III
—¡¿Qué?! —se sorprendió Ash, por poco no escupió la bebida. ¿Qué le enseñara a tocar guitarra? ¿Qué idea tan loca era esa? Era como si ella le pidiera que le enseñara a tocar el piano. ¡Era una locura!
¡Alto! Ahora que lo veía bien, no era una locura. Si Johnny le enseñaba a tocar el piano, ella podría ganar de manera más sencilla. Si la voz le llegaba a fallar en una nota (lo que dudaba) el piano podría sacarla de aprietos.
—Sí. —Johnny asintió con una sonrisa—. Así podré hacer un mejor número. —Se quedó mirándola unos segundos, mientras la melosa y azucarada canción de Lance y Becky le taladraba los oídos; estaba por vomitar por tanta cursilería—. Y si quieres —continuó él— puedo enseñarte con el piano. Es ganar-ganar.
Ash sonrió; una sonrisa competitiva y ansiosa. Él le había propuesto lo que recién había pensado, por un momento agradeció que Buster organizara ese número extra. ¿Quién mejor que Johnny? Él simplemente no decía no, ayudaba sin necesidad de pedirlo.
Tenía que aprovecharlo.
—A ver —dijo, apretándose el entrecejo. «¡Detengan esa música!» Miró a Johnny—. ¿Me propones que yo te enseñe con la guitarra y tú con el piano? ¿Eso nada más?
—«Una mano lava la otra» —dijo—. Es lo justo.
Una sonrisa incrédula se formó en los labios de la puercoespín a la vez que negaba con la cabeza. La oferta de Johnny era demasiado buena; si llegaba a aprender a tocar el piano como él, no tendría competencia por parte de ninguno de los demás.
—Bien —dijo—, te enseñaré. —El rostro de Johnny se iluminó—. ¿Tienes guitarra con la que practicar?
Johnny dejó caer los hombros.
—No —dijo, contrariado. Ash suspiró.
—Yo tengo una extra, solo que es de mi tamaño —comentó, mientras guardaba la suya en el estuche—. ¿Te va bien?
—Supongo —dijo con parsimonia, luego suspiró y se encogió de hombros—. No importa —añadió, tronándose los dedos—, no debe ser tan difícil.
—Eso dicen todos. —Ash se levantó de la silla y se cargó el estuche al hombro—. Cuando empieces a practicar verás que no es tan fácil como parece. —Se metió la pata a un bolsillo y sacó unos billetes para pagar las bebidas, pero Johnny alzó una mano en señal de alto.
—Yo pago.
Ash lo miró arqueando una ceja.
—¿Esto es porque te enseñaré con la guitarra? —preguntó—. No necesito que pagues, yo lo puedo hacer sola.
El oso polar con la camisa hawaiana roja, Jerry, se acercó hacia ellos cuando ella le lanzó una mirada. Tomó las copas y las colocó en la bandeja que sostenía en una pata, para luego quedarse estático en el sitio esperando la paga. Johnny sacó unos billetes de un bolsillo de su chaqueta de cuero.
—Jerry —dijo Ash, amenazándolo con la mirada—, no los tomes. —Le tendió los suyos.
—Tómalos —insistió Johnny, no parecía dispuesto a ceder.
Ash gruñó molesta, no iba a permitir que el pagase; no porque no quisiera, si él pagaba mejor para ella, no gastaba. Sin embargo, eso podría dar malentendidos con los demás, se supone que el chico era quien pagaba si era una cita, solo que eso no era una cita; a duras penas caía en la categoría de reunión.
Una idea salvaje pasó por su mente: ¿Y si Lance creyera que sí lo era?
Si así fuera no la molestaría, supondría que estaba saliendo con Johnny y tal vez se pensaría dos veces el molestarla; después de todo, la complexión del gorila podría llegar a intimidarlo.
Hizo un gesto vago con la pata.
—Olvídalo —dijo—, paga si quieres. —Se encogió de hombros—. Es tu dinero.
