28
Finalmente, el día había llegado. Mis dedos se deslizan por el lienzo culminado con premura y nervios, si bien todo mi esfuerzo y creatividad esta en mi creación, no podía negar que el miedo e inseguridades me revuelve el estómago dejándome pasmada. Pero hoy no es para dejar que dichas inseguridades me consumieran como en otras ocasiones donde aquello me supera y me hacía estar en un cuadro depresivo donde solo podía hundirme más y más, pero, hoy no. Hoy no sería así.
Le doy una última observación para cerciorarme de que cada minúsculo detalle esta perfecto según mi criterio, aunado a eso decido colocar una tela blanca que cubre por completo el cuadro para llevarlo con cuidado y sin correr riesgos de incidentes desagradables. Melissa había decidido llevarme al instituto para asegurar más el lienzo de pintura, al final ella terminó su pintura, cambiando la inicial idea que tenía; la cual se trata ahora sobre un tema controversial a mi manera de verlo, puesto que según ella se inspiró en mí. El lienzo representa tonos apagados y representativos como el azul, el gris, el verde y hasta escalar a un tono llamativo como el amarillo. La razón de esto es para "mostrar" una perspectiva diferente en cada persona sobre una situación como el rechazo social y problemas comunes como no poder encajar.
Le ayudé principalmente en el diseño de la pintura, dado que Melissa no es una afín allegada al arte, pues le eché una mano para que pueda presentar su lienzo sin sentirse avergonzada. Al despedirme de mi hermana, que no iba a ir a clases hoy por estar enferma; me encontré con Melissa afuera en el auto, con una sonrisa que tenía tiempo sin ver.
—¿Estas nerviosa? —indaga después de saludarme con un abrazo. Ella no parecía muy entusiasmada o nerviosa como yo.
—Lo estoy —admito un poco avergonzada—. Sé que es algo simple, pero igual me pone ansiosa participar porque tengo expectativas —le confieso y esta asiente mientras conduce, mechones rebeldes se escapan de su coleta alta por la brisa y se pegan a sus labios pintados de un labial nuit rosa; mi mente me trae recuerdos de aquella pijamada y la vergüenza me vuelve a atacar el estómago, pero opto por ignorar eso enterrando ese suceso.
—Estaremos bien —trata de darme ánimos— O bueno, al menos tú sé que estarás bien, yo solo intente realizar la pintura porque no había de otra —dijo en un tono despreocupado. Ya habíamos llegado al instituto, así que bajamos ambas del auto al ella estacionar.
Vi como la mayoría en preparatoria tenía un lienzo bajo su brazo como yo, no tenía ni idea de como lograrían calificar a todos en el instituto, pero, supongo que tendrían su forma de lidiar con esa situación. Caminando hasta mi casillero siento un brazo deslizarse por mis hombros y me sobresalto hasta notar al castaño con una sonrisa ladina que me contagia también su alegría.
—Jeremy —musito su nombre y me da un fuerte abrazo de oso que me deja sin aire—. Oye, no estoy respirando... —me quejo con una risilla que él acompaña.
—Perdóname, es que siento emoción al saber que vas a participar —comenta tomándome desprevenida—. Mi niña esta creciendo —Este finge limpiar una lágrima imaginaria y pongo los ojos en blanco, tomando lo necesario de mi casillero.
—Sabes que es obligatorio, ¿no? —le contesto divertida, cerrando mi casillero por fin.
—Igual podías haberte ido por cigarros como en otras ocasiones, pero no lo hiciste. —dijo sopesando sus palabras, como si estuviera analizando esa posibilidad—. Conociéndote, lo creía probable.
—Que poca fe me tienes. —me defiendo sarcástica, mientras camino con parsimonia y este se coloca a mi lado, Melissa segundos después hace lo mismo. Ahora los tres nos dirigimos al aula de arte, en el cual de seguro sería un lío entrar debido a la ocasión.
Observo a Justin en la entrada con su lienzo cubierto también con una especie de bolsa y lo lleva bajo su brazo, este me nota enseguida porque sonríe enternecido y después enfoca su mirada en mi lienzo. Jeremy no pasa desapercibido el intercambio de miradas y me da un leve codazo guiñando el ojo, no me dijo nada pero por su expresión podía comprender que se veía convencido de que iba a ganar nuestra apuesta. Al entrar al aula de arte, todo se explicó por fin de como sería el procedimiento.
