19
El resultado fue negativo. Ninguna persona se disculpó conmigo, por supuesto. Quedé en un estado fatal después de eso, así que no le di tanto interés al hecho de que ellos se pasaron de la línea, pero, tuve que tomar pastillas para dormir y otros medicamentos, por lo que siento un profundo resentimiento por la mayoría de los que me rodean.
Porque caí en el mismo pozo devuelta, ese que me había esforzado por salir. Me ausenté en el instituto al día siguiente y desconocía si podría mañana también, no tenía la fuerza que se requería para soportar la imprudencia de muchos.
—Tienes visitas —informa Arce—. Te están esperando en la sala.
—Espera, ¿quiénes son? —pregunto levantándome de inmediato de mi cama, León pega un brinco por mi repentino movimiento.
—Tus amigos.
—¿Amigos? —repito confundida porque es en plural.
—Sí —vuelve a afirmar—, Emma, Danna, Abigail, Melissa y Jeremy —enumera.
Mi quijada casi cae al piso por la impresión.
—¿Dónde están? —pregunto y me pongo de pie de un salto, esta suaviza sus facciones al ver que no los rechazo.
Busco ropa en mi armario para poder verles y en lo que puedo, me maquillo ligeramente.
—¿No me escuchaste? Te dije que están en la sala, esperándote —resume y antes de irse, agrega lo siguiente—: Madre no está muy contenta con la llegada de tus amigos, pero trata de ignorarla —recomienda y asiento con el entrecejo fruncido.
A ella no le agrada nada que tenga que ver conmigo, eso me lo dejó en claro desde que empecé a obtener criterio propio y mi padre no hacía más que apoyar a mi madre de manera unilateral porque no le interesa nuestras riñas.
Arce se va y ahí es cuando bajo por las escaleras, los veo desde arriba y ellos no tardan en verme, algunos sonríen un poco apenados, mientras que Melissa y Jeremy me regalan sus mejores sonrisas, en especial este último tiene una sonrisa tan radiante como si no tuviera la menor idea del último lío en el que estuve envuelta. Pero claro que él lo sabe, sino no estaría aquí. Esta es su forma de demostrarme su apoyo incondicional.
—Mi cielo —susurra Jeremy, sus brazos me rodearon y pego mi rostro contra su pecho, algo en esto me pone triste, quizá porque no me había dado cuenta que necesitaba tanto este abrazo que siento como se me forma un nudo en la garganta—, no sabes cuánto quería venir a verte, me alegra ver que estás bien —comenta regando besos en la coronilla de mi cabeza y mejillas, nadie cuestiona el efusivo cariño de Jeremy, él siempre es así de afectuoso.
—Lamento no venir antes —se disculpa Melissa, esta cabizbaja con una expresión decaída—, te llamé y envié mensajes, pero no me contestaste y pensé que... iba a ser un inconveniente si venía —trata de enmendar y niego dándole un abrazo, la escucho suspirar deshaciendo su tensión—. Espero no importunar.
—No pasa nada, Meli —explayo inspirando hondo, para quitar mi melancolía y me centro en lo más importante, las personas a las que sí les importo y, obvio, yo.
Unas miradas curiosas me hacen recaer en ellas y me separo de mi mejor amiga para saludarles, es hora de abandonar mis temores y ser más empática con quiénes si lo son conmigo.
En el pasado, no hubiera dudado en encerrarme a mí misma y no permitir estar con mis amigos, puesto que tenía miedo de salir lastimada, decepcionada o ver como me traicionan por no querer estar envueltos con una persona como yo, alguien que es tan criticada y está en la boca de tantas personas que es insoportable.
Muchos hablaron mal de mí para salvar su pellejo e incluso, me acusaron de hacer cosas que yo no hice para protegerse a sí mismos. Tan hipócritas que dan pena.
—En cuánto escuché eso, supe que eras inocente —dijo de repente, sorprendiéndome, Emma—. Me preocupé porque después de aquello faltaste hoy.
—Te esperamos, pero no viniste y, bueno, yo también no quisiera venir después de algo así —interviene Danna—. Por eso recurrimos a Melissa, pero ella tampoco tenía información de ti.
—Desde ayer no he tocado mi teléfono —miento, en parte, porque si vi el montón de notificaciones de llamadas y mensajes perdidos, pero no estaba dispuesta para contestar.
Nos sentamos todos en el sofá y seguimos platicando de otras cosas, hasta que Jeremy hace una pregunta que convierte el ambiente en un silencio sepulcral.
—Y... ¿Tienes algunas idea de quién metió eso en tu bolsa? —pregunta cambiando drástico la conversación, ojeo el semblante de cada uno de los presentes y sé que al igual que Jeremy, las dudas lo corroen.
