17
Todos empezamos a gritar, el viento contra mi rostro se sentía sensacional, como una sensación fresca de libertad después de una larga sentencia. Tenía la cabeza afuera del vidrio, al tener la parte delantera podía disfrutar más y pues Justin es quién conducía.
—Say you want me, say you want me out of your life —empezamos a cantar al unísono, los chicos también se habían sumado a la salida, por lo que es más divertido.
—Then I'm just a dead man walking tonight —canta Bruce a todo pulmón, su voz ronca es la que más resuena en esta parte.
—But you need it, yeah, you need it all of the time.
Yeah, ooh, ooh, ooh.
Youngblood.
—Say you want me, say you want me back in your life So I'm just a dead man crawling tonight —continúo a la par de Drake, quién está más tomado que el resto.
El auto se frenó de repente haciéndonos ir hacia delante y varias maldiciones se escucharon.
(...)
—Primero las damas —estableció—. ¿Verdad o reto?
—Verdad —elijo y por su clara muestra de placer no se si arrepentirme de mi elección—. Nada de preguntas raras, Bruce.
—¿Qué tiene de divertido jugar Verdad o reto si no puedo hacer preguntas raras o bastante cuestionables? —inquirió ofreciéndome un trago, el cuál acepto haciéndole mala cara—. Bien, bien, sin preguntas que vayan a dejar traumas.
—Muchas gracias.
—¿Si tuvieras que elegir entre nosotros para casar, besar o matar quiénes serían? También explica porqué.
—Fácil —dije sonriente y tenía a todos viéndome—. Me caso con Drake, beso a Jake y mueres tú o Justin —El último abrió la boca con indignación y me encogí de hombros—. Él preguntó y yo respondí, a mí no me culpes.
—¿Por qué esas elecciones? —indaga curioso—. ¿Y por qué matarme a mí? —interroga Bruce como una vieja chismosa—. Me duele tu elección, Iris.
—Ante la duda el mejor conocido —argumento con simpleza—. Drake se lleva mejor conmigo, Jake es bastante maduro y ustedes... bueno, son ustedes —me aclaro la garganta.
—"Ustedes" —hace énfasis con los dedos—. Vaya explicación, Arcoíris —chista y me hago la desentendida.
—¿Verdad o reto? —pregunta de nuevo Bruce, pero ahora a Drake.
—Reto —elige sin pensárselo mucho y el rubio sonríe lo máximo posible.
—Te reto a beberte el resto de la botella —dijo y este se quejó de inmediato.
—¿Quieres matarme de un paro etílico?
—Nadie te manda a elegir reto —concluye y este no le queda de otra que cumplir de mala gana. Se cruza de brazos observando que Drake cumpla su reto, aunque eso iba a demorar, por lo que siguieron unos turnos aburridos del juego porque nadie elegía reto, mientras ingeriamos alcohol hasta que empezó a calar fuerte en nuestro sistema.
—Verdad o reto —propone y este lo mira ceñudo—. ¿O tienes miedo? —le echa encara con excesiva maldad.
—Reto.
Empezamos a animar observando a Jake quién al parecer, esta siendo probado por un Bruce medio borracho y con ganas de ver el mundo arder.
—Te reto a llamar a Abigail —enuncia con una vibra malévola que nos deja atentos al desenlace—. Dile que si esta disponible este próximo viernes y la invitas a salir —culmina en lo que se regocija de cómo la cara de Jake se va descomponiendo.
—Dime que estás de broma, Bruce —comenta atónito, áspero en todo el asunto.
Los dos comparten miradas tensas que por nada del mundo sabíamos el trasfondo, hasta que uno de ellos lo rompe largando una risa maliciosa.
—Tú sabes perfectamente que no, mi Jakie—expone sin escrúpulos, con una sonrisa que demuestra lo jactancioso que está.
—¿Abigail? —menciona Justin sin comprender—. ¿Por qué a ella? —cuestiona y de repente abre sus ojos como platos, como si por fin las piezas encajaron—. No me digas...
Jake se cruzó de brazos lanzando miradas furtivas a los presentes y negó, entonces Bruce se empezó pavonear sobre su victoria como un niño pequeño, aquella acción hizo que Jake comenzara a rechinar los dientes y se masajeara los sienes.
