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26

—¿Trajiste tus apuntes? —Es lo primero que le pregunto al verla entrar por la puerta de mi habitación y esta ríe asintiendo. Melissa había decidido venir y ahora teníamos una pijamada.

—Y no solo eso —dijo soltando su bolsa en lo que sube y baja las cejas sugerente—. Pero te lo mostraré más tarde.

—Vamos, entonces para que me dices eso —bromeo sarcástica—. Para eso mejor lo hubieras mantenido en secreto hasta que llegue el momento, pero te gusta mantenerme en suspenso.

Esta me ignora negando divertida. Yo al instante saqué las acuarelas y ella su lienzo incompleto, así fue como ambas nos dedicamos a realizar los ajustes y terminar todo lo que hacía falta hasta estar conforme con el resultado, lo que al principio no fue sencillo de lograr para Melissa porque según ella no se le daba para nada la pintura ni el arte, ya que consideraba ambiguo su entendimiento y para mí es una sensación sublime como cada detalle minúsculo transmite infinitos significados. Las horas pasaron volando y ya estábamos en la medianoche, fue ahí cuando mi mejor amiga sacó su supuesta sorpresa para el entretenimiento.

—¿Tu sorpresa es alcohol? —dije viendo el whisky escocés en sus manos, porque al no ser mayores de veintiún años no podíamos beber legalmente ni tener acceso a esto, pero habían maneras sencillas de conseguir bebidas a pesar de eso—. ¿Lo robaste de la bodega de tus padres?

—Algo así —contesta sin ahondar mucho—. ¿Vas a beber o no?

—Claro que sí —afirmo sin dudar—. Por lo general, son los chicos los que conseguían bebidas, esto me recuerda a ellos.

—A mí también —expone sirviéndome un vaso, por suerte sabía donde estaba la hielera así que la fui a buscar y así las dos bebimos alegremente mientras charlamos.

Sus ojos se expanden producto del alcohol en su torrente sanguíneo y así fuimos bebiendo una y otra vez por turnos, riéndonos, con música de fondo y hablando sin parar hasta perder la cuenta del tiempo.

Sus labios se posan en los míos por breves segundos y me separo de ella desconcertada, su mirada colapsa con la mía como si fueran ambos mundos entrando en colisión, la extrañeza y dudas se amontonan en mi mente lo cual se refleja en mi cara porque Melissa me sostuvo la vista en espera de alguna palabra.

—¿Te gus...?

—No. —niega cortando mi pregunta, aunque en su voz se denota ansiosa, algo nerviosa.

—Entonces, ¿Por qué? —pregunto sin saber que decir y ella aclara su garganta, sin perder la compostura en absoluto.

—¿No te gustaría probar?

—¿Probar qué? ¿Si me gustan las chicas? —inquiero anonadada.

—Experimentar qué se siente, no lo sé —musita y se encoge de hombros. La veo pasmada y parpadeo varias veces confundida. Nunca me había hecho esa pregunta o considerado esa posibilidad y si bien alguna vez llegué a besar a una amiga pues lo hice simplemente por impulso, sin intenciones sexuales de por medio—. ¿Alguna vez pensaste en estar con una mujer?

—Yo creo que no, solo una vez besé a una chica —confieso en medio de un tartamudeo—. Es que es complicado, solo he estado con chicos y tú igual por lo que sé, ¿O no? —pregunto dubitativa y esta ríe al escucharme, su cuerpo se inclina al mío y me responde lo siguiente.

—Sí, es cierto —afirma rotundo—. Por eso tengo curiosidad, ¿sabes? Es que en medio de una fiesta una chica intento manosearme, creyó que no importaría porque estábamos ebrias las dos —articula con torpeza y se vuelve a reír, su aliento alcoholizado golpea mi nariz—. Se sintió tan extraño como a la vez curioso, no me disgustó pero tampoco puedo decir que es de mi agrado, fue algo que me tomó por sorpresa —relata y observo como se coloca un mechón castaño detrás de su oreja y pienso detenidamente sobre ello—. ¿Y tú a quién besaste? No me habías contado nunca sobre eso —pregunta con interés.

Inspiro profundo con confusión y a la vez con una sensación acalorada esparcida en mi sistema, el alcohol me estaba calando muy fuerte.