Y tras una larga ronda donde se fueron descalificando las pinturas con habilidades y técnicas más deficientes, llegamos a la parte reñida donde el concepto, creatividad e idea es lo primordial después de lo inicial. Mis manos sudan mientras sostengo mi lienzo, debía mostrar de nuevo en esta ronda ante los jueces mi lienzo y explicar el significado y concepto de mi pintura, su originalidad debía impactar de alguna forma. Ellos iban a evaluar muy minuciosamente cada detalle y si calza a la perfección con mis palabras, con el concepto.
—¿Cuál es el concepto de esta pintura?
—La incansable búsqueda de libertad y la conexión con nuestras emociones profundas —explico sin que me tiemble la voz. Delante de mí están principalmente tres personas, dos hombres y una mujer; uno de los hombres con lentes levanta una ceja ante mis palabras, no dice nada al respecto dejando que termine de hablar—. La mujer tiene sus brazos alzados al cielo en busca de una conexión con lo intangible, a pesar del mar revuelto no choca contra su cuerpo; porque eso representa su estado emocional confuso qué no le permite conectar con su propia voz interior, pero una vez que lo hace puede llegar a esa fortaleza que le permite vencer todas las adversidades.
—¿Por eso el mar no la toca? —pregunta la única mujer del jurado, la observo con disimulo y esta se inclina ligeramente en la mesa para escribir algo, su cabello rubio cae en ondas rozando la mesa y asiento segura de mí—. Me recuerda a Moisés, aunque ella está en la orilla y no atravesando el mar —agrega como un hecho.
—La obra hace referencia a la conexión divina que está en nosotros. Creo firmemente que todos tenemos una chispa divina que está en nosotros y qué, en momentos de problemas, aún así podemos encontrar respuestas en nuestro interior, por eso la luna toma un poco más de protagonismo como podrán ver porque hace referencia a nuestros sentimientos inconscientes y profundos —detallo elocuente.
—¿Por eso ella esta como tocando la luna y el sol? —indaga aquel hombre ajustando sus lentes, su vista se posa en mi cuadro desentrañando cada detalle y después su mirada se posa en mí, sintiendo su meticuloso análisis que al parecer no había terminado ahí—. ¿A qué te refieres con la libertad? ¿Por qué crees que la búsqueda de la libertad predomina en esta pintura?
—Con referencia a porqué esta tocando el sol, es representando el poder y la fuerza que esta en nosotros una vez que confiamos en ello —contesto a su primera pregunta y decido seguir con la luna—: Y la luna, como ya dije, representa nuestros deseos y sentimientos, esa conexión que poseemos y a veces ignoramos por creer que son muestras de debilidad —me explayo lo justo y necesario en sobre la presencia de ambos astros en mi pintura. Medito mis siguientes palabras sobre la segunda pregunta—. Ahora, referente a la libertad, pues ella busca su libertad individual como un ser con una dualidad característica de los seres humanos, por lo que termina decidiendo creer en ella, en su potencial, alejando la marea de emociones negativas, inseguridades y miedos, desafiando así sus límites impuestos por la sociedad. Esta pintura es la demostración del intenso estado emocional desafiante debido a las restricciones y críticas de la sociedad, pero de como alguien se eligió a sí misma sintiéndose plena —El sudor recorre mi nuca, después de una explicación detallada y cargada de información sentí algo liberarse en mi pecho, si lo había hecho bien o no en perspectiva de los jueces no tenía idea, pero lo importante es que di lo mejor de mí hasta este punto. Ellos decidirán si pasaré o no a la ronda final.
—¿Cómo llamarías a tu obra? —me pregunta el segundo hombre que no había hablado en todo el rato, este se reclina en su asiento y vislumbra algo de lo que parecía ser satisfacción, aunque no estaba del todo segura. Esto me da una sensación de gratificación que no demuestro pero se mantiene en mi pecho.
Lo pienso unos segundos, hasta que el nombre fácilmente viene a mi mente y sonrío complacida. Esta pintura hablaba muchísimo más de mí de lo que creía, de esa necesidad de ser reconocida por quién en realidad soy yo y esa libertad que tanto anhelo obtener. También el reconocimiento de mis sentimientos pese a los miedos.
—"La libertad de poder ser yo". —dije sin signos de dudas. El jurado me ve interesado por el título de mi obra, pero no dicen nada.
