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[Advertencia de contenido sexual]
Felez Neveded, JAJAJAJAJAJA✨️

Veo mi teléfono con extrañeza al ver el montón de llamadas perdidas y mensajes de texto en Snapchat de parte de Justin, la mayoría es de preocupación y tal vez nervios por no contestarle, así que decido enviarle un breve mensaje que resume mi situación actual para él.

Iris Brown:
Estoy bien, acabo de llegar a mi hogar.

Después de meditar unos segundos viendo el techo de mi habitación, decido enviar otro mensaje más largo para disipar su sensación de nerviosismo qué deduzco qué tiene, ya que no estaba al tanto del teléfono por un largo rato.

Iris Brown:
Lamento no contestar, a decir verdad es cierto que me afectó todo lo que sucedió con la zorra de Sabrina, pero, estoy mucho mejor ahora y sé que di lo mejor de mí en el concurso y eso me consuela, es suficiente para mí que me haya dado la oportunidad de intentarlo así no haya ganado.

Y gracias por creer en mí, apoyarme y porque me consideres lo suficientemente bonita para que sea tu musa 🥰. Me hiciste feliz, en serio, no lo esperaba para nada, jajajajajaja.

Termino de escribir y le envío el mensaje de texto sin mediar mucho si sería suficiente o no, lo que sí es que aunque el día no es del todo bueno, la sensación de gusto porque Justin me pintara no se fue y me dio expectativas reales, a pesar del miedo que me congela en ocasiones debido al trauma constante de ser lastimada de nuevo. Pero aun así sonrío como una tonta en mi habitación, acostada en mi cama observando a la nada sin interés en el techo. No fue un buen día, pero no di el brazo a torcer en ningún momento y es un avance.

También la conversación con mi madre murió allí y desde que ella me dejó aquí, se fue sin decirme algo más que un «Te veo en la noche», por lo que sabía con claridad qué Helena no insistiría más en discutir sobre un futuro que aún no está escrito. No quiero estudiar lo que ella elija para mí, pero rebelarme ante mis padres es un riesgo muy grande que no me puedo permitir sino quiero quedar como mi prima sin nada, quién al parecer se rebeló ante mis tíos y ahora es una paria en la alta sociedad.

Estoy feliz por ella quién obtuvo su emancipación yéndose de una vez por todas, pero yo no cuento aún con los recursos propios para irme y es una desventaja; dentro de unos meses cumpliría diecinueve años y a diferencia de mí, ella ya tiene veintiuno y cuenta con su aparente novio que la ayudó a fugarse con éxito. Probablemente mis tíos deben estar muy mal, si bien no tengo una relación cercana con ellos debido a la constante competitividad que tienen nuestros padres, pues ellos tenían planes de volverla una socialite exitosa por algún medio y el que Anne se haya ido de esa forma tan abrupta con un hombre frustró eso.

A los minutos el teléfono empieza a repicar con un mensaje entrante y cuando lo tomo veo que es Justin.

Justin Moore:
Me tenías preocupado, Arcoíris.
¿De verdad estás bien? Bueno, es una pregunta estúpida, pero tú me entiendes. Me refiero en lo moral.

Iris Brown:
¿Leíste el mensaje? 🤨

Justin Moore:
Lo hice. Sabes que me refiero a que uno no siempre dice cuando se esta mal, así que no pierdo nada en cerciorarme bien 💖

Iris Brown:
Participé, con eso me basta.

Justin Moore:
Para mí tú eres la ganadora, lo hiciste increíble y espero que puedas participar más adelante en algo grande y que se adapte a tu nivel como artista. Y no competir con pobres diablos sin talento como nosotros, jajajaja 😂😂😂

Sonrío como estúpida leyendo el mensaje y por un instante no supe como responder.

Iris Brown:
¿Piensas que estoy al nivel de las grandes ligas? Jajajajaja, es un halago inesperado, gracias.

Justin Moore:
Siempre has tenido el potencial de ser muy grande, solo tú no lo ves. ¿Qué hacías antes?

Iris Brown:
Pues viendo el techo y ahora hablando contigo. ¿Y tú? 🤗

Justin Moore:
Pensando en ti, ¿Quieres salir conmigo?

Después de leer eso mi corazón se acelera y un millón de pensamientos cruzan mi mente, trato de no precipitarme por el mensaje, porque no podía ser siquiera posible que me pida ser su novia por mensajes de textos, se me hacía muy cutre y me daba... muchos sentimientos encontrados esto, por eso es que prefiero preguntar sin comprender nada.

Iris Brown:
¿Cómo?

Justin Moore:
Esta noche. ¿Quieres salir conmigo esta noche?

Habiendo aclarado el malentendido, un suspiro de nerviosismo retenido sale de mis labios. Por lo menos, no es eso.

Iris Brown:
No seas imbécil, me asustaste 😵‍💫. Casi haces que me de un infarto por no explicarte bien en el mensaje.