Johnny asintió como si él tuviera la razón y le dio los billetes a Jerry, quien, luego de contar, le dio el vuelto. El joven gorila lo guardó en su chaqueta y se volvió hacia Ash con una sonrisa triunfante en el rostro.
Ella rodó los ojos y negó con la cabeza con una semisonrisa. Luego de un suspiro y acomodarse el estuche de la guitarra a la espalda, empezó a caminar hacia las puertas dobles de la salida.
—¿Cómo vas a hacer para las lecciones? —le preguntó a Johnny.
—¿Te parece si ensayamos en el teatro? —propuso. Ella negó con la cabeza—. ¿En mi casa?
—¿Dónde queda?
—En el Garaje de Calle Black —dijo—; es sencillo llegar: tomas la Principal y luego giras en la salida Gran Central, después...
—¿Vives en un garaje? —se extrañó.
—No. El garaje es en la planta de abajo —aclaró—, yo vivo en la de arriba.
—Ya. —Ash hizo un mohín—. No creo que lo encuentre —dijo—, yo soy más de usar el metro que de conocer las calles. ¿Te parece en la mía?
Johnny se encogió de hombros.
—Vale. ¿A qué hora?
—No sé —A Ash no le importaba mucho la hora, por ella podría ser a las tres de la mañana si él quería; no sería la primera vez que se desvela por la música, las mejores canciones llegaban en la madrugada. De soslayo reparó en que, ahora que el número de ambos puercoespines terminó y ellos estaban acomodando el equipo de sonido, Lance trataba de que no se le notara que tenía la vista fija en ella. Ash sonrió por ello—. Anota mi número —le dijo a Johnny.
El se palpó la chaqueta, después los bolsillos del jean y luego se dio una palmada en al frente.
—Lo dejé en la camioneta.
—Entonces... —Se volvió hacia Jerry en la barra— ¡Jerry, una pluma! —Este le arrojó un lapicero y ella lo atrapó al vuelo, Ash buscó algo en el que anotar, pero lo más parecido a un papel que tenía eran los billetes. Tomó el más bajo y anotó su número, luego se lo tendió a Johnny—. Ten.
Johnny tomó el billete, miró el número y asintió a la vez que lo guardaba en sus jeans, miró el reloj analógico que estaba tras la barra y luego a Ash.
—Son la una, ¿te parece a las cuatro? —preguntó.
Ash se encogió de hombros.
—A la hora que sea —dijo—, no tengo problema con eso.
—¿Cómo hacemos con el piano?
—En mi casa tengo un teclado electrónico, eso debe de servir.
Johnny asintió y ninguno de los dos dijo nada más. Luego de lanzarle la pluma de regreso al oso polar, salieron del bar. Johnny se ofreció a llevarla a su departamento, pero Ash se negó con un «es una calle de distancia», él se encogió de hombros, se subió a su camioneta y se marchó.
Antes de irse, Ash dio una última mirada hacia el bar y sobre el escenario, terminando de guardar todo, Lance se encontraba mirándola, entre sorprendido e incrédulo. Ella rió para sí. Tal vez ya no la molestaría más.
Al teléfono, Rosita trataba de no perder la calma mientras hablaba con Gunter, vigilaba que sus veinticinco pequeños dejaran las mochilas en el lugar designado, se sentaran sin desorden a la mesa (lo que era imposible) y comieran relativamente tranquilos antes de que tuvieran que irse de nuevo a la escuela.
La puerta sonó cuando se cerró y Rosita quitó la vista del plato de una de sus hijas, a quien le estaba sirviendo, saludando a Norman, que llegaba del trabajo para almorzar antes de volver a irse.
—Hola, cielo —saludó él, agotado, dándole un rápido beso en la mejilla.
Rosita le hizo un gesto con la cabeza, indicándole que su comida estaba en el mesón junto a la estufa, a la vez que hablaba con Gunter.
—¿Cuáles nos quedan? —le preguntó a su pareja de baile.