—Perfecto, la profesora Agatha te estará avisando si quedas o no para la ronda final —dijo la rubia mirándome y sonríe por inercia, a lo que acepto tomando mi pintura y saliendo del espacio, en el cual es usado para actos de grado, teatro o anuncios—. Recuerda esperar en el aula de Arte —agrega por último.
En cuanto me alejo, veo que al final alguien recostado en la salida me espera y una sonrisa se ensancha cuando me divisa venir. Mi estómago da un vuelco al alternar mi vista de su expresión envolvente que destila pura felicidad al cuadro que sostiene en sus manos.
—¿Esa soy... yo? —pregunto sorprendida analizando la pintura y los latidos de mi corazón aumentan, este se acerca y me deja verlo sin dejar de sonreír al ser el causante de mi estado, por tomarme desprevenida.
—Eres tú —afirma. Sus ojos avasallantes no se apartan de mí y sé que a este punto jamás lo haría, la atracción inevitable es mutua—. Tú eres mi musa —habla por sí solo, lo veo fijamente sintiendo el mar de inseguridades esfumarse como la espuma de las olas, la íntima conexión se afianza cuando sus ojos se centran en los míos demostrándome otra vez que no miente.
—¿Por qué me veo como una Diosa griega? —indago sin poder dejar de sonreír y niego divertida—. No creí que supieras que mi madre eligió mi nombre basado en la mitología —dije incrédula, este dato es algo que no muchos sabían y es que en mi familia materna es tradición elegir un nombre a través de la mitología, por eso mi hermana se llama Arce, quién según la mitología es hermana de Iris pero mensajera de los Titanes, a diferencia de Iris quien es la mensajera de los Dioses.
—Te escuché decirlo en primaria —aclara, sin agregar más—. ¿Te sorprendí? —pregunta ahora recordando la anterior conversación.
—Lo hiciste —confieso emocionada—. Hasta le pintaste un arcoíris —menciono y dejo que mis dedos recorran su pintura—. No sabía que tenías habilidad para el arte.
—Te sorprendería saber cuantas cosas aprendí y sé hacer ahora, Iris —manifiesta como una realidad—. ¿Vamos? —inquiere y así seguimos caminando por los pasillos, la mirada de muchos nos determina mientras murmuran a nuestras espaldas.
Esta vez, le resto importancia porque ya se había vuelto hábito ver que hablen de mí para bien o para mal. La única diferencia es que ahora la persona a mi lado me transmitía una sensación de comodidad que no sentía desde hacía un tiempo, consiguiendo que incluso poco a poco se volviera una costumbre verle o buscar su presencia. Llegando al aula de arte ambos decidimos colocar nuestros cuadros allí como el resto y esperar afuera, varios de mis compañeros de clase se mantenían entretenidos o matando el tiempo.
—Iré por Bruce, según él necesita ayuda con la tarea de física con urgencia —dijo en mi dirección y asiento sin decir mucho, desde hace un buen rato no veía a los chicos por ningún lado, así que suponía que los habían descalificado—. No tardaré, así que espérame si puedes.
—No tienes porque informarme, tranquilo —respondo serena y este me ve expectante, pero emocionado—. No me voy a desaparecer. Te espero —le aseguro.
—Sé que no, pero no quiero perderme cuando pases a las finales, así que sino llego para entonces, escríbeme. —me pide entusiasta y lo veo irse, su animosidad me dio expectativas de ganar aunque no sabía si estaba a la altura.
Después de un rato la mayoría empezó a dispersarse debido a la espera y decido caminar y mantenerme algo cerca del aula, pero Melissa me envía un mensaje diciéndome que se encuentra mal por la menstruación en el baño, así que voy a ayudarle con unas comprensas. Mis pasos se detienen cuando a mitad de camino después de salir del baño al aula, a lo lejos escucho unas voces que llaman mi atención.
—¿Adivina qué? ¡Me encontré a Adam Smith hace un momento! —Su voz con un tono algo chillón resuena en el pasillo, si bien no puedo verla, sé que es Sabrina—. Me dijo que iría solo a la fiesta de fin de mes. ¿Puedes creerlo? —farfulla esta entre risas—. Parece que la estúpida de su novia lo dejó.
—Me lo imaginaba, con tremendos cuernos cualquiera. —se burla la pelinegra.
—¡Camille! —exclama pero no deja de reírse—. Dios, que bueno que su ex noviecita lo encontró con otra más y no conmigo, no soportaría su drama tan ridículo —enfatiza y no puedo evitar sentirme asqueada.
