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24

—¡Pues a mí tampoco me hace gracia estar contigo! —estalla por fin, mostrándome su enojo—. ¡Lo único que haces es echarme la culpa y no ayudas a buscar una solución!

—¿Conmigo? —inquiero ofendida, la indignación se apodera de cada poro de mi piel—. ¡Tú fuiste el de la idea, imbécil! ¡Y Bruce también!

Hacer un estúpido campamento al aire libre para pasar el rato entre amigos fue la idea de ambos.

—¡Y tú la de pasar por esta vía cerca de un barrio de mala muerte!

—No comiencen, por favor —súplica Bruce al percatarse de nuestra tensión entre gritos—. Ya estamos grandes chicos y somos adultos civilizados, madur...

—¡Adefesio mal formado!

—¡Loca psicótica!

—¡Engendro accidental!

—¡Dios, ya paren esto! —exclama y se interpone entre ambos—. Parecen niñatos de doce o trece años, creí que habían superado esa etapa de las peleas ridículas, se supone que son adultos —recalca Jake, masajeando sus sienes adolorido—. Quedamos accidentados y ya, lo resolveremos.

—Exacto, no hay motivos para pelear tanto —apoya Drake, a su lado están las chicas que les dan la razón a ellos.

Mientras ellos sacan la llanta en mal estado y buscan encontrar el otro problema en el auto, nos quedamos al tanto de sacar las herramientas, la acalorada discusión aun no se esfuma en el ambiente y es que el descontento es mutuo.

—Bruja —me dice en cuánto todo se queda en silencio y la mayoría pone una cara de muerte al ser conscientes que no pueden hacer nada al respecto, íbamos a estar discutiendo hasta que se nos pasara la molestia.

—Mal nacido.

—Arpía del demonio.

Enarco una ceja, la irritación a flor de piel no me permite medir mis palabras ni ser precavidas de ellas.

—Menudo imbécil de mierda, no te soporto, ¿Por qué no vas por ayuda y te desapareces? Nos harías un enorme favor —propongo—. Un favor al mundo.

No se inmuta.

—En definitiva, esta eres tú, tan libre, indomable y explosiva que consigues sacar de quicio a cualquiera —expone para mi sorpresa—. Eres insufrible.

Ruedo los ojos, este me ve como si quisiera fundirme.

—Y aun así continúas aquí —corto su monólogo—. ¿Si soy tan insufrible por qué sigues aquí conmigo? Mejor vete a ayudar a los chicos.

—Porque quiero y puedo —contesta socarrón—. No puedes deshacerte de mí.

—Lo sé —admito—. Si pudiera ya te hubiera sacado de mi vista desde hace años —confieso en un suspiro bochornoso.

Él puso mala cara.

—No podrías.

—¿Me subestimas?

—Me necesitas —afirma y me carcajeo, casi llamando la atención del resto, que se mantienen al límite de nuestra discusión—. Soy quién le da sentido a tu vida tan gris, deshacerte de mí es quitar a alguien que necesitas para ti, y nunca se sabe el papel que van a ocupar ciertas personas en nuestras vidas —acota, astuto.

Es capaz de congelarme en mi sitio.

—En realidad, lo que dices no tiene ni el menor sentido —dije irónica, un atisbo de nervios en mi estómago que cosquillea hasta la punta de mis dedos.

Sus ojos resplandecen como si me sonrieran sin nada de dudas o mentiras.

—Todo lo pierde cuando se trata de ti.

Me quedo sin aliento, casi... casi flaqueo, pero me pude recomponer y arqueo las cejas bastante sugerente.

—No te necesito —suelto sin más, una incertidumbre e inseguridad me invade.

Al parecer, no me siento tan segura de esto. Y puedo dar fe que es peor.

Justin da unas zancadas hasta quedar enfrente de mí, sus manos toman mis hombros con suavidad y no puedo negar que me siento en alerta con su cercanía, su aroma sutil a perfume me embargo las fosas nasales y me estremeció, sin apartar la mirada del otro me refuta mis palabras con una seguridad enorme.

