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II

¡Agh!

¿Por qué tenía que haberle tocado Johnny?

¿Por qué de entre todos los géneros posibles le tuvo que haber tocado ese... esa... cosa? ¡El pop sentimental no era lo suyo y nunca lo sería!

Era como si le dijeran a Gunter que bailara ballet y cantara opera, simplemente era imposible.

O bueno, ella al menos no veía que el cerdo hiciera eso, quién sabe.

Arrugó el trocito de papel en sus patas y bufó molesta, se lo metió al bolsillo y se puso de pie para irse del teatro, ahora tenía que vomitar arcoíris y ver cómo hacía para cantar, o en cuyo caso, componer alguna canción cursi (lo que no creía, se congelaría el infierno antes de que ella compusiera algo así). Apenas dio dos pasos hacia la salida cuando Johnny la interceptó.

—Ash —la llamó él. Ella levantó la mirada con los parpados caídos, denotando con claridad las pocas ganas que tenía de hablar con alguien, tenía que pensar qué diablos iba a hacer. Johnny caminó hasta ella y se detuvo al frente, para luego sonreír con amabilidad. Eso picó un poquito a Ash, ¿cómo podía sonreír así si tenían que cantar algo que no les gustaba a ambos?—. ¿Puedo preguntarte algo?

«Ya lo hiciste», pensó mientras hacía un gesto con la mano para que preguntara.

—¿Me explicarías qué hace falta para cantar rock? —dijo—. Antes habías dicho que eso tenía sentimiento, solo que no lo entiendo. —Ladeó un poquito la cabeza—. Ya que me tocó tu estilo musical, tal vez podrías echarme una pata en eso, y yo también.

Ash suspiró mientras se apretaba el entrecejo con fuerza. Lo que él le pedía era comprensible, lógico hasta cierto punto, es solo que no cualquiera cantaba rock; es decir, todos pueden, claro, pero hacerlo con el sentimiento que conlleva, sentir en su cuerpo lo que las letras transmiten no todos lo hacían. Sin embargo, ahí estaba el punto del gorila, él quería saber, y ella necesitaba saber también cómo era posible que él cantara esas canciones sentimentales tan... sentimentalmente.

Se pasó la pata por la púas y oteó a los demás. Meena estaba tratando de hacer que Mike le dijera algo sobre cómo podía cantar jazz, mientras Mike estaba... vaya, era la primera vez que lo veía perdido, estaba con la mirada fija al suelo, paralizado, y parecía murmurar una única palabra. Rosita y Gunter estaban distintos, mientras que Gunter daba pequeños pasos de baile en el sitio, ella estaba con la pezuña en los labios como pensando; tal vez pensando un género, supuso Ash. Por donde lo viera, los que, al parecer, estaban más «tranquilos» con lo que les asignaron eran ella y Johnny.

—Está bien —respondió al fin—, ¿qué quieres que te explique?

El rostro de Johnny se iluminó.

—Eso: el sentimiento que hay en ello. —Luego de decirlo asintió, como para dar más credibilidad a sus palabras.

Ash se volvió, tomó el estuche donde tenía su guitarra del asiento y se lo cargó al hombro. Se dio media vuelta y caminó a la puerta, Johnny la siguió. Se detuvo en seco antes de siquiera empujar la puerta giratoria y frunció el ceño a la vez que apretaba la correa del estuche: Lance estaba en la calle del frente, con la vista en su móvil.

—¿No es algo intenso tu exnovio? —preguntó Johnny apuntando a Lance en la otra calle.

—¿Algo? —repuso ella, fastidiada de los incesantes intentos del puercoespín. Johnny alzó las manos con las palmas al frente en señal de rendición.

—Bien, mucho. —Hizo una pausa—. ¿Te vuelvo a llevar? —preguntó.

Ash dejó caer los hombros, él se estaba convirtiendo en su chofer personal. No era que la idea no le gustara, porque vamos, ¿a quién le molesta que alguien le dé un aventón? Es mejor que caminar, solo que...

Bah, qué más da. Se toqueteó las púas entrecruzadas en su camiseta y asintió.

—Gracias.

Johnny asintió y ambos salieron del teatro. Apenas oyó la puerta giratoria moverse, la atención de Lance reparó en ambos y empezó a caminar hacia ella.

—Ahí viene de nuevo —masculló Ash—. ¿Tienes alguna idea de cómo piensas cantar? —preguntó, tal vez si Lance los veía a ambos hablando tuviera la delicadeza de no molestar.