—Cambiando de tema, entonces... ¿Con esto no habrá problemas? —Una voz distinta se intercala en la conversación, logrando capturar mi atención. Desconozco de qué hablan esta vez, pero no se me pasa por alto el ligero temblor en su voz.
—No te preocupes, Lara, tú solo preocúpate por seguir como lo estás haciendo —increpa devuelta Sabrina y cuando escucho sus voces más cerca, trato de actuar con normalidad siguiendo mi camino, estas no me pasan desapercibido y llego a notar a la nueva rubia del grupo con interés, a quién identifique como Lara Brook—. Últimamente las mosquitas muertas parecen multiplicarse —se mofa, su mirada presuntuosa me repasa y la ignoro, sabiendo que se refiere a mí.
Al entrar el aula de arte me encuentro que esta solo, más sin embargo; puedo entrever unas acuarelas en el escritorio del profesor lo que hace que me extrañe porque cuando había dejado mi pieza de arte junto a Justin, nadie había estado pintando o nada por el estilo, de hecho esta prohibido modificar el cuadro una vez presentado por primera vez a los jueces. También se veían unos pinceles en uso y un pequeño pañuelo tintado de colores como rojo y negro que se usó me imagino para limpiarse las manos, pequeñas gotas de pintura se ven en el suelo en dirección a un lienzo en especifico y es ahí cuando una oleada de frío me recorre el cuerpo al ser consciente de en que pintura se enfoca dicho hecho.
«No. Esto no puede ser cierto» pienso en desesperación, me acerco asustada levantando la tela blanca rogando porque no fuese lo que creía, pero, la realidad me da una bofetada dejándome helada.
Mis manos tiemblan al instante, mi malestar sale a relucir y no puedo dejar que mis dedos junto a mis ojos recorran mi pintura con demasía culpa por creer que en esta ocasión no harían algo tan bajo como sabotear mi pintura solo para arruinar mi participación. Mis lágrimas descienden por mis mejillas y una emoción de rabia e impotencia emerge como una llamarada de fuego qué eclipsa mi mente nublando toda razón que pudiera albergar, con mis dedos limpio mis lágrimas amargas y no me permito flaquear como en anteriores momentos.
Mi pintura había sido arruinada con garabatos y pintura, aunque no todos eran garabatos en sí, porque la palabra que más predomina es "zorra" y la última que aquella perra había mencionado hace unos instantes que la volvían claramente una intrínseca culpable y es "mosquita muerta". Cuando salgo del aula como una bala me encuentro con justo Adam Smith, quien no teniendo mucha interacción conmigo antes, me ve extrañado cuando me planto hecha una furia delante de él.
—Yo... eh... ¿En que...? —No sabe que decir, impresionado por ver a solo alguien que conoce de vista estar frente a frente así.
—¿Viste a la perra de Sabrina saliendo del aula cuando te la encontraste? —pregunto severa y zanjando sus palabras en un instante.
—¿Cómo? —Su entrecejo se hunde confundido, sin comprender que esta sucediendo en absoluto y por un segundo, si estuviera en mi estado normal, me tomaría la molestia de no abordarlo con tanta agresividad, pero hoy no sería así. Este se da cuenta que algo esta muy mal porque continúa preguntando—. ¿Por qué estas llorando? —se muestra preocupado.
—Dime. ¿La viste? —no desisto de preguntar.
—Sí. —afirma confundido—. Me la encontré junto a Camille saliendo del aula de arte hace un rato.
—¿Lara Brooke estaba con ellas?
—No, estaba afuera pero la vi después —me informa dubitativo—. Sé que no nos conocemos, pero...
—Hoy no —le corto sintiendo como mi estómago se retuerce de la rabia—. Gracias por decírmelo —le agradezco recorriendo los pasillos histérica sin saber que hacer, no me di cuenta que ya para ese punto una profesora había llegado anunciando quienes habían pasado para la ronda final. Entre esas personas estaba yo.
Pero con mi pintura así, ya no podría. El tiempo transcurrió y cuando vi finalmente a la responsable junto al resto no me pude contener. Con la profesora Agatha presente y varios estudiantes allí, tomo mi lienzo mostrando el desastre en el que se convirtió, no sentía vergüenza, y no me importó la mirada ni los cuchicheos de nadie, porque eso no me detuvo en impactar mi lienzo en su pecho con furia dejando un golpe que la echó hacia atrás a Sabrina, sus ojos se abrieron en sorpresa sin poder creer mi impulsividad sin precedentes. Puedo oír como la mayoría se conmociona y hasta la perra peliteñida se aleja de mí anonadada dando pasos torpes.
