un navío hecho para vacacionar. Cargó en sus hombros un par de pesados baúles y volvió a cubierta dando pasos pesados sobre la madera llena de sangre.
El navío fue vaciado y en su interior solo quedaron los cuerpos de la desdichada tripulación; vestidos únicamente con camisones y despojados por completo de sus ropas y alhajas. Para la nave pirata, había sido un atraco maravilloso; para el barco que partió rumbo a Singapur, fue un viaje rumbo a la tumba.
El capitán Kim felicitó a sus hombres y les entregó algo de ron para celebrar que la misión había sido completada sin perder a ningún tripulante. No elevó su bandera e inclinó su cuerpo hasta tocar con su frente la madera de su barco, en respeto a quienes perdieron la vida para abastecerles de provisiones.
Primero fue un maullido leve, que luego se convirtió en un alarido humano. El sonido llegaba ahogado desde el fondo del almacén, y alertó a los tripulantes que bebían y bailaban en medio de la noche. De inmediato, el capitán Kim ordenó a sus hombres ponerse en marcha para encontrar el origen de aquel llanto. Los piratas, asustados hasta los huesos y recordando viejas leyendas sobre cantos infernales que se asemejaban al llanto, comenzaron a desenterrar entre las cajas aquel cofre que lloraba desconsoladamente.
ㅡ¡Capitán! ¡Venga a ver!ㅡ Gritó el más atento de los hombres. No era de extrañar que el que observaba desde la cofa fuera quien hiciera tal hallazgo (Después de todo, su trabajo era divisar el peligro antes que los demás).
El capitán Kim movió sus pies con la ligereza que lo caracterizaba, y arrugó su afilada nariz al observar lo que el cofre guardaba en su interior. Envuelto en bordados de oro, un bebé le devolvía la mirada con los ojos llenos de lágrimas y la boca abierta soltando aquel bramido que los había alertado.
ㅡ¿Cómo has llegado aquí, bacalao? ㅡ El capitán habló con la criatura como si esta pudiera entenderlo ㅡ¿Cuántas lunas tienes? ㅡLo alzó sin delicadeza, observándolo con los ojos brillantes de curiosidad. Aquella cosa llorona y babosa no podía tener encima muchas más lunas que su propio hijo, al cual había dejado en tierra.
Todos los hombres se reunieron alrededor del inesperado polizón. Nunca el mar había sido testigo de tanto terror en los rostros de sus navegantes. Ningún Tripulante, en ningún barco pirata hubiera sabido qué hacer con un niño tan pequeño; y el Illusion no fue la excepción. Se pasaron de mano en mano a la criatura como si tenerla quemara como fuego; poco menos se le podía pedir a un grupo de marineros. Lo único que sabían era de mar y barcos; un niño era trabajo de mujeres. Solo conocían de ellos lo que todos los marineros saben: que nacían cuando ellos estaban navegando, y que cuando volvían a pisar tierra ya corrían por el muelle lanzando piedras y jugando con palos.
ㅡ¡Yunho! ㅡGritó el capitán Kim apartando la atención del niño y centrándose en el Vigía ㅡTú lo has encontrado, es ahora tu responsabilidad ㅡAfirmó con seriedad asintiendo con la cabeza ㅡEs tu deber evitar que el bacalao se muera.
ㅡ¡Pero capitán, jamás he cuidado de un niño tan pequeño! ㅡReclamó el hombre mientras recibía en sus brazos al bebé que se había cansado de llorar.
ㅡ¿No tienes doce de estos en tierra? ㅡInquirió el capitán arrugando la nariz y señalando el pecho de su tripulante ㅡ¿Acaso no has sido tú quien posee al menos 4 hijos en cada puerto?
ㅡMis hijos han crecido sin padre ㅡExplicó con voz estoica, manteniéndose recto ante el dedo inquisidor del capitán.
ㅡPues ha llegado la hora de redimirte por tus actos ㅡFue todo lo que pronunció el capitán Kim antes de dejar el depósito.
Yunho elevó al niño hasta llevarlo a la altura de su rostro, nunca había visto tan de cerca a un humano tan pequeñito. El bebé dió un bostezo y luego inflo sus mejillas sonrosadas; el pirata no pudo hacer más que sonreír ante el gesto. Su cara tosca y barbuda se tornó menos hostil, pero el niño no podía percatarse de eso. Yunho dio un largo suspiro pegando al bebé a su cuerpo (temía dejar caer a un ser tan delicado) y salió del depósito dando pasos cortos e inseguros. No había sido padre de sus propios hijos, ahora le tocaba aprender con la cría de alguien más
"El bacalao" (como lo llamaba la tripulación) tenía poco más de un año y para su sorpresa era capaz de caminar, y comía como los puercos. Al principio creyeron que no sobreviviría la primera semana, pues los niños toman leche de sus madres y allí no había ninguna para alimentarle; pero no tardaron en encontrar una solución al problema y tras probar muchas veces habían logrado hacer que el bebé comiera.
Choi, Quien normalmente se encargaba de las armas, había comentado en medio de una crisis (un evento terrible donde el niño lloraba sin control y descolocaba a la tripulación entera) que cuando conoció a su mujer, está alimentaba al menor de sus hijos con una especie de puré hecho de zanahorias y tomates. El Illusion carecía de verduras frescas, pero abundaba en pecado y papas; así que el cocinero se las ingenió para hacer un revoltijo blando y de mal aspecto, con el que lograron alimentar al pequeño bacalao de manera exitosa.
