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Único

Sinceramente, espero que las del Fandom de la f1 no encuentren mis historias, me van a funar JAJAJJAJA.

En fin, primer trío del año.

Leclerc ajustó la gorra negra en su cabeza mientras revisaba nuevamente los boletos en su mano.

Era una sorpresa perfecta, Carlos había hablado tanto del Real Madrid que a veces Charles sentía que compartía espacio con otro amante invisible.

Pero lejos de molestarse, esa pasión había terminado por encantarlo, y ahora, tenía en sus manos el plan ideal para ver esa chispa en los ojos de su novio.

Un Clásico en el Santiago Bernabéu.

—¿Seguro que no me vas a decir a dónde vamos? —Preguntó Carlos al otro Alfa desde el asiento del copiloto, girando la cabeza con una sonrisa curiosa.

—No, y deja de intentar adivinar, no soy tan predecible.—Respondió Charles con un tono de falsa seriedad mientras mantenía la vista fija en la carretera.

Carlos bufó, cruzando los brazos con dramatismo.

—Eres horrible con las sorpresas, cariño, la última vez que lo intentaste terminé abandonado en una gasolinera, ¿Es algo como eso?

Charles rió, incapaz de contenerse.

—No esta vez, te lo prometo, solo... Ten paciencia, ¿Sí?

Carlos lo miró de reojo, con esa mezcla de curiosidad y ternura que siempre hacía que el corazón de Charles se acelerara, el Alfa madrileño algunas veces se comportaba como un pequeño cachorro.

No insistió más, aunque las ganas de descubrir el destino lo carcomían.

Horas después, estaban frente al majestuoso estadio del Real Madrid.

Carlos se quedó congelado al ver la inmensidad del Bernabéu, su boca ligeramente abierta, mientras Charles sostenía los boletos como si fueran trofeos.

—¿Qué...? ¿Es una broma? —Murmuró Carlos, mirando a Charles con una incredulidad que rápidamente se convirtió en entusiasmo.

Charles negó con la cabeza, sonriendo ampliamente.

—¿Sorpresa? —Dijo, extendiéndole uno de los boletos.

Carlos dejó escapar una carcajada, sin poder contenerse.

—¡Esto es increíble! ¿Cómo... Cómo lo organizaste?

—Escuché a alguien que no se calla sobre el Madrid, el Clásico y cómo no ha ido a uno en vivo en mucho tiempo... Así que pensé que era hora de cambiar eso.

Carlos se lanzó hacia él, rodeándolo con los brazos en un abrazo tan fuerte que casi lo levanta del suelo.

—Eres el mejor Alfa del mundo, Charles, no sé cómo agradecerte esto.

—Bueno... —Charles se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.

—Sigue siendo un buen Alfa para mí y dame unos besitos después.

Ambos rieron mientras se dirigían a las puertas del estadio.

Carlos no podía contener la emoción; sus ojos brillaban como los de un niño en la víspera de Navidad.

Charles, por su parte, se sentía satisfecho al ver esa felicidad pura en el rostro del otro Alfa.

Una vez dentro, el ambiente era simplemente eléctrico, los cánticos, los colores, la pasión de miles de aficionados vibraban en el aire.

Carlos no podía dejar de mirar a su alrededor, señalando cada detalle del estadio, mientras Charles lo seguía con una sonrisa de diversión.

—Mira eso, Charles, ¿Ves esa pancarta? Es enorme.—Carlos señaló hacia el fondo del estadio.

—¿Y el campo? ¡Es perfecto! ¿Te imaginas jugar aquí?

Charles rió ante el entusiasmo incontrolable de su Alfa.

—Creo que preferiría seguir manejando coches rápidos, gracias, pero sí, es impresionante.

Apenas habían pasado 15 minutos del partido, y el marcador ya estaba 2-0 a favor del Barcelona.

Lewandowski había abierto el marcador con un gol de cabeza, y un tal Lamine Yamal había hecho el segundo tras un contraataque.

Carlos apretaba la mandíbula mientras miraba al césped, como si su concentración pudiera cambiar el resultado.

—Bueno... Todavía queda mucho partido, ¿No?—Dijo, tratando de animarse, aunque su tono era más de súplica que de optimismo.

Charles, que estaba más entretenido mirando las expresiones de frustración de su novio que el partido en sí, se encogió de hombros.

—Claro, podrían empatar... O incluso remontar.

—Gracias, Alfa, muy alentador.—Carlos rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír un poco.

Sin embargo, la sonrisa desapareció cinco minutos después, cuando el marcador cambió a 3-0.

Esta vez, el gol fue de un chico joven, bajito pero con una presencia arrolladora, Charles tuvo que buscar en la pantalla para confirmar su nombre.

