Capitulo ocho: Cruzada de montaña
Norberto se encontraba todavía aturdido por las últimas horas. A su lado; Penumbra, la Absol, quien descansaba con mucha comodidad; al contrario, Samantha, la Espeon estaban recuperándose. La caja de bayas en la que estaban escondidos se balanceaba de manera ritmica con el movimiento del camión que los transportaba.
El viaje por la región de Sinnoh era una travesía pintoresca. Mientras el camión avanzaba, el paisaje se transformaba ante sus ojos. Dejando atrás los vastos campos y los pequeños pueblos, comenzaron a adentrarse en terrenos más accidentados y montañosos. La carretera se volvía sinuosa y empinada, bordeando precipicios que ofrecían vistas espectaculares de los valles y bosques debajo.
Norberto, aunque todavía confundido por los recientes eventos, no podía evitar sentirse fascinado por la majestuosa belleza del entorno. Las montañas se elevaban imponentes, sus picos nevados brillando bajo el sol. Samantha, por su parte; permanecía alerta, sus ojos morados escaneando el entorno por cualquier señal de peligro. Penumbra, la Absol; se mantenía en silencio, pero su presencia era reconfortante, una guardiana silenciosa en medio de la incertidumbre.
A medida que el camión ascendía por los estrechos caminos que se entremezclaba con la cordillera, el aire se volvía más frío y más delgado. Los bosques espesos se convertían en arboledas dispersas de pinos, y el ruido constante del motor del vehículo resonaba en el entorno tranquilo. Los tres Pokémon sabían que estaban seguros dentro de la unidad, el trayecto les brindaba un momento de calma, un respiro antes de los desafíos que les esperaban.
La travesía hacia Ciudad Pirita era larga y ardua. La cadena montañosa que cruzaba era conocida por sus peligros, tanto naturales como aquellos que acechaban en las sombras. Sin embargo, el conductor del camión, un hombre robusto y experimentado, parecía conocer bien la vereda. Sus movimientos eran precisos y seguros, maniobrando el vehículo con destreza por las curvas cerradas y los pasos estrechos.
Durante el sendero. Los fugitivos compartieron sus pensamientos en silencio. Samantha le lanzó una mirada significativa a su colega, comunicándose sin palabras. Riolu devolvió el gesto, entendiendo la gravedad de su situación y la necesidad de mantenerse alerta. Penumbra, siempre atenta a esas sutilezas con sus amistades, sabía que ese par le ocultaban algo, pero no le quiso prestar mucha importancia a su intuición.
Más tarde, de lo que pareció una eternidad de ascenso, el camión comenzó a descender. El camino hacia Ciudad Pirita se desplegaba ante ellos, y el paisaje cambió una vez más. Ahora, los signos de civilización comenzaban a aparecer, pequeños pueblos mineros y asentamientos desperdigados en las laderas de las montañas. Las luces de la ciudad se podían vislumbrar a lo lejos, una promesa de refugio quizás...
Mientras el vehículo se acercaba a la localidad. Los tres entendían que su viaje estaba lejos de terminar. La Cruzada apenas había comenzado, y los desafíos que les aguardaban aparecerían en cualquier momento, ya se lo pregonaba la reina de la premonición. Sin embargo, en ese momento, encontraban un consuelo momentáneo en la belleza del paisaje montañoso y la compañía silenciosa pero solidaria de estar unidos por la belleza natural de la zona.
El camión era un automóvil robusto y resistente, diseñado para enfrentar los terrenos más difíciles. Su carrocería estaba cubierta de una gruesa capa de polvo y barro, evidencia de su incansable trabajo atravesando rutas inhóspitas. Los neumáticos, anchos y de goma dura, crujían sobre las piedras del camino, agarrándose firme al terreno irregular. En los laterales de la unidad, se podían ver logotipos desgastados que alguna vez indicaron el nombre de la compañía de transporte, ahora apenas legibles.
A medida que avanzaba, traqueteaba y se balanceaba por los caminos escabrosos del sitio. El motor rugía constante como sonante, su sonido profundo tanto poderoso resonando entre las paredes del cañón. El conductor, con manos firmes y experimentadas, manejaba el volante con destreza, ajustando la velocidad y la dirección con precisión para evitar los peligros del camino.
El camino serpenteaba por una de las laderas, elevándose y descendiendo de manera vertiginosa. A cada curva cerrada, el camión parecía balancearse con peligro cerca del borde, a solo unos centímetros de los altos barrancos. La vista desde este punto era espectacular y aterradora al mismo tiempo. Abajo, un gran cañón se desplegaba, con paredes de roca escarpada que caían en picado hacia un río que serpenteaba en el fondo. El agua del río brillaba con un tono azul profundo, contrastando con las rocas grises y rojas del cañón.
A cada momento, el paisaje cambiaba. Desde las alturas, podían ver cómo el camino se retorcía como una serpiente a través de las montañas, desapareciendo y reapareciendo a lo lejos. Los árboles se aferraban a la ladera, sus raíces expuestas en algunos puntos, mientras que, en otros, grandes rocas bloqueaban parcialmente el camino, obligando al conductor a maniobrar con aún más cuidado.
Dentro del camión, la carga estaba asegurada con correas resistentes, pero se balanceaba un poco con cada bache y cada curva. Norberto, se mantenía agazapado junto a Samantha y Penumbra entre cajas de bayas y otros suministros. Sentía cada sacudida y cada vibración del camión, su mente alerta a cualquier cambio brusco en el movimiento.
Sus cuerpos empezaron a templar además de que de sus bocas comenzó a salir un ligero humo entre blanco al igual que transparente a medida que ascendían, y el zumbido constante del motor se mezclaba con el silbido del viento que soplaba a través de las aberturas del vehículo. A través de las rendijas en la carrocería, podían ver el paisaje pasar, un borrón de verdes y grises intercalados con destellos del azul del río abajo.
En ciertos puntos del trayecto, pequeñas cascadas de agua cruzaban el sendero, formando charcos y arroyos que el camión atravesaba con un chapoteo resonante. El conductor no perdía el ritmo, ajustando la marcha y la dirección para mantener el vehículo en movimiento constante.
