20
Las chicas se fueron y el único que se quedó conmigo en mi habitación fue Jeremy, quién me acompaña viendo algunas películas, mi hermana Arce estaba con anterioridad, pero ya se había ido a una de sus clases de música, por lo que ya estábamos solos los dos. Así que teníamos tiempo para hablar sobre nuestras cosas personales.
—¿Recuerdas la apuesta?
Saca el tema de la nada y lo ojeo algo sorprendida de que lo recordara, puesto que estaba borracho.
—Sí —afirmo—. ¿Lo recuerdas? —pregunto y este asiente para mi sorpresa, no había sacado más aquello porque llegué a pensar que estaba tan borracho que no lo recordaría, por lo que no le di tanta atención.
—¿Cómo vas con tu bomboncito?
—Pues... normal —respondo y me encojo de hombros—. Nada en particular.
Sonríe con picardía y pestañea sugerente.
—¿Segura?
—Segurisíma.
—Entonces, ¿suelen pasar el tiempo en la biblioteca? —dijo de repente.
—¿Cómo lo sabes? —Mi asombro es notable.
—Escuché a unas chicas hablando sobre ello y después lo confirmé por mí mismo —suelta la sopa y recuerdo ese día de unas chicas hablando sobre nosotros.
—¿Y por qué no me dijiste nada antes?
—Porque... si te contara cada rumor que hay sobre ti, yo...
—Bien, entiendo —concreto, sabiendo que es incómodo indagar en el tema sobre los rumores, aquí todo se extiende como pólvora.
—¿Esto te molestó? —ahonda y niego, realmente no, porque si fuera yo y estuviera en su posición me daría también curiosidad.
—No, pero me preocupa que esto alimente más los rumores injustificados de nosotros —explico—. No hemos hecho nada —justifico, aunque ni sé porque lo hago.
—Iris, ¿Vas a cumplir la apuesta si yo gano? —reitera.
—Dudo que mi madre me deje ir a estudiar en la Universidad de Bellas Artes —Un suspiro empañado de aflicción emerge de mí—. Se ve imposible.
—Es tu sueño, ella no tiene porque interferir —insiste mirándome preocupado.
—Es complicado, Jeremy, no lo entenderías —dije para que desista, pero no lo hace.
—Oh no, claro que sí lo hago —dijo cargado de ironía, sus orbes llenos de indignación por mi clara rendición—. Tus padres no tienen ningún derecho sobre tu vida.
—¿Y si no quedo seleccionada? ¿Qué haré? —Le hago ver—. Ellos no me ayudarían, en absoluto.
—Seguir intentándolo —me corta—. No es el fin del mundo sin la millonada de tus padres; puedes irte, siempre te dije que podríamos irnos y alquilar juntos, buscamos un trabajo que se adapte al horario, estudiamos y hacemos muestras vidas lejos de aquí.
»Y lo más importante, cumpliremos nuestros sueños.
—Lo haces sonar tan fácil... He mantenido un buen promedio, pero, eso no quita que tenga una pésima reputación y que no cuento con el apoyo de mis profesores para cartas de recomendación y mis padres, bueno... —recalco cansada—. Mi madre no me dejará y en el fondo siento que no vale la pena intentarlo —confieso con un nudo en la garganta—. Tal vez ella tiene razón, después de todo.
«Un completo fracaso».
—Ganaré la apuesta —establece lacónico, inmutable—. Y cuando lo haga, te irás conmigo a cumplir tu sueño y yo el mío —Hice un amago para hablar, pero no me lo permitió—. Sin protestas, lo prometiste.
—No comprendo como es que estás tan seguro de ti mismo sobre eso —aclaro, por fin, este me observa de brazos cruzados—. Justin es un casanova por naturaleza, incluso si tenemos algo sería muy breve, dudo que decida quedarse conmigo y sea de asomo mi tipo ideal, él es demasiado superficial, mujeriego e inmaduro; prefiere correr detrás de cualquier palo con falda primero, que estar exclusivamente con alguien en específico.
»¿Y qué sea yo esa chica? Por Dios, es ridículo pensarlo, tal vez deseo, pero no amor. No es posible —Mi postura sobre el tema le afecta considerablemente y tuerce la boca.
