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21

Mi madre me había pedido que fuera a la sala de estar, ya que tenía algo importante del cuál informarme, pero lo que jamás esperé... es que fuera sobre algo como esto.

—Tu padre se postuló como Senador—dijo mi madre con tranquilidad absoluta, como si no fuera una novedad—. Por fin reunimos lo necesario para que se postule sin problemas.

—¡¿Qué?! —casi me atraganto con mi propia lengua al tratar de hablar. Mi sorpresa se hizo presente en mis facciones—. ¿Desde cuándo?

Helena se cruzó de brazos con el entrecejo fruncido y caminó hacia a mí hasta quedar frente a frente. Me cuesta procesar que mi padre ya está moviendo los hilos para introducirse más en la política y no solo en el aspecto empresarial.

—Anteayer comenzó su campaña y desde hace meses atrás se estaban haciendo los preparativos —acotó—. Esto es muy importante, puedes entenderlo, ¿no es así? —insinuó y tomó una bolsa de la mesa, supuse que la adquirió de una tienda muy lujosa—. Y también una excelente oportunidad para ti, cariño, para que puedas integrarte de nuevo al lado de nosotros —dijo y una sonrisa que dejó en vista sus dientes perlados se dibujó en su rostro.

Si no fuera porque la conozco, creería que esa sonrisa brillante como un ángel que descendió del cielo esta lleno de amor hacia mí, su hija, pero sé que ese no es el caso. Es irreal que este feliz así nomás.

El fuerte perfume me aturdió al acercarse mucho más, queriendo tomar mis manos. A mi madre realmente le gusta llamar la atención con cualquier cosa, sea perfumes, moda, viajes, matrimonio y nosotras, sus hijas. Aunque a este punto, yo podría ser considerada una desgracia para ella, dado que soy la mancha oscura de su impecable reputación, mancha la cual a intentado todo este tiempo limpiar.

—Como tenemos una fiesta benéfica con algunos empresarios, socios y grandes apoyos para la campaña de tu padre... será por la noche y necesito que te pongas esto —Me tiende la bolsa de compras y deduje sin siquiera pestañear que se trataba de un vestido—. Ponte esto y vuelve aquí para ver si queda bien, así podremos ir a la peluquería y...

—Pero no quiero ir y tampoco me lo dijiste con anticipación, recuerda que hice planes para esta tarde —las palabras se escapan de mi boca antes de siquiera percatarme.

No es mentira lo que digo, de hecho había quedado con Melissa salir como parte de la celebración de su licencia para conducir y a eso se suman los chicos, quiénes me motivaron a salir luego de unos días muy tensos y pesados.

—No se trata de que quieras o no, tienes que ir —Su sonrisa se esfuma en un abrir y cerrar de ojos—. Estás siendo egoísta —apunta hostil finalmente y mi estómago se revuelve por el estrés que me genera la situación.

«No puedo creer que se atreva a llamarme egoísta».

—Madre, te había dicho que esta tarde iba a...

—No me importa —interrumpe sin darme opción a explicarle—. ¿Crees que a mí y a tu hermana nos gusta esto? —señala con irritación y así puedo entrever sus verdaderas intenciones—. Pues te informo que no. Pero hay compromisos más importantes que los tuyos, de esto depende nuestro futuro, el de la familia; y no porque quieras ir con tus amigos sin futuro significa que debas dejar tus responsabilidades a un lado —punza mientras mueve su cabello de un lado a su espalda—. Si fueras más consciente de la enorme oportunidad y responsabilidad que tiene tu padre sobre sus hombros no actuarías tan inmadura —espeta.

Observo de reojo a los otros dos miembros de mi familia que se mantienen en silencio, mi padre leía unos documentos haciendo oídos sordos y mi hermana tenía la vista clavada en algún lugar del piso. Ninguno se atrevió agregar algo, solo soy yo contra mi madre y mi padre indirectamente apoya las imposiciones en lo que se hace llamar mi "deber". Al parecer, no me dan opción a negarme.

Esto es un sí o sí, y no hay otras opciones al parecer.

—Entonces recordabas que hoy había hecho planes —rebato sintiendo las palmas de mis manos sudorosas y la molestia carcomiendo todo mi sistema.