—¡¿Acaso crees que soy idiota?! —reclamo sin una pizca de contención, doy grandes zancadas cortando su distancia impuesta hasta pararme frente de ella y encararla, Sabrina me ve de arriba hacia abajo con una expresión petulante como una maldita arpía.
—¡Señorita Brown! —grita la profesora a cargo con nerviosismo.
—P-rofesora. —intenta hablar Sabrina con una voz magullada, fingiendo indignación ante mi actitud.
—¡Tú hiciste esto! —la acuso con la rabia inundando mi pecho—. Te vi entrar a esa aula antes de presentar las obras. ¡Y es obvio que solo alguien que ha visto las pinturas y tuviera algo en mi contra haría esto! —la acuso con la ira brotando de mis poros.
—¡Señorita Brown, deténgase! —dijo la profesora sosteniendo mi brazo—. Varios estudiantes entraron al aula en algún momento, no solo ella. ¡Por favor! —demandó en su defensa y eso empeoró más mi estado.
Mis ojos se nublaron de la furia que sentía, no obstante no podía darle el gusto a ella de que perdiera todo mi auto control, aún así la miré tan firme que en un punto ella bajó la fachada y mostró una expresión fría y casi psicópata, eso me enerva hasta los huesos. La profesora al notar esto interviene entre las dos en vano.
—Entiendo que estés enojada, Iris —contesta ahora fingiendo tristeza que me hace hervir más la sangre. Su falsa lástima me genera muchísimo asco—. Si yo estuviera en tu lugar también estaría así, pero yo no tengo nada que ver con eso... ni siquiera pude llegar a las finales como tú, ¿no crees que estas acusando tan rápido antes de siquiera investigar mejor? —contesta con una calma surrealista.
En el momento exacto de cuando iba a contestar, alguien más se interpone entre las dos, queriendo dar fin a la riña.
—Señoritas, este no es lugar para discusiones, resuelvan sus problemas fuera de las instalaciones. —Se coloca en el medio de ambas, tratando de disolver la tensión palpable. La profesora Margareth se planta allí sin moverse ni un centímetro, marcando su posición de autoridad.
Sabrina tenía una mirada altiva, triunfante y arrogante, quizá creía que en este momento yo estoy en una posición más baja que la suya y desfavorable, ya que me había arruinado una de las cosas que yo más quería. No es que me importara solo ganar, se trataba también de que me atreví a mostrar con orgullo lo que me apasiona en la vida sin sentirme insuficiente y ella me quitó esa oportunidad.
—Si te piensas que me voy a tragar tu asquerosa mentira estas equivocada —respondo mordaz y veo como ella sonríe sutil y tan fugaz que pudiera parecer que lo hubiera imaginado, pero conociéndola sé que no es el caso—. Estoy en todo mi derecho de exigir una investigación al respecto —exijo sin dar el brazo a torcer.
—Señorita Brown. —Su tono de advertencia se hace denotar.
—Exijo mis derechos como una estudiante de esta institución de que investiguen al respecto. ¿O no puedo acaso? —le espeto y ella me ve en desacuerdo.
—Así pasaras a las finales no ganarías —señala tratando de sonar convincente—. Lamento mucho esta situación tan desafortunada, pero no se puede hacer nada y si querías saber la verdad, igual no se pueden cambiar los resultados —hace hincapié en ello—. Ya hay un primer, segundo y tercer lugar, ya el jurado decidió y algunos se marcharon, ya los chicos obtuvieron sus premios y fue anunciado por la mayoría de los estudiantes. ¿Aún así quieres llevar a cabo una investigación? —reitera queriéndome hacer sentir culpable.
—Es mi derecho. —enuncio indiferente a sus palabras, manteniendo mi postura.
—Lo es —admite con descaro—, pero sería en vano todo el esfuerzo en una investigación de la cual sería muy impreciso culpar a alguien por falta de pruebas. No es viable —refuta y suelto un bufido furiosa.
