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13

El ardor en mi mejilla me hizo chasquear mi lengua enfurecido. La observé con dureza como quién desea acabar con su peor enemigo en un ataque de ira, en este caso deseaba desgreñar a la rubia que tenía enfrente; solo que para mi desgracia es imposible.

—Van haber represalias por esto, Moore y unas muy grandes. —se atrevió a decir airada y yo bufo iracundo.

—¿Represalias? ¿Consecuencias? —repito con sorna—. No me hagas reír, Sabrina, por lo que llevo de tiempo viéndote sé que tu padre no sacrificaría una valiosa alianza por las malcriadeces de una adolescente, aunque seas su hija.

—Estás cometiendo un grave error.

—Vamos, Sabrina, ambos sabemos que solo soy tu capricho del mes —Sus ojos se cristalizan, pero yo continúo aun así—. ¿Quién eres tú para controlar cada maldito paso que doy? —explayo sin piedad y tuvo que haberle dolido porque al instante unas lágrimas rebasaron descienden por sus mejillas sonrojadas por la rabia que contenía.

En otra situación hubiera sido más considerado con ella, pero esta vez no podía, simplemente no; ella se atrevió a hostigarme tanto bajo amenazas disimuladas que no me es posible seguir ignorando el hecho de que cada vez abusaba más de la situación.

—Tu novia. ¡Soy tu maldita novia! —exclama, apuntándome con su dedo colérica, otras lágrimas se deslizan arruinando su delineado—. No puedo creer que arruines todo por esa —señala crispada—. ¡Por esa perra!

—Terminamos —digo con la mandíbula apretada y sus ojos acuosos me miraron embravecidos; se quiso abalanzar sobre mí y si no fuera por Bruce que estaba viendo como un silencioso espectador la pelea, ella hubiera logrado su cometido.

—¡Le diré a mi padre sobre esto! —vuelve a amenazarme.

—Suerte con ello —me limito a responder.

—¡¿Crees que sin mi padre no puedo hacerte nada?! —Cada músculo de mi cuerpo se endurece—. ¡Pues estás muy equivocado! Todo este tiempo he obtenido lo suficiente para hundirte —suelta y me planto frente a ella enardecido—. Si te atreves a dejarme le enviaré a los Taylor los documentos de investigación en su contra y les diré que ustedes fueron quiénes delataron a Malcom —El tono de su voz es templado, como un somnífero para sus víctimas.

—No es suficiente —me atrevo a decir.

—Y le contaré a cada maldita persona de este condado quiénes son los Moore y me encargaré de que no te olviden en el sucio mundo del narcotráfico —Su voz cala hondo en mí y por un instante solo puedo escucharla—. Estarás acabado en menos de veinticuatro horas y no sólo tú, también toda tu familia —advierte mordaz.

—¿Sabes qué esto va terminar mal de igual forma? ¿no? Sabrina, estas declarando la guerra entera a mi familia y a mí. —simplifico sin mostrar un ápice de lo que busca en mí, miedo.

—No me importa. Si alguien va terminar esta relación seré yo quien lo haga —contesta sin escrúpulos—. Nada me importa. Si estás a mi lado lo tendrás todo, pero si es lo contrario...

Se limpia sus lágrimas y un tembloroso sollozo sale de sus labios, por mi parte suspiro delirante por la rabia que desborda en cada célula de mi cuerpo.

—Estás enferma. —vocifero incrédulo.

—Es tu culpa, me gustas mucho. —Esta empecinada con el tema, pero en sus irises solo se veía un vacío irremediable qué causa escalofríos.

—Mientes. —murmuro inaudible.

Cuando sus labios rozan los míos la aparto, su contacto físico hacia mí es capaz de hacerme sentir enfermo, sucio; por estar con una chica tan espantosa que acababa de atarme con ella a un grado tan obsesivo que es escalofriante. Debía deshacerme de esas supuestas pruebas cueste lo que cueste.

Afianzo mi mirada a Bruce y este pasa saliva, el aura tensa del ambiente lo tenía nervioso, pude notarlo por sus hombros tensos y mirada tan pesada. Sabrina me suelta en rendición y sostiene mi camiseta en un puño, puedo verme reflejado en sus ojos cafés.

—Somos novios de nuevo. —declara como un hecho. Yo me muestro impasible y no respondo, aún así ella lo da por un "sí" y sonríe contenta, lo cual me repugna al punto de alejarme de su agarre, de ella y todo lo que tiene que ver con ella.