—Fue a Sam, estábamos hablando muchas estupideces ese día y, por casualidad, salió el tema en ese momento de que se sentiría besar a alguien, así que en medio del furor pasó pero fue muy rápido para procesarlo al inicio —expreso y me encogí de hombros—. No puedo decir que estuvo mal o bien, solo fue una experiencia.

—¿Ella fue tu primer beso? —dice sorprendida, casi boquiabierta y me reí tras asentir algo avergonzada, aparte de Sam que es la parte involucrada nadie más sabía de ello.

—De las dos —expongo y la veo de reojo en lo que tomo un sorbo de la bebida—. Acordamos no decirle a nadie y no tomarlo como el primero —concreto.

—¿Y si no le decimos a nadie también sobre esto? —propone de repente y sus labios se acercan de nuevo a los míos, de alguna forma correspondía dejándome llevar por un ambiente de ahogo y sensaciones dispares que se arremolinan en mi interior, es extraño pero la necesidad de conocer algo diferente, un riesgo novedoso, parecía tentador.

—Es algo extraño —comento entre sus labios, su aliento alcoholizado penetra mis fosas nasales con fuerza—. ¿Vas a actuar rara después?

—Para nada —me asegura y siento su mano acariciar mi espalda, ocasionando qué tenga escalofríos por la sensación íntima que estábamos teniendo—. Tengo curiosidad, ¿Te ha gustado alguien en este tiempo?

—¿Alguien cómo quién? —pregunto expectante.

—No lo sé, ¿Justin tal vez? Te he visto cercana a él estos días —indaga curiosa—. Se ven muy cercanos estos días —expresa con suspicacia

—¿Él? —repito como si fuera una broma—. No, no hay nada como eso —respondo algo cortante, alejando la conversación de él y ella pone los ojos en blanco. Hablar de Justin no era oportuno para mí ahora, no cuando me sentía confundida.

—Ya veo. —dijo sonando recelosa, pareciendo no creerme.

—¿Y tú por qué no has tenido novio en todo este tiempo? —le pregunto haciendo que se sorprenda—. Desde que te conozco no te he visto un novio y no me digas que es porque no llamas la atención, tienes todo lo necesario para que quieran salir contigo y pretendientes te sobran —declaro sincera.

—Simplemente no ha llegado a quien quiero —confiesa mirándome con fijeza, sus pupilas se agrandan y sonríe en lo que su mano echa mi pelo a un lado—. Estoy esperando.

—No sabía que tenías a alguien que te gustara, nunca me dijiste y cada que te preguntaba eso me dijiste que no había alguien así —Mi entrecejo se hunde tras aquella declaración suya que me tomó desprevenida, ella nunca me mencionó antes algo como eso—. ¿Qué te gusta de esa persona?

—Todo tal vez, aunque esa persona no me ve. —dijo insegura y para mí eso fue una locura. ¿A quién no le podía gustar Melissa? Si ella es maravillosa.

—Te verá algún día. —dije para que no pierda la esperanza y ella no se ve convencida. El amor no correspondido es muy triste, por no decir bastante decepcionante y más si esa persona ni siquiera sabe de tus sentimientos o desconoce por completo tu existencia.

—O quizá nunca lo haga —susurra momentáneamente triste, en lo que vuelve a besarme y se ríe frenética al ver que mi cara es un poema—. Es muy extraño todo esto, en serio.

—Lo es —apunto algo avergonzada, pero mis manos ascienden su abdomen al sentir sus toques explorar mi cuerpo, a pesar de que conozco el cuerpo femenino nunca antes había tocado de manera íntima a otra chica y se veía nuevo para mí, distinto. Pero, la mueca en el rostro de Melissa me extrañó fue así cuando mi vista bajó a su abdomen donde había tocado—. ¿Qué es esto? ¿Por qué tienes un moretón en tu abdomen? —pregunto horrorizada y levanto mi vista para encontrarme con una Melissa totalmente espabilada, esta se sienta en la cama bajando su camisa al instante, pero sus manos tiemblan—. Melissa...

—Fue un accidente —me corta tajante, a la defensiva—. Me caí con...

—No lo fue —espeto y siento la densa tristeza inundando mi pecho como también la amargura, ella me esta mintiendo y no tiene pudor en hacerlo. Todo este tiempo espere que ella me dijera por su cuenta sus propias preocupaciones o dolencias, no le insistí porque se supone que tendría que hacerlo cuando ella quisiera—. Reconozco una marca de golpe cuando la veo, ¿Por qué me mientes a mí? Eres mi mejor amiga —susurro lo último y unas lágrimas brotan de mí, no puedo evitar sentirme impotente porque estaba viviendo exactamente lo mismo, pero esta vez es diferente.