—Debí matar a mucha gente en mi otra vida... —argulló ante los bailes eufóricos de Bruce.
—¡Lo sabía, lo sabía! —pregona en voz alta—. ¿Piensas que puedes engañarme? ¡En tus sueños Frederick! —graznó vigoroso.
—Así que... ¿Le gusta Abigail? —pregunta Justin, mientras que sus brazos toman mi cintura y recuesta su cuerpo un poco sobre mí.
—¡Les dije que Jakie estaba raro! —replica Drake, pero antes de poder agregar algo su cara se contrae y se aleja lo suficiente para lidiar con varias arcadas de vómito, todos hacemos una mueca de disgusto.
—Y bien escondido que lo tenía el condenado —bromea recostado del árbol—. ¿Así que ella es tu nuevo interés amoroso? ¿O solo van a tontear por allí con todas esas idioteces que hacen los enamorados hasta que te decidas?
—¿Va a decirle?
—Debería, pero Jakie es tímido.
—¡Por Dios, Bruce! —exclama el aludido irritado—. ¡Deja de hacer el ridículo y cállate! Ni sabes de lo que estás hablando.
—El ridículo lo haces tú mismo, cara de tabla —espeta haciendo un mohín y alza la botella a la mitad—. Un brindis por mí y cara de tabla, por la hermosa relación de amistad que tenemos —enuncia aún con el mismo monólogo—. Aunque nuestro Jakie sea un pésimo mentiroso y guardando secretos.
—¿Tabla de planchar? ¿Quién es tabla de planchar? —inquiere Drake más allá que de acá, sus movimientos no tenían estabilidad y había un rastro de vómito en sus labios.
—Jakie —específica con voz fina e insoportable—. Nuestro niño está creciendo, pronto va tener novia.
Abre la boca y lo vuelve a cerrar anonadado; y yo no puedo contener los chillidos de mi risa y Justin al parecer tampoco, este me abraza y se ríe entre dientes, su rostro está escondido en mi cuello y el aliento cálido por el alcohol me puso la piel de gallina.
—No sé cuál fue el mal que hice en mi otra vida para lidiar con un montón de borrachos —farfulla con una expresión de puro suplicio—. No voy a llamar a Abigail a estas horas para pasar pena ajena —justifica reacio al reto.
—Cobarde —lo acusa.
—Lo que pasa en las Veges se queda en las Veges —comentó entusiasta, pero un eructo lo termina por hacer caer sentado al suelo—. Creo que mi culo cayó sobre algo...
Este busca levantarse con torpeza, más no lo logra y rueda en la grama, un montón de vidrios y líquido empapan su trasero y este se los quita con las manos con rapidez.
—Joder, eso va doler mañana —murmura Justin, con un gesto de dolor.
—¡Es Vegas por el amor de Dios! —corrige.
—¿A quién mierda le importa eso ahora? —menciona Bruce.
—Cierto, ¿Qué tiene de malo imaginar que estamos en las Vegas? No seas aguafiestas, Jake —espeta levantándose del suelo.
—Me refiero a otra cosa, Drake —rectifica.
—Creí que seguíamos jugando verdad o reto —recuerda—. ¿Entonces no va llamar a Abigail?
—No lo presiones, Drake, nuestro Jakie no trabaja bajo presión.
—¡Tú cállate que no ayudas! —señala con exasperación al rubio que al ver su reacción levanta las manos en señal de paz—. ¡Y ni siquiera estamos en les Vegas, Drake!
—Pues espiritualmente si estoy.
—Si tú estás espiritualmente en las Vegas, yo estoy en Dubai —agrega cruzado de brazos.
—Dios mío... —Suspira en negación.
Mis párpados pesan y recuesto mi cabeza en mi mano, un bostezo se escapa de mis labios con bochorno.
—¿Tienes sueño? —pregunta y asiento frotando mis ojos que tienen algunas lágrimas diminutas por el bostezo, este aparta ambas manos de mi rostro y me jala hasta tenerme entre sus brazos.
Mis músculos se endurecen al instante y su temperatura más calidad hizo contraste conmigo, es como si estuviera abrazando a un oso y es agradable. Los chicos discuten como hienas y al final, no consiguen que Jake llame a Abigail, ya que este se excusa con que es altas horas de la noche y solo un psicópata llamaría por algo así.