Más tarde, después de un tramo en particular traicionero donde el camino bordeaba un acantilado con una caída libre de cientos de metros, el camión comenzó a descender. La carretera se ensanchaba un poco, proporcionando un respiro momentáneo del peligro inmediato. Desde este punto, podían ver la cadena montañosa extendiéndose en el horizonte, y más allá, los indicios de civilización que señalaban la proximidad de Ciudad Pirita.
El viaje había sido arduo y peligroso, pero el camión avanzaba con determinación, llevando a los tres más cerca de su destino. Cada kilómetro recorrido los acercaba a los desafíos que les esperaban según la pokémon catastrofe, pero por ahora, el viaje en sí mismo era una prueba de resistencia y coraje.
El camión continuaba su viaje serpenteando por los escarpados caminos montañosos, creando un ambiente propicio para la conversación o inclusive la nostalgia. Samantha, la Espeon; y Penumbra, la Absol, aprovechaban el tiempo para ponerse al día sobre sus vidas recientes, encontrando consuelo en la compañía mutua. Norberto medio escondido al igual de dormido estaba bien placido descansando sobre un montículo de bayas cuando de repente algo lo alerto sacándolo de golpe de su trance.
—¿Sabes, Samantha? —Empezó Penumbra con una sonrisa en sus labios—. Hace poco me enfrenté a un Riolu malnacido que intentó robarme unas bayas muy preciadas. Era rápido y astuto, pero no pude dejar que se saliera con la suya.
—¡Oh, no! —Exclamó Samantha, sus ojos violetas brillando con interés—. ¿Y cómo terminó todo?
—Bueno, después de una pelea bastante intensa, logró debilitarme. —Soltó una risa amarga—. Aun así, logré arañarle bastante. Fue un combate reñido. Pero lo que más me enojó fue su actitud altanera. Aunque me dejó debilitada, me prometí a mí misma que lo encontraría y me vengaría.
Samantha se inclinó un poco más cerca, sus ojos llenos de empatía.
—Eso suena terrible, Penumbra. Pero también me recuerda algo que me pasó a mí. —Hizo una pausa, recordando el evento—. Estaba atrapada en un incendio forestal. Pensé que no lo lograría, que el fuego acabaría conmigo. Entonces, de la nada, apareció alguien. Este Riolu no tenía nada que ver con el que tú encontraste. Es valiente y me sacó de allí, salvándome de una muerte segura.
Norberto se ruborizó por saber que estaban hablando de él, eso le hizo prestar más atención; Penumbra abrió los ojos con sorpresa, luego soltó una carcajada.
—¡Mira nada más las ironías de la vida! Tú encuentras un Riolu que te salva y yo uno que me roba. Definitivamente, el mundo nunca deja de sorprenderme.
Norberto frunció el ceño, fue cuando se acordó que lo que hizo en su primer día lo dejaba mal parado ahora; Samantha rio también, el sonido de sus risas llenando el interior del camión.
—Supongo que hay de todo en este mundo —Dijo Samantha entre risas—. Pero es bueno saber que todavía hay Pokémon buenos por ahí. Ese Riolu realmente me devolvió la fe.
Penumbra asintió, todavía riendo a carcajadas por la ironía de la situación además de que su "detector" le indicaba que se avecinaba un drama de proporciones apocalípticas o algo así.
—Sí, y aunque ese Riolu ladrón me dio una buena pelea, me enseñó a estar más atenta y preparada. Después de todo, cada experiencia nos fortalece, ¿no?
—Exactamente —Respondió Samantha—. Y mientras estemos juntas, podemos enfrentarnos a cualquier cosa que venga.
Las dos amigas continuaron riendo, compartiendo más historias y anécdotas de sus vidas como Pokémon. La calidez de su conversación contrastaba con el frío del aire montañoso que se filtraba a través de las rendijas del camión, creando un ambiente de camaradería y amistad que les daba fuerzas para enfrentar cualquier problema a resolver.
El par de amigas continuaron riendo y compartiendo historias, sus voces llenando el espacio del camión con una calidez reconfortante. La conversación fluyó con naturalidad hacia otros temas.
—¿Y qué hay de ti, Samantha? —Preguntó Penumbra—. Aparte del incendio forestal, ¿qué más has estado haciendo?
Samantha sonrió, sus pensamientos volviendo a los eventos recientes.
—Bueno, además de sobrevivir al incendio, me he estado adaptando a algunas situaciones bastante... inusuales. He conocido a varios Pokémon interesantes en el camino. De hecho... —hizo una pausa, recordando de repente—. ¡Oh! Casi olvido presentarte a alguien.
Penumbra levantó una ceja con curiosidad.
—¿Presentarme a alguien? ¿Aquí en el camión? Que no estábamos solas nosotras dos. —Se giró para todos lados con cara incrédula— . Ya no juegues conmigo, ¿neta me lo juras? Sabes que nunca le hago caso a mis molestos instintos.
Samantha asintió con una sonrisa, ya sabía de las ocurrencias que solía hacer su amiga.
—Sí, exactamente. —Se giró hacia una pila de cajas de bayas—. Oye, Norberto, puedes salir ahora. Es seguro.
El tipo lucha no sabía qué hacer, pero correr no era una opción por lo que solo le quedaba enfrentar sus temores, así que, desde detrás de las cajas, se asomó primero por la cabeza. Aún se estaba adaptando a la idea que tendría que enfrentarse a esa Absol. Con un poco de torpeza, se deslizó fuera de su escondite y se acercó a las dos Pokémon esperando el mejor escenario.
—Penumbra, te presento a Norberto —Dijo Samantha con una sonrisa—. Es mi colega y ha pasado por muchas cosas últimamente, al igual que nosotras.
Penumbra observó a Norberto con interés, su mirada evaluadora pero amable.
—Así que tú eres el famoso Norberto del que me ha hablado Samantha —Dijo con una sonrisa—. Encantada de conocerte. Parece que todos aquí tenemos nuestras propias historias interesantes.
Norberto, un poco nervioso pero decidido, acerco una de sus palmas en señal de amistad.
—Igualmente, Penumbra. He oído mucho sobre ti. Gracias por ayudarnos a encontrar este refugio.
Penumbra asintió, su mirada suavizándose.
—De nada. Cualquier amigo de Samantha es amigo mío. Y parece que todos estamos en el mismo barco, enfrentándonos a desafíos. Pero juntos, podemos superar cualquier cosa.