Melissa había estado actuando extraño estos días, su maquillaje bien elaborado que no era habitual en ella era uno de esos cambios bastante notables, sus actitudes evasivas con respecto a su familia y por si no fuera poco, Malcolm Taylor estaba de regreso. Nada de eso daba buenos indicios.

—¡No soy Samantha! —exclama en una crisis de nervios, sus manos atajan su cabello y lo revuelven en desesperación, estallando en lágrimas y no sé qué hacer, mis manos intentan tomarla para detener que se lastime pero no me deja porque se aparta empujándome—. ¡No lo soy!

—Nunca dije que lo fueras, yo...

—La ves en mí —zanja y sus ojos llenos de lágrimas también me enfocan—. Si ella  estuviera no estaría acá... Lo sé, es una estupidez decirlo a estas alturas, pero no puedes deshacer tu culpa con Samantha conmigo, no soy ella.

—Melissa... —tartamudeo sintiéndome desolada—. Sabes perfectamente que eso no es cierto —aclaro derramando más lágrimas agrias, me levanto de la cama tal como ella lo ha hecho.

—Que no la hayas podido ayudar no significa que tengas que hacerlo conmigo como si fuera ella, no vas a lograr sentirte mejor —farfulla siendo evasiva—. No es igual.

—Eres mi mejor amiga —declaro de golpe—. Que pienses eso es horrible, sin importar qué trataría de ayudarte como lo hiciste conmigo, eso no tiene nada que ver relacionado con Samantha —enuncio firme y esta me ve algo reacia y aún no entiendo del todo porque.

—Pero su sombra aun te persigue —afirma con la mirada perdida—. ¿No es así?

—Era mi mejor amiga también —le doy la razón indirectamente y un suspiro bochornoso cargado de dolor emerge de mi pecho. Recordando aquellos tiempos donde estábamos juntas en todo, mucho antes de conocer a Melissa—. Si tan solo no hubiera sido tan ingenua, si tan solo le hubiera insistido en que me hubiera contado más de su familia, de su situación, de sus problemas, de su vida... si tan solo yo... tal vez ella, solo tal vez serían tan diferentes las cosas —contesto rompiendo en llanto, no puedo no sentirme como un desastre, como una maldita ignorante egoísta—. Pero el hubiera no existe, Melissa, es por eso que no puedo ignorar esto, perdí toda mi integridad e inocencia hace casi tres años, pero no solo fue eso, también la perdí a ella —dije casi sin aliento y alzo mi vista borrosa otra vez, encontrándome con ella llorando a mares—. Ella está muerta; no pudo obtener ayuda de alguna forma antes, todos creyeron como yo que estaba bien, que en algún punto podría irse de casa y ser feliz, pero no fue así. Me la quitaron —dije con un hilo de voz y observo mis manos ahogada, impotente por todo—. No eres ella, nunca lo serás, pero no puedo permitirme ignorarte, no otra vez.

—Lo siento, lo siento mucho —se disculpa reiteradas veces y se desploma en el suelo.

—Melissa —la llamo acercándome a ella—. Melissa, escúchame —le pido tomándole de los hombros.

—No puedo, Iris, no puedo —murmulla sin parar de llorar, no comprendo que le impide—. No puedo decírtelo.

—¿Por qué?

—Tengo miedo. —confiesa casi inaudible.

—Es normal tener miedo, yo...

—¡No! —niega con espasmos, su cara está roja de tanto llorar y sus ojos hinchados—. No es como piensas, no es algo que puedas solucionar —responde con inhalaciones pesadas, como si le costara mantenerse estable—. Simplemente no es algo en lo que puedas ayudarme, no puedes, nadie puede —determina sonando devastada y me congelo en el acto, recordando que al estar en una posición así, eso quiere decir que...

—¿Lo hizo algún miembro de tu familia? —le pregunto preocupada e intrigada, pero esta no me responde en absoluto. El silencio me coloca en una posición ansiosa, no quería pensar en lo peor pero al parecer ella notó mis preocupaciones y habló por sí sola.

