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22

«Martha Gawain y Guillermo Gawain». Memorizo sus nombres, aunque con fastidio. Mi madre sostuvo mi hombro hundiendo sus uñas para que la obedezca, todos tenían sonrisas escuetas e hilarantes, imposible no sonreír de forma automática y tender mi mano como gran parte de toda mi vida lo he hecho.

—Martha, es un placer verte esta noche —saluda mi madre—. Y a usted también, Sr. Gawain.

Es un suplicio. Siento un cosquilleo en mis dedos y desesperación, la noche parece interminable y extenuante, saludando y conociendo a un montón de personas de las cuáles no estaba interesada en relacionarme pero no me quedó de otra.

—Ellos son importantes, no me avergüences por nada del mundo, ¿me escuchaste? —susurra mordaz a lo que yo asiento—. Ya vienen para acá.

—¿Ellos son...?

Las palabras mueren en mi garganta cuando distingo un claro verdoso que se ilumina enseguida y camino con un porte seguro, traspasando por sobre cualquiera que se interponga. Al lado esta una pareja con un parecido innegable a él.

No. Esto no puede ser.

«¿Qué hace él aquí esta noche?».

—Un gusto, mi nombre es Dylan Moore —se presenta, un hombre atractivo con rasgos muy fuertes y marcados, ojos como el fondo verdoso de un río y cabello de un castaño oscuro; sus labios se posan en el dorso de su mano levemente y mi madre se ríe con animosidad encantadora. Después de ello presenta a un mujer de lacio pelo negro por los hombros, sus ojos grisáceos me cautivan de inmediato—. Ella es mi esposa y mi único hijo.

Cuando sonríe sus dientes perlados se dejan a la vista achicando sus ojos grisáceos que dan la impresión de un felino, una mirada seductora, cautivante; veo que mi madre flaquea por un segundo su sonrisa facial ante aquella mujer, cuando estrechan sus manos Helena se muestra cordial, pero sé que en el fondo se siente algo reacia.

No le agrada esta maravillosa mujer, pero no me extraña el porqué, no es muy común ver mujeres tan hermosas, con un aura tan especial, transparentes, que estén en este círculo y que no tengan que ocultarse tras una imagen superficial.

—Un placer conocerlos, mi nombre es Helen Moore —su voz es dulce, serena, y... recuerdos vagos inundan mi mente, yo conocí a esta mujer en el pasado—. ¿Iris? —musita y su mirada se posa en mí, un brillo pululando en sus irises que me contempla dando un repaso por mi persona, consecutivo a ello me sonríe y consigue que yo lo haga también, pero esta vez siendo genuino.

—Ella es mi hija —responde al instante mi madre, dándome un leve empujón hacia ellos, mi incomodidad no la dejo ver por su acción—. ¿Ya la conocen?

—¡Por supuesto! La última vez que la vi estaba de este tamaño —señala y todos ríen por ello. Helena me observa de reojo—. Mírate, como has crecido, ya eres toda una mujer —Sus manos sostienen las mías y le brindan un suave apretón amistoso, esa misma sonrisa genuina adorna su cara ovalada como la luna.

—¿Estudian juntos? —me pregunta, mi madre desaparece su sonrisa por un milisegundo, mientras que ella se recompone yo me esfuerzo por ignorar como ella está indagando en ello como si le importara—. ¿Desde cuándo?

—Bueno, si no recuerdo mal la vi en varios eventos en el jardín de infantes, primaria, secundaria y... ahora —aclara su padre, sonriente; el imbécil tiene la misma sonrisa de su padre, una confiada y desbordante de seguridad—. No te hubiera reconocido si mi esposa no lo hubiera mencionado. Has crecido bastante.

—No lo sabía —dijo mi madre, desentendida.

Y mi padre se mantiene al margen en la conversación, ya que desconocía sobre esto, claro.

—No creí verte esta noche —habla de una vez, Justin, su mirada oscila entre en algún lugar de mi cuerpo y mis ojos que en cuánto los enfoca los abandona, un brillo de contemplación y adoración se intensifica como se camufla en una vaga interpretación de.... algo—. Te ves hermosa.

Mi padre después se involucra en la conversación, hasta que finalmente se van, cuando solo quedamos Helena y yo esta aprovecha para hablarme.

—Espero que esta sea la última vez.

