18
Camino por el inhóspito hospital con recelo, por lo que veía no sería posible descansar hoy y también mis padres llegarían pronto si es que no lo hacían dentro de muy poco.
—¿Los doctores no han dicho cuándo va despertar? —pregunto a lo que esta niega, la mortificación está plasmada en su rostro.
—Lo único que me dijeron es que probablemente no dure tanto tiempo el coma, pero sus heridas fueron de gravedad y ya lleva más de lo previsto —explica viéndolo consternada, algo en Olivia me seguía preocupando—. Quieren trasladarlo hoy.
—¿Eso es malo?
—Lo peor —asevera—. Estoy en grandes problemas, Justin, y necesitamos que él despierte —puntualiza abochornada—. No quiero que él se haga cargo de Christian, no quiero que lo haga —resalta.
—¿Temes que...?
—Oliver tendrá más oportunidades de lastimarlo —zanja impotente—. A ese maldito no le importa mi hermano, ni nosotros; solo el puesto de próximo Boss y a nuestro padre le divierte eso, cree que el mejor debe ser el sucesor. Incluso si sus hijos se matan entre sí.
La situación es desesperante en sí. La tez del muchacho en la camilla es de un fantasma, tan pálido y magullado que a penas puedo ver la similitud con el chico de mis recuerdos, incluso su rubio brillante perdió color y ahora es apagado, casi sin vida. Tenía varias semejanzas con su hermana, si bien no compartían sangre del todo su parecido es innegable.
—Y Christian no puede defenderse en este estado —dije lo obvio, y ella asintió—. Pensé que como es el heredero tendría un mejor trato por parte del Boss.
—El amor familiar es solo un escudo ilusorio —confiesa acariciando la mano de su hermano inconsciente, podía ser que todo fuera una cruel mentira en esa familia, pero su cariño parecía no serlo—. En estos momentos hay una guerra interna que no se detendrá hasta quedar el más poderoso, queramos o no, esto nos arrastra y yo por apoyarlo... mucho más
»Aunque sea considerado heredero, eso no significa que su puesto esté asegurado, cualquiera de nuestra sangre puede tomarlo; solo que, eso implicaría pasar por un camino lleno de sangre, pérdidas y traiciones, nadie se quedaría de brazos cruzados. Debido a que al estado de mi hermano es crítico, esto favorece al resto, está desprotegido y yo no puedo, no creo que pueda protegerlo una vez esté al alcance de la familia.
—En pocas palabras, van detrás de ti para ir por él.
—He logrado protegernos hasta ahora —espeta tomando su teléfono—. Pero sé que si no despierta estaré fuera del juego por mucho que lo intente —enuncia viéndome bastante seria y su mirada queda pegada a la pantalla de su teléfono—. El Boss quiere hablar conmigo —dijo de la nada. Pasa saliva y sus manos temblorosas retiran el sudor frío de su frente, por mi parte trato de mantener la calma lo máximo posible.
Nada de esto pintaba bien.
(...)
Cuando me despido de Olivia con un abrazo reconfortante, esta me informa que debíamos hablar en otra oportunidad, ya en casa mis padres llegaron y los ayude con el equipaje.
—¿Cómo estuviste, cariño?
—Excelente —afirmo, mi madre me envuelve en un brazo casi asfixiante—. Mamá, solo fueron unos días... —dije apenado, mi padre está al otro lado desempacando su maleta en completo silencio.
Mi padre no es muy amoroso, diría más bien que es del tipo que te demuestra su aprecio en otros aspectos. Así que desde siempre he estado rodeado de una familia bastante enérgica y cariñosa.
Mi madre, en especial, es muy afectuosa, animada y con energía de sobra.
—Estuve muy preocupada por ti, ¿sabes? —dijo sacando las cosas de su maleta veloz—. No sabía si estarías bien, si comías adecuadamente y no sólo frituras y bueno, espero que no te hayas metido en problemas —repara en mí sosteniendo mis hombros—. No has comido bien, ¿verdad?