No importaba qué le dijera, esta mujer está parcializada a la arpía de Sabrina por completo, es como si la encubriera por su conveniencia, no, desde el principio podría ser que sí fuera ese el caso. Las observo a ambas con rabia y en el fondo visualizo a la profesora Patricia que nos ve impertérrita, sin intervenir.
—Vieron a Sabrina y Camille saliendo del lugar —menciono de repente, Sabrina hace un amago de interrumpir y no la dejo—. Y por Dios, sabemos que no fue a algún otro lado porque le dijiste a Lara Brook que te encontraste a Adam Smith en los pasillos y este me dijo que se encontraron justo saliendo de un aula —la afronto dejándole sin palabras—. Ella...
Escucho pasos acercándose y me giro sobre mis propios talones, encontrándome con mi progenitora, llevaba un elegante vestido de tubo qué le ciñe la cintura, su cabello caía sobre sus hombros y espalda. Un millón de preguntas se instalaron en mi interior, porque ella no podía estar aquí. ¿Por qué? No se suponía que se enterara tan rápido de un desastre como este.
—Señora Brown. —musitó aquella mujer impresionada, veo por el rabillo del ojo como todos se sienten intimidados, excepto Sabrina quién trata de disimularlo, pero no le salía bien. Helena impone a dónde quiera que vaya, sobretodo porque es una mujer muy importante y rara de ver cara a cara.
—Vine por mi hija —va a el grano de una vez—. El rector y algunos profesores de la institución se manifestaron conmigo de que se produjo un incidente indeseado con mi hija —declara los hechos lo más rápido posible. Mi madre no les permite decir palabras algunas cuando ella se apresura a agregar lo siguiente—: No voy a decir más de lo que ya todos sabemos, pero su comportamiento es inaceptable por parte de la institución y espero recibir disculpas adecuadas en nombre de mi hija, de caso contrario presentaré cargos —acopla y se voltea hacia mí dirección—. Ambas, nos vamos ahora —sentencia sin objeciones.
—Usted tiene conocimiento de los recientes comportamientos inapropiados de su hija y...
—No es quién para decirme como debo criar a mi hija —le corta en el acto—. Y mucho menos para criticarla, los últimos incidentes que han hecho no fueron más que errores de parte de su institución en permitir que mancharan de una forma tan descarada la reputación de mi hija. Además, se demostró que mi hija estaba limpia y deberán de retractarse en levantar falsas calumnias ante nuestro apellido —responde con una firmeza propia de ella, la disposición de seguridad requerida en sus palabras es impecable, al igual que la elegancia en el tono moderado y conciso de sus palabras que lo hace intachable. Es digno de una socialite—. Es indecoroso de su parte como docente que favorezca tales actos tan ruines y los deje pasar solo porque lo cree un "inconveniente". ¿Qué clase de ejemplos a seguir son ustedes si dejan pasar tal acción tan dañina a un estudiante? ¿Cómo piensan justificar tal falta de rectitud? —apunta mordaz.
La cara de ellas se deformó enseguida pasando a un rojo que caracterizó una expresión vergonzosa, Helena sí que sabía dar donde más le duele a alguien y eso lo había mostrado muchas veces conmigo, solo que ahora lo usó a su favor en mi defensa. Sabrina se quedó pasmada sin intervenir y Helena, mi madre, ni siquiera la quiso tomar en cuenta hasta que esta abrió la boca por primera vez desde que llegó.
—Aún así no es motivo para cambiar a los ganadores cuando ya obtuvieron sus premios. —dijo sin tanta certeza.
—En todo caso, Señorita, alguien que supuestamente no tiene nada que ver con el lugar de los hechos no debería de estar tan insegura con una investigación exhaustiva —acopla con una sonrisa triunfal, destacando su dominio de tal situación, mi madre la barre con una mirada condescendiente que la pasma aun más—. Me llevaré a mi hija y esperaré a una respuesta por parte de sus superiores o sino se comunicarán con mis abogados, ustedes deciden —dictamina tajante. Su mano toma mi brazo y se da media vuelta arrastrándome, no me mira, pero puedo deducir lo que piensa gracias a él montón de años que la reconozco como el ser quién me dio a luz.
—Esa mocosa fue quién te tendió una especie de trampa, ¿no? —suelta, por fin, por suerte estábamos lo suficientemente lejos de ellas, las personas en mi institución nos veían como una especie de aparición y evento inesperado, a medida que íbamos acercándonos a la salida podíamos dejar de sentir aquellas miradas hambrientas de curiosidad y morbo—. Ella es hija de ese tipo —farfulla enojada—. Es Cooper.