—¿Te asusta que sienta algo por ti?
Sus palabras me sacan de mis pensamientos, fue como una especie de afirmación repentina, rara. Mi mejor amigo me ve atento a mi respuesta y no sabía que decirle, porque pues, ¿A qué se refería? ¿Qué tenga sentimientos él? ¿O a qué alguien sienta algo por mí?
—Me asusta tener expectativas, que no las tengo, pero si llegase a suceder sería doloroso y en todo este tiempo, sabes que no estoy para ilusiones, menos para el amor; mi vida emocional está lo suficientemente jodida como para agregarle un corazón roto a la lista.
»No quiero amar y después terminar hecha pedazos, sé que es inevitable a veces cuando uno se enamora, por lo que es mejor evitar eso. Además, enamorarme de alguien como él... es como apostar, tal como hicimos nosotros, la diferencia está en que puede terminar muy bien o muy mal.
»¿Te arriesgarías a estar con una persona que puede dejarte hecho pedazos? Porque yo no quiero volver a probar suerte, la verdad que no...
—Esos son siempre los riesgos de enamorarte, Iris, nunca se sabe como puede terminar la historia —confirma mis sospechas o de hecho, las engrandece—. Eso no quiere decir que es malo, pero nada es color de rosa.
—Pues no quiero enamorarme, mi vida está bien así —sentencio con firmeza—. Prefiero estar sola.
Jeremy bufa desordenando su peinado abrumado de mí, parece que no logramos entendernos el uno al otro y nuestros puntos de vista sobre esto.
—Lo siento, pero no puedo apoyar tu noción —dijo con un semblante entristecido, y no me gusta que me mire de esa forma, odio que me tengan lástima—. Te quiero lo suficiente para decirte que no mereces perder etapas de tu vida ni estancarte por malas experiencias, así una relación no sea para siempre puede enseñarte muchas cosas.
»Ni siquiera se trata de que sea para siempre, sino de que ames tanto en la medida que te amen y seas feliz. Nada es para siempre, ¿Pero qué en esta vida lo es? Quizás ese es el encanto de la misma, que la felicidad es efímera, pero los momentos que te lleves eternos.
—Igual es mejor no hacerse las ilusiones sola, no voy a enamorarme del primer idiota que piense que sienta algo por mí —musito, mordiendo mi labio inferior, un sentimiento ininteligible expandiéndose en mi pecho—. Si voy a enamorarme, tendrá que ser a mi manera y después de conocer a otros chicos en citas... y ver con quién tengo match —dije, pero me siento adversa sobre eso, hay algo de lo que nunca había hablado en voz alta, pero... la realidad es que, me dan temor y desconfianza los hombres, gran parte del severo trauma que debía solucionar a su tiempo.
Solo que me da miedo y ansiedad afrontar, es como volver a mirar mi peor pesadilla a los ojos y no quiero eso, no ahora. Ni Jeremy y mis conocidos deben darse cuenta de ello, es mejor hablar con mi psicóloga de ese tema a solas.
—Es válido —acepta mi opinión—. Sólo no te cierres, disfruta de las oportunidades que tengas para ser feliz y no te arrepientas de amar, es lo único que nos queda a seres con un tiempo de vida tan corto.
»Amar y ser feliz sin contemplaciones.
(...)
—Veamos... Por lo general, las personas que consumen no suelen vivir mucho tiempo, mueren jóvenes.
—¿Y has visto la apariencia que adquieren estos? Al final terminan pidiendo limosnas en la calle para solventar sus vicios, nadie los quiere, por mucho que sus familias sean algo pudientes y adineradas los dejan a su suerte.
—Bueno, ese es el destino de algunos fracasados con índoles de grandeza —inquiere y el trío dinámico de estúpidas se ríen enseguida.
—Lástima, conozco a varios que les depara un destino tan miserable como ese —agrega Sabrina con desdén, y yo la ignoro.
De repente alguien abrió la puerta de un portazo, todos se silenciaron y pude ver como Justin entró junto a Drake, cargando con unos semblantes serios e imperturbables, no hubieron saludos ni buenos días, solo indiferencia.