—¿Gavi? —Leyó en voz alta.

—¿Quién es ese?

Carlos bufó, hundiéndose en su asiento.

—Un omega insoportable, siempre está metiendo el cuerpo, haciendo faltas... Y ahora nos mete goles, fantástico.

Charles trató de contener la risa.

—Bueno, parece bueno...

—¡No es bueno! ¡Es un demonio vestido de ángel!

Y como si el destino quisiera reforzar las palabras de Carlos, Gavi volvió a aparecer en el minuto 40, rematando un centro perfecto que dejó al portero del Madrid sin opciones, 4-0.

Carlos apoyó la frente en sus manos, soltando un suspiro largo y profundo.

—Primera vez que venimos y nos humillan... Malditos culés.

Charles, que había estado conteniendo las ganas de reír durante todo el primer tiempo, no pudo más, soltó una carcajada que llamó la atención de los aficionados alrededor.

—Calos... —Logró decir entre risas.

—Lo siento, pero esto es... Esto es demasiado.

Carlos lo miró con el ceño fruncido, pero al ver la cara de Charles, terminó soltando una pequeña risa amarga.

—¿Sabes qué es lo peor? Que me da miedo mirar el segundo tiempo.

El descanso no trajo consuelo, Carlos salió a estirar las piernas, diciendo que necesitaba "aire fresco para no explotar".

Charles se quedó en su asiento, observando cómo algunos aficionados del Madrid empezaban a marcharse.

Cuando Carlos regresó, su semblante era una mierdecita enojada.

—Bien, ¿Qué me perdí?

—Nada aún, pero no te preocupes, seguro Gavi ya está calentando para hacer su hat-trick.

Carlos le lanzó una mirada asesina.

—No bromees con eso, Charles.

El segundo tiempo comenzó, y las cosas fueron de mal en peor.

El Madrid intentaba, pero no podía romper la defensa del Barça.

Y, como si el universo quisiera reírse en la cara de Carlos, Gavi apareció nuevamente en el minuto 70 para marcar su tercer gol.

5-0.

El Bernabéu estaba en silencio, algunos aficionados se levantaban y se iban, otros simplemente se quedaban allí, inmóviles, incapaces de procesar lo que estaba sucediendo.

Carlos, por su parte, parecía querer que la tierra lo tragara.

—Esto es un desastre, un completo desastre.

Charles, en cambio, tenía una expresión curiosa en el rostro.

—Ese omega, Gavi... Es bueno, ¿No?

Carlos lo miró como si acabara de traicionarlo.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Estoy siendo objetivo, tres goles... Y es lindo, ¿No crees?

Carlos parpadeó, claramente confundido por el comentario.

—¿Qué?

—Nada, nada... —Charles sonrió de lado, mirando hacia el campo.

—Aunque admito que me gustaría pedirle un autógrafo.

Carlos lo fulminó con la mirada.

—Si te atreves a pedirle un autógrafo, duermes en el sofá el resto del año Alfa maleducado.

Charles levantó las manos en señal de paz, aunque su sonrisa no desapareció.

—Tranquilo, tranquilo Alfita de mi corazón, solo era una idea.

Carlos refunfuñó algo ininteligible mientras volvía a mirar el campo, donde los jugadores del Barça celebraban el triunfo.

Charles apoyó una mano en su hombro, apretándolo con suavidad.

—Vamos, Carlos, es solo un partido.

—Sí, claro, solo un partido, solo el partido en el que nos humillaron 5-0.

—Bueno, míralo de esta manera... —Charles se inclinó un poco, tratando de encontrar algo positivo.

—Al menos tienes una historia divertida para contar.

Carlos dejó escapar una risa amarga.

—Sí, muy divertida, "Recuerden, hijos, la vez que su padre vio al Madrid ser aplastado en vivo".

Charles volvió a reír, abrazándolo por los hombros.

—Te lo compensaré, lo prometo Alfa.

—Más te vale, Charles, más te vale.

La idea había surgido de forma espontánea, como todas las locuras que Charles y Carlos solían compartir.

Una tarde tranquila en Mónaco, entre risas, vino y conversaciones de que Lando estaba engordando mucho, ambos terminaron confesando lo que llevaban meses callándose.

—No puedo creer que diga esto, pero... No puedo sacarme de la cabeza a Gavi.—Admitió Carlos, rascándose la nuca con una mezcla de vergüenza y alivio, sabía que no era correcto, el era un Alfa emparejado y feliz con otro Alfa.

Charles, que estaba sirviendo otra copa de vino, lo miró sorprendido.

—¿En serio? —Preguntó, aunque su tono era más de confirmación que de incredulidad.

