9
Inhalo oxígeno con pesadez, un ápice de miedo comprimiendo mi estómago, diría que esto es algo tan normal para mí que ya me he acostumbrado siempre que tengo que irme sola a casa, pero en realidad, sentir temor e incertidumbre no es normal. Para nada normal. Solo que ya me es costumbre.
Empecé a dar pasos indecisos, odio cuando la inseguridad quería dominar y destruir mi arraigada ilusión de fortaleza, después de todo no soy cobarde en esos aspectos, solo que es imposible no desplomarse ante la posibilidad o la idea de que algo malo me sucediera por eso. Salí del instituto con la cabeza en alto, si bien pretendía que la gentuza me ignoraran, eso no quería decir que tuviera una impresión débil y cabizbaja, al contrario, buscaba pasar desapercibida, no dejo que los demás se les ocurriese querer sobrepasarse conmigo.
«Después de todo, no quiero más imbéciles que me dejen regalitos en mi hogar».
Formo un amargo semblante rememorando dichos sucesos, después mis padres encontrando al supuesto culpable e insistiendo en la cruel broma que nos habían "jugado", pero algo en mi interior se afanaba en que no es una broma. Pero puede que sea paranoia sin sentido, aunque eso no terminaba de convencerme en absoluto, lo malo es que no podía decirle nada a ellos, ya que es un tema cerrado y fuera de discusión. Agregando que casi siempre están trabajando.
Una mano se posó en mi hombro mientras camino, esa sencilla acción fue suficiente para acelerar mi corazón en un segundo, la sangre recorriendo todo mi cuerpo con vehemencia, el calor y la adrenalina golpeando mi piel y tomando el impulso para girarme. Mis facciones se relajaron al instante y el aire que no sabía que estaba conteniendo salió de mí con alivio, aún así, escucho los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos, que poco a poco se iban calmando, Justin por otra parte frunció el entrecejo sin entender mi reacción.
—¿Estás bien? —preguntó. Su voz es baja y calmada, sin intenciones de asustar en absoluto.
—Estoy bien —solté apresuradamente, pensando en las palabras correctas para continuar y que no me hiciese más preguntas. Me odio por tener esa clase de reacción—. Solo que me asustaste, Justin.
—Se nota —Se rasco la nuca con clara incomodidad. Desconocía con exactitud si le tomó importancia a eso, pero al parecer por suerte, dejó pasar ese detalle—. Te estuve llamando, pero al parecer estuviste tan sumida en tus pensamientos que no te diste cuenta —Al decir eso me regaló una cálida sonrisa, que logró estrujar un poco mi corazón de culpa.
«Por un instante, pensé que era alguna de esas personas que buscaba hacerme daño».
Puede que haya sido una cruel y horrenda broma, pero me terminó afectando tanto que mi miedo solo aumento. Mordí mi mejilla interna con irritación.
Es estúpido negar que tenía miedo algunas veces que, un suceso como esa vez, volviera a repetirse en mi vida, el incesante y constante temor de que no fuera una broma y alguien de esa asquerosa familia estuviera viva me desgarra y ahoga por dentro, más el pensar si fue de parte de ellos eso.
Pero siendo racional, la probabilidad de que eso fuera así es baja, sin mencionar que no quedaba nadie de ellos que pudieran desquitarse conmigo…. O eso me aclararon mis padres.
Igual, el saberlo no me traía la paz interior que busco, nadie la traería de vuelta.
—Vas a envejecer rápido, Arcoíris. —Colocó sus dedos en mi frente estirando mi entrecejo, yo alce la vista a él. Su tacto esfumó por completo mis preocupaciones.
No hay azones el porqué seguirme, estar detrás mí como un estúpido. Sin embargo, es difícil echarlo de mi lado cuando más se aferra e insistía en estarlo, a veces lo dejaba ser y otras tantas le pido que se vaya, obstinada. Odio que invadan mi espacio, sin mi permiso.