Da grandes zancadas y puedo ver como ambos cruzan miradas, una tensión fuerte que no podía ser digerida me generó dudas al instante, estos apartan la vista como quién no desea alargar el tenso ambiente que se formó y Sabrina ve el suelo con resignación, Justin al pasar choca su hombro con ella y esta se lleva una mano al hombro hundiendo su entrecejo de dolor; sé que aunque no quiera dejarlo en claro a los demás, ella está al tanto de cada paso que da en el aula de clases por como trata de verlo por el rabillo del ojo.
Pero Justin no le dedica ni una pizca de atención, lo que causa que me de demasiada curiosidad.
Como si nada, todos empiezan a volver a charlar y reírse entre sus grupos, la única a mi lado como de costumbre es Melissa, pero se mantiene en absoluto silencio por estar ensimismada en su teléfono.
—¿Saben que es lo peor? Que varios de ellos ni tienen idea de con quién se revuelcan o no de lo drogado que están, por lo que muchos contraen ETS...
—¿Podrían dejar de hablar tanta mierda? Por favor, que algunos sí que queremos aprovechar nuestro tiempo en algo productivo —ensarta destruyendo su grata conversación.
Alzo siendo pertinente mi vista al presentir el conflicto que se iba a desarrollar.
—Si tanto te molesta puedes estudiar afuera —se atreve a responder la pelinegra, Camille.
—¿Por qué debo irme yo de un espacio de estudio? Ustedes son las que están hablando pura mierda, son las que deberían callarse —Su tono es duro, seco; aquello me aumenta los latidos del corazón y otra vez, todos se callan al percatarse de la fuerte tensión—. ¿Acaso quieren que llame al decano o alguna profesora para que les recuerde dónde se supone que están? —inquirió con una sonrisa petulante, cruzado de brazos.
Los murmullos no se hacen esperar, cada persona en el aula contempla la situación entrañados.
Ellas se ven ofendidas, pero Camille fue la única que se lo tomó muy personal, su expresión se contrae ante la indirecta y humillación y en cuánto esta iba a protestar, ella la detiene para mi sorpresa.
—Camille —llama esta con un deje de advertencia—, basta, no le discutas más —la detiene Sabrina, quién ve a Justin con una frialdad que te eriza el cuerpo y no es solo ella, él también; pero, por primera vez observo con mis propios ojos un odio que me dejó anonadada.
Su postura rígida y las miradas que ambos comparten es profunda, llena de muchas palabras y emociones que no me pasaron por alto visualizar.
—Enhorabuena, sigue controlando a tu séquito de hipócritas —pregona siendo intencionado para que lo escuchasen—. Es lo que mejor se te da hacer aparte de joderle la vida a los demás.
—Cállate —demanda con los dientes apretados.
—¿Callarme? ¿Bromeas? —Este se ríe con descaro en su cara, el rostro de Sabrina se deforma en el acto por la indignación—. ¿Y dejarte seguir soltando mierda innecesaria con tu boca? —pregunta sarcástico, sin piedad alguna—. Pues porque a mí, personalmente, no me apetece escuchar pestes.
—¡Qué te calles!
—¿Podrían pelear afuera? —exige impertérrito, Jake ahora acapara la atención de los aludidos—. Muchos tenemos que estudiar —resalta.
—Jódete —insulta—. Tú y tus amigos sí que son unos verdaderos malditos hipócritas —señala con el dedo, Melissa toma mi brazo al notar también la mirada oscura de ella en mí—. ¿Tapar las infidelidades entre ustedes les parece divertido?
No los veo, pero sé que deben de estar enojados, muy poco contentos con esto y yo no lo estoy también, se puede entender sin tener mucha información que lo decía por mí.
—Sabrina, no te atrevas —espetó levantándose a su dirección, furioso.
—¡Yo sí que tengo derecho a hablar! —brama—. ¡Suéltame! —grita férrea, forcejeando con él y este la arrastra con fin de sacarla al pasillo—. ¡Qué me sueltes, carajo! —reclama iracunda.