—¿De qué hablas?

—Que no me dices que tienes amistades tan valiosas y que valgan la pena como esta —se vuelve contra mí. Sus uñas se vuelven a enterrar en mi hombro, hago una mueca inconsciente—. Necesitamos a personas como ellas y tienen una buena impresión de ti, a diferencia de otros, eso es bueno —comenta, mirándome sin una pizca de emoción, solo ambición—. Ya que no te agrada Chester puedes intentar con ese muchacho, no se ve nada mal para ti.

—Que no quiera a Chester no significa que me vayas a arrojar al primero que veas que puedas utilizar como un idiota —reclamo entre dientes—. Odio que hagas estas cosas.

—No seas mezquina —regaña—. ¿Qué tiene de malo encontrarte a alguien de tu nivel? Además, es beneficioso para la campaña y para ti, no puedes solo salir con un Don nadie que no figure en nada —espeta—. Te guste o no, debes de preocuparte en buscar un prometido más adelante que sea de este mundo.

—Tiene novia —me excuso, para huir del tema.

—¿Hablas de esa cría de gallina? Por Dios, no sé como a esa muchacha se le ocurrió venir aquí con un vestido tan horroroso, debería tener un poco de vergüenza y pena por ella misma —Helena no para de criticarla y ruedo los ojos en respuesta, porque así es ella, si no se comía a la gente viva con críticas es raro. En su criterio dice que da igual, ya que también lo hacían con ella y que por eso todos debíamos tener una buena imagen—. Ella no pertenece a este círculo ni su familia entera, no son capaces de dejar en alto su apellido, pero, aun así tuvieron las agallas de postularse como competencia para tu padre —relata con displicencia, mi mirada observa a la rubia con un vestido amarillo ostentoso sin mucho interés a lo lejos—. La chiquilla se nota que no tiene en absoluto sentido de la moda. ¿Sus padres por qué no le contratan un estilista de moda? Así ya no hará el completo ridículo en eventos futuros.

—¿Puedes dejar de hablar de ello?

—Estoy segura que no durarán mucho —murmura para sí misma dándole un sorbo a su copa de champagne. Sus ojos oscuros analizan el panorama—. Son unos mocosos después de todo.

—Eso no lo sabemos —refuto, ella sonríe petulante en mi dirección y mi entrecejo se hunde.

—Quítaselo.

No contesto. Ella empieza a moverse y me suelta, por fin, esta me ve altiva y me señala con la mirada a la pareja tan inconsistente que es objeto de su interés. Justin no está contento con la cercanía de ella, se puede entrever.

—Eres mejor que ella, no debes sentirte amenazada por ese pollito —incita maliciosa y yo me cruzo de brazos enojada—. ¿Acaso no es de tu agrado su apariencia? Salir con un chico tan guapo, bien portado y adinerado sería el sueño de cualquier chica a tu edad y no es necesario que vayan a casarse, pueden estar un tiempo juntos si así lo quieren, y nos ayudaría también.

—No intentes manipularme.

—Solo te estoy guiando por el camino correcto como tu madre —se escuda detrás de eso, lástima que no soy estúpida—. Es un buen prospecto y su familia, por sobretodo, es beneficiosa de nuestro lado. Solo piénsalo —punza y se va, una joven pareja son lo primero que acapara su atención y comienzan a charlar, yo por otro lado me quedé sola.

—A pesar de que viniste como mi compañera, eres una completa inútil —lo escucho decir detrás de mí.

Nadie nos había visto juntos hasta ahora, pese a que es mi acompañante de esta noche evitamos coincidir y estar juntos, por lo que es improbable que nos relacionen. Además, él prefirió tomarse su tiempo con una castaña que apenas y había visto en el pasado frecuentar estas reuniones con su familia.

—Y tú un soquete narcisista —Me giro sobre mis propios talones para encararlo—. ¿Acaso la castaña no quiso chuparte la polla y por eso te estás comportando como un cretino? —lanzo mordaz, Chester sonríe ocultando su enojo por mis palabras, sus ojos flamean odio.

—¿Molesta por ser ignorada? —expresa sarcástico—. Quizá si sirvieras para algo, podrías terminar el trabajo en su lugar, aunque admito que no te necesito para ello, hay un montón de mujeres y más modestas que tú para la tarea —añade como si eso me afectara—. Tú jamás darías la talla para mí y sólo estás conmigo por pura suerte, ya que nuestros padres son socios.

