ㅡVen aquí pequeño ㅡLa voz de la mujer corrió dulce por el cuarto ㅡAbraza a tu madre como cuando eras un bebe. 

El chico se metió bajo las sábanas sintiendo el calor de aquel abrazo. Ya tenía catorce años y era algo grande para hacer ese tipo de cosas; pero su madre era lo que más amaba, era su tesoro. 

ㅡVolar, volar lejos por las nubes hacia donde mi dedo índice apunta volaremos ㅡLa mujer cantaba bajito mientras acariciaba los cabellos del chico. 

Esa melodía que tanto lo había arrullado cuando niño ahora se sentía como una promesa. La noche era joven pero avanzaba rápido,  a la misma velocidad que corren las noches cuando no quieres que terminen. Una lágrima de nostalgia se deslizó por la mejilla de la mujer y fue a parar en los cabellos del joven. No importa cuán orgullosa esté una madre, dejar a los hijos volar era difícil. 

ㅡHongjoong ㅡSusurró la madre a su hijo casi dormido ㅡForja un futuro útil, no mates a nadie y enamorate del mar. 

Con cuidado un beso se posó en la frente del chico, rápido como las alas de las mariposas y efímero como su vuelo. Sin embargo aquel beso permanecería intacto, con la promesa de que si en un futuro mirabas con detenimiento al chico pudieras encontrarlo bailando en su frente. 

ㅡSe un buen capitán ㅡLa alegría en las palabras de la madre quedaba oculta por la nostalgia ㅡGeneroso, protector y sobretodo sabio para que sepas guiar a tus hombres. 

ㅡAún falta mucho para eso mamá ㅡPronunció el chico mientras se incorporaba en la cama ㅡHasta que papá no muera no seré capitán. Solo marinero. 

 ㅡEntonces guarda los consejos de tu madre y úsalos en el futuro ㅡLa mujer se levantó con dificultad de la cama  ㅡse paciente ㅡSollozó tratando de contener su llanto ㅡComo quisiera que no crecieras tan rápido. 

A un lado de la cama la madre revisaba sus cosas en busca de un recuerdo que dejarle a su hijo. Con la pobre luz de la vela tomó papel y lápiz; no sabía mucho sobre escribir pero lo poco que conocía lo usaría para dejar huella. Con pulso tembloroso y letra difícil plasmó sobre la pequeña hoja las palabras que componían la canción de cuna que en antaño arrulló al amor más grande de sus entrañas. Aún con lágrimas en los ojos dobló el escrito hasta hacerlo un cuadrado apenas más grande que una moneda  

ㅡNo te olvides nunca de tu pobre madre ㅡPronunció sonriendo la mujer  ㅡaunque haya sido una carga para tí. 

Con las manos débiles colocó el pequeño papel dentro de un relicario de oro. Aquella pieza dorada y redonda era la cosa más valiosa de toda la pequeña casa, había sido traída de Europa en uno de los viajes del marido y llevaba grabado en plata un poema de amor al mar; porque los marinos se enamoran del océano y para aquel hombre su esposa era un amor más grande que los siete mares. 

Conteniendo las lágrimas el joven Hongjoong aceptó el regalo de su madre y con amoroso cuidado limpió las brillantes perlas que rodaban por las mejillas de la mujer. Estaba ansioso por embarcarse, por viajar por el mundo y enamorarse del mar; pero tampoco quería dejar su patria y con ella a la mujer que lo vio crecer. 

Sabía que si ponía un pie en la nave pasarían muchos meses para que volviera a pisar tierra, e incluso muchos años para que volviera a casa. Su madre estaba enferma y él era todo lo que tenía; Hongjoong la ayudaba a vestirse, le daba de comer y si era necesario le ayudaba a caminar. 

La vela se consumía y madre e hijo dormían abrazados sin saber que esa sería la última vez, descuidados de lo que deparaba el futuro y expectantes de lo que traería el tiempo. 

Al día siguiente Hongjoong se embarcó junto a su padre dejando atrás su casa, su madre y todo lo que conocía. Maquillando su corazón de valentía partió junto con los tripulantes y algunos de sus hijos hacia el infinito mar. Arrepintiéndose por siempre de no haber esperado un día más y haberle dado la mano a su madre en el lecho antes de morir.