Justin Moore:
Jajajajajajajaja

Iris Brown:
No te rías, idiota. Ya estaba pensando en como no partirte el corazón 🫠

Justin Moore:
No te preocupes, no es nada no hayas hecho, mi Arcoíris 💔🥲

Iris Brown:
🙄

Justin Moore:
Con un cariñito tuyo se me quita el dolor 🥺

Iris Brown:
Sueña con eso, es el único lugar donde lo va haber.

Justin Moore:
En mis sueños tú me quitas muchas cosas 😊

Pongo los ojos en blanco viendo el chat, Justin me esta tomando el pelo como siempre, le encanta bromear y yo puedo reírme de las idioteces qué dice.

Iris Brown:
Que buen sueño para ti, ajá.

Justin Moore:
Sí, son buenos sueños a decir verdad cuando estas tú 👀

Iris Brown:
Que imbécil.

Justin Moore:
Siempre tuyo 💋

Iris Brown:
¿Mío?

Justin Moore:
Sí.

Iris Brown:
Y yo para que te quiero o qué, jajajajajaja

Justin Moore:
Quién sabe.... ¿Puedo pasar por ti a las diez?

Iris Brown:
Sí, pero tendré que hablar con mi madre primero, ella se queda esta noche.

Justin Moore:
Ok.

Dejo el teléfono a un lado en mi cama y medito sobre los últimos acontecimientos de mi vida, todo vino a mí como una de esas películas de bajo presupuesto de cine, pero, lo que más conseguía relucir en mis recuerdos es la lenta pero notable evolución en nuestra inexplicable relación y que se volvió rutinario qué se mantenga cerca en mi vida. No puedo evitar caer en la atracción mutua, porque desde el principio tenía características personales que lo hacían alguien muy cautivador e irresistible, ahora el punto esta en sí no solo es eso y puede derivar en algo mucho más grande.

Decidí avisar a Helena y ella, sin mucho problema; accedió aunque yo no le indique la hora como tal, pero eso no pareció importarle mucho porque sé que tiene intereses con los Moore y le beneficia que tenga una cercanía con Justin, lo cual debía ser sincera en admitir que me molesta porque tal vez pasaría lo mismo que con Chester, pero a estas alturas no le daría importancia para solo salir esta noche.

Cuando la noche cayó me alisto con una blusa sencilla y una falda, realmente no tenía pensado en ponerme algo tan elaborado para salir, así que con eso me bastó para verme bien e ir a donde él me espera junto a su camioneta de un color negro. En cuanto me visualiza una sonrisa se ensancha por completo.

—Bonita falda —dijo silbando animado.

—Sé que no estas viendo mi falda, Justin —exclamo rodando los ojos y este se carcajea.

—Pues sí, pero hay que disimular, ¿no? —respondió sarcástico y no digo nada, acostumbrada a su dosis de humor habitual. Al rato este me cuenta sus planes de la noche y entre la sorpresa de ello, acepto en participar en la elaborada venganza que había preparado para mí.

(...)

Le tiro rollos de papel, cubriendo así todo su auto, pero eso para él no bastó, porque cuando me percato, ya el vidrio del auto de la profesora esta manchado de una mezcla extraña de pintura, lo que hizo que salpicara en mi blusa abajo de la chaqueta que me había dado.

—¡Me manchaste! —me quejo viendo mi blusa color verde con gotas grises y la sostengo alzando la fina tela, dejando ver un poco de piel, por suerte mi chaqueta me cubría—. Era mi favorita.

—Shhh —trata de silenciarme y sostiene mis manos, pero me zafo de su agarre molesta—. Perdón, no fue mi intención —se disculpa y yo bufo no habiendo de otra, sus manos manchadas de pintura vuelven a tomar las mías y yo no las aparto esta vez—. Prometo que te compraré otra, ¿vale?

—De acuerdo —dejo ir el asunto y me centro en detallar el auto—. Margareth estará furiosa —comento y casi puedo imaginarlo sonriendo al lado de mí, así que con el rabillo del ojo lo observo y en efecto, una sonrisa de oreja a oreja que está plasmada en su rostro.

—Se lo merece. —dijo con la voz empañada de diversión, placer por su cometido.

—¿Crees que sospechará de mí?

—¿Por qué apuntaría a ti solamente? —pregunta con descaro—. No fuiste la única en descontento con el resultado; por lo que puede irse a la mierda si solo te ve como la responsable de esto.

—Justin...

—¿Qué?

—¿Y si nos descubren? ¿Entonces qué? —empiezo a preguntar con aflicción, lo que ocasiona que él tome mis manos con más fuerza brindando seguridad—. ¿Y si ella tiene cámaras de seguridad en este lugar? ¿Como daré la cara para esto? La acabo de echar a perder siguiéndote, yo...

—Puedes culparme a mí entonces —contesta con una expresión apacible, casi inalterable—. No tengas miedo, porque no dejaré que nada te pase.

—No es tan fácil.