—No entiendo —dijo.

—El rock tiene sus distintos estilos como todas las canciones, lógico —aclaró—. Puede ser un romance fallido, un muerto, un familiar enfermo, el estado emocional del cantante al momento de escribir la letra, un objetivo. Muchas cosas, realmente.

—¿Enserio? —se sorprendió—. A mí no me parece, yo solo veo que parece que se desahogan con el micrófono.

—En parte lo es. —Lance estaba a un metro de ella, debía hacer algo rápido—. Es un tema muy complicado de explicar a las prisas, ¿te parece si lo hago en un lugar más calmado? ¿Un café, tal vez?

—¿Me estás invitando a salir? —Johnny rió.

—Ja. Ja. Ja. Mira, me estoy muriendo de la risa —ironizó Ash, rodando los ojos—. Ambos necesitamos saber algo del otro si queremos ganar, y no es que yo vaya a perder, claro que no, ganaré y pronto me verán en todos lados, es solo que... no es fácil aprender otro estilo. ¿Entiendes?

—Sí —asintió—, comprendo. Aunque eso no signifique que te la pondré fácil. Yo también quiero ganar, pero no por eso te sabotearé. Te ayudaré también. No hay nada mejor que ganar cuando los demás son buenos también.

—¿Estás seguro que por donde caminas no florecen campos de rosas? —repuso Ash, con un ligero sarcasmo—. ¿Eres así de bueno porque sí o hay un motivo?

Por un instante el semblante de Johnny se volvió oscuro, aunque un segundo después regresó a la normalidad. ¿Acaso dijo algo que no debía?

—Puede ser. —Fue todo lo que dijo, aunque en un tono que no era el de él, sonaba muy serio. Ash carraspeó para aligerar el ambiente.

—¿Vamos? —dijo.

Lance estaba cerca y parecía sorprendido. Llegaron a la camioneta de Johnny, él se subió en el lugar del conductor y ella en el del pasajero, aunque tuvo que dar un pequeño salto para subir.

—Ash —oyó que la Lance la llamaba.

Antes de que él pudiera decir otra cosa, Johnny quitó el freno de mano y giró la llave, la camioneta revivió con un rugido del motor y luego de un rápido movimiento de la palanca de cambios, salieron a toda máquina del lugar. Lance quedó con las ganas de rogarle. O bueno, pensó, al menos la nube de humo podría escuchar su palabrería.

Luego de un rato en la camioneta, girando por calles y sorprendiéndose de la habilidad del gorila para evadir el tráfico, llegaron al departamento de Ash. Ella apretó la correa del estuche a su hombro e hizo ademán de bajarse.

—¿En dónde nos vemos? —preguntó Johnny antes de que ella se bajase. Ash lo miró extrañado.

—¿En donde qué?

—¿En dónde quedamos? —repuso, confuso—. Me habías dicho que deberíamos ir a un lugar calmado ya que era un tema complicado de explicar.

—Oh, cierto —dijo—. A ver... ¿Sabes dónde queda Harry's Bar? —Johnny frunció el ceño un momento y luego asintió—. Bien, nos vemos ahí al medio día. —Se bajó del auto.

—Adiós —se despidió él.

Ella solo hizo una seña con la mano a modo de despedida.



Al llegar a su casa, a Meena la recibieron su madre y abuelos con la misma sonrisa en el rostro. Y como siempre, su abuelo estaba atacando un tarro de galletas con chispas de chocolate que Meena había estado horneado antes de que la Srta. Crawley la llamara.

Tenía un conflicto emocional interno con respecto a la noticia de Fur Records, estaba tan alegre que creía que en cualquier momento dejaría de ser una elefante y se volvería un fuego pirotécnico y explotaría en colores, pero por otro lado estaba aterrada. Vale, era increíble que tuviera esa oportunidad, solo que estaría mucho más cómoda si el señor Moon no hubiera propuesto semejante locura.

Jazz.

¿Cómo iba a cantar eso?

Al momento de contárselo a su familia, a su madre por poco no le daba un desmayo de la alegría, su abuela parecía que estaba preparándose para contárselo hasta al cartero, ya se la imaginaba «Hey, mi nieta puede tener una oportunidad de ser famosa. ¡Corran la voz!»; y su abuelo movía una pezuña alegremente.

