#004
Apenas Sunoo puso un pie dentro de su hogar pudo divisar al menor recostado boca abajo sobre el sofá como solía hacer cada vez que se sentía demasiado deprimido.
Quiso acercarse y acariciar su cabello en modo de consolación, pero sabía que él era una de las personas que menos quería ver en este momento, así que solo se limitó a servirle un poco de agua y dejársela sobre la mesita frente al sofá antes de encender la televisión y seleccionar cualquier canal.
Se sentó en uno de los sofás individuales que rodeaba la mesita y trató de concentrarse en el programa. Todo transcurrió normal hasta que escuchó unos pequeños hipidos y sollozos provenir de algún lugar de la sala. Rápidamente volteó hacia el menor quien aún seguía con la cara enterrada en uno de los cojines de decoración y se aferraba a otro como si su vida dependiera de ello. Sunoo como pudo lo levantó y la imagen que encontró fue de las peores que pudo apreciar en algún momento de su vida.
Ni-ki, aquel chico de aura fuerte y hasta intimidante, quién nunca ha demostrado sentir otras emociones más que las sombrías y que aún así ha sido bueno ocultándolas, quien lo ha defendido de tantos abusadores y tantas miradas juzgadoras, quién a pesar de caer en un abismo lóbrego y vivir en un infierno sin salida siempre tiene las fuerzas suficientes para fingir un poco más, para esconder un poco más... ese chico estaba ahora hecho pedazos por algo que no merecía, por algo que nunca mereció y que nadie en este mundo debería experimentar alguna vez.
Sus padres no eran héroes. Sus padres no eran perfectos. Sus padres no eran fuertes como el. Sus padres eran mentirosos e insensibles. Eran egoístas y tomaron decisiones de la manera más estúpida posible. Y el tenía tantas dudas. Tenía tantos pensamientos y teorías en su cabeza. Tenía tantas preguntas y prácticamente ninguna respuesta.
¿Que había hecho mal? ¿El tenía algo que ver con la separación de sus padres? ¿Fué la principal razón acaso? ¿La única? ¿Por qué?
« ¿Por qué no puedo saber quién es mamá?
¿Por qué nadie puede decirme nada?
¿Por qué debo ser yo quién lo pague todo?
¿Por qué tengo que seguir viviendo así?
¿Por qué debo seguir fingiendo?
¿Por qué Hyerin me odia?
¿Por qué parece que lo único que la hace realmente feliz es hacerme daño?
¿Por qué no hay nadie que confíe en mí?
¿Por qué nadie me da esperanzas?
¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué? »
—Ni-ki...— apenas pudo formular el mayor. Estaba sorprendido y a la vez asustado. Nunca había visto a Ni-ki de esa manera así que le aterraba mucho la idea de hacer algo que sirviera de consolación y que Lee lo rechazara.
Ni-ki cerró sus ojos dejando salir algunas lágrimas en el proceso. El esperaba que Sunoo limpiara sus lágrimas. El esperaba que Sunoo fuera quien le dijera que todo estaría bien, que no había nada de qué preocuparse. El esperaba las mismas cosas que hizo por el cuando lo encontraba llorando en el baño de la escuela. El esperaba al menos un abrazo de parte del pelirosa y cuando lo único que obtuvo fue un "No llores" se dió cuenta de lo que estaba haciendo.
Estaba perdiendo su tiempo con las personas equivocadas.
Se levantó abruptamente sorprendiendo a Kim en el proceso, y le dió una última mirada antes de salir del lugar. Ya no sabía que hacer. Ya no sabía a dónde ir. No se sentía seguro en ningún lugar y en dónde sea que estuviera sentía que no encajaba.
Su mente era un desastre. Ya no quería seguir con lo mismo, pero todos los días parecían ser igual de insoportables y grises. No había diferencia y si alguna vez conseguía algo de suerte, esta no duraba mucho pues lo que seguía era decepción tras decepción.
Se preguntaba si existía alguien más en el mundo que se encontraba en su misma situación o en una incluso peor. Si era así, le deseaba mucha suerte. A veces la fuerza que necesitas la consigues de quien menos esperas.
Caminar solo a tales horas de la noche podría ser aterrador para cualquier persona; pero no para Ni-ki quien caminaba por la acera como si fuera el dueño de ella. Honestamente ya no tenía nada que perder. Si alguien lo asaltaba ¿que más daba?.
Llegó a su casa y su plan de marginarse por el resto de la noche se vió interrumpido gracias a la persona que lo recibió. Esa persona no era nada más ni nada menos que el principal culpable de todo esto.
—¿Que hacías afuera tan tarde?— preguntó su padre, Lee Heeseung.
Tan solo escuchar su tono de voz autoritario lo ponía ciertamente nervioso y hasta le daban ganas de ponerse a llorar y pedir perdón por todos sus pecados. Sin embargo, le sorprendía más el hecho de que su padre estuviera frente a el y le estuviera dirigiendo la palabra sin haber hecho algo realmente malo. Es decir, ¿quien no ha llegado tarde a casa?