—No lo sé —comento, pero agrego lo siguiente—: Pero quién fue aprovechó la brecha de tiempo para colocar algo en mi bolsa cuando la dejé para limpiar, en ese lapso de tiempo Melissa y yo quedamos encerradas en la consejería —resumo y ahí todos empiezan a opinar al respecto.
—O sea, que el responsable sacó provecho de tu ausencia para meter la droga en tu bolsa.
—El problema es que no sabemos de quién se trata —añade Abigail ante el comentario de Emma—. ¿Tienes en mente a alguien?
—¿Te peleaste con alguien recientemente? —interroga Danna. Ambas preguntas resuenan en mi cabeza cómo un jaque, poniéndome realmente pensativa.
—Yo... —analizo mi situación de una forma más fría—. Tengo muchas personas que me odian, pero solo Sabrina es con quién he tenido problemas últimamente —exteriorizo mi resolución.
—Es muy probable que Sabrina —escupió Melissa con desdén—. Se ha estado metiendo contigo desde hace un tiempo y ya ha hecho cosas en contra de ti.
—¿Y si no es ella? —cuestiono, ganando la atención de todos—. Digo, sí, me odia, pero no puedo hacer a un lado al resto de otras personas que también lo hacen —argumento impasible.
—¿Crees que pudo haber sido Isabella? —inquiere y lo veo estupefacta, por la mención de ella—. Bueno, traigo este tema porque si bien no se ha metido contigo por ahora, ella fue quién le dio inicio a todo este rumor de ti con las drogas.
—Así que Jeremy conoce a Isabella —murmura Danna en el oído de Emma.
El escuchar ese nombre me trae pésimos recuerdos a mi mente, si había alguien que me empujó al fuego sin arrepentimientos en traición, es Isabella, aquella que terminó por destrozar mi reputación. Por ella es que todos creen que soy una drogadicta, ella fue la culpable de que se enteraran de quién es la familia de Christian y en su gran mayoría, la culpable del final de mi relación con el rubio.
Si bien la última palabra la tuve yo y fue en buenos términos, eso no quita que sus asquerosas mentiras y rumores no lo jodieran todo, y yo no estaba estable mentalmente para luchar por mi relación, habían cosas más importantes para mí.
—Siempre tuve curiosidad como es que tú y ella, para empezar, se relacionaron —ahonda él con una expresión reflexiva—. Su amistad fue extraña.
—Todos ya saben de mi historia con ella —evado y siento mi estómago revolverse—. No creo que sea Isabella, ya logró lo que quería y no le debo interesar más.
—No todo —apunta Melissa en la conversación—. Discúlpame si suena imprudente preguntar esto, pero, ¿a qué te refieres con que logró lo que quería? ¿Y qué en específico iba a conseguir con hacerte todo eso?
Arruinarme, lastimarme, herirme y... expiarse a través de mí, dirigió toda su mierda a mí para salir ventajosa de la horrible posición en la que se encontraba.
—Dos cosas. Joderme y, como ya saben, culparme de todo para ella salir ilesa —acoto y siento la necesidad de explicar más—. En especial, esto último.
—Ninguno de nosotros conocemos su historia a profundidad —dijo Melissa y sé que quiere que le cuente más a fondo, había detalles que me guardé para mí misma, que nadie supo—. Era tu amiga y conocida por nosotros, pero...
Inspiro hondo, lento y los observo con un poco de nervios, solo Christian conocía a Isabella bastante, al igual que yo. Nosotros teníamos conocimiento de sus adicciones y yo la intenté ayudar, me hice su amiga...
El día en que ella me traicionó fue su fin, Christian se encargó de arruinarla en vida como lo hizo conmigo, por lo que su expulsión fue definitiva en la institución y tal vez haya retomado sus vicios, en vista que jamás podrá incorporarse en la Élite, la sociedad ni en ninguna parte.
«Él la sepultó viva».
—La conocí en una fiesta —empiezo a contar, nadie interrumpe y solo me oyen—. A decir verdad, no quería ir a esa fiesta, pero fui por Christian.
»—¿Lista, cariño? —me pregunta y asiento con las mejillas coloradas, salgo de mi habitación y doy una vuelta con mi ropa para la ocasión con su mirada encima de mí y sonríe orgulloso—. Te ves hermosa.
—¿En serio? —Sus brazos me envuelven como grilletes y me besa toda la cara—. Hey, vas arruinar mi maquillaje, Christian... —me quejo con las manos en su pecho para apartarlo, siendo imposible y este me ignora—. ¡Hey, escúchame! —reclamo entre risas por las cosquillas, sus labios atrapan los míos y le devuelvo el beso con ternura—. ¿Planeas ir a la fiesta o quedarnos juntos?