No es fácil lidiar con Justin, menos cuando muchas de sus acciones son impredecibles o diferentes a las mías.
—No seas idiota —murmuré.
Lo observé de soslayo con recelo, para devolver la vista al frente, no iba a discutir con él.
—¿Qué?
—Nada, solo vamos —desvíe su atención.
Justin se pegó a mi lado como una sanguijuela, yo indudablemente formé una mueca fugaz de desagrado, pero también de rechazo a mí misma por sentirme algo cómoda con su presencia.
Que complicada soy en ciertas ocasiones.
—¿Hasta que ya te resignaste a que te acompañara? —se atrevió a comentar, una sonrisa ladina adorna la cara que tanto ansiaba golpear, desde hace ya días atrás.
—Pues claro, si eres más terco que una mula —objeto sarcástica.
A pesar de mi comentario sarcástico, una sensación de alivio me llenó sin percatarme, al menos tenía la seguridad de no irme sola a casa.
—Tú no te quedas atrás —agregó casi inaudible.
—¿Qué dijiste? —Lo escudriñe con la mirada.
—Nada —contestó.
—Más te vale —le dije retándole con la mirada.
Al subirme en su camioneta una atmósfera tranquila nos envolvió, el silencio es un regalo para mí en estos momento, me permitía pensar y procesar todo a mi alrededor.
Es una ironía que volviera a estar otra vez a su lado, como amigos por supuesto.
Me apoyé con mi mano observando sigilosamente a Justin mientras conducía, lo hacía tan bien que no me podía sentir paranoica, algo que acostumbraba hacer siempre que un total desconocido lo hacía.
«Una vez casi Jeremy y después Mike me dieron un susto de muerte con su "soy nuevo en el volante".
Idiotas».
—¿Cómo es que no tienes un transporte privado o...
—Te dije una vez que odio eso, me gusta hacer las cosas por mí misma —dije sin dejarlo terminar de hablar. Justin solo guardó silencio conociéndome, no me es agradable los transportes contratados por mi familia, debido a que mi madre podría tener más control sobre mí.
—¿No te importaría si vamos a una cafetería primero? —preguntó de la nada—. Tengo una cita acordada con alguien allí.
Giré mi cabeza como el exorcista, lo observé muy perpleja.
—¿Está bien? —musite extrañada—. ¿Será solo un momento? —mencioné sin saber qué preguntar exactamente.
Después de todo es su vehículo, no tenía derecho a disponer de él.
—Solo quería saber si no te molestaba que fuéramos allí primero, antes de llevarte a tu hogar... —Me vio de soslayo, sus ojos encontrándose con los míos por una fracción de segundo.
Eso me enmudeció por unos instantes, en los que no pude evitar quedarme embobada desentrañando sus intenciones y al mismo tiempo, recorriendo astutamente su cuerpo que había cambiado en el transcurso de esos años sin verlo por completo.
«Él ya no es tan cabeza hueca como antes».
—Pues tú te ofreciste a llevarme, así que..
—¿Quieres acompañarme? —me cortó sin poder terminar—. Solo iré a ver un amigo en esa cafetería y nos vamos, no será mucho tiempo, pero si quieres que te lleve primero, lo entenderé —habló con rapidez, pero casi deseoso por mi afirmación. Su reacción en definitiva es extraña. ¿Por qué deseaba encontrarse con ese amigo?
Lo miré sin despegar mis ojos de su rostro, puesto que se veía ansioso me hizo llenar de curiosidad, para él es importante ir a la cafetería. Podía contar con los dedos de mis manos las situaciones en las que Justin alguna vez se ponía ansioso por algo o alguien en particular.
Dejando eso de lado, es un poco lindo, no planeaba ni se le cruzó por la cabeza que podía irme a casa y no tomarse estas molestias; él estos días me ha estado acompañando camino a casa, hoy no fue la excepción, solo que su desvío y su interés es raro.