—No abusó de mí, puedes estar tranquila. —declara al rato secamente, escuchar esa palabra salir de su boca me deja helada y sin palabras, pero a la vez me genera paz que no haya pasado por eso, y no hago más a continuación que esperar que ella seque sus lágrimas y se reponga, ignorando el leve malestar que se agita en mi interior como una infección que trata de propagarse.

Cuando nos volvemos a sentar en mi cama, su mirada perdida en algún punto me recordó tanto a mí que tuve que dejar de verla, aquella sensación de verme reflejada en un dolor ajeno es horrible. Y es que por primera vez, veía a Melissa desmoronarse de esta manera delante de mí.

—¿Por qué tú y Samantha eran mejores amigas? —pregunta de repente.

—Nos conocíamos desde niña —explico y la veo extrañada—. ¿Por?

—Siempre tuve esa duda porque eran muy diferentes —saca a relucir pensativa—. Era tu polo opuesto, sombría, oscura y retraída, mientras que tú brillabas y hablabas con todo el mundo por horas... a veces me costaba creer que aún así compaginaban como mejores amigas

—Ella no era así, ella...

—Solo contigo era distinta —asegura limpiando un rastro de lágrimas—. Hacía su mejor esfuerzo para gustarte.

—¿Gustarme? —dije perpleja.

—Me refiero a que ella hacía cualquier cosa para agradarte, siempre tuve esa impresión, pero, nunca lo pude confirmar —agrega con el entrecejo fruncido, como si estuviera recordando antiguos sucesos—. ¿Fue por culpa de Isabella Dawson que ella comenzó a drogarse? —lanza aquella pregunta tomándome desprevenida, sus ojos almendrados me escrutan curiosa, pero tambien con un poco de inseguridad por haber preguntado eso—. Si quieres no...

—No, esta bien —la detengo y paso saliva en seco, algún día tenía que hablar de esas cosas—. Samantha no tenía vicios pero al momento de traer a Isabella al grupo todo se fue a peor, esta no solo me traicionó, sino que por su culpa mi mejor amiga trató de sobrellevar su vida a través de ese medio, al principio no creí que fuera capaz de hacer eso, hacerle eso a ella, puesto que se supone que ella había destruido gran parte de su vida por las drogas y después fue a rehabilitación, se suponía que ella había cambiado y le quise dar una oportunidad de comenzar de nuevo con mi ayuda... —le cuento y mis manos forman puños inconscientemente por la rabia que me produce recordar todo eso—. Pero no fue así, a mis espaldas junto a la zorra de Camille empezaron a consumir esa porquería...

—¡¿Camille?! —exclama estupefacta.

—Sí, justo ella —afirmo sin darle mucha importancia, creí que sabía su época turbulenta con el consumo de drogas ilícitas y la superación de estas, de la cual ella tanto presume haber dejado atrás—. Pero ella no fue la responsable en sí de traerlas, la que conllevó toda su mierda fue Isabella y el asunto fue creciendo hasta vernos involucrados todos.

—Y así fue como todos te tacharon de drogadicta. —acopla con simpleza y asiento.

—Al estar involucrada con Christian y en muchas cosas, Isabella logró crear una coartada e insistió que Christian la obligaba a vender mercancía en el instituto... como eso no le sirvió en primera instancia, me usó como chivo expiatorio para no ser atrapada y posteriormente a eso, dijo que yo fui la responsable en el consumo de tales sustancias, como ya sabes en esa época después ocurrió aquello y estaba muy vulnerable emocionalmente; sus supuestas evidencias, el estar rodeada de amistades y de Christian en general, e incluso las propias circunstancias que había vivido no favorecía en nada mi inocencia —comento con un nudo que se formó en mi garganta—. Pero el hecho de que ella haya tenido "pruebas" de que consumía fue lo que llevó a un rechazo social, más porque inventó cosas que no eran ciertas.

—¿Cómo lo hizo? —pregunta con una expresión desencajada—. Me refiero en las pruebas.

—Me drogó —explayo al instante, enojada—. Tenía las de perder porque ella supo jugar bien sus fichas y yo confíe en ella, cuando me desperté habían un montón de fotos y videos acusatorios en mi contra y lo único que pude hacer es acudir a mi novio de ese entonces para sofocar todo, temía que llegara a mis padres, a los rectores, las noticias y todo eso —increpo con una sensación de sofocación, tratando de que no se notara, apreté mis labios con fuerza por breves segundos—. Estaba asustada, demasiado —asevero rememorando la mortificación y el temor inmenso de esos días. El sudor frío recorrió mi nuca y mi espalda, la profunda ansiedad aún seguía impregnada en mi memoria como un trauma imborrable.