—No, bueno, lamentablemente no se pueden ambas —inquiere tomando mi mano, bajamos por las escaleras de mi casa para irnos—. Así que nos iremos a la fiesta —dijo y lo sigo tomando las llaves de mi casa para guardarlas en mi pequeño pero lindo bolso, cuando salimos subimos a su camioneta.
En el camino la charla es reemplazada por la música de mi playlist hasta llegar a la casa de Olivia, donde es la fiesta. Al aparcar la camioneta nos bajamos enseguida, encontrando el ruido de la música, la risa y el olor a cigarro, entre otros.
Nos desplazamos adentro sin problemas, mi vista recorrió cada rincón de la mansión y nos quedamos estáticos, el ambiente no es habitual o normal, todos están actuando raro y supuse el porqué, este también me observa y comprendemos que hay personas que desconocemos, varias chicas alcoholizadas, drogadas y que están sirviendo a algunos... Que creo haber visto.
Christian me toma de la mano con fuerza, lo miro ceñuda en busca de respuestas y veo que su nariz está arrugada como cuando algo no le gusta y lo comprendo, a mí también me desagrada el ambiente de aquí.
Entonces, Christian me arrastra a otro lado entre empujones y miradas indiscretas, no me dice nada cuando le pregunto hasta que estamos lo suficientemente alejados, en un pasillo que lleva a la cocina, por suerte habían pocas personas y las que hay están casi inconscientes.
—Vuelvo en un instante —me hace saber con las facciones endurecidas, su mano se posa en mis hombros y lo veo atenta—. Iris, no te relaciones con nadie de aquí, ¿bien? Tampoco consumas nada, la mayoría de aquí están drogados —Me quedo estática en el sitio, sin reaccionar—. Al parecer ellos vinieron y trajeron toda su mierda —murmura y resopla con los hombros tensos—. Recuerda no moverte de aquí.
—¿A dónde vas?
—A buscar a mi hermana —contesta y capto sus intenciones—. Necesito que me explique que es esta mierda.
No le hago caso, ya sea por necedad, curiosidad o porque no podía estarme quieta vuelvo adentrarme en el sitio, divagando por todos lados. La mayoría esta en un estado eufórico y otros en un trance donde no se veían presentes en sí mismos.
Al llegar a una planta más arriba una música suave me recibe, es como una sala de estar, hay varios hombres fumando, bebiendo y en cada lado hay mujeres sentadas con ellos, algunas incluso sentadas en sus regazos con vestidos cortos o mini faldas, aquellas mujeres reían complacientes a ellos.
—¡Prueba! —me tiende un porro una rubia, su sonrisa es enorme y me detalla curiosa—. Vienes a servir también, ¿no?
—No, gracias —rechazo amablemente, pero la rubia no parece tan convencida con mi respuesta—. No estoy interesada tampoco, solo estoy esperando a alguien —me limito a decir.
—Pero mira que tenemos aquí, ¡Una princesa! —exclama haciéndonos llamar la atención y maldigo por lo bajo, esta me toma el hombro con una familiaridad que no posee—. ¿Y entonces qué haces aquí, princesita? ¿Vienes por tu acompañante? ¿O vas a seguir esperando que te escojan primero?
Una sensación de asco me inunda, quiero vomitar y resisto en lo que puedo para negar, la rubia no se ve contenta de mi presencia ante la negativa tan clara, ella creería que soy una de ellas.
Cuando trato de devolverme por donde vine unos hombres me lo impiden, la sensación de desesperación y ansiedad crece en mi pecho, no les importó qué les dijera, no me dieron paso para irme.
Me resigno a sentarme con la mayor calma reunida posible en un sofá alejado de la mayoría, para no llamar la atención y poder enviarle un mensaje a Christian, me mataría al inicio por cometer semejante estupidez pero valdría la pena, mejor que ser elegida como capricho de esta gente.
Mis planes se van al caño cuando un pelinegro con ojos castaños se sienta a mi lado, escondo mi teléfono fingiendo tranquilidad y veo al frente, ignorando su presencia, y ahí es cuando veo algo que me llama la atención, alterando mi presión arterial.
Su mano toca su muslo con cautela, al inicio, como si fuera un gesto normal, de amigos. Pero sus ojos, su cara, la sonrisa que hacía al bajar levemente su mirada al ver que la chica no le importaba en lo más mínimo su mano allí, fue lo que le dio pase de realizar caricias indebidas.
De entre todas las mujeres, ella es la única que vestía diferente, aparte de mí. Cuando hice un intento de levantarme para quitarle de encima a esa basura, una mano me sujeto por el brazo tirando de mí hasta caer de culo de nuevo en el sofá.
—No, no —niega con una sonrisa que logra acelerar mi corazón de una forma inexplicablemente dolorosa—. Mi buen amigo ha estado todo este tiempo detrás de ella. Y tú no lo vas arruinar —susurra en mi oído, pasando un brazo por sobre mis hombros. Mi cuerpo se congeló—. Así que no seas metiche y deja las cosas fluir entre ellos —argulla con un vaso de whisky en su otra mano.