Justin los mira con una endeble sonrisa sin intervenir, los tres discuten por nimiedades sin cansancio; pero yo lo observo a él ignorando al resto de forma disimulada o eso creí, porque al sentir mis ojos sobre él este me contempla ahora abismado.
—¡Y tú! —me agarra por el brazo, Justin me sostiene por el otro enfurruñado como a un niño al cuál le apartan de su persona favorita, pero al final cede al ver la sombría mirada que le dedicó Jake—. Tú te vienes conmigo, los dejo dos segundos más y ya estarán metiéndose lengua hasta la garganta y mañana al día siguiente me estarás chillando que porqué te dejé.
—Pero...
—Nada, te vas a dormir con mi hermana ahora mismo en cuánto lleguemos —sentenció y me sentí diminuta, no obstante me tomó de la mano y me adentró a la camioneta—. Quédate aquí, buscaré al resto —Un suspiro cansino escapa de sus labios.
Cerró la puerta de la camioneta y aproveché para acostarme en el asiento un rato, me sentía mareada y muy fuera de mí misma. Al cerrarse mis párpados la oscuridad es todo lo que puedo ver y me relaja al principio...
Mi corazón bombea rápido y la ansiedad me consume a medida del transcurso de los minutos, no tardo en clavar mis uñas en mis brazos y darme arañazos; no comprendía bien porqué, solo que una sensación de pánico se asentó con un vacío en el estómago aflorando el miedo.
Mi respiración se vuelve un desastre y el aire empieza a escasear, no puedo respirar, ¡No puedo respirar! Muerdo mis labios hasta sentir un sabor metálico que conocía bien, reemplazando el sabor etílico del alcohol, mi cabeza da vueltas y mi vista se vuelve negra... Minutos después hago el esfuerzo de levantarme y mi cuerpo está aún temblando. Me vuelvo a recomponer en el asiento esta vez tratando de mitigar el dolor por la confusión que embargo.
«¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo llegué aquí?».
Al no poder formular respuestas las lágrimas se vuelven imposibles de retener, y sí; estoy llorando y no sabía exactamente porqué, solo sé que tengo miedo y estoy confundida. De repente, un ruido me paraliza.
—Shhh —me sostiene entre sus brazos y acaricia mi cabello, sus dedos quitan algunas de mis lágrimas que están en mis mejillas—, vamos, intenta inhalar y exhalar conmigo —dijo y niego frenética en busca de que me soltaran, el miedo me hace reaccionar con agresividad.
—¡Suéltame! —ordeno, removiendome desesperada.
—Mírame, soy yo —abro mis ojos, pero veo borroso, su imagen no es muy clara; incluso así me brinda la sensación de seguridad que necesito para calmarme—. Soy yo, ¿Acaso no vas a saber quién soy yo, Arcoíris? Me siento ofendido.
—Justin —suelto casi sin aliento y a media voz. Los espasmos aún se encuentran vigentes en mí y el calor volvía poco a poco a mi cuerpo de nuevo.
—Sí, así es —admitió con sus manos entre las mías, su tacto me mantenía consciente—. Concéntrate en mí, no olvides respirar.
Escucho los latidos de su corazón como una canción de cuna que funciona para calmarme. Había dejado de llorar, el miedo infundido fue desapareciendo como una pesadilla de mal gusto y por muy extraño que sonora, me siento un poco más en mis cabales, pero no lo suficiente como me gustaría.
—¿Dónde estamos? ¿No ocurrió nada malo? ¿Vamos a casa?
—Arcoíris —musitó acariciando mi espalda—, no ha ocurrido nada y puedes estar tranquila —asevera—. Estaré sin importar qué a tu lado.
Sus labios se posaron en mi cabeza y dejó un beso casto allí; con él me sentía segura, quizá porque me transmitía esa sensación que a veces anhelo en secreto a solas y porque él no buscaba sacar provecho de nada como otras personas.
—Al final todos me abandonan —confieso y tengo los ojos acuosos, con mi mano las quitó y trato de limpiar mis mocos por los sollozos—.Me mienten, me traicionan o...
«Me engañan».