—¿Perdón?
—Ella es su hija, es una Cooper. Son parte de la otra parte por el puesto —explica, sus ojos me perciben un segundo antes de soltarme el brazo, y quedo boquiabierta sin procesar eso. Esta suelta una risa histriónica al observar mi expresión—. No has estado pendiente ni un poco de todo esto, Iris, no podría no esperarme eso viniendo de ti —cuestiona.
—Helena. —musito su nombre disgustada.
—Soy tu madre —replica, caminamos fuera del instituto llegando al estacionamiento, su lujoso auto está aparcado y al parecer vino sin un chófer—. Tu familia. Debería estar más al pendiente de estas cosas tan importantes —simplifica.
—¿Qué tiene que ver esto con...?
—Lo tiene que ver todo —zanja mirándome con dureza, el frío que denomina su mirada es palpable en el ambiente, ella da un portazo al cerrar la puerta y yo me siento ansiosa en mi puesto de copiloto—. Esa mocosa jamás te dejará en paz por el simple hecho de que quiere verte destruida para dejarnos en ridículo en los medios y noticias —se explica, mientras enciende el auto—. Pero tú estas tan ajena a todo que ni siquiera te tomaste la molestia en escucharme cuando te dije mil y un veces que debes informarte de la posición en la que estamos colocados ahora y peor aún, en los peligros y enemigos que podrías encontrarte en el camino por el hecho de haber nacido con tu apellido —solapa un vómito verbal en mi persona. Medito lo dicho rememorando todo lo ocurrido y, para mi grata sorpresa, encajan las piezas.
—No lo ignoré —me defiendo avergonzada—. No creí que...
—Eres ingenua —vuelve a cortarme, dejándome inmersa en la sensación de insuficiencia—. Y ese es mi peor pecado, Iris, tu debilidad —expulsa, y mi vista recae en cualquier lugar menos en ella, el silencio dice más que mil palabras y yo lo estoy demostrando. Mi silencio solo es un acto sutil y sincero de que tiene razón, y odio que sea así—. No puedes comprender el poder que tienes entre tus manos ahora, pero, eventualmente por las buenas o por las malas lo harás y no quiero que llegues en las últimas consecuencias para comprenderlo —ejemplifica y reflexiono exhaustiva el hecho.
—Tú nunca has confiado en mí, Helena —le reprocho mirándole de soslayo, su mirada a través del retrovisor es inquietud pura, a pesar de que la mayoría del tiempo nunca le importé demasiado—. Me hiciste una maldita prueba de orina aunque te supliqué qué no —saco a relucir el tema, desahuciada de su supuesta preocupación.
—¿Y qué querías que hiciera? ¿Dejarlo así cuando todos ya estaban extendiendo de nuevo que eres una drogadicta? —me echa en cara, sin signos de arrepentimiento alguno. Típico de ella.
—¡Pero podrías no haberlo hecho público! —exclamo encolerizada, mi malestar de ese día no había sido superado aún—. ¡Pudiste solo mostrárselo a mi profesora a cargo y dirección! Pero no, decidiste que ellos hablarán e hicieran anuncios de los cuáles tenían que mencionar el incidente que terminó en mi inocencia —declaro ofuscada.
—¡Tenía qué! —contesta apretando con fuerza el volante, hasta que sus nudillos se volvieron blanquecinos—. No era una opción dejar que eso se mantuviera en privado cuando podía llegar a los medios. ¡No lo era por Dios! Y ni qué decir de tus estúpidos compañeros de clases, ¿querías continuar viviendo como una escoria marginada hasta el resto del año escolar? —suelta hastiada y expulsando veneno puro, no me ve, pero su entrecejo arrugado demuestra su inconformidad conmigo.
—Solo te importa tu reputación —señalo casi sin aliento—. Todo fue solo por eso nada más.