—Nadie es capaz de determinar el valor cuantitativo de una persona en nuestras vidas —protesta, siento aún más la sensación de cosquillas y algo más que no sé identificar—. ¿El de muchas personas para mí? Insuperable, alto, ¿Y el tuyo para mí? Incalculable, es invaluable —susurra suave, haciendo eco en mi consciencia como palabras que jamás esperé escuchar. Me abstengo a procesar lo me dijo, no voy a sopesar nada. No voy a suponer.

—Todos... tienen un precio, nadie es indispensable.

«Nadie lo es». Me repito con un sabor amargo en la boca, este se mofa de mi declaración y me repito centenares de veces que tengo razón porque no hay forma y si la hubiera, ¿Cómo debo tomarme esto?

Sus ojos me recorren sin esconder su interés, es descarado y posee una confianza desbordante que te hace poner los ojos en blanco. Sin embargo, es lo suficientemente inteligente como para llevar la contraria y saber que decir.

—Hay personas que no tienen un precio y no son reemplazables, son de esas que ni con las riquezas del mundo podrías equivaler su valor, por lo que ellos son extraordinarios —dijo lacónico.

No...

—¿Cómo puedes estar seguro de eso? —dije, en vacilación.

—El amor no se puede equiparar —contesta con una actitud solapada, astuta. Suelta un mechón de mi pelo entre sus dedos y se cruza de brazos para sonreírme con plenitud—. Deberías tener mis palabras en cuenta, Arcoíris.

—El amor se acaba —mi tono hosco lo hizo reírse, me vio con tanta intensidad que me sentí diminuta.

—Nunca si es con la persona correcta —me contradice y hago una mueca, me doy media vuelta para adentrarme en el auto.

Este se queda atrás, buscando ayudar a los chicos con el problema.

—¿Qué significó todo eso ahí afuera, Iris? —Danna fue la primera en preguntarme.

Veo por el retrovisor a las chicas, todas están curiosas, excepto por Melissa que estaba mirando a través de la ventanilla con una expresión decaída, la cual no conseguía comprender.

—Ya estamos en buenos términos.

No pareció serle suficiente respuesta porque de pronto empezaron a opinar al respecto.

—¿Te refieres en buenos términos a follarse con la mirada?

—Hasta aquí se sintió esa tensión —se ríe Abigail, abanicando con su mano como si sintiera calor—. ¿Cómo es que aún no han tenido algo? —se atrevió a agregar y casi me atraganto, es la primera vez que ellas comentan abiertamente sobre ello.

—O tal vez eso nos quieren hacer creer —expone la castaña, yo muerdo mi mejilla internamente, sintiéndome temerosa.

¿En serio están hablando de nosotros?

—Cada que me peleaba con Gregory había ese tipo de tensión —dijo subiendo y bajando sus cejas, ellas ríen entre dientes entendiendo la referencia—. Después de eso, todo era amor y besos —agrega Abigail.

—No hay nada entre nosotros —reconozco con un vacío en el estómago. ¿Por qué?—. No hagan suposiciones erróneas.

—¿Y entonces como explicas eso? Literalmente te ve como si quisiera tenerte... bueno, no hace falta que te explique, ¿no? —me dice inquisitiva y me quiero desaparecer.

He sido muy perspicaz en como me mira en ciertas ocasiones, solo que no profundice ni le tome importancia.

Siento mis manos sudar de la vergüenza, porque realmente jamás pensé detenidamente tener esta clase de conversación.

—Hazle caso, habla por experiencia —se burla.

—¡Danna! —exclama su nombre avergonzada, Emma trata de zafarse de Danna en vano, ambas se ríen.

—Si Iris dice que no hay nada entre ellos es porque...

—Por favor, Melissa, no somos ciegas —interviene Emma sin dejar terminar a Melissa, quién pronuncia apenas palabras de esto—. Sólo hay que verlo, con solo ver un poco y basta para leer el ambiente —acota.