Samantha sonrió, satisfecha de ver a sus amigos llevándose bien.
—Exactamente. Todos hemos pasado por mucho, pero aquí estamos, listos para lo que venga. —Hizo una pausa, observando a sus amigos—. Es bueno tener aliados en momentos como estos.
El ambiente en el camión estaba relajado, lleno de risas y camaradería. Pero de pronto, Penumbra fijó su mirada en Norberto, una chispa de reconocimiento surgiendo en sus ojos.
—Espera un momento Ddijo, entrecerrando los ojos—. Tú... tú eres el Riolu que me atacó hace unos días.
Norberto se tensó, su corazón acelerándose.
—¿Qué? No, yo... —Empezó, pero Penumbra no lo dejó terminar. —¡Ya valí Caterpie! —Se dijo a sí mismo en su mente.
—Fue en un callejón cerca de la plaza. Estaba oscuro y me atacaste por la espalda. Me dejaste muy debilitada. No hay duda de que eras tú.
Samantha miró sorprendida a Norberto, que ahora parecía incómodo.
—¿Es eso cierto, Norberto? —Preguntó, intentando comprender.
Norberto bajó la mirada, avergonzado.
—Para aclarar, fue en este mismo lugar...
—¡Aja, así que lo admites pedazo de Rockruff! —Sentenció la reina del drama, con una mirada acusadora.
—Sí, es cierto. —Bajo sus ojeritas de manera tierna y entre sollozos— Pero no lo hice por maldad. Estaba desesperado, buscando una forma de sobrevivir. No supe quién eras en ese momento.
Penumbra lo miró, sus ojos llenos de mezcla de sorpresa y enojo.
—Y ahora estamos aquí, en el mismo camión, viajando juntos —Dijo, su tono más frío—. Es irónico, ¿no crees? —Le susurra— Rockruff...
Samantha intervino, intentando calmar la situación.
—Penumbra, sé que estás molesta, y tienes todo el derecho a estarlo. Pero Norberto es diferente ahora. Todos hemos pasado por situaciones difíciles, y no siempre hemos tomado las mejores decisiones. Pero estamos juntos en esto, y debemos trabajar como equipo.
Penumbra suspiró, estaba claro que no levantaría ni una garra por enfrascarse en un combate si odia evitarlo.
—Supongo que todos merecemos una segunda oportunidad —Dijo por fin, su tono algo más suave—. Pero, Norberto, debes saber que no confío fácilmente. Tendrás que ganarte mi confianza.
Norberto asintió, con la determinación reflejada en sus ojos.
—Lo entiendo, y haré lo que sea necesario para demostrarte que puedes confiar en mí.
El silencio llenó el camión por un momento, antes de que la Espeon retomara la conversación, cambiando el tema hacia planes futuros y estrategias para su viaje. Aunque la tensión aún estaba presente, había un entendimiento tácito entre ellos: estaban en esto juntos, y necesitaban confiar el uno en el otro para sobrevivir.
El ambiente en el camión estaba tenso, la incomodidad palpable entre los tres Pokémon. Penumbra miraba a Norberto con desconfianza, y aunque Samantha intentaba mantener la conversación en un tono más ligero, la tensión era evidente. Aun así, el camión seguía su curso serpenteando por los peligrosos caminos de la montaña, y la conversación entre el trio se tornó en una charla amistosa y reconfortante. La camaradería y la sensación de unidad los llenaban de esperanza y fuerza, preparándolos para los desafíos que les aguardaban en su travesía hacia Ciudad Pirita.
—Escucha, Norberto —Dijo Penumbra, su voz firme pero no agresiva—. Entiendo que estabas en una situación difícil. Todos hemos estado ahí alguna vez. Pero no voy a olvidar lo que me hiciste tan fácilmente. No es algo que se pueda pasar por alto. —Coloco sus garras enfrente de sus ojos para luego dirigirlas hacia él.
Norberto trago saliva algo sorprendido, sintiéndose pequeño bajo la mirada penetrante de la Absol.
—Lo entiendo, Penumbra —Respondió—. No espero que me perdones de inmediato. Solo quiero una oportunidad para demostrar que soy digno de tu confianza.
Samantha, tratando de aliviar la situación, intervino.
—Penumbra, creo que Norberto realmente lo siente. Y hemos pasado por mucho juntos desde entonces. Ha demostrado ser leal y valiente en más de una ocasión.
Penumbra suspiró, sus ojos suavizándose un poco.
—Puede ser, Samantha, pero la confianza se gana con el tiempo. Norberto, tendrás que demostrar con acciones lo que tus palabras intentan decir.
Norberto, con una mirada de determinación en su rostro, lo confirmaría.
—Lo haré. Prometo que no te defraudaré.
El silencio se instaló de nuevo, solo roto por el sonido del motor del camión y el traqueteo de las ruedas sobre el camino escabroso. Las montañas a su alrededor se alzaban imponentes, y el río serpenteaba por el cañón, ofreciendo una vista espectacular. A pesar de la tensión, la belleza del paisaje tenía un efecto calmante.
Después de un rato, Samantha volvió a hablar, intentando suavizar el ambiente.
—Penumbra, ¿Por qué no nos cuentas más sobre tus aventuras? Seguro que tienes muchas historias interesantes.
Penumbra, agradecida por el cambio de tema, comenzó a relatar algunas de sus experiencias, y poco a poco, el ambiente en el camión se fue relajando otra vez. Aunque la tensión no desapareció por completo, había un entendimiento tácito de que estaban juntos en este viaje y que, de alguna manera, debían encontrar la manera de confiar el uno en el otro.
El camión continuó su recorrido, elevándose y serpenteando por las montañas, mientras los tres Pokémon, a pesar de la incomodidad, empezaban a construir una nueva dinámica basada en la necesidad y la esperanza de un futuro mejor.
Mientras el camión avanzaba por los caminos serpenteantes y peligrosos, elevándose y acercándose a una de las laderas del monte, Penumbra continuó contando sus aventuras. La conversación se tornó más fluida, y las historias de Penumbra empezaron a capturar la atención de Samantha y Norberto.
