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#005

¿Sabías que, cuándo miramos las estrellas, en realidad estamos viendo el pasado?.— preguntó con la mirada fija en el cielo. Cada vez que iban a ese lugar en específico se quedaba fascinado por la increíble vista que tenía sobre el.

—¿Um?— su novio dejó de prestar atención a su celular y le miró confundido. —¿A qué te refieres?

—Digo que... según la velocidad en la que viaja la luz, lo que estamos viendo ahora pasó hace cuatro años atrás.

Heeseung sabía que su novio era un gran fanático de la física y astronomía, pero aún así no podía evitar soprenderse cada vez que Shim le hablaba de temas tan complejos con tanta facilidad.

—Fascinante, ¿no?— Jaeyun dirigió ahora su vista hacia su novio quién lo veía con ojos llenos de cariño. Al estar recostado sobre el regazo del mayor, se le hizo muy fácil notar el peculiar brillo en sus ojos. Era como si las estrellas y sus ojos se hubieran puesto de acuerdo para brillar como nunca en ese día.

Heeseung asintió. —Lo es, bebé.

Jaeyun sonrió tímidamente ante el apodo al que aún no estaba acostumbrado a recibir. Apartó la mirada y observó el cielo nuevamente. Heeseung hizo lo mismo y se mantuvieron en un silencio reconfortante por unos segundos.

—Eso quiere decir que... nosotros... estamos viendo algo que pasó cuando aún no nos conocíamos.— habló nuevamente Jake sumergido en sus pensamientos. Heeseung agachó su mirada con la intención de prestarle toda su atención. Escuchar lo pensamientos de su chico era una de sus cosas favoritas. —¿Tú crees que cuatro años después de esto... volveremos a ser extraños para nosotros?— la sonrisa de Heeseung se desvaneció ante la pregunta.

Segundos después Jake pareció darse cuenta de lo dicho así que se reincorporó rápidamente en la banca y buscó la mirada del mayor con desesperación, la cual estaba más que desorientada en ese momento. —Lo siento... e-estaba pensando en voz alta...— una risa nerviosa se escapó de sus labios, sin embargo, esta no contagió al mayor.

—Jake...— Heeseung se acercó más al australiano sin despegar su vista de la mirada de cachorrito arrepentido que le regalaba Shim. —¿Es eso lo que piensas?

Jake no podia hacer nada más que quedarse quieto. Tenía mucho miedo de cómo podía reaccionar su novio ante lo que acababa de decir.

Heeseung posó su mano sobre la mejilla del más bajo y la acarició con su pulgar. Se inclinó lentamente sobre sus labios y dejó sobre ellos un pequeño, corto, suave, pero dulce beso. —¿Te da miedo que algún día dejémos de estar juntos?

Jaeyun no pudo ocultarlo más. Unas pequeñas lágrimas desprendieron de sus ojos como si hubieran esperado mucho para hacerlo. El mayor usó sus dos manos para limpiar sus lágrimas mientras Jake asentía con la cabeza.

—Amor, no hay nada de qué preocuparse.— habló Heeseung mientras atraía el cuerpo contrario hacia su pecho con la mayor delicadeza del mundo. —¿Cómo podría estar con alguien más cuando el único al que quiero es a tí?

Jake deslizó sus brazos sobre la cintura del mayor y escondió su cabeza en el hueco entre su cuello. Se sentía seguro si estaba en sus brazos, pero las inseguridades que tenía no se podían superar de la noche a la mañana. Esperaba hacerlo pronto para así por fin poder ser lo suficientemente bueno como para poder salir con el mismísimo Lee Heeseung que todos los de su escuela deseaban.

—Te amo...— apenas pudo formular a la vez que acercaba más su cuerpo al de su novio con la intención de sentirlo más cerca.

Que no lo soltara.

—Yo también te amo.