Alimentaban al niño con esa pasta al menos seis veces al día, y luego de eso Yunho subía a la cofa con la criatura metida en una de las cestas de comida la cual tapaba con una de sus camisas para protegerlo del sol. Por las noches lo acostaba a su lado en una hamaca improvisada, hecha de sacos y colgada sobre la cama inferior de la litera; y aunque fuera mal cantante, lo arrullaba con canciones que hablaban del mar, de sirenas y de los hombres que se aventuraban a hundirse en él.
El capitán Kim veía a su hijo reflejado en aquel niño. Lo alzaba sobre sus hombros y le hablaba de navegación a pesar de que el bebé no le entendiera. El bacalao se había convertido en el sol de la tripulación y todos se lamentaban del hecho de que no tuviera una madre que le otorgara un nombre. Pero para cuando el niño aprendió a correr, le fue dado uno en honor al hombre que lo había salvado.
Cuando el bacalao tenía alrededor de tres años, el Illusion fue atacado por un bergantín más pequeño. Una batalla fácil para hombres como ellos, llenos de experiencia y perfectamente entrenados para proteger su nave. Se suponía que en atracos como ese nadie debía salir herido, y hubiese sido de esa manera si lo único a proteger fuese la nave.
Las balas encadenadas habían volado por los aires destruyendo el mástil principal, los contrincantes lanzaron sogas que les permitieron pasar de una nave a la otra. Sin piedad, las armas chocaron en el aire y los puños se ensangrentaron, en una batalla que los hombres del Illusion creyeron ganada.
Mientras sobre la cubierta el capitán Kim y sus hombres mantenían al enemigo a raya, bajo ella un pirata de la tripulación contraria había logrado colarse hasta el comedor; esto no pasó desapercibido para Yunho, pues su ojo agudo le permitió perseguirlo para evitar que llegara a los camarotes.
Yunho era un hábil espadachín, pero su cuerpo grande y pesado lo hacía poco ágil en las peleas cuerpo a cuerpo. Sin embargo, no dudó en arremeter contra aquel hombre que le ganaba rapidez y que pegaba golpes certeros; a Yunho no le importó la desventaja, él estaba allí para que nadie se atreviera a lastimar al bacalao. Y así fue, se mantuvo en pie hasta el final; hasta que las piernas le fallaron y sus brazos no pudieron alzarse para responder...hasta que su cuerpo cayó en batalla y sus compañeros vengaron su muerte.
El mar lloró la pérdida de uno de sus hombres; las olas bramaron enfurecidas mientras el capitán Kim, con la frente pegada al suelo, cantaba una melodía triste en honor a todos los piratas que alguna vez habían caído por proteger a su tripulación. Pero con la despedida de un hombre, llegó un nombre para el niño que corría por el comedor buscando a su protector.
ㅡYunho ㅡGritó el capitán alzando al niño en sus brazos y mostrándolo al mar ㅡ Le pondré tu nombre para que tu muerte no sea callada por las olas.
Yunho, el niño que jugaba en la cofa había heredado el nombre del hombre que le enseñó a subir a ese lugar. Y así como su antecesor, Yunho había crecido sentado en lo alto del barco viendo al mar extenderse infinitamente ante él.
Y fue sentado en la cofa que se dio cuenta de que,a pesar de haber sido criado para ser capitán, él no estaba destinado a serlo. Los ojos de un nuevo niño en la tripulación se habían alzado al cielo junto a los suyos, y brillaron con el resplandor que le habían heredado los de su padre.
ㅡ¿Puedes escucharlo... ¿cómo te late bravo el corazón? ㅡHabía explicado un pequeño Hongjoong que se dejaba besar la cara por el sol ㅡ Papá dice que por eso los piratas le pertenecen al mar.
Yunho comprendió de inmediato lo que se ocultaba tras las palabras de Hongjoong: los capitanes se enamoran del mar, y él por el contrario estaba deslumbrado por el cielo. Se detuvo a mirarlo, el chico era apenas un par de años mayor que él, era hijo del capitán y tenía una letra hermosa; pero no era eso lo que lo impresionó, sino la manera en que aquellos ojos grandes se abrían con convicción como si reclamaran que todo el amplio mar le pertenecía.
Misma convicción que vería flaquear años después, cuando en medio de un torbellino de balas Hongjoong le gritaba que comandara el barco que por derecho le pertenecía.Casi toda La tripulación estaba muerta, la flota inglesa los había saqueado; Solo quedaban en pie los cuatro hombres más Jóvenes.
ㅡYunho por favor ㅡRogó Hongjoong desde su posición ㅡEres un hombre con suerte, y eso es lo único que puede salvarnos. ㅡla voz le tembló en un intento fallido de contener el miedo.
Yunho miró a los chicos a su alrededor, estaban tan asustados como él. Con dificultad se levantó del suelo; el cuerpo le dolía, sentía como le quemaban cada uno de los agujeros de las balas en su Cuerpo. arrastró los pies hasta llegar al timón y con su mano cubrió la de Hongjoong que temblaba mientras se aferraba a la madera.
ㅡLo que usted ordene, Capitán ㅡ asintió serio viendo como el fuego en los ojos de Hongjoong recuperaba algo de su chispa.
Entonces Yunho se llenó de aquella llamarada que abrazaba a los capitanes; con confianza llevó el barco por la ruta que sus ojos habían trazado de memoria. Gritó a sus compañeros para que alzaran las agujereadas velas bajo la fuerte tormenta de junio que los azotaba. Y la suerte lo acompañó hasta llegar a Manila, donde solo se permitió desplomarse sobre el suelo cuando los ojos de Hongjoong recuperaron su chispa, para abrazarlo con un gracias apenas audible entre el zumbido del mar.
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