—Rap...
—No. —Rosita se sostuvo el móvil afincándolo en su hombro mientras separaba a dos de sus hijos que estaban peleándose sobre quién le quitaba más comida a quien—. No nos veo cantando rap, mucho menos una coreografía.
—Electro...
—No. —Se cambió el móvil al otro hombro—. Otra.
—Country, rock, latina...
—La primera no tiene mucha coreografía —dijo—; el rock no podemos, Ash y Johnny ya lo tienen; y la latina..., no sé, me gusta, pero... —Hizo una pausa y se despidió de Norman que, apenas terminó de comer, tomó el maletín y salió de nuevo al trabajo—. ¿Quedan otros?
—Que sean muy diferentes al pop, dos —dijo Gunter, tras la línea—. Metal y jazz.
Rosita suspiró y les dijo a los pequeños que se lavaran los dientes para irse de nuevo a la escuela, el pequeño pelotón fue hacia el baño en fila india, se cepillaron y le mostraron los dientes. Ella devolvió a dos que se querían pasar de listos, luego de ello los despidió pasándoles sus respectivas mochilas; su cuerpo repetía todo como si lo tuviera grabado desde siempre.
Se despidió del último y cerró la puerta, pensando. No podían usar jazz, ese era el género de Mike, y que ahora Meena también cantaría, necesitaban algo que fuera muy distinto de lo que siempre hacían, algo que fuera arriesgado y los catapultara al primer puesto para que el productor de Fur Records los escogiera. La música latina, y sus respectivos subgéneros, eran algo distinto, sí, pero no lo suficientemente llamativo.
Necesitaban algo más impactante.
Necesitaban pensar en grande.
Suspiró y tomó el móvil con la pezuña.
—¿Sigues allí?
—Yah —dijo Gunter—, ¿te decidiste?
—¿Qué hay del metal? —preguntó—. ¿Cuál combinaría con nosotros? Uno en que nuestras voces se complementen bien y que sea posible hacer una coreografía ni muy llamativa, aunque tampoco muy apagada.
Al fondo de la línea se oían ruido de cosas moviéndose y repiqueteos de algo contra el suelo, Rosita arqueó una ceja, ¿estaba Gunter en su casa o en el teatro?
—El metal sinfónico —respondió al fin—. Tengo varios discos de una banda; ¿te suena Nightwish?
Rosita se apartó un momento el móvil de la oreja y miró la hora: 13:28; muy bien, pensó, tenía tiempo, unas tres horas y media, antes de que los niños llegaran y otra más antes de Norman. Podría ir donde sea que estuviera Gunter y ver si podían hacer un número con dicho género.
Tomó sus llaves y se quitó el delantal.
—Veremos qué tal con esa Nightwish.
En la segunda planta del garaje donde vivía, Johnny estaba en su habitación, ojeando un libro sobre cómo aprender a tocar la guitarra siendo principiante que había conseguido rebuscando en el pequeño escondite donde guardaba las cosas que tenía que ver con música cuando era niño.
No se veía tan complicado, para ser sincero. Mostraba los distintos acordes que podían hacerse, los arpegios, las distintas maneras de tocarla, las notas; todo en general.
Con la victoria en mente y que el promotor de Fur Records lo eligiera como ganador, se devoró el libro y la tarde pasó en un parpadeo, que cuando vio la hora en su móvil al checar un mensaje que le había llegado, se sorprendió. Eran las 16:02. Debía avisarle a Ash que le diera su primera lección. Tomó su chaqueta, se la colocó y bajó para irse.
Cerró con doble llave la puerta de empleados del garaje y, mientras caminaba hacia la pick up, leyó el texto que le llegó. Frunció el ceño cuando terminó. Tendría que hablar con su padre, aprovecharía mañana para decirle eso.
Sacudió la cabeza y subió, encendió el auto y luego de que la caja de cambios chirriara, arrancó.
Eran las 16:20 cuando Johnny llegó al departamento de Ash.