»—¿Es esa la del vídeo? —preguntó uno al divisarme enseguida con sus amigos.

—No puede ser... ¡Es ella! No puedo creer que esa muchacha aún tenga la dignidad de venir hasta aquí después de montarse ese gran espectáculo en las redes —dijo uno de ellos, creyendo estúpidamente que no los escuchaba, y eso solo hizo que sostuviera mi mochila con más fuerza conteniendo el jugo gástrico de mi estómago qué amenazaba con salir por la mortificación y el estrés que me proporciona la situación—. A ella no le da vergüenza nada.

Los susurros se intensificaron y no hacía más que oír y observar a mi alrededor como un maldito fenómeno de circo, el asqueroso vídeo estaba en todos lados y no podía hacer nada más que soportar el calvario de humillaciones, burlas y comentarios. A nadie le importaba realmente que había pasado, solo divertirse a costas de otros; en este caso de mí.

—A ese tipo de chicas ni les importa... así son muchas de ellas, por eso casi nadie las toma en serio. —Se burló uno de ellos, y al decir semejante declaración varios imbéciles se rieron en manada« recordé y bajé la mirada por un milisegundo sintiéndome ahogada como en esa época; lo peor de ese tiempo es que aparte de ser presa de un montón de rumores, la vida no fue amable conmigo y me hizo vivir el peor de los infiernos a manos de un hombre, posterior a eso tuve que soportar ser tratada como una fácil lo cual fue denigrante. Porque nadie me escuchó, nadie lo hizo.

—¿No había manera de proceder en lo legal? —cuestiona con un semblante impactado—. Te drogó sin tu absoluto conocimiento, o sea, y no solo fue eso, ¡Tomó fotos, vídeos sin tu plena consciencia y facultades! —exclama indignada—. Es un delito muy serio el que cometió.

«Lo sé» pensé con dolor, mi ingenuidad sobre las personas me llevó a un punto sin escapatoria, mis errores me hicieron ser diminuta y vulnerable ante todas las personas.

—Éramos menores de edad —dije sin ahondar mucho y suspiro, ella igual se ve insatisfecha con lo que decía. Si supiera que yo aun más me sentí impotente por eso—. No se podía hacer mucho legalmente y tenía miedo de la reacción de mis padres, si ellos sabían eso se enterarían de todo lo demás —argumento masajeando mis muslos muy ansiosa, sin verla. En ese entonces no podía desprenderme del hecho de que ellos podrían darme la espalda, pero el tiempo me demostró que mis peores miedos se hicieron realidad, solo que de otra manera.

—¿Sobre qué?

—No quería que supieran sobre Christian, mis escapadas, mis amigos y... pues mi vida como tal —acoto con vaguedad. Sintiendo como la pesadumbre me carcome por dentro. Los secretos y mis temores me atormentan en mis pesadillas—. No soy una santa, Melissa, y si bien tuve comportamientos inadecuados no crucé líneas como tener vicios, pero, es obvio que mis padres no creerían eso y si procedía en lo legal, estaría más en el foco central de todos —agrego paulatinamente en lo que evito recordar esa época. Aquellos días donde era una estúpida, voluble a cualquier manipulación o influencia externa, pero además débil ante las personas por esa propia ingenuidad—. No tenía opciones, yo no las tenía, solo quedaba guardar silencio —declaro sin tapujos, la triste realidad es que hacer algo así en ese tiempo no era viable y mis padres no lo hubieran hecho aunque quisiera, ellos no iban a manchar más su reputación con rumores maliciosos de mí aunque fuesen falsos. Y debía estar con ese nudo en el pecho, que no se iba a deshacer fácilmente, porque nada lo haría.

Melissa me observó en un silencio tácito analizando lo que le había contado, no entendía su interés en el tema ahora, pero tal vez se debía a que casi nunca hablábamos mucho de ese tema, ya que siempre era ambigua y hostil con ello. En especial, hablar de Samantha es muy doloroso, sentía culpa pero sobretodo dolor por como le fue arrebatada su vida y lo que vivió. Todo fue tan injusto.

