25.5
La lluvia amainó y la noche había caído por completo; el ambiente húmedo, frío e inquietante de cierta forma se arraigó en cada célula de mi cuerpo a través del saco. No tenía palabras ni demasiadas cosas que pudiera hacer al respecto, excepto cumplir con mi única tarea tan importante de esta noche. Y camino en dirección hacia un callejón estrecho, percibo el hedor a inmundicia lo que me hace arrugar la nariz de disgusto y no me detengo hasta llegar a un espacio cerrado donde la veo vestida de civil, pero con ropa oscura. El frío se adentra bajo mi piel, y eso me hace tensar la mandíbula en respuesta.
—¿Lo trajiste? —escucho su voz resonar, no me veía porque está a espaldas de mí, pero sabe que soy yo, porque no parece sentirse amenazada en absoluto. Olivia se gira sobre sus propios talones, lleva una chaqueta negra y sus manos están dentro de los bolsillos de su pantalón, ella me repasa con intensidad—. Eres increíble, viniste solo —comenta a la ligera, me acerco a ella imperturbable. No puedo negar que a pesar de ser un oscuro callejón no estábamos solos, por mucho que pareciera así sus hombres deben estar escondidos por aquí, protegiendo a Olivia.
—No necesito a nadie para estas nimiedades —contesto a secas, poniendo enfrente de ella el morral gris, a simple vista parecía un simple bolso estudiantil o algo común—. Todo lo que necesitas está allí —remarco, manteniendo al margen las palabras innecesarias—. Tómalo —le insisto.
—¿Y el traje por qué? —indaga con una sonrisa sutil, sus manos toman el morral con naturalidad, sin abrirlo. Ella sabía que no tenía necesidad de revisar, cumpliríamos nuestra palabra y lo hicimos. Toda la información que necesitaba está allí dentro con seguridad.
—Estuve en una reunión con Arthur y Mildred —explayo con simplicidad, esta al no captar enseguida a quiénes me refiero me ve sugerente y pongo los ojos en blanco—. Chester, Olivia. Los Chester —susurro repitiendo ese apellido, y siento amargura recordando a aquella familia "tan limpia y recta" que es un eufemismo total. Su ilusoria perfección ante los medios sociales daba arcadas de repugnancia.
—Va a proceder la asociación —asume con recelo y me encogí de hombros—. ¿Comprarán las acciones? —pregunta al toque.
—Ya lo hicimos. —afirmo con premura, y ella chasquea la lengua en disgusto.
—Es una apuesta arriesgada —agrega con las cejas levantadas, ahora se muestra reticente referente al tema—. Piénsenlo bien, infiltrarse no asegura encontrar un enganche para sacar de raíz a los Chester —interviene sagaz—. Además, me sorprende que el servicio de inteligencia haya estado de acuerdo, parece que irán con todo para proteger sus dominios —determina, siendo un argumento factible.
—Si no se arriesga no se gana —espeto—. Y esto —señalo el bolso, viéndola con fijeza—. Es una muestra. ¿Tú qué crees que pasará si los dejamos seguir? —le digo inquisitivo, ella no responde porque sabe la verdad. Su familia será aplastada como cucarachas si no actúan rápido. Es cuestión de vida, muerte y poder—. Exacto, caerán absolutamente todos y, nosotros, podemos salir ilesos tal vez; pero ustedes no, son el primer blanco de un corrupto político tan avaricioso como Arthur Chester —suelto mordaz y consigo que su rostro se desencaje. Olivia no aprobaba la relación entre los Chester por el riesgo que eso significaba, pero ella no tenía poder de decisión aquí.
—Ilesos, claro —dijo con una risa hilarante—. No se echarán para atrás, ¿cierto? —apunta lacónica—. Es peligroso, ellos nunca mantendrán sus promesas —hace hincapié.