—¿Cómo que no? —respondió ceñudo—. Solo tienes que decir "profesora, yo no quería hacerlo, se lo juro. Ese chico apedillado Moore me obligó a seguirlo, él fue quien arruinó su auto, no yo" —imita una voz chillona y yo pongo los ojos en blanco.

«Mi voz ni siquiera se escucha así» viene un pensamiento intrusivo en mi cabeza y opto por ignorarlo.

—Podrían expulsarte, ¿por qué te arriesgarías hacer eso por mí? —lo interrogo dudosa—. Nadie en su sano juicio estaría dispuesto a meterse en problemas de esta índole por más amigos que sean —recalco y lo veo suspirar—. Y ni siquiera somos tan amigos cercanos, ¡por Dios! Además, dudo que alguien crea algo como esto, es ridículo —acoto y este se encogió de hombros como si le pareciera un poco gracioso mi actuar.

—¿Piensas que podrán expulsarme? —alega fijando su vista en mí, sin soltar mis manos.

—Sí —afirmo y él se ríe, lo cual me hace sentir como una niña—. A los dos, pero mis padres tratarían de que eso no sucediera —explayo con una implicación silenciosa en la influencia de mi familia. Expulsarme de la institución sería muy difícil dado mi familia y aunque tenía conocimiento de que los Moore son una familia bastante pudiente no sabía hasta donde llega su alcance o si los padres de Justin se tomarían la molestia de querer mantenerlo en el instituto.

—Iris, mira, para que eso suceda mi familia tendría que retirar todas las donaciones que le da al instituto y aun así, no conseguirían expulsarme si yo no quiero —argumenta estoico, seguro de ello. Entonces, él también tiene mucha influencia allí—. No tengas miedo y ahora continúa esparciendo cualquier mierda que quieras, ¿que tal si lo rayamos? Tengo una navaja conmigo. ¿Quieres? —ofrece sacándola de su bolsillo y me la pone en la palma de mi mano.

—¿Siempre llevas contigo esto? —pregunto observando su filo, y él se encoge de hombros, pero lo que no esperaba es que tomara mi mano junto a la navaja y lo acercara a la puerta del conductor del auto.

—Cuando alguien te hace daño de forma injusta, lo olvidas —dijo trazando conmigo una raya blanca. Me sobresalto al notar el ruido chirriante y quise soltar la navaja, sin embargo; él no dejó que eso sucediera, puesto que me guía realizando la larga y profunda raya en el auto—. Pero no lo perdonas, no al menos hasta asegurarte de que obtiene lo que se merece —finaliza haciendo un corte más largo y rápido con mi mano, y por fin dejándome libre—. Supongo que con esto es suficiente —añadió quitándome la navaja.

—Estás... —decido no terminar mis palabras al analizar el desastre que habíamos hecho y por muy loco que sonara, lo bien que me sentía al verlo—. Olvídalo.

—De nada, Arcoíris. —contesta sonriente, sus dedos acariciaron mi mano sudorosa, consecuencia de los nervios que me azotan, de los cuales ni sabía que tenía a decir verdad. Su cuerpo se encuentra atrás del mío, con una distancia prudente para no sentirme incómoda, pero si consciente de él y su cercanía.

—Aún no te he dicho gracias. —dije confundida, sintiendo como sus dedos se deslizan por mis nudillos, recorriendo con ansiedad, para finalmente entrelazar sus dedos con los míos como si el simple hecho de ese acto fuera suficiente para él. En otros momentos anteriores hizo lo mismo y sabía muy bien que es un deseo implícito el sutil contacto.

«¿Suficiente? ¿De qué?» me cuestiono a mí misma y una clara sensación agridulce se instalo en mi pecho, porque las dudas en cuestión son estúpidas «¿Por qué estoy buscándole significados a las acciones de Justin cuando el siempre hace lo que se le da la gana? En realidad, es muy ridículo de mi parte esperar algo genuino de él cuando es el tipo de persona que se toma todo a la ligera sin medir el peso de sus acciones o palabras, aunque estos días no siento que en verdad él sea así». Me aparto de él entre un suspiro bochornoso, matando las dudas que habían proliferado en pocos segundos.

—Nunca es tarde para agradecerme —comenta con un ápice de diversión y me giró sobre mis propios talones para verlo con una sonrisa tan altiva su persona—.¿No lo crees?

—Pues... ¿Gracias? —digo encogiendome de hombros ahora, sin saber como expresarme correctamente en ello, porque una situación tan inusual y nueva como esta no me había ocurrido.

—¿Qué dijiste? —Hace como que no me escuchó.

—Dije que gracias —enfatizo la última palabra, desesperada por terminar esto. Una sensación de vergüenza me aborda—. ¿Ahora si me escuchaste? —inquiero.

—No —miente con descaro y me muestro ofendida, con gran indignación—. Te escuché, claro que lo hice —admite riendo entre dientes.

—Imbécil. —le insulto cruzada de brazos, pasando mi cabello a un lado de mi hombro izquierdo.

—Es que nunca me canso de escucharte, es divertido.