—Mamá... estoy bien, fueron solo tres días.
Y unos días muy locos.
—Tres días que mi tesoro no ha comido bien —Me vuelve abrazar y siento algo de vergüenza, pero la dejo ser.
—Helen, déjalo en paz —defiende mi padre y le agradezco internamente—. ¿No ves que lo estás avergonzando? No es un niño.
—Tú cállate —riñó y mi padre rueda los ojos cruzado de brazos—. ¿Qué quieres comer hoy? —me pregunta ignorando por completo a mi padre, quién hace muecas de burla hacia mí por ser tratado así.
—Cualquier cosa esta bien —aseguro, pero mi madre me ve sugerente—. Bueno, no vendría mal lasaña, ¿eso está bien? —inquiero y ella se muestra contenta con mi elección, me da un beso en la mejilla para soltarme por fin.
Cuando me alejo escucho a mi padre hablarle en tono burlón a mi madre, asegurando que de seguro tenía mas vellos en las pelotas que él y que por eso ya no soy un niño, pero esta lo detiene firme en todas las oportunidades de protesta.
Un clic me hace girar en seco, en schok. Y oh Dios.
—¡Qué carajo! —exclamo teniendo en frente a una tipa que desconocía, con una maldita arma—. ¡¿Quién eres y qué mierda haces en mi casa?! —grito alejándome en lo que ella se acerca, la cocina no es tan grande y tenía dos entrandas, en específico una que daba al jardín trasero, por ahí debió ingresar.
—¿Justin, qué sucede?
Es tarde para advertirles de que no entren y busquen como defenderse. Ya habían sido acorralados.
—¡Un paso más y disparo! —amenaza apuntando aleatorio entre nosotros, mi padre alcanza a resguardar a mi madre detrás de él.
—Cálmate —exijo.
—Te disparo a ti, a ella, a mí ¡O a quién sea! —grita otra vez dejándome helado, a todos en realidad—. ¡Si no me obedecen dispararé!
—Baja el arma, muchacha —pide levantando las manos ligeramente y haciendo señas para que lo baje—. De esta manera no podemos hacer nada por ti —recalca—. Desconocemos tus intenciones y el porqué estás aquí.
—Lo vi —señala y los ojos le escuecen—. ¡Lo vi hablando con esa mujer en el hospital! —brama.
–¡¿De quién hablas?! —demanda mi madre algo alterada.
—De ella —su voz queda me paraliza—. La princesa de la mafia italiana.
La única que tiene ese título es...
«Olivia Grey» pienso con el pulso acelerado «¡Maldita sea, esto no podía estar ocurriéndome!».
—¿Olivia Grey? —musita mi padre, pensativo.
—Bacheli —esclarece, con voz trémula—. Sabes de quién hablo —Su arma apunta a mí y mi madre ahoga un grito.
—¿Qué necesitas?
—Necesito, necesito que me ayudes a recuperar a mi hermano, no me importa el costo, me importa una mierda las condiciones, solo... por favor, ayúdame a encontrarme con Christian Bacheli —determina, todos nos miramos confundidos y consternados. ¿Cómo mierda le íbamos a presentar a esta chica al heredero de una mafia? De paso, está en un coma.
«En un puto coma».
—¡Solo tienen que hacer eso!
Bien, tenía mi admiración para tener las agallas de entrar a la casa de unos completos extraños y amenazarlos, como a la vez es una loca psicótica y suicida por no reparar en los riesgos que traería esto, porque, bueno, ¿Qué sería de ella si hubieramos tenido nuestras armas alguno de nosotros? De ser así, si uno de nosotros reaccionaba por sentirse amenazado, es ella quién estaría en una posición crítica.
—¿Qué tiene que ver él con tu hermano? —le interroga mi padre, con toda la paciencia que podría reunir, detrás de él tenía protegida a mi madre con su esbelto y corpulento cuerpo; también sé que intenta lograr calmar a esta loca para que no nos haga daño, a ningún miembro de la familia.