—¿Huh?— Hyerin levantó la mirada de su teléfono y dirigió toda su atención hacia su esposo. —¿Qué fué eso?— Heeseung parpadeó rápidamente y sacudió su cabeza saliendo así de su pequeña ensoñación. La verdad es que desde el día en que se dió cuenta del regreso de Jake a Corea, varios de sus recuerdos juntos han salido a la luz como si no soportaran más vivir en el olvido.

Heeseung suspiró —Nada.

Hyerin le dedicó una pequeña sonrisa. —Creí escuchar que me amabas.

Lee tomó su mano sobre la mesa antes de acariciarla y plantar un pequeño beso en ella. —Lo hago.— sonrió escasamente para después concentrarse de nuevo en terminar su cena.

Eran palabras vacías.
Eran palabras que ya no tenían ningún significado.
Sentía que se las dedicaba al aire.

No era lo mismo decírselo a su pequeño y adorable ex-novio que decírselo a alguien que ni siquiera quería en su vida. Porque no importa cuánto tiempo pasara, el nunca se acostumbraría a besar otros labios, a tomar otra mano, a tocar otro cuerpo, a abrazar a alguien más que Shim Jaeyun.

—¡Maldita sea, Felix! ¿¡No sabías que ese era mi dibujo favorito?!

—¡Ya dije que lo sentía!

—¡Te voy a matar, pequeño desgraciado!

—¡Chaaaaaaaan!

—¡Ok Jake, basta! ¡Es suficiente!— dijo el mayor tomando a Shim de los hombros y quitando de sus manos la gigantesca regla para medir, o lo que lucía como la próxima arma homicida que usaría Jake sobre Felix. —Cálmense los dos. Jake, Lix ya dijo que fue un accidente.

Felix asintió dándole la razón, acto que hizo enojar más al menor de los tres. —Los accidentes no existen.

—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! ¿está bien?. Lo siento tanto que soy capaz de pagarte toda la comida de este mes con tal que me perdones... o que no me mates.— pidió Felix ahora hincado en el piso y frotando sus manos con desesperación.

—No trates de chantajearme con comida.— Jake suspiró. —Ya suéltame, no voy a hacerle nada.

Chan lo dejó ir solo para ver como Shim volvía a tomar la regla y corría de nuevo hacia el rubio. Felix soltó un grito agudo y trató de escapar de las garras del menor. Chan llegó a su lado y los separó de nuevo.

—¡Debes calmarte, hombre! ¡Solo es un dibujo!

—¡No! ¡No es un dibujo cualquiera! ¡Es- — y antes de que pudiera seguir hablando recordó la historia detrás del cuadro de un cielo estrellado ahora partido a la mitad. Ese cielo nocturno, ese que brillaba aún más cuando Lee le sonreía solo a él, cuando lo escuchaba hablar por horas y horas de lo hermoso que era el cielo y los estrellas, cuando se besaban bajo la luz de la luna. Ese es uno de sus recuerdos favoritos. —... es especial para mí.

Era increíble como podía olvidar tantas cosas importantes con el pasar de los años, pero jamás los increíbles momentos que pasó junto a Hee en la escuela secundaria. Su cerebro era un idiota.

—Lo siento, ¿si?— lo abrazó Felix —Te prometo que te lo pagaré. De verdad estoy arrepentido de usarlo como matamoscas.— y puso esos ojitos de cachorrito arrepentido a los que nadie podía resistirse.

Jake sonrió por lo tierno que era el rubio y posó una de sus manos sobre su cabello para acariciarlo. Tomaría esto como una forma de dejar a ir a su ex-pareja de una buena vez.

—Está bien.— soltó otro suspiro. —De todas maneras no es tan-

Y en ese momento, unos golpes en su puerta hicieron que no lograra completar la frase.

—Yo voy.— avisó Chan y se dirigió a abrirla.

Los tres australianos no esperaban encontrarse con un chico un poco más alto que ellos y con muchos golpes y heridas sobre su rostro. Un ojo morado por aquí, sangre por allá, cojeando y con un rastro visible de lágrimas secas. Los tres rápidamente se movilizaron para ayudar al chico a adentrarse al apartamento de Jake. No sabían a dónde dirigirlo exactamente, así que optaron por dejarlo sobre el sofá. El desconocido se quejó del dolor una vez estuvo sentado en el sillón tocando la zona de su estómago.