Ella había logrado oír el timbre por un breve instante cuando la música que salía de los amplificadores en la sala se detuvo justo antes de iniciar un solo de batería de la canción. Al abrir, vio que Johnny parecía molesto por alguna razón, momentos después supo que él había timbrado otras ocho veces y la había llamado al móvil unas tres.
Ash no le dio mucha importancia a eso, con una disculpa se desentendió; es decir, estaba inspirada haciendo un cover de una canción que tenía un solo de guitarra exquisito, le gustaba siempre tocarla.
Sin perder el tiempo Ash tomó la guitarra extra que tenía, blanca con un diseño tribal negro, y se la entregó a Johnny, este la miró con detenimiento, maravillándose por el diseño. Luego le indicó, señalándole con sus labios el amplificador tras él, que era el único que no estaba conectado a los demás, que conectara el pin de la guitarra.
Cuando lo hizo un fuerte pitido se alzó por la sala y fue ahogado por la música que estaba retumbando, Johnny pasó sus dedos por las cuerdas, sacando unas notas. Ash asintió, aprobando la acción; debía familiarizarse con la guitarra, sentirla como una extensión de él para poder tocar bien.
La parte más intensa de la canción que sonaba estaba por llegar y Ash aprovechó para lucirse un poco.
—¿Quieres aprender a tocar la guitarra? —le preguntó a Johnny, gritando para alzarse sobre la música, con una sonrisa—. Fíjate.
La canción estaba a punto de llegar al riff, estaba en el último verso de la letra. «Possession taking over...» Colocó los dedos sobre el diapasón encima de las cuerdas que sacarían las notas específicas. «Whoa, tread!». Tocó.
Se conocía tan bien la canción que su riff fue casi al unísono con el riff de la banda los treinta segundo que duraba. Sus dedos bailaban sobre las cuerdas tan libremente que solo tenía que cerrar los ojos y dejar que todo fluyera como siempre pasaba. En una parte del riff movió la palanca de vibrato de la guitarra, siguiendo el de la canción original y que marcaba la parte final del riff. Se puso de puntillas en la parte más intensa y se dejó caer de hombros lentamente al terminar; la letra volvió a sonar. «Breathe for me...»
Abrió los ojos con lentitud y dejó escapar aire, la sonrisa se le hacía más grande, abarcándole el rostro. Se encontró con los ojos marrones oscuros de Johnny, que la miraban con asombro. Ash caminó hasta donde estaba el mando del equipo de sonido y le bajó el volumen a la música hasta que solo quedó como un murmullo en la sala.
—Estuvo increíble —exclamó Johnny, quien se había sentado en el suelo con las piernas cruzadas y la veía embelesado y sorprendido, con la guitarra apoyada en las piernas—. ¿Me enseñarás a hacer eso?
—Esto lleva tiempo. —Ash se dio la vuelta y fue hacia el teclado electrónico que estaba reposado en la pared, tratando de ocultar la emoción que tenía. Siempre pasaba, cuando terminaba de cantar o tocar le daba un poco de pena que la elogiaran por ello, aunque sabía que lo merecía—. Tal vez lo logres, tal vez no.
—Entiendo —dijo Johnny, llevándose una mano al mentón—. Tal vez pueda lograr ese solo tan intenso si me enseñas bien, ¿qué canción es? Practicaré con esa.
—Waking the Demon, de Bullet for My Valentine —respondió, se sentó frente a Johnny y estiró las patas del teclado, colocándolo en el suelo entre ambos—, y no, no creo que lo logres, es demasiado complicado para alguien novato. —Hizo una pausa y señaló el teclado entre ellos—. Enséñame.
Johnny giró el teclado hacia sí y se quedó mirándolo con detenimiento.
—Es como un piano común y corriente —dijo Ash.
—Eso lo sé —dijo—, es solo que no sé qué canción tocar. O sea, tú tocaste algo increíble y complicado, y a mí ahora no se me ocurre algo así de bueno.
