Capitulo cinco: ¿Aburrimiento total?
Norberto se despertó de golpe, su corazón latiendo con fuerza mientras su mente se sacudía del sueño profundo que había estado teniendo. En su confusión, giró de manera brusca cayéndose de la cama, golpeando el suelo con un ruido sordo. Se quedó allí unos segundos, parpadeando mientras trataba de recuperar la noción de la realidad. Respiró hondo para después levantarse, frotándose el hombro adolorido por la caída. La habitación, con sus paredes cubiertas de pósteres y estanterías repletas de videojuegos y figuras de los monstruos de bolsillo, le parecía desconocida en extremo, como si aún no hubiera salido por completo del mundo de fantasía en el que había estado sumergido.
Miró el reloj. Era viernes, el último día de la semana escolar. Normal, era el hecho que le hubiera traído una sensación de alivio al igual que de alegría. Sin embargo, algo se sentía diferente. Se vistió sin sobre analizarlo como de costumbre por seguir medio dormido, pensando en el sueño vívido que acababa de tener. En su mente aún resonaban las imágenes como emociones intensas en ese pantano de la muerte, donde la acción dando por consiguiente el peligro que eran parte de esa rutina que contrastaba con la del bachillerato; Sentía una extraña mezcla de nostalgia y desorientación. Los recuerdos eran tan lucidos que casi podía sentir la textura del suelo lleno de fango, el rugido del agua al caer por la cascada, y el ardor en sus músculos al luchar contra las fuerzas de la naturaleza y los enemigos.
Mientras bajaba las escaleras para desayunar, las escenas del sueño seguían invadiendo su mente. Se vio a sí mismo luchando contra la Espeon, enfrentando desafíos rodeado por fuerte brasas a altas temperaturas, sintiendo una camaradería que en su vida diaria rara vez experimentaba. Al llegar a la cocina, el aroma familiar del café y las tostadas le recordó la realidad cotidiana, pero la sensación de irrealidad persistía. Cada vez que cerraba los ojos, veía destellos del mundo Pokémon: los colores brillantes, las criaturas fantásticas, y la sensación constante de aventura.
Durante el desayuno, apenas probó bocado. Su madre lo miraban con preocupación, pero él estaba demasiado absorto en sus pensamientos como para notarlo. La rutina matutina, que usualmente era una serie de movimientos automáticos, hoy se sentía como una carga pesada. Sentía que el peso del mundo real lo arrastraba hacia abajo, lejos de la emoción y el propósito que había sentido en su sueño.
—Norberto, apúrate con el desayuno que llegaras tarde. Y Recuerda que hoy nos vamos de viaje con Eric —Comunicó su madre mientras le servía una taza de café, recordándole por enésima vez a su olvidadizo hijo sobre las cosas que no le interesaba.
Norberto, todavía un poco somnoliento, levantó la mirada y suspiró.
—¿De viaje? ¿Hoy? —Preguntó, tratando de recordar lo que su madre le había mencionado días antes.
—Sí, hoy. Mañana es la boda y tenemos que llegar a tiempo para los preparativos —Respondió ella, con una sonrisa por recordar esos bellos momentos que había tenido con él.
—Ah, sí, la boda —Dijo Norberto, intentando sonar más entusiasta de lo que en verdad se sentía—. ¿Ya está todo listo?
—Casi todo. Eric está emocionado de que vayamos juntos. Será un buen momento para que se conozcan mejor.
Norberto asintió, aunque su mente aún estaba atrapada en los recuerdos del sueño y el día escolar que tenía por delante.
—Está bien, mamá. Termino de desayunar. ¿A qué hora salimos?
—En cuanto termines la escuela. Eric nos recogerá aquí. Será divertido, ya verás —Contestó su madre, dándole una palmadita en el hombro antes de seguir con los preparativos.
Norberto forzó una sonrisa y asintió otra vez, intentando convencerse de que todo estaría bien.
—Claro, y yo que quería tener un fin de semana tranquilo sin que nadie me moleste, ahora todo eso se arruinó, ¡¿Por qué será que no puedo tener una vida sin tantas complicaciones?! —Fue lo que pensó para sí mismo.
En el trayecto a la escuela, el cielo nublado y el aire fresco no hicieron mucho por levantar su ánimo. Caminaba con los hombros encorvados y la mirada perdida, sumido en una reflexión profunda. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué se sentía tan desconectado de la realidad? La vibrante vida del mundo Pokémon contrastaba con la monótona rutina de su día a día.
Al llegar a la escuela, el ruido de los estudiantes y el sonido del timbre lo sacaron de momento de sus pensamientos. Se dirigió a su casillero, guardó sus cosas y se encaminó a su primera clase del día: Calculo. Mientras se sentaba y sacaba sus materiales, no pudo evitar comparar la emoción de las batallas con la fría realidad de los libros de texto. El profesor comenzó a hablar sobre las series de Taylor, pero las palabras le llegaban como un eco distante, sin impacto.