—A mí no me da risa. —protesto sarcástica y me trato de recomponer cuando decidí apartarme, pero tropiezo con una lata de grafiti, que hace que cayera golpeando contra el auto. Justin, sin embargo, fue rápido en ayudarme, impidiendo que terminara en su totalidad en la fría acera.

Y así nuestros labios rozaron por el accidente, el contacto fue tan breve que casi pasó como imperceptible, pero, igual sentí la humedad y calidez de sus labios, y sin saber el porqué deje de respirar en ese exacto momento, y sus brazos me sostenían evitando que cayera. Él me observó preocupado y alarmado a la vez.

—¿Estás bien? —pregunta dando un repaso rápido por mi cuerpo, en busca de cualquier indicio de herida.

—Sí, sí —afirmo dos veces, anonadada—. Estoy bien yo... —Me quedó helada sin decir más. El ruido del auto se hizo presente, sobresaltando a los dos en el lugar, casi mi corazón salía de mi pecho por el susto—. Mierda —logro balbucear casi sin creérmelo.

—¡Malditos vándalos! ¡¿Qué mierda creen que están haciendo?! —llegué a escuchar un grito que me congeló al instante, sin embargo, Justin reaccionó a tiempo.

—No hay tiempo para charlar —se dirigió a mí con frenesí, su mirada brillando con vigor, acostumbrado a la adrenalina de tal forma que sabe como manejarla en momentos inesperados como este—. ¡Vamos! —Tomó mi mano y lanzó una chaqueta negra sobre mi cabeza, bloqueando parte de mi visión.

Aun así, no reaccionaba, pero él me arrastró y cuando apenas salía de mi estado de atontada, estábamos corriendo cinco cuadras para llegar a la camioneta de Justin, mientras que nuestra profesora con una delgada lencería que apenas y cubría su cuerpo salió disparada en ver quiénes son los responsables de arruinar su hermoso auto de lujo.

«Maldita vieja decrépita» emergió de la nada la vocecilla de mi cabeza y quise darme una cachetada mental «¿Desde cuándo tengo tantos pensamientos intrusivos como este?».

—No te detengas por nada del mundo. —habló, mientras se aferra en sostener mi mano con la intención de no soltarme o eso parece.

En medio del ajetreo, los gritos y Justin arrastrándome para no ser atrapados, por alguna razón al recobrar más los sentidos y sentir la oleada de adrenalina y peligro me esforcé para estar a la par de él, pero eso fue en vano, porque me tropecé otra vez al salir de la acera, como una idiota me caí de frente contra el suelo, deshaciendo el agarre de Justin, quien con el afán de escaparnos victoriosos de Patricia, no se detuvo.

—¡Maldición, mi pie! —me quejo sobando mi pie con desesperación y ahogando mis propias quejas por el dolor. Al parecer me lo había doblado muy feo y dolía como el infierno—. No puede ser, no puede ser. ¡Soy una idiota! —empecé a culparme de mi mala suerte, que no podría ser peor a estas alturas—. ¡¿Cómo es que puedo tropezar dos veces tan estúpidamente?! —Alcé mi vista hacia arriba con coraje desbordando en mi interior, frustrada conmigo misma y harta de mi tan mala suerte.

Justin me dejó atrás y solo veía su ancha espalda a lo lejos... ¿Y por qué esperaba que fuera lo contrario? Es más que obvio que cualquiera en su lugar me dejaría atrás, pero, aún así me afecta que no pueda ser diferente. No quería ser dejada atrás, no cuando me iban a crucificar en el instituto cuando se enteren de lo que hice esta noche.

«Dios mío, ahora tengo que pensar en que le diré a mis padres por esto». Una lágrima diminuta corrió por mi mejilla, de la cual me pude percatar al sentir el frío líquido en mi mejilla y la limpié con desgana, mi humor y moral estaba por lo bajo. Lo peor es que no era la primera vez que alguien me dejaba a mí sola cargar con todo el problema causado.

Odio que todo sea igual, odio confiar en las personas en la mínima muestra de bondad y en serio, lo que más odio es ser una idiota. Me odio por esperar algo de los demás que jamás llegará. Con los ánimos por los suelos, intento levantarme, pero al apoyarme con mi pie suelto un alarido de dolor que me aguanto rechinando los dientes, bufo resignada y cuando creí que ya estaba siendo atrapada por la horrenda profesora, me hizo abrir los ojos como platos al encontrar a Justin devuelta, frente a mí.

—Volviste —digo sorprendida, pero este me ignora y coloca su brazo en mi espalda, mientras tiene el ceño fruncido al ver mi pie—. ¿Qué estas...?

—Lo siento, pero por ahora tendré que correr aun más rápido, sostente de mi cuello —ordena alzando mi cuerpo como si nada y me carga estilo princesa, lo cual me hizo verlo en schok—. Estacioné más cerca la camioneta, así que no será mucho.