Carlos asintió lentamente, observando cómo el líquido rojo llenaba su copa.

—Es raro, ¿no? Quiero decir, tú y yo... estamos bien, Charles no quiero que pienses que tú no eres suficiente, eres el mejor Alfa de todos, te amo, pero ese omega... Hay algo en él.

Charles se recostó en el sofá, sosteniendo su copa y estudiando a Carlos con una pequeña sonrisa.

—Te entendiendo Alfa, no es tan raro, yo también lo he estado pensando.

Carlos lo miró con los ojos bien abiertos.

—¿De verdad?

—Sí, es... No sé, tiene algo, es tan apasionado, tan auténtico, y esos ojos...

Carlos dejó escapar una carcajada incrédula.

—Dios, estamos locos.

—Un poco.—Admitió Charles, riendo también.

—Pero, ¿Sabes? Creo que podríamos hacer algo al respecto.

Carlos arqueó una ceja.

—¿Hacer algo?

Charles se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y travesura.

—Conquistarlo.

Carlos lo miró en silencio durante unos segundos antes de soltar una risa incrédula.

—¿Estás hablando en serio?

—Totalmente, tú lo dijiste; hay algo en él, y si tú lo sientes, y yo lo siento... Bueno, quizá deberíamos ver si él también puede llegar a sentir lo mismo.

Carlos dejó la copa sobre la mesa, pensativo.

—¿Y cómo planeas que suceda eso? No es como si pudiéramos simplemente aparecer en Barcelona y decir; "Hola, Gavi, no nos conocemos, pero somos dos Alfas en una relación y somos pilotos de F1, estamos enamorados de ti".

Charles sonrió de lado.

—No, claro que no, pero podemos acercarnos. Hacer que nos conozca primero.

—¿Y cómo hacemos eso?

—Negocios.

Carlos frunció el ceño.

—¿Negocios?

—Sí, Ferrari siempre está buscando colaboraciones interesantes, ¿Por qué no proponer algo con el Barça? Un proyecto conjunto, algo innovador.

Carlos lo miró con los ojos entrecerrados, intentando descifrar si su novio hablaba en serio o si estaba bromeando.

—¿Y crees que eso funcionará?

—¿Tienes una mejor idea?

Carlos suspiró, rindiéndose ante la lógica de Charles.

—De acuerdo, vamos a Barcelona.

Siete meses después, ambos estaban sentados en una elegante sala de reuniones en las oficinas del FC Barcelona, frente a varios ejecutivos del club y algunos jugadores invitados.

Entre ellos, sentado al final de la mesa, estaba Gavi, con sus característicos ojos avellanados fijos en los dos pilotos.

Charles tomó la palabra primero, presentando la propuesta con su encantadora sonrisa.

—Como saben, Ferrari y el Barcelona comparten valores fundamentales; pasión, excelencia y dedicación. Creemos que una colaboración entre nuestras dos entidades no solo sería innovadora, sino que también inspiraría a millones de personas en todo el mundo.

—Un llamado al deporte, independiente de cuál sea.

Los ejecutivos asintieron, murmurando entre ellos, claramente interesados, pero Carlos apenas podía concentrarse.

Sus ojos volvían constantemente a Gavi, quien estaba sentado en silencio, observándolos con curiosidad.

Cuando llegó el momento de preguntas, fue Gavi quien rompió el hielo.

—¿Por qué ahora? —Preguntó, con un tono directo que tomó a ambos por sorpresa.

Carlos parpadeó, intentando ganar tiempo mientras pensaba en una respuesta.

—Bueno... Creemos que este es el momento adecuado para explorar nuevas posibilidades.

Charles intervino, notando la ligera incomodidad de su novio.

—Exacto, además, personalmente somos grandes admiradores del fútbol y del Barça.

Gavi arqueó una ceja, divertido.

—¿Del Barça? ¿No eras tú del Madrid?

Carlos sintió que se le secaba la garganta.

—Bueno... Sí, pero... Uno puede apreciar el talento, ¿No?

Charles soltó una risita, disfrutando de la situación.

—Calos tiene una nueva perspectiva después del último Clásico.

Gavi sonrió, aparentemente satisfecho con la respuesta.

—Espero que esa perspectiva incluya aceptar que el Barça es el mejor equipo.

Carlos suspiró teatralmente, llevándose una mano al corazón.

—No me hagas decir eso aquí, por favor.

La sala estalló en risas, rompiendo la tensión, Charles aprovechó el momento para hacer una última jugada.

—Entonces, ¿Podemos contar con su apoyo para esta colaboración?

Los ejecutivos asintieron, pero Gavi se cruzó de brazos, mirándolos con interés.