—No es mi problema, así que no. —niego cortando sus palabras en el acto, y decido largarme del sitio, pero esta me detiene al decir lo último.
—Únanse a mi causa —pide sin echarse para atrás—. Juntos podremos destruir el monopolio, solo necesito que...
—No —me devuelvo y niego de nuevo rotundo—. Por eso te entregué esos archivos en tus manos, tienes más que suficiente para resolver tus asuntos —explico imperturbable—. Nos ayudaste y te ayudamos, eso es todo —concluyo febril.
—¿Por qué? —Arruga su entrecejo, con una aparente singularidad por mí. Sabía a donde iba esto y no me gustaba, la CIA no iba a relacionarse de forma tan directa y no tenía planes de inmiscuirse más allá de lo necesario. Mis tíos no aceptarían esto—. Ustedes son independientes, si bien trabajan para la agencia ustedes tienen un dominio aparte, tienen suficiente poder para moverse —argumenta estoica—. Y tú puedes proporcionarme ayuda, necesito alguien que pueda estar a mis espaldas y tú a alguien que pueda darte información del otro lado con detalles y exactitud. Será un intercambio mutuo —aboga a su favor.
—No te voy a servir para eso y no me interesa tampoco —le digo tajante, con una gran posibilidad de que haya sonado más duro de lo previsto—. Búscate a otro —replico.
—Tenemos un mismo objetivo político y social. Intereses en común —alega impertérrita, tan calmada como un empresario tratando de llegar a un acuerdo, el más importante de su vida que de eso depende su futuro—. No me importa la lucha de poder y auge social entre los Cooper y Brown, pero me niego a dejar que estos últimos ganen debido a los Chester —suena contundente—. Se van a incrustar como parásitos y después serán casi inamovibles —me recuerda y siento cada fibra de mi cuerpo endurecerse, la veo unos segundos sopesando con particularidad su argumento, si bien es verdad, eso no quería decir que en algún punto los Bacheli no se hayan escapado de las manos a la CIA, es como intercambiar a un potencial tigre por un zorro viejo. Pero ambos son iguales de problemáticos en varios aspectos.
—¿Y ese es el objetivo? —empiezo a rechistar, viéndome desinteresado—. Que yo sepa solo necesitas garantizar tu supervivencia en esta carnicería, ustedes saben que si los Chester ganan tratarán de destruir sus rutas comerciales o, en su defecto, apoderarse de ellas —relato a lo que ella no le queda más que asentir—. Y esa lucha de poder no nos concierne.
Esta se ve pillada, pero no tambalea ante mi objeción, más bien sucede todo lo opuesto y es que me demuestra querer aferrarse a ello pese a mi negativa. Una de sus virtudes es su habilidad en desenvolverse donde sea tan bien que es capaz de engatusar a cualquiera, es un don innato maravilloso para los negocios, en especial para el entorno con el que debe lidiar. Pero es una lástima para ella que conozco como es.
—Por supuesto —Olivia se acercó a mí decidida, buscando conseguir una cooperación entre nosotros, y yo por mi parte retrocedía disimuladamente, sin saber cómo sacarme de encima esta incómoda postura que la rubia mantenía—. Pero va más allá de eso —destaca.
—¿Qué exactamente? —vuelvo a indagar, un poco desganado por su afán. En cuanto ella divisó mi apatía sus ánimos iniciales se esfumaron con notoriedad, pero siendo aún más inhabitual en su forma de ser, no retrocedió con eso incluso si sabía de mi presumible negativa. Olivia inhaló oxigeno con pesadumbre, como si le costase decirlo.