—Una de mis aventuras más memorables fue en las cuevas de Monte Corona —Empezó Penumbra, su voz llena de emoción—. Había rumores de que un raro cristal evolutivo se encontraba en una cueva profunda. Decidí ir tras él, no solo por su valor, sino porque pensaba que podría ser útil para proteger mi hogar.
—¿Y lo encontraste? —Preguntó Samantha, fascinada.
Penumbra con una mirada segura además de sus ojos brillando por el recuerdo.
—Sí, pero no fue fácil. Las cuevas estaban llenas de Pokémon salvajes que no querían intrusos. Me enfrenté a muchos de ellos, incluyendo a un Garchomp muy territorial. La batalla fue dura, pero al final, conseguí el cristal. Lo llevé a mi hogar y lo usamos para fortalecer nuestras defensas. Fue una victoria que valió la pena cada herida.
Norberto, a pesar de la tensión, no pudo evitar sentirse impresionado.
—Eso suena increíble. No puedo imaginarme enfrentándome a un Garchomp.
Penumbra sonrió victoriosa, mostrando una pizca de orgullo.
—¡Ni yo! —Sus ojos quedaron mirando hacia la nada por unos segundos como reacción al escuchar lo que se le había escapado—. Digo, digo... cuando tienes un objetivo claro y una razón para luchar, encuentras fuerzas que ni siquiera sabías que tenías. Es algo que todos debemos recordar, especialmente en tiempos difíciles.
El camión continuó su trayecto, dejando atrás el gran cañón y acercándose a las faldas de la sierra donde se encontraba una ciudad minera. Las laderas del monte eran majestuosas, y a lo lejos, podían ver las luces parpadeantes de la ciudad, una mezcla de modernidad y tradición.
—Mira, ahí está Ciudad Pirita —Dijo Samantha, señalando las luces—. No hemos estado aquí en mucho tiempo.
Penumbra asintió, observando el paisaje con una mezcla de nostalgia y curiosidad.
—Recuerdo esta ciudad. Es un lugar donde la gente trabaja duro y los Pokémon son valorados por su fuerza y resistencia. Las minas son profundas y peligrosas, pero también están llenas de recursos valiosos.
El camión se adentró en la ciudad, pasando por calles llenas de historia y esfuerzo. Las casas eran robustas y funcionales, reflejando el carácter de sus habitantes. Las minas se alzaban imponentes a un lado de la ciudad, y el sonido del trabajo constante se escuchaba a lo lejos.
—Me alegra que hayamos llegado aquí —Dijo Norberto—. Parece un buen lugar para descansar y planear nuestros próximos pasos.
Samantha y Penumbra lo apoyaron, sintiendo que, a pesar de las dificultades, estaban avanzando en la dirección correcta. La ciudad minera de Ciudad Pirita les ofrecía no solo refugio, sino también la posibilidad de nuevas alianzas y oportunidades en su camino hacia un futuro incierto pero prometedor.
Ciudad Pirita, situada en las faldas de la sierra, era una ciudad minera con un encanto rústico y una atmósfera de arduo trabajo. Las calles estaban pavimentadas con adoquines desgastados por el tiempo y el tráfico constante de trabajadores y vehículos pesados. Las casas, construidas principalmente de ladrillo y piedra, se alineaban ordenadamente a lo largo de las calles, reflejando una simplicidad funcional que resonaba con la vida minera.
Las minas eran el corazón de la ciudad. Altos andamios de madera y metal se erguían junto a la entrada principal, donde grandes grúas y maquinaria pesada permanecían en constante movimiento. El sonido del trabajo resonaba por toda la ciudad: el golpe de los martillos, el ruido de los motores y el chisporroteo de las soldaduras. Los mineros, con sus cascos y luces frontales, eran una presencia omnipresente, moviéndose con propósito y determinación.
A pesar del enfoque en la minería, Ciudad Pirita tenía su propio encanto. Había pequeñas tiendas y mercados que vendían productos locales, desde herramientas y suministros hasta artesanías hechas a mano. La plaza central era un lugar de reunión para los habitantes, con una fuente de piedra en el centro y bancos donde la gente se sentaba a descansar después de un día de trabajo duro. A su alrededor, cafeterías y pequeños restaurantes ofrecían comidas reconfortantes, y los aromas de pan recién horneado y café fuerte llenaban el aire.
Al caer la tarde, el camión que los transportaba se dirigía hacia las afueras de la ciudad. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de dejar a la localidad atrás, la unidad comenzó a sacudirse y a emitir ruidos preocupantes. El conductor, dándose cuenta de que algo andaba mal, detuvo el vehículo a un lado del camino y examinó el motor: El camión se había quedado varado.
—Parece que tendremos que esperar un rato —Dijo el conductor, rascándose la cabeza—. Necesito encontrar un mecánico para arreglar esto. Será mejor que se queden por aquí mientras tanto... —Saliendo a toda velocidad en busca de un mecánico.
Tres segundos después. Norberto, Samantha y Penumbra decidieron aprovechar la oportunidad para explorar mientras esperaban. Dejaron el camión estacionado a las afueras y caminaron de regreso hacia el centro de Ciudad Pirita.
—Siempre he querido explorar este lugar —Dijo Norberto, mirando a su alrededor con curiosidad.
—Sí, es un lugar interesante —Respondió La Espeon—. Hay algo en la atmósfera de las ciudades mineras que siempre me ha fascinado.
Penumbra, manteniéndose alerta, observaba los alrededores con interés.
—Quizás encontremos algo útil o al menos aprendamos más sobre este lugar —Dijo, con su habitual tono sereno—. Mi detector de desastres me alerta de una posible calamidad, y nunca se equivoca, como la vez que me aviso de una decisión difícil: si comer leche de Miltank o juguito de baya Pabaya —Con una mirada entre cerrada encerrada en un tono en extremo serio— Esas decisiones son de vida o muerte.
El trío se adentró en las calles adoquinadas, deteniéndose en algunas de las tiendas locales. En una ferretería, observaron herramientas y equipos que nunca habían visto antes. En una tienda de artesanías, admiraron las figuras talladas en madera y piedra, representando Pokémon y escenas de la vida minera.
Mientras caminaban, pasaron por la plaza central, donde los últimos rayos del sol se reflejaban en la fuente de piedra. Algunas personas aún estaban allí, charlando y disfrutando del ambiente tranquilo de la tarde.