—Dependerá de lo que ofrezcan.

Charles y Carlos intercambiaron una mirada cómplice, esto apenas comenzaba.


Las cosas habían cambiado mucho en la vida de Carlos y Charles desde aquel viaje a Barcelona.

Ahora, no solo compartían sus vidas como pareja, sino que habían añadido a alguien muy especial a la ecuación.

Pablo Gavira, el sevillano había llegado como un torbellino de energía y pasión, y con el tiempo, su relación a tres bandas se había consolidado en algo único e irrompible.

Y como si la vida no pudiera volverse más interesante, Gavi estaba embarazado de cuatro meses.

Aunque adoraban a su pequeño monstruo hormonal, había días en que la convivencia se convertía en una auténtica prueba de supervivencia.

—Calos, estos dulces de maní son increíbles.—Susurró Charles con la boca llena mientras sacaba otro de la despensa.

—Te dije que no, Charles, son de Gavi, y ya sabes cómo se pone... —Respondió Carlos, llevándose uno a la boca de todos modos.

Charles lo miró incrédulo.

—¿Ah, sí? ¿Entonces por qué estás comiendo?

—¡Porque tú empezaste!—Se defendió Carlos.

Ambos rieron, pero sus risas se detuvieron de golpe cuando escucharon una voz proveniente de la sala.

—¿Dónde están mis dulces...? —Preguntó Gavi.

Carlos y Charles intercambiaron una mirada de pánico.

—Corre.—Fue lo único que dijo Carlos antes de que ambos se metieran debajo de la cama del dormitorio principal.

—¡Te dije que esto era una mala idea!—Susurró Carlos, acomodándose como podía en el estrecho espacio.

—Tú fuiste el que sugirió escondernos aquí, ¿Y ahora es mi culpa?—Replicó Charles, dándole un codazo sin querer.

—¡Shh!—Carlos le puso una mano en la boca.

—Lo vas a alertar.

De repente, escucharon pasos que se acercaban, cada vez más pesados, más lentos... Y definitivamente más aterradores.

—¿Chicos? —La voz de Gavi sonó suave, pero cargada de emociones.

Charles se congeló, cubriéndose los ojos con ambas manos.

—Si no lo veo, no me ve... —Murmuró, como si estuviera invocando un hechizo.

Carlos lo miró con incredulidad.

—¿En serio, Charles?

Los pasos se detuvieron justo en la entrada de la habitación.

—¿Dónde están...? —La voz de Gavi tenía ahora un temblor.

Carlos suspiró, no podía seguir escondiéndose, salió lentamente de debajo de la cama, tratando de no golpear a Charles, quien seguía aferrado a su "táctica de invisibilidad".

—Amore, ¿Qué sucede?—Preguntó Carlos con cautela, acercándose a Gavi.

El sevillano estaba de pie, con los ojos llenos de lágrimas.

—Tengo hambre, también tengo sueño y... —su voz se quebró ligeramente.

—Quiero mimos...

Carlos sintió cómo su corazón se derretía en ese instante.

—Oh, pequeño... Ven aquí.

Abrió los brazos y Gavi se lanzó hacia él, enterrando su rostro en el pecho de Carlos mientras sollozaba suavemente.

Charles, al escuchar esto, salió torpemente de debajo de la cama, golpeándose la cabeza en el proceso.

—¡Auch! Maldita cama...

Gavi levantó la cabeza, mirando a Charles con ojos llorosos.

—¿Tú también me das mimos?

Charles no pudo evitar sonreír.

—Por supuesto, dulzura, ven aquí.

Gavi se acomodó entre los dos, disfrutando de los abrazos de sus Alfas.

—Pero... —Gavi alzó la vista de repente.

—¿Han visto mis dulces de maní?

Carlos y Charles se congelaron.

—Eh... bueno... —Comenzó Carlos, buscando desesperadamente una excusa.

—Creo que alguien más los comió... —Añadió Charles, claramente menos convincente.

Gavi frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo más, Carlos le plantó un beso en la frente.

—Te prometo que iremos a comprar más mañana, ¿Sí? Ahora solo relájate y descansa.

Gavi suspiró, rendido ante el encanto de sus novios.

—Está bien... Pero quiero los de la tienda de la esquina, no de otra.

—Hecho.—Respondieron al unísono Carlos y Charles.

Los tres se acomodaron en la cama, con Gavi en el medio, rodeado por los brazos protectores de sus dos Alfas.

Aunque Carlos y Charles sabían que se habían metido en problemas, en ese momento no importaba.

Tenían a su pequeño monstruo acurrucado entre ellos, y eso era lo único que realmente necesitaban.

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