—No puedes engrandecer tu presencia, Chester, ni había notado tu ausencia y menos la requería —zanjo inexpresiva—. Y bien por ti, porque a mí me importa una mierda todo lo que tenga que ver contigo, si quieres búscate a alguien con quién pasarte el rato y desaparece de mi vista —agrego por último y lo fulmino con la mirada, este sonríe como si estuviera mal de la cabeza.

Cuando iba a decirme algo, él lo impide.

—¿Algún problema? —interrumpe de golpe.

—Nada, solo estoy hablando con mi acompañante —explica formando una sonrisa que no le llega a los ojos.

Chester trata de interponerse con sutileza a que este se acerque a mí, pero no lo logra, su insistencia y con una sola mirada consigue hacerlo retroceder, intimidado.

—¿Él te está molestando? —me pregunta pasando de la explicación de Aiden Chester, lo que hace que rompa su máscara apacible—. Sólo quiero cerciorarme, Iris.

—Sí... yo...

—Dije que es mi acompañante —apunta estoico, sin tacto—. ¿Tienes algún problema auditivo o algo? —expone en descontento.

Me siento incómoda. La tensión del ambiente recae en nosotros tres como un punto cercano de ebullición. Los dos se ven como si quisieran enterrarse seis metros bajo tierra.

—Te escuché perfectamente, pero le estoy preguntando a ella. ¿Tienes algún problema que te permita comprender eso? —le devuelve irascible—. Por lo que veo es muy simple de hacerlo —echa en cara—. Dime, ¿Este es tu compañero? ¿De verdad lo es?

«Joder, sí que lo es. Solo que mis padres lo decidieron por mí y no yo».

—Ella no lo va negar porque sabe que es cierto —se burla desdeñoso—. Es de mal gusto que se involucren en conversaciones ajenas.

—Sí —afirmo, avergonzada. Justin enarca una ceja poco convencido—. No voy a continuar con esto, me voy al baño —me invento una excusa para huir y estar lejos de todo esto, de ellos, de la gente y de la galante reunión a la que fui obligada a ir.

—Por allí no queda el baño —dice detrás de mí, echo unos pasos hacia atrás por la impresión y choqué contra él, mi espalda queda pegada a su pecho y sus manos acarician mis brazos y mis hombros que están desnudos.

—¿Qué haces aquí? —espeto y lo encaro, apartándole, mi mirada no tarda en descender por su rostro hacia su vestimenta, el traje negro remarca sus facciones y cuerpo muy bien, me sentí intimidada ante tal escenario.

—Buscando la salida, ¿y tú? —miente sin pensarlo mucho, y este chasquea la lengua por lo que pregunté, mi corazón empieza a palpitar algo rápido en respuesta.

—Por aquí no queda la salida —repliqué y este enarca otra vez una ceja, pero ahora muy divertido conmigo.

Me obligo a mirarle a los ojos, aunque al mismo tiempo noto que este me repasa sin ánimos de disimular la fascinación con el que detalla ciertos lugares y me sonrojo ante la expectativa, él se ve increíble en el traje, pero, aquí está viéndome encantado.

«¿Por qué se ve tan bien en ese traje?».

—Y tú tampoco estás en dirección al baño —señala, de nuevo. En este punto ya me acorraló—. Estamos iguales, ¿me dejas acompañarte?

—¿No tienes que estar con tu... novia?

—No —niega al instante—. Y no vuelvas a mencionarla, cada vez que lo haces tu entrecejo se hunde y no sería lindo que tuvieras arrugas tan joven, aunque igual te verías bien con ellas... pero es preferible que la tengas a su tiempo —hace afán e inspiro profundo, no lo dice directamente, pero sé que no le gusta hablar sobre ella—. ¿Por qué viniste con Chester? —indaga, mi boca se vuelve una fina línea de expresión.

Este se da cuenta de ello y se acerca más, mi vista vuelve a perderse a través del saco negro, donde una camisa blanca está tensada por los músculos bajo la tela. Su risa baja, ronca, es lo que me trae devuelta en sí, al conectar con su mirada estos tienen un brillo de picardía y malicia, la vergüenza me inunda como una niña siendo atrapada en medio de una travesura.