—¿Cómo es ese amigo? —indagué.
Arrugó su frente en respuesta ante mi pregunta y me escudriñó, yo le devolví una mirada con la misma intensidad.
¿Por qué me miraba así? Si antes creía que era tierno, ahora cambié de opinión.
Es un imbécil.
—¿Tienes interés, Arcoíris? —dijo sugerente. Yo me crucé de brazos expresando mi inconformidad.
—Solo tenía curiosidad, como dices que vas a ver a un "amigo", significa que lo conoceré yo, ¿no es así? —conteste sin rechistar.
Sus ojos que estaban pegados al frente mientras conducía, volvieron a mí irremediablemente, notando desafío con tintes de irritación en respuesta a mi terquedad.
Por su parte, él también tenía el entrecejo fruncido, creo que se dio cuenta de la visibilidad de sus emociones y su cara volvió a ser tan ilegible como podía ser si quería evadirme.
—Humphrey es un completo imbécil, lo mejor es que mantengas una distancia sana de él —mencionó con voz gélida.
—¿Por qué? —pregunté conteniendo una sonrisa hostil y maquiavélica—. ¿Por qué es un mujeriego al igual que tú? —reiteré.
Bien, no me sorprendería que decidiera bajar de la camioneta para decirle eso justo ahora, pero en mi defensa Justin me ha dicho e insinuado cosas peores.
Un suspiro salió de sus labios y prosiguió a responderme.
—Exacto, por eso debes ignorarlo, porque es un imbécil como yo —argumentó, estoico.
Abrí mi boca estupefacta sin poder articular una palabra.
Es que… ¿Acababa de admitir que es un imbécil?
¿Y sólo lo dijo para que no me relacione con su supuesto amigo?
—¿Solo por eso? —aborde esa pregunta sin querer ceder—. Digo, porque no lo comprendo.
—Él se metería hasta con un palo con falda que se le crucé por el camino —apuntó con sarcasmo.
Yo me negué divertida, sabiendo que él cambia de tema tal cual como una tortilla en un sartén.
—Si lo comparas contigo, pues algo más ha de tener —dije e hice un gesto dubitativo.
Sus músculos y cada parte de su cara se tensaron, su boca formó una línea recta y aunque no me cuestiono nada esta vez, si note claramente de que no le había gustado lo que dije o más bien algún pensamiento cruzó su cabeza.
El silencio reinó e incluso cuando llegamos al centro comercial siguió así, y por alguna razón del trayecto para ir a la cafetería, yo quise suavizar el ambiente en compensación por lo anterior.
—Y... —Mierda, es muy complicado sacar un tema de conversación—. ¿Tienes algún otro pasatiempo diferente a tocar la guitarra y el fútbol?
Justin sonrió levemente a mi dirección, divertido por el vago intento de aligerar la situación.
—Ya no juego fútbol, Iris, y la guitarra la toco en ciertas ocasiones —indicó posando sus claros verdosos por unos segundos en mí—. Tengo otros pasatiempos.
—¿Entonces qué te gusta ahora? —profundicé, queriendo saber más de él y su vida hasta ahora.
Los años, aunque hayan sido pocos, se habían encargado de cambiarlo, inclusive sus gustos. No podía mentir, cerrarme y negarme al hecho de que la mayoría son diferentes al pasado en donde me quedé. Como cualquier persona, crecemos inevitablemente y con eso, se viene el cambio el cual conlleva muchos procesos que atravesamos, transformándonos en buenas o malas versiones de sí mismos.
Un solo segundo es capaz de cambiar el rumbo de nuestras vidas y por supuesto, a nosotros también. No existía ser humano que no fuera presa del destino y víctima de la vida, como también estaban aquellos que huían de un cruel verdugo, su pasado.
Y esos mismos que mencioné, forman parte de mi situación actual y es como si la única que seguía igual soy yo, encadenada a los recuerdos, el anhelo y la añoranza.