—La desnuda con la mirada —revela Abigail, ensanchando una sonrisa pícara—. Es... intenso.

—Justin es un buen partido —suelta Emma, me quedé enmudecida por su afirmación—. Yo tú aprovecho el momento —dijo risueña.

Mi mirada se dirige hacia delante donde él está ayudando a los chicos, no se veía mucho por el capo abierto, pero... podía distinguirlo pese a que no se ve demasiado. Entonces, sin querer dejar en vista mi acción me volví hacia las chicas, quiénes están motivadas con el tema.

—Hay que admitir que sí, la pubertad hizo maravillas con él —apunta Abigail divertida, su mirada se dirige a mí con tintes de picardía—. Además, no es alguien del cuál te vayas a aburrir con facilidad, el sexo debe ser increíble.

Me remuevo en el asiento, sin tener idea como gestionar el porqué me molesta que hable así; como la incomodidad siendo presente en mí provocando que no quiera mirarle, hasta que decido finalizar diciendo al respecto mi opinión.

—No estoy enamorada —aclaro y bufo, en disconformidad.

Noto que no están convencidas ni un poco.

—¿Y quién dijo que tienes que estar enamorada?

Me sobresalto. Ni siquiera había pensado en algo como eso porque no creía que volviera a repetirse un suceso como esa vez en el aula de clases.

—Danna, esto suena a que va ser un pésimo consejo —manifiesta Emma, dubitativa, al percatarse de que me vi afectada—. Ella parece más de entablar sentimientos primero.

—Esa eres tú —refuta—. ¿Y si ella solo le atrae físicamente? —cuestiona, causando que yo también haga lo mismo—. Pues que aproveche y ya está, solo va ser un acostón y se quitan esa tensión que se traen.

—Entonces, solo sería sexo nada más —concluye Abigail por ella, comprendiendo su punto.

—Exacto, no todo tiene que ser amor, si ella no quiere pero le atrae no pierde nada intentando eso —insiste.

—¿Y si se enamora? —le pregunta Emma.

—No pasará nada siempre y cuándo sea madura y consciente de ello, no se va confundir si lo tiene claro desde el principio —argumenta abriendo paso a un tema que no había reflexionado.

—¿Por qué suponer cuándo tenemos a la persona aquí en cuestión?

«Carajo».

Ellas me ven expectantes y siento la presión de contestar, aunque dudaba que tuviera una claridad referente a un panorama sobre nosotros. Por ahora solo veo improbabilidad, incertidumbre e inseguridad.

—No lo sé.

Las veo quejarse a todas al mismo tiempo.

No pudimos seguir la conversación porque los chicos abren las puertas del auto entrando.

—Solo era un cable —nos informa Jake, por fin encendiendo el auto para conducir.

Cuando llegamos al lugar donde íbamos a acampar, empezamos a bajar nuestras cosas, yo inspecciono el lugar con rigurosidad. No obstante, varios comienzan a ponerse a realizar tareas con destreza, cuando me ofrezco a ayudar me dicen que no hace falta.

—Necesitamos ramas —le escucho decir a Bruce.

—Yo puedo ir a buscar —se ofrece, Justin—. Me llevaré mi mochila.

—No puedes ir tú solo —repara Drake, y la mirada va en cada uno hasta que se detiene en mí.

Por Dios no, ¿Por qué tengo que ser yo?

—¿Puedes ir tú? —propone el rubio con una amplia sonrisa.

—¿Y por qué yo? —busco defenderme y suelto mi mochila en una de las rocas, sin ánimos—. Somos varios aquí.

—Eres la única con las manos libres, aparte de Justin.

—No es justo.

—La vida no es justa, linda —se burla Bruce y me da unas palmadas en mi espalda—. Será por aquí cerca, solo no vayan más lejos de esa cabaña abandonada.

Le doy una mirada de muerte y no protesto más, siguiendo al imbécil que está riéndose también.

(...)