Su abuelo.

Tal vez él supiera algo de dicho género musical.

Luego de que pasara la euforia de la noticia Meena procedió a contarles que, además de su número normal, tendría que cantar una canción de jazz. Su madre y abuela se mostraron confundidas.

—Linda —dijo su abuela—, ¿tú no cantas pop?

—Sí —convino Meena, replegando las orejas y bajando un poco la mirada.

—Lo harás bien —la alentó su madre—. Siempre lo haces de maravilla, cielo, ¿recuerdas tu primera vez? Todo el auditorio improvisado tembló de la emoción.

—Literalmente —concordó ella con una sonrisa entre culpable y divertida, le había parecido gracioso que cuando alcanzó una escala alta la parte de atrás de la escenografía se hubiera caído. Aunque, no negaría, eso la ayudó; el paisaje nocturno al fondo era mejor que cualquier puesta en escena—. Es solo que tengo miedo de que salga mal.

—¡Pamplinas! —se alzó su abuelo—. ¡Podrás hacerlo! ¿No sabes cómo cantar jazz? Yo puedo enseñarte. En mis tiempos era la música de moda.

—¿Crees que pueda? —preguntó, algo más esperanzada, y una sonrisa empezaba a formársele.

—¡Qué pregunta es esa! —balbuceó, como si le hubieran dicho la mayor de las ofensas—. Vamos —dijo, caminando hacia su habitación—, por acá debo tener algunos discos. Linda, ¿no has tirado a mis pequeños, verdad?

—Por ahí deben de estar —respondió su abuela.

Su madre se acercó con sigilo hacia ella y le colocó la trompa en el hombro.

—Meena, has despertado al abuelo —suspiró con una sonrisa—. No hay quien lo pare cuando se entusiasma, y si tiene que ver con sus discos de vinilo... Solo ten paciencia.

Meena sonrió y asintió.

Después de todo, ¿qué tan malo sería que su abuelo la guiara?



«Harry's Bar. Harry's Bar. Harry's Bar», pensó Johnny mientras conducía su pick up por las calles de la ciudad, tratando de encontrar el dichoso sitio. Le había dicho que sí a Ash para que no pensara que no conocía la ciudad.

Lo cierto es que la conocía, los miembros de la pandilla de su padre se habían encargado que desde pequeño se aprendiera todas las calles, salidas, callejones y lugares que pudieran ser una posible ruta de escape durante los robos, es solo que el bendito lugar pareciera que no estaba en la ciudad.

«Ya —se dijo—, una última vuelta por acá y si no, llamas a Ash... Solo que no tengo el número. Agh, ya veré cómo hago.»

Giró en una esquina de la calle que quedaba cerca del departamento de Ash y se detuvo en un semáforo. Mientras esperaba miró el reloj de la radio de su camioneta: 12:20, iba tarde. El móvil en su guantera vibró y al ver el mensaje que le llegó frunció un poco el entrecejo, estaban empezando a fastidiar. El semáforo cambió a verde. Arrancó.

Y entonces, como una revelación, el bar apareció frente a su nariz. Harry's Bar. Era un bar estilo hawaiano con unas palmeras al frente y una decoración playera. El negocio resaltaba en la calle como una oveja negra en un rebaño de blancas. ¿Cómo rayos no lo había visto si ya iban dos veces que pasaba por allí?

Estacionó la camioneta en el único lugar que encontró, a unos seis metros del bar, puso el freno de mano, se bajó y puso la alarma, el auto pió cuando se activó. Caminó hasta la doble puerta de cristal del bar y entró. El lugar era acogedor, tenía esa sensación hogareña, con sus lámparas que bañaban con un brillo anaranjado-rojizo el lugar, las mesas y sillas que parecían hechas de caña y las palmeras junto a las estatuas tiki le terminaban de dar un aire entre playero y de recepción de hotel.

Ash se hallaba sentada en una mesa junto a la pared que estaba a dos del escenario y a una de la ventana, al verla, Johnny suspiró tranquilo al notar que no se había ido y fue hacia ella.

—Ash —la llamó, saludándola con un gesto de la mano. Ella no le prestó atención, estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la silla, reposando en ellas su guitarra, mientras pasaba los dedos con cuidado por las cuerdas, sacando algunas notas.

Johnny llegó con ella y se sentó.

—Hola —dijo.

Ash alzo la mirada.

—Hola.

—Siento llegar tarde —se excusó.

