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25

El silencio reinó el auto camino de regreso, cada uno se sumergió en su mundo sin hablarse. Por suerte tenía el puesto de copiloto, y esta vez iba manejando Justin quién está concentrado en lo suyo, mientras yo dejaba que la brisa golpeara mi rostro llevándose la tensión que había acumulado estos días.

—¿Ya tienes pensado en algo para el concurso? —me preguntó luego de un largo rato de silencio.

—Tengo algunas ideas en borrador —respondo al instante—. Aún no me decido por cuál opción, pero quiero que el retrato sea lo suficientemente atractivo para que queden los jueces maravillados.

Había estado dibujando a lápiz en una de mis libretas diferentes opciones, pero ninguna logró convencerme como para decidir pintarla en un retrato, más, sin embargo; no contaba con tanto tiempo para darle largas al asunto y debía tomar una decisión pronto.

—Seguro les gustará —afirma Justin haciéndome sentir apoyada—. Tienes talento, de eso no hay duda —añade positivo respecto a eso.

—Bueno, no lo quiero dar por hecho —expreso un poco insegura—. ¿Y si hay alguien mejor que yo? —inquiero y este me ve de soslayo por el retrovisor, curioso.

—Dudo que alguien pueda ser mejor que tú en nuestro curso —asegura—. Pocos apenas y pueden defenderse tomando un pincel, pero tú no, te desenvuelves tan bien que ellos deberían estar preocupados y no tú en su lugar —me anima y eso me conmovió mucho, él me estaba apoyando a su manera.

Mostraba su fe abiertamente y no tenía reparos en decirme que creía que ganaría sin importar qué, Justin es una persona firme en palabras y de eso siempre estuve muy segura, nunca diría algo que no lo creyera él mismo, por lo cual eso me animó bastante.

—Gracias —le agradecía y este se le escapó una leve sonrisa que se le plantó en su cara—. Es de las pocas ocasiones donde eres eficiente —acoto en forma de broma.

—Soy muy bueno en muchas cosas. —se defiende y me reí.

Cuando cada uno fue llevado a casa, Melissa me observó expectante y al parecer notó que había un ambiente diferente entre los dos, lo cuál para mi sorpresa la hizo fruncir el entrecejo hasta que se fue.

—¿Quieres ir a otro lado? —me pregunta de repente.

—No lo sé, ¿A dónde iríamos? —pregunto mirándolo—. ¿Tienes pensado algún lugar?

—La verdad no —confiesa con una sonrisa—, pero podríamos ir a cualquier parte.

—Pues sí —le doy la razón—. Cualquier lugar es mejor que mi casa —me burlo, aunque sé muy bien que es cierto, ir a mi hogar es un tipo de infierno personal que no le deseo a nadie.

—¿Qué?

—Mis traumas, mis chistes —expongo y me encogí de hombros. A este punto Justin debería saber o intuir que mi relación familiar es horrible.

Él no dijo más, su entrecejo se hundió y cambió de dirección, a dónde sea que condujera es mejor que ir a mi hogar, me estaba ganando un precioso tiempo que no tendría estos días.

—¿Tu padre se postuló como senador? —pregunta interesado, aunque ya lo sabía. Parece que todos menos yo en su momento.

—Sí, recién me enteré hace poco —comento al respecto—. Fue una grata sorpresa para mí —concreto inexpresiva, es la primera vez que alguien me pregunta directamente de ello.

Me siento en el banco de la heladería un tanto pensativa, este se sienta frente a mí y me entrega mi helado.

—¿Recuerdas este lugar? —cambia de tema.

—Sí —afirmo con una sonrisa—. No pensé que nos encontráramos casualmente aquí —menciono precipitando los recuerdos de ese día. Aquí nos volvimos a reencontrar después de bastante tiempo.

—Cuando te volví a ver casi no te reconocía —me cuenta y yo lo veo extrañada. ¿Es algo bueno o malo?—. Cambiaste mucho, bueno, ambos lo hicimos y estaba un poco agobiado por eso, cuando te vi me di cuenta que eras tú al observar tu persona, tu cabello, tus ojos y las pequeñas pecas bajo tus párpados y la manera tan increíble en la que me veías me hizo reír. Fue divertido.

—Imbécil —rechisto y este se ríe—. ¿Y cómo crees que te estaba mirando? —indago con interés sobre su perspectiva.