Justin consigue empujarla a la puerta, abriéndose de golpe para sacarla de una buena vez, ella le golpea el pecho en un arranque de rabia, pero nada de eso sirve para impedir que la saque.
—Todo esto es por tu culpa, maldita zorra —la escucho decir por último y, Dios mío, todos mis compañeros de clases me miran expectantes; es imposible no saber que se refirió a mí.
Los cuchicheos entre miradas indiscretas abundan en el aula de clases y mi estómago se revuelve enseguida tras un sabor amargo. Es injusto y desagradable, demasiado; que yo tenga que aguantar esto después de tanto escarmiento del resto estos días.
—Esto es lo que ella exactamente quería —me susurra enojada, yo solo trago en seco apretando mi blusa, hastiada—. Es una escoria manipuladora.
—Así que ella anda revolcándose con Moore...
—¿Y qué esperabas? Los dos siempre se veían más juntos que con su pareja.
—Pobre Sabrina, tener que soportar que su novio le ponga los cuernos con Brown debe ser humillante.
—Solo mírala, no hace mucho estuvo envuelta en líos con sustancias aquí, sino que ahora causa más problemas en el instituto metiéndose en relaciones ajenas, no tiene vergüenza.
—¿Ella es la primera hija de los Brown? ¿no? Es una lástima que sea de una familia tan respetable y esté causando tantos problemas.
—Así son las familias ricas, muchos de sus hijos son solo unos vividores y problemáticos; cómo no tienen preocupaciones no tienen ni la mínima idea de lo que es la pena ajena.
—Aún así sus padres debieron enseñarle lo que son los valores, no puede tener ese tipo de comportamientos tan aberrantes, mira que andar revolcándose como una zorra con alguien que tiene pareja es caer muy bajo.
—Increíble, primero trae droga al instituto y ahora se humilla estando con alguien de nuestra clase con novia.
—Probablemente ella vaya a ser una de esas esposas floreros en el futuro, aunque dudo que alguien quiera casarse con una chica tan fácil...
—¿Crees que sea cierto ese rumor?
—Quién sabe, pero quizá ella misma se lo buscó, después de todo...
El chirrido de mi silla al levantarme callo las bocas de los presentes, no pude soportarlo más, alcancé mi punto máximo de irritación.
—Primero que nada, se comprobó mediante exámenes que estoy limpia —declaré en voz alta, reuniendo la mayor entereza de paciencia que tenga—. Segundo, no es su maldito problema lo que suceda en mi vida, pero, si les pica tanto la curiosidad o el morbo, pues se los digo de una maldita vez, no me he acostado con él —Mi mandíbula está tan endurecida que me cuesta hablar sin que no me quiera arrancar los cabellos de mi cabeza y gritarles que dejen mi existencia en paz—. Y me vale una mierda lo que piense Sabrina y todos ustedes a estas alturas, ya yo hice mi parte en hablar a pesar de que dudo que la veracidad de mis palabras se tome en serio, porque la gran mayoría de aquí son unos cretinos que les fascina hablar mierda de otros antes que verse en un maldito espejo —expongo sin que me quede nada por dentro.
—Iris...
—Me largo —aclaro, Melissa titubea, pero la detengo antes de que decida acompañarme—. Arruinaron por completo mi mañana, así que quiero estar sola.
No veo hacia atrás, solo salgo como alma que lleva el diablo, lamentablemente lo primero que me encuentro en el pasillo es la pareja que arruinó mi mañana.
—Una sola palabra más sobre esto y estarás acabada —amenaza.
—¡Bien, inténtalo! A ver que tal te va, pero te juro que si caigo, tú lo harás conmigo.
Al percatarse de mi presencia la acalorada conversación muere en un santiamén, Sabrina se va no sin antes verme con un odio tan desahuciado que es comparable a querer enterrarme viva, en cambio no le devuelvo eso y centro mi atención a irme al baño de damas, es el sitio más solitario a estas horas que hay.
—No deberías de estar aquí —digo, en un vago intento de alejarlo, por lo que veía le importa poco estar en el baño de damas, por suerte solo estoy yo—. Es increíble que te hayas atrevido a entrar al baño de mujeres —repliqué irónica.