—Ajá. —Ella no mostraba mucho interés, estaba concentrada en su guitarra, pasó de nuevo su pata por las cuerdas, aunque pareció que el sonido que salió no le gustó porque frunció un poquito el ceño y la calibró un poco mejor.

—Y bueno... —Johnny no sabía cómo iniciar la conversación, ir directo al punto y que le explicara lo que ella sabía del rock y sobre como cantarlo bien le parecía muy grosero, pero tampoco podía iniciar una conversación normal con ella, es decir, ¿cómo iniciar una conversación normal con Ash?—. ¿Qué tal? —Al menos era un inicio.

Ella alzó perezosamente la vista de su guitarra y fijó sus ojos azules en él.

—Vamos al punto —dijo. «Oh, bien»—. ¿Querías que te explicara del rock? Bien, pues, como yo lo veo, si captas la emoción y captas la esencia del género, te sale natural.

—Entiendo. —No, no entendía nada. Y por como ella lo miró arqueando una ceja, sabía que de verdad no entendía nada.

Ash bufó.

—Mira. —Sacó su móvil, lo colocó en la mesa y tecleó con rapidez—. Quiero que oigas esto y me digas qué emociones hay aquí. —Tecleó una vez más y una canción empezó a sonar.

Comenzó con un ligero violín y luego la guitarra eléctrica se alzó sobre este, continuó así unos veinte segundos más y luego se detuvo, sonando únicamente la batería, con notas suaves, como fúnebres, y la voz comenzó a cantar...

White walls surround us
No light will touch your face again
Rain taps the window
As we sleep among the dead

A Johnny le pareció muy triste, demasiado, la verdad. Sin embargo, no terminaba de entender en dónde estaba el sentimiento en la letra, es decir, si le quitaban el sonido melancólico y solo dejaban la letra no se oiría tan triste.

There is nothing left to you
I can see it in your eyes
Sing the anthem of the angels
And say the last goodbye

De pronto Ash cortó la canción. Lo miró interrogante.

—¿Qué crees que hay de fondo? —le preguntó—. Toda canción, toda letra, tiene un trasfondo, una emoción primordial que se alza a través de las demás, que, junto con la música, sirve como medio de expresar algo. —Hizo una pausa, le hizo una seña al oso polar con camisa hawaiana roja tras la barra y se volvió hacia Johnny—. ¿Qué oyes?

Johnny se removió en su silla, no comprendía mucho, la verdad.

—Se oye triste, muy triste, y por la letra intuyo que, no sé, puede ser una pérdida —vaticinó.

Ash frunció los labios.

—Nada mal —dijo—, solo que no captaste todo. No detectaste el dolor que hay al fondo, en la letra y cómo usan la melodía para que resalte más.

—¿De qué me servirá eso? —En el escenario, cerca de ellos, estaban empezando a colocar unos altavoces, habría una presentación de alguien—. Es decir —se expresó—, quiero cantarlo, ¿de qué me sirve sentirlo?

—Ay, por... —Ash se frotó el entrecejo—. Te puse la canción más simple de detectar, Anthem of the angels es sencilla, ¿cómo no lo notas? A ver —suspiró—, pongámoslo desde otro punto de vista. La canción que cantaste la primera vez, ¿cómo se llamaba?

I'm still standing —respondió.

—Esa misma —convino ella y asintió—. ¿Qué sentías con la letra?

Johnny se mostró más reservado, no iba a decirle el por qué escogió esa canción de entre todas las que existen. Sus motivos tenían mucho que ver con él, con su padre, con la pandilla y sobre lo que quería ser; no iba a ser ella a quien le contara todo eso. Ya mucho le había costado cantarla sabiendo que su padre lo rechazaba como para revivir eso, aunque al menos entre ambos ya no había ninguna disputa.

Ash pareció notar lo incómodo que se sentía con esa pregunta porque se quedó en silencio y la comisura derecha de su boca se tensó en una semisonrisa compasiva. El oso polar trajo dos copas con un líquido amarillo para él y uno azul oscuro para ella, él miró a Ash como preguntando qué era eso.

—No tienen alcohol —dijo, haciendo un gesto vago con la mano— si es lo que te preocupa.

Ella tomó su copa y bebió la mitad de un tirón, Johnny, en cambio, probó el suyo con reticencia y cuando bebió se sorprendió de lo bien que sabía, era un jugo de naranja muy suave con un toque de algo que no le hallaba el sabor, tenía el mismo sabor que la crema chantillí, solo que no había rastros de esta en la bebida.