—¿Estás dejando que él abuse de ella? —escupo las palabras retenidas, pero lo más bajo que pude—. Ella ni siquiera está consciente del todo de lo que está haciendo —hago énfasis en ello. Este enarca una ceja divertido, dándole igual; lo que provoca que sienta ganas de vomitar por lo horrible de la situación—. Esta drogada.
—Sí, es obvio —contesta socarrón.
—¿Tú la drogaste? —lo enfrento.
Se parte en carcajadas, unas gotas del vaso lleno de licor en su mano caen en mi pantalón, algunas personas nos miran expectantes y yo mientras mantengo mi mirada fija en el suelo, impotente.
—Oliver tenía razón sobre ti, eres muy inocente.
—¿Qué? —dije sorprendida, al escuchar nombrar al medio hermano de mi novio.
—Esa chica esta drogada, sí, pero ella misma fue quien se metió todas esas sustancias sin importarle una mierda su vida. ¿Y crees que iba a ser necesario hacerlo nosotros? ¿Drogarla hasta estar inconsciente? Pues no, estas equivocada, querida, quienes están aquí en su mayoría son por voluntad propia; no están obligados.
»Ella entró aquí porque sabía que podía drogarse a gusto, gratuitamente, entonces, ¿tú crees que le importe pasarla bien con alguien más mientras obtiene lo que quiere?
—Esto no puede seguir así —sentencio indignada, pero este enarca una ceja entretenido y vuelve a sostener mi brazo—. ¡Que me sueltes! —grito férrea, forcejeando en vano con él. Todos a mi alrededor posan sus miradas curiosas en nosotros, pero deciden no hacer nada y nos ignoran.
¿De verdad estan presenciando esto como si nada?
—Siéntate —ordena en un tono bajo, que me eriza un poco la piel—. Vuelve a sentarte, Iris, ¿no ves que estamos llamando la atención sin necesidad? —se hace el ofendido, pero noto que tras esa expresión lucha por no echarse a reír con descaro en mi cara.
—No eres quién para darme órdenes —rechisto en desacuerdo y busco con la mirada a alguien conocido que podría ayudar a quitarme de encima a este idiota, pero nada. No conocía a nadie de aquí.
Él afianza su agarre y vuelve a tirar de mí tratando de conseguir que me siente sin tantos rodeos, pero me rehúso y lo golpeo para después empezar a forcejear con él.
—Tu novio es Christian, ¿no? Si no recuerdo mal él salió un momento de la fiesta, por eso es que tú estás aquí, ¿cierto? —indaga, reteniéndome.
El pánico emerge en mi interior, sin embargo, no lo demuestro porque eso le daría más poder a ese asqueroso.
—¿Qué quieres decirme con eso? —escupo a regañadientes—. ¿Amenazarme?
—Que él no estará aquí para salvar tu culo si te metes en problemas. ¿Es tan difícil para ti entenderlo? —explaya con suma tranquilidad y procede a tirar de mí para mantenerme cerca—. Si te metes en problemas nadie va ayudar, cariño.
Asiento dudosa, pero sin descuidar a la chica sentada en una esquina del otro sofá, no pierdo de vista cada movimiento que hace el asqueroso, y observo de reojo como esta siendo manoseada de una forma discreta por el otro chico a su lado, ver eso ocasiona que casi quiera vomitar la bilis, pero me mantengo imperturbable por la ferviente necesidad de encontrar una solución rápida de quitarme a este tipo de encima.
En algún momento, el hombre que me retiene se interesa en una escort con un lacio cabello negro, la mujer se sienta en su regazo y con entusiasmo, decide comerle la boca, este no pierde oportunidad en pasear sus manos por sus piernas; mi incomodidad es abismal, pero me daba ventaja de largarme y, con mucho cuidado, me aparto de él, quién aún se entretiene con la escort.
Pero ellos ya no están.
Me dirijo a la primera mujer que está sola con un trago en su mano y le pregunto.
—¿Sabes a dónde fueron la pareja que estaba sentada hace un momento en el sofá de la izquierda?
—¿Quiénes? —me pregunta con un extraño acento marcado, sus cejas se fruncieron como si pareciera hacer memoria—. Oh, ¿Te refieres Ricky y esa castaña?
—Sí, esos mismos —afirmo y ella me observa con un deje de diversión, tiene unos tintes de picardía en su mirada—. ¿En dónde se fueron?
—En una de las habitaciones a mano derecha.
—¿Eso es...?
—En la planta de abajo —agrega—. Como bajé a buscar licores los vi, deben de estar ya ocupados.