—Me gusta actuar.
—¿Qué? ¿En serio? —pregunté impactada.
—Lo que escuchaste. —Se encogió de hombros al notar mi asombro.
—Wow, es que de todas las cosas jamás pensé que me dirías eso —me sinceré—. ¿Desde cuándo te comenzó a gustar?
La verdad es que Justin Moore siempre logra sorprenderme, es un caso inusual e impredecible en su persona, una tormenta de problemas, incomprensión y diversión. Un caso dado por perdido.
—Hace dos años, gracias a una obra de teatro y una profesora chiflada —me contó, no haciéndole mucha ilusión lo último. Abrió la puerta de la cafetería, ya estábamos entrando. El olor a café inundó mis fosas nasales.
—¿Lograste actuar en algo más formal? —Pasé y seguí a su lado, la vista de las personas fue a nosotros, él llamaba mucho la atención y casi parecíamos una pareja.
—Por ahora no.
—¿Por qué? —Lo observé sin poder creerlo—. Podrías decirle a tus padres y estudiar o practicar eso en paralelo —recomendé.
—No.
—¿Por qué no? —inquirí sin entender—. Tus padres son ricos al igual que los míos, y pues supongo, que no tendrían problemas en apoyarte.
«A diferencia de los míos, ya que Helena vive recordándome que es un sueño de mediocres y por parte de mi padre, él deseaba que ocupe el puesto del primogénito de sexo masculino que no pudo tener».
—Porque pienso hacerlo independiente, sin la ayuda de mis padres y cuando tenga más tiempo —replicó—. Y eso será después de terminar el instituto, tal vez.
—Eso es triste —hice un mohín fingido—, me perderé la oportunidad de verte protagonizar una serie siendo el Bad Boy, al que le baja las bragas con una mirada a todas las chicas del instituto —comenté con gracia, sentándome frente a él.
—Iris, por favor, no describas la realidad —dijo entre una risotada, su cuerpo se contrajo por la risa.
—Claro que no, tú… —Me sonroje un poco. Después de unos segundos dejó reírse y tomó aire en intervalos, mientras detalla mi rostro avergonzado.
Sonrió con satisfacción y egocentrismo. De repente se inclinó hacia mí desde su asiento, lo suficiente para hipnotizarme con sus gestos dulces y venenosos, que pueden ser tan engañosos como yo.
—Sabes que es una realidad que estás viviendo justo ahora, Arcoíris —sugirió, guiñando el ojo—. No hace falta actuar ese papel, porque ya soy eso justo ahora.
—Maldito egocéntrico —murmuré—. Si te lo propusieras, pudieras hacer las dos cosas a la vez, ¿sabes? —insistí, porque aunque es su vida y no debía importarme, una parte muy diminuta y razonable de mí, me decía que no está demás motivar a perseguir sus sueños.
—Lo sé —Se enderezó de nuevo en su asiento.
—Puede que pierdas la oportunidad de iniciar o quizá no puedas perseguir tu sueño debido a otras cosas. —Jugué con mis dedos con nerviosismo, porque mierda, sentía que esto lo decía más para mí misma que para él.
Porque a pesar de nuestras diferencias, espero que le fuera bien en lo que sea que quisiera hacer, y por supuesto, que no se arrepintiera de las decisiones que fuese a tomar.
Se acarició su perfecta y limpia barbilla como si lo estuviera considerando, hasta que con un brillo indescriptible en sus ojos, me respondió lo siguiente.
—Hay que tener una parte crítica, realista y un tanto negativa como optimista, pero nunca se puede perder las esperanzas en cuanto a tus sueños, siempre habrá algo por lo que luchar, y si no lo hay, es porque no es tu batalla —recitó como si fuese sacado de un guión—. O puede no ser tu momento de brillar.
—¿Momento de brillar?
—Exacto —concretó, tras una sonrisa.