—Por ti iría a cualquier lado —asevera acercándose a mí, quién está apoyada al lavamanos.
Este me atrae hacia él y siento sus brazos rodearme, su actuar me deshizo por completo eliminando lo tenso de mi cuerpo, no puedo evitar flaquear mi coraza por un milisegundo de debilidad emocional; parecía ilógico que aquel que es novio de la chica que me hacía el día a día imposible en el instituto, fuese quién me consolara.
—Sabrina ha hecho de esta mañana una mierda —escupo impotente, llena de cólera contenida, apreto su camisa formando un puño y este me abraza más fuerte—. Ojalá no hubiera asistido hoy.
—Lo sé —comenta sobando mi espalda—. Pero fuiste valiente al enfrentarte así.
—¿Me escuchaste? —pregunto con la ceja enarcada—. Se suponía que estaban discutiendo en el pasillo.
—Afuera se escuchó parte de eso —afirma y me trago un bufido estrepitoso—. Hiciste bien —comenta y está proporcionando caricias reconfortantes—. Ellos se sobrepasaron contigo.
—A ti también te odio —verbalizo abochornada.
Se aparta de mí y me ve estupefacto.
—¿Qué? —Su perplejidad está plasmada en cada facción de su rostro.
—Tengo mis razones y cada una de ellas está justificada.
—Explícate.
—¡Sólo mírate! Eres su novio y aun así, estás consolando a la chica a quién odia su novia, ¿Cómo debería tomarme esto? Se supone que deberías estar con ella, no conmigo —espeto, apartándole, su expresión está empañada de un montón de emociones que no pude identificar—. ¿También quieres burlarte de mí? Porque créeme que ya no sé qué pensar, he estado dándole algunas vueltas al asunto, pero, no parece que siquiera son pareja... nunca están ni de cerca, mostrando una muestra de afecto y lo de hoy, ¡Por Dios! Podría jurar que querías despellejarla viva, pero repito, no lo sé, no estoy segura —suelto alivianando un peso emocional que no sabía que poseía—. ¿Por qué estás con ella si no la amas? ¿Por qué? Y si la amas de verdad, ¿Por qué estás aquí apoyándome y no a ella? —mis interrogantes no se hacen esperar, el temple de Justin se oscurece con ligereza procesando aquel desahogo de dudas que tenía, más no contesta ninguna de ellas.
—Lo siento —Lo escucho decir y me siento patética, engañada...
—¿Eso es lo único que tienes que decir para mí?
—Eres importante, pero no puedo...
—Estoy confundida, Justin —articulo cómo puedo, sin verlo, como odio equivocarme en esto—. Y tú no me ayudas, lo empeoras.
—Sabes que lo que menos deseo es hacerte daño —se defiende o eso pienso.
—¡Pues no lo parece! —estallo en frustración.
—Iris, mira... estas enojada, lo comprendo —su agarre se aferra a mi brazo, el cuál trato de zafarme de él—. Escúchame, por favor —súplica y decido no verlo, mi vista se pierde en algún punto del baño—. Prefiero cualquier herida en mí, menos que hacerte daño y, ¿sabes? Puedes lastimarme todo lo que quieras, pero no te atrevas a irte pensando que deseo lastimarte, porque no es así.
—Puras mentiras —lo encaro, muerdo mis labios hasta sentir el sabor de mi propia sangre—. Chicos como tú solo saben mentir por diversión —En cuánto suelto aquello su rostro se contrae en un gesto—. ¿Me ves cara de estúpida? Porque no lo soy, te lo aseguro, no pienso formar parte del circo y ser el espectáculo principal de la perra de tu novia —anuncio enojada.
—No lo eres —asevera en un vano intento de tranquilizarme.
—¡Pues claro que no! ¡Maldita sea! —grito socavando el resto de mi paciencia, el cuál ya se agotó—. Y por eso mismo es que tú y tu novia se irán a la mierda de dónde pertenecen, y si no se van ustedes, los envío yo misma en un envoltorio de regalo a su basura de muchedumbre.