—¿Puedes ayudarme a salir? —pido rápido —. Por favor.
—Me puedo meter en problemas —se excusa y le da un ligero trago a su bebida—. Estoy encargada de vigilar a varias de mis chicas en su trabajo.
—¿Cuánto quieres? —espeto seria, con avidez, ella le da otro sorbo a su bebida y me ve interesada por fin a mi propuesta.
—Así que después de todo sí que eres una verdadera princesita —destaca y se ríe—. Que resuelven todo con dinero.
—Solo quiero ayudarla —justifico, suspirando—. Dime una cantidad.
—Mi servicio como proxeneta fue de sesenta mil dólares —suelta y la veo boquiabierta por su repentina revelación—. Diez mil dólares para cada chica, por lo que me quedo solo con diez mil nada más; como veo tus intenciones me conformo con cinco mil, pero, debes pensarlo bien, ¿vale la pena que intentes esta locura por una desconocida?
Vuelvo asentir y ella me toma del brazo con disimulo.
—Vas acompañarme a una habitación, te pondrás un vestido y saldrás conmigo actuando tal como te diga —susurra—. ¿Te quedó claro? —replicó demandante y la veo sugerente, sin dudas—. ¿Tienes los cinco mil en tu cuenta?
—Sí —afirmo y ella me jala a una habitación del mismo sitio con cuidado de que nadie se diera cuenta, parecía un depósito de cosas, pero en realidad es una habitación la cual no usan. La rubia me entrega un vestido azul con escote y falda—. ¿Es para que me dejen salir?
—Correcto —me confirma, ella me da unos retoques de maquillaje y me hace un peinado sencillo de lado—. Diremos que vas a darle un servicio especial a Ricky que solicitó, estoy segura que lo creerán.
Con su brazo enroscado al mío y unas sonrisas radiantes nos dejaron salir, esta me guió en la dirección en donde los vio por última vez.
—Está en una de estas habitaciones —dijo en finalidad de irse—. Tengo que volver, diré que Ricky te seleccionó para un trío si me preguntan mucho, él práctica esas cosas y como todos están ocupados no se van a molestar en comprobar si es cierto —explica y se va por fin.
Me apoyo en cada habitación hasta oír una voz familiar.
—Que lindura... ven acá, déjame quitarte eso que te molesta —escucho a través de la puerta, mi estómago se comprime y me muerdo las uñas pensando que hacer.
Por un lado si entro puedo empeorar todo y enfrentarme a algo mucho peor, por el otro no llegué tan lejos para acobardarme y menos hacer que no vi nada, no puedo vivir callándome esto.
Llamo a Christian tres veces pero no me contesta y no tuve otra opción que actuar sola.
Tomo la primera cosa que vi, un adorno de cristal grueso perfecto para la situación y con una delicadeza impropia abro la puerta haciendo el menos ruido que me permitía, el asqueroso la besa y manosea su cuerpo como el cerdo que es, ella no reacciona para nada, esta ida.
Estoy detrás de él, no puede verme porque está concentrado en sus perversiones, por lo que aun con mi miedo, asesto el golpe más fuerte y contundente que pude haber dado en su cráneo, se escucha un chillido empañado de dolor y él cae en la cama con una mano en su cabeza, la sangre empapa las sábanas, suelto el objeto también manchado con gotitas de sangre con el corazón acelerado, sintiendo los latidos de mi corazón en cada partícula de mi cuerpo.
Es ahí cuando le quito al cerdo que se retuerce de dolor encima de ella; sostengo a la chica con rapidez y la muevo para mantenerla consciente y lograr que se apoye en mi hombro para caminar, esta no responde como quiero, pero me la llevo arrastras y por obra de Dios, da pasos vacilantes pero que me ayudan a mantener el equilibrio.
Articula palabras incoherentes, sus ojos están blancos y suda muchísimo, si yo ni hubiera estado sería violada por ese tipo.
—¿Quién trajo esta puta aquí? —Su dedo apunta hacia a mí, furioso, y contengo la respiración, la chica apoyada en mí protesta en murmuros ininteligibles. No sé ni como habían llegado más de ellos—. ¿Qué esperan? ¡Traigan a esa perra!
Me muevo rápido al percatarme que esos hombres me siguen poco contentos con el hecho de que lastimé a uno de ellos y alcanzo a encerrarme en una de las otras habitaciones sin remedio, le pongo seguro y los golpeteos en la puerta me ponen los nervios de punta, suelto a la chica y en medio de temblores busco mi teléfono para llamar a Christian y me saque lo más pronto posible de aquí, la había cagado y en grande.
—¡Abre la puerta, hija de perra! —grita aumentando los golpes, la manija de la puerta se mueve con rabia—. ¡Te juro que si no abres la puerta en este instante voy a matarte!