—No, no, no. ¡Espera! —Él me ignoró y corrió como si su vida dependiera de ello. Un cosquilleo en mi estómago se hizo presente y agarre el cuello de su camisa temerosa, al cabo de poco tiempo estábamos dentro de la camioneta y encendió tan veloz que ni siquiera pude asimilarlo, solo me giré hacia atrás para ver una mujer mal vestida en medio del apuro corriendo en nuestra dirección, pero que jamás llegará alcanzarnos.

No dijimos nada y mientras él conducía yo me dedique a observar la zona inflamada. No obstante, después de muchos minutos de conducir y estar tan alejados de donde acabábamos de huir, él se estacionó y se volteó hacia mí con una actitud un poco nerviosa.

—¿Te duele mucho? —pregunta preocupado, sus dedos recorren con suavidad mi tobillo, con aparente temor en tocarme demasiado por si me lastimaba de alguna forma, esa simple acción me desconcertó—. Está bastante inflamado.

No contesto e inspiro hondo, lo que le llamó la atención, y por un segundo diviso un deje de culpa en sus irises... mentiría si dijera que no me causa curiosidad saber el porqué... porque le interesa mucho cada aspecto de mí, por minúsculo que fuera o eso creía. Porque en el fondo quiero ignorar la respuesta a eso. Desearía entrar en su mente aunque sea solo un segundo y saciar mi enorme curiosidad que cada vez se manifiesta por el montón de dudas que me genera sus actitudes.

Poco a poco parecía entenderlo menos, pero aunque sea confuso, lo sentía más cerca de mí; como si las palabras, el espacio y todo el resto del mundo se disiparan y solo quedáramos nosotros, siendo solo nosotros contra un muro invisible que inesperadamente se volvía más delgado. Quisiera creer que sus sentimientos son genuinos, pero el miedo y el arriesgarme me paralizan, estoy consciente tanto de ello que el único temor es salir lastimada como la mayoría de personas que al confiar les fallan y yo no quiero un corazón roto. Cada día estamos tan cerca... pero tan lejos al mismo tiempo.

—No me gusta el silencio, Arcoíris —dijo de la nada y un escalofrío surcó mi pierna entera al ser consciente de sus dedos recorriendo mi tobillo inflamado y lo observo de reojo, tiene esa mirada que consigue desarmar mis defensas sin siquiera intentarlo—. Desde que era niño odiaba estar en los lugares silenciosos y una de las cosas que más te caracteriza es que tú nunca te quedas callada —agrega viendo mi zona lastimada, no me mira a la cara pero puedo saber que le importo.

—Gracias por volver por mí. —decido hablar por fin, haciendo a este suspirar de alivio.

—Es de sentido común el volver por ti, no hay porque agradecer. —rebate prendiendo la camioneta de nuevo.

—Tienes razón, pero no todos tienen ese sentido común —contesto y sonrío; Justin, a pesar de mis palabras, ahora me ve aún preocupado—. No me mires así, estaré bien.

—Sí... —afirma y se aclara la garganta, su vista se centra al frente y enciende la camioneta—. ¿Estás segura de ir a tu hogar así?

—¿Así como?

—¿En serio lo preguntas? —respondió con ironía y pongo los ojos en blanco—. Es tan claro como el agua que estoy hablando por tu herida, Arcoíris.

Me encojo de hombros—. No queda de otra —simplifico y veo el cielo estrellado—. Si no te molesta, puedo reposar un rato hasta intentar otra vez ponerme de pie para caminar.

—Puedo llevarte. —propuso.

—¿Tú? —argumento recelosa de la idea, pues en el fondo temía que alguien lo viera por accidente. Además, hay cámaras de seguridad—. Ni de broma te voy a dejar entrar a mi casa y mucho menos cargarme de nuevo allí.

—Acabo de hacerlo —recalca sonando un poco ofendido—. Te cargué sin ningún problema y eso significa que puedo llevarte a tu habitación sin que nadie se entere.

—No es necesario, puedo lograrlo sola. —aseguro, tratando de hacer que deje la idea.

—Claro que no puedes, solo mira lo inflamado que está, como mucho logras entrar sin perder el equilibrio y caerte de frente o de culo —refuta en desacuerdo.

—Te he dicho que no —contradigo firme—. Es muy riesgoso para mí que entres a esta hora y que me lleves precisamente a mi habitación, si nos encontramos a alguien a esta hora me meteré en problemas —establezco mi punto de vista reacia a su proposición.

—¿Qué tal si continuamos con lo que tenía planeado y después seguimos con esta conversación? —trata de persuadirme.

—¿Tenías planeado algo más? —pregunto boquiabierta y él sonríe con malicia.

—Margareth no es la única quién le hace falta una lección.

—Los jueces no tienen la culpa de nada —me atrevo a decir dudosa.

—Lo sé, no me refería a ellos.

—¿Entonces a quién?

—Agatha. —determina severo y escuchar su nombre no fue más que necesario para saber porque Justin la resiente y yo también. Ella fue la principal en hacerme la vida imposible en ese momento.