—Cualquier cosa que sea algo difícil —comentó—. Solo la necesito como objetivo.
Johnny frunció los labios, pensativo, sacó su móvil y lo puso junto al teclado, movió los dedos por el mismo y una pequeña música comenzó a sonar. Acto seguido él movió los dedos grácilmente por las teclas del teclado, sacando las notas exactas que sonaban del teléfono. Sus dedos se movían demasiado rápido, lo que le hizo pensar a Ash el cómo ella iba a ser capaz de tocar así.
Diez segundo después la letra de la canción comenzó a sonar, ella se movió como un rayo y la detuvo.
—¿Qué sucede? —se extrañó Johnny.
—Todo menos A Thousand Miles. —Lo miró como retándolo a que la pusiera—. La detesto. Es demasiado... —Contuvo un estremecimiento.
Él la miró divertido.
—¿Te recuerdo que tienes que cantar sentimental? —dijo—. ¿Te parece si solo intentamos con otra?
—¿Qué género? —preguntó.
—Como me vine a las prisas no traje la memoria —comentó, llevándose una mano a la nuca, incómodo—, solo tengo unas pocas con piano, de las cuales dos ya las canté. Otras dos son con piano, pero como no quieres que toque A Thousand Miles, ¿te parece si toco Love The Way You Lie?
—¿Eso no es rap?
—Sí. —Johnny se encogió de hombros—. Es la única con piano que me queda, ¿te parece?
Ash se encogió de hombros restándole importancia, no le interesaba cual pusiera con tal que no fuera A Thousand Miles, odiaba esa canción, y ni siquiera tenía una razón para ello; solo no le gustaba y punto. Johnny inspiró antes de empezar a tocar, inició la música y la primera nota del teclado fue casi al mismo instante que la de la música. Las notas del piano comenzaron melancólicas y un segundo después comenzó la voz de la cantante. Si no mal recordaba Rihana era un pantera.
Just gonna stand here, and watch me burn
But that's alright, because I like the way it hurts
Just gonna stand there, and hear me cry
But that's alright because I love the way you lie
Él lograba hacer que el piano concordara con su voz, y cuando comenzó el rap de Eminem guardó silencio, manteniéndose tocando. Una extraña sensación acogió a Ash, sentía esa sensación rara de vacío en la boca del estómago, que le recordó cuando encontró a Lance con Becky. Y cuando escuchó el estribillo, cantado por Johnny, esa sensación, que supo era tristeza, fue mayor.
Las preguntas que no había querido hacerse porque estaba pensando en el concurso de Buster, llegaron a ella. ¿Cuánto tiempo Lance la había engañado con Becky? ¿Días, meses? ¿Sería por eso que nunca la tomó en cuenta al momento de cantar? ¿Por qué Becky era la que cantaba con él y ella no podía ocupar su lugar?
Sintió cómo ese nudo en el estómago le subía a la garganta y se quedaba allí, dificultándole respirar; y entonces sintió las lágrimas en las mejillas. Johnny se detuvo al instante y paró la música, miró a Ash entre asombrado, asustado y preocupado.
—¿Estás bien? —preguntó.
Ash se limpió los ojos con las patas, pero las lágrimas volvían a salir, unas de tristeza y otras de enojo. La rabia por Lance que no había dejado salir parecía, esta vez, hacerse notar. «Demonios, ¿por qué ahora? Creí que lo había superado ya», pensó.
—Estoy bien —dijo, la voz le salió demasiado gruesa y la sonrisa que intentó esbozar salió pesada. Muy falsa—. Tranquilo.
Johnny movió la cabeza en gesto negativo, muy serio, y colocó el teclado que los separaba a un lado. Se quedó mirándola fijo, como tratando de entender el por qué de las lágrimas. Si Ash recordaba bien, él no la había visto llorar cuando hicieron el primer ensayo, de hecho, le parecía que ni siquiera estaba.
—No lo estás —repuso—. ¿Qué sucede?
