#002
—¿Se puede saber en dónde te metiste ayer sin decirme nada? me preocupaste tanto... no vuelvas a hacer algo así, tonto.— se quejó el pelirosa siguiendo de cerca al más alto en los pasillos de su escuela.
—No te debo explicaciones.
Sunoo suspiró. —Lo sé, pero eso no quiere decir que puedes irte así como si nada cuando se te dé la gana y dejarme preocupado y solo.— detuvo su andar haciendo que Ni-ki haga lo mismo pero sin verlo aún. —Ni-ki... ya te he dicho que cuando quieras escaparte a Canadá lo hagamos juntos. ¡Yo tampoco quiero seguir viviendo con mi familia!— trató de aligerar el ambiente consiguiéndolo al notar una pequeña sonrisa asomarse en los labios del pelinegro.
—Está bien, cuando me escape de casa te avisaré. Pero ayer solo quise irme de aquí, no soporto este lugar y tu no parabas de decir estupideces.
—¡¿Estupideces?!
Ni-ki siguió caminando como si nada. Rodó los ojos al escuchar los quejidos de su amigo.
—¡Lo hago por tu bien! No me gustaría que alguien te hiciera daño...— suspiró. —No me perdonaría saber que pude hacer algo antes para evitar que te lastimen y no lo hice solo porque pensé que podrías ser feliz.
—Sunoo, si lo dices así suenas como un psicópata sobreprotector. Me harás más daño comportándote de esa manera, además, lo dices como si lo único que te importa es estar bien contigo mismo, y se que no es así porque realmente te preocupas por mi.
Sunoo no dijo nada más y se dedicó a pensar en sus palabras. Sabía que tenía razón. Además, Ni-ki no era un niño, él no necesitaba de ninguna niñera o alguien que le cuide la espalda porque él odiaba sentirse protegido. Pero el dejar mostrar su lado brillante solo a él y nadie más de alguna manera le hacía sentir especial y quería demostrarle a Ni-ki cuan importante era él en su vida.
¿Había algo de malo en eso?
Pues sí, cuando te obsesionas tanto por el bienestar de una persona y no dejas que nada lo lastime a tal punto que no lo dejas vivir su vida normal y te conviertes más en un guardaespaldas que en su amigo.
¿Dónde estaba el amigo que Ni-ki necesitaba en este momento?
¿Dónde estaba esa persona que le dijera que darse por vencido no debería estar siquiera en su vocabulario?
¿Dónde estaba quien le ayudaría a buscar a su madre?
Porque Sunoo no se estaba comportando como su amigo. Era como la versión amable de su abuela o su padre, pero aún así no cambia ese comportamiento manipulador, así que, en realidad ¿quien estaba lastimando a quien?
—Te ayudaré.— dijo después de unos minutos de silencio. Ambos ya se encontraban en su salón de clases.
Ni-ki se quitó sus airpods cuando vió los labios de Sunoo moverse. —¿Ah?
—Dije que voy a ayudarte.
Ni-ki lo pensó unos segundos, ¿de que estaban hablando antes? no lo recordaba. —¿Con... la tarea de Química?
—No, idiota. Te ayudaré con lo de tu mamá.
Ni-ki le vió entre confundido y sorprendido. Sabía que Sunoo era capaz de hacer cualquier cosa por protegerlo, más no sabía que también era capaz de hacer cualquier cosa por apoyarlo.
—¿De verdad?— Sunoo asintió. —Escucha, si es por lo que te dije ayer olvídalo. No tienes por qué apoyarme en todo si no quieres, no lo hagas si es solo por mi.
—No lo hago solo por ti.— Lo hago también por mi. quiso decir. —Pero... tal vez tu madre lo haya pasado realmente mal todo este tiempo y te necesite. Honestamente, no parece mala persona.
Ni-ki sonrió grandemente al imaginar encontrarse con su madre y presentarle a Sunoo. Si es que es del tipo extrovertido se llevarían muy bien, pero el doctor dijo que era más del tipo amable así que probablemente le agrade Sunoo de cualquier manera.
Ahí estaba, de regreso a Corea después de quince años.
Sentía que había cambiado mucho. A comparación con antes, las calles se sentían más espaciosas y de cierta manera modernas. Bueno, se encontraba en Gangnam, la ciudad más exclusiva de Seúl, no debía sorprenderle ver tantas cosas que curiosamente no había en Australia siendo que su país de origen no era un lugar atrasado ante las tendencias.