En el escenario terminaron de colocar todo y dos puercoespines aparecieron, uno con una guitarra eléctrica y otra con una pandereta rosa. Johnny se dio cuenta que uno de ellos era Lance, acto seguido miró a Ash arqueando una ceja.

—¿Por qué elegiste este lugar? —le preguntó, ¿acaso lo estaba usando como guardaespaldas de su exnovio? ¿Era eso?

—Porque me gusta el lugar —dijo—, Lance es solo una molestia. Por él no voy a privarme de lo que me gusta. —Lance y la puercoespín comenzaron a cantar una melosa canción romántica, Johnny miró de reojo a ambos y vio que Lance se mostraba reacio a mirar hacia donde ellos—. Además, quiero ver qué hace Becky si llega a pescar a Lance viendo hacia acá.

Oh... así que eso era. No lo estaba usando de guardaespaldas, estaba aquí porque quería ver cuánto resistía su exnovio antes de fijar su atención en ella y como consecuencia, su actual novia se molestaría.

Brillante y macabra. Si su padre la hubiera conocido antes de seguro la hubiera unido a la pandilla.

—¿No te molesta? —le preguntó.

—No. —Ash ajustó la guitarra, ignorando la música de fondo—. ¿Llegaste a prestar atención a mi canción la primera vez?

—¿La del primer acto? —Ella asintió—. No —respondió, llevándose una mano a la nuca—, lo siento. Estaba... distraído.

—Ya. —Hizo una pausa e inspiró—. Intenta oír esta vez y dime si captas el trasfondo.

Cerró sus ojos, pasó sus dedos por las cuerdas y repitió la canción que había cantado hacía tiempo en el número del improvisado teatro. Johnny la entendió por completo, percibió todo, era extraño, pero comprendía lo que ella quería darle a entender. Primero hablaba de su rompimiento, luego de que intentaba seguir adelante y, en los coros, de como ya nada la detendría. En un momento la guitarra se detuvo y solo cantó ella...

This is my kiss goodbye
You can stand alone and watch me fly
Cause nothing's keeping me down
I'm gonna let it all up
Come on and say right now, right now, right now
.

Lo hacía una forma muy diferente de cómo era siempre, la letra parecía que la liberaba de verdad. Entonces tocó de nuevo la guitarra, esta vez un poco más fuerte.

This is my big hello
Cause I'm giving, never letting go
I can finally see, it's not just a dream
Gonna set it all free, all free, all free

Hubo un pequeño espacio para la guitarra.

Set it all free

Johnny se quedó impresionado y se sintió mal por no haber prestado atención la primera vez, tal vez si no hubiera estado en su teléfono, viendo las noticias sobre el arresto de su padre y las únicas dos fotos con él, hubiera podido apreciar la canción tal como era.

Ash abrió los ojos y lo vio, no parecía ella, era una Ash que no conocía. Se veía más... suave. Luego recobró esa forma tan ruda de ser. Los animales que estaban sentados en las dos mesas contiguas habían volteado a verla, ignorando el número de Lance y Bekcy; y no podía culparlos, Ash había cantado asombroso. Suave, pero increíble.

Entonces la realidad lo golpeó con un gancho al estómago, iba a ser imposible sacar la misma emoción, causar ese algo que deje a los demás animales anonadados con la música.

No; había una manera.

Se bebió lo que quedaba de su copa y la dejó en la mesa. Colocó ambas manos en la mesa y se inclinó un poco hacia ella con una sonrisa en los labios. Era una locura, sí, pero era el tipo de locura que podría o hacerlo ganar, o mandarlo al suelo.

—¿Qué tal? —preguntó ella, con una sonrisa apenada. Notó que Lance y Becky la miraban enojados por haberles truncado el número y entonces la sonrisa apenada pasó a una de burla.

—Lo vi —dijo—, quiero decir, lo oí. Entendí lo que me explicaste.

—¿Enserio? —dijo, con falsa modestia—, bien, ahora...

—Por eso quiero pedirte algo.

—¿Qué? —Lo miró con los ojos entrecerrados, tomó su bebida con una mano y se bebió lo que quedaba.

La sonrisa en Johnny era amplia. Era todo o nada.

—Quiero que me enseñes a tocar la guitarra.

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