Siento mis piernas desfallecer por los nervios, me mantengo fuerte mientras llamo a Christian, el teléfono repica y repica, no contesta y mi pánico crece, lágrimas descienden por mis mejillas al escuchar que patea la puerta con fuerza y esta retumba, si conseguía abrir... pensar en ello me aterra.
—¡Abre la maldita puerta!
—Contesta, contesta, contesta, contesta —repito escuchando los golpes abruptos en la puerta sin parar, mis dedos tiemblan y mi teléfono casi se cae de mis manos, llamo a Christian sin perder la esperanza y es que, si él no venía estaba jodida—. ¡Contesta joder! —exijo viendo en la pantalla de mi teléfono su nombre marcando, repica una y otra vez.
Creí con ingenuidad que había noqueado a ese hombre lo suficiente, pero no fue así.
Empujo a la chica en una tina vacía de baño y nos encierro a ambas en el baño y le pongo el pestillo, la puerta de la habitación iba a ser abierta en cualquier momento y tal como predije sucedió, abrió la puerta e ingresó como un búfalo junto a sus hombres buscándome.
—¿Iris que...? —El teléfono cae al suelo, la llamada aún continúa vigente y sé que está escuchando todo, incluyendo el estruendo de la puerta del baño al ser abierta.
—Agarren a esa hija de perra, ¡Ahora!
No dudan en agarrarme a las fuerzas, no sirve de nada esconderme o defenderme, son dos contra mí y son mucho más fuertes que yo, uno de ellos me toma por el cabello y me jala hasta hacerme chillar de dolor y me jalonea en lo que logra tirarme al piso quedando en los pies de aquel hombre.
—Agarrenla, eso es —celebra al ellos someterme tomándome cada uno por mis brazos—. Pónganla en la cama —dicta y ellos obedecen como unos sabuesos.
Sus manos acarician mis muslos y no... no pude soportarlo, me muevo como una histérica y lo pateo, este me ve enojado y su mano impacta en mi mejilla de tal forma que voltea toda mi cara, escupo en el suelo y el sabor metálico se hace presente.
—Maldita, ni follarte como puta va pagar la herida que me hiciste —dijo apretando con sus manos mi pierna con la cual lo pateé, empiezo a sentir un pequeño ardor que me asusta. Levanta la falda de mi vestido y no tarda en manosear cerca de mi entrepierna—. Tienes suerte que estés buena —expone con una morbosidad asquerosa en su cara y me da asco—. Será por turnos.
Quiero vomitar. Sentí la bilis y la rabia inundando mi cuerpo, este continúa tocando mi cuerpo con morbosidad y yo no hago más que resistirme asqueada, me muevo consiguiendo que los agarres en mis brazos sean dolorosos, tanto que ya no los sentía como parte de mis extremidades.
—Caballeros, no pretendo interrumpir esto pero...
Su voz es como una salvación para mí quién está desesperada por quitarse aquellas manos en mis muslos de encima antes de que siga cruzando la línea.
—Jódete, Dixon —insulta Ricky con la cara colorada de rojo por la rabia, deteniendo sus toques indebidos en mi cuerpo—. Nada de lo que digas aquí va salvar a que le de su merecido a esta perra.
—Pues vas a tener que echar marcha atrás, es la mujer del tigre —comenta con una diversión contenida, sus ojos me recorren con una mirada de "te lo dije" que me hace sentir impotente, aun así su humor es insólito en esta clase de situación—. Actúa y mueres.
—Me arriesgaré —sentencia colérico.
—Pues bien, adelante —accede y el aire se me va del cuerpo, el calor y toda característica de señales de vida, ahora estoy asustada; a este idiota no le importa con tal de entretenerse—. ¿Pero ustedes tambien quieren meterse en este lío? ¿Están seguros? —se dirige a los otros y ellos se muestran inseguros, por no decir renuentes—. Después no digan que no se los advertí —dijo convincente.
Uno de los sujetos que me sostiene afloja su agarre y el otro no duda en soltarme.
—Él tiene razón —apunta sin verme el que me soltó—. No vale la pena quedar en semejante lío con el tigre y poner en peligro nuestra amistad —al agregar aquello el que dudaba en soltarme finalmente lo hizo y pude sentir que volvía a la vida, no obstante Ricky se enfureció más de lo que se podría imaginar.
—¡Cobardes! —exclama con las manos apretadas, el semblante de su rostro está arrugado y parecía que una vena de su frente explotaría.
—Déjalo pasar, Ricky —insiste otro, este no pudo decir nada más al respecto cuando Ricky sacó de su pantalón algo que nos dejó en frío.