—Ve tanto como quieras, no me molesta en absoluto —dijo un tanto halagado.

—Quiero irme de aquí —reconozco, cambiando de tema—. Mis padres no me dejarían ir, así que debo resistir hasta que termine esto.

—¿Ellos te obligaron?

—Digamos que... es parte de mi obligación estar acá —confieso, a medias.

Él no se ve muy convencido, pero me sigue cuando camino con destino al jardín, donde casi nadie está.

—No respondiste a mi pregunta.

—Si te preguntas si tenemos algo, pues no, no es así —aclaro, aunque realmente no tenía porqué—. Mis padres lo decidieron así, no hay un motivo tan profundo.

—¿Se llevan bien? —me pregunta y pongo los ojos en blanco, diría todo menos que "bien" en realidad—. Sólo tengo curiosidad.

—Es complicado —expuse, atrayendo su atención.

No dijo más al respecto y se lo agradecí en el fondo, hablar de Chester no es de mi agrado tampoco.

—¿Sabes? Eres lo más increíble de esta noche.

—Es la primera vez que te escucho halagarme, excepto delante de mi padre, pero, no así —Mi desconcierto le pareció sorprender.

—¿De verdad? Porque yo recuerdo haberlo hecho con anterioridad otras veces —reitera.

Un cosquilleo en mi estómago se hace presente.

—¿Lo dijiste? Porque yo lo que recuerdo es que me dijiste que me parecía a Fiona de Shrek —recordé recelosa, con un ápice de indignación.

Mientras los niños me comparaban con la Sirenita, una princesa, él va y me compara con un ogro. Vaya manera de halagar a una chica.

—Fiona es pelirroja y con un carácter parecido al tuyo —se atreve a agregar—. Es un increíble personaje femenino.

—No soy pelirroja —protesto—. Mi color de cabello entra en debate siempre —Algunos recuerdos sobre eso abarrotan mi mente y suspiro—. Es color caoba o algo así, un castaño con detalles cobrizos, heredé el color de cabello de mi madre.

—¿Crees que te pareces a tu madre?

—Algo. La gente suele alabar mi enorme parecido con mi padre, pero tengo ciertos aspectos físicos de ella —explico y este asiente, ya conoció a mis padres ahí adentro, así que no es difícil ver el parecido—. Por otro lado, eres la replica de tu padre, excepto por los rasgos de tu madre.

—Eso es lo que siempre dice mi familia —confirma—. Me hubiera gustado hablar más con tus padres —suelta y me quedo pasmada por su declaración.

—Créeme, no te pierdes de nada —contesto y me arrepiento un poco, no quería que hiciera preguntas.

Cuando éramos niños yo era la única que no tenía a sus padres presentes en actos escolares... eso me marcó bastante, siempre tuve la esperanza de tenerlos allí conmigo, hasta que un día esa esperanza murió completamente.

Por lo tanto, Justin no conocía a mis padres y aunque muchas veces quiso indagar de una forma sutil, no solté mucho referente a ellos, solo que "tenían demasiado trabajo que hacer" o que "no tenían tiempo para estupideces".

«Es por eso que Helena no tenía idea de qué nos relacionaramos».

—Solo quería conocer mejor a la mujer quién gestó a la mujer más bella que he conocido —dijo, de repente, aquello me robó una risa entre dientes de la cuál él se percató y me sonrío también.

—Que halagador —bromeo, sentándome en la fuente y él repite mi acción.

—¿Suena a broma?

—No voy a negar que sí —establezco mordiendo mi labio inferior, importando poco si está pintado con labial mate.

—No hagas eso —pide, lo veo confundida.

—¿El qué? —le pregunto ladeando mi cabeza, sus pupilas se dilatan viendo una parte en concreto de mi rostro, al darme cuenta mi corazón da un vuelco y me sonrojo un poco, este levanta su vista y conecta con la mía; en ellos hay algo que aunque me esfuerce por pasar por alto sé que está ahí. Joder.

—¿Vas a hacerte la que no sabes?

—No...

—Bueno, evita hacerlo delante de mí —establece y se ríe, suelto mi labio inferior y veo como su pecho vibra por la risa, esta cubierto por un traje bien hecho a su medida—. Es una petición, por nuestro bien.