Aunque trato de apegarse a mí, no lo consiguió. Bruce se colocó en medio de nosotros para evitar otro conflicto y volvimos. Todas las miradas indiscretas están en nosotros tres. Sólo una mirada celeste me interesó, la única que me importa; y noto como sus irises me escrutan reflejando dudas, confusión y después decepción; aquello último provocó un sabor amargo en mi boca y mi pecho contraerse de pesar.

Sentía un montón de obstáculos para llegar hasta ella, que cada paso que daba son diez atrás. Además, es absurdo cuando lo pienso mejor desear estar con ella, porque, ¿cómo podía desear estar con ella cuando en primer lugar tenía novia? La realidad es como un mal chiste para mí, como un escupitajo de burla.

Los chicos se fueron de su lado e Iris desvió su atención a otra persona, que se acercó a su lado y la abrazó. La simple acción me irritó, a pesar de que aquel chico no estaría para nada interesado en ella porque me lo había dejado en claro antes, por lo que los celos son inútiles. Pero otra cosa es saberlo y otra evitar sentirme así, porque lo que yo quiero es ser él y abrazarla hasta hartarme de esa sutil muestra de afecto.

Parecía hablarle sobre algo por lo bajo y ella ensimismada solo asentía, un tenue rosa se asentó en sus mejillas sin aparente motivo, al cabo de ese milisegundo su mirada se posó en la mía y eso me sembró más dudas que respuestas. Sabrina se percató de que la estaba ignorando y a todo el resto, trate de regresar mi atención a quién hablaba para no ocasionar que ella se fijara en Iris, pero fue en vano, porque la vió y sus facciones se endurecieron como una roca, sin embargo; enrosco su brazo al mío y siguió platicando como si nada. Desde esa noche, jamás me volví a sentir seguro con una mujer como ella a mi lado y debía encontrar una manera de apartarme de ella sin poner en peligro a mis seres queridos. No importaba el medio.

Lunes por la mañana el día favorito que merece premios al ser el más odiado de la semana, recordandole a todos nuestras responsabilidades y deberes que debemos acudir a realizar por toda la semana. Aparte lo peor no es eso, si no que nos tocaba con la profesora Patricia; esa mujer es una bruja, con solo verla te darás cuenta que es maldad pura al mandar los tareas, trabajos, exposiciones e incluso los exámenes.

—¿Cómo estas, Iris? —pregunta con su característico tono suave.

—¿Digo la verdad o miento para convivir?

—Iris...

—Bien, bien. —la detengo antes de que me de un sermón—. La verdad es que odio los lunes.

—Ni que lo digas —se queja al igual que yo—. Creo que hoy no tenemos nada, pero...

—Puede hacernos examen sorpresa si le da la gana. —la corto con una expresión de mala muerte y volteo a ver su rostro; lo que no esperé, es que me pasmo con lo que veo.

Su maquillaje el día de hoy es distinto, sus labios estaban pintados de un oscuro rosado, normalmente ella usa colores cálidos, al igual que su cara estaba con una gruesa capa de cosméticos. Es un maquillaje bien elaborado para como es ella. No tenía idea de su esmero el día de hoy por maquillarse y quise preguntarle, pero no pude.

La profesora Patricia entró, resonando todas sus pisadas por el aula y callando a todos los que estábamos hablando antes de que ella llegara. Antes de que la profesora se instalara en su escritorio por completo, escuché unos leves susurros de un chico atrás de mí.

—Pensé que la vieja no vendría hoy. —susurró una voz masculina.

—¿Qué hacemos con la vieja, Max? —preguntó otro chico.

—¿Qué tal si la hacemos tener un estreñimiento? —contestó Maximiliano, haciendo que mis ojos saltaran de la sorpresa por sus palabras.

Seguí escuchando en silencio, mientras me alteraba más y observaba disimuladamente hacia mis lados. La profesora se encontraba ocupada revisando su libro para impartir sus famosas clases de biología. Sé que era el demonio pero aún así no podía permitir que nos jodieran la materia a todos solo porque querían librarse de ella por hoy. Oh bueno, por unos días tal vez...

—No te preocupes, tengo el medicamento ya listo —habló aquel chico que no alcanzaba ver.

—Sí podemos hacer que ella beba su café si la... —no finalizó la oración cuando ya lo había interrumpido frente a toda la clase.

—¿Hacer qué? —pregunté yo girando mi cabeza cómo el exorcista, y viendo fijamente al chico que había identificado cómo Max.

—¿Señorita Brown? —inquirió la profesora Patricia, ganandose toda las miradas del aula.

—¿Qué dices, Iris? —se burló, Maximiliano—. ¿No eras tú la de la idea? —me culpó. Yo me quedé anonadad, ¿él me estaba culpando a mí? ¡Es un descarado!