—Control y poder. ¿Qué ocurrirá si los Chester deciden tomar más terreno en toda la nación? —suelta y la veo perplejo—. Ustedes están incrustados hasta la médula en cada rincón del Estado, en toda esta nación y fuera de esta, pero, saben que grandes familias como estas significarían una gran oposición en su gestión —expresó convincente—. Cuando se den cuenta, probablemente tengan incrustados a los rusos, su mafia aquí y a carteles, el negocio del narcotráfico jamás funcionará en tierra norteamericana con gente como esa, siempre querrán más riquezas y tendrán que tomar acciones ante eso, con nosotros pueden evitárselo —rebate—. Podemos llegar a acuerdos generosos y todo se puede mantener igual sin necesidad de iniciar disputas por territorios y ganancias.
—En eso tienes razón —digo pensativo—-. Pero, aunque tu propongas eso, la persona a cargo no esta tan feliz ni tiene intenciones favorables de tener acuerdos con nosotros —señalo perceptivo.
—Es por eso que quiero asesinar a Dante Bacheli y a... —Sus ojos me enfocaron determinada, pero en ellos mostrándome la indecisión de finalizar aquello, actuando vacilante. Pero sucumbiendo con eventualidad—. Oliver Bacheli —susurró insegura.
Me congelo, y mi mano formó un puño por sí solo, incluso mi mano derecha en respuesta fue al bolsillo de mi pantalón donde está mi arma, como si inconscientemente me estuviera previniendo de ella, porque no es de fiar. Fruncí mis cejas pobladas procesando el enorme peso de esos nombres, mi ruido del latir en mi pecho retumbando en mi cabeza. «¿Qué carajos, Olivia?». Tiene sentido que quiera deshacerse de ellos, pero… Sigue siendo arriesgado.
—¿Mi objetivo? —cuestiono casi ahogado con mi saliva, la incredulidad siendo impresa en mis facciones—. ¿O el tuyo? —pongo en duda. Llegando a esta altura, es una idiotez que Olivia me mintiera, pero al parecer para ella no fue así, no cedió—. Te agradecería que no me mintieras, porque sé perfectamente que no somos indispensables para esto que pretendes hacer.
—Los necesito para esto —se apresura en decir—. Será en secreto. Iremos mis hombres, tú y yo al puerto, ese día se recibirán grandes toneladas de mercancía, nos dará ventaja por la gran movilidad y no se lo esperarán.
—¿Me necesitas? No, claro que no, Olivia, podrías conseguir a cualquier otra persona para planear con más detalles tu emboscada para asesinar a un mafioso sociópata y su hijo alcohólico que, por si no fuera poco, si ese plan sale mal podría asesinar a todos los que tengan que ver con eso, sin importar quiénes sean. —expongo con más aspereza de lo requerido, ella tuerce la boca en desacuerdo.
—Si aceptas ayudarme, te garantizo que no fallaremos —me dice, sin titubeos y flaquezas, tan genuina y prometedora como podía transmitir ahora—. Como francotirador será rápido —mantiene su argumento en pie—. Y con Christian en el poder cuando despierte, les ayudaremos a llegar a cualquier lugar. Les prometo beneficios no solo económicos, ya que eso no es lo que buscan nada más, sino información de primera mano sobre los Taylor, Miller y quién se cruce en el camino.
—¿Tu palabra ahora es una garantía? —juzgo con recelo—. Jamás me fuiste de fiar en primer lugar —expreso a propósito, su semblante cambia a uno descompuesto por el recuerdo de esa vez, en que casi me asesina por aprobación de su gente.
Esto podría ser una cruel trampa para que cayera en ella, después de todo, los Bacheli repudian a mi familia, o más bien a lo que se dedican. Y si no era eso, tal vez Olivia me usara para alcanzar su fin y traicionarnos en el momento más conveniente, haciéndome responsable del asesinato de su sangre.
—Me debes un favor. —la observo desconcertado ante esa declaración y ella me mira triunfante.
—No es cier…
—Yo te entregué a Malcolm. —me interrumpe de golpe.
—Sabrina lo hizo. —asevero.
—Sabes perfectamente que, si nosotros no hubiéramos intervenido, el que Malcolm Taylor caiga no fuera posible —añadió con fiereza. Aprieto mis labios, sabiendo que tenía razón, pero no del todo.