Quedé sin palabras por lo dicho, solo me resumí en admirar, sus facciones limpias y marcadas, su nariz perfilada, sus labios gruesos y con un suave color rosa, sus cejas pobladas y pestañas que hacían juego con la forma de sus ojos vivaces, atrapantes, incluso su envidiable cabello que se movía con cada brisa revolviéndose por completo, tan rebelde como su personalidad.
Los hoyuelos que se forman cada vez que sonreía… ¡Maldición!
Me perdí en él. Y al parecer yo no era la única.
Justin me deshacía con profundidad, rompiendo mis límites, y recorría cada centímetro de mi insignificante persona con la misma magnitud que yo. ¿Por qué este ambiente siempre nos envolvía?
Cuando él notó que yo me removía incómoda en mi asiento entonces iba a intervenir, pero un carraspeo lo interrumpió.
Ambos levantamos la cabeza en dirección a la voz, un chico moreno sonrió ampliamente y alterno su mirada entre nosotros, yo trague grueso cuando su atención se posó en mí, sus ojos oscuros son intimidantes, pero más que eso, lo atractivo del chico hacía suspirar a cualquier chica.
Ya veo porque Justin decía que es un imbécil como él. Otro playboy de su mismo bando.
Su cabello lacio, bien peinado, es igual o más oscuro que sus ojos afilados, y su piel morena resalta más estás facciones, haciéndole así un hombre atractivo con un aura misteriosa, peligrosa y atrayente. Y ni que decir de su físico, eso es para morirse en vida de lo bueno que esta.
Justin me lanzó una mirada mortal al notar que casi babeo de la impresión por su amigo, antes de levantarse y bloquear mi vista analítica o más bien contemplativa, y yo me crucé de brazos indignada por su acción.
El imbécil me observó de soslayo unas cuantas veces aparentemente enojado mientras susurraba cosas con su amigo. Hablan sobre mí, lo cual supuse porque me regalaban miradas furtivas, entonces sin esperarlo en absoluto, los dos se sentaron conmigo.
El troglodita tenía una mirada asesina puesta en mí, yo sonreí con inocencia, intuí que lo sacó de sus casillas que viera tan minuciosa a su "amigo", después de todo, está igual de bueno que él, para que negarlo, había que disfrutar de la vista tanto como mis ojos me lo permitieran.
Y él no iba a ser un obstáculo en eso.
—¿Y ella es? —El moreno me recorrió esbozando una sonrisa coqueta, yo me encogí en respuesta, mientras un escalofrío surcó mi cuerpo con lo que parecía ser vergüenza o atracción.
Si bien entra en mis gustos, me ponía los nervios de punta, una cuestión en él se me hacía amenazante, con todas sus matices oscuras y peligrosas que decían "aléjate".
Trague grueso sonriéndole también, ignorando un atisbo de miedo que pretendía crecer en mi interior, puesto que no debería haber razones ni necesidad de asustarme o intimidarme, es inusual.
Justin me observó por un instante demasiado rápido, y divise su sonrisa siniestra, y el apreciativo brillo en sus ojos de travesura.
«Ay no, no, no, no, por favor».
—Ella es Iris. Mi...
—Iris Brown —le interrumpí antes de que el muy imbécil metiera la pata, y le extendí mi mano con una sonrisa.
Su amigo enarcó una ceja con diversión.
—Mucho gusto, Iris Brown —musito mi nombre con lentitud, como si lo estuviera saboreando—. Yo soy Humphrey Beckham —Me extendió su mano y yo aún con mis dudas correspondí.
Estrecho mi mano con un fuerte apretón reconfortante, pero algo me decía por dentro que tenía un interés conmigo muy extraño, es como si… me probara, pero no sabría como explicarlo.
El idiota le dedicó una mirada indescifrable al ya conocido como Humphrey Beckham, es uno de los tantos amigos de él que desconocía.