—¡Profesora Patricia, él la quería hacer a usted...! —no logré terminar lo que dije, cuándo la estúpida vieja me interrumpió de nuevo.

—¡Nada! ¡Tú y Maximiliano! ¡Se irán a dirección a recibir su castigo! —nos gritó la vieja amargada. De mal agradecidos está llenos el mundo. Si no fuera por mí, pasara todo el día cagando.

Maximiliano me miró mal y no nos quedó de otra más que salir de clases e ir a dirección. De salida caminando en los pasillos, me llegó un mensaje de Melissa, por suerte la vieja no la cacho.

9:38 am.
Melissa: ¿Iris por qué hiciste eso? Ahora toda la clase te toma por loca y estan mandando mensajes en el grupo diciendo que tú estabas incluida en eso.

Me hirvió la sangre de golpe yo no era culpable de nada. Si tan solo no hubiera salvado a la vieja no tendría que pasar por esto.

—No sabía que eras tan chismosa —rompió el silencio camino a la dirección.

—¿Me insulta quién quiso purgar a su profesora? Que irónico.

—¿Acaso no te enseñaron a no meterte en conversaciones ajenas? —me respondió con una sonrisa ladina, ya al frente de la dirección.

Ambos estamos listos para entrar, pero preferimos terminar nuestra muy "amistosa" conversación antes de que nos pusieran un castigo.

—¿Y a ti a no estreñir a tu profesora? —acusé ya obstinada, para avanzar a agarrar la manilla y terminar con esto de una buena vez—. ¿Sabes el problema en el que nos pudiste meter a todos si ella tomaba eso? —le cuestiono.

—No eres mucho mejor que yo —expone con enojo—. Así que no intentes dártelas de muy correcta, porque no lo eres en absoluto, Brown.

—No me conoces —refuto, mirándolo con displicencia—. Ni siquiera he respirado en el mismo espacio que tú hasta ahora.

—Lo suficiente para saber que eres la ex novia del hijo de un mafioso que tuvo el poder para silenciar a todo un instituto sin problemas —señala y yo me quedo enmudecida al escuchar lo siguiente—. Pero para tu lástima, no pueden hacerme nada; así que no pierdas tu tiempo en ir a llorarle a Christian en que intenté herirte de alguna forma, porque no va funcionar —señala reticente.

—Yo nunca haría eso —contesto confundida—. No se de donde sacaste eso, pero yo en lo que va de mi corta vida nunca lastimé a alguien —asevero—. ¿Por qué crees eso? ¿Quién te dijo eso? —interrogo, pero este decide ignorarme.

—Entremos a la dirección, no tengo todo el día. —cambia de tema.

«Esto me da mala espina».

Después de una larga conversación en dirección y decisión del castigo para ambos, me decidí resguardarme en la biblioteca. Recorrí las largas estanterías y justo cuando estaba por tomar un libro de ciencias alguien se adelantó, solo que para mi desgracia al chocar nuestras manos el libro se resbaló y cayó sobre mi cara.

—¡Eso dolió! —me quejo sobando mi frente.

—Perdón. —se disculpa y por su voz puedo reconocer que es él y al levantar mi cara enarco una ceja.

—¿No deberías estar con Sabrina? —pregunto confundida. Tan pronto las palabras abandonan mi boca me arrepiento, porque su entrecejo se hundió como cuando esta irritado o pensativo sobre una situación que lo saca de quicio porque no puede resolver.

—Como ves estoy aquí, contigo —aclara con obviedad y un poco de mala gana—. Estoy buscando algunos libros de historia, ¿y tú? —cambia de tema.

—Me refiero a que... olvídalo —me corto a mí misma y mi patética excusa—. Necesito un libro para mi tarea de ciencias —comento quitando la mirada de su cara, tratando de no verle mucho y es que, cada vez que sonreía se le marcaban los hoyuelos.

—¿No puedes resolverlo? —pregunta dando un repaso en mi libreta.

—Honestamente, pues no. —digo apenada, pero él parece no importarle y hace un ademán para que me siente a su lado, después de eso abre su libreta y me muestra sus apuntes. Observo con detalle las especificaciones y su caligrafía impecable sobre el papel; y puedo entrever con eso que es bastante aplicado.

—Tienes que contar esto y esto... —se dedicó a explicarme señalando parte por parte del ejercicio, con suma paciencia—. Eso sería todo —dijo y se recostó sereno mientras abría un libro de historia.