—C-creo que m-me rompieron una costilla...— apenas pudo formular.

—¿Quiénes?— preguntó un preocupado Jake.

—...E-ellos... l-lo hicie...— y antes de poder terminar su frase sus pequeños ojos se cerraron quedando inconsciente.

—¡Hay que llevarlo al hospital!— chilló Chan.

—¡Pero no sabemos quién es!— dijo Felix. —¡Van a creer que lo secuestramos o algo!

—¿Y sugieres que lo dejemos morir aquí? ¡Claro, será más fácil explicárselo a la policía que a unos doctores!— los mayores estaban ocupado alegando entre tanta tensión así que Jake se acercó hacia el cuerpo del desconocido y notó más de cerca sus heridas. Tenía marcas moradas en su cuello, lo que hizo que se preocupara más.

—¡Chicos!— Lee y Bang voltearon ante el llamado. —Esto parece abuso...

—¡Claro que lo es, genio!— dijo Felix — ¡Está literalmente hecho mierda!

Jake negó. —Estoy hablando en serio. Estas heridas no parecen nuevas.

—Insisto, hay que llevarlo al hospital.— habló de nuevo Chan.

El mayor se acercó al cuerpo del chico y lo cargó delicadamente sobre su hombro. Los tres adultos salieron del apartamento y se dirigieron lo más rápido posible al hospital más cercano. Entraron con prisa y luego de que uno de los doctores le dijera a Chan que lo dejara sobre una de las camillas, se llevaron al paciente rápidamente a una de las salas de primeros auxilios.

El grupo de amigos quiso entrar pero antes una enfermera les pidió llenar un formulario. Jake se inscribió como el adulto responsable del chico, le explicó como fue que pasaron las cosas y las obvias razones por las que no conocían el nombre ni ningún dato del herido.

—El paciente ya despertó. Pueden pasar a verlo, pero por favor entren uno por uno.— les avisó la enfermera luego de unas horas de espera. Felix estaba dormido sobre las piernas de Jake, así que el menor lo despertó con brusquedad para que escuchara las noticias.

Al terminar el aviso los tres esperaron a que la enfermera saliera de su vista para poder dirigirse a la habitación al mismo tiempo. Entraron todos juntos y no pudieron faltar los empujones entre ellos para ver cuánto antes al herido como si lo conocieran desde siempre.

El chico los veía confundido. —¿Ustedes quienes son?

—¿Nosotros?— preguntó Felix y el contrario asintió. —Somos tus salvadores.

Chan le brindó un golpe en la parte trasera de su cabeza y le hizo una señal para que no empezara a hablar estupideces.

—Tu viniste a mi casa y te desmayaste.— habló Jake. —Además de eso, te trajimos por tus heridas.

El desconocido negó con la cabeza y se sentó en la camilla. —No, estoy... bien.— dijo quejándose del dolor.

—No lo creo.— Jake se acercó a él. —¿Como te llamas?

El chico le vió con desconfianza pero luego suspiró apartando la mirada. —Yang Jungwon.

—Bien, Yang Jungwon. Tu claramente no estás bien, y... me harías un gran favor dejándome saber como fue que terminaste así.

—No es así de fácil decirlo...— dijo cabizbajo a quién ahora ubicaban como Jungwon.

—Pero es lo que menos puedes hacer por nosotros.— dijo Felix ignorando los regaños de Chan. —Pudimos dejarte morir en el pasillo, pero en cambio te trajimos aquí, te pagamos tu estadía de este noche e incluso esa cosa que tienes conectada.— mencionó señalando el suero que colgaba a un lado de su cama. —¿Crees que puedes pagarnos con solo decirnos tu nombre?

Jungwon no dijo nada, así que Jake decidió calmar al mayor. —Felix, seguimos siendo desconocidos para él. No podemos obligarlo a nada.— Jake puso una de sus manos sobre el hombro de Yang y le sonrió dulcemente. Jungwon imitó escasamente su gesto. —Me llamo Jake.