—Helena —llamó su atención. Mi padre se levantó de su asiento algo hastiado de escucharnos y caminó hacia la puerta para irse—, tengo una junta esta tarde y por la noche tendremos que ir con los Chester, así que no tardes demasiado —pidió y se fue sin miramientos o despedidas.

—¿También van a estar los Chester? —pregunté alarmada y asqueada al recordar a la basura de Aiden Chester.

—¿Y cómo no iban a estar? —Bufa ante mi reacción—. Son nuestros socios y quiénes están apoyando a tu padre con la campaña —recalca—. Deberías llevarte bien con él, Iris, es un buen muchacho y esta a la altura, de buena familia, no hay motivos para que lo rechaces así —me regaña y pongo los ojos en blanco, indignada.

«¿Qué no hay razones dice?».

—Menudos socios —susurro sarcástica y mi madre enarca una ceja—. No iré —Me distancio de ella para irme a mi habitación.

Sin embargo, esta me lo impide.

—¡Iris Brown! —exclama colérica y siento una presión ejercida en mi antebrazo derecho—. ¡¿Es en serio?! ¡¿Cómo se te ocurre darnos la espalda?! ¡A tu familia! —cuestiona hecha una furia. Sus ojos oscuros rebosan ira acumulada contra mí.

—Por favor, detente —súplico en vano, porque no me escucha.

—¡He estado soportando todo este tiempo tus estúpidos caprichos y cuando te pido que colabores no lo haces! —grita jalando mi brazo hacia ella. Doy pasos torpemente al ser arrastrada—. ¡Y no sólo eso!

—Madre, ella no...

—¡Tú cállate! —Se devuelve hacia Arce y está solo baja la cabeza ansiosa, sin saber como actuar.

—¡Deja de gritarle! —exclamo deshaciendo su agarre, al ser sus uñas un poco largas y su agarre tan fuerte, me hice unos pequeños cortes en la piel pero casi imperceptibles—. No puedo creer que quieras obligarme a ir cuando apenas me necesitan y siempre se las han arreglado sin mí, por lo que sabes que no soy relevante. Entonces, ¡¿por qué quieres que todos actúen como tú quieres?! —le echo en cara.

—¡Serías tomada en cuenta y más importante para todos si te involucraras más como parte de los Brown! —brama furiosa—. ¡Estás aislada porque tú quisiste estarlo!

—No voy a ir —sentencio y decirlo otra vez la enloqueció por completo de la rabia.

Un ruido estridente se hizo presente. Veo como Arce se pone de pie enseguida asustada y yo llevo una mano a mi mejilla con recelo, mi madre vuelve a levantar la mano pero esta tiembla en el aire y al final cede, decidiendo que una sola bofetada ya es suficiente para mí.

—Tú sabes que padezco de ansiedad y ataques de la misma cuando estoy en lugares que me producen mucho estrés, más aún, cuando muchísima gente se acerca a mí y por lo cual me siento abrumada, invadida —le cuento y por un momento creí ver como sus facciones se suavizaron, pero volvió a ser la misma de siempre—. Tampoco soy bien recibida, lo sabes, y detesto que quieran indagar sobre mí para ser comidilla gratuita de un montón de gente de la que ni estoy interesada formar parte.

—Mentirosa —refuta indolente y no puedo evitar flaquear por un instante mi estado anímico—. Tengo tres años escuchando la misma excusa, Iris. Yo no te crié así, no de esa forma, y todo lo que dices, ¡Son puras excusas, excusas y excusas! Traté de darte lo mejor de ambos... vives tu vida como quieres, nunca te ha faltado nada porque nos encargamos de que tengas lo mejor de lo mejor, incluso ya un camino hecho, un futuro brillante, ¿y así es como desperdicias tu vida? ¿Escapando de tus responsabilidades por cualquier estupidez? ¿Haciendo lo que te venga en gana? —agrega contemplando sus propias palabras y continúa—: No puedo ocultar el hecho de que estoy decepcionada, porque después de ser engañada por tu psicóloga y seguir su consejo, te dejé hacer todo lo que querías todo este tiempo para ver si así tendrías tu dichosa felicidad —suelta con displicencia y eso es como si me pegaran una patada en el estómago por la realidad tan vil, cruel e ilusoria que me tocó.

Porque yo no elegí estar inestable, con todos estos problemas, y que mis padres me ignoraran la mayor parte de mi vida y que solo existieran para las cosas más esenciales y suplir mis necesidades básicas.

