16
Bruce toma unas papitas de la bolsa y me la pasa, con cansancio la acepto y después de agarrar algunas sigo el mismo ciclo pasándoselo a Jake para que tome y el prosiga pasándolo a Drake también.
—¿Vas hablar con ella algún día respecto a lo que sientes? —saca de la nada Drake, sorprendiéndome.
—Demasiados años ya y aún no te has rendido —comenta Bruce con una voz cansina, antes de que pudiera responder—. Admiro tu persistencia, yo me hubiera dado de baja.
—Lo intenté —desvelo y de inmediato sentí tres par de miradas sobre mí como yenas—, pero no funcionó. Es como si siempre la estuviera buscando en otras personas, es horrible.
Suena insensible, pero, estar flechado de la misma persona durante mucho tiempo y no avanzar lo necesario te llevaba a cometer muchas idioteces y tener errores, y lo único que te quedaba es intentarlo con otras personas; aunque en personas como yo, eso no servía de nada.
De verdad no funciona.
—¿No pudiste sentir algo así con alguien más? —interroga Jake y niego muy pensativo—. Hermano, estoy comenzando a creer que es más una obsesión, porque el amor puede superarse en algún punto... ¿O no? —Las mismas dudas lo invaden y una punzada en mi pecho se hace presente.
«¿Obsesión? ¿Estoy obsesionado?».
—Yo sí creo que es amor —defiende Drake y su semblante se enserió—. Por mucho que haya pasado el tiempo o conozcas diferentes personas... no significa que a veces puedas olvidar a esa persona y no está mal quererla.
—Lo dices porque te estas justificando —apunta Bruce mientras textea unos mensajes en su móvil—, al defenderlo lo haces contigo también, están en las mismas posiciones.
Un silencio se instala y un suspiro abandona mi boca; hablar con ellos ayudaba y en otras... podían ser muy imprudentes con lo que decían. Ahora mismo estoy seguro que a Drake le cayó como una patada en el estómago el comentario de Bruce, pero no dice nada porque está consciente que tiene razón.
—Estoy de acuerdo con Drake —Me levanto del suelo y dejo el comando de playstation—. Pero en algo tiene razón Bruce, no se han enamorado, así que no podrían saberlo —argumento dirigiéndome al baño sin reparar en alguna respuesta por parte de ellos.
Lavo mis manos y con aún ellas húmedas paso mis dedos entre mi cabello con rapidez para fijarlo un poco, mi teléfono empieza a sonar y veo con indiferencia quién es, Sabrina.
No le contesto y lo dejo sonar, hasta que vuelve a repicar y de nuevo vuelve a repicar, con esas tres llamadas perdidas todo se convierte en silencio y tomo mi teléfono con hastío para ponerlo en modo avión, no me apetecía hablar con nadie. Al volver los chicos siguen comiendo papitas y jugando Resident Evil.
—Pensé que te habías muerto cagando en el baño. —dijo Drake y pongo los ojos en blanco sentándome en el suelo con ellos, alrededor de nosotros habían almohadas, bolsas de snacks y refrescos; desde que mis padres decidieron irse de viaje a Carolina a del Norte y le conté a los chicos, se decidieron por hacer una pijamada y Jake no tuvo ningún problema en proponer su casa.
—Ya quisieras tú —murmuro y pienso en ella de repente.
—¿Tienen el Snapchat de Iris? —pregunto con interés.
—¿No lo tenías? —inquiere y me niego enseguida; solía tener su número de teléfono y redes sociales, pero después desapareció del mapa.
—No.
Entonces, Drake me tiende su teléfono y lo tomo sin rechistar.
—No digas que te lo di yo —expone y lo observo realmente confundido por su petición, así que procede a explicarme—. Iris cambió diversas veces sus números telefónicos, hasta que decidió darse por vencida y el último no se lo dio a casi nadie, ni siquiera intento tener redes sociales de nuevo, así que su Snapchat solo lo tenemos muy pocas personas.
—¿Fue por el acoso? —pregunto y este asiente. Mi sangre entra en estado de ebullición por la rabia e impotencia que me causa pensar en todo el infierno que tuvo que vivir para llegar a ese extremo—. ¿Cómo fue que sus padres no hicieron algo?
—Lo hicieron —añade—. Pero es imposible borrar algo una vez que para en el internet, incluso aunque existan demandas de por medio.
