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7

»Ella se encontraba sentada imponente en aquel asiento de mi escritorio, y yo en la cama, posicionada enfrente, el sol era excepcional, tan vivo que ni las cortinas podían impedir entrar la luz solar, y eso hacía que su figura imponente fuera tan borrosa que sólo divisé una sombra oscura.

Sin embargo, su característico pelo negro azabache, lacio y largo resaltaba más que nada; eso era lo único que se podía ver, no podía ni siquiera divisar su expresión o facciones de su cara, pero estaba segurísima que era ella ¿Por qué?

Porque ella es la otra sombra que me persigue aparte de él.

—Asesina«.

Respiro con violencia, el aire que entraba en mis pulmones estaba tan helado que me cortaba por dentro, y por eso me vi en la necesidad de poner mis manos sobre mi boca para generar calor, pero eso no era suficiente y mi cuerpo se sacudía levemente por el frío, temblando, inevitable como una delgada y frágil hoja de papel.

«Por favor, desearía que esto termine».

No importaba cuánto hubiera dormido, porque al final siempre terminaría cansada y con la misma pesadez por las pesadillas, porque ni siquiera en los sueños tenía escapatoria.

—Esto es una mierda... —susurré tratando de no llorar.

Pero fue inevitable, unas lágrimas emergieron de mis ojos, pese a eso no llore a mares y contuve mis fuertes ganas de sollozar. Como siempre lo hago.

Al pasar alrededor de tres días en que mi estado de ánimo no cambiaba y mis densos pensamientos no se iban, decidí por optar de hablar con mi madre de nuevo, seguía resentida con ella por el último incidente, igual estoy consciente que estoy mal, esta vez no me negué a la ayuda psicológica, porque deseaba que cuando llegaran las clases que nadie supiera de mi inestable.

Además, no le iba a dar gusto a esos bastardos de verme mal.

Pasaron los días y en un pestañear de ojos, ya habían pasado dos semanas, todo transcurría bien, o eso creía hasta hoy.

(...)

Un olor metálico, pero a la vez putrefacto llegó a mis fosas nasales, por inercia fruncí el ceño extrañada y fuera de contexto.

«¿Qué mierda?» pensé sacada de onda.

¿De dónde venía ese olor?

Yo no me había cortado, de hecho, mis heridas ya estaban casi sanadas. Agregando que el olor a podrido era raro en sí, tampoco podía provenir de mis ropas ya que soy muy cuidadosa con eso, además que siempre mantengo limpia mi habitación para evitar sospechas.

Revise de a poco mi habitación para encontrar el origen de dicho olor.

Mientras más me acercaba a la ventana más me inquietaba por dentro, observé cuidadosa como si de un examen de matemáticas se tratase y a su vez ya estar en su totalidad al frente vi el marco, notando así unas pequeñas gotas de sangre ya seca.

Mis ojos siguieron con velocidad el rastro de las pequeñas gotitas de sangre, terminé por abrir el cajón de mi escritorio que se ubicaba cerca de la ventana por la luz solar. No dude en hacerlo armada de valor, pero por dentro el miedo se hacía más grande.

«No eres una cobarde».

—No, no lo soy —murmuro para mí misma.

El olor podrido y sangriento que estaba concentrado inundó mis fosas nasales, y yo no pude evitar soltar un grito de sorpresa, el valor de hace unos segundos se fue a la mismísima mierda por lo que acababa de ver, tropezando por accidente con mi propio pie como una idiota y así cayendo en el suelo.

Las náuseas se presentaron tan rápidas como un malestar estomacal por el olor putrefacto, contuve la necesidad de expulsar lo que contenía mi estómago con fuerza, di unas arqueadas por esa sensación espantosa de casi vomitar por el olor desagradable, en eso unas diminutas lágrimas cristalinas corrieron por mis mejillas, quería levantarme, pero había perdido mis fuerzas.

Cerré mis ojos tratando de calmar mi remolino de emociones, en específico el miedo que se acrecienta cada vez más como si tuviera sentencia de muerte. Repetí varias frases que había practicado hace un buen tiempo con mi psicóloga e hice algunas respiraciones para liberar tensiones.

Me levanté con rigidez como si fuese un robot, algo tambaleante pero aun así lo hice, el olor putrefacto para ese momento era insoportable, sabía que había que sacar a esa cosa de aquí.

Observé la rata empapada de sangre con múltiples puñaladas en estado de descomposición y al mismo tiempo una pequeña especie de nota pegada a la rata escrita con sangre.

No quería tomar esa nota, no con esa rata pudriéndose en mi cajón, pero sé que al mismo tiempo debía.

Entre el asco y el miedo no sabía qué hacer.