—Yo no lo haré.
—No puedes estar tan seguro de eso —reí nerviosa, ahogada en un vacío desconocido, sin sentido—. No sabes que ocurrirá en el mañana y yo no estoy dispuesta a arriesgarme con nadie —dije verosímil, cerrada a posibilidades—. Lamento decirte que no eres la excepción, ya no espero nada de nadie.
—Que creas eso me duele —reafirma con un bufido—. Pero entiendo porque eres así y... eres fuerte, ¿sabías? Quizá muchos piensan que la fortaleza lo albergan quiénes se mantienen de pie después de la tormenta, o de aquellos que no derraman lágrimas algunas, pero; ser fuerte no significa precisamente no llorar, a veces, la fuerza reside en quien es capaz de levantarse de nuevo —suelta dejándome perpleja, conmovida y otras lágrimas se escapan—. No lo dije para que lloraras —dijo con una sonrisa que se puede entrever.
—Lo sé, lo sé —lo detallo absorta.
Ambos. Los dos nos acercamos por instinto propio, nuestros labios se encuentran por breves segundos, tan escasos qué, ni siquiera pudimos procesarlo y permitir sentirnos como se debe, una acción efímera que no debió pasar en lo absoluto y que con seguridad, haríamos como que nunca sucedió o no recordaremos nada más tarde sobre esto.
Volteó su cabeza cómo si esperara no mediar ninguna palabra conmigo después y eso me desestabilizó, la confusión llenó cada rincón de mi cabeza del porqué de su rechazo y eso me sembró temor por sus señales contradictorias.
—Dime qué no es lo que estoy pensando —susurro con resignación, eso llama su atención y cae en cuenta de mis palabras.
—No, no es lo que estás pensando —susurra en mi oído, me encojo en el sitio y ne siento arder—. Es todo lo contrario a decir verdad, pero no puedo confesartelo —Otra vez conectamos miradas—. No es el momento.
—¿Por qué no? —Relamo mis labios bajo su atención.
—Porque no —simplificó y tuerzo la boca en descontento.
—Eso ni siquiera es una respuesta —dije refunfuñando.
—Cuando este seguro de que lo quieras saber, te lo diré —promete, aunque sus palabras no tengan mucha coherencia para mí.
Sus dedos recorren mi mentón y después recayeron en mis labios algo húmedos por las lágrimas, el frío clima y de tanto morderlos como de costumbre con anterioridad y hace un rato hasta lastimarme; puede ser que tenía una expresión lastimera ahora y tragué grueso al percatarme de que el tacto de sus dedos en mi labio inferior fue tentativo, presionando en las partes rellenas, sensibles por la hinchazón, rotura y que estábamos más cerca e íntimos de lo necesario.
El escalofrío que embargo cada extremo de mi cuerpo hizo que me acercara más a él; a centímetros de su boca hubo un deseo instaurado que emergió en mi interior, y la tensión es tan palpable que incluso en el respirar no podíamos hacerlo con normalidad. Un brillo fluctuante en sus irises surgieron, la clara dubitativa fue consistente y aunque había algo en ambos que nos inducía, nadie daba un paso.
Sus manos se aferran a mi espalda dándome algunas suaves caricias y de nuevo su cara se entierra en mi cuello, una sensación húmeda me enciende la piel provocando erizarme, mis senos se ponen erectos al instante y muerdo mis labios ansiosa, a pesar de que me arden. Sus besos descienden hasta mi clavícula con lentitud y mi respiración se atasca cuando llega ahí y sus dientes rozan mi clavícula con un ápice de picardía, tanteando mi reacción corporal, su mirada expectante se levanta hasta llegar a la mía y mis párpados tiemblan deseosos por no saber que esperar o que querer realmente, aún así accedo con un asentimiento en la cabeza y siento el calor subir a mis mejillas.
Cuando su nariz roza el comienzo de la línea de mis senos un golpeteo nos separa de inmediato, igual nos mantenemos cerca, pero la atracción y cualquier cosa entre los dos se esfumó como espuma de las olas.
—Lamento interrumpir su momento romántico, pero les aseguro que tendrán bastante tiempo para darse cariños en otra oportunidad —dijo abriendo la puerta con una mano, ya que lleva casi cargando a Bruce, que se queja entre murmuros—. Hagan espacio, necesito tirarlo en el asiento.
