2
Siempre lo supe, guardar secretos no es lo mío, en particular aquellos que te carcomen el alma mientras transcurre el tiempo, pudriendo a grandes rasgos la conciencia limpia.
Y son los que más abundan en mi presencia, en lo que me rodea.
Mi celular vibraba en el bolsillo de mi pantalón, yo retuve un bostezo, indispuesta, tanto emocionalmente como secuela por no dormir, lo único positivo es que tenía la suerte de que la reunión no iba a extenderse mucho o no como otros días, y lo mejor es que podía vestir informal, ya que no era necesaria mi presencia.
Gracias a Dios.
—Iris —musitó mi nombre con suavidad, captando mi atención.
Arce, mi hermana, me observó expectante con sus vivaces ojos, llenos de paz, a disimilitud de los míos.
—¿Te sientes bien? —preguntó.
Yo la miré incrédula, bueno, es obvio que mi apariencia no es muy buena hoy, no es para tanto, ¿O sí?
—Es que.. —Arce, al verme sacada de onda, trató de explicarse—. Tu teléfono tiene rato vibrando y ni siquiera contestas.
—Ohh, eso...
«Que estúpida».
La verdad, es que cubrí con maquillaje las terribles bolsas negras que me hacían parecer un mapache, pero igual no confiaba mucho en el maquillaje, ya que aunque hace milagros, no garantiza que pueda engañar a todos con facilidad.
Por suerte, en mi familia ya están algo acostumbrados a verme con ojeras.
Saqué mi teléfono del bolsillo, y enseguida lo revisé.
Era Melissa, mi mejor amiga.
Tenía un montón de mensajes y algunas llamadas, no tenía ganas de hablar con nadie y pensando que era alguna otra persona en particular ignoré el teléfono. Sin embargo, admitía que me daba flojera también contestar los mensajes.
Como es Melissa, supongo que se podía hacer una excepción ¿No? Al parecer, ella procura que le ayude a elegir entre unos tacones color crema y una cartera negra de marca.
Espera, ¿No es más sencillo comprar los dos y listo? Después de todo es adinerada también.
Cuando le dije a Melissa esto me bloqueó directamente de WhatsApp.
Que sensible. Bueno, ya me llamará más tarde como si nada. Ella siempre hace lo mismo cuando le doy este tipo de respuestas.
Otro bostezo salió de mis labios, tenía sueño, esperaba que la reunión de mis padres no fuera tan extensa, pero es mucho pedir para ellos. Al menos puedo estar en una especie de "sala de espera" privada solo para nosotras dos, así podía hacer lo que quisiera aquí.
Deseo dormir, cuestión que definitivamente no podía efectuar porque si no, no dormiría en la noche, además, ya mi reloj biológico era un desastre.
Me levanté del sofá, me vino el presentimiento de que si me quedaba allí me dormiría en cuestiones de minutos, algo que no me gustaría, además que en esta espaciosa y privada sala de espera se conectaba con un hermoso balcón. Así que iba aprovechar la vista y relajarme. Mi pequeña hermana ni siquiera se enteró de que salí y si lo notaba, tampoco vendría, creo que estaba muy entretenida jugando con una especie de App para tocar el piano en su iPhone.
Al llegar al balcón me dispuse apoyarme en el y disfrutar de la brisa y aliviar toda la tensión de mis hombros.
—Linda vista, ¿no te parece?
«¿Qué?».
Gire mi cabeza a la dirección de aquella voz, mi corazón latía a mil, me tomo desprevenida.
Era un chico, se podría decir que era más o menos contemporáneo de mi edad. Tenía una abundante, espesa y peinada cabellera rubia, con unos ojos color miel y perfecta piel bronceada.
Le conocía, no recordaba de donde... más bien, no lo ubicaba. Segundos después mi mente hizo clic, él es..
Aiden Chester.
—Chester —pronuncie su apellido con desconfianza y un tanto de rechazo.
—Iris Brown —hizo mención de mi nombre—. Tiempo sin verte.
—Igual, Chester —En mi tono de voz se tilda el desagrado.
Sus ojos mieles me analizan con una mirada interrogante, cierto destello de curiosidad en ellos entreví.
—¿Reunión de negocios? —pregunto, llegando a la respuesta con facilidad.
No hay necesidad de contestar, él sabía porqué estaba aquí, después de todo sus padres están con los míos. Por otra parte, nosotros éramos jóvenes y solteros con un futuro por delante, y lo digo porque hace unos dos años, nuestros padres concretaban reuniones de negocios, en el cual según parece, sospechaba que sus padres lo traían a propósito porque esperaban que termináramos juntos. Solían intentarlo con ardua determinación hace tres años, no me sorprendería otro intento.