Solo era tomar esa nota y después pedirle a mi mamá que traiga a alguien que la saqué ¿No? Pues yo no pretendía limpiar eso, les tenía pánico a los animales muertos...

Y Helena tampoco lo haría, así que llamaría a Judith para limpiarlo.

Por otra parte, mis piernas parecían que perderían las fuerzas en cualquier instante, aunque estaba valiente en tomar la nota, en mi interior carecía de ello y se desmoronaba de terror. No era para menos, me dejaron una especie de "amenaza", así que en mi cabeza formulé miles de preguntas a esto.

Podía ser una broma muy, muy pesada o una amenaza, pero...

¿Por qué pusieron esa cosa en mi habitación? ¿Cómo entraron a mi casa? ¿Y por qué ahora?

«¿Y si está vivo?

No, eso es imposible».

Esa persona debe estar muerta. Lo está.

Detalle de nuevo a la rata en descomposición y acerque mi mano insegura para tomar aquella "nota" si es que así le podría llamar, de un momento a otro contuve la respiración y la quite sin siquiera ver para no acabar vomitando. Ya listo visualice lo que era, unas simples... ¿Letras?

A. E&R. P

M. J

S. I

—¿Qué significa esto? —inquirí y sentí mi garganta seca—. ¿Por qué alguien se tomaría las molestias de poner letras o iniciales? —refute. Lo que antes era miedo pasó a ser una rabia incontrolable.

Esto debió ser una broma de mal gusto.

No espere a razonar tal cosa y salí disparada a donde mis padres, la reacción de ellos fue casi la de siempre, con la diferencia que no les gustó mucho que alguien haya entrado como si nada a la casa.

—¿Acaso estás loca Iris? —cuestiono mi madre hosca, descontenta con mi actuar, la dureza de sus facciones delata excesiva presión de emociones—. No comprendo cómo es que se te ocurrió tomar eso sin siquiera pensar que podrías enfermarte —expresó con la frente arrugada.

—¿Tienes a alguien en mente que haya podido hacer esto? —preguntó mi padre ignorando las quejas ridículas de mi madre hacía mí—. El que haya entrado a nuestra mansión con facilidad y a tu habitación significa que conoce con anterioridad la estructura de aquí, ¿no crees que se trate de una broma de algunos de tus... —dudó antes de decirlo, pero continuó igual—. amigos?

—Entonces, ¿crees que puede ser una broma también? —mencioné a lo que él asintió en respuesta, dejando entrever un atisbo de ansiedad.

Exhale como si me hubiesen quitado un peso de encima, al menos mi padre, opinaba lo mismo que yo, que solo era una broma de mal gusto por "amigos", quien quiera que lo haya hecho, no lo consideraría mi amigo para nada.

Más bien quién hizo esto sería una persona que me odia.

—No creo que sea una broma.

Todos giramos en dirección de aquella voz que provocó una abrupta interrupción, era Arce. Mi hermana menor.

—Y si lo fuera ¿Por qué buscarían una rata para después apuñalarla de tal forma que no se vea siquiera su piel de tanta sangre?

—No es la primera vez que tu hermana recibe amenazas Arce —respondió mi madre con una mirada indescifrable, de esas que no sabes que te va a decir—. Tampoco es la primera vez que lidiamos con este tipo de situaciones.

—Helena —llamó en ligera advertencia mi padre.

Parece que él no estaba a gusto que curso estaba tomando la conversación. Sin embargo, diferente a mis expectativas él se abstuvo de participar más en ese intercambio de opiniones, si es que así se le puede decir.

—Pero no podemos dar por sentado que sea solo una broma —argumentó Arce con renuencia.

—Sabremos pronto si es una amenaza o no —Mi padre miró por soslayo a Helena.

—¿Cómo? —pregunté esta vez yo con dudas, inseguridad y miedo de saber que eso podía implicar.

Espero que sea una broma.

«Sí, es mejor que sea una broma».

—Perro que ladra no muerde —alegó como observación—. Aumentare la seguridad de la casa, ya que tu padre y yo lo habíamos discutido hace un tiempo no va haber problemas, si esto se vuelve a repetir, entonces ya no lo veremos como una simple y cruel "broma" —al decir esto ella fijó sus ojos en mí y preguntó, por último—. ¿Estás de acuerdo con esto Iris?

—Sí... —afirmé consternada, un sudor frío en la nuca por la tensión del ambiente.