—Nada.
—Ash...
Alzó la mirada, frunciendo un poco el ceño. ¿Cuál era el interés por saber? ¿Era que estaba preocupado porque si la que le iba a enseñar a tocar la guitarra estaba triste no iba a enseñarle bien? ¿Era eso? Si era eso lo mandaría a volar y ella vería cómo se las arreglaría para aprender canciones sentimentales por su lado.
Sin embargo, la mirada de Johnny se veía serena, no parecía escrutarla por querer saber al cien por cien el por qué de sus lágrimas, estaba como esperando que ella le dijese, aunque sin presionarla. Era como si supiera lo que le pasara.
—Soltarlo es lo mejor que puedes hacer —la aconsejó—; aunque es tu decisión. —Suspiró—. Si quieres hacemos una pausa o puedo irme, podremos seguir mañana o cuando te sientas mejor.
—No —repuso ella, con tono firme—. Olvida lo que pasó, continúa con el teclado y enséñame algo.
Johnny frunció un poco los labios, como si no estuviera por completo de acuerdo, sin embargo, se encogió de hombros unos segundos después.
Él empezó a enseñarle cómo tocar el piano, explicándole que le sería más fácil aprender si llegaba a tocar una canción que significara, expresara, o dijera lo mismo que ella sentía, si lograba conectar con ella. Ash lo comprendió y agradeció internamente que él no hubiera intentado detenerse cuando ella tocaba mal una tecla, atribuyéndoselo a su estado de ánimo.
Ash, en cambio, le explicó algo parecido, solo que en lugar de tratar de conectar con la música como hacía él, tratara de dejarse llevar por la melodía, como hacía ella siempre; que sintiera en su piel y en cada célula la canción, con los altos y bajos, con los riff y las notas, que solo cerrara los ojos y dejara que su parte inconsciente tomará el control.
Johnny aprendía más rápido que ella, con tan solo unas horas practicando ya lograba tocar unos diez segundos de canciones simples, mientras ella, durante todo ese tiempo, no había podido tocar una mísera pieza completa. Se frotó el entrecejo, agotada.
—¿Podrías considerar descansar? —le sugirió el gorila.
Ella lo miró molesta, no dormiría si era necesario, pero iba a tocar al menos unos treinta segundos de la forma correcta. Ese teclado no iba a poder más que ella. Johnny entendió el gesto y suspiró resignado. Ash sintió cómo su estómago clamaba por sustento y miró su móvil, abrió los ojos sorprendida: las 21:43. ¿Habían estado practicando tanto tiempo?
Sacudió la cabeza y pidió una pizza a domicilio, tenía mucha hambre y no estaba de ánimo, ni tampoco había suficiente comida como para cocinar. Al cabo de quince minutos el timbre sonó. Ash recibió y pagó la pizza familiar.
—Tienes que tocar con más suavidad —le dijo Johnny, mientras ambos comían—. No puedes atacar las teclas, si le das suave, la música sale suave y viceversa.
Ash lo apuntó con un trozo de pizza.
—Lo mismo te digo, tocas demasiado suave la guitarra. Parece cualquier cosa menos rock.
—Tengo una idea —dijo—. Como estamos claros que esto parece no dar resultado, podríamos combinar ambos géneros. —Ash comprendió y le hizo un gesto con la pata para que continuara; le dio un mordisco a su trozo—. A ti no parece querer salirte la sentimental, entonces trata de combinar el rock con lo sentimental. Yo haré lo mismo solo que a la inversa.
Tenía sentido, mucho, de hecho. Estarían técnicamente cantando el género del otro aunque sin perder el propio. Inteligente. Con un asentimiento y una semisonrisa le dio a entender al gorila que le parecía buena su idea.
Diez minutos más tarde solo quedaba la caja vacía en el suelo, Johnny estaba apoyado hacia atrás sobre las palmas de sus manos, mientras que Ash estaba sentada en el suelo frente a él, apoyándose contra el sofá con el teclado en sus piernas.