Dos disparos retumban en la habitación y un grito desgarrador sale de mi garganta y doy pasos hacia atrás aterrada, mi cuerpo tiembla ante tal escenario; el hombre se retuerce en el suelo en un charco de sangre, de su boca una hilera de sangre desciende empañando sus ropas y este hace chirridos ahogándose en su propia sangre. Ricky suelta una risa histriónica y me apunta alejándose de aquellos dos que lo veían anonadados y llenos de indignación.
—No necesito a quiénes no me sigan —espeta con un increíble gozo de perversión—. Esta puta tiene que pagar por lo que me hizo, de una u otra manera...
Trago grueso y cierro los ojos con fuerza con la febril esperanza de que no podía terminar así; cuando los vuelvo abrir un ruido en seco se hace denotar, Ricky se mueve mientras es retenido en contra de su voluntad por un rubio que conozco a la perfección, este al ver su posición poco beneficiosa despotrica maldiciones sin dar plebe.
La pistola que cae en el suelo es tomada por uno de los hombres que ya no están de su lado y con un ademán de su parte, él ahora retiene a Ricky mientras veo que Christian se dirige a mí con una expresión impertérrita, se agacha hasta mi altura y sus brazos me envuelven conteniendo mis espasmos por las lágrimas que no sabía que había empezado a derramar y el miedo, soba mi espalda y entiendo perfectamente que todo acabó, nada pasó a mayores y llegó a tiempo.
«¿Y si no hubiera llegado a tiempo?».
—Hay que irnos —me avisa y asiento reiteradas veces limpiando mis lágrimas, sé que ahora él debe estar muy molesto conmigo, pero no me lo va reprochar.
No cuando hay un problema el cuál solucionar por mi culpa.
—Espera —le digo tomando su brazo, este me mira ceñudo cuando veo hacia el baño—, no puedo dejar a esta chica sola aquí y en estas condiciones...
—¿Hiciste por ella todo esto? —pregunta esperando una respuesta y con mi sutil afirmación este agrega lo siguiente—: ¿Tienes alguna idea de lo que podría haber ocurrido si no llegaba?
—Lo lamento.
—Tienes suerte que Dixon intervino —objeta ingresando al baño, la chica en la tina está despierta por suerte—. Y qué fueron ellos con los cuáles te metiste en problemas.
—Ellos te tienen miedo —dije más como una respuesta que como pregunta, debía saber de esto a fondo.
—No —niega plausible—. No quieren ofender a mi familia y romper nuestro tratado, es eso.
No indague mucho después de eso, solo nos dedicamos a sacar a la chica castaña de la tina, quién está despierta pero parece ida observando sin algún punto en específico, al parecer el efecto se iría poco a poco de su cuerpo.
—Te dije que te estuvieras quieta, princesita —escucho decir aquello detrás de mí y sé quién es, por lo que no contesto ni reparo en mirarlo.
Camino a la salida y solo hay personas dormidas en sofás inconscientes y la mayoría fue desalojada al parecer, excepto los de la planta de arriba. Noto que alguien nos sigue a los tres y Christian no se muestra intimidado, más bien, este pasa sus brazos por mis hombros en lo que llevo arrastras a la chica hasta llegar al estacionamiento donde esta nuestro vehículo.
—Métela al auto —ordena mientras se va a hablar con un pelinegro lleno de tatuajes que iba detrás de nosotros, ellos están algo lejos hablando y cuando aquel chico, con aparente curiosidad, me divisa y conecta su mirada con la mía un escalofrío surca mi cuerpo de mala manera, su mirada es oscura, siniestra y muy fea.
—No tenías porque... no lo hubieras hecho —susurra con los ojos cerrados, con severos efectos en su organismo pero más consciente de sus alrededores, el efecto había disminuido aunque sea para ser capaz de hablar y saber que no la quiero perjudicar.
—Shh —Le pongo el cinturón de seguridad y le quito los cabellos de su rostro, está tan drogada que no tiene idea y eso es como un golpe en el estómago, me sentía tan mal que me cuesta responder bien—. No digas eso, vas a estar bien —aseguro respirando fuerte, Christian entra dando un portazo a la puerta del chófer, al mirarme puedo entrever que está molesto, solo que no me lo diría.
—¿Ya está todo? —preguntó y le digo que sí, después maneja camino a su apartamento en completo silencio.
(...)
—Per-perdonáme —Abre el tapete del inodoro yéndose en vómito, su tez es tan pálido que parecía un fantasma.
La desintoxicación debe ser horrible y desesperante.
—No, no tienes porque disculparte —explayo con una botella de agua en mi mano para dársela cuando termine de vomitar, minutos antes Christian me la entregó después de ofrecerme a ayudar a la chica, este con sus dudas, accedió a pesar de que no lo veía viable.
Según él, no es algo lindo que le gustaría que yo viera, por eso quería tratarla él.