La tensión es transpirable en el ambiente, los músculos de mi cuerpo están rígidos como concreto y solo quiero gritar hasta desgarrar mi garganta, romper todo o no sé, destruir a mi paso.
Sin embargo, este no deja de observarme con fijeza, cuidando de no romper algo que ya está roto, velando por mi calma, mi serenidad; una sensación chispeante se hace paso cuando el espacio es frágil, diminuto y sencillo de traspasar. Como el hecho de que estamos uno frente al otro, pero aparte de la rabia incontrolable, hay una sensación oculta tras el telón que no se esfuma, sino que a diferencia de mis expectativas, se intensifica.
Mi corazón se acelera al ser consciente de la cercanía tan deseable y pecaminosa que nos envuelve, una tentación en la cual no había reparado hasta sentir que se podía joder todo por completo, sus labios entreabiertos parecen querer decir algo, más sus ojos dicen muchas cosas en las que no les tomé detalle hasta ahora... ninguna me indica que no quiera esto, al contrario, ruega a cántaros por apoderarse de ello y finiquitar el acto.
Muerdo mi labio inferior, nerviosa, y este sonríe satírico, exudando un aura que da rienda a suelta de que no va a echar marcha atrás, sus dedos se pierden entre las hebras de mi cabello suelto mientras me recorre con cautela y tanteando mis reacciones.
—No lo hagas, por favor, Justin —dije al entrever sus intenciones, sus irises me absorben implacables, alimentando más el fuego de mi pecho, que puede minorar algo que no deseo ni tengo previsto agregar a mi lista de problemas.
Esto podría ser el error del siglo en mi vida o mi acierto más grande.
—Podremos siempre fingir que nunca sucedió, ¿recuerdas? —busca enmendar bajo un suceso pasado, del que casi había olvidado—. Sólo si tú quieres —susurra tan bajo, cargado de deseo, que siento poner mi piel de gallina.
Lo odio, lo detesto y a veces desearía deshacerme de él, pero a la vez lo quiero tanto justo ahora... que me cuesta respirar y es tan ilógico, sin sentido, que no parece real en absoluto.
—No somos niñatos de quince, Justin, dentro de poco voy a cumplir la mayoría de edad y... tienes a tu novia —le recuerdo, y una parte de mí se odió a sí misma, una memoria de esa noche en el aula de clases se me vino a la cabeza, esa noche que nos besamos como desquiciados y estuve a punto de entregarme por primera vez y a él, un momento de vulnerabilidad acompañado de calentura.
Recuerdo que había enterrado, hasta ahora.
—¿Sabes qué es lo que ella más ama aparte del poder? El control —induce y algo pica por ceder al arrebato, desquitarme en la única cosa que ella no ha obtenido en todo este tiempo ni tendrá—. Por eso te provoca, está molesta porque tienes en las palmas de tus manos lo único que ella jamás obtendrá ni podrá controlar a su antojo —declara cerca de mis labios, hago un esfuerzo sobrehumano por ignorar eso.
—¿Lo tengo realmente?
—Mentiría si no fuera así —murmura aún cerca de mis labios y aspiro hondo, esta diciendo algo entrelineas lo cual no quiero saber, no me interesa—. Haz lo que quieras.
Veo de reojo cerca de la puerta una cabellera rubia y sonrío para mis adentros, que ella sea partícipe de como hago y deshago con la persona que se suponía debía estar detrás de ella no parece mala idea, al contrario, ya que no puedo mejorar mi reputación me importa una mierda, pero para ella... no es el mismo caso.
Dirán que soy una zorra, pero ya lo dicen, dirán que me metí en medio de una relación y eso, aunque nunca fue cierto, ya lo dicen, ¿Qué es de lo que no me han acusado ya? Otra más, una menos, no hay diferencia.
—¿Incluso si te arrastro a mi desastre? —desafío tomando el cuello de su camisa a centímetros de su boca.
Ambos nos miramos desafiando al otro y no paso de inadvertido como relame sus labios.
—Con mucho gusto estaré encantado de acompañarte —canturrea con un brillo chispeante en sus ojos que me deshace en un escalofrío, aquel que me somete a lanzarme al fuego, sin ver atrás—. Así sea a tu infierno.