—Sí, pero a cambio de la ubicación de Christian en ese momento y solo lograste que esa rata saliera, no traérnoslo directamente. —inquiero hosco. Ella se encogió de hombros.
—Es lo máximo que podía hacer y supongo que, si no fuera por eso, ustedes no hubieran podido atraparlo.
Me mantengo en silencio analizando lo transcurrido de la conversación, hasta ahora mi inflexión hacia Olivia se mantiene, pero es comprensible, igual hay una nueva escena que puede presentarse a través de esto y sería oportuno. Pero mi desconfianza en esta chica no desaparecerá en absoluto, es imposible la verdad.
—No puedo, lo siento —retrocedo dejándola anonadada—. Es un suicidio, lo máximo que podemos hacer por ustedes es cubrir sus huellas y dejarlos moverse a través del país, mira el lado positivo, es un trato beneficioso para ambas partes —sentencio y, esta vez, sin mirar atrás decido largarme por fin.
—¡Milán Kozlov! —exclama furiosa, detengo mis pasos en el acto al escucharla. Aquel nombre hizo revolver mis entrañas y el cómo lo averiguó Olivia me genera intriga—. ¿Creíste que no lo sabía? —recrimina y no la observo, sus pisadas sobre el suelo asfaltado lleno de agua se escuchan, sus botas esparciendo el agua—. Lo sé todo, ¡No soy la idiota de nadie! —grita y toma mi brazo obligándome a verla, sus ojos me lanzan dagas infundadas por la rabia repentina—. Y quiero que me escuches bien, ¿entiendes? Te acabo de pedir ayuda a tu familia, a ti ¿y ahora yo solo soy un producto descartable porque no tengo uso? —me echa en cara ofendida, sus mejillas se tiñeron de rojo debido a la palidez de su piel—. Y tú sabes cómo es esto, sino mueven sus hilos ahora para estar de mi lado no se arrepientan después cuando sea demasiado tarde —sisea—. Solo tendrán una oportunidad.
—Suerte con eso entonces.
—Quiero su respaldo —persiste—. Háblalo con Axel y bríndame tu apoyo, eres el más calificado también en esto.
—No puedo hacerlo —me zafo de su agarre y esta me hace un amago para rechistar—. ¡Qué no! ¿Y esto no te parece un acto suicida? —le reclamo obstinado—. Ejecutar a tu padre no es tan sencillo, después deberás ganarte el favor de los miembros y, consiguiente a ello, ganarte el favor de políticos y empresarios corruptos. No es algo que se logre acabando con sus vidas, la siguiente liquidación podrían ser ustedes —busco razonar con ella—. Y tal vez nosotros si nos logran dar caza, para mantener silencio del asunto.
—Nadie más que yo sabe cómo son las reglas en la mafia italiana, pero en la lucha de poder y por sucesión, todo es válido —sonsaca con ímpetu, segura de sí misma—. Si ellos acceden a esto, tú me ayudarás a ejecutar y ocultaremos las huellas como mencionaste, no habrá rastro alguno —se mofa, escéptica—. Diremos que lo ocasionaron otros debido a riñas que ocasionó Hugo y se las cobraron con ellos. Alguna deuda de sangre.
—No estoy calificado para acompañarte, aun así —me empeño en decirle—. No deseo consensuar esto.
—Por favor, Justin, ambos sabemos que nunca pudimos ser normales para empezar —me discute con un semblante inexpresivo—. He vivido los últimos veinticuatro años de mi vida durmiendo sin saber si voy a despertar al día siguiente, tú igual; pero admito que me sorprende ver la radical diferencia de ti entre ambas caras, el que das en la sociedad y este lado del charco —replica causando que un deje de resentimiento se manifieste. «Que ironía»—. Nos formaron desde que tenemos consciencia, no somos capaces de llevar una vida normal y jamás será así.