Una de las lámparas que parecían tener forma de sombrilla cerrada esparcía su luz blanquecina por la sala. Ash sintió repulsión contra la lámpara, Lance la había comprado. «Mañana la boto a la basura.»
—¿Por qué me habías dicho que era mejor soltarlo? —preguntó Ash después de un rato. Como Johnny no respondió, ella lo miró. Otra vez ese aspecto reservado, retraído sobre sí mismo. «Tal vez deberías poner en práctica lo que aconsejas», pensó a la vez que suspiraba—. Fue por Lance
Esta vez Johnny si reaccionó.
—¿Tu ex? —Ladeó la cabeza un poco—. ¿Qué pasó ahora?
—Nada importante, en realidad —respondió e hizo un gesto con la pata para restarle importancia—. Solo que... —suspiró viendo sin ver el suelo, tenía la mente en otro sitio; toqueteó las púas entrecruzadas en su camisa— recordé cuando lo encontré.
—¿Con Becky? —Ash asintió—. Algo recuerdo que oí de Gunter cuando llegué corriendo el día del ensayo general; estuviste llorando, ¿cierto? —Asintió de nuevo; Johnny frunció los labios, parecía no saber qué decir—. Bien, no soy experto en eso, pero... solo déjalo. Es decir, si estás enojada con él, exprésalo; grita, golpea, llora. Guardarse las cosas —añadió, y Ash notó que lo decía con cierta tristeza— no siempre es bueno; aún más si se lo ocultas a alguien. —Pareció darse cuenta que estaba diciendo algo muy suyo porque se levantó de golpe y miró su móvil—. ¡Mira la hora, las diez, debería irme!
Ash se puso de pie y asintió, acompañándolo a la puerta del apartamento. Una vez en ella Johnny se despidió, recordándole que tocara el teclado con más delicadeza, dejando que las emociones fueran las que conectaran con las teclas, para así tocar mejor. Ash rodó los ojos, con un poco de diversión.
—Ajá, ya veré cómo hago para que mis dedos sean de azúcar.
Johnny sonrió.
—Bien —asintió.
—Pásate mañana a ver si puedes esta vez hacer un buen riff.
—Mi riff de hoy fue bueno.
Ash se llevó una pata a la cintura y lo miró arqueando una ceja.
—Apenas pudo llamarse riff.
—Lo mismo digo de ti, ese pobre teclado daba gritos de agonía —bromeó. Ella alzó un dedo para replicarle que no era cierto, solo que sí lo era. Se quedó con el dedo a medio alzar y lo volvió a bajar; Johnny sonrió con cansancio—. ¿Ves?, sabes que tengo razón. —Bostezó—. Me voy; adiós, Ash.
Ella bostezó también.
—Nos vemos, Johnny.
Él se fue y Ash cerró la puerta.
Volvió a bostezar camino a la sala para recoger la caja de la pizza y dejarla en la basura, esquivó unos cables en el suelo y la tomó. Mientras volvía de la cocina estaba pensando en cómo haría para poder tocar como Johnny, si llegaba a hacerlo ganaría sin lugar a dudas.
Tomó su móvil y navegó en busca de alguna música de piano que fuera de un nivel medio, algo que le costara tocar, pero que luego de varios intentos lo lograra. Encontró una de una tal Utada Hikaru, First...
Bah, qué más da. Abrió el enlace y la escuchó. Era la versión en piano de la canción original, pero era maravillosa. Cada nota que escuchaba parecía que le hacía revivir el raro día de hoy, recordándole la selección de género con Buster esta mañana, el anuncio del promotor de Fur Records, los sucesos en el Harry's Bar, y la clase improvisada de ambos.
Como guiada por unos hilos invisibles, sus dedos reclamaban el teclado. Cuando terminó la canción se dispuso a reproducirla, esta vez intentando tocarla al tiempo.
La inició y tocó.
Le salió a la primera, no se equivocó ni una sola vez.
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