—El internet nunca olvida y la maldad es lo que le sobra a muchas personas. —dijo Jake al respecto, observo su usuario en la pantalla y aprieto mis dientes con resentimiento.
—¿Por qué? —pregunto más para mí mismo que para ellos—. ¿Qué fue tan grave para que recibiera tanto odio en el instituto?
—Eso es algo que le corresponde a ella decirte —fundamenta Jake. Y de ahí nadie dijo nada más al respecto.
Había algo sobre ella que siempre me estaban ocultando desde hace bastante tiempo, pero que esperaría averiguar a través de ella.
(...)
El primer mensaje que le envío es una foto, pero no mía, sino de un gato blanco con manchas negras, para ser más precisos es el gato de la hermana de Jake.
No responde al instante, aun así veo el teléfono ansioso por su respuesta, mientras seguía jugando algunas partidas de otro videojuego me fijo en la barra de notificaciones y nada, sin respuesta. A pesar de haber habilitado el teléfono solo para escribirle, no obtenía todavía un mensaje de su parte. La espera pasó a ser media hora, una hora, dos, tres... cuatro horas y media después al fin contesto.
Iris:
¿De dónde sacaste mi Snapchat?
Justin:
Tengo mis formas, Arcoíris.
¿Qué haces?
Iris:
Alguien te lo dio, ¿no? Porque no hay otra forma de que lo tengas.
Justin:
Si te preocupa que lo tengan otros, pues relájate. Solo lo tengo yo :)
Iris:
Voy a tomarte la palabra.
Justin:
Aún no respondes mi pregunta, pero bueno, ¿Tienes algo que hacer hoy?
Iris:
Si ver un maratón de The Vampire Diaries no cuenta como hacer algo, pues no.
Justin:
¿Qué tal si vienes aquí a la casa de Jake? Me encuentro aquí y los chicos también.
Iris:
Mmmmnn... ¿Habrá problemas con ella?
Hago una mueca por la sutil mención de Sabrina y veo a los chicos jugar uno de los Call of Duty ahora.
Justin:
Si te preocupa ella, pues no está. Y además, solo estamos los chicos, la hermana de Jake, un gato y yo, nadie más.
Iris:
Lo pensaré.
Conociéndola, asumí eso como un sí.
Justin:
Perfecto, entonces te espero afuera.
—Jake, ¿no te importa que invite a alguien más? —le pregunto esperanzado, aunque si me decía que no, una "cuestión muy improbable"; pues me largaría de aquí e invitaría a Iris donde quisiera.
—No —aclara y sonrío levantándome, este me analiza interesado—. Mientras no sea la tarántula todo bien —dijo y enarco una ceja.
—¿La tarántula? —reparo en ello estupefacto, sin comprender.
—Tu trabajo. —agrega y ruedo los ojos, otra persona más que me recalca su existencia.
Me dirijo con entusiasmo hacia ella quién se baja de un taxi, había cambiado mis ropas por algo más playero y cómodo. Se me hizo increíble lograr que la princesa se dignara a venir dada sus actitudes recientes por la situación hostil del instituto; pero como un milagro, ella tuvo ánimos de venir.
Después de instalar sus cosas en la arena, decidimos caminar por la orilla mientras charlamos.
—¡Justin! —un llamado a mi nombre nos detuvo y giramos sobre nuestros propios talones; unos pequeños brazos se aferraron al instante a mis piernas.
Se separó de mí y me observó con aquellos inmensos ojos desbordados de felicidad, aunque después su mirada recayó en otra persona que desconocía, Iris.
Jessie es la pequeña vecina de Jake, es una niña de seis años que corretea por los alrededores de la casa de playa de los Frederick y también la de sus padres; siempre que me veía corría hacia mí con una sonrisa risueña y sus ojos destilan un resplandor característica de la niñez.
Me gustan los niños, así que no tenía problemas en jugar con ella y juntos construir un enorme castillo de arena, también en varias ocasiones, Michelle se unía a nosotros y eso la entusiasmaba más.
—¿Quién eres tú? —preguntó a Iris. La cabeza ladeada de Jessie con una mirada desconfiada me hizo casi sonreír.
Iris la vio con interés y sonrío con naturalidad, sin importarle la actitud desconfiada de Jessie hacia ella. Tenía en dos coletas su liso cabello negro, que se movían a medida que daba saltitos entre la arena y el agua, salpicando el otro extremo de la arena que está seca.