—Mucho —zanja—. Él es el único que sabe donde está mi hermano, se los súplico o sino... disparare, no tienen otras opciones; me ayudan o alguno de nosotros muere —sentencia y lágrimas emergen de sus ojos, se podía ver con claridad la resignación en sus ojos, ese vacío que te lleva a los peores extremos posibles—. Te estuve observando en el hospital, así que mentirme diciendo que no la conoces no servirá —dijo refiriéndose a mí y mis padres me dan una rápida mirada de mortificación y algo más que no supe identificar—. Estoy consciente que hablar con ellos por mí misma es imposible.
—¿Cómo te llamas? —tanteo con el corazón acelerado—. Te ves muy joven, supongo que tenemos edades similares, ¿no? —Ni sabía que malditas palabras están saliendo de mi boca, pero el sentido de supervivencia me podía más, también analizo mis posibilidades si puedo distraerla y abalanzarme sobre ella para quitarle el arma de fuego.
—Lía Harper —con un tono frío y respuesta tajante lo dice.
—¿Y tu hermano? ¿Cómo se llama?
—Dani... —se corta a sí misma por medio de un espasmos, sus manos que sostienen el arma tiemblan como gelatina; y le dedico una mirada a mi padre en lo que este niega entendiendo mis intenciones, así que le hago caso y me mantengo en mi sitio—. D-Daniel Harper.
—¿Qué tiene que ver tu hermano con los Bacheli?
—Mi hermano trabaja para él —declara nerviosa, en un aparente ataque de pánico—. O trabajaba, ¡No lo sé! —exclama, estallando en lágrimas en borbotones—. ¡Lo último que supe de él es que se fue con él y nunca más lo volví a ver! ¡Necesito hablar con él! ¡Necesito saber!
Al subir por las escaleras a mi habitación me encuentro a mi madre hablando por teléfono, hablaba fuerte y tosco, eso me llamó la atención porque por lo general suele tener un temple indiferente.
—¿Dónde estabas? —Ella se para frente de mí, aún con el teléfono en la mano, no se veía muy contenta al parecer.
—Eh, yo —pienso en qué decirle, si la verdad o alguna excusa, porque conociéndola no le haría mucha gracia que haya estado con los chicos, más porque soy una mujer y no les agrada—. Con Melissa.
—Su madre me dijo que no estabas con ella.
—Es que no me quedé en su casa —apresuro a agregar, escuchando los latidos de mi corazón—. Hicimos una pijamada en casa de Emma —dije con una sonrisa escueta, el latir de mi corazón aumentó, y traté de largarme para no incurrir en otra mentira más penosa.
—Espero que sea la última vez que te lo diga —su voz me detiene de abrupto—. Pero por mentir es que suceden las desgracias.
(...)
La fragancia de su perfume ligero a rosales y un toque dulzón me llega, el lugar angosto nos obligó a que solo una de nosotras se levantara con cuidado a abrir.
Esta se inclina un poco más haciendo mi posición algo incómoda, su cuerpo está sobre el mío prácticamente, y sé que ella se da cuenta de mi incomodidad porque me ve sagaz y sonríe apenada, pero sus mejillas se tiñen de un suave rosa que me descolocó. Ella trata de no desviarse de su objetivo, de no desconcentrarse.
Exhalo sonora resistiendo la presión de sus muslos al lado de los míos, mi aliento choca en su pecho algo al descubierto provocando escalofríos por el contraste de temperaturas; estoy resistiendo el hecho de que no podía moverme para conseguir que ella pudiera abrir la puerta con éxito de consejería, en el cuál nos quedamos atrapadas.
El centenar de objetos entorpecen el espacio y por ende, el movimiento, si me movía también podría caernos el estante a ambas encima y no quería eso, así que solo esperé paciente porque ella probara las llaves hasta encontrar la correcta y salir.
—Creo que esta es la correcta —murmura entre sus labios, casi ininteligible.