Después de dar por finalizada dicha conversación mi madre me obligó a desinfectarme las manos con su minuciosa supervisión, según ella no quería enfermarse de ninguna peste por mi culpa. En mi cabeza corría la incertidumbre de qué podría significar esto, tenía miedo y ansiedad, pero no estaba dispuesta a demostrarlo ni a comentar nada al respecto otra vez, ya Judith se estaba encargando de la limpieza de esa cosa, así que todo iba a estar bien, ¿no? Nada más podría pasarme, es poco probable, no, más bien es imposible.

Esa persona estaba muerta, muerta, muerta. No quedaba nada que me pudiera hacer daño de nuevo.

Esa persona ya no respiraba.

Ya no existía.

Ese pensamiento me consoló y traté de continuar mis días con normalidad, con una mejoría bastante favorable en mi salud mental gracias a la psicóloga, parecía ir bien, mis padres aseguraron más el hogar y pues ya no albergaba tanta inseguridad. Incluso creo que estaba casi olvidado el tema de la rata putrefacta en mi cajón de escritorio.

Casi en el olvido.

"¿Cómo cierta persona?".

(...)

Los rayos solares alumbraron toda mi habitación, haciendo que se hiciera complejo el dormir, mis párpados que aún estaban pesados se cerraron en cuanto los abrí con flojera, rodé por la cama unas cuantas veces con una flojera poderosa hasta que decidí levantarme.

Hice lo mismo de siempre, me bañe, vestí, vi la cara amargada de mis padres y la cara sociópata que tiene mi hermana por las mañanas, comí y salí. No obstante, al ser yo la primera en salir de casa, era innegable que fui la primera en verlo.

La sensación de un líquido espeso y pegajoso en mis zapatos, el olor metálico desagradable y el color rojo oscuro escandaloso por donde lo vieras.

Pero era obvio que eso no era todo, lo que dio origen a toda esa sangre, era aún más perturbador.

Grité aterrada.

Mi espalda chocó con la puerta que había cerrado no hace pocos segundos, respiré con agresividad sin poder apartar la vista de la terrible escena de un gato abierto por completo y con sus tripas y demás cosas afueras, esto era mucho más perturbador que una rata

Busque con desesperación abrir la puerta, pero la puta llave no entraba, mis manos tiemblan como una gelatina y respiro muy forzoso, entrecortado, en pleno indicador de sufrir un ataque de pánico.

—¡Padre! —solté gritos involuntarios sin controlar mis nervios.

Logré captar la atención de todos y no supe cómo ni cuándo, pero la mansión se volvió un lío, y solo sé que Arce se encontraba sentada a mi lado en el sofá y yo en un estado deplorable por el shock, mientras que Helena hablaba por el teléfono, al parecer buscando una forma de hallar al culpable, tenía la certeza que harían lo posible para encontrarlo porque esto era un peligro para la familia.

Ya que esta no es la primera vez que sucedía una cosa así, y si se dejaba pasar, podría traernos problemas después.

Y desde ese día, las cosas fueron cambiando de a poco, una por una, me convencí tapando con mentiras ilusorias que quizá todo iba rumbo para mejor, no dude en engañarme.

El futuro es incierto.

Ese mismo día mis padres nos obligaron a salir, mi padre se negaba rotundo a que me quedara en casa, pero yo estaba tan consternada que solo quería ahogar las penas en mi habitación, acostada en la cama mientras abrazo a León, ¿Qué hubiera pasado que en lugar de un gato callejero fuese León? Era una bendición que a mi amado León no le gustará salir de casa, sino nunca me recuperaré en caso de perderlo.

Arce estaba muy concentrada eligiendo el sabor de su helado, yo por mi parte me encontraba divagando en mis pensamientos, así que no note incluso cuando me trajeron mi helado junto con el de ella minutos después.

—Mamá dijo que trataras de no pensar más en eso —agregó y me analizo sin apartar la mirada por ningún instante.

—No es fácil Arce. —Suspire cansada, aunque no había hecho nada en particular para perder las fuerzas.

La aglomeración de emociones momentánea fue lo que me produjo cansancio mental supuse, la paz en mi vida no es duradera.

—Lo sé —formó una mueca agridulce—, pero para los Brown, no es ni la primera o última vez que sucederán estás cosas, el punto es que no sabemos con exactitud si va dirigido solo a ti o a toda la familia.

—Puede que sea solo para mí. —Bajo la cabeza sintiéndome culpable.

La gran probabilidad de que sea solo a mí estaba presente, el problema radica en la influencia de mi familia y que no pueden pensar en solo una posibilidad, si no en todas ellas. Muy en el fondo me siento culpable y consternada, no obstante no debo dejar que mis emociones me dominen y ser esclava de los prejuicios de las personas sobre mí como me explico mi psicóloga, el pasado es el pasado y tengo trabajar en dejarlo atrás, el inmenso detalle es que.. ¿Cómo puedo olvidarlo si el pasado me continúa persiguiendo?