—Es muy linda —dijo y fijo mi atención en su apariencia en el día de hoy. Está vestida con un short de bluejean y una camisa blanca con un símbolo de corazón negro.
Por inercia caminamos en la playa los dos como si nada, había un ambiente armonioso entre los dos, que me genera paz y el verla relajada también es satisfactorio.
—¿Sueles venir muy seguido?
—No tanto —comento—, me estoy quedando con Jake porque mis padres tuvieron un viaje de negocios —cuento a expensas de tener un tema de conversación—. ¿Estabas viendo The Vampire Diaries? —Esta se encoge de hombros por mi pregunta.
—Ver a Damon me parecía buena idea.
Iris no lo notó, pero yo sí. Para su lástima, no pude reaccionar a tiempo cuando Jessie corrió hacia nosotros con una sonrisa malévola con su cubeta repleta de agua salada y cuando se percató de ello, fue en vano.
—¡Jessie! —exclamo viendo a Iris, quién en su débil intento trato de apartarse de que ella le echara agua con una cubeta roja de juguete—. ¡No! —Mi reacción fue tardía porque la pequeña niña se las arregló de escabullirse hasta nosotros y ejecutar su travesura.
—¡Esto es por robarmelo! —gritó enfurruñada, su cara ovalada y regordete tenía la mejillas infladas y rojas por su pequeña molestia; se devolvió corriendo con todas sus fuerzas para que nadie la atrapara y aunque quería regañarla, preferí darle mi atención a Iris—. ¡Bruja!
«Robar... ¿Qué?».
No le di demasiada importancia y regresé a donde ella había colocado sus cosas para ayudarla con lo que sea que haya traído consigo.
Di grandes zancadas para sacar de su bolso playero una toalla para que se secara, mientras que ella se frota sus ojos con desesperación, al parecer el agua salada había entrado a sus ojos. Entonces, me acerque para apartar sus manos y sequé su rostro con delicadeza, sus ojos están algo enrojecidos y tenía una mirada inhóspita que me hizo sentir acongojado.
—Lo siento, lo siento mucho —me disculpo reiteradas veces quitando su cabello de su cara mojada—. Jamás pensé que Jessie haría algo como eso.
—Siempre que estoy contigo la mala suerte me persigue —objeta y siento mi estómago revolverse. ¿Debo tomar eso como malo o bueno?—. Empiezo a preguntarme si estás bajo la Ley de Murphy —bromea y una risa abandona sus labios rosados—. O tal vez ambos que estamos juntos, en un mismo espacio.
«¿Cuando estamos juntos? Incluso si fuera así no me importaría, joder» pienso sobre sus palabras.
Me arrebata la toalla y me aparto un poco embelesado de sus acciones, si bien está disgustada al menos no me repela y eso es una buena señal. Me sentiría mal si arruino su día por esto, ya que quería hacerla feliz si eso cabía en mis posibilidades.
Su camisa transparenta por el agua, la tela mojada se pego a sus senos redondos y no pude evitar que mi mirada se detuviera allí más de lo normal. Por suerte, ella no se dio cuenta de ello, porque esta más preocupada por secarse que por la tela que transparenta su cuerpo esbelto y bien dotado.
Recorrí su pecho cubierto por un brasier negro hasta su abdomen plano también pegado a la tela, un cosquilleo recorrió mi cuerpo y nació una creciente necesidad mezquina por tocar la piel empapada hasta calentarla lo suficiente. Me pregunté como sería descender con mis dedos desde su clavícula hasta llegar a... Mordí mi mejilla interna y aparté la vista de mala gana de esas zonas tan erógenas de una mujer.
Ella pasó con furor la toalla por sus brazos y rostro, al parecer le restó un poco de importancia a su ropa húmeda por el agua y yo maldecía por lo bajo, por lo tonta que es al no cubrirse con la toalla, ya que aquel panorama me esta matando como un animal.
—¿Qué tal si te cambias? —le recomiendo y esta me ve con una ceja levantada por mi repentino comentario—. Puedo decirle a Jake que te de una camisa de su hermana.
—Pero ella tiene catorce, ¿Crees que me quede su ropa? —refuta dudosa de mi propuesta.
—No te preocupes, puedo hablar con él y conseguirte algo que se adapte a ti —aseguro.