Sus labios atrapan los míos siendo arrasador, inflexible, me robó el aliento y cualquier protesta murió en mi garganta, mis dedos se entierran en su quijada atrayendolo hacia a mí con una necesidad que desconocía; con un fuego plausible que recorre mis venas esparciendo aquella sensación por todo mi cuerpo, él no es dulce ni lento, es implacable y demandante, exigiendo que siga su ritmo. Succiona mis labios causando que abra mi boca como al parecer preveía y su lengua recorre mi cavidad con un apetito desbordante, por más que intento seguirle el paso es imposible, nuestros besos nos consumen en una llamarada de sensaciones indescriptibles.
Es como un puto incendio forestal, su lengua lucha con la mía, apoderándose de cualquier recóndito lugar hasta no quedar más y que mis pulmones me hagan añorar el respirar fuera de este arrebato impulsivo y para nada convencional.
Sus dientes rozan mis labios entreabiertos y recupero oxígeno escuchando nuestros jadeos y los latidos acelerados de mi corazón, este mordisquea mi labio inferior con sumo deleite, un jadeo ahogado llama su inverosímil atención por mi reacción, sus ojos me observan complacidos sin darme pleitesía, porque vuelve a robarme los labios con un hambre vehemente, fundiéndose entre las sensaciones placenteras en mi organismo y no hago más que liberar mi rabia en ello, sus manos toman mi cintura y me elevan al lavamanos sentándome sin romper el inexorable ambiente erógeno.
Sus manos descienden tocando en reconocimiento por mi espalda y también atrayendome hacia él, pegándome a su piel caliente y boca, siento que este continúa besándome y, sin detenerse, desciende con lentitud por mi mentón hasta llegar a mi cuello y se me pone los vellos de punta con el choque de temperatura porque sus labios son cálidos y eso me hace temblar entre sus brazos.
—¿Ahora te quedó claro? —espeta sin aliento, despegándose de mí.
Tuve que recuperarme para salir de mi aturdimiento y contestar.
—No —niego rotundo—. Besarme no significa nada, menos delante de ella —Evado su mirada que me escudriña, Sabrina ya se había ido.
—Para mí sí que lo significa todo —asegura, mi altivez tembló, pero no lo suficiente para derrumbar mi postura.
Mi cuerpo aún embarga el calor generado por el beso.
—¿Entonces por qué sigues con ella? —le reclamo—. ¿Y qué soy para ti? ¿Tu amiga? ¿Mejor amiga? ¿O alguien a quién quieres en tu cama una vez y ya?
—Ni una ni la otra —zanja sosteniendo mis hombros, obligándome a mirarle—. Eres mucho más que eso, yo lo sé y tal vez tú en el fondo, y admiro que reconozcas tu valor, porque nadie tiene el poder para quitártelo, ni yo —establece serio y lo veo tragar grueso, mi vista viaja a sus labios rellenos, están algo inflamados, y me detengo allí por un nanosegundo, aún me cuesta aceptar que lo acababa de besar.
¿Cuántos momentos nos hemos perdidos por culpa del miedo? ¿Cuántos hemos dejado pasar por no querer joderlo todo?
—Me gusta que lo sepas —Carraspeo y apunto sin escatimar esfuerzos en recordarle.
—Perdón, no puedo ni quiero alejarme —confiesa a milímetros de mi rostro, su aliento roza mi nariz y párpados, logrando que pestañeé varias veces consecutivas para conseguir disipar el cosquilleo en mi persona.
—Continúas siendo egoísta —Bufo y trato de aceptar que la eligió a ella por encima de mí, es comprensible, ya que es su novia, pero me duele que esta busque herirme y él siga ahí pero sin dejar de retenerme a su lado, cuando sabe perfectamente que mientras esté más cerca de él, Sabrina aprovechará eso—. ¿Qué trataste de demostrarle a ella con esto?
—Qué no puede contigo —su tono es fuerte y sus palabras son indelebles, una actitud firme.
—¿Y no había otra manera?
—¿Qué sea tan excitante y placentera? Pues no.
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