Bruce está colgando de Jake como peso muerto y sus ojos están algo rojos por una aparente irritación y el alcohol, no parecía estar en sí mismo; el efecto del alcohol ya había calado muy hondo en su sistema.
Jake afianzó su agarre sobre él como quién estuviera cargando con un costal de patatas, así de peso muerto está Bruce.
—Entra, Bruce —dictamina con displicencia—. Ya van a ser las cuatro de la mañana y pesas como mil demonios, así que entra en la maldita camioneta.
—Oblígame.
—Drake —Pone los ojos en blanco y prefiere ignorar las sandeces de Bruce—. Siéntate adelante y baja el vidrio, cualquier mareo ya sabes que hacer.
—A sus ordenes mi general.
Jake decidió hacer caso omiso a las oposiciones de Bruce y lo metió dentro de la camioneta a regañadientes.
La camioneta apesta a alcohol y cigarro, deduje que tal vez alguno de los dos, había estado fumando; en el transcurso nadie habló y si lo hicieron después no lo supe. Mis ojos eventualmente se cerraron sin darme cuenta y sentí como la palma de su mano se deslizaba por mi brazo con cariño, como las caricias que hacen para dormir a un infante; y si bien estaba ansiosa por quedarme dormida aún sin llegar, tenía que mantenerme algo consciente.
—Ya llegamos —musitó en un tono suave, sereno.
Yo asentí en medio de un letargo y me bajé de la camioneta, no medie palabras porque Jake fue el primero en decirme que me fuera a la habitación de su hermana y tal cuál como dijo eso hice.
(...)
—Tengo un dolor de cabeza del demonio —confesó masejeando sus sienes con una clara expresión de dolor—. Y no recuerdo una mierda después de las doce.
—Ni yo —se suma Drake con un semblante pálido—. Me siento horrible —añadió sentándose con un vaso de agua en la mano, de repente un gesto de dolor adorna su rostro y se levanta—. ¡Joder! ¡¿Por qué mierda me duele tanto el culo?!
—¿Cómo es que te duele el culo para empezar? —reitera, Justin, con una ceja enarcada—. No me digas...
—Ni se te ocurra decirlo —amenaza con un rostro de mala muerte y nos reímos.
—¿Pueden dormir más? Al igual que ustedes me siento mal, a diferencia que esto es por su culpa —expuso arropando su cara—. Hagan lo que quieran afuera, pero a mí me dejan dormir —ruega Jake como alma en pena.
(...)
—Es una suerte que sea domingo —dijo estacionando una cuadra antes de mi casa—. ¿Segura que quieres que te deje aquí? —pregunta con un bostezo—. Puedo dejarte al frente para que no tengas que caminar tanto.
—No quiero que mi familia tenga un malentendido por eso —replico divisando las cámaras de seguridad escondidas—. Es lo mejor.
—Gracias por venir —dijo tomándome desprevenida—. Nunca creí que lo harías, pero, no dude en invitarte y estoy feliz porque hayas venido.
—A ti —hablo bajo, pero lo necesario para que me oiga—. No recuerdo mucho, pero me relajé bastante.
Este sonríe amplio y reluciente, contagiando el buen humor a pesar del malestar por la resaca y es que, eso me agrada de él, su optimismo y energía; habían ligeros cambios que de a poquito pesan formando diferencias, que de alguna forma no serían notorios hasta mucho después.
¿Bueno o malo? Quién sabe, tal vez tomaría averiguarlo entre errores y aciertos.
Me desplazo por mi solitario hogar temporal, después de dejar a Iris decidí irme a casa porque no podía seguir conviviendo con los chicos, ya que sentía que moriría de inanición o de dolor de cabeza, lo primero que viniera.
Mientras ingiero un sándwich, la primera comida fresca en un tiempo; un timbre retumba en la casa, no queda de otra que abrir y, aunque no me guste, tomo precauciones primordiales porque estoy solo, agarro el arma de mi cajón antes y la escondo en mí para que no sea detectable a simple vista, pero si rápido para tomarla y defenderme.