Hicimos una parada estratégica cerca del hogar de la profesora. El como habíamos conseguido sus direcciones personales había sido obra de Justin, quien por algún medio qué desconocía obtuvo la información, tengo algo inflamado el pie, por lo que dudo en bajarme de la camioneta.

—Quédate, yo me encargo —dijo sereno y no me queda de otra que asentir. A los minutos él regreso como una bala subiéndose en la camioneta y empezó a conducir lo más rápido que podía, la impresión no me dejó reaccionar rápido.

—¿Qué le hiciste?

—Tenía cámaras, pero oculte mi identidad —confiesa con la vista fija adelante—. Aunque eso no me impidió arruinar su precioso auto último modelo y su ventana.

—¿Le lanzaste una piedra a su ventana? —pregunto renegando divertida y este asiente—. ¿Ahora donde vamos?

—A la colina —musita y recuerdo aquel lugar que es uno de los puntos más alto para ver las estrellas—. Tengo mucho tiempo sin visitar ese lugar, creo que la última vez fuimos todos —comenta nostálgico.

—Éramos unos pubertos —Me reí y noto que lo que dice es cierto, yo también tenia tiempo sin ir a ese sitio.

Cuando llegamos, el primero en bajarse es Justin, pero por mi terquedad insisto en hacerlo yo misma, aunque casi me caigo en el proceso sino fuera por él.

—A ver Arcoíris, no se porque tienes tantos accidentes de esta índole, pero, ¿estás segura que no rompiste un espejo o algo así para tener tanta mala suerte? Porque por lo que veo, eso parece.

—No puedo contradecir eso —confirmo y me quito un mechón rebelde que se pego a mi cara, este ve aquel gesto contemplativo—. Tengo la mala suerte de casi siempre tropezarme y caer —revelo y me reí ante mi propia desgracia.

—Por eso es que yo siempre estoy preparado para sostenerte o atraparte —bromea conmigo—. Lo haré las veces que hagan falta, pero parece que estás viva de milagro a esta edad.

—Pero no siempre vas a estar allí, en algún momento me voy a caer por lo torpe que soy sin remedio —concluyo siendo consciente de mi torpeza—. Trataré de ser más cuidadosa.

—Yo nunca te dejaré caer mientras esté allí, no si estoy ahí y puedo evitarte caer —zanja mirándome con intensidad—. Pero de verdad, ten cuidado. No siempre estaremos personas para ayudarte contigo, debes prometer ser cuidadosa como dices —me advierte.

—Lo prometo. —le juro con una sonrisa fugaz. Me apoyo en él y al caminar cierta distancia ambos nos sentamos en el suelo cubierto de una grama verde—. Será problemático levantarme después —argumento en un puchero.

—Siempre puedo ayudarte —se ofrece amistoso—. No estas sola ahora.

—El para siempre o el nunca no existen. —contesto pensativa, como él mismo había dicho no siempre estaría alguien allí.

—¿Esta es la hora en la que nos ponemos filosóficos? —acorta silbando entretenido—. Pues bueno, ¿entonces porque los humanos hacemos promesas usando esas dos palabras? Si al final, moriremos porque no somos eternos.

—Eh, pues, ¿quizá por la emoción del momento? —añado sin mucho que aportar al respecto. No soy alguien tan apasionada por la filosofía.

—Quizá —inquiere con vaguedad, perdiéndose tal vez en sus pensamientos—. Es irónico porque como tú dices, simples mortales como nosotros prometemos algo que no vamos a cumplir, pero, si lo pienso mejor, tiene sentido.

—¿El qué? —indago interesada.

—La vida es efímera, ¿no? Lo que podamos entregarle u ofrecer al mundo depende de su intensidad, devoción... Porque lo único que no carece de fin es lo que podamos sentir en nuestros corazones, porque desde el primer llanto lleno de vida hasta el último aliento de despedida, nosotros sentimos y por ende, nos enamoramos, lloramos, odiamos y cargamos con un sin fin de emociones. Porque no se trata de no morir, sino de inmortalizar y eso, querida, puede equivaler a un para siempre o un nunca en nuestra insignificante existencia.

»Que de un sentimiento tan grande, haya nacido una promesa para inmortalizar el corazón de una persona. —reflexiona.

—Quieres decir que usamos esas palabras para expresar lo tan profundo e infinito que estamos sintiendo por algo o alguien —sopeso mis palabras y siento ligeras cosquillas en mi cuerpo en general, cuando hablaba de estos temas me ponía pensativa.

—Correcto. —asiente afirmativo, sonriendo sin apartar la mirada del montón de estrellas en el manto de la noche.

—No lo había pensado de esa manera —suelto impresionada y maravillada a la vez—. Tu perspectiva es fantástica —dije contagiada por su expresión repentina. La euforia recorre mi cuerpo.

—Ni yo —expone complacido con mi halago—, hasta ahora.