Ella me observa asimilando mis palabras otra vez y muerde su labio inferior como suele hacer siempre que está pensando mucho en algo; sin embargo, me pareció muy estimulante ver como sus dientes blanquecinos muerden sus finos labios pintados por un labial rosa.
«Maldita sea».
—¿Puedes hablar con él primero? —me pidió y accedo sacando mi teléfono del bolsillo, ojeo como se relame sus labios esparciendo un poco su labial rosado fuera de sus labios y trago en seco.
Jake me contesta al instante dándome las indicaciones y la ojeo mientras intercambio mensajes con él; ahora tiene los brazos cruzados realzando más su pecho y marcando sus tetas bajo la tela, que ahora tenía más visión de ellas.
—Me dijo que su hermana tiene algunas camisas holgadas y que en caso de no quedarte, puedes usar alguna de su madre —argumento y ella camina a la par mía.
La ligereza de la brisa removió mechones de su cabello castaño, mientras que la sutil iluminación del sol reflejó el tono cobrizo que lo conforma. Su cabello no está mojado en su totalidad, pero las partes mojadas se adhieren a sus hombros y espalda.
—¿A Mónica no le molestara? —inquiere.
—¿Por qué habría que molestarle eso? —expreso sin comprender—. Mónica te conoce también, al igual que a mí.
—No está en casa —Sus cejas se fruncieron y miró a un punto fijo al caminar—. ¿Y si le molesta que Jake me de una muda de ropa sin su permiso?
La conocía lo suficiente para saber que le preocupa ser imprudente en una casa ajena a la suya o molestar, pero se me hizo un poco extraño su inseguridad.
—Si eso te preocupa, pues Jake me dijo que se encargaría de informarle y además, es ropa que no usa —le explico y abro la puerta; los chicos estaban en el segundo piso, por lo que no bajarían.
Entramos y ella se encierra en el baño, subo a buscar a Jake y Michelle para que me den una muda de ropa, al recibirlo voy con rapidez donde se encuentra y tocó la puerta.
—Soy yo —aclaro mi garganta, un poco nervioso por la situación tan bochornosa—. Te traje la muda de ropa, pruebala y si te queda pues está perfecto, ¿supongo? Y si es el caso contrario...
—Te diré, pero, ¿estarás esperando afuera? —pregunta.
—Sí —acato—. Estaré cerca cualquier cosa.
Con la puerta entreabierta diviso su figura cubierta por una toalla de baño, su mano la sostiene con firmeza contra su pecho para que no se caiga la toalla, y al lado, pude ver la cesta de ropa que contenía las prendas mojadas.
Ella tiende su mano para recibir la nueva muda de ropa y se la entrego en un trance, mi vista entró en contacto directo con su cuerpo húmedo, algunas partes de su piel descubierta, y entre una fuerte voluntad me espabilo.
Cuando me giro encuentro a Michelle y esta se acerca antes de que Iris cierre la puerta y le pide con amabilidad que le entregue la cesta para hacerse cargo de su ropa.
—Pondré a secar la ropa —dijo tomando la cesta con ropa mojada.
—Muchas gracias, Michelle —murmura con un ápice de vergüenza y ella en respuesta sonríe.
—¿Estás allí?
—Sí, sí —me apresuro a contestar y la puerta se abre por completo—. Por lo que veo te queda bien.
—Correcto.
La camiseta solo deja a la vista su ombligo y el pantalón le queda perfecto, así que está bien.
La guíe al segundo piso y los chicos la recibieron bien. Nos sentamos a jugar un rato en lo que hablábamos y minutos después terminamos tomando fresco en el balcón solos.
Poco a poco los rayos del sol iban desapareciendo, un tono entre anaranjado, rojizo y tintes rosados embellece el cielo para dar paso a la noche.
—Es hermoso el atardecer.
«No tanto como tú» pienso en mi cabeza, algo que aún no me atrevo a decirlo en voz alta.
Me coloco a su lado y sé que su mirada desciende armando un recorrido invisible por mi cuerpo y también que ella no puede evitar esfumar la tensión que cala en lo más hondo de nosotros. Su mirada azulada se posa en mis labios por un milisegundo, atisbo una atracción que desaparece al recomponerse.
—¿Cómo has... estado? —pregunta y asumo que está en búsqueda de una distracción.
—Excelente —miento, porque no podía contarle toda la mierda que tenía encima—. ¿Y tú que tal?
—Pues como, ¿Siempre? —Los nervios se denotan un poco en su voz.