—Como si no pudieras creer que estaba aquí —dijo y es cierto, sentí que algo había regresado después de mucho tiempo—. Yo tampoco lo creía, de verdad —saca a relucir viéndome con tanta intensidad que lo observé anonadada—. Te veías con un aura tan diferente, y ya no llevabas el pelo recogido, tampoco usabas aquel collar con una concha marina ni tenías brackets. Eres muy diferente de aquel entonces, de cuando discutía y hablaba con esa tú de catorce años mal portada sin paciencia, temperamental y que estaba empecinada en llevarme la contraria sobre cualquier estupidez, aún así seguías... ¿Cómo decirlo? Teniendo un aura tan peculiar que me seguía diciendo que eras tú a pesar de todo —expone sin ningún tipo de tapujos.

Lo vi conmovida sin decir nada, algo dentro de mí encajo esperando ser reconocido en el fondo. Después de todo no dejé de ser yo. Después de tanta basura, parece que no dejé de brillar a mi manera.

—No eres esa puberta que dejé en New York hace tres, no, casi cuatro años atrás —se corrigió a sí mismo—. En ese tiempo tuve bastante que reflexionar y me lamenté solo de una cosa.

—¿De qué? —interrogo casi sin aliento, ensimismada en sus palabras. Encontrándome fascinada y a la vez curiosa de ello.

—De no poder despedirme de ti —habla por sí solo—. Por orgullo, por pena, por vergüenza o por lo que sea, me fui de aquí sin sacarme todo aquello que sentía por dentro, tal vez porque era un mocoso e inmaduro, pero no dejé de pensar y, ¡Joder! La eché a perder por eso —esclarece y no entiendo a qué se refiere, hasta que agrega lo siguiente—: Qué dijeras que fue un error me enojó tanto qué no pensé bien lo que dije, y que no sé si estas feliz de verme de nuevo como yo a ti —agrega anclando un furor en mi interior, sus ojos buscan los míos empañados de muchas emociones en conjunto difíciles de discernir.

—Lo estoy —Siento un montón de cosas removerse dentro de mí, pero lo estaba ese día. Estoy feliz de tenerlo devuelta por muy loco y complicado que parezca—. Lamento decirte eso ese último día de clases —me disculpo aminorando lo que sentía, dudando de que rumbo estaba tomando esto.

—Yo también —hace afán de ello—. Éramos muy inmaduros —recalca soltando una risa nasal—. Así que lo lamento, ¿sí? —estipula sincero. Y yo asiento en silencio aceptando sus disculpas, aunque algunas cosas de esa noche aún me generan tantas dudas que en algún momento le preguntaría más sobre ello y no ahora, ya que debía sacarme una espina en mi interior primero.

—¿Tú y... Sabrina? —inquiero y este hace un amago para interrumpirme.

—Es complicado –reitera y le pongo mala cara. Repitió la misma frase de esa vez—. Estoy tratando de separarme de ella y le terminé, Iris, no me entiendas mal, pero es difícil porque ella se rehúsa a terminar como es debido sin rencores, es lo único que puedo decirte —dijo honesto, por fin.

—¿Es por eso que me intenta lastimar a toda costa? —le pregunto y este me mira decaído y asiente apenado. Me reí por lo irónico de la situación—. ¿Desde cuándo estás así con ella? ¿Días, semanas o meses? —ahondo en el tema.

—Desde un buen tiempo es lo que sé —me responde pese a que se ve renuente a hablarme de eso— Hemos roto y vuelto. Ahora rompimos pero esta vez es muy densa la situación, no está contenta para nada porque terminamos en malos términos —esclarece y su quijada se endurece sopesando lo dicho.

—No puedes venir a mí si no has arreglado tus problemas primero —zanjo con una profunda culpabilidad en mi interior, pero que tenía que aclarar. Yo no podía aceptar ser la tercera rueda y mucho menos involucrarme. A pesar de que Justin le había terminado, Sabrina no parecía aceptar de buena gana eso y buscaría desquitarse.

—Lo sé —admitió—. Me lo has recalcado mucho y no soy idiota, sé lo que implica que estemos aquí, pero ella ya no es mi novia —añade.

—Ella hará creer que todo fue por mí —increpo—. Es por eso que temo verme afectada de nuevo en este embrollo —suelto sintiéndome desolada, él me detalla atento y sé que va a preguntarme algo porque las dudas se reflejan en toda la entereza de su rostro.