—Aléjate —demando al captar sus intenciones, este sonríe como psicópata y le vale mi advertencia—. Justin, por favor, no seas un imbécil, ¡Ey! —exclamo haciéndome a un lado con rapidez, esquivando su acercamiento.

Este se ríe y mi corazón palpita con fuerza. Joder, no puedo entender como hago para estar en esta clase de aprietos.

Me abracé a mí misma con frío, la lluvia se encargó de mojarnos, pero más a él que a mí, ya que se encargó de buscar algunas ramas y rocas para la fogata, yo solo tenía que acompañarlo y por lo cual tuve más oportunidad de resguardarme en aquella casa de madera que apenas y resistía a la lluvia.

—Abrazo —repite con una sonrisa maliciosa, tras la humedad por la lluvia y el barro, resalta su camisa pegada a su torso mojado y no puedo evitar que mi vista pare allí sin querer. Es demasiado tentador.

—¡No, aléjate! —Trato de protegerme en algún rincón, indefensa, pero este es mucho pero mucho más veloz. ¿De dónde sacó estos reflejos este chico?

Me defiendo en vano porque es más fuerte que yo y su agarre se afianza en mi cintura como cadenas, trato de apartarlo pero es imposible y ya estoy cubierta de barro y humedad, la lluvia a nuestro alrededor se intensifica y habían varios goteros en el techo.

Ya no servía de nada quedarnos aquí.

Su rostro está apoyado encima de mi cabeza, no lo veía, pero de seguro el condenado tenía una sonrisa.

—Deberíamos movernos de aquí, este lugar ya no nos protege —dijo y tiene razón.

—Creo que deberíamos buscar otro techo para cubrirnos —recomiendo, este asiente y me suelta, bufo al notar toda mi suciedad, otra vez.

Este sostiene mi mano y toma la mochila con ramas, pero cuando damos unos cuantos pasos perdemos el equilibrio por lo resbaladizo del suelo y caemos ambos, su cuerpo cae hacia adelante arrastrándome a mí también quién apenas podía estar de pie, no obstante sus brazos se apoyan en el suelo con un reflejo increíble, así que no me aplastó y quedo pasmada.

Tiene muy buenos reflejos.

—Odio la lluvia —comento a milímetros de su rostro templado.

Gotitas de agua de su cabellera caen en mi rostro, la lluvia, el barro, el retumbar por los relámpagos parecía insignificante cuando se encuentra frente a mí en este espacio tan escaso.

Y sonríe, lo hace tan cargado de lo que podría ser ironía y la gracia que le causan mis palabras que me contrae mi estómago y la parte baja de mi cuerpo; maldigo para mis adentros por reaccionar así.

—Yo la amo —suelta en mi cara, su aliento calentando mi nariz respingada—. Después de ella nace el arcoíris.

«¿Cómo puedes amar algo tan simple y efímero?» pensé, una pregunta que no salió de mis labios. Por mi parte, yo odio aquel fenómeno colorido que sale al final de una tediosa tormenta.

Mis dedos se deslizan en su nuca, ni una tormenta tan fría como es esta puede conseguir apagar la sensación humeante que cosquilleó desde la punta de mis dedos hasta cada extremo de mi cuerpo; mitigando mis dudas e inseguridades, el deseo es mayor a todo eso. Algo que mantenía bajo control siempre, se desató haciéndome reconsiderar que yo necesitaba aquello para volver a respirar de nuevo con normalidad o más bien, volver a recuperar el aliento que perdí.

En sus ojos se reflejó un permiso tácito, yo asentí y me acerqué a sus labios carnosos con una intensión clara, pero que no me atrevía a ejecutar, tal vez por miedo al rechazo. Fue entonces, que sus labios chocaron con los míos y se movieron con total entereza entre el frío y el calor que empezó a emanar nuestros cuerpos en necesidad; el frío, el barro, el agua y el hecho de que nos encontrábamos en el suelo empapado no fue un impedimento.