Se inclina más pegando sus senos a mi rostro siendo inevitable, pego la cabeza contra la puerta pero aún así no se puede evitar, la capa del sudor de su piel la siento, si fuera un chico de seguro la posición sería un disfrute, pero la realidad es que quiero respirar sin sus tetas en mi cara.
—¡Maldición, he probado diez llaves de este maldito llavero y no la consigo! —comenta frustrada.
Se deja caer sentada y agradezco a Dios que puedo respirar; sus muslos quedan sobre los míos haciendo presión y suelto un quejido adolorida, igual que esta sentada en medio de mis piernas, esta se disculpa con torpeza pero sé que no puede hacer más.
—Lo siento, lo siento —se disculpa reiteradas veces—. No debí insistirte en ayudarte con el trapeador —se sincera viéndome bastante avergonzada, mientras transpira con un tic en el ojo izquierdo, por los nervios.
Sus ojos como siervo me veían en intervalos de tiempo; había algo en ellos, en su forma de mirar tal vez, que me producía algunas dudas, lo peor es que no sabía con exactitud de qué o porqué.
—Solo querías ayudarme con mi castigo —trato de enmendar—. No es tu culpa.
—No entiendo a la institución por construir esta habitación de consejería tan pequeño y angosto... no sé en que estaban pensando —cambia de tema.
—En que no lo usaran para marranadas quizás —espeto pensativa—. La recuerdo más grande, pero desde lo de Smith imagino que tomaron estas medidas —dije, evocando una expresión sorprendida de parte de ella.
—Vaya, no sabía eso.
—Bueno, ya lo sabes —murmuro bajo su mirada. Estábamos las dos solas encerradas en un espacio reducido por accidente, el lado positivo es que es con alguien que me agrada—. ¿Puedes volver a intentarlo? —manifiesto y me aclaro la garganta, esta musita un "sí" casi inaudible y vuelve levantarse lo que puede, para intentarlo.
Otra vez la misma posición. A medida que se mueve probando varias llaves la observo un poco, su cabello caía en hondas por sus hombros, no es corto, al igual que yo a Melissa le gusta lucir un cabello abundante. Teníamos varias cosas en común.
—¡Abrió! —exclama emocionada y ambas no podemos evitar movernos a la misma vez, causando que nos desplomemos en el suelo con la puerta abierta.
Su frente chocó con la mía e hice un sonido adolorido, Melissa esta sobre de mí y el aire abandonó mis pulmones por el golpe en seco de su cuerpo; mis manos sostienen sus hombros para apartarla de inmediato, me dolía el cuerpo y no tenía aire en mis pulmomones.
Su cara se levantó y pestañeando repetidas veces me detalló, su frente esta empezando a ponerse roja por el cabezaso. Su expresión desconcertada se pasmó un segundo percatándose de algo y las facciones de su rostro temblaron casi imperceptibles, diviso como su mirada me rehuyó al reencontrarse conmigo, solo que como si fuese una ilusión, aquella sensación desapareció cuando adquirió su faceta habitual.
Cuando se puso de pie me ayudó a reponerme con una mano y recuperando el aliento limpiamos nuestras ropas que están llenas de polvo y quitando diminutas telas de telarañas.
Ninguna de las dos mencionó algo al respecto, solo fuimos a la siguiente clase como de costumbre.
«Justin no vino hoy» fue lo primero que noté, una eventualidad muy extraña. El pocas veces faltaba.
—Iré al baño un momento —informa Melissa—. Me envías un mensaje si llega la profesora —me pide.
—Bien.
Saco mi libreta para dibujar círculos con mi lápiz, esperando porque llegue la profesora de biología mientras tanto. Una puerta es abierta y levanto perezosa para ver de quién se trata, es la profesora.
Perfecto, ya había llegado. Entro al chat de Melissa y empiezo a escribir un mensaje, el cual dejo a la mitad al entrever que la profesora se dirige hacia nosotros.
Solo cuando la tengo cerca, muy cerca, comprendo que ella está delante de mí y es por mí, por una razón que desconocía.