Como si eso fuese a suceder.
—Ya sabes la respuesta —me esmere en omitir mi supuesta conjetura, y que no se refleje en el semblante.
—Sí, lo sé, solo que no esperaba encontrarte en un balcón.
—Yo tampoco —conteste al margen de respuestas cortas.
«Ojalá se vaya». Implore en mi mente.
—Y, ¿cómo estás? —Carraspeo, rompiendo el breve lapso de mutismo.
—¿Qué dijiste?
—Te pregunté cómo estabas —revelo, al vislumbrar mi desconcierto.
—Pues, estoy bien —dije tratando de que sonara con naturalidad y no superficial, endulzando el tono—. ¿Y tú? —pregunté apenada, concibiendo la conversación frígida.
No sería irrespetuosa, al menos no si Aiden Chester mantiene las apariencias.
—Bien, ya sabes, no hay novedades nuevas que ya no sepas —Lo oí reír con tranquilidad.
Yo lo atisbo con extrañeza, cerciorando no abrir la boca en absoluto, ya que no me interesaba la verdad en lo que refería su vida. De hecho, Chester indirectamente ahondaba de si estaba pendiente cómo iba su vida, cuando la realidad es otra.
Sumida en mis pensamientos, Chester comenzó hablar como un radio, sin escrúpulos.
—En cambio...yo no sé de ti, solo te he podido entrever desde lejos —cambió el rumbo de la conversación.
Centré mi vista en el paisaje, cabizbaja, era predecible su comentario, no participó en el foco del ojo público desde hace un tiempo, solo surgían rumores distorsionados y pestes esparcidos sobre mí. Considerando que Aiden Chester es alguien que le encanta meterse en la vida de los demás, es factible aseverar su puro interés como un indicador de problemas.
—Siempre estuve curioso por saber qué sucedió contigo, entre tantos rumores no se puede confiar al cien en ninguno —pretendió almibarar, bajar la guardia y apaciguar la atmósfera conmigo en vano.
Bien, sé por dónde va esta "amigable conversación".
—Por lo tanto, pensé que —Me examino presuroso y prosiguió a decir—, si te veía algún día saberlo propiamente de ti, ¿Por qué te has ausentado tanto tiempo?
Suspiré. Ambicionaba relajarme en casa, efectuando aquel anhelo ¿Por qué Dios? ¿Qué tanto mal hice en mi vida pasada?
—Es presumible que estés al corriente de mi situación, después de todo, mis padres son de cierta manera cercanos a los tuyos —argumento simple y llanamente, con cara de pocos amigos.
No iba a hablar de eso, o más bien no pretendía tener uno de mis ataques hoy.
—¿Tienes la idea de que me interesas?
Yo puse los ojos en blanco.
Sí, como no, Chester tiene amplia imaginación.
Él se rió de nuevo y yo solo quise golpearlo en ese instante.
—Mira Iris, mis padres son como un hielo seco, al igual que los tuyos. Te seré sincero —Entorno sus ojos mieles en los míos celestes—, incluso si les preguntara a ellos no me dirían nada sobre eso ¿Entiendes? —aclaro con seriedad.
Esto ya se torna serio, y no me gusta a donde se dirige la conversación.
—Entiendo, pero no tengo razones por la cual hablar sobre eso —expresé mi opinión, acrecentando mi descontento conforme abusaba en sus palabras.
—Y yo te entiendo —Forzó una sonrisa amigable—, pero no dejo de pensar que una tragedia tan grande como lo que te paso a ti, haya tenido que ser silenciado por tu familia.
—Ellos solo querían protegerme.
—¿Protegerte? —Frunció su ceño—. ¿De quién?
—De ellos —un murmullo bajo salió de mis labios.
Voltee mi cabeza hacia el otro lado escéptica, no aspiraba seguir hablando, enserio no quería continuar allí, y de repente por alguna causa desconocida sentía frío, la envolvente sensación de que mi cuerpo se acalambra, presa del temor quizá, las posibilidades de que siguieran vivos asustan. Establecí lentamente mis opciones y concluí que irme no era una de ellas, la lengua de Chester es un arma de doble filo. No tomaría el papel de cobarde.
Mordí mi labio inferior un poco, no demasiado para sentir el sabor metálico de la sangre, pero sí para poder reaccionar. Lentamente volví mi vista a Chester.
Mayor parte del tiempo contenía mi verdadero temperamento por la buena relación que abarcaban nuestros padres, atestiguo que se va ir al mismísimo diablo en seguida.
—¿Los Miller? Ellos solo eran una gran y exitosa familia —respondió. Una leve sonrisa de inocencia se formó en su rostro en disparidad a su connotación.
La típica sonrisita de "yo no fui" que acababa engatusando.
No lo dude mucho, Aiden Chester seguía siendo el mismo de ese entonces.
Él ama el caos, pero no ser parte de ello, Chester es el tipo de persona que causa problemas y desgracias para los que se involucran con él. Y desgraciadamente, ese era su objetivo hoy.
—Tú no sabes nada —mi voz salió seca, dura y llena de odio.
Odiaba a este tipo de personas, en especial a los idiotas que se creían que lo sabían todo en el mundo.
Y que tenían derecho de opinar en la puta vida de los demás.
—No, no lo sé —Sus ojos mieles me observaron altivo—, así que cuéntame toda la historia o es que... ¿te da miedo decirla? —me incito a decirle.
—No tengo porque darte explicaciones y mucho menos hablar con una basura como tú —le corté el rollo sin arrepentimiento.
No tengo la menor idea de su pelea, pero no iba a dársela, no le daría el cochino gusto.
—No es que no quieras hablar, es que no sabes que decir al respecto —me echó en cara con cierto deje de irritación.
Lo observé con el pecho ardiendo por dentro, estaba molesta.
—¿Qué sabes de eso? —me excuse ya dejando ver mi molestia—. ¿Acaso estuviste allí para opinar Chester?
—No, pero puedo decir con suficiencia que cada rumor tiene, aunque sea un poco de verdad en ellos.
«Hipócrita de mierda».
Nadie se vuelve bueno o agradable de la noche a la mañana, menos alguien como él.
—¿Y cuál es la verdad a la que te refieres Chester?
Lo escudriñe en sumo silencio. No iba a caer en esto, él solo quería sacar a relucir mi enfado.
—¿Piensas que no se sobre Collins? —recordó, sugerente.
Silencio, esa fue la única respuesta.
—Sé que ellos también tuvieron que ver con eso —presionó más con el tema al cabo de unos segundos—. No soy tan idiota para no darme cuenta, porque claro, era muy obvio que para Collins lo eras todo para él en ese entonces ¿Cómo iba dejar él que su amada novia sufriera algo así?
—Esto no tiene que ver contigo Aiden Chester —le desvele sin ánimos de seguirle el tonto interrogatorio que mantenía.
—Tiene que ver desde que la perdí a ella —protestó, quejoso a mi renuencia.
Un grueso nudo se instaló en mi garganta, fue inevitable que no saliera un murmullo de dolor. Apreté mis dientes con fuerza.
Sam.
—Yo desconozco que relación mantenían ustedes dos —mi voz es firme, aparentando ser fuerte, pero justo ahí, en ese momento, yo echarme en un rincón a llorar y destrozar todo.
Me pregunto cómo es que lograba enfrentar a una persona con tanta fortaleza, y a solas me desmorone tan frágil como una hoja de papel.
Misterios de la vida.
—Al igual que yo no entiendo como estás involucrada con los Collins.
—Nunca lo entenderías para empezar.
—Sí, por eso pienso que tú tienes que ver mucho ¿O es que me vas a negar los sucios negocios que hacen ellos?
Tragué grueso, sí, lo sé, puedo afirmar con certidumbre eso, antes no tenía idea, la abismal diferencia se evidencia. Yo solo era alguien ingenua.
—Collins y yo terminamos, cualquier relación que teníamos se acabó e incluso si no fuera así, yo no sé absolutamente nada de sus negocios.
—No lo parecía cuando te ayudó —habló por sí mismo—. ¿Y qué me dices sobre esos rumores? ¿Algo de ellos debe ser verdad? ¿Cierto?
—No tengo necesidad de hacer eso —masculle.
—Quién sabe, porque si es así... entonces ¿Por qué entraste aun cuando no era seguro?
Abrí la boca, asombrada, su insolencia me cayó como un balde de agua fría. Deslenguado, sin signos de arrepentimiento para rematar.
—Yo..yo..—Respire tratando de calmarme—. Yo jamás pensé que me iba a pasar eso —hablé con seguridad―. ¿Comprendes?
Estaba mal, no quería recordarlo, no quería pensar en eso, de verdad yo deseo simplemente borrarlo todo de mi memoria. Los recuerdos de ese fatídico día me perseguían sin cesar, rememorando con rapidez el conjunto de sucesos, un escalofrío surco mi cuerpo.
—Si eres inocente ¿Por qué lo quisiste mantener en secreto? ¿Por qué molestarse tanto en ocultar la verdad? ¿No era más fácil eso? —recrimina—. Las personas no hacen más que hablar de cosas a tu alrededor, a lo mejor tienen razón...porque a pesar de que te encontraron inocente, la realidad parece ser otra.