Este tiempo conociéndole más a fondo me había dado cuenta que Justin es una persona profunda de pensamiento, posee una psiquis bastante enriquecida y lo demuestra haciendo comentarios de la nada como esos. Lo cual me parecía imprescindible a la hora de analizar a una persona para entablar una conversación, eso lo hacía ver más atractivo de lo que ya es de por sí físicamente.

—¿Tienes frío? ¿Quieres entrar en la camioneta? —me pregunta notando el ligero temblor qué tengo por el frío de la noche, pero yo niego queriendo permanecer un rato más en el exterior—. ¿O prefieres entrar en calor a la antigua? —propuso sonando entretenido de repente en desear ver mi reacción, así que opto por seguir el juego.

—No creo que sea a la antigua, algunos aún siguen entrando en calor de esa manera —expreso burlonamente en su cara, este se ríe al captar que no me lo estoy tomando en serio—. Son excusas que nunca pasan de moda para un buen polvo sin culpa —farfullo ante su interés, el ambiente se torna con una sutil densidad en un deseo silencioso qué no se dice por ninguna de las partes.

—¿En serio? Pues yo formo parte de ese sector que no ha dejado pasar de moda aquellas buenas costumbres —me sigue el juego enternecido y relamí mis labios agrietados por el frío, no paso por alto su mirada verdosa mesurado de ansia reprimida—. Es bueno no dejarlas perder, ¿verdad?

—Tal vez —sueno vaga en mi respuesta. Me recuesto en su hombro y este no pierde la oportunidad de abrazarme pero con cautela, quedando así entre sus brazos—. Solo tengo frío, no te emociones —suelto un poco avergonzada y me acurruco más, este no dice nada y desde mi perspectiva no puedo mirarle, pero sé que debe estar pensando en algo, su breve silencio me lo confirma.

—¿Sabías que aquel día cuando salimos con los chicos hicimos lo mismo? —añadió de repente, llamando mi atención.

—¿Cómo así?

—Te refugiaste entre mis brazos —declara soltando una risilla hilarante—. ¿Soy tu lugar seguro? —indaga con un deje de emoción que no puede ocultar y el latir de mi corazón se acelera.

—En momentos como este tal vez. —confieso y esta vez me giro, nuestros labios rozan separados por escasos milímetros qué poco a poco se difuminan. Ambos pensamos lo mismo, pero solo yo hago el primer movimiento porque conociéndolo sé que es el tipo de hombre que no hará nada que me haga sentir incomodidad. En situaciones anteriores, quedó claro que no pretendía volver a iniciar un contacto íntimo.

—Espera —me dice con la voz grave, sus ojos se empañan de un deseo imprescindible que no se puede tapar—. No me digas que piensas poner en práctica lo que mencioné, porque yo...

—No —niego entre una risa nerviosa. Mi mente se nubla esfumando mis pensamientos y solo me dejo llevar, él no aleja mis avances y no soy solo yo quién lo desea así. Él me desea igual o hasta más que yo, pero prefiere contenerse por motivos que puedo comprender y así mis dedos acarician su labio inferior—. ¿No quieres? —Hago un puchero qué al parecer resulta ser correspondido, porque me quedo sin respiración cuando sus labios impactan con los míos, robando el aliento en un voraz deseo que nos envuelve y que es sofocante.

Mi peso consigue que este acostado en la grama mientras yo quedo encima de él, su mano forma un puño con mi cabello sin lastimarme e intensifica el beso como dos piezas qué encajan a la perfección, dos pares qué se encuentran en una sincronía irresistible para el deseo que desborda en nuestro cuerpo.

—Detengamonos aquí o no podre parar —susurra al quedarnos sin aliento, sus irises verdes están teñidos de un gusto culposo qué le carcome por dentro, pero mis labios me traicionan robándose los suyos—. Iris, te lo advierto... —dijo con un tono cohibido, como si estuviera tentando al Diablo y observo su manzana de adán moverse.

—Pero yo no quiero que te detengas —me encuentro diciéndole con disgusto, sus manos descienden por mi espalda y me sostiene para darse la vuelta, ahora él está encima de mí y lo veo ensimismada. Este se adentra en mi blusa y acaricia con sus dedos suavemente el montículo sobre mi brasier, un cosquilleo recorre mi cuerpo y mis senos se endurecen al ligero toque.

—Estas haciendo una afirmación muy peligrosa —declara serio en un tono gutural que me estremece el cuerpo, sus ojos destilan un deseo compungido en el fondo que urge liberarse en mí—. ¿Entiendes, Iris?

—Te gusta esto, ¿no? —le devuelvo airosa tocando con mis manos su mandíbula tensa y definida, aunque ya la situación se había transformada en una distinta en la que dependía de él si continuaba o no esto. De mi parte, me dejo llevar por el momento que nunca habría podido premeditar esta noche.