—Abre tu bolsa —demanda.
Me repongo en mi asiento, extrañada, un cosquilleo se presenta en cada extremo de mi cuerpo junto a una ola de frío, no siento mis dedos y el lápiz cae de entre mis dedos, rodando por el suelo.
Nuestras voces es lo que domina el aula de clases, nadie habla, ya no.
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunto al pedido de mi profesora, de repente veo a la coordinadora con otras dos personas fuera de la puerta esperando, mi confusión se hace más grande.
Tengo cada mirada del aula en mí. Un escalofrío gélido recorrió mi nuca, sintiendo una mirada en particular pesada, no quiero girarme a ver, pero algo me dice que esto ira mal. Mi mente grita por huir de aquí, pero mi cuerpo no responde como debería.
No acato la orden, así que ella me arrebata mi bolsa y saca mis cosas como si fueran basura, busco en parar aquella acción porque me sentía invadida y me muestro molesta por la actitud que tomó, pero esta me da un manotazo impidiendo que interfiera, y cuando parece encontrar el objeto de su interés, pone frente de mí la cosa que en mi vida, jamás tendría en mi bolso. La última cosa que tendría.
«Cocaína».
—Nos llegó una información de posesión de drogas ilícitas de tu parte al instituto, también por el consumo de las mismas.
—No es mío —hablo casi ahogada, y esta no me cree por supuesto.
Con una evidencia así, después de ser informada, es difícil que pueda confiar en mi palabra. La única vía de probar mi inocencia es diciendo que estuve encerrada en la habitación de consejería, pero Melissa no está aquí, y faltaría comprobarlo con otras personas.
Lastimosamente no sabría quiénes me apoyarían, además de que mi reputación se presta para acusaciones de este tipo. Hay rumores de mí sobre el consumo ilegal de sustancias, nunca fue cierto, pero muchos imaginan que sí.
Esto fue preparado para perjudicarme.
—Esto es fuera de los límites, Brown —su dureza es total, sin contención—. Que venga a mi clase, con droga en su bolsa. Una completa vergüenza —replica negando, la coordinadora y unos policías se acercan, sé que no tengo de otra que seguirlos—. No la tenía en mente de esa forma, Miss Brown.
Murmuros y miradas no se hacen esperar, no volteo a verlos, no quiero hacerlo, ya sea por cobardía, miedo, confusión o vergüenza, no me atrevo a verlos.
Se supone que no debo de sentir esto cuando soy inocente, menos cuando soy incriminada. Gestiono lo mejor que puedo mis emociones y salgo del aula de clases, los adultos presente me bombardean de muchas palabras que, para su mala suerte, no retengo en mi mente.
Cabeceo sentada en dirección hasta la llegada de mis representantes, mi madre llegaría, es la única que podría porque mi padre no sacrificaría una junta directiva por mí, y a él no le haría gracia atender esta desafortunada situación.
El golpeteo de unos tacones es lo que me trae devuelta en sí, tenía tan grabada en mi memoria ese ruido que es imposible que no distinga que se trata de mi madre. Llegó por fin.
—Sal afuera —ordena inflexible, solo me limito a obedecerla.
La discusión sobre mí va estar reñida, pero sobretodo el resultado es incierto a mi perspectiva, esta ocasión es algo que jamás había vivido. Tampoco tenía a quién recurrir, sólo me valía por mis padres y por mí misma.
Reviso los bolsillos de mi pantalón sacando mi teléfono, varios mensajes y llamadas perdidas lo colapsan. Mis dedos tiemblan por desbloquear la pantalla, meterme en el chat y responder, cuando me decido que hacer renuncio porque mi madre está saliendo con el resto.
—Sígueme.
No me dedica ninguna mirada, en el auto también es lo mismo, no hablamos, nada; puedo ver por el retrovisor que los policías nos siguen y que nos estamos dirigiendo a una estación de policías.
Nos adentramos a un baño aislado, ella cierra la puerta al entrar, ahora estamos a solas, mi madre y yo.