Su entrecejo se hundía a medida que pasaba las páginas de la enciclopedia y con rapidez sus orbes se movían leyendo el texto. Me propuse a ponerle atención a los otros ejercicios que tenía por practicar o eso intente, porque a mi mente se le hacía más interesante recorrer las facciones de él mientras leía una enciclopedia que estudiar.

—¿Esa es Brown? —escucho preguntar a alguien a mis espaldas—. ¿Qué hace allí con el novio de Sabrina?

—¡Shh! —lo silencia otra persona de golpe—. ¿No ves que están estudiando? —murmura.

—¿Tú crees que solo están estudiando? Esos dos actúan muy íntimos, eso explica porque Sabrina enloqueció en la fiesta.

—Son unos idiotas —escupe con reticencia y un escalofrío recorre mi cuerpo entero—. Solo ignoralos.

—¿Acaso estás de mi lado? —de repente las palabras salen de mis labios y me arrepiento segundos después.

Su ceja se levanta y sonríe de tal manera que lo envuelve su aparente aura de egolatría que siempre lo acompaña.

—¿Qué clase de pregunta estúpida es esa? —inquiere soltando una risotada y yo me remuevo incómoda del asiento.

—No lo sé. —Evado su mirada, insegura de ello.

—¿No es tan obvia la respuesta? —esclarece como si mi duda fuese una estúpida broma de mal gusto. Lo cuál no entiendo del todo.

—No —niego rotundo y él hace una mueca—, como te dije, no lo sé; las personas hablan lo que quieren creer y bueno. Es una porquería pero qué se le va hacer —inquiero en aceptación de que algunas situaciones de mal gusto no se pueden evitar.

—Hablo de lo que veo, no de lo que creo sin hechos —establece zanjando ese punto—. Además, no es justo que se comporten así contigo. ¿Ahora tienes claro esto? —me pregunta serio. Su mirada está inmersa en mí, intrigado de mi respuesta.

—Jamás pensé que mi hater número uno se pondría de mi lado. —Mi sarcasmo no pasa desapercibido, haciéndome desentendida de su atención absoluta.

—¿De qué hablas? Si yo siempre estoy de tu lado —declara como si nada y mi vista recae en la libreta no queriendo enfrentarlo, y este al darse cuenta de ello pone su mano allí, acercando su cara instigando a que lo mire, lo cuál decido hacer—. Espero que lo sepas.

—Pues hasta ahora soy consciente de ello, imbécil —objeto afable, divertida con su inminente confesión—. La lealtad y fidelidad no solían ser valores que viera tuvieras muy presentes...

Este suelta una risa histriónico y me analiza extasiado.

—Creo que a estas alturas mi mala reputación me está jugando en contra —Suspira y se estira desde su asiento con relajo—. Independientemente de mi vida de libertinaje en ciertos aspectos, soy alguien muy leal y fiel, son valores que tengo muy enterrados conmigo y es que odio las cosas a medias. Es todo o nada —explica con displicencia, jugueteando con el libro en sus manos sin mirarme ahora él, pero sé que me presta atención—. Yo escojo creer en ti, por lo que te soy leal a mi manera.

—¿Y qué pasaría si demuestro no ser digna de tu lealtad? —indago.

—Es mi elección seguir o no —dijo y observo ahora un bolígrafo entre sus dedos—. Es una decisión que sólo me corresponde a mí, Arcoíris —extiende su mano y me da un apretón suave.

Puedo sentir la calidez de sus dedos transmitirse en los míos, siendo reconfortante. Solo pocas personas en este instituto me demostraron que me tratan con sinceridad, nada de falsedades.

—Lo capto. —afirmo y coloco mis manos en mis muslos. Al cabo de poco segundos me distrae con otra pregunta.

—¿Quieres que hable con el resto sobre lo que sucedió hoy?

—No necesito que me ayudes, Justin, pero gracias por interesarte. —acoplo queriendo finalizar ese tema de conversación.

Este no contento con mi negativa me escruta con fijeza y parece no acceder a mi pedido.

—Detesto verte así.

—¿Así cómo? —pregunto desconcertada.

—Soportando esta mierda —suelta y lo miro con el corazón encogido, resguardado—. Tú sola en esto, contra toda esta situación es horrible —repara inspirando profundo. Su cuerpo se endureció sutilmente—. Me siento responsable por ti, es por eso que ya hablé con muchos para finalizar esos rumores ridículos sobre nosotros tres y también voy a detener el acoso cibernético porque ya es enfermizo todo esto.

—No sirve de nada hacer algo, solo empeorará y yo no quiero sentirme —Trago grueso y pienso en como seguir mis palabras—. Mal... si permanezco tranquila a la semana lo olvidarán. Lo bueno es que no tengo redes —miento un poco sobre esto último, tenía algunas, pero privadas y escondidas.