«Nuestro...».

—¿Ustedes qué hacen aquí? —pregunta una voz detrás de nosotros.

Al girarnos vemos una señora de pelo negro, lacio y brillante, sus ojos almendrados me recuerdan a...

«Es la madre de Melissa».

—¿Iris? ¿Qué haces aquí? —me pregunta acercándose, la madre de Melissa me reconoció a pesar de la distancia, no suelo hablar mucho con ella desde hacía un buen tiempo y tampoco tenemos una relación muy cercana, pero ella me reconoce como la mejor amiga de su hija—. Melissa no pudo venir hoy como tú, es una lástima —se refirió e hizo una mueca inconsciente, yo reparé en ella pensativa.

Melissa no suele aparecer en público al igual que yo y su familia no es tan aficionado tampoco, por lo que su presencia es significativa, igual que me hace pensar que Melissa canceló la salida por lo mismo, pero, entonces, ¿por qué no está aquí?

—Estoy tomando un poco de aire fresco.

—¿Son pareja? —pregunta, haciendo que casi me atragante con mi lengua—. ¿Vinieron juntos? —interroga interesada.

No pude contestar y, sin meditarlo demasiado, él lo hizo por mí.

—Lo somos —dijo sin la menor duda.

—¿Qué? —pregunto sacada de onda, mi sorpresa fue absoluta.

—¡Se ven fantásticos juntos! —exclama rozagante.

—¿Cierto? Mi querida novia es hermosa en esta velada tan divina —comenta y me aguanto una carcajada, sus palabras me sorprenden como también me dan risa—. Es un placer que nos vea juntos esta noche, a pesar de que ya nos presentamos antes.

«¿Se conocieron ahí adentro antes?».

—Oh, me alegro verlos juntos, son tan lindos, de verdad —halaga con una sonrisa risueña, marcando sus líneas de expresión—. Tengo que irme, pero fue un placer verlos —Ambos nos despedimos de ella y cuando estuvo lo suficientemente lejos me fui contra Justin de inmediato.

—¿Por qué mentiste?

—Porque me dio la gana —No se esfuerza en darme un buen motivo, se nota lo poco que le importa mentir de esta forma teniendo ya una novia.

—No siempre puedes fingir y salirte con la tuya, ¿Qué pasará si se da cuenta que ya tienes novia? Va pensar que soy una...

—Ni se te ocurra terminar lo que estás diciendo —interrumpe tajante—. Ya no existe un Sabrina y yo, ¿me escuchaste? El mundo puede joderse pensando lo que se le da la gana, no me importa —termina por concluir.

—No puedes fingir que me amas ni que soy tu...

—¿Y desde cuándo lo hago? —vuelve a interrumpirme y da algunas zancadas hasta quedar frente a mí, su mirada verdosa me intimida, es como la de un felino a la espera de su presa.

«Ya sé de cuál de sus padres sacó tal mirada tan hipnotizante e imponente».

—No bromees con eso, por favor —pido.

—No estoy bromeando —me asegura.

—No actúes como si fuera verdad, por Dios, quizá a muchos no les importa y se olvidarán pronto, pero a mí me importa, no quiero sentirme confundida. No sigas fingiendo algo que no es, te lo pido —añado seria; no estoy con ganas de estar en un ir y venir con él, debo aclararlo.

En especial, porque no quiero después pasar más tiempo odiando su existencia y tolerarlo por amistades en común, debemos llevarnos bien.

—¿Sabes que siempre he hecho por ti? —inquiere en mi cara—. Fingir que que no eres nada, cuando lo eres todo para mí.

—No es justo —dije, en respuesta por provocar emociones ininteligibles, no quería flaquear y sucumbir a nada, la confusión es considerable y me irrita.

—¿Qué no es justo? ¿Qué las cosas no salgan como quieres? ¿Eso pasa? —me espeta y se ríe histriónico—. ¿Cuántas veces te has mentido a ti misma sobre mí?

—¿Por qué me dices todo esto justo ahora? ¿Estás jugando... conmigo? No me sorprendería, depues de todo, ya lo hiciste una vez —reconozco con total desconfianza, este se encoge en el sitio sintiéndose abrumado por mi inminente confesión sobre el pasado.

¿Qué pensaba? ¿Qué lo olvidaría y pasaría página a su conveniencia?