—¿Que tengo yo que no tienen los demás? Hay hombres a tu lado que te protegen día y noche, morirían por ti —recalco—. ¿Quieres el apoyo de la CIA? Puedes tenerlo, ¿Pero yo? —Chasqueo la lengua tras una risa histriónica—. Es estúpido.
—Pero no requiero la ayuda de ninguno de ellos para la emboscada, necesito a alguien capaz, astuto y que no vaya a dejarme a último minuto, específicamente lo último que dije —se sincera o eso parece—. Creo que lo sabes muy bien, convivo entre traidores y es riesgoso. Mi padre tiene sus contactos entre ellos también, sabes que hay algunas cuantas ratas entre ustedes.
—¿Qué quieres decir? —me desentiendo de lo que trataba de explicarme.
—Tú no me traicionarías y no te irías al lado de él —Ella trató de hacer contacto visual conmigo, pero mi esquivez logró frustrarla, estaba deseando que esto llegara a su fin por la santa paz y siguiera con su nuevo intento de suicidio sola. Sin embargo, no se rindió como antes—. Estamos del mismo lado...
—No compartimos el mismo bando. —siseo con la mandíbula apretada.
—Si lo hacemos. —me habla con dureza, sujeta a esa visión distorsionada de la realidad.
—No.
—Sí. —afirma.
—¿Te piensas que voy a poner mi culo en riesgo para matar a alguien que puede asesinarnos en un pestañear si fallamos? —Eso pareció dislocarla, porque abrió la boca y la volvió a cerrar, no sabiendo que decir. No obstante, en unos segundos se repuso y seguía manteniendo su posición inicial, no desistía con esa propuesta.
—No lo hará, no si lo hacemos lo más rápido posible, antes de que les dé una orden a sus hombres ya estará con la cabeza perforada por una bala y también no se esperara jamás... que yo haga un movimiento así —explicó con esmero, sus ojos afilados recorriendo mi rostro—. Y es una emboscada, eso es lo único seguro hasta ahora, si le doy indicios de que voy a realizar algo en su contra ahí valdría todo.
—Estas subestimando a tu padre, Olivia —reprocho en desacuerdo.
—Y tú a mí. —zanja.
—Bien, si eres tan poderosa como insinúas ser. ¿Por qué me necesitas dentro de esta locura de mierda? Puedes eliminar a tu padre sola.
—Ya te lo dije, necesito y estamos...
—No, no lo estamos, ¿Vas a comparar al hijo de unos agentes contigo?, ¿qué eres hija ilegítima de un mafioso? —me refería a mí mismo con hastío.
—No hay diferencia entre nosotros, y es de mala educación ponerme en el mismo saco que ellos, no soy igual, no soy una asesina, no lo hago por placer, ni mucho menos una sádica como Dante Bacheli. —recrimina severa—. Debo hacerlo.
—Me estás pidiendo ayuda para asesinar a tu padre —señalo—. ¿Eso te parece muy diferente de él?
—Las circunstancias me obligan. —se aferra.
—Si tu padre muere, otro ocupará el puesto en la mafia italiana, ¿Te crees que soy estúpido? —agrego con hostilidad. Odiaba que me quisieran usar para metas personales tan bajas, sé que Olivia va a por ser la cabeza de la mafia en lugar de su hermano—. Es obvio que tienes en mente tener el puesto de jefe en la mafia, tu hermano está en coma, y conoces más que nadie como funciona eso —increpo. Silencio. Ahora ella no decía nada, genial, por fin revelaba sus verdaderos deseos y visión—. Solo pretendes usar la simpatía para meterme en esto, desconozco tu afán e intenciones para involucrarme, pero si crees que vas a poder usarme como carnada, chivo expiatorio o lo que sea, para después obtener el puesto, pues estas muy equivocada. Ellos sabrán que yo solo no estuve metido en eso, también siendo ilógico que alguien como yo, sin poder, dominio o conocimientos de los movimientos de los Bacheli, mucho menos la cabeza de la pirámide, vaya a siquiera pensarse a masacrar a uno de ellos —exploto liberando por fin lo que pensaba.