—Orina en este envase —Me entrega el frasco característico para exámenes de laboratorio.
—No fui yo —estipulo con lentitud.
—¿Y cómo quieres qué te crea a estas alturas, Iris? —amonesta inflexible—. ¿Crees que tanto tu padre y yo no sabemos los horribles rumores sobre ti? —Con eso desencadena lo que llevaba retenido desde antes de llegar aquí.
—Sabes que nada de eso es cierto —refuto—. ¡Tú misma iniciaste una demanda por difamación y acoso!
—Lo hice para protegernos —contesta sin reparos—. A todos —específica—.Tu reputación nos afectó con gravedad y defendernos de esa forma fue el único camino que nos dejaste, si tan solo no hubieras sido tan problemática...
—¿Crees que yo quise que eso me pasara? ¿Hablas en serio? —Mi voz es quebradiza, estupefacta por lo que decía.
—No me refiero solo a eso, puedo entenderte hasta cierto punto —aclara—. Pero abusas, tú abusas en todo —No hay remordimiento en sus palabras, ni una pizca de ello.
—¿Abuso? —balbuceo casi sin poder creerlo.
Mi propia madre está diciéndome cosas tan horribles, algo que en definitiva sabía a la perfección que no es mi culpa; los recuerdos de las miles de veces que rogué hasta quedarme dormida para no escuchar más palabras tan feas como "zorra, perra, fácil, oportunista, aprovechada, mentirosa, hipócrita...." y muchas más. ¿Cómo podía ella hablar de esta forma sabiendo lo que pasé?
—No haces nada por mejorar —dijo con estoicismo—. Estoy cansada de verte así como un alma en pena, sin querer salir ni motivada a nada; y por eso abusas de tu condición, todos estamos obligados a entenderte pero tú no a nosotros, que esto nos perjudica también. Se supone que estos meses con la psicóloga debían servirte para retomar tu vida, seguir adelante, pero veo que te excusas de tu caso para tus otros problemas —explica resoplando—. Además, has tirado de lado tus obligaciones y ahora, te metiste en un lío.
—¿Lo único que te interesa es si puedo o no serte útil? Y respondiendo a lo anterior, lo hago, pero no es mi culpa que esto me sobrepase —me quejo—. No es sencillo, no lo vas a comprender, porque solo te centras en ti y no ves nada más; estoy en un sitio lleno de prejuicios, rumores y personas que no paran de recalcarme el pasado —hago hincapié—. ¿No te has puesto a mediar en cómo estoy enfrentando todo en esta ciudad? Ahora mismo me encuentro atada de manos, sobre algo que claramente no hice.
—Si me hubieras hecho caso, en primer lugar, estarías lejos de aquí y de esta ciudad que consideras un bodrio —me echa en cara—. Tal vez, incluso ese tres de Enero no existiría...
«No existiría». Eso lo sé, mucho más que ella.
—Amaba esta ciudad, tenía todo aquí, mis amigos, mi hermana y aunque parezca estúpido, a ustedes tambien, pero ahora veo que respecto a lo último era tonto contarlos a ustedes como una de mis razones cuando nunca están ni han estado —Me duele, duele como el infierno esto, y reconozco que me equivoqué en el pasado, pero no tanto como para merecer esto de mi madre—. ¿Tienes alguna idea de lo doloroso que sería para mí irme a un internado a Inglaterra sin nadie? ¿Te pusiste a pensar en mis sentimientos?
—Siempre lo hago.
—Pues no parece —debato comenzando a alterarme—. Si lo hicieras no estarías acusándome así, ¡Ni siquiera estarías dudando cuando te digo que no fui yo! —exploto llegando a mi límite—. ¡Me conoces por Dios! Jamás me he drogado, no lo he hecho y menos ahora que mi maldita vida está un poquito mejor y no quiero continuar el mismo círculo vicioso en el que he estado hundida.
—¿Cómo quieres que te crea bajo estas circunstancias? Todo apunta hacia ti.