—Nunca sabrás lo que es eso, así que no te atrevas hablar así de fácil como si lo supieras todo. —escupí. En mi interior hervía a llama alta y con crecientes emociones descontroladas—. Tú no sabes nada ¿Me entiendes? ¡Nada! —explote sin remedio.
Mis ojos picaban, quería llorar, pero no iba hacerlo, no allí y menos delante de esa basura de ser humano.
Él me miraba en silencio, sin decir nada al respecto, hasta que abrió su maldita boca finalmente.
—Yo solo quiero saber la verdad Iris.
¿La verdad? ¿Cuál verdad? Muchas personas exigen la verdad, ¿quién soy yo para darla? ¿El culpable? No, yo solo soy una chica que quiere estar en paz consigo misma, una chica que no desea que la presionen más con este tipo de cosas, alguien que tiene el derecho de estar en paz.
—No somos para nada cercanos para tener este tipo de discusión —confesé sin más.
—¿No cuenta todo el tiempo que pasamos juntos en el pasado? —dialogo con terquedad—. ¿O el hecho de que no hay ni una mínima explicación para aquellas personas que eran cercanos a ellos?
—Sí. —Contuve mis ganas de romperme allí, derrumbarme—. Pero la única verdad que podrás encontrar es la misma que escuchaste —replique gélida a su última pregunta y dilema.
—¿De cuáles tantas? —comentó sarcástico.
Le regale una sonrisa limpia, de boca cerrada—. Conociéndote, ya sabes exactamente con detalles a cuál me refiero.
—Esa quizá no sea la verdad —se atrevió a decir.
Me indigné por su atrevimiento.
—¿Sabes? Tú misma ocasionas que te desprecien, con tu actitud psicótica y carácter repelente —aseguro, como si lo anterior mencionado ya era una verdad absoluta—. Por otra parte, esto me hace especular que los rumores no son más que una cruda realidad.
¿Realidad? ¿Desde cuándo vivo en una fantasía?
—Me vale mierda lo que opines sobre mí, de hecho, eres la persona más insignificante que he tenido en mi vida. No tienes derecho a reclamarme nada, tú ni nadie puede acusarme de algo que no hice. —dije con afán. Ya era un total manojo de ira, no podía controlarlo, y sin darme cuenta, mi palma ya iba en dirección a la mejilla de Chester.
—¿Con qué derecho crees tú que puedes tocarme? —reclamo sosteniendo mi mano, que, si no hubiera sostenido con rapidez, tuviera una buena y merecida bofetada.
—Con el mismo derecho que te piensas que tienes tú para interrogarme —espete.
A este punto me di cuenta de lo vil, miserable y manipulador que era Aiden Chester, dijo que no me juzgaba por unos simples rumores, pero ahora era muy distinto a lo que anteriormente me había dicho.
—Escúchame Chester —verbalice en voz alta, con dureza—, eres el ser más inútil e insignificante con el que me he cruzado en mi vida, y no tienes ni tendrás el derecho de recriminar nada porque no es tu maldito problema, ¿entiendes? —Me zafe de su agarre de un manotazo.
Chester, quien se callo por la exaltación de mi respuesta, procedió a decir lo siguiente:
—¿Inútil? ¿Insignificante? ¡¿Yo?! ¡Estuve de niñero haciéndote la maldita compañía! —gritó. Sus facciones teñidas en cólera, iracundo en medio del arrebate—. Si no fuera por eso, ni me hubiera molestado en convivir con una niñata ingrata, inmadura y superficial como tú —Sus ojos chispeaban, taladrando mi rostro.
Se me asemeja a la imagen de un perro con rabia, sonreí con desfachatez, ese gesto lo cabreo más.
—Se te olvida que solo me llevas dos años —corregí obvia, burlona.
Moví mi cuerpo tambaleante en dirección de donde venía en primer lugar, a la sala privada, para no quedarme a seguir discutiendo con Chester.
No estaba en la obligación de seguirlo escuchando cuando solo me acusa de cosas que jamás hice.
—Bien, lárgate —hablo más apacible, pero con una indiscreta rabia.
—No es mi culpa que tus padres crean que soy la opción viable para ti —Alcé adrede la voz para que me escuchara, mientras me largaba de ese lugar.
—Sí, y yo tampoco tengo la culpa de que me obligaran a estar con una maldita drogadicta —siseó.
Cerré mis párpados con fuerza.
Lo sabes Iris, sabes que nada de lo que dicen ellos es verdad.
Sabes que ellos solo buscan herirte, destruir lo que queda de ti.
«Nada de eso me puede afectar» pensé firme, diluyendo cualquier resto de aflicción.
¿Por qué? Porque no hay ni un poquito de verdad o realidad en lo que dicen.
—Vete al infierno, Chester.
Y eso fue lo último que le dije al infeliz.
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