—Una semana para ellos, pero para ti no. —la honestidad infundido en su voz es notoria.

—¿Y qué crees que se pueda hacer en estos casos? —le pregunto con tintes de sarcasmo y su mandíbula se endurece—. Callar es la mejor respuesta en situaciones así, porque las personas nunca paran de hablar y para ellos nuestro intento de defendernos solo es entretenimiento para sus oídos.

—¿Esa es tu solución?

—La más efectiva y saludable. —explayo.

—Pero igual te lastima.

—¿Y a quién le interesa? —respondo resignada—. Ni siquiera a mí me importa a estas alturas —escupo para zafarme.

«Que mentira tan horrible».

—A mí —dijo sin titubeos y parpadeo atónita—. A mí me interesa. Y a veces no viene mal que alguien se interese genuinamente por ti —habla por lo bajo—. Y a mí me interesas tú —Lo ojeo pasmada en su confesión por la significancia de aquello y de repente agrega lo siguiente al percatarse—. Me refiero tu bienestar, bueno, tú obvio, ¿no?

—¿Hay algún motivo en específico o es solo un ocasional acto de bondad? —bromeo y sonrío como pocas veces suelo hacerlo en estos tiempos.

—Lo dejo a tu criterio —se ríe rozagante. Me remuevo de mi asiento absorta en su reacción, pensando que se ve lindo cuando sonríe—, pero ve acostumbrándote —me pide y entreveo un destello desconocido que se afianza en sus irises verdes.

Me cuesta mantener la mirada, no cuando tengo la ferviente necesidad de preguntarle que hace aquí conmigo y no con ella fingiendo ser la mejor pareja del año.

—¿Haces este tipo de cosas también con ella? —la pregunta sale de mi boca sin siquiera percatarme y trago grueso, insegura de escuchar su respuesta.

No tengo ni la menor idea porque seguía guardándome tantas preguntas para mí, teniéndolo en frente para que resolviera cada una de ellas.

—Oh... sí —confirma, pero su expresión no es de amor ni pasión al referirse a ella, más bien de hastío, lo que lo convierte interesante.

«¿Por qué esta con ella si se siente de esa forma al respecto?». Pensé en mis adentros, pero después me arrepentí porque me sentía algo mal pensar así de ellos porque no es mi asunto.

—Es tu novia —repito fastidiándolo más—. Y no te ves muy emocionado con su mención, recuerdo que antes como mínimo sonreías ególatra cada que hablabas sobre algunas de tus ex novias —intento sonar natural y desinteresada, deseando ocultar mi curiosidad.

—Me comporto normal.

—Pues que mal te sale, querido —me burlo y este suspira cansino.

—¿Desde cuándo te importa cómo soy o no con ella? —interroga.

—No lo tomes personal, pero tu actitud con ella como novio es cuestionable —expongo.

—¿Por qué siempre que estamos juntos hablas de ella? —refuta irritado—. ¿Es ella tan relevante para ti? —ahonda también en el tema como yo hace unos segundos.

—No quería que sonora así, es solo que...

—Solo respóndeme algo, Iris. ¿Por qué te importaría a ti, en especial, saber eso? —contraataca—. ¿Por qué? —reitera firme y me mantengo callada procesando su pregunta hasta responder.

—Solo tengo curiosidad —admito honesta y es que para mí es intrigante.

—¿Solo eso? ¿Nada más? —Lo veo expectante y escucho el repiqueteo de mis uñas contra la mesa, vacilante al contestar.

—Solo eso... no sé qué más quieres que te diga —farfullo.

La aflicción inunda su cara por unos instantes; se desploma en su asiento, pero esa faceta después se desvanece al pasar su mano por ella y es reemplazada por una sonrisa que burbujea regocijo de algo que no supe divisar.

—Bueno, eso es peor que nada —murmura inaudible.

—¿Perdón? —Parpadeo confundida.

—Es genial —apunta inclinándose hacia mí, como si no hubiera pasado nada.

—¿Genial? —acato todavía desorientada. Este no dijo ni una palabra más al respecto.

El ring de un celular comenzó a sonar y él se apartó para contestar, dejándome sentada y anonadada por el rumbo tan surrealista que tomó.

—Con permiso —dijo antes de irse.

«No esperaba que todo finalizara así» pensé envuelta en mis pensamientos sobre ello. Al cabo de unos largos minutos opté por salir de la biblioteca con unos libros que tome prestados para biología y francés.

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