—¿Por qué insistes que no? Esto es lo mejor, si ellos mueren, tendrán mejores convenios con nosotros —farfulla colérica—. ¡Es imposible rechazar algo así! —reclama furibunda.
—Para empezar, yo no soy hijo de un mafioso, de una familia de asesinos, no me he manchado las manos con sangre innecesariamente, ya nos hemos deshecho de tu tío que fue un grandísimo hijo de puta y de Candace —sopeso pasando mis manos por las hebras de mi cabello, con hastío y la fulmino con la mirada—. Es indignante que ahora quieras que nos hagamos, no, que yo me haga cargo de esto... ¿En nombre de ti? Ridículo.
—Ya has matado antes —achicó sus ojos, acusatorios. Su celular empieza a sonar y lo saca del bolsillo de sus pantalones sin dejar de mirarme—. Pero si no quieres ayudarme está bien, porque sé que eventualmente lo harás y recibirás la maldita orden de ser quién le perfore las cabezas —habla por sí sola y se aleja de mí, colgando la mochila en sus hombros—. Fuiste entrenado para esto como yo desde que tengo consciencia, también sé que iras a formarte en el ejército en cuanto termines el maldito instituto —agrega locuaz, sonriendo y se ve tan incongruente que me deja un mal sabor en la boca—. No tienes elección, esto es lo que somos.
(…)
Al dejar el lugar sin mirar atrás, una ventisca helada vuelve a colarse bajo mi piel, no fue un encuentro tan grato, menos al ser consciente en el posible panorama que podría ser a partir de esto. Sabía que no tenía muchas opciones, mis días aquí al parecer están contados e iba contra el reloj, y menos porque no me apetecía dejarlo estar esto como si nada hubiera pasado. Entonces, llegar a casa no fue un problema, al ser una zona de lujo y residencial no me iba a encontrar con posibles estorbos, excepto que, no conté con que un pequeño detalle, la maniática de aquel día.
—¿Puedo saber a qué se debe tu humilde presencia en mi morada? —le pregunto al bajar el vidrio de mi camioneta, ella está sentada en la acera a una esquina de mi residencia actual, su vista perdida sin rumbo o reposo alguno parecía ser inquietante. Parecía sin vida.
—Suenas clasista. —me acusa, focalizándome ahora con una mirada endurecida, el cabello está pegado en sus mejillas por la lluvia de hacia unas horas al parecer. «¿Desde cuándo está esperándome?» me pregunto al verla.
—Bueno, seamos realistas, no es un lugar al que vendrías si no hubiera razones y menos si es aquí —digo con displicencia, mirando el reloj en mi muñeca que marca las 3:00 AM—. Es la madrugada, me sorprende que te hayas quedado aquí por un tanto tiempo, considerando que llovió hace unas horas —indago curioso, viendo cómo se levanta empapada, su mirada se suaviza y diviso pena, tal vez de ella misma.
—Quería verte —musita cabizbaja, su cuerpo tiembla, pero no parecía ser solo por el frio del clima. Ella estaba rompiéndose, en su rostro se vislumbraba su aflicción que emergía rompiendo su espíritu—. No puedo sentirme tranquila, no puedo esperar… ¡No puedo! —suelta rompiendo en llanto y la veo perplejo, sintiéndome exhausto del cumulo de emociones que había experimentado a lo largo de esta noche—. No puedo… No puedo más, necesito respuestas —articula sonando como suplica—. Solo respuestas —susurra y mis hombros caen, frustrado.