—Era un imbécil, no reaccione bien cuando te vi besando a Mike —se sincera, su quijada y algunos músculos se endurecen y trago grueso.

«¿Celoso? ¿Él celoso? No puede ser».

—Era un reto, como el tuyo también —contesto con el entrecejo fruncido, desviando mi atención a otro lugar.

—No lo sabía, igual no puedes hacerte la ciega solo por eso —responde picando mi paciencia.

—Deja de jugar conmigo, no voy a creerme nada.

—Otra vez, estas en negación —dijo y siento mi corazón acelerarse en mi pecho de una manera dolorosa—. Te asusta, ¿no? A mí también, no tienes ni idea cuanto lo hace —Siento mi cuerpo removerse en el interior—. La verdad aterra, Arcoíris, y más cuando vienen de algo que nos negamos a aceptar.

La tensión en nuestras miradas es palpable que casi consigue dejarme sin aliento, los nervios azotan mi estómago que esta tan estropeado de tantas emociones fuertes de estos días.

—Justin, nunca lo entenderías —espeto inspirando hondo, manteniendo mi firmeza.

—Quiero hacerlo, entenderte —dijo decisivo—. Quiero entenderte como ninguna persona lo ha hecho, pero no me das la oportunidad, nunca lo has hecho y... estoy cansado, no quiero correr indefinidamente en un mismo círculo —apunta aflorando mis nervios.

—Ya no lo hagas, no vas a conseguir que sea tu diversión del mes y arruinar la amistad con los chicos solo porque no puedes aguantarte la polla dentro de los pantalones —argumento sonando dura, tratando de ser alguien que no soy.

Necesito alejarlo porque si dejo pasar esto crecerá más hasta llegar a ser un malentendido, del cuál no estoy dispuesta hacerme cargo y menos lidiar con ello. Darle el beneficio de la duda es crear un arma que se iría contra mí en el futuro.

—No quiero ser eso para ti, quiero ser esa persona de la cual...

—No puedes ser esa persona —corto, temerosa, Justin me mira absorto y su boca se tuerce en descontento—. Lo de esa noche fue un error, el cuál olvidé y lo del baño... algo que los dos consentimos fingir que no ocurrió —acoto y este suspira intransigente.

Atisbo una clara resistencia en sus irises verdes, apreto la tela satén de mi vestido sintiendo a flor de piel como me transmite una emoción fuerte, que se rehúsa a rendirse a la expectativa.

—No me has dado el beneficio de la duda de probarte que no estoy mintiendo —Su tono de voz es duro y el como lo dice parece ser convincente, pero sé que me dijo algo similar esa noche y resultó ser parte de un reto, no puedo confiar del todo.

«Me siento insegura sobre esto».

—¿Y qué vas a probar?

—Que estoy siendo sincero —proclama, las facciones de mi rostro se desencajan y él sonríe sin vergüenza alguna—. No conseguirás desanimarme.

—No pruebes suerte si no estas asegurado de ganar —le insto para olvidar esto.

—¿Asustada Arcoíris?

—¿Yo? ¿Asustada? —inquiero sarcástica y me reí en su cara—. ¿Por qué habría que estarlo?

—Estás siendo evasiva.

—No soy evasiva solo por decirte una realidad —Mi aspereza es indudable—. Y no, no estoy asustada en absoluto.

No espero su respuesta cuando doy marcha devuelta a la mansión. Él me sigue. Adentro todos están charlando y algunos con copas en sus manos, no veo a mi madre por ningún lado y me alivio, mi padre está muy entretenido hablando con unas personas de las cuales no me interesa relacionarme. Me aparto en un rincón del gran salón y busco pasar desapercibida para no recibir más atención de la adecuada, Chester no se veía por algún sitio también para mi suerte y el imbécil fue acaparado por su novia o... ex a partir de ahora, ni idea.

Podía sentir desde la distancia su mirada recorrerme con disimulo y eso me sembró sensaciones que detesto, pero que ignoré lo suficiente para no demostrarlo. Un escalofrío desciende por mi interior. ¿Quién es? En cuánto busco de dónde proviene esa sensación tan aborrecible, que me ocasiona inseguridades, no la encuentro y me resigno, decidiendo que solo soy yo imaginando a alguien acechando cuando no hay nadie.

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