Al salir del aeropuerto tomó un taxi que lo llevó hasta el departamento donde viviría por un tiempo. Si bien era para una sola persona, el lugar era increíblemente espacioso y contaba con muchas habitaciones. Al parecer se había emocionado buscando un lugar para vivir, pero no tenía de qué preocuparse, puesto que ahora era un exitoso arquitecto.
Jake había conseguido cumplir su sueño de estudiar arquitectura y graduarse exitosamente hace unos años. Sus maestros siempre le felicitaban por lo asombrosamente bueno que era dibujando, también por lo exacto que era en cuánto a los detalles, y por la increíble paciencia con la que contaba; siendo así un alumno casi perfecto que pocas veces cometía errores. Las buenas reseñas sobre el se esparcieron como el aire y llegaron hasta los oídos de varias compañías en Australia que se veían atraídas hacia el talentoso joven. Obviamente, escogió a la que mejor beneficios económicos le traía y se puede decir que tomó la mejor decisión, pues además de haber trabajado en uno de los puestos más altos en los pasados siete años, en sus primeros sueldos logró ganar más dinero que en sus tres años trabajando en el supermercado.
Se podría decir que la vida de Jake mejoró una vez terminó sus estudios, pero definitivamente no todo fue de color rosa. Antes de que tuviera todo lo de ahora, había tenido que ver como el mundo jugaba en su contra.
Todo comenzó ante la perdida de su bebé. Su dulce y pequeño bebé, ese que tanto amó y cuidó cuando aún estaba en su vientre.
¿Que fué lo que pasó?
Jake no conoce todos los hechos, y tratar de encontrar una explicación hace que se hunda en la desolación, así que trata de evitarlo con todas sus fuerzas.
Lo único que sabe es que un día, el padre del niño y su supuesto amante, decidió que "lo mejor" era terminar con su relación, pues al parecer no se sentía cómodo fingiendo amar a alguien que le causaba asco y que no estaba a su nivel < palabras de el mismo >. Luego de eso dijo que se haría cargo del niño para que no sintiera que lo dejó solo porque ahora debían ser padres.
Como si eso lo hiciera sentir mejor.
Obviamente Jake se negó. Le hizo ver que Riki no era ninguna carga o cuerda que los mantendría unidos de cualquier manera, que simplemente podía terminar los lazos con el y su bebé y ambos desaparecerían de su vida como si nada hubiera pasado. Como si nunca se hubieran conocido.
Sin embargo, Heeseung insistía en que debía quedarse con Riki. Casi le rogó que se lo dejara y la verdad es que a Jake le partió el corazón ver a su ex novio de esa manera, incluso si ahora lo odiaba con todo su corazón.
Se negaba a soltar a Riki. Era su bebé, era su todo. Si bien no lo planeó, fue el más feliz al darse cuenta que sería madre. Pero más allá de sus deseos, se encontraba un factor muy importante : su futuro.
¿Que podría ofrecerle el?
Era un simple adolescente que tuvo que dejar la escuela para concentrarse en su embarazo, alguien que posiblemente no se graduaría, un chico con un inestable trabajo de cajero donde lo más propable es que sería despedido pronto. No tenía nada, no podría criarlo el solo porque no sería nada bueno para el pequeño.
Por otro lado estaba Heeseung, quien nunca necesitó trabajar porque ya lo tenía todo, quien acababa de iniciar su carrera de administración de empresas en la mejor universidad de Corea del Sur, quien podía asegurarle el mejor futuro para Riki, probablemente hasta pueda ser él mismo el heredero del negocio familiar.
Por más duro que fuera, tenía que dejarlo ir.
De todas maneras aún era un pequeño retoño, si Heeseung le mentía podría crecer creyendo que su madre es cualquier chico o chica con quien Heeseung salga en el futuro.
Todo estaría bien ¿no?
Claro que no.
Absolutamente nada estaba bien.
Días después de soltar a Riki, Jake se encontraba mal, muy mal. Había dejado de comer, de trabajar, de bañarse y se dedicaba solo a llorar durante horas y horas hasta que sus lágrimas se acabaran.
No tenía ningún amigo, o los que creía que tenía nunca lo visitaron o trataron de contactarle. Parece que a nadie le importaba realmente su sufrimiento, y eso solo lo hacía sentir peor, pues, la única persona que creía que realmente se preocupaba por el resultaba ser un patán que nunca lo quiso.
Las semanas pasaron y Jake seguía en crisis, tanto económica como emocional, y lentamente fué cayendo en la depresión. Comenzó a comer de nuevo porque tampoco quería morir, pero al probar solo dos cucharadas de arroz sentía como su estómago se llenaba y no quería ingerir nada más por el resto del día.