—¿Qué fue tan malo cómo para que todos hablen así de ti? —Siento que por unos segundos dejo de respirar y retrocedo, siento mi espalda chocar contra el respaldar de mi asiento y trato de disimular que no me afecto una pregunta tan sencilla.

Hablar de esto siempre me consume aunque quiera que fuese lo contrario.

—¿Les crees? —me apresuro a preguntar con los nervios comiéndome por dentro.

—No —contesta firme—. Pero no puedo mentirte, me preocupa todo esto.

—Comprendo —solo puedo decir angustiada—. Dicen muchas cosas sobre mí —escupo y una risa nerviosa se me escapa, no sé como reaccionar correctamente—. Muchas. Pero, torcieron tanto todo que parezco alguien irreconocible y ya ni me molesto en defenderme por el simple motivo que sé que nunca van a parar, no puedo vivir desmintiendo una idea que se empeñan en creer para joderme —Me abstengo de decir puras palabrerías nerviosa, y procuro controlar mi tip nervioso.

—Sigo sin entender muy bien que sucedió —espeta y bufa—. Pero yo no les creo —me asegura y su mirada verdosa se torna fiable brindando una confianza que pocas veces sentía de él.

—¿En serio? —pregunto esperanzada de tal modo que me causa pena ajena conmigo misma, pero no evita el hecho de que este chico frente a mí no me presiona o me exige explicaciones—. Porque me voy a ofender si estas mintiendo —bromeo, pero en el fondo lo observo detenidamente.

—Claro que no, Arcoíris —musitó y su mano alcanza la mía entrelazando sus dedos me reconforta su seguridad—. Estás pálida, ¿Te sientes bien?

—Sí. —miento vacilante.

—Quiero que tengas en claro que no tienes porqué decirme nada si no quieres —Sus palabras me calan fuerte y una persona diferente se me viene a la memoria por sus palabras tan similares aunque no quiera—. Menos sí eso te hace sentir mal, así que pasemos del tema —enfatiza.

Me quedé enmudecida por un lapso de tiempo en que sostuvo mis manos con firmeza y por un momento empiezo a titubear sin saber que decir.

—Yo... eh, no sé qué decir exactamente —confieso, avergonzada—. Pero gracias por apoyarme —Este me mira interesado, soltando las siguientes palabras que me dejan confundida. Otra vez.

—Esa noche en el aula, yo mentí —afirma de la nada, su abrupto cambió de conversación me aturde por unos segundos.

—¿Qué? —explayo confundida.

—Mentí. No te dije la verdad, bueno, no toda esa noche, ¿me entiendes? —se apresura en decir—. Joder, sé que estoy volviendo a sacar el tema, pero hemos discutido ya algunas veces por lo mismo y quiero que sepas al menos eso.

—¿No habíamos pasado ya la página de esto? —digo extrañada de su repentina confesión, sus ojos me recorren causando escalofríos en mi piel, una sensación de electricidad en mi cuerpo. Sus manos sueltan las mías y aun puedo sentir la calidez cuando las sostuvo.

—Lo hice porque de verdad quería —alega directo, tan claro y firme que me remueve, mi corazón bombea más rápido. A él le importa y mucho—. ¿Y tú? —me pregunta, sin contención.

Hago un amago para hablar, pero las palabras no salen, la vergüenza y algo más se interpone, en mi mente ronda la efusividad de recordar eso y escucho que carraspea.

—No lo sé, ¿tal vez sí? Fue hace tanto... —suelto nerviosa con un poco de calor en mis mejillas y este asiente poco convencido, un brillo en sus irises lo delata y trato de no dejar en vista nada. Él parecía buscar algo en mí—. ¿A qué viene todo esto, Justin? Te dije que quiero llevar esto normal por ahora, no quiero sentirme abrumada —me defiendo. No responder a esa pregunta es lo mejor que podía hacer por ahora, no debía tocar ese tema porque la situación actual no lo favorecía.

—No es mi intención —esclarece a medias, pero yo no estoy convencida del todo. Unas dudas y algo más están plasmados en sus facciones, esta preocupado por algo y dudaba que fuera esto solamente—. Prometo que haré algo con respecto a Sabrina. Es mi asunto y en definitiva, tú no tienes nada que ver detrás de la razón por la que terminamos y haré que entiendan eso —declara de repente. Sé que tiene buenas intenciones, pero también sabía que no podría hacer mucho al respecto, porque ella parecía tener una fijación conmigo profunda por otros motivos—. Lo prometo.