—¿Qué haces aquí? —es lo primero que escupo al verla—. Creí haberte enviado un mensaje que iba a dormir todo el día de hoy —Ojeo su vestimenta con descaro, esta vestida de una forma particular, porque no la había visto hasta ahora con ropa corriente y fuera de moda o marcas caras.
—Vine porque... —Sin embargo, no pudo terminar de hablar.
—¿Alguna novedad? —ahondo a su repentina visita de imprevisto.
Sabrina inspira profundo y enfoca sus ojos marrones en los míos y vislumbro disconformidad ahí, puede ser por un asunto que tiene guardado muy dentro suyo que busca exteriorizar conmigo, por lo que su visita tenía motivo, no es por nada.
—Esta vez no traje nada.
—Entonces, te pregunto de nuevo, ¿que haces aquí? —El solo mirarla esta acabando con mi cabeza que esta mal por la jaqueca de una borrachera de puta madre.
Estas son las consecuencias de alcoholizarme como lo hice anoche y lo que resto hasta caer inconsciente en un sofá lleno de basura como bolsas de snacks, camisetas sudadas, cajas de pizza y otras mierdas más que ni ya recuerdo.
—Anoche, por casualidad, ¿estabas con ella? —interroga de manera lacónico, sin contratiempos.
Ladeo mi cabeza cruzado de brazos, la rubia me escudriña con afán, analizando mis expresiones faciales, como si ella fuera muy experta en eso.
—¿A quién te refieres? —Mi entrecejo se frunce por su pregunta, la frivolidad se puede entrever en ello.
—Tú sabes de quién hablo.
—Estaba ocupado, así que si a eso llegaste puedes regresar por donde viniste —dije tajante, restando importancia por donde iba la conversación.
Unas lágrimas resbalaron por sus mejillas y me mostró la pantalla de su teléfono.
—¿De dónde conseguiste eso? —pregunto algo estupefacto, doy varios repasos para cerciorarme que somos ambos los de la foto y es que, visiblemente, no podía negar que somos los dos que estamos en la foto.
Ahí salía yo abrazándola y ella aceptando eso, como si estuviera acurrucada en mi pecho. En el fondo se ve a los chicos, aunque el foco central somos nosotros.
Si esta foto salía a la luz solo iba a joderla más de lo que ya está y no iba a permitir eso. Además, ¿cómo es que no tengo ni un puto recuerdo de eso? En estos momentos aborrezco mi memoria y a Bruce.
—¿Importa? —rebate.
—Dame los putos nombres, Sabrina, o empezaré a mover mis redes y sabes que esto va terminar mal, muy mal —comento entre dientes, no siento mis dedos de tanto apretarlos al formar un puño por inercia.
—Me lo envió Camille —confiesa sin más—. Me estas siendo infiel —acusa—, con ella —hace especial énfasis en la última palabra.
—No te hagas la mártir, sé que te estas acostando con Adam —revelo y esto la desestabiliza pero continúa con su faceta de abatida.
—¿Lo admites? —objeta y chasqueo la lengua con escepticismo.
—No voy admitir nada porque no te importa, no te debo explicaciones —acoto cínico, valiendo un montón de mierda sus supuestos sentimientos. Sabía por lógica pura que Sabrina no es de fiar, ni de asomo—, pero si te sirve de consuelo, pues con ella no —declaro con desfachatez desviando sus sospechas.
—¿Qué?
—Con ella no —repito fuerte y claro—. Y tú, sé que fuiste la responsable de la filtración de esas dos fotos, por lo que te advierto una vez —Saco mi teléfono y entro a galería, después le muestro la foto que había conseguido de Jake especialmente para mí, tomado por unos amigos suyos de la fraternidad de Mike. Aplicándole así el mismo truco—. Que sea la última vez que haces cosas como esta o serás tú la próxima paria del instituto —amenazo sin piedad, no me puedo abstener de sonreír al apreciar como ella palidece como si viera un fantasma y hace una mueca.
—¡Serás hijo de puta! —exclama colérica, temblando de la rabia—. Vas a lamentarlo —apunta y puedo ver a través de ella que esta hirviendo de ira. Acaba de perder.
—Lárgate —dije por último y le tiro la puerta en la cara; cualquier otra cosa que ella tenía que agregar podría importarme menos.
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