—Aún así no eres feliz, siempre quieres más y más, ¿me equivoco? Aunque ese egoísmo puede provenir de tu inmadurez o eso espero.

No sabe nada de mí. Jamás lo sabrá porque no le importa, ¿Y tiene el descaro de decir eso sobre mí?

—¿Esa es tu forma de criar? ¿De verdad? —ahondo mordaz—. Me dices "te dejé hacer todo lo que querías todo este tiempo para ver si así tendrías tu dichosa felicidad" —cito con un nudo en la garganta. Sin embargo, no dejo que el sentimiento me arrolle—. ¿Cuándo estuviste allí para mí? ¿Y cómo es que no recuerdo tu supuesta crianza tan buena? —pregunto sarcástica, observando como su cara ahora es glacial—. Solo buscas justificar tu enorme ausencia con haberme brindado una vida de lujos.

—Te lo he dado todo —zanja con frialdad—. Tanto a su padre como a ustedes. ¡He sacrificado toda mi vida por ustedes! —reclama apuntándose a sí misma con el dedo índice—. ¿Y tú como quieres pagarme? —cuestiona con amarga ironía—. Siendo un fracaso, por supuesto, porque es lo único que aprendiste hacer por lo que veo —rechista soltando aire retenido en sus pulmones—. Yo no tuve nada de lo que tú, tienes suerte de tener todo esto... un camino, un imperio ya hecho y lo desperdicias, solo por... ¿Seguir así con tu vida? Patético.

—Solo te pedí que estuvieras conmigo, que fueras mi... madre, solo eso —inquiero en voz baja, cansada.

Se ríe indolente y siento el sudor frío recorrer mi nuca. A esta mujer me cuesta reconocerla como mi madre, es tan fría y calculadora, es lo opuesto al trato de lo que alguien esperaría si es su madre.

—Si te hubiera traído a este mundo lleno de desgracias sin nada de lo que tienes me lo recriminarías como muchos hijos hacen con sus madres, las cuáles no tienen con qué sustentar sus necesidades; pero yo que te di todo, también me consideras mala madre, curioso, ¿no? —cuestiona.

«No, esto no es por mí. Nunca lo fue».

—Deja de fingir que haces esto por mí —mi tono es fuerte, insensible—. Piensas que no lo sé, pero, mi existencia sólo fue una excusa para obtener la vida que hoy en día tienes —Ella me mira con asombro y se remueve en su mismo sitio algo incómoda, por suerte no contesta y Arce me ve expectante, sin comprender el porqué digo esto.

El silencio se alarga, hasta que ella misma opta por seguir firme con sus planes y aunque yo no quiera, lo acepto solo para estar en paz después; por ello recojo del suelo la bolsa de compras que contiene un fino y lujoso vestido de noche.

—Cuando se trata de ti y de tu vida no te importa pasar por sobre mí, no, por sobre quién sea con tal de que salga a tu manera. Sacrificas a cualquiera con tal de estar en dónde estas y puedes engañar a otros con el papel, pero no a mí —digo reticente, sin verla en absoluto; antes de subir por las escaleras a mi habitación.

Ella no dice más y no volteo a verla ni una sola vez.

—No quiero ir... —Suspiré contra mi almohada.

Las lágrimas ya se habían acabado y el dolor ya había cesado. Ahora solo estoy en un absurdo cuadro de tristeza del cual no iba a salir de seguro, al menos por unas cuantas horas de morirme en algún rincón de mi habitación. Tal vez si fuera otro día de los meses anteriores, sin duda hubiera agarrado una maldita afeitadora para cortarme, pero después de las terapias que asistí y sigo yendo; y también junto a la psicóloga pude entender que no solucionaría nada. Nada se iba a solucionar hiriendo alguna parte de mi cuerpo.

Fue difícil suprimir el impulso e incluso ahora, aún lo es. No es sencillo. A pesar de todo esto, de la mierda en mi hogar y ciertas personas, sentía que poco a poco me iba reponiendo y recuperando partes de mí que creí que había perdido. Decidí llamar a mis amistades y decirles que debíamos cancelar la salida, después de todo la mayoría se animó a ir fue en un principio por mí.