—No me parece conveniente hacer promesas en nombre de otros —apunto—. Ya ella parece tener motivaciones personales contra mí o no estoy segura —opino a la ligera y me arrepiento un poco, porque necesitaba estar más segura para afirmar algo así. Pero, muchas de sus acciones ya eran muy excesivas para ser solo hechas por celos.

—No es lo que quiero decir. —refuta estrechando sus ojos, reflexivo.

—Y lo que yo quiero decir es que no tienes control sobre ella, ya te lo he dicho antes —corrijo para que me entienda. Y me levanto de la mesa—. Se me hace tarde y tengo que irme, ¿me voy o...?

—Yo te llevo. —estipula por último.

(...)

Habían pasado unos pocos días, hasta que finalmente por obras del destino Melissa y yo nos reunimos para que ella terminara la pieza qué va a presentar y, para mi sopresa, Justin se coló en el aula de clases para acompañarnos como si nada.

—Tenemos que arreglar ese hueco —comento analizando la pintura, dedicada a ello—. Si bien es muy hermoso en el aspecto de diseño, no destaca lo suficiente para ser reconocido.

—¿Hueco? —farfulla ella sin comprender a lo que me refería—. ¿Qué quieres decir con hueco?

—Creo que se refiere a que es una pintura vacía, sin que te transmita algún sentimiento en particular —le contesta este con una sonrisa confiada, con su típica actitud engreída siempre que decía algo—. ¿Estoy en lo cierto, Arcoíris?

Yo me crucé de brazos asintiendo en afirmación de sus palabras y Melissa abrió ligeramente la boca sorprendida, como si no pudiera entender de lo que hablábamos.

—Entonces, ¿cómo se rellena ese hueco? —pregunta con una entonación apagada, dejando entrever lo agobiada que se sentía—. ¿Cómo lo haces tú? —se dirigió a mí.

Y así antes de responder, Justin se me adelantó.

—Fácil, yo sé como rellenar muchos hue... —Por supuesto que no lo deje terminar cuando le propine un buen codazo en el estómago, borrando así su sonrisa de casanova—. ¡Auch!

Melissa pone los ojos en blanco pasando por alto mi acción y yo prosigo como si nada a hablar.

—El diseño es excepcional —trato de animarla, sin embargo, no funciona.

—Pero no tiene vida —me interrumpe con una mirada decaída—. Y no se como conseguir que mi pintura destaque entre las demás, porque sencillamente no entiendo nada de eso como ponerle sentimientos a las pinturas.

—¿Y si creas otro retrato? A veces en los primeros intentos no se consigue materializar lo que uno siente —explico pero esta niega igual.

—Ese es el problema principal, Iris —apunta decaída—. No tengo imaginación para ello ni amor cada que paso pinceladas por el lienzo, tampoco tengo esa necesidad de transmitir "algo" porque no lo hay —inquiere y yo hago un puñado con la tela de mi camiseta, incómoda.

Justin nos escuchaba en silencio sin decir nada. Justo cuando lo necesito para sus comentarios inapropiados y fuera de lugar para aligerar el ambiente se queda callado.

—Creo que si vuelves tu pintura un tono más cálido y vivo podría ser más agradable y perceptible a la vista —recomiendo sin saber que aportar más al respecto, pero al menos ella asiente de acuerdo.

—Bien, intentaré eso. —expresa algo animada—. Voy por unos materiales —informa y sale por un momento del aula, yo me recuesto sobre la pared pensativa al respecto y Justin me ve lacónico por unos breves segundos hasta que me despega la mirada.

—Tal vez no lo sepas, pero aunque no deseo participar porque el premio no es de mi interés ya hice mi pintura —revela con un deje de satisfacción y me cruzo de brazos riéndome hilarante por su confesión repentina—. ¿Te sorprende?

—No, para ser tú de quién estamos hablando no me sorprende —niego y pienso detenidamente sobre que habrá pintado—. ¿Y qué tal? ¿Es algo abstracto? ¿Un paisaje? ¿Un objeto tal vez? —le interrogo con interés y este se recuesta en otro extremo, pero esta vez en un asiento a diferencia de mí. Estar en el aula de artística a estas horas daba la ventaja de que nadie vendría y se podía usar mientras tanto.