—Como también que no, hay ciertas personas a las que no les gustaron los negocios que concluyó papá con los Chester —añadió perspicaz. Siempre tan lista y objetiva mi hermana menor.

Rodé los ojos al escuchar ese apellido, es seguro que ahora arrugué mi nariz por el desagrado, es que en realidad odiaba la sola mención de ese apellido.

Arce se carcajeó en respuesta al ver mi expresión facial.

—¿De verdad odias tanto a Chester? —interrogó con una sonrisa burlona, a su vez sus ojos reflejaban curiosidad.

—Sí y mucho —digo mientras le daba un bocado a mi helado de chocolate evadiendo el tema.

—Entiendo.

Unos minutos pasaron hasta que Arce decidió de nuevo romper el silencio.

—Si es verdad que estás cosas van dirigidas a ti... ¿Crees poder saber quién puede ser?

Un recuerdo se cruzó por mi mente, de esa madrugada problemática, en la que me escapé de casa y terminé después arrastrando a Jeremy para irnos.

—Harper —murmure pensativa sin darme cuenta en lo más mínimo de eso.

¿Y si esa chica era responsable de todo esto? ¿Ella en serio está dispuesta a lo que sea con tal de recuperar a su hermano? No lo sé, creería que sí.

Si se encuentra aún con vida desde luego. Espero que su hermano esté con vida y solo haya decidido irse a trabajar con ellos a costa de dinero, pero siendo realista lo dudo. La mafia y el narcotráfico no tienen piedad de nadie.

Por eso me lastima que Christian prefirió acompañar a su padre, que cumplir su promesa conmigo de ser alguien en la vida, de no depender de sucios negocios como esos, de no vivir con miedo constante de ser traicionado por los tuyos.

Confianza, esperanza, sueños, amor y promesas, elijo mantener la fantasía de que no abandonaste tu buen corazón y tus principios, que no te quedo de otra que cumplir los deseos impuestos de tu familia.

Un callejón sin salida. Nacer en esa clase de familias implica vivir así.

—¿Harper? —repitió mi hermana frunciendo las cejas, esfumando mi debate interno.

Yo la miré con un ápice de desconfianza, no sabía si estaba bien decirle por qué...

Es que ese día me escapé de casa gracias a Jeremy, por eso no pensé en decirle nada a nadie, pero creo que eso ya no importaba en absoluto en esta situación.

—Hace unos días...me escapé de casa con Jeremy —Yo vi de reojo a Arce, ella no me recrimina nada y solo me mira atenta—, fuimos a Moon Bar, al principio todo estaba bien, solo unos pequeños problemas sucedieron, como el que sin querer manche la camisa de un chico, pero bueno, al final no pasó a mayores —Dudé en si decirlo o no de nuevo, pero preferí no quedarme callada—. Yo estaba bien, hasta que de la nada llegó una chica llamada Lía Harper, la principal razón al parecer por la que Jeremy me llevó a ese lugar.

—¿Lía Harper te amenazó o algo esa noche? —interrumpió.

—No, pero ella parecía desesperada por hablar conmigo así que recurrió a Jeremy, y resulta que su hermano desapareció... —Me detuve un instante y Arce abrió los ojos como platos.

—Ella me buscó porque pensaba que seguía teniendo alguna relación con Collins —dije, en resumen.

—¿Qué le respondiste?

—Que no podía hacer nada. —Desvíe mis ojos a alguna parte de la heladería.

—Pensé que seguían en contacto ya que terminaron en buenos términos...

—No todo es color de rosa y yo no quería serle una carga —aludo con un poco de vacío, estoy decepcionada y a su vez trato de asimilar que Christian no posee opciones ni voluntad contra ellos—. Por nuestro bien, esa fue la mejor decisión que se pudo tomar.

Sí, no me arrepiento en absoluto, para ese momento eso fue lo mejor para ambos, pero eso no significa que no le extrañe.

—No me lo puedo creer —El tono de voz anonadado de Arce captó mi atención.

Giré mi cabeza rápido a la dirección donde mira ella, un grupo de chicos que ya conocía desde toda mi vida entra a la heladería, sus pasos son confiados, tranquilos, con esos aires de superioridad como si el mundo estuviese a sus pies, o como si el mismo mundo se regocijará por ser pisado por magníficos chicos; uno en especial destacaba por su cabellera castaña oscura y ojos verdes hipnotizantes como un gato.

Con esa sonrisa burlona y engreída, con esa misma mirada que me hizo rabiar cientos de veces.

—Ese es...

—Justin —terminé por ella boquiabierta y en su gran esplendor perpleja.

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