—Iris. —articula mi nombre, y esta vez alzo la vista para encontrarme con la de ella, esta empañada de culpabilidad y dudas.

—¿Si?

—Sea lo que pase no es tu culpa —zanja de una sola vez, tratando de que no le tiemble la voz—. Solo quiero que lo sepas —dijo de repente.

—Que lo digas de esa forma me preocupa aun más —me sincero y mis manos se vuelven sudorosas, esta me ve con una expresión sombría pero que no me aparta la mirada—. ¿Comprendes? —le insisto ansiosa.

—Lo hago —me corta enseguida—. Pero quiero que te quede claro que mi situación no debe hacerte sentir responsable, Iris, lo que le sucedan a otros no es tu responsabilidad ni tu culpa —explica sin pelos en la lengua—. Tienes esa manía de sentirte culpable por las situaciones ajenas, porque eso te hicieron creen por mucho tiempo y te acondicionaron a eso, pero, no es así.

—Pase la mayor parte del tiempo cargando el tormento de otros, no me pidas que cambie tan fácil —expreso sarcástica y me tiendo en mi cama—. Esto me recuerda a cuando Chester me culpo por Sam —Mi voz se denota melancólica y ella suspira con pesadez. La tristeza me invadía desde hacía rato y un montón de emociones complejas. Algunas veces me costaba entender como es que de una forma retorcida, las personas se ensañaron conmigo por rumores.

—¿Qué te dijo?

—Que fue mi culpa —dije con un hilo de voz, sentí mis ojos picar por las lágrimas y mi pecho contraerse—. Insinuó que mi influencia condenó a Samantha, pero no fue así, yo...

—No tienes porque explicarme —espeta enojada, unas lágrimas ya estaban descendiendo por sus mejillas—. Chester es un maldito hijo de puta y ambas lo sabemos, ¿no? Me hace rabiar con tan solo escucharte decirme eso —increpa mirándome molesta—. Nunca permitas que ese pusilánime pocos huevos te vuelva a cuestionar, es un cobarde —recalca y una risilla nasal escapa de mí al escuchar eso.

—Me defendí —le comento y esta asiente—. Chester estaba enamorado de ella —le revelo y esta abre sus ojos de par en par viéndome perpleja por unos segundos. Ella tampoco lo creía por lo que veía en su expresión.

Es muy difícil creer algo así viniendo de él, de un hombre tan misógino, asqueroso y patán. Conocía a los Chester desde muy temprana edad y esa familia era tan fría como un glacial; por eso no me extrañaba para nada que al Aiden Chester ser descuidado como yo desde niño, terminara siendo una completa basura... simplemente, a veces quisiera sentir lástima por él, pero es imposible dado que se comporta como un cretino siempre y no le importa las consecuencias de sus acciones en otros.

—¿Amor? —se mofa burlándose—. Podría haber sido cualquier cosa menos amor, a lo mucho debió ser su capricho y obsesión —argumenta estoica.

—Y lo peor aún, no se ni como él llegó a desarrollar eso por ella... —murmuro para mí misma, Melissa me observa sin comprender—. Es que Sam no convivió con él por lo que sé, así que es extraño que Chester sintiera esa necesidad de querer estar con ella.

—Tal vez pasó algo entre ellos que aún no sabemos —agrega también pensativa—. ¿Él no te dijo nada más al respecto? —pregunta y niego al instante. En ese momento no pensé en eso a profundidad, y mucho menos le iba a preguntar a ese cretino sobre ello, pero debía admitir que es raro—. Lo único que se me ocurre, es por medio de los... —Ella hace una mueca amarga, dudando en sí terminar o no la frase, y yo siento los latidos de mi corazón acelerarse un poco más de lo habitual—. Miller. Después de todo, ella era hija de ese hombre —termina por decir dudosa, y sé que ella evita mencionar aquel nombre que deseaba borrar de mi memoria siempre. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ser consciente de eso, pero, decidí mantener mi mente en blanco lo mejor que pude.

—Puede ser —me limito a responder para no sobrepensar y me acomodo en mi cama, tomando mi manta y esta me imita, ella queda al frente de mí y ambas estamos ya acostadas para dormir—. ¿Dormimos ahora? —le pregunto con una sonrisa algo divertida y esta asiente en silencio. Y así terminó nuestra larga noche para nosotras.

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