—Este lugar tiene su propio tipo de belleza —Dijo Norberto, sintiendo una conexión con la simplicidad y el esfuerzo de la ciudad.
—Es un recordatorio de que la vida sigue adelante, sin importar cuán difícil sea —añadió Samantha, sonriendo algo.
Penumbra asintió, reconociendo la fortaleza de sus habitantes.
—Exactamente. Y eso es algo que siempre debemos tener en cuenta en nuestras propias luchas.
Con esa reflexión, el trío continuó su exploración, disfrutando de la calma antes de la tormenta que sabían que eventualmente enfrentarían. Mientras tanto, esperaban pacientemente el regreso del conductor con el mecánico, listos para continuar su viaje cuando llegara el momento.
Ciudad Pirita se erigía en una ladera de la montaña, con edificios robustos y calles pavimentadas con piedras irregulares que llevaban la marca del tiempo y el trabajo arduo de los mineros. La ciudad tenía una atmósfera de historia y laboriosidad, con tiendas pequeñas y cafés locales llenos de vida y color. En el centro de la ciudad, un monumento de bronce representaba a un minero junto a su Pokémon, simbolizando la estrecha relación entre los habitantes y la minería.
Mientras caminaban por las calles y admiraban la vista, Norberto captó un aura extraña a lo lejos. Giró su cabeza y los vio; a la distancia, un Grotle y un Ivysaur: Ambos Pokémon parecían estar buscando algo entre los arbustos y rocas. Norberto, intrigado, pero sin percibir una amenaza inmediata, decidió continuar su camino hacia una mina abandonada que habían oído mencionar.
Penumbra, quien seguía sintiendo un poco de rencor hacia Norberto, no pudo evitar preguntar:
—¿Notaste esos Pokémon, ¿verdad? —Dijo en voz baja.
—Sí, los vi —Respondió—. Pero no parecen ser una amenaza. Vamos a investigar esa mina primero, antes de que otra cosa pase quieres.
—Claro, seguro ese par andan en una misión que decidirá el destino de todo el mundo pokémon habiendo sido encomendado por una deidad de las leyendas más antiguas que jamás podríamos haber previsto, pero eso nunca lo sabremos...
Samantha, siempre alerta, apoyo a su colega y los tres siguieron avanzando. Llegaron a la entrada de la mina abandonada, que estaba medio oculta por la vegetación y con un cartel oxidado que advertía del peligro de entrar.
—Dicen que hay cosas extrañas aquí dentro —Murmuró la tipo psíquico, sus ojos violetas brillando con curiosidad.
—Bueno, no hay manera de saberlo sin echar un vistazo —Dijo Penumbra, liderando el grupo con determinación—. ¡El último en entrar es un hijo de Ditto! —Se adentró hacia la oscuridad total a pesar que su premonición les advertía a gritos: ¡No entren allí si les gusta vivir! — Ya deja de molestarme detector inútil, ya pareces mi mama ¡La vida solo hay una y al que vivir al máximo en aventuras sin fin!
El interior de la mina era fresco y oscuro, con la luz del exterior apenas iluminando las primeras secciones. Avanzaron con cautela, el eco de sus pasos resonando en las paredes de piedra. A medida que se adentraban más, notaron símbolos extraños grabados en las paredes y restos de herramientas antiguas esparcidas por el suelo.
—¿Qué crees que encontrarán aquí? —Preguntó Norberto, su voz rebotando en la caverna.
—Quién sabe —Respondió Penumbra, mientras pisaba restos de cuerpos a los que solo quedaba el esqueleto—. Pero siempre hay algo interesante en lugares como este.
De repente, una luz suave y azulada comenzó a emanar de una cámara más adelante. Se apresuraron hacia la fuente de la luz y descubrieron un cristal brillante incrustado en la pared. El cristal parecía pulsar con energía y, al acercarse, pudieron sentir una vibración ligera en el aire.
—Esto es increíble —Exclamó Samantha—. Nunca había visto algo así.
Norberto al explorar extendió su pata hacia un cristal incrustado en la pared, sintiendo su calor y energía. Pero antes de que pudiera tocarlo, un rugido resonó en la cueva, haciendo temblar el suelo bajo sus pies.
—¡Algo se acerca! —Advirtió Penumbra, preparándose para lo que sea que viniera.
De las sombras surgió una figura imponente: un Steelix con ojos brillantes y una actitud protectora. Este Pokémon consideraba la mina y el cristal su territorio.
—¡Tenemos que defendernos! —Gritó Samantha, posicionándose junto a Norberto.
El Steelix lanzó un ataque, golpeando el suelo y levantando una nube de polvo. Norberto y Penumbra esquivaron el impacto inicial, mientras Samantha usaba sus poderes psíquicos para intentar mantener a raya al colosal Pokémon.
—¡Esto no va a ser fácil! —Dijo Penumbra, esquivando otro golpe del Steelix—. Ya Norberto, no me hagas quedar mal y véncelo de una buena vez.
—¡¿Qué yo que?! —Nomás rodo sus ojos— Bueno, ya que...
La batalla continuó con ferocidad, cada ataque resonando en la cueva. Mientras luchaban, Norberto no podía dejar de pensar en esos Grotle e Ivysaur que había visto antes. ¿Estarían buscando el mismo cristal? Y si es así, ¿por qué?
Después de una serie de ataques combinados y bien coordinados, lograron debilitar al Steelix lo suficiente como para que retrocediera, permitiéndoles acercarse al cristal una vez más.
—Deberíamos tomar un fragmento de este cristal y salir de aquí antes de que vuelva —Sugirió Samantha.
Con cuidado, extrajeron un pequeño fragmento del cristal azul, sintiendo la energía que contenía. Sabían que este descubrimiento podría ser importante, no solo para ellos, sino para todo lo que estaba ocurriendo en la región.
Mientras salían de la mina, una extraña sensación de satisfacción y peligro los acompañó. Sabían que su aventura estaba lejos de terminar y que el cristal que llevaban podría ser la clave para desentrañar los misterios que los rodeaban: Norberto empezó a sentir un Deja vu.
El camión se había detenido a las afueras de Ciudad Pirita debido a una avería, y el conductor había salido en busca de un mecánico. Aprovechando la situación, Samantha, Penumbra y Norberto decidieron explorar la ciudad. Ciudad Pirita se erguía en una ladera de la montaña, con edificios robustos y calles pavimentadas con piedras irregulares que llevaban la marca del tiempo y el trabajo arduo de los mineros. La ciudad tenía una atmósfera de historia y laboriosidad, con tiendas pequeñas y cafés locales llenos de vida y color. En el centro de la ciudad, un monumento de bronce representaba a un minero junto a su Pokémon, simbolizando la estrecha relación entre los habitantes y la minería.
Mientras caminaban por las calles, Norberto captó un aura extraña a lo lejos. Giró su cabeza y vio, a la distancia, un Grotle y un Ivysaur. Ambos Pokémon parecían estar buscando algo entre los arbustos y rocas. Intrigado, pero sin percibir una amenaza inmediata, decidió seguir su camino hacia una mina abandonada que Penumbra había mencionado.
Penumbra, quien seguía sintiendo un poco de rencor hacia Norberto, no pudo evitar preguntar:
—¿Notaste esos Pokémon, ¿verdad? —dijo en voz baja.
—¡¿Qué?! —El Riolu se sentía raro, como si supiera que estaba por ocurrir.
—¿Te ocurre algo? —Preguntó Samantha, algo preocupada por su camarada confundido.
—Sí, no es nada, solo un ligero dolor de cabeza —Respondió Norberto—. Pero no parecen ser una amenaza. Vamos a investigar esa mina... —Un momento, ¿esto ya lo viví o no?
—En realidad, no vamos a investigar. Vamos a ver a mi amiga Gema, la Sableye —Dijo Penumbra con una sonrisa.
Samantha asintió y los tres siguieron avanzando. Llegaron a la entrada de la mina abandonada, que estaba medio oculta por la vegetación y un cartel oxidado que advertía del peligro de entrar.
—Gema vive aquí desde hace años. Es una gran conocedora de minerales y joyas —Explicó Penumbra mientras entraban.
—Que bien —Esperen, eso no es como lo recordaba, ¿o sí? Que lio.
El interior de la mina era fresco y oscuro, con la luz del exterior apenas iluminando las primeras secciones. Avanzaron con cautela, el eco de sus pasos resonando en las paredes de piedra. A medida que se adentraban más, notaron símbolos extraños grabados en las paredes y restos de herramientas antiguas esparcidas por el suelo.
—Esto es impresionante —Murmuró Samantha, sus ojos violetas brillando con curiosidad.
—Espera a que conozcas a Gema —Dijo Penumbra—. Ella siempre tiene historias fascinantes que contar.
De repente, una luz suave y azulada comenzó a emanar de una cámara más adelante. Se apresuraron hacia la fuente de la luz y descubrieron a Gema, la Sableye, con sus ojos brillando intensamente mientras examinaba un cristal incrustado en la pared.
—¡Penumbra! —Exclamó Gema, corriendo hacia su amiga y abrazándola—. ¡Qué sorpresa verte aquí!
—Gema, estos son Samantha y Norberto —Presentó Penumbra—. Amigos, esta es Gema, la mejor experta en minerales de toda la región.
—Encantada de conoceros —Dijo Gema con una sonrisa—. Siempre es agradable tener visitas. ¿Qué los trae por aquí?
—Nos quedamos varados en la ciudad y decidimos explorar un poco —Explicó Samantha—. Penumbra nos habló de ti y queríamos conocerte.
—Bueno, llegaron justo a tiempo. Estaba a punto de descubrir algo interesante sobre este cristal —Dijo Gema, señalando la luz azulada.
—Es increíble —Dijo Norberto, extendiendo su pata hacia el cristal, sintiendo su calor y energía.
Antes de que pudiera tocarlo, un rugido resonó en la cueva, haciendo temblar el suelo bajo sus pies.
—¡Algo se acerca! —Advirtió Penumbra, preparándose para lo que sea que viniera.
—No me digan ¡De seguro es un Steelix enfurecido!
De las sombras surgió una figura imponente: el tipo acero-tierra con ojos brillantes y una actitud protectora. Este Pokémon consideraba la mina y el cristal su territorio.
—¡Tenemos que defendernos! —Gritó Samantha, posicionándose junto a Norberto.
El Steelix lanzó un ataque, golpeando el suelo y levantando una nube de polvo. Norberto y Penumbra esquivaron el impacto inicial, mientras Samantha usaba sus poderes psíquicos para intentar mantener a raya al colosal Pokémon.
—¡Esto no va a ser fácil! —Dijo Penumbra, esquivando otro golpe del Steelix.
La batalla continuó con ferocidad, cada ataque resonando en la cueva. Mientras luchaban, Norberto no podía dejar de pensar en los Grotle e Ivysaur que había visto antes. ¿Estarían buscando el mismo cristal? Y si es así, ¿por qué?
Por fin, después de una serie de ataques combinados y bien coordinados, lograron debilitar al Steelix lo suficiente como para que retrocediera, permitiéndoles acercarse al cristal una vez más.
—Deberíamos tomar un fragmento de este cristal y salir de aquí antes de que vuelva —sugirió Samantha.
Con cuidado, extrajeron un pequeño fragmento del cristal azul, sintiendo la energía que contenía. Sabían que este descubrimiento podría ser importante, no solo para ellos, sino para todo lo que estaba ocurriendo en la región.
Mientras salían de la mina, una extraña sensación de satisfacción y peligro los acompañó. Sabían que su aventura estaba lejos de terminar y que el cristal que llevaban podría ser la clave para desentrañar los misterios que los rodeaban.
Después de la intensa batalla con Steelix, Gema decidió darles un recorrido rápido por los túneles de la mina. La Sableye tenía un conocimiento profundo del lugar y caminaba con confianza, señalando las diversas formaciones minerales y las características únicas de las cuevas.
—Esta mina es un laberinto, pero no te preocupes, conozco cada rincón de ella —Dijo Gema con una sonrisa, su voz resonando suavemente en las paredes de roca.
Las cuevas estaban llenas de estalactitas y estalagmitas que parecían brillar con una luz tenue, reflejando la poca iluminación que penetraba desde las entradas. Las estalactitas colgaban del techo como colmillos afilados, goteando agua mineralizada que formaba pequeñas charcas en el suelo. Las estalagmitas, por su parte, se elevaban desde el suelo, formando pilares que parecían sostener el techo de la cueva.