—Lo sabrás cuando sea la presentación —se limita a decirme, sin tener intenciones de hablar más—. Eso es todo.

—Pero oye, no pienso robarte la idea —infiero en broma, acercándome ahora a la pintura de Melissa—. El arte nunca podrá ser copiado por el simple motivo de que cada uno es único, hasta las pinceladas sobre un lienzo nunca serán iguales, por eso siempre he pensado que cada que un artista plasma algo deja un poco de sí mismo y tal vez más allá de lo que creemos —formulo y mis dedos recorren con suavidad la pieza de arte, sin quitarle la vista de encima—. Aún si pensamos que esta vacío, es porque no somos capaces de valorar o comprender la intención del autor, incluso aunque este mismo no lo sepa, tal vez este reflejando algo en su pintura de forma inconsciente.

—Dijiste que parecía sin vida justo como yo —precisa recordándome mis palabras anteriores—. ¿Por qué entonces?

—Dije eso porque la belleza solo es valorada en los ojos correctos, pero, no es suficiente para superar expectativas —explico sin trastabillar—. Los jueces solo evaluarán lo que más pueda prometer una perspectiva radical, única y fascinante. Una pieza lúgubre y sin vida podría atraerles, pero, en este caso es muy simple para ellos porque no puede ofrecer más, lo que ellos buscan a través de la pieza es una perspectiva que prometa una visión, algo que les pueda retar observar más de ello para entender y, sobretodo, descifrarlo —establezco con displicencia—. Porque a veces la belleza y simplicidad, pueden traer ambos muchos secretos inequívocos —sentencio.

—Eso suena muy difícil de conseguir, Arcoíris —dijo impresionado y concuerdo—. Una perspectiva que prometa no es sencillo de realizar —enuncia parándose a mi lado, sus dedos rozan los míos y alzo la vista encontrándome con sus ojos escaneando mi entereza, maravillado—. ¿Por eso no te decides con qué boceto pintar? —indaga con interés.

—Pues sí —le confirmo—. Quiero probarme a mí misma —confieso y me planto enfrente de él. Sintiéndome desafiada por un instante, con el impulso de mostrarle al máximo mi mejor esfuerzo—. Al menos ver como resulta esto.

Para mí es importante por muchas razones de por medio, amo pintar y sin dudar para mí vale muchísimo la pena darle una oportunidad a esto porque es mi sueño, pero a la vez las dudas me carcomen por dentro e igual prometí que no me dejaría vencer por el auto-sabotaje en esto. Incluso si no llego a estudiar Artes, podría disfrutar esto hasta donde me alcanzara el tiempo.

—Lo que sea que pintes les encantará —sostiene con su mirada fija en la mía, su aliento roza mi cara y quedo silenciada escuchándole, siento cosquillas en las yemas de mis dedos y también de pronto se manifiesta en mi estómago—. Tu percepción del arte es extraordinario —me halaga y me pregunto porque denota tanta admiración por ello, ni siquiera mi familia se ha mostrado tan entusiasmado con eso, aunque bueno; a ellos nunca les parece importar nada exceptuando a Arce, pero esta última esta muy ocupada debido al largo itinerario que le estableció mi madre para su formación.

—No sé si seré lo que ellos estarán buscando —confieso con una sonrisa sutil, su mano toma la mía acariciando mis nudillos. Algo tan simple me toma por sorpresa—. Lograr a estar a la altura a pesar de que puedo desenvolverme bien es complicado y más sabiendo que tengo competencia de distintas clases.

—Incluso si no ganas, sé que te va impulsar esto —declara y asiento desviando la mirada a la puerta, notando que Melissa llega con algunos materiales, por lo que decido distanciarme por completo de él, esta acción le extraña hasta que se da cuenta que es debido a la presencia de alguien más en el aula de clases.

—Sí —afirmo. Este se gira sobre sus propios talones observando a Melissa y decide ayudarla—. ¿Pudiste conseguir todas las pinturas? —le pregunto a mi mejor amiga, ella se ve muy concentrada organizando los frascos sobre la mesa y su entrecejo esta bastante hundido.