Tal como me platicó hace unos cuantos minutos atrás.
Este elevó la comisura de sus labios de vuelta, como si nada pasara, algo que me hizo tener mucha curiosidad por su amistad, ya que este chico no es del instituto, no lo había visto jamás en mi vida.
Quizá es un amigo de su familia, de su antiguo instituto o quién sabe.
«Bueno, no es como si supiera al derecho y al revés su vida».
—Iré a ver esa tienda —Yo asentí e Iris con una suave sonrisa se fue de a poco desapareciendo de mi vista por un momento.
Cuando ya estaba lo suficientemente lejos, no pude evitar encarar a Humphrey cabreado.
—¿Por qué mierda no hiciste lo que te dije? —reclamé con acidez, casi perdiendo la cabeza por las idas y vueltas de la extenuante situación.
Y mi mandíbula estaba tensa a más no poder, pero a Humphrey le valió de a poco y nada mi reclamo, se limpia el culo con cada una de mis demandas.
Sin embargo, por ahora solo debía ponerlo en su lugar porque lo seguía necesitando. Él es el único capaz de darme información con métodos no tan drásticos.
—¿Trajiste lo que te pedí? —volví a preguntar ante el inerte silencio de su parte. Igual tenía un mal presentimiento.
—Sí, algo así.
—¿Cómo que algo así? —fruncí el entrecejo irritado aún más.
—Que si traje el listado de los putos números que necesitas —contestó entre dientes.
Estoy tentado a soltar una palabrota a su persona, pero me lo trago. ¿Ven? A esto me refiero que es un maldito hijo de puta y sin contar que esto es una nimiedad.
—Vaya, que eficiente —visualizo con ironía—. ¿A qué se debe tu mal humor? —le espeto inexpresivo.
—Por tu culpa perdí el dinero de este mes para el alquiler —Me entrega un sobre de mala gana que saca de su mochila y yo alcé una ceja por su confesión.
—¿Por?
—No pude entregar la mercancía.
—¿Y?
—¿Cómo que y? —inquiere casi ahogado—. ¡Tú sabes como es el Don! Si bien perdí una buena plata, puede desquitarse conmigo si existe una próxima vez.
Le resté importancia a su queja.
—No te hará nada si no vuelve a suceder —Con su incredulidad impresa en su cara continúe hablando—. Sabes que no te ordene que vinieras solo para entregarme esto, ¿no? —Guardé el sobre en mi bolso escolar—. Quiero que investigues lo más discreto posible a los Chester —Le echo un vistazo a Humphrey, quien en este instante si me veía inmutable.
Me debatía internamente si seguir al pie de la letra las órdenes explícitas de mis tíos, ¿Es fiable proceder así?
»—Encuentra la forma de acercarte, averiguar sobre ellos y...«
—Esa chica es muy guapa en mi opinión —dijo la nada, esfumando mis pensamientos, aligerando el ambiente con brevedad, hasta que por consiguiente; logró solo empeorarlo también—. Creo que ya encontré a mi musa de este mes.
—No puedes tocarla —advierto. Bien, estoy seguro que ahora gane su interés estúpidamente por mi impulsividad.
—¿Por qué? —pregunta con cautela, lo fulmino con la mirada—. Solo mírala, no tiene nada que envidiarle a una modelo, excepto que, para ser sincero, su cuerpo está cubierto de mucha tela innecesaria. ¿No le han dicho alguna vez que es un pecado contra el mundo que esté forrada de ropa?
—Humphrey —musitó su nombre con advertencia.
—¿Qué? —me sigue cuestionando, a pesar de que mi cara, más bien mis expresiones faciales, debían pedir a gritos que se detuviera con ese tema en especial—. ¿Es un pecado admirar a una mujer ahora? —agrega obstinado—. Tú también estás babeando por ella antes de que llegara, no lo niegues.
Suspiré no sabiendo cómo lidiar con una rata escurridiza de bajo mundo como el pelinegro.