—Te dije que no fui yo —repito, y no le basta, sé que cualquier palabra fuera de mi boca perdió valor para ella; aunque no recuedo si en algún instante tuvo valor, siendo honesta—. Que dudes de mí es injusto.
—He tenido que lidiar con la opinión pública, los comentarios desagradables y nuestra propia familia que cuestiona mi crianza sobre ti. ¿Y tienes el descaro de decir que no tengo derecho a dudar de ti? Iris, lo único que has hecho hasta ahora es traer un problema tras otro, y nosotros somos quiénes tenemos que arreglar tus desastres porque ni siquiera eres lo suficientemente buena para reconocer que estás empeorando y en lugar de estarte quieta, lo arruinas más.
—Dime que aspecto de tu filántropica vida basada en apariencias he arruinado —No aguanto más la presión en mi pecho, y una risa nasal emerge de mí—. Porque esa es tu única forma de joderme, en que he arruinado el como te ven los demás a ti como madre y ni te importa que tan mierda estoy hecha como para interesarme como unos imbéciles me ven o que opinan sobre mí —escupo sin aliento—. Dios mío...
—Te críe para que fueras alguien, mejor, perfecta, envidiada y de bien —se excusa—. Te críe para que fueras un ejemplo a seguir, no... esto que eres.
—¿Crianza? ¿De cuál hablas? —le pregunto irónica, porque si algo ella no había hecho en toda su vida fue cuidar adecuadamente de nosotras—. Helena, no recuerdo nada referente a ti a lo largo de mi vida respecto a mi crianza o la de mi hermana. No puedes quejarte de esto que soy, cuando no has aportado nada a mi vida, ni valores ni nada —agrego haciéndole cambiar su expresión a una de enojo.
—Te guste o no me he hecho cargo de ti y tu desastre, y créeme que nadie lo haría a sabiendas que eres una mocosa mal agradecida —punza y yo solo la observo realmente dolida, como una venda que se termina por caer de mis ojos.
—No me he drogado —me defiendo, pero al parecer a ella no le convence—. Estoy diciendo la verdad. ¿Por qué voy a mentir con eso? —inquiero con aún el pecho comprimido, la ansiedad y una sensación de desesperación que amenaza con embargar mi estado, más no permito que me envuelva eso.
—¿Al igual cuándo te pregunté dónde estabas ese día?
—Yo...
—Perdiste todo derecho a ser escuchada —zanja y siento algo quebrarse dentro de mí—. En serio, ni yo sé porque te escucho en primer lugar, siempre mientes en todo —afirma como si fuera cierto y no lo es, no lo es para nada.
—¡No estoy mintiendo!
—Puede que sea verdad, pero, ya nadie quiere escucharte —dijo con una fría incredulidad.
Me quedo estática en el sitio con impotencia y cierro mis ojos con fuerza, deseando que todo esto fuera una de esas malditas pesadillas que me atormentan al dormir, lástima para mí, que no podía escapar de mi realidad que es tan hostil como esas pesadillas. Clavo mis uñas en las palmas de mis manos y siento ardor, acompañado de una falta de aire que conocía más que bien, dentro de poco empezaría a hiperventilar. Mi madre continúa hablando y no se da cuenta de ello.
—Orina y esto se acabará —logro escuchar—. Para probar que estás limpia y no tienes nada que ver como dices necesitamos hacerte esta prueba. El cherif dijo que los resultados de los exámenes llegarán rápido y si estás limpia, no tendremos problemas en ningún ámbito —continúa hablando—. Nuestra reputación quedará intacta, sin manchas, y eso te incluye.
—No he consumido —es lo último que comento y no respondo a las otras siguientes palabras de Helena, antes de salirse del baño y cerrar la puerta.
—Por favor —súplica—, si en serio te preocupa nuestra familia, hazte el examen y todo terminará, así te puedes ayudar a ti misma y aclarar todos los malentendidos si estas limpia —Suspira cansada—. Es lo menos que puedes hacer —dijo y finalmente se marcha.
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