Nuestros labios se movieron a la par del otro, ajustándose a la perfección, sostuvo la parte trasera de mi cabeza para profundizar el beso, saboreando el último con afán, mis labios fundiéndose con los suyos.

Fui la primera en romper el beso, mi respiración entrecortada se fundía con las gotas de lluvia y el clima tan frío que corta mis pulmones, mi aliento chocaba sobre sus labios entreabiertos como los míos, había un silencio esencial que nos envuelve en nuestro momento tan efímero lleno de ansía.

Sus claros verdosos me consumían con tanta intensidad que me logra comprimir el estómago y me arrebata el habla, el brillo prolifera asentando una calidez irrecuperable en mi pecho que me obliga a cometer otra locura en medio de un torrente gélido que abraza mi cuerpo por el clima, aunque eso no me importó. Claro que no.

Lo atraje hacia mí en completo derroche de raciocinio, el deseo desbordó con un hambre voraz que me sometió a entregarle mis labios con hambre hasta perderme en el proceso, este mordió mi labio inferior haciendo que suelte un jadeo ahogado de dolor, su lengua exploró mi cavidad con una ímpetu inigualable y sus dedos se perdieron entre mi cabello mojado.

Cuando todo terminó, evadirse fue la mejor reacción de ambos o la mía, en realidad.

Me levanté del suelo sin reparar en su presencia y él no musito ni una palabra referente a ello, mi distanciamiento no duró demasiado, porque se acercó a mí y actuó diferente a mis expectativas sobre lo que haría.

—Supongo que regresaremos hoy a nuestros hogares por la lluvia —dijo caminando tranquilo.

Lo ojeo extrañada y para mi sorpresa está sereno, por lo que hago como si nada también.

—Tal vez —dije no dándole mucha importancia—. Aunque Bruce se veía muy emocionado con la idea de acampar, no sé si vaya a retroceder con la idea —añado.

Cuando llegamos los chicos están riéndose a carcajadas por algo que dijo Jake, pero su atención ahora se centra en nosotros y nos ven con interés.

—¿Consiguieron ramas suficientes?

—Con la lluvia de hace un rato creo que ya no sirve de nada —explaya Drake y Justin quién está a mi lado deja en vista su mochila llena de estas.

—Las conseguí, pero a qué costo.

Jake tiene los ojos entrecerrados al vernos y yo me siento juzgada de alguna forma. Él es muy intuitivo.

—¿Costo? Más bien deberías darme al menos veinte dólares a mí, yo fui el de la idea —rechista Bruce socarrón, Jake finge toser y el resto hacen sonrisas pícaras que no me pasaron desapercibidos.

No me digas...

—¿Qué tal si jugamos para pasar el rato?

—Me parece bien.

—No —dijimos varios al unísono, Justin enarca una ceja viéndome, ante mi clara y rotunda negativa.

—¿Algo sumamente vergonzoso de lo cuál no compartir? —inquirió el rubio, con una sonrisa pícara—. Sería bueno jugar "Yo nunca nunca".

—Yo nunca nunca me besé con un ex —comienza Danna, para nuestra desgracia.

Le había dado libertad a Bruce de jugar ese condenado juego.

Algunos decimos que no, otros que sí, y en lo último me incluí yo, para que negarlo.

—Que puritana —elude.

—Cállate Bruce, no eres el indicado para juzgar a nadie.

El susodicho se lleva una mano al pecho fingiendo estar ofendido pero, en realidad, se ve halagado.

—Bien dicho.

Así siguen varias rondas y todo va subiendo de nivel.

—Yo nunca nunca hago cosas que confunda a la otra persona —establece el imbécil, cuando es su turno.

«No me jodas».

—Yo nunca nunca he sido promiscua y después pretendo que alguien me crea cuando voy en serio y de paso, lo he tomado como un juego por mucho tiempo —hago énfasis en mis últimos palabras, la mayoría nos observa con incomodidad y curiosidad.

Bruce tose llamando nuestra atención, pidiendo con la mirada que no sigamos.