—Te lo diré solo una vez —Enfoco mis ojos en los de él—. Ella no está ni estará a tu alcance. Y no es alguien con quien involucrarse.
Él enarcó una ceja ofendido pero lo ocultó al entender el peso de mis palabras.
—¿Es enserio? No me digas que es tu novia.
—Ella es… —entreveo como él me mira expectante, escuchando con bastante atención—. Una amiga —aclaro la garganta, incómodo.
—¿Una amiga?
—Del instituto. La chica que le mencioné a Manuel.
—¡Me estás jodiendo! —exclama boquiabierto, no creyéndome.
—¡Cállate! —le callo en reprimenda—. ¿Acaso quieres que nos escuchen en todo el puto centro comercial? —Lo que menos quería es llamar la atención.
—Ahh ya entiendo, ya había dicho yo que se me hacía raro, que estuvieras tal cual como un perro doméstico —suelta sin discreción. Ruedo los ojos ante lo último, es un hijo de puta y metiche—. Así que… ¿Es ella?
Pasó una mano por mi cabello frustrado, odio tratar con conversaciones de esta clase, más si es con un tipo como Humphrey.
—¿Tienes algún retraso que no te permita entender lo que te mencioné anteriormente? —cuestiono.
—No, pero vamos, puedo contar con los dedos de mis manos las ocasiones en las que hablaste de ella ¡Y los dedos me sobran! Casi pensé que ya la habías olvidado, o que solo sería un placer del momento en cuanto la vieras y ya sabes —Sube y baja las cejas como un patán tratando de acabar con mi paciencia.
Quién lo diría, hace unos minutos no quería ni hablarme y ahora está como una cotorra por el chisme.
—¿Por eso vino contigo? ¿Tienen una cita? —dijo interesado. Yo negué y él se cruzó de brazos—. Cierto, ella comentó que son "amigos" con sequedad, entonces, ¿por qué vino contigo? No es tu estilo pasear chicas, a menos que planees llevarlas a otro lugar...
Ignoro su pregunta y procedo a interrogarlo con desconfianza.
—¿Desde cuándo sabes de mis salidas con chicas? —indago con clara sospecha.
Él se enderezó arrogante—. No eres el único que tiene el mismo patrón, ambos sabemos que casi siempre será de una sola noche.
—No me conoces.
—Si yo no lo hago, esa chica mucho menos. Pobre de ella —se burló mientras se recostaba en una pared—. Si estuviera Arturo aquí, apostaría todo mi dinero a que después de estar con ella toda la magia desaparecerá al día siguiente, te lo digo por experiencia.
Apreté los puños y me ví obligado a reflejar indiferencia, deteste el rumbo que está tomando la conversación. Aborrezco esta sensación.
—Cuando eso pase, no olvides avisarme para ser su consuelo —brama con una asquerosa morbosidad.
«Escoria.
Lo siento mucho tía Emily, pero esto va tardar más de lo que creías».
—Ni se te ocurra decir de nuevo lo último —argumento al tope de mi escasa paciencia. Al diablo todo—. No es un objeto, es una persona, así que no hables de ella como si fuera algo que vayas a querer usar por un rato para tu diversión.
—Juzgarme por algo que, con certeza, tú también hacías; me parece muy hipócrita, Justin —comenta con nula veracidad.
—¿Lo mismo dices? —aludo ofendido—. Jamás me he aprovechado del momento vulnerable de las personas, ¿Y de una chica? No caería tan bajo así, pero por lo que veo, tú sí —refuto.
—No es tu novia —señala fingiendo no haberle molestado lo que dije—. ¿O me equivoco? Ella sola puede decidir por sí misma si quiere salir conmigo o no, pero igual tengo maneras de convencerla —explica con obvio recelo, y atisbos de envidia que divisé en sus ojos.
—No permito que pienses en ella como una opción, mucho menos la mires, le hables o mucho peor, la toques —manifiesto arcaico.