—Este traje te quedará excelente —comenta mi madre, entregándole la tarjeta negra a la chica—. Es hora de regresar, ya que tenemos todo listo —finiquita. No dejo que ella tome las bolsas—. ¿Vas a ir con Cooper?

Mi expresión de fastidio es suficiente respuesta para ella.

—Cariño, no tienes que ir con ella si no quieres.

—Debo hacerlo —Suelto un suspiro—. Esta loca de remate.

—Ella es irrelevante y lo sabes —Salimos de la tienda sin mirar atrás, buscando quién aparcó nuestro auto—. Su familia solo es... una pequeña pieza que necesitábamos, pero ya no es de utilidad.

—Dijo que iba a hundirnos.

En cuánto digo eso ella se carcajea, la veo sugerente en espera de explicaciones. No es que le temía a Sabrina, pero el hecho de que sea tan impulsiva sin medir las consecuencias es lo que me tiene de cuidado.

—¿Eso es lo qué te preocupa? ¿La amenaza de esa chica? —interroga colocándose su lente de sol, la brisa renueve algunos mechones negros finos y lacios—. Mi amor, ahora tienes otros planes y ella no es razón para retrasar eso. Si quieres terminar con ella hazlo, hablaré con tu padre para lidiar con los Cooper, ¿Te parece? —pregunta sin preocupación por ellos.

—Quieres decir que me debo centrar en ellos —establezco, mediando en las palabras de mi madre y recordando mis conversaciones con mis tíos.

—Los Taylor tienen dos hijos y una hija —esclarece y siento algo de rechazo por la mención de ese apellido—. Los Chester solo un hijo, por lo que deberás acercarte lo mejor posible por quién tengan conexión con el hijo de Chester, también están los Bacheli y Brown.

»Por parte de los Bacheli tenemos a Olivia y a Christian, pero este último está en coma y a los Brown... ellos son quiénes debemos ganarnos su atención esta noche, ¿Me entiendes? Haz todo lo que este en tus manos para relacionarte con ellos y olvídate de los Cooper, ya tenemos lo que queríamos de ellos —explica, mientras enciendo el auto.

Apreto un poco más de lo se requiere el volante del auto pensativo, no sintiéndome conforme con esto. No está bien, pero es lo que se tiene planeado desde que llegamos aquí, no hay marcha atrás.

«Esta es nuestra razón de estar devuelta en New York».

—Los Brown tienen dos hijas —sigue y eso ya lo sé; mi madre claro que lo sabe, es imposible que no sepa de ello—. Gánate a la mayor.

—Emily ya me dijo de esto.

Es un bache que es crucial superar, ganarme su confianza a toda costa. Si me gano a la princesa obtengo el acceso a su imperio y por ende, la llave que me lleva a la destrucción de nuestros enemigos.

—Sí, por supuesto, solo me aseguro que mi hijo vaya a hacer al pie de la letra lo que tenemos planificado —se cerciora y su mirada grisácea me traspasa y me mantengo imperturbable bajo su escrutinio.

—¿Qué harás si ellos ganan?

—Para eso estas tú para impedirlo —me corta con simpleza—. Es un hombre muy cuidadoso, no confía en nadie y tiene cada cosa bajo control, debe tener la mayoría de sus papeles importantes resguardados en su hogar, no se arriesgaría a ningún accidente en su empresa y que se desvelen secretos... —habla acariciando su mentón, pensando en ello—. La única forma discreta posible y una entrada segura, es alguien que pueda ganarse su confianza; conozca, busque y se infiltre lo mejor que pueda sin que sospechen.

—O sea, que ese tengo que ser yo.

—Si ellos ganan, los Chester lo habrán hecho, por consiguiente los Miller. Esas escorias no pueden ganar cueste lo que cueste, tarde o temprano vamos a derribar a cada uno y exponerlos —La aspereza es innegable en su voz, empañada de un profundo desprecio.

Ellos pagarían. Su caída será la primera y la que vamos jactarnos mientras deshacemos con el resto.

—Los Brown van a ser arrastrados a...

—¿Y si son tan inocentes que hacen con los Chester? —cuestiona sin dejarme finalizar—. Igualmente, si lo que te preocupa es que los Cooper ganen pues ellos tampoco lo merecen —inquiere—. Que ellos sigan tragándose el cuento que le ayudaremos.

—Los Cooper quieren ganar sí o sí —menciono.