Me bajo de la camioneta al estacionarla, ella limpia su rostro lo más que puede temblando, cuando estoy al frente de ella esta retrocede temerosa, reconozco que para ella ya no era fácil, pero al mismo tiempo tampoco para mí. Mi relación con Olivia esta tensa y si ella se enterara que alguien la está buscando por aguas pasadas, probablemente la elimine de raíz para evitar conflictos internos ni disturbios. El hecho de que está viva ahora es pura suerte del destino.
—Lía —llamo su atención, observando sus ojos que ahora estaban rojos de tanto frotarlos—, es imposible que pueda darte lo que quieras —dictamino cortando de raíz sus esperanzas, ignorando lo que me había dicho mi padre con anterioridad—. Si continuas no tendrás vuelta atrás, si sigues detrás de ella o ellos, no puedo garantizarte tu seguridad —le explico sosteniendo sus brazos, dándole comprensión. No podía meterme al pozo de cocodrilos y arrastrarla aun cuando tiene oportunidades de seguir con su vida sin que esta gente sospechara algo.
—Solo dime que fue de mi hermano —pide clemencia, sus manos húmedas se aferran a mi traje—. Dime como murió, que sucedió. Solo quiero respuestas, solo eso —se desahoga en sollozos y yo niego lentamente terminando de asesinar sus pocas esperanzas sobre ello—. Lo prometieron, lo hicieron.
—Es una mafia de quien hablamos, Lía —susurro solo para que ella pueda oírme—. Todos los que desaparecen jamás se vuelven a saber de ellos. De ninguno de ellos —asevero haciéndole que me mire—. Deja esto y sigue con tu vida, tu hermano habría querido que siguieras con tu vida sin inmiscuirte en esto, no cometas los mismos errores que cometió y menos por respuestas que puedan costarte la vida.
—Están involucrados con ellos. —dijo como un tempano de hielo.
—Que lo estemos no quiere decir que podamos indagar sobre sus desaparecidos, por lo general operan de forma meticulosa y metódica. Si indago más de lo necesario en tu hermano tendrán sus sospechas —intento hacerle entender, aunque de cierta manera había un poco de mentira y verdad en eso, ya que no estoy dispuesto a dejarme extorsionar por Olivia a cambio de información y mis tíos no podrían hacer mucho porque es algo muy íntimo de esa familia, quiénes trabajan para ellos y de forma directa. Si lo que dijo ella es verdad, es obvio que Christian fue quien podría saber que le sucedió a aquel muchacho y tal vez Olivia, su hermana más cercana—. Si saben de tu existencia e intenciones ni yo podría ayudarte, buscarán silenciarte, así son las cosas allí —determino sin un deje de duda. Ella no dijo nada, solo su mirada atormentada se perdió en mi cara, atosigando mi mente perturbada por la culpa, pero a la vez me convencía de que es lo mejor para todos. Sin tener una investigación de por medio—. Lo siento mucho, Lía —digo antes de retirarme y dejarla allí, me encargaría de que estuviera bien y tuviera los recursos para vivir una vida plena, porque no podía darle lo que deseaba, ya que eso involucraba muchas cosas que podían contraer problemas, tanto para conseguir la información como por si se filtrara el mínimo detalle de alguno de sus asuntos.
Sin embargo, Lía Harper se quedó parada mirándome con fijeza, como si su mundo entero se hubiera convertido en polvo y no tuviera a donde ir. Tuve la vaga sensación de familiaridad a una pérdida lejana, de cuando apenas era un niño. Lo curioso es que, a diferencia de mí, Lía en su propia perdición aun seguía no queriendo perder su horizonte, así que se quedó largos minutos allí, varada; frente a mi hogar y sus ojos escrutando a través de la ventana de mi habitación y yo pude vislumbrar entre su derrumbe la chispa de resistencia. Al parecer, no sería tan fácil convencerla de lo contrario respecto a su hermano.
«Ella está dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias» pienso viéndole por última vez, cerrando las cortinas.
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