—Yo...— su voz tambaleó un poco y para este punto su nerviosismo era más que evidente.
—¿Tienes una novia?
—No.— respondió casi por inercia, cosa que no pasó desapercibido por su padre. No podía ser eso... ¿cierto?
—¿Entonces... te estás viendo con alguien?
Ni-ki no respondió de inmediato porque estaba muy ocupado pensando. ¿Por qué de pronto su padre estaba tan parlanchín?. No se estaba viendo con alguien... pero quizás jugaría un poco.
—Uhm.
—¿Con quién?
—¿Eso acaso importa?— pasó por su lado.
—Oye, no te he dicho que puedes moverte. Vuelve aquí.— Ni-ki sonrió en sus adentro y volteó para encontrarse de nuevo cara a cara con Heeseung.
—Responde.
—Con...— su vista se paseó por cada lugar de su casa en busca de un nombre cualquiera. Su mente tenía la capacidad de olvidar como pensar en el momento menos oportuno. —Se llama...— y entonces sus ojos se iluminaron cuando visualizó un libro tirado cerca de la puerta. Vagamente recordó el nombre de uno de los personajes del libro, ya que leer no es uno de sus pasatiempos favoritos. —...¿Won?
—¿Won?— Ni-ki asintió. —¿Cual es su otro nombre?
—Eeeeeh, no lo recuerdo.
—¿No lo recuerdas?— Ni-ki volvió a asentir. —¿Estás cortejándola?
—Si.
—¿Y como la conociste?
Ni-ki se quedó pensando de nuevo. A su mente vino la historia de como conoció a Sunoo y lo vió lo suficientemente creíble cómo para contársela a su padre, ya que improvisar historias tampoco era lo suyo. —Bueno... unos chicos estaban golpeándole y... yo fui al baño y le encontré llorando así que golpeé a los chicos y cuando se fueron me le acerqué, me llamó "su héroe" y desde entonces hemos sido cércanos...
—¿Le?— Heeseung entrecerró los ojos. —¿Ni-ki acaso estás cortejando a un chico?
Ni-ki se sintió desfallecer. ¿A quién se le ocurre jugarle una broma a su padre amargado, y además, closetero? A nadie más que Lee Riki, eso es seguro. Este soltó una carcajada completamente falsa, casi como él. —¿Queeee? ¿Yo? ¿Saliendo con un chico?, tsk, ¿Te sientes bien, papá?
Heeseung se acercó con pasos rápidos y se detuvo frente a él. Su mirada era la de siempre. Esa frialdad reflejada en sus dos iris, esa mirada despiadada, con seguridad. Ni-ki sabía que no había nadie capaz de descongelar ese frígido aire, y por eso se estaba golpeando mentalmente por jugar así con alguien que ni siquiera conoce el significado de "broma".
—S-se llama... ¡Chaewon! ¡Ya lo recordé!
—¿Tu amiga a la que defiendes se llama Chaewon, a quién también estás cortejando?— preguntó mientras volvía a entrecerrar los ojos.
—¡S-si!
Heeseung no parecía del todo convencido, pero se irguió y volvió a su habitual postura. —De todos modos, no te encariñes mucho con ella. Tu abuela piensa emparejarte con Lee Hyunseo, hija de Lee Taeyong.
—¿Qué?— abrió sus ojos de par en par.— ¿No estoy como... muy pequeño para esas cosas?
Heeseung metió sus manos a los bolsillos de su pantalón y medio-asintió con la cabeza. Esto de intentar interactuar con su propio hijo era todo un dilema. Suspiró. —Sí. Le dije a mi mamá que no te dejaría casarte hasta que seas mayor de edad... pero aún así ella quiere que se conozcan y se comprometan.
—¿Y que hay de tí?
—¿Yo qué?— preguntó sin comprender.
—¿Qué es lo que tu quieres para mí? Tu eres mi padre... ¿no te molesta que tomen decisiones por mí?— Ni-ki tenía esperanzas de que su padre le dijera que el también odiaba eso. Esperaba que le dijera que podía salir con quien quisiera sin importar su estatus social. Pero...
—No.— respondió simple, como si no tuviera sentimientos. Ni siquiera le tomó más de tres segundos responder. —Hay cosas más importantes para mí que tus amoríos.— y sin más, se fué de ahí.
Al final, el plan inicial de Ni-ki — el de marginarse por el resto del día y recordarse sus propias desgracias — no tendría por qué cancelarse.
—Regresó.
—¿Qué?
—El regresó. Está aquí.
Los anteriores gritos histéricos que salieron de su garganta fueron reemplazados por el sonido de su lenta respiración.
—¿De quien estás hablando?
—Estoy hablando de Jake. Yo... lo acabo de ver.