—Puedes intentar bañarte, no sé si eso ayudaría —induje y a esta le parece buena idea—. Déjame ayudarte —comunico tratando de sostenerla, pero me rechaza.
—No tienes porque ayudarme —dijo tajante.
—¿Qué no tengo porqué? Si te estas toda llena de vómito, si quieres te puedes desvestir, bañarte y te doy una muda de ropa nueva.
—No importa.
—Estás mal —insisto—. No tienes porque ser tan terca, solo estoy tratando de ayudarte.
—No debiste hacer eso —dijo de repente.
—¿El qué?
—Ayudarme —dijo despegando mechones pegados a sus mejillas sonrojadas por el sudor frío. Hizo una amago de hablar, sin embargo, las arcadas de vómito la interrumpió—. N-no debiste... tú tenías que irte —expone entre jadeos por la falta de aire. Las arcadas no le permitían respirar lo suficiente—. Te metiste en problemas con el escorpión por mi culpa.
—¿El Escorpión?
—Malcolm Taylor —espeta sin aliento—. Tu novio y tú no la tendrán fácil de ahora en adelante —señala, pero no le doy la suficiente importancia.
—¿Drogarte te hace sentir tan feliz? —pregunto dejando caer mi cuerpo en el frío suelo, recostada del lavamanos. Veo como ella tensa ligeramente su cuerpo al oír mi pregunta.
—Es probable que no lo entiendas —Pasa la palma de su mano por su boca y barbilla, su mano tiembla y así me percato de los temblores de su cuerpo—. Al inicio creí que... creí que solo era por felicidad instantánea, pasarla bien con amigos, divertirnos, ser más espontánea y agradable en el ambiente. Incluso mi ex novio de ese entonces consumía por lo mismo, pero, pronto él empezó a depender más de ellas para vivir con normalidad.
»Cuando me di cuenta, él ya estaba hundido hasta en la mierda en el mundo de las drogas y yo, quién sólo era su ingenua novia, fui su espectadora número de como perdió el control de ello. En pocas palabras, dio su vida por una felicidad de solo ratos.
—¿No haces tú lo mismo? —inquiero sin querer.
—No —niega y la repaso con la mirada, porque claramente, no puedo estar de acuerdo con ella—. Él consumía para ser feliz y poco a poco, su estado de ánimo se basaba en eso, consumir para ser feliz. Vivir en una felicidad ilusoria creada por sustancias... Con el tiempo traté de dejarlas, pero no pude lograrlo, a diferencia de él que lo hacía solo por una felicidad de a ratos, para mí el drogarme era olvidar lo que estaba sintiendo y por segunda vez, como una estúpida; pensé que las cosas serían diferente al caso de Kyle, porque yo consideraba que tenía el control sobre mi adicción... Pero eso era falso.
—Entonces, ellas son quienes tienen control sobre ti.
—Sí —afirma en un hilo de voz y las lágrimas se desplazan sin contención por todo su rostro, ella se sostiene a sí misma su estómago, dando otras arcadas para vomitar—. S-soy una estúpida, iban a violarme y ni siquiera me defendería porque estaba tan drogada hasta la médula que no sería consciente de nada. ¡De nada! —exclama por último rompiéndose en llanto y me acerco para agarrar su cabello con un moño. Acaricio su espalda en silencio, porque entendía que es lo único que podía hacer desde mi posición.
No juzgarla, no señalarla y solo escucharla. Tan simple como eso.
—Lo peor es que ni aún así sabiendo que Kyle murió por esta mierda, mi cuerpo no deja de sentir la necesidad de querer más y más.
—Es una reacción normal.
—Y ojalá no fuera así —susurra entre gimoteos y temblores fuertes—. Es humillante y desgastante —confiesa sin reparos.
—¿Puedo saber cómo te llamas? —trato de preguntarle con precaución, sin hacerlo sonar amenazante para ella—. Mi nombre es Iris, Iris Brown.
—Isabella Dawson —se presenta con una frágil sonrisa, que se desvanecerá en cualquier instante«.
—¿Pero Isabella por qué estaba allí si no era parte de esas mujeres?
—Originalmente era una fiesta normal, hasta que llegaron ellos; Oliver y Malcolm trajeron a su gente, complaciendo con escorts, prostitutas y algunas de ellas... ni siquiera tenían opción de si estar o no, la mayoría de ellas estaban bajo efecto de las drogas, Isabella no era parte de ese grupo, pero estaba drogada y la tomaron, un hombre gustó de ella y ya se imaginan lo que le iba a suceder si no intervenía.
Observo que Melissa tiene una expresión despavorida, está como un fantasma al yo finalizar toda mi historia, el resto están con expresiones incrédulas, porque el cómo conocí a Isabella no es algo fácil de digerir, menos para mí.
Lo peor es que pese a todo ello, Isabella Dawson me traicionó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro