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Otty la bruja (antes de Hansel y Gretel)


Siete años y 360 días habían transcurrido, desde que el señor de los infiernos había dado su última oportunidad.

Ocho años y cien almas inocentes, a cambio de liberar de las llamas eternas del infierno, a su hermana menor. Había sido condenada a padecer, por el mismísimo lucifer, por cambiar su camino, decidir desertar y ser una simple bruja blanca.

Dafne había nacido con un aura diferente, el resto del aquelarre se dio cuenta de aquello, al momento de su presentación. Pero, Otty su hermana mayor, era obstinada, y se rehusaba a creerlo.

El paso de los años, lastimosamente le dio la razón a la furiosa jauría de las hermanas de la luna. Dafne tenía un alma pura, ella hacía florecer los campos, disipaba la niebla, su presencia alentaba a trinar a las aves y ayudaba a sanar a los humanos, curando sus enfermedades y aliviando sus malestares. Sí, Dafne era, por mucho, un ser iluminado, con magia proveniente del cielo.

En el día 361 del octavo año, Otty había tratado de entrar al pueblo de nuevo.

Pero le fue imposible atravesar la muralla. Una flecha con ceniza de palo santo y polvo de plata, había atravesado su pierna. Regresó a su cabaña malherida y sin un inocente en brazos.

-¿Qué haré? ¿Qué debo hacer?.

Sus lágrimas eran gruesas y mojaban su acabada y terrosa piel. El tiempo había hecho estragos en ella. Había perdido al menos la mitad de su peso, su magia iba en declive, debido a que ya no era la favorita del señor, y para colmo, el pueblo estaba cada vez más resguardado. No, Otty no tenía muchas esperanzas, y por consecuencia, Dafne tampoco las tendría.

Sentada frente a la hoguera, preparaba una poción, para aliviar el dolor de su pierna, que comenzaba a infectarse. Recapitulando los sucesos, se planteó mil y una soluciones, que parecían tan fáciles de cumplir. Pero para una cansada, herida y desvalida bruja, era una tarea titánica.

Cavilaba sobre las posibilidades, observando el caldero, como si la respuesta a su dilema llegara hasta la puerta de su casa. Meditaba al tiempo que la madera tronaba, consumida por el fuego, fue en ese momento, que su gato Salem crespo los pelos del lomo, y comenzó a bufar.
Otty se levantó de la vieja y roída silla de madera, para asomarse por la opaca ventana. Su corazón dio un vuelco, y sus manos temblaron por la exaltación.

-Este será el día Salem, Dafne volverá a casa.

No podía verlos, pero los sentía, dos niños de almas puras se dirigían directo a ella.

La bruja se apresuró a tirar un hechizo, reuniendo toda la magia que poseía, para cambiar su funesto aspecto por uno más joven y hermoso. Hizo lo mismo con la podrida y horrenda cabaña, cambiándola por una hecha de caramelos y postres. Con paredes de jengibre y coloridos dulces para decorarla.

Se alistó acomodando su cabello y alistando su pulcro vestido. Había quedado sin fuerza alguna, pero al menos podría entregar a los niños su señor y recuperar a Dafne.

Esperaba pacientemente sentada en el porche de la hermosa vivienda, mientras degustaba una hogaza de pan, cuando escucho los murmullos y risitas de los chiquillos.

-¡Gretel, Gretel, mira eso! ¡Una casa de pan y dulces!

-¡Ay Hansel, debe ser una mentira! ¿Crees que estemos alucinando?

El estómago de los niños rugió de hambre, así que apresuraron el paso, hasta llegar.
Se detuvieron en seco al ver a la hermosa señorita, sentada en una silla mecedora de madera. El primero en hablar fue Hansel, pues siempre había sido más valiente y temerario.

-Milady, buenas tardes. Mi nombre es Hansel y ella es mi hermana Gretel, estamos perdidos en el bosque, y me preguntaba si... ¿Podría dejarnos comer un poco de su casa?

-¡Hansel no! Lo- lo siento Milady, lo que mi hermano quiere decir es, que si tiene algo de comer, que pueda compartir con nosotros.

La hermosa chica sonrió mostrando su blanca y perfecta dentadura.

-¡Pero qué niños más educados! ¡Solo por eso, los invitaré a cenar!

Era tan grande la emoción que los niños sintieron, que abrazaron a la hermosa joven, quien los guio al interior de la casa. Una vez adentro, les sirvió comidas exquisitas, a los ojos de los niños. Pero para los ojos de la bruja, no eran otra cosa más, que gusanos y fango servidos en sucios tazones, pero que degustaron hasta que estuvieron satisfechos.

Otty los miraba devorar los platos repletos, y sintió un poco de compasión de los niños, sabía que su hermana preferiría antes arder eternamente en el infierno, que lastimar a un inocente. Pero para ella, Dafne era una prioridad.

Los miro bostezar y tallar sus ojitos. De inmediato, puso en marcha la segunda parte del plan.

-Vengan niños, tomen una siesta.

Ellos asintieron y se recostaron sobre la suave cama, que solo se trataba de una jaula oxidada que, por lecho, tenía las osamentas de otros niños infortunados, cuando apoyaron sus cabezas, cayeron casi de inmediato, en un sueño profundo. Mientras Hansel y Gretel dormían plácidamente, Otty se puso manos a la obra.

Debía hacer el altar para el ritual y preparar una buena cena para su hermana.

-¡Oh Salem, ya no puedo esperar! Pronto volveremos a abrazar a Dafne, pronto mi señor vendrá a mi llamado y se llevará a los chiquillos...

La vieja Otty tenía la costumbre de hablar con su fiel gato, claro, a falta de compañía que hablase, le tocaba contarle todo al sereno animal.
Pero hoy, un par de oídos, también estuvieron pendiente de la plática de la bruja. Gretel escuchaba atenta cada palabra, y sin hacer escándalo, despertó a su hermano.

-Hansel, Hansel, despierta.

El otro solo atinó a asentir, aun con los ojos cerrados.

-¿Qué sucede Gretel?

-Es la señorita, es una bruja, quiere hacer un intercambio con nosotros...

Le habló en susurros bajitos. El niño no daba crédito de lo que su hermana decía.

-¿Es una bruja, dices? No Gretel, las brujas son horrendas y viejas.

Pero entonces la vieja Otty comenzó a entonar cantos propios del averno. Pronunciaba palabras que eran incomprensibles para el débil oído humano.

-Tenemos que salir de aquí.

Llegada la noche, la bruja preparó, la que sería la última cena para los niños. Emocionada, corrió a despertarlos.

-Hansel, Gretel, es hora de la cena.

El par de hermanos se levantó de la cama, tomados de la mano y con sumo cuidado, llegaron a la mesa.

-Linda señorita, ¿puedes ir al horno a sacar la hogaza de pan? Creo que está lista -Otty le pidió a la linda niña pelirroja de cabellos rizados, a lo que ella asintió.

Y fue en ese momento que, como un rayo, una idea atravesó la inocente mente de aquella chiquilla.

-Milady, pero yo no sé cómo hacerlo, ¿Puede mostrarme?

La joven asintió, y se acercó al horno.

-Mira Gretel, tomas la tabla y te acercas.

La bruja estaba afanada, tratando de alcanzar la humeante pieza de pan.

-¡Hansel ayúdame!

La niña empujó con fuerza a la bruja, dentro del horno. El niño llegó y le ayudó a su hermana, hasta que la dejaron dentro y cerraron la puerta.

-¡No! ¡Niños no!

Desesperada, Otty, golpeaba la puerta, haciéndose daño, debido al hierro caliente.
En medio de su angustia, ella solo pensaba en su hermana, si ella moría, Dafne jamás dejaría de sufrir.

-¡No Dafne! ¡Niños déjenme salir!

Después de un rato, dejó de pelear, su cuerpo hervía y sus entrañas se sentían a punto de explotar.
Estuvo tan cerca, tan cerca de abrazar a su hermanita.

-Lo siento Dafne...

El fuego terminó de consumirla, quedando solo cenizas.

La esperanza, junto con Otty, se volvieron nada.

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