Los dos nos vimos fijamente ensimismados, no tenía nada que decir al respecto y al parecer, ella tampoco; la brisa golpea con fuerza enfriando nuestros cuerpos. No obstante, continúe analizando cada lugar remoto de ella con un instinto profundo e indescriptible, difícil de controlar.
No paso desapercibido como muerde su labio inferior y lo succiona, otra vez, es una acción inconsciente pero habitual en su persona como ya dije; y sonrío para mis adentros complacido. Me encanta verla hacer eso. Me imaginé siendo yo mordiendo su labio inferior con ímpetu y no ella, también amasando sus senos que con seguridad cabrían en mis manos y humedecer su entrepierna...
—Porque me miras tan extraño —protesta atando su pelo y un fleco rebelde se escapa—. Tus pupilas se dilataron.
—¿Y cómo te estoy mirando? —reitero con una sonrisa pícara guardando mi imaginación volátil, no eran momentos para eso.
—De... como, no sé, me siento rara —confiesa y una risotada emerge de mi pecho por su comentario—. Es como si me quisieras absorber.
—Buena observación, Arcoíris —Su observación no está muy lejos de la realidad.
—Deja de llamarme por ese apodo tan ridículo —espeta en lo que me fulmina con la mirada—. Madura —apunta.
—Arcoíris —repito para fastidiarla y sus facciones se contraen—. Arcoíris, Arcoíris... lo diré hasta que se me olvide o me harte, algo muy improbable —asevero sin tapujos—. Acostúmbrate.
—Imbécil —murmura entre dientes—. Nunca cambias —niega con una media sonrisa—. Por eso me caías mal.
—¿Te caía mal? —finjo que dijo una novedad y ella me lanza una mirada de muerte—. Vaya, no lo sabía —Me llevó una mano al pecho como si me doliera.
—Me equivoqué, me sigues cayendo mal —declara.
—Así te gusto.
—¿Me gustas? —recalca con necedad.
—¿Y a quién no le gustaría? —razono con una actitud engreída—. Soy irresistible.
—Que ego tan enorme —chista—. Es tan enorme como el Everest.
—A eso le llamo yo amor propio, Arcoíris —me defiendo—. Si quieres te doy lecciones privadas para que lo tengas también —Levanto ambas cejas de forma sugerente y ella suelta una carcajada.
Estos días quién le hacía compañía con vehemencia era yo, la perseguí a todos lados sin dejarle sola ni una vez, sin contar las veces que no podía estar, pero me encargué a través de los chicos que cualquiera se mantuviera alejada de su zona de confort.
—En definitiva, no conoces la vergüenza o los límites.
—¿Y por qué tendría que tener vergüenza? —hago hincapié y esta me muestra interés, muy entusiasta del debate—. No me arrepiento de nada de lo que hago o digo.
—Lo sé —musita—. Es raro que hagas algo sin motivos —se atreve a decir sobre mí y aunque no le contesto, tiene razón.
—¿Vas a participar en el concurso?
—Por supuesto —dijo tal como esperaba, ella no es una persona que suele acobardarse en situaciones como esas.
—¿Qué tienes pensado pintar? —curioseo brindándole mi entera atención.
—No tengo idea por ahora, ¿tal vez un paisaje? —comenta para sí misma en búsqueda de también una idea en particular.
—¿Has intentado pintar alguna vez a una persona? —indago.
—Una vez. Solo una vez —reconoce como si estuviera recordando alguien en especial. No podía escatimar en que me sentía extraño por eso—. Y nunca más trate de volver a pintar a alguien que conozca. No me gustaría ver uno de mis cuadros tirados por algún lugar de su habitación estorbando, cuando yo le pongo tanto esfuerzo a ello —miente desviando el tema, deseando que no preguntara quién fue la persona tal vez.
—Es cierto que algunas personas no valoran los regalos de otros —puntualizo.
—Muy cierto.
Por enésima vez el silencio se apodera entre nosotros, como una fina capa de hielo que poco a poco se derrite, pero no lo suficiente para ser capaz de poder sentirla.
—¿Quieres salir? —pregunto atrayendo su atención.
✿ .。.: * ☆: *: ☆꧁νĮ♡𝔩𝑒Ŧ𝔞꧂☆: *:. ☆ * .: 。. ✿
Algo tranquilo y bonito. Aunque eso no significa que no vaya haber capítulos cargados de acción y suspenso, jajajaja.
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