Y solo esas palabras bastaron para que todo el esfuerzo que había hecho Heeseung para superar a su primer amor, para mejorar su desarrollo espiritual, para concentrarse en su proceso de sanación y enfocarse en su trabajo durante 15 largos años se fuera al mismísimo demonio.
Su corazón palpitaba con fuerza. Aún lo hacía cada vez que escuchaba su nombre. Su mente hizo cortocircuitos y su cuerpo se desestabilizó por completo.
—¿Heeseung?
—¿Dónde estás?
—Avenida 5.— y Yeonjun tomó el sonido de una puerta de auto cerrándose y la llamada terminada como un "no se diga más" de parte del menor, aunque sabía que posiblemente estuviera tan sorprendido como para poder hablar.
Heeseung llegó al lugar indicado. Yeonjun le cedió su lugar en el estacionamiento para visualizar mejor la entrada del edificio aunque claramente no se podía ver nada más que el corredor y parte del vestíbulo.
Su mirada estaba perdida en los recuerdos. Al Heeseung de 19 años le hubiera encantado esta situación y sin pensarlo mucho ya hubiera entrado y rentado un cuarto solo para estar cerca de Jake y verlo todos los días por los pasillos. Pero el ya no es un adolescente, y peor aún, el ya no es su novio.
Todo este tiempo lo que más deseó es que Jake no la estuviera pasando mal. Aunque suene muy egoísta y sea la persona menos indicada para decirlo, eso era lo único que le importaba. Sin embargo, sabía que había sido el mayor idiota del mundo, y que cualquiera en los pies de Jake hubiera estado muy mal física y emocionalmente.
Tenía muchas ganas de verlo, de saber como es ahora, de ver si cambió en algo, de escucharlo hablar, reír... Dios, cuánto deseaba escucharlo reír de nuevo. Deseaba abrazarlo y nunca soltarlo, deseaba comer juntos como siempre lo hacían, deseaba besarlo y apoyar su cabeza en su hombro mientras lo molestaba por su tierna diferencia de altura como solía hacerlo antes. Deseaba tanto volver a tenerlo.
El ringtone de su teléfono interrumpió sus pensamientos nostálgicos convirtiéndose en el protagonista de su atención. Al ver que no era nada más ni nada menos que Choi Yeonjun, decidió contestar.
—¿Todo bien?
—Uhm.— se limitó a emitir un sonido de confirmación. La verdad es que siempre había sido de pocas palabras, y luego de su separación con Jake se volvió cada vez más cerrado siendo casi imposible que algo o alguien lo hiciera hablar por voluntad. Sumando también el hecho de que en este momento siente un nudo excesivamente desgarrador en la garganta como para poder hablar; sabiendo que en el momento en que abra la boca, todo el llanto acumulado durante años saldrá a la luz.
—Vine a hablar con el dueño del edificio, el... es un cliente fiel. El alcohol que vende en el restaurante es de Honey Moon y al parecer una de las botellas de licor venía abierta así que tuve que cambiarla. Cuando estaba en la recepción lo ví con dos tipos más.— Heeseung frunció el ceño y emitió un sonido de confusión. —No sé quienes eran. No los reconocí. Pero... estaban hablando en inglés, así que supongo que son... amigos de Australia.
Heeseung asintió aún sabiendo que el contrario no podía verlo. Yeonjun se despidió de él y la llamada terminó. Heeseung volteó por última vez y soltó un suspiro. No podía arreglar nada. No existía otra oportunidad. No había nada más que hacer.
Desató su corbata con brusquedad y la lanzó en algún lugar del auto. Se remangó las mangas, abrió la guantera y sacó una copa y un Aubert Pinot Noir que nunca habría tocado si no fuera por la increíble noticia que recibió esa noche. Llenó casi toda la copa y se la bebió como si fuera agua celestial en un desierto.
Jake lo habría matado por tomar mientras conduce, y peor aún, por dejar tirada ropa en cualquier lado. Pero Jake ya no estaba. Jake estaba viviendo su vida ahora, tal y cómo habían acordado ese día. Y eso no había sido culpa de nadie más que el mismo.
¿Pero es que acaso había tenido otra opción?
Llegó a su casa y se apresuró a subir las escaleras que llevan a la habitación de Ni-ki. Cada vez que extrañaba más de lo acostumbrado a Jake solía observar a Ni-ki de lejos para apreciar lo que es el único recuerdo que tiene de el.
Abrió lentamente la puerta de su habitación y afiló su mirada para buscar al adolescente, más no lo encontró en ningún lado.
Eran las 10 de la noche. ¿En dónde podría estar tan de noche?
¿Un padre sin saber dónde está su hijo? Bravo, ganaste el premio al padre del año. — Ahí estaba de nuevo esa sarcástica voz de su cabeza.
Bajó hasta la sala de estar dónde buscó a Ni-ki hasta debajo de los cojines. Y cuando escuchó la puerta principal abriéndose, un suspiro de alivio salió de sus labios. Su corazón ahora estaba tranquilo.
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