—Pues claro, ¿Y quién no? Estamos en medio. ¿Nos va a perjudicar? Tal vez, nadie saldrá ileso de esta, pero nos consolaremos con la caída de esos malditos —argumenta con un deje de convicción.

—Caerán tarde o temprano.

Mi madre asiente a lo que menciono, opina lo mismo. Aquellos que subieron, que tienen fama y gloria bien en lo alto... tendrán una caída estrepitosa e inevitable, sufrirán.

Porque mientras más alto estén, peor será la caída.

—Esto es como un juego, cariño, el mejor es el que queda de pie —revela dibujándose una sonrisa en su cara—. Y esto apenas empieza. 

(...)

Sus piernas torneadas abrieron paso lentamente a mi vista y ascendí por su ligero pero elegante vestido satén que realzaba su figura sin llegar a ser vulgar, su escote no es tan pronunciado pero podía recorrer sus hombros descubiertos y su clavícula... uno de los lugares que moría por explorar con mi boca.

Ella no se percató de mi presencia y si lo hizo lo escondió muy bien, ya que en una distancia considerada de mí solo se dedicó hablar con un grupo de personas que forman parte de la organización benéfica haciéndolas reír sin problemas y charlar con una animosidad solo característica de ella. Su sonrisa brillante fue como un deleite para mi corazón, aunque se puede también entrever que su actitud no es sincera completamente.

Pocas veces la había visto sonreír desde que volví y estaba agradecido apenas oí el sonido de su risa.

«Es imposible no verla».

Mis ojos recorren cada centímetro de su presencia sin pasar nada desapercibido y aunque deseara concentrarme en otra cosa no podía, trago grueso en cuanto desciende por las escaleras con ese vestido.

Muevo la copa de champagne en mi mano inquieto, el fuerte agarre de Sabrina me obligaba a permanecer en un mismo sitio, a su lado.

El último lugar donde quisiera estar.

—Este es mi tío Will, es uno de los socios de mis padres y gran inversionista... —se interrumpió a sí misma al entrever que no la estaba escuchando para nada—. ¿Estás escuchándome?

—Lo hago.

—Pues no lo parece —contesta poco convencida, pero sin dejar ver su molestia—. En esta fiesta se encuentran muchas personas importantes. No quiero hacer el ridículo —recalca esto último sacando su descontento—. Compórtate.

—¿Eres mi madre o qué? —espeto deshaciendo su agarre con repudio.

—Me descuido un segundo y la estás viendo —saca de la nada y me inmutó—. No importa qué, siempre la estas viendo... es espantoso, desagradable.

—Lamento que no seas ella para que me intereses —Sueno hostil, eso la pasma en su lugar.

—Sabes exactamente lo que siento por ti —murmura disimulando una imagen tranquila—. Sé inteligente y piensa lo que dices, por el bien de la cooperación y la relación.

—Y lo que yo por ti —hago hincapié—. Esta será nuestra última noche juntos, Sabrina —sentencio tan seguro que la privo, pero ella trata de protestar.

—Te arrepentirás —Su mandíbula esta apretada y observo de reojo en el fondo a su padre, quién está centrado en hablar con los Beckham y no se da cuenta de la tensión en nosotros—. No puedo creer que sigas detrás de ella después de enterarte quién es.

—Qué te importa —manifiesto—. Desde el inicio lo supiste y aún así te entrometiste, es tu culpa que estés así, yo no te obligué y mucho menos hice que te arrastres por mí y todo, ¿Por qué tenías miedo de que desvele los sucios secretos de tu familia? Porque si es por eso ni te preocupes, no nos importan —Pretendo finalizar la conversación, así que me doy la vuelta para irme.

Sabrina sostiene mi brazo de nuevo, su mirada cargada de furia por haber lastimado su ego.

—Haré que te arrepientas por esto si te atreves a traicionarnos, Moore —susurra solo para que yo la oiga—. No voy a ayudarte incluso si me lo pides de rodillas el día que tu zorra se vea perjudicada por las elecciones y tú estés envuelto en esta mierda por ella —farfulla.

—No te creas demasiado —devuelvo con el mismo veneno—. Ni aunque esté muriendo te buscaría, no soy una marica que ocupe la ayuda de alguien como tú. No me escondo detrás de la falda de una mujer —replico y me zafo de su agarre.

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