—Por lo menos, yo nunca nunca me miento a mí mismo y me he hecho el ciego —discrepa.

El silencio es notorio, hasta que Abigail interrumpe.

—Yo nunca nunca he insinuado que me gusta alguien para después mostrarme indiferente y decir que solo estaba "confundida" —hace guiños con sus dedos, y veo como la cara de Jake se contrae en una mueca y la ve con descontento.

—Yo nunca nunca le doy alas a un chico y después me voy con otro.

Se escucha un profundo chillido de sorpresa de varios y las chicas se susurran entre ellas.

—¡Yo nunca nunca he asumido algo sin preguntar y supuesto cosas! —grita levantándose.

—A ver, chicos, sus líos amorosos déjenlo para otro...

—¡Tú fuiste quién insistió con el juego! —exclamo enojada contra Bruce, ahora los cuatro estamos discutiendo y para mi sorpresa, no éramos los únicos con problemas.

Drake y Emma están también teniendo una conversación alejados.

—Qué iba a saber yo que varios de aquí se estaban comiendo, ¡Por Dios! —acusa.

—¡Que no! —exclama Abigail y yo.

—Te lo dije —recrimino, viéndolo molesta, este me da un repaso sagaz y se cruza de brazos—. No empieces algo que no te va gustar.

—Por favor, por lo menos yo soy honesto y no me miento solo por miedo.

¿Miedo? Por favor...

—Te mostraste tranquilo antes, ¿Ahora por qué te ves molesto? ¿Por qué? —interrogo exasperada, y este bufa.

—¿En serio? ¿De verdad me estás preguntando algo como esto? —espeta, furibundo—. Créeme que todos estos años no puede ser que no haya sido tan obvio —comenta, irónico.

«¿Años?».

—Dímelo —exijo, su mirada verdosa se funde con la mía y detallo como flaquea unos segundos, hasta que se compone con una firmeza que me pareció increíble.

—No.

—¿Por qué? —suelto, mi voz es suave y casi guindando de un hilo.

Mis manos sudan y mi corazón vuelve aumentar sus latidos de manera frenética y ni sabía el porqué, es como si esperara... una respuesta que quizá moría por escuchar, pero al mismo tiempo me aterra.

—Porque tengo la sensación de que no te va a gustar y yo no quiero...

—¡Basta! —exclama Emma, llamando nuestra atención, se levanta de su asiento y se va, para su mala suerte Drake la sigue con la misma o peor expresión que ella.

—Genial, Bruce, la cagaste a lo grande —acusa Melissa.

—¡Yo no quería que esto pasara! —se defiende revolviendo su cabello—. Dejen sus líos para después, ¿No pueden hacer como si nada pasó al menos por hoy?

—Difícil —recalca Jake y Abigail a la vez, los dos se ven con recelo.

¿Qué tanto había pasado entre ellos? Debería preguntarle más tarde, igual dudo que este chisme se escape de las chicas.

—Este juego trae peleas siempre —dijo Danna.

Decido alejarme, Justin me sigue con la mirada sin moverse de su sitio.

(...)

—Estúpida carpa.

Intento mucho para mantenerla en su sitio, pero es imposible y trato de enterrar la estaca que mantiene en su sitio la carpa, cuando quiero darme por vencida, alguien detrás de mí sostiene mis manos para indicarme que debo hacer, casi sobresalto por su presencia.

—Lo estás haciendo mal —me indica, su torso se pega a mi espalda enviando calor corporal y sus manos toman las mías para guiarme—. Esto se amarra y después se entierra, para que...

—Lo sé —contesto en un balbuceo, intimidada.

Sintiendo su tacto mi cuerpo se tensa, pero de alguna forma su leve y disimulada caricia en mis dedos me relaja.

—¿Y si sabes por qué no lo has hecho bien hasta ahora?

Me siento enrojecer de la vergüenza.

—Porque es difícil...

—No si lo haces de esta manera, debes aprender a cuando pedir ayuda, no está mal en ciertas ocasiones —me aconseja y se coloca a mi lado, dejando de estar detrás de mí y suelto el aliento retenido, pero no por mucho.