La dueña del edificio donde vivía fue la primera persona en visitarlo, pues al haberse atrasado con el alquiler quiso saber qué pasaba con aquel lindo muchacho que solía pagarle incluso antes de tiempo. La imagen que se encontró no fue nada bonita, y al ver que el chico no podía siquiera levantarse de su cama o parecía no escuchar sus llamados, supo que algo andaba mal y lo llevó rápidamente al hospital donde le informaron su repentino cambio de peso e indicios de ansiedad.
Al cumplir cinco días internado en el hospital donde recuperó algo de fuerzas, fue trasladado a un hospital psiquiátrico cuando notaron que el australiano había comenzado a lastimarse a sí mismo inconscientemente. Fue por un corto periodo de tiempo, pero sin duda fue un completo infierno para Jake.
Pasado los meses de recuperación bajo la cuidadosa observación de la señora Bang — la dueña del edificio — y de los enfermeros, Jake finalmente había podido salir adelante.
Había encontrado una afición por el arte y el dibujo. De vez en cuando salía a dibujar los hermosos paisajes de la ciudad o simplemente lo que su mente imaginaba. Claro que su propia mente le jugaba en su contra, pues a veces se sorprendía a si mismo dibujando el pequeño rostro de su bebé como lo recordaba, o una familia feliz yendo de pesca como siempre soñó hacer con Heeseung y Riki.
Todo parecía mejorar poco a poco, pero los ánimos de Jake volvieron a los suelos cuando al caminar por las calles que llevaban a su departamento, se encontró con el alto cuerpo de su ex novio vistiendo un refinado traje negro apoyado sobre lo que parecía ser su elegante auto, sostenía el teléfono en su oído y hablaba con alguien con un tono de voz fuerte y dominante, justo como recordaba que hacía con todos a excepción de el.
Solo esa imagen hizo falta para desarmar todo el rompecabezas de tranquilidad que tanto se había esforzado en armar durante meses. Regresó a su departamento y se tiró nuevamente a su cama llorando tanto como su cuerpo se lo permitiera. Ahí supo que de ninguna manera podía seguir viviendo en el mismo país que Lee Heeseung.
Al notar el desánimo del australiano, la señora Bang, quien se había hecho cargo de Jake como si fuera su propio hijo, le trató de tranquilizar nuevamente y regresar la paz que había conseguido con mucho esfuerzo. Pero la tristeza de Jake se intensificaba cada vez más, así que decidió recurrir a lo que era su última opción para animar a Jake.
"¿Por qué no terminas tus estudios en Australia?. Mi hijo Chan vive ahí y me aseguraré de que el te cuide. Estoy segura de que estar en tu país te hará sentir como nuevo". Había dicho ella.
Jake aceptó, pues no parecía tener otra opción. Su vida en Corea había muerto y su cuerpo había sido sepultado el día que había tenido a Riki en sus brazos por última vez.
Así fue como el regresó a su país y se convirtió en quien es ahora. No me malentiendan, Jake aún extraña a su hijo y una parte de el desea reencontrarse con él ahora que volvió a Corea del Sur, pero la otra parte desea que este no sepa de él, pues solo le traería problemas y muchas dudas que no podría responder o dar una explicación decente.
Ya no seguía deprimido, pero la culpa y arrepentimiento lo ha seguido durante quince largos e infernales años. No se siente siquiera digno de ser reconocido por su hijo, es decir ¿que le pasaba al Jake de dieciocho años? ¿en que estaba pensando? ¿por qué no luchó por su hijo? incluso si no tenía lo necesario para mantenerlo ¿que le aseguraba que con Heeseung viviría mejor?, podría tener dinero y una casa grande, pero, ¿y si la gente que trabaja ahí lo desprecia por ser hijo de dos hombres?, y peor aún ¿si lo odiaban sus abuelos? ¿jugarían con el? ¿lo harían sonreír? ¿le darían el amor que merece? ¿lo educarían con paciencia y mucho cariño tal como el tenía planeado hacerlo? ¿ellos harían eso?
Hay tantas cosas que debió tomar en cuenta antes de tomar una decisión tan apurada, egoísta y materialista; pues ahora no hace más que arrepentirse de eso.
Ahora las probabilidades de que conozca a su hijo son realmente muy pocas. Seúl es un lugar grande, y ha pasado mucho tiempo desde que Heeseung y el se vieron por última vez, así que es prácticamente imposible que se reencuentren. Además, ahora ya no se trataba de un bebé, ahora Riki era un adolescente y no sabe si se parece a él o sus rasgos son más finos como los de Heeseung.
No sabe absolutamente nada de él, tal como el día después de haberlo dejado ir.
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