Jungwon sonrió tímidamente. —Es un gusto, gracias por traerme aquí y... perdón por molestar.

—No molestas.— esta vez habló Chan. —No te preocupes, a Jake suele pasarle seguido este tipo de cosas. Es como si el universo supiera que él es la persona más buena del mundo.—Jungwon vió al australiano mayor e hizo una pequeña reverencia. —Soy Chan, por cierto.

—Y yo Felix.— se presentó el rubio. Jungwon le sonrió con timidez a los tres.

—No sabíamos a quien llamar... así que nos hicimos cargo de ti. Pero ahora que despertaste, puedes darme el número de tus padres para avisarles que estás aquí.— avisó Jake.

—¡No!— gritó el menor. —Por favor no lo hagas.— casi rogó tomando la manga de Shim.

—¿Por qué no? ellos deben estar preocupados por tí...

—No, ellos no lo están.— aseguró Jungwon antes de encerrarlos en un silencio incómodo que no dudó en romper segundos después. —P-puedo quedarme aquí hoy y regresar mañana... realmente no quiero verlos.

Jake sintió su corazón hundirse ante las palabras del chico. Era obvio que algo pasaba en su casa, pero no podía hacer nada más que ayudarlo en lo que podía. Seguía siendo un desconocido así que no podía simplemente llevarlo a su departamento sin más. Sin embargo, si en algún momento Jungwon decidía confesarle lo que pasa, puede que las cosas sean distintas.

—Regresaré mañana y te dejaré en casa, ¿de acuerdo?— dijo Jake. Jungwon asintió no muy convencido.

Minutos después el trío salió de la habitación y se dirigieron cada uno a su casa ya que la noche había llegado y ya no aceptaban más visitas. En su camino a casa solo quedaban Jake y Chan en el auto. El mayor estaba concentrado en conducir seguramente mientras escuchaba la pegadiza melodía de la radio, por otro lado, Shim estaba en otro mundo, totalmente ajeno a los intentos de Bang de iniciar una conversación.

Tenía la vista pegada en la ventana viendo fijamente al cielo y un suspiro cansado salió de sus labios. —¿Sabías que, cuando miramos las estrellas, en realidad estamos viendo el pasado?.— preguntó, y juró sentir una especie de déjà vu.

—Sí, bueno... no es como si las estrellas me interesaran, pero sé que a tí si, así que prosigue.— respondió Chan aún con la vista en el camino.

—La imagen que vemos en el cielo en este momento tardó en llegar a la tierra alrededor de cuatro años.

—Oh... interesante.— dijo Chan. —Bien sabelotodo, ya llegamos a tu dulce hogar.

Jake separó la vista de la venta y se dió cuenta que ahora estaban en el estacionamiento del edificio donde vivía. Soltó un suspiro cansado antes de agradecerle y despedirse de Chan.

Entró a su departamento con los ánimos por los suelos. Jake  no lo sabía, pero hoy se cumplían dieciséis años desde que estuvo con Heeseung en aquel campo al que solían ir por las noches para apreciar las estrellas y hablar por horas. Dieciséis años desde que Heeseung le dijo que no podía estar con alguien más que él.

Irónico ¿no? porque fue el quién le puso un fin a su relación. Fue el quien se fue a otros brazos. Quién acabó con todo lo perfecto de su relación. Fue el quién se casó con alguien más.

Pero después de todo eran solo unos adolescentes. Promesas falsas, comentarios tontos, nada era real.

Su mente no paraba de reproducir la imagen de Heeseung, lo hacía una y otra vez y no ayudó nada el encontrar el dibujo del cielo estrellado partido a la mitad en el suelo, dónde Felix lo había "escondido".

Unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas y se dirigió a su habitación en plena oscuridad. Ya no le daba miedo la oscuridad, ya no le daba miedo la soledad.

De todas manera había aprendido a vivir con ellas durante años.

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