—No solo me gusta —zanja con una sonrisa complacida—. Me fascina —afirma definitivo y siento sus dedos acariciar ahora mismo mi muslo, aprovechando de bajar la delgada tela de ropa interior que poseía, este se reclina sobre mí para volver a fundir sus labios en los míos en un desesperado contacto; puedo sentir como las vibraciones de su pecho me remueven el cuerpo y sus dedos acarician mi entrada untando la húmeda evocando una sensación de placer que creía perdida.

No puedo evitar romper el beso para gemir bajo echando hacia atrás mi cabeza, Justin besa mi cuello dejando un recorrido húmedo de besos qué rozan sus dientes con mi piel fría por el ambiente de medianoche, no pierde tiempo en levantar la blusa qué había manchado por pintura y deshacerse de mi brasier para lamerme alrededor de mi aureola del seno con una lentitud que consigue retorcer mi pelvis y espalda baja en sensaciones placenteras, sin contar que sus dedos abren mis pliegues para adentrarse en mi interior que palpita en respuesta.

Nuestras miradas colisionan inevitablemente para perderse en un vaivén desmesurado de un deseo pecaminoso, él muerde con diversión mi labio inferior al darse cuenta que me aferro a su espalda enterrando mis uñas y ya no soy capaz de controlar los sonidos bajos pero cargados de una liberación próxima que salen de mis propios labios hinchados por el continúo juego. Cierro mis párpados perdiéndome en el éxtasis de su calor corporal y deseando juntar nuestras pieles sin barreras como la ropa, este no se abstiene y estimula mi clítoris con premura qué ocasiona que la poca cordura se esfume. Cuando estoy a punto de alcanzar una liberación, este se detiene para mirarme, mis ojos borrosos por las lágrimas apenas distinguen una sonrisa distorsionada de satisfacción que se destruye al volver a unir nuestros labios en un apasionado beso lleno de necesidad.

—No me dejes así —le reclamo en un suspiro cansado, los latidos de mi corazón resuenan hasta en mis oídos, este levanta mi falda y alza mi pelvis a su cara, mis piernas están sobre sus hombros—. No te atrevas —repito.

—Voy a saborearte —dijo con un tono demandante y yo asiento obediente entendiendo sus intenciones, porque más que entenderlo, mi coño ya esta a centímetros de su cara a punto de ser devorado—. Córrete en mi boca —añadió vigoroso, ingresando sin una pausa su lengua en mi coño, el cual necesitado de sus atenciones lo aceptó y gemidos descontrolados salen de mí por el turbulento placer que invade instantáneo a su lengua acariciando mis labios vaginales y yéndose más allá, después muerde con delicadeza mi clítoris sensible por sus constantes caricias y me deshago en un intenso orgasmo entre sus brazos.

Entierro mis uñas en su cráneo, mis dedos entre su sedoso cabello oscuro, y el sudor producto del inmenso placer en frenesí que experimenta mi cuerpo me lleva a fantasear con las relaciones sexuales y, aunque mi cuerpo esta cansado, el deseo de ser suya en cuerpo para ver sus irises verdes oscurecidos por el placer encima de mí me hacen desearlo más que nunca. Este baja mis piernas bajo sus hombros y se vuelve acercar para besarme desahuciado, enrosco mis brazos en su cuello como si fuera la última vez que lo tendría para mí, sin dejarlo ir.

—Estás duro —le reprocho con la voz rasposa al separar los labios, nuestros alientos se entremezclan con el del otro. Justin me ve expectante sin decir nada y quiero tocarle pero no me deja, así que lo veo confundida—. ¿Por qué?

—No quiero hacértelo aquí —menciona trayéndome a la realidad, aunque ya después de lo que hicimos no me importa eso—. En otro momento, te dejaré hacerme lo que quieras —propuso tentador, quitándose encima de mí. Esta vez le repaso con la mirada y veo el desastre que le había hecho en el cabello y los pequeños arañazos que le dejé en el cuello incluso.

—Es un trato, si es que me acuerdo —bromeo un poco nerviosa tratando de reponerme, pero este en protesta amasa mi seno robando un sonido bajo.

—Claro que te vas acordar —sentencia sin opción a réplica, casi en un susurro determinado y estoico—. No se puede olvidar tan rápido quién te envío al paraíso por un momento de tu vida —inquiere sonando firme, me tambaleo un poco por su postura y le miro avergonzada, sintiéndome expuesta.

—No dije que lo haría...

—Tal vez no, pero te conozco —Achica sus ojos con desconfianza—. Está vez no pretendo hacer como que no sucedió esto.

—¿Y entonces?

—Solo quiero saber hasta donde estas dispuesta a llegar con esto, Iris —dijo con una mirada solemne. Eso me paralizó en el sitio porque aunque no es una declaración, es una respuesta indirecta a todas mis dudas, Justin esta dejando en mis manos el rumbo de todo esto—. Tú decides.

Solo asiento abrumada mientras me termino de arreglar bajo su atenta mirada, después de recibir el orgasmo más intenso en tanto tiempo, ahora debía solucionar el qué hacer con lo sucedido. Al parecer, nuestra calentura había jodido una relación meramente amistosa.

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