—Estas formaciones se han creado durante miles de años —Explicó Gema mientras caminaban—. La forma en que el agua se filtra a través de las rocas y deja atrás minerales crea estas estructuras impresionantes.
A medida que avanzaban, los túneles se volvían más estrechos y serpenteantes, creando una sensación de misterio y aventura. Las paredes estaban cubiertas de diferentes tipos de minerales, desde cuarzo hasta pirita, que brillaban con destellos dorados y plateados.
—Aquí es donde encontré algunos de los cristales más raros —Dijo Gema, señalando una pequeña alcoba llena de fragmentos iridiscentes—. Cada uno tiene propiedades únicas y una energía especial.
—Es realmente impresionante —Comentó Samantha, sus ojos violetas reflejando las luces danzantes de los cristales—. Nunca había visto algo así.
—¿Y este lugar es seguro? —Preguntó Norberto, su tono cauteloso.
—En su mayoría, sí —Respondió Gema—. Pero hay que tener cuidado con los Pokémon territoriales como el Steelix. No suelen ser agresivos a menos que sientan que su hogar está amenazado.
Mientras exploraban más a profundidad, encontraron un gran lago subterráneo con aguas cristalinas. La superficie del lago reflejaba las estalactitas del techo, creando una ilusión de un cielo nocturno estrellado. Gema les explicó que este lago era una fuente vital para muchos Pokémon que vivían en la mina.
—El agua aquí es pura y refrescante —Dijo Gema, tomando un sorbo de las aguas del lago—. Mantiene a los Pokémon saludables y fuertes.
—Es como un mundo diferente aquí abajo —comentó Samantha, maravillada por la belleza oculta del lugar.
—Así es —Respondió Gema—. La mina guarda muchos secretos y maravillas. Solo hay que saber dónde buscar.
Después de un rato, decidieron regresar a la superficie. Mientras caminaban de vuelta, Gema seguía señalando detalles interesantes en las paredes y el suelo, explicando la historia de cada formación y mineral.
—Es asombroso todo lo que has aprendido sobre este lugar —Dijo Norberto, admirando la pasión de Gema por la mina.
—Gracias, Norberto. Esta mina es mi hogar y mi pasión. Siempre me esfuerzo por protegerla y entender sus misterios —respondió Gema con una sonrisa.
Más tarde, emergieron de la mina y sintieron la brisa fresca de la superficie. El sol comenzaba a descender en el horizonte, bañando Ciudad Pirita en una luz dorada. Mientras se dirigían de regreso al camión, se sintieron agradecidos por la experiencia y por haber conocido a Gema y descubierto una parte fascinante del mundo Pokémon.
—Gracias por el tour, Gema —Dijo Samantha—. Fue una experiencia increíble.
—De nada, amigos. Siempre es un placer mostrar las maravillas de la mina —Respondió Gema, despidiéndose de ellos.
Con el atardecer envolviendo la ciudad en tonos cálidos, los tres amigos se dirigieron al camión, listos para continuar su viaje, con nuevas historias y conocimientos para compartir.
—Ja, que cristal tan curioso me regalo mi amiga Gema —Comentó la Absol— Espero que tenga un gran valor —Se lo entrega a la Espeon que lo sujeta con telequinesis— . ¿Cuánto crees que me den por él?
—Pue son creo que tenga un valor monetario —Empezó a examinarlo con cuidado.
—Oh genial, otra insípida piedra que me regala a la colección de objetos que me valen Ditto.
—A ver, ya me entro curiosidad por ver esa cosa —Norberto empezó a tocar la roca azul esa...
De repente el Riolu abrió lo ojos solo para darse cuenta que Gema había decidido darles un recorrido rápido por los túneles de la mina. Las paredes brillaban con los minerales incrustados y la cueva parecía un laberinto de sombras y luces reflejadas. Justo cuando se adentraron en una de las cavernas más amplias y majestuosas, un rugido profundo resonó a través de las paredes de roca, helando la sangre de todos. De las sombras emergió un imponente Steelix, sus ojos brillando con una furia territorial. Las escamas metálicas de su cuerpo reflejaban la luz tenue de las linternas, creando un espectáculo deslumbrante y aterrador al mismo tiempo.
—¡Cuidado! —Gritó Gema, con su voz resonando en la caverna—. ¡Steelix está furioso!
Sin tiempo para reaccionar, Steelix lanzó un ataque de Cola Férrea, golpeando el suelo con tal fuerza que el impacto creó una onda expansiva que hizo temblar las paredes de la cueva. Estalactita comenzaron a caer del techo, rompiéndose en pedazos al chocar con el irregular suelo.
—¡No tenemos otra opción, debemos luchar! —Dijo Samantha, con sus ojos brillando con determinación.
—No me jodan... ¡Cuantas Giratinas veces tengo que vencer al mismo tinto Steeelix! —Todos se le quedan viendo— Ya no me estén viendo tan feo pues —Si Penumbra actúa más loca que yo.
Espeon y Riolu se lanzaron al combate. Espeon utilizó Psicorrayo, un destello de energía psíquica que impactó a Steelix en la cabeza, haciéndolo retroceder. Sin embargo, el coloso metálico se recuperó rápido y lanzó un poderoso Roca Afilada, enviando fragmentos de roca volando en todas direcciones.
—¡Riolu, Palmeo! —Ordenó Samantha viendo que su compañero no reaccionaba como si no diferenciara la realidad de la ficción.
Riolu se abalanzó sobre Steelix con una serie de golpes rápidos y precisos, pero las escamas metálicas del gigante absorbieron la mayoría del impacto. Steelix contraatacó con un Mordisco, atrapando a Riolu con sus mandíbulas y sacudiéndolo con violencia antes de lanzarlo contra una pared de la cueva. La roca se fracturó bajo el impacto, y Riolu cayó al suelo, aturdido.
—¡Espeon, sigue atacando! —Gritó Penumbra, desesperada como temblando detrás de una gran piedra.