—Si me importará nada más mi reputación no estaría aquí —escupe sagaz, con un tono agrio—. Evitando que las pirañas se coman viva a mi hija hasta no dejar nada más que huesos para roer —pregona y detiene el auto en una zona de la calle. Y decide confrontarme—. El poder trae enemigos de toda clase y tú eres presa fácil porque no lo reconoces. Yo reconocí a esa muchacha apenas la vi, es altiva y egocéntrica. ¿Quién se cree para siquiera pararse allí con esos aires de superioridad? Ella no es nadie para pisotear así —expresa sin pelos en la lengua, su mirada busca la mía y atisbo rabia contenida, aquello me dejó sorprendida por un milisegundo, ella no es de perder siempre la paciencia por sobre otras personas—. Y tú siendo objeto de un bullyng colectivo de zorras sin clase. ¿Esta eres tú? ¿De verdad? —Su mano toma mi quijada y siento sus uñas clavarse ahí, aunque no me lastima, el agarre me pasma en mi sitio—. Sé que no leíste por completo las listas que te di de cada familia porque si lo hubieras hecho sabrías que esa niñata es hija de nuestro partido opuesto, Abraham Cooper, y tú la viste en esa fiesta benéfica —recalca en crudo y la observo enmudecida—. Sabes que ella ahora es importante y viceversa. Debes reconocerlo.
—No puedo hacer nada contra ella, Helena —susurro casi sin habla—. Estoy agotada, ¿bien? Y no tengo idea de a dónde quieres llegar con esto, dentro de unos dos meses cumplo dieciocho y pelearme como una cría sobre quién es más socialmente relevante es ridículo —estipulo con voz trémula, esta suaviza su agarra y sus facciones se tiñen de una emoción parecida a la nostalgia, hasta que se disipa y vuelve a retomar su mismo monólogo anterior.
—Tu hostigamiento nunca acabará si tú no impones respeto, ella se mete contigo porque sabe que ahora eres nadie y ella sí es alguien —comenta siguiendo con el tema—. El mundo real es así, nuestro mundo es así, y por mucho que quieras huir del entorno empresarial y político en el que vivimos... no nos da para ser libres de pecado porque sino pisamos primero, ellos nos aplastan como insectos en su lugar —Es férrea e insensible en todo, sus palabras plasman eso. Su impávida disposición a ser la abeja reina—. Ella quiere destruirte porque eres una Brown y habrán sin fines de personas que querrán lo mismo; si tú eres la burla pública pues nosotros, en parte, también lo seremos porque eres la futura sucesora —manifiesta impactando mi persona al inicio.
Me reí entre dientes apenas lo procese, esta me deja por fin de un solo golpe y acarició mi mentón crispada por su repentino actuar. A ella le molesta mi negativa a la idea, odia que yo no parezca emocionada con el acontecimiento de ser heredera de la familia. Mi nulo interés en continuar el legado familiar le frustra.
—Es lo que tu padre y yo queremos para ti —Una oleada de sensaciones recorren mi cuerpo apenas salen sus palabras caladas de próxima desaprobación—. Que seas alguien.
—Seré alguien —afirmo y esta sonríe con desestimación y me siento desfallecer por eso—. Soy alguien, nací siendo alguien —me aferro a mi visión. Esta niega sutilmente como si fuera un caso perdido.
—Administración de empresas. —dijo eso deliberadamente.
—¿Qué? —Mi impresión fue inequívoca.
—Lo estuve hablando con tu padre y quiero que estudies en la misma universidad que él —confiesa de la nada, con un temple imperturbable—. Si no te gusta la carrera hay otras opciones como economía, ciencias políticas... Todas esas pueden servirte para tu formación, además que he visto tu promedio y si bien tiene sus deficiencias, la universidad en sí jamás te rechazará al ver quién eres —argumenta estoica, su mirada tan oscura y profunda como el café negro me ve con esperanza—. Tu padre tiene un buen amigo en Boston, Massachusetts y que podría ayudarnos para que puedas ingresar si hay inconvenientes, también puedo conseguirte buenas referencias.
—No puedo creerlo —murmuro para mí misma y veo que mi madre vuelve a encender el auto para seguir el camino, ignorando mi molestia—. ¿Por qué estas tomando decisiones por mí? ¿Por qué no me lo dijiste? —pregunto renegando de ello. Es una falta muy grande de ella que este tomando acciones de este calibre sin mi consentimiento.
—Porque no tienes la capacidad de tomar decisiones sensatas por ti misma —explica sin más—. Y no discutiré contigo más sobre esto, es obvio que no iba a dejarte hacer de tu vida una porquería —replica estridente. La veo estupefacta y por largos minutos, desconociendo a esta mujer que tengo al lado como mi madre.
Pero si de algo tenía razón, es que debía y tenía que volver a tomar mi posición al lado de mi familia, aunque no me guste y esto conllevara a posibles conflictos en mí misma.
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