—De hecho no —responde con rapidez—. No hay color azul ni blanco —rectifica viendo el material presente—. Y algunas partes del lienzo requieren de ese color, así que no creo que termine hoy esto.

—Puedes hacerlo en mi casa —propongo, tomándole desprevenido a Justin, tal vez porque no había escuchado en mucho tiempo que invitara a alguien a mi hogar—. Tengo pintura de sobra.

—¿Yo puedo ir?

—Tú no —rechazo al instante y este me ve con cara de cachorro regañado—. No te ofendas, pero es extraño traer un chico a mi casa que no es mi pareja y menos cuando vamos a estar solamente Melissa y yo para terminar una pintura —explico aunque ni sé porque lo hago, no es como que le afecte mucho.

—Tal vez vaya más tarde —contesta con una sonrisa apacible, aunque esta se notaba indecisa por algún motivo—. Te llamaré —decidió, a lo que yo asiento sin decir más nada al respecto.

Fue así como al proseguir arreglar con Melissa con mis indicaciones algunas partes de su pieza, decidimos irnos dando por finalizado eso por los momentos. Justin todo ese tiempo me observó detenidamente, sus ojos recorrían mis facciones y aunque fingía no verlo, me era difícil ignorar el incesante escaneo de su parte, poniéndome por segundos nerviosa. Mientras arreglo mi mochila para irme, su mano se apoya en la mesa y levanto mi mirada para verle, este porta una sonrisa.

—¿De verdad no puedo ir?

—No —vuelvo a negar, metiendo mi libreta con apuntes en la mochila—. Ya te dije porque y, además, ¿Por qué estas tan interesado en ir?

—Si te soy honesto tengo curiosidad —manifiesta y lo sospechaba—. Muero de curiosidad.

—Pues muérete —bromeo y lo veo poner los ojos en blanco—. De curiosidad, aclaro.

—Que lindas palabras —suelta sarcástico—. Como siempre, no me espero menos de ti —agrega y sonrío sin evitarlo. De nuevo, tal como antes; estamos en un aparente silencio los dos solos en un aula de clases y las palabras murieron. Y recordé justo esa noche que me esfuerzo en reprimir de mis memorias—. ¿Qué estas pensando? —pregunta intrigado y no sé si había reflejado algo en mi cara, pero tomé mi mochila titubeando.

—En nada. —dije cabizbaja, algo dubitativa, mermando mis pensamientos intrusivos.

No me había dado cuenta que se acercó lo suficiente cuando mi rostro choca por accidente contra su pecho y este se aparta, extrañado de mi actuar, no sin antes detallar mi físico. Al parecer puede entrever que estoy un poco ida y es que me encontraba algo sumida en mis propios pensamientos y ahora, en ese recuerdo. ¿Será causado esta sensación por el exceso de medicación? Pues estos días había estado ingiriendo para dormir y otros que me había recetado la terapeuta, aunque claro, a excepción para el de dormir, nunca he abusado de los otros medicamentos.

Su mano palpa mi frente y sobresalto por la impresión, este sostiene mi cara con preocupación y no digo nada, las palabras se entorpecen en salir el día de hoy.

—¿De verdad te sientes bien? —me pregunta, su escrutinio se intensifica y yo asiento—. Te ves perdida, pero pueden ser ideas mías nada más —agrega, sus dedos acarician algunos flecos de mi frente para arreglarlos, lo cual me espabila haciéndome reaccionar.

—Estoy bien —reafirmo, y sostengo su mano para detener su toque—. Tal vez puede ser por el medicamento para dormir —suelto imprudente, no meditando bien lo que había dicho y cuando vi su expresión aún afable esfumarse noté el peso de eso. Porque claro, no todos debían necesitar un somnífero y no es común que jóvenes lo consuman, a menos que tengan circunstancias o problemas especiales como lo es mi caso.

—¿Tomas medicación para dormir? ¿Desde cuándo? —Su entrecejo se arruga en un segundo y me alejo, este me observa muy preocupado—. ¿Tienes problemas que no te...?

—Solo tengo insomnio —le corto el rollo, apenada de mí misma—. No es nada del otro mundo —digo tajante, no espero que me responda cuando me largo como un rayo, no me gustaba por alguna razón ver la preocupación inminente en su mirada y últimamente, habían cosas de él que empezaron a importarme de a poco, a ser demasiado. Y eso sin duda, sería un problema para mí.

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