Sus manos vuelven a sostener las mías, me ve inquisitivo con un brillo centelleante, me sentí extraña porque por lo general, él no es alguien paciente con nadie. Odia explicar y prefiere hacerlo él mismo.

—Ya puedo hacerlo —determino para no fastidiar, mi mirada cruza la suya y me siento acorralada por él, quién me mira atento y su rostro está a centímetros del mío.

—¿De verdad? Porque yo quiero igual hacerlo contigo, ayudarte.

Me quedo en silencio y dejo que lo haga conmigo, este no parece importarle que esté a mi lado, muy cerca otra vez.

—Jamás pensé que me ayudarías —confieso con sinceridad.

—¿Debería sentirme mal? —pregunta.

—No —niego al instante, confundida.

Solo que él no es alguien que le guste explicar demasiado, menos este tipo de cosas. La última vez me ayudó con unos ejercicios de ciencias, pero solo eso, de ahí sé que él odia tener que repetir las cosas porque no es paciente.

—Entonces, ¿Por qué me va molestar ayudarte? —ahonda perspicaz.

—¿No estas enojado conmigo? —reitero de la nada, este me observa acariciando su barbilla pensativo y sonríe ladino.

Este se ríe en mi cara y yo me siento ofendida, la osadía de este chico es una locura.

—Si me enojo por cada cosa que dices, te aseguro que me quedaría calvo —rebate.

—Un calvo sexy, pero te verías raro, lo admito —bromeo, nerviosa.

Nos quedamos sin palabras un rato, nuestro momento de cercanía me parece eterno y me pone los nervios de punta, cuando me mira con tanta ansía que me arrebata los sentidos.

De repente, el rompe aquel silencio inusual.

—Iris, escúchame bien, sea lo que sea que haya pasado antes trata de recordar que nos conocemos desde que somos niños, si quisiera hacerte daño ya lo habría hecho y no quiero...

—Ya lo hiciste —lo corto, sin esperar que termine.

Perdonarlo ya lo hice, pero dejar que intente cruzar mis límites es complicado, y no sé que estaba pensando esa vez.

—Ya no sé como pedirte perdón por lo de esa noche, ¿Piensas que me gustó decirte eso? —puntualiza con una expresión decaída, arrepentida totalmente—. Si hubiera sabido que mentir me jugaría en mí contra... maldita sea.

—Me dijiste que era un reto, eso me confirmó que eres un idiota y nada de lo que digas va a servir, es difícil que cambie —argumento, tragando grueso.

—Tú me dijiste que te olvidara.

—¿Y qué más podía decirte? Tenía casi quince y no éramos nada, solo fue un momento de vulnerabilidad —hago hincapié y este se mofa con el entrecejo fruncido.

—¿Lo ves? Es por eso que actúe así —apunta férreo.

—¿Solo por decirte que lo olvidemos después? —pregunto refiriéndome a mis palabras de esa noche.

—Joder, ¿Crees que iba a olvidarte después de eso? Estas loca, maldición, incluso si quisiera no podría olvidarte y no sabes lo horrible que es eso, tal vez no lo sabrás, y eso me mata por dentro, que no sea de la misma forma —No se da cuenta que lo que acaba de decir, porque después abre los ojos como platos, pero no da marcha atrás y me ve determinado—. ¿Tú podrías?

Los latidos de mi corazón retumban en mis oídos, siento que el oxígeno no llega a mis pulmones como regularmente lo hace.

—¿Por qué tú a... alguien como yo?

—No voy a responder —sentencia y se levanta, terminando de arreglar lo último de la carpa, mi estupefacción no me permite seguirlo y pedirle a que me explique más.

—Esto es una puta locura... —susurro a sabiendas de que estoy sola—. ¿Tal vez él tenía razón? ¿Y él está loco por mí? —me pregunto a mí misma.

Tanto que aquello suena irreal.

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