—No tienes derecho a prohibir eso —protesta conmocionado por mi actitud, sin creerlo.
—Porque puedo y quiero, lo hago —concluí odiando un poco el uso de esas palabras, pero no me quedaba de otra.
—Ella es la única en decidir eso.
—Sí, es verdad —le doy la razón—, pero yo sí tengo ese derecho sobre ti —culminó.
Humphrey Beckham es el tipo de persona que desea insistentemente lo de otros si los envidia, y ya ha pasado, yo no soy la excepción.
Él se enrollo con las novias y chicas de interés de algunos, lo que causó muchísimas peleas y problemas. Por mi parte, siempre supe que fue él quien se metió con mi ex Mila, en cuanto tuvo oportunidad, porque le atraía desde que la conoció.
Como nuestra relación siempre fue por beneficios y ambigua, jamás me importó, menos su envidia y vida personal. Pero que él se haya interesado en ella, en alguien como Iris, es indudablemente un peligro por su naturaleza… En especial porque ella es en teoría, por su apellido, el próximo trabajo del que debería encargarse.
«¡Maldición! A este punto no puedo ordenarle que haga una investigación sobre los Brown» pensé con irritación.
—Adelante, atrévete si quieres enserio —le incité—. Te invito a que intentes un mínimo movimiento con ella, pero no me culpes después por romper uno a uno los dedos de tus manos y después cortarlos —lo amenacé, sin titubear—. Aunque sacarte los ojos me parece igual de tentativo.
—Estás loco —Palideció. Como si la amenaza surtiera efecto no respondió más que eso.
El miedo, lo que en algún punto llegamos a ocultar para no mostrar debilidad frente a otros.
—¿Loco? —Me acerco a él intimidando su persona—. Bueno, al menos no soy un bastardo como tú, porque seamos sinceros, ambos sabemos que una mierda como tú no podría estar al nivel, ni siquiera de cerca, de una chica tan correcta y prestigiosa como ella.
—Tú tampoco.
—¿Qué te hace creer que no?
—Tú lo has dicho, chicas "como ella" jamás se involucran con la basura, ¿no? Y tú mi querido amigo, estás tan hundido o más que yo en mierda —me enfrento algo endeble.
Me rasco la barbilla pensativo y sonrío con sutileza.
—No puedo hacer la vista gorda, en un detalle tienes razón —Una mueca se forma en su rostro—. Pero a diferencia de ti, que solo sirve para drogar adolescentes y servir de matón por una buena faja de plata —Su cara se fue deformando más, yendo directo a su persona como balas—. Yo ayudo a eliminar a cabrones con un expediente muchísimo más manchado que el tuyo, donde sus manos corren sangre a borbotones día tras día, no a gentuza como tú, a esa ni me molestó en desaparecerlos.
—Hace unos minutos me amenazaste con dejarme sin dedos.
—¿Y te creíste que lo haría yo? —suelto irónico.
Retrocede encolerizado.
—¡Eres un malnacido! —me insulta—. ¡Si no fuera porque les debo dinero..
—Lo mejor para nosotros y nuestra "relación laboral", sería que mantuvieras tu distancia de ella —interrumpo con voz fría, cortante, deteniendo su estallido de enojo contra mí. A lo lejos divisé una delgada y llamativa figura que venía en dirección a nosotros—. A ninguno le conviene esta enemistad.
Iris ya estaba de regreso, y con unas cuantas bolsas.
—Como quieras —murmura inaudible dándose cuenta también.
—¿Entendiste? —le presiono, hasta obtener un "Sí" como única y absoluta respuesta.
Después de eso la atmósfera cambió con rapidez ocultando el odio, resentimiento, envidia, disgusto y desconfianza.
En el fondo yo sabía que la paz entre nosotros no iba a ser duradera.
Y con eso en mente, le pondría un fin primero.
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