Espeon lanzó un Brillo mágico, enviando energía que chocó contra Steelix, creando pequeñas explosiones de luz y polvo. El suelo temblaba con cada movimiento de los Pokémon, y las paredes de la cueva se agrietaban bajo la presión de la batalla. Las estalactitas caían en cascada desde el techo, mientras el suelo se rompía en fragmentos afilados y peligrosos.
Gema intentó usar Finta para distraer a Steelix, pero el coloso la repelió con un movimiento brusco de su cola, enviándola volando a través de la cueva. Penumbra se unió a la batalla, lanzando un ataque siniestro, que impactó en Steelix, pero el gigante metálico apenas se inmutó.
—¡Esto no está funcionando! —Gritó Penumbra—. ¡Necesitamos un nuevo plan!
El enfrentamiento continuó con una intensidad feroz. Steelix utilizó Terremoto, el suelo bajo ellos se rompió en olas de destrucción. Riolu y Espeon apenas pudieron mantenerse en pie mientras intentaban contraatacar. Las paredes de la cueva comenzaban a ceder, grietas profundas se extendían y rocas caían por doquier.
—¡No podemos seguir así! —Gritó Norberto, sintiendo la desesperación crecer en su pecho.
De repente, con un último esfuerzo combinado, Espeon y Riolu lanzaron sus ataques simultáneamente. Un Psicorrayo y un Contrataque impactaron en Steelix, creando una explosión que sacudió toda la caverna. El coloso metálico por fin cedió, cayendo al suelo con un estruendo que hizo eco en toda la mina.
La cueva quedó en silencio, solo roto por el sonido de las rocas que seguían cayendo y el eco de sus respiraciones agitadas. Miraron alrededor, viendo la devastación que habían causado. Las paredes y el techo de la cueva estaban llenos de grietas, y el suelo era un campo de batalla destrozado.
—Lo logramos —Murmuró Samantha, casi sin creerlo.
—Sí, pero debemos salir de aquí antes de que la cueva se derrumbe por completo —añadió Penumbra, mirando las grietas con preocupación.
Con Gema liderando el camino, el grupo comenzó a moverse rápidamente, dejando atrás la caverna destruida y el cuerpo caído de Steelix, sabiendo que su batalla épica había dejado una marca indeleble en la mina.
De pronto Norberto se dio cuenta que estaba pisando la poiedra azul de siempre, que se le habia caído a la tipo siniestro-fantasma por el calor de la batalla.
—No me estén jodiendo, ¡aquí vamos de a nuevo! —Grito de la desesperación.
Gema había decidido darles un recorrido rápido por los túneles de la mina. Las paredes brillaban con los minerales incrustados y la cueva parecía un laberinto de sombras y luces reflejadas. Justo cuando se adentraron en una de las cavernas más amplias y majestuosas, un rugido profundo resonó a través de las paredes de roca, helando la sangre de todos. De las sombras emergió un imponente Steelix, sus ojos brillando con una furia territorial. Las escamas metálicas de su cuerpo reflejaban la luz tenue de las linternas, creando un espectáculo deslumbrante y aterrador al mismo tiempo.
—¡Cuidado! —Gritó Gema, con su voz resonando en la caverna—. ¡Steelix está furioso!
Sin tiempo para reaccionar, Steelix lanzó un ataque de Cola Férrea, golpeando el suelo con tal fuerza que el impacto creó una onda expansiva que hizo temblar las paredes de la cueva. Estalactitas comenzaron a caer del techo, rompiéndose en pedazos al chocar con el irregular suelo.
—¡No tenemos otra opción, debemos luchar! —Dijo Samantha, con sus ojos brillando con determinación.
Espeon y Riolu se lanzaron al combate. Espeon utilizó Psicorrayo, un destello de energía psíquica que impactó a Steelix en la cabeza, haciéndolo retroceder momentáneamente. Sin embargo, el coloso metálico se recuperó rápidamente y lanzó un poderoso Roca Afilada, enviando fragmentos de roca volando en todas direcciones.
Riolu se abalanzó sobre Steelix con una serie de golpes rápidos y precisos, pero las escamas metálicas del gigante absorbieron la mayoría del impacto. Steelix contraatacó con un Mordisco, atrapando a Riolu con sus mandíbulas y sacudiéndolo violentamente antes de lanzarlo contra una pared de la cueva. La roca se fracturó bajo el impacto, y Riolu cayó al suelo, aturdido.
—¡Esto no está funcionando! —Gritó Penumbra—. ¡Necesitamos un nuevo plan!
El enfrentamiento continuó con una intensidad feroz. Steelix utilizó Terremoto, el suelo bajo ellos se rompió en olas de destrucción. Riolu y Espeon apenas pudieron mantenerse en pie mientras intentaban contraatacar. Las paredes de la cueva comenzaban a ceder, grietas profundas se extendían y rocas caían por doquier.
—¡No podemos seguir así! —Gritó Norberto, sintiendo la desesperación crecer en su pecho.
De repente, con un último esfuerzo combinado, Espeon y Riolu lanzaron sus ataques simultáneamente. Un Psicorrayo y un Contrataque impactaron en Steelix, creando una explosión que sacudió toda la caverna. El coloso metálico finalmente cedió, cayendo al suelo con un estruendo que hizo eco en toda la mina.
La cueva quedó en silencio, solo roto por el sonido de las rocas que seguían cayendo y el eco de sus respiraciones agitadas. Miraron alrededor, viendo la devastación que habían causado. Las paredes y el techo de la cueva estaban llenos de grietas, y el suelo era un campo de batalla destrozado.
—Lo logramos —Murmuró Samantha, casi sin creerlo.
—Sí, pero debemos salir de aquí antes de que la cueva se derrumbe por completo —Añadió Penumbra, mirando las grietas con preocupación.
Con Gema liderando el camino, el grupo comenzó a moverse con rapidez, dejando atrás la caverna destruida y el cuerpo caído de Steelix, sabiendo que su batalla épica había dejado una marca indeleble en la mina.
De repente, mientras salían de la cueva, un temblor aún más fuerte sacudió el suelo. Norberto se giró justo a tiempo para ver a Roco, el líder del gimnasio de Ciudad Pirita, cayendo al vacío. Sin pensarlo dos veces, Riolu se lanzó en su dirección.
—¡Ayuda! —Gritaba Roco con desesperación.
Esta historia continuará...
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