Miraba por la ventana, observando cómo las nubes se movían lento por el cielo. Una sensación de inquietud lo invadía. Se preguntaba si alguna vez podría encontrar la misma sensación de propósito y emoción en su vida diaria que había experimentado en su sueño. La desorientación y la nostalgia se mezclaban en su pecho, creando un vacío que no sabía cómo llenar. A pesar de que era viernes, el último día, lo que sería un motivo de celebración en cambio se sentía como un recordatorio de la rutina interminable que le esperaba pasado el fin de semana.
Así, mientras las horas avanzaban y las clases se sucedían una tras otra, Norberto no podía sacudirse la sensación de que algo faltaba. La realidad se sentía insípida en comparación con el vibrante mundo de sus sueños, y esa disonancia le pesaba en el alma. Cada movimiento, cada palabra, cada momento del día parecía teñido por una sombra de irrealidad, dejándolo con un anhelo insatisfecho por una vida más llena de significado y aventura.
En La clase de literatura estaba en plena marcha. La profesora Martínez, una mujer de mediana edad con gafas y un perpetuo aire de entusiasmo por los clásicos, recorría la sala con un libro de poesía en la mano.
—Buenos días, clase — Comenzó, sonriendo ampliamente—. Hoy vamos a hablar sobre la poesía romántica, pero antes de empezar, quiero felicitar a dos de nuestros alumnos. Norberto y Armando, he oído que se han unido al club de periodismo escolar. ¡Qué gran decisión!
Norberto y Armando se miraron, algo sorprendidos por la mención.
—Unirse al club no solo es un excelente complemento para sus estudios, sino que también les ayudará a mejorar sus habilidades de escritura y análisis crítico. Estoy segura de que harán un trabajo fantástico —Continuó la catedrática, con una sonrisa alentadora.
—Gracias, profesora —Respondió Norberto, sintiéndose un poco más motivado.
—Sí, gracias —Añadió Armando, quien estaba menos convencido, pero apreciaba el apoyo.
La clase continuó con la profesora recitando poemas de Byron y Shelley, explicando los temas de amor y naturaleza que caracterizaban la época romántica.
La campana sonó, marcando el fin de las cursilerías según el amante de las arañas. Los alumnos se trasladaron al laboratorio de biología, donde la profesora Rivera, una mujer estricta pero apasionada por la ciencia, los esperaba junto a una mesa llena de modelos anatómicos y frascos de especímenes.
—Buenos días, clase —Comunicó la profesora Rivera, con su tono habitual de autoridad—. Hoy vamos a estudiar los artrópodos, específicamente los arácnidos.
Armando se enderezó en su asiento, bien interesado. Norberto, en cambio, miraba distraído por la ventana, pensando en el artículo que quería escribir durante el receso.
—Los arácnidos son una clase de animales invertebrados que incluye a las arañas, escorpiones y ácaros. Son fascinantes por su adaptabilidad y sus diversas formas de caza y defensa —Explicó la profesora, mientras señalaba un modelo de una araña gigante.
—Profesor, ¿es verdad que algunas especies de arañas pueden cazar aves? —Cuestionó Armando, con evidente curiosidad.
—Así es, Armando. Algunas especies, como la araña Goliat, pueden cazar pequeños pájaros y otros vertebrados —Respondió la profesora Rivera, impresionada por el interés del alumno.
Norberto, por otro lado, apenas podía concentrarse en las palabras de la maestra. Su mente volvía una y otra vez a los eventos del club de periodismo y a la tarea que le esperaba. La clase terminó para él, aunque no tanto para Armando, quien disfrutó cada minuto.
Más tarde, la campana sonó, anunciando el receso. Los dos amigos recogieron sus cosas y salieron del aula, listos para el descanso.
—Vamos a sentarnos y trabajar en nuestro artículo, ¿te parece? —Sugirió, intentando enfocar su mente en la tarea.
—Claro, aunque todavía no sé sobre qué escribir —Respondió Armando, mientras caminaban hacia el patio—. Pero seguro se nos ocurre algo interesante.
Salieron del aula justo cuando sonaba el timbre para el receso. La luz del sol inundaba los pasillos de la escuela, creando un ambiente animado y vibrante. Los estudiantes se dispersaban en diferentes direcciones, algunos dirigiéndose al comedor, otros a los jardines, mientras que el bullicio de conversaciones y risas llenaba el aire.
—Entonces, ¿qué piensas escribir para el periódico? —Preguntó Armando, rompiendo el silencio mientras caminaban.
Norberto se encogió de hombros, todavía pensativo. —Estaba pensando en algo relacionado con el espacio. Siempre me ha fascinado todo lo que hay más allá de nuestro planeta.
Armando sonrió. —Eso suena genial. Siempre te han gustado esos temas. Yo, por otro lado, estoy más enfocado en las historias de misterio. Quizás podamos hacer una sección juntos: ciencia y misterio, ¿qué te parece?
Norberto empezó a reír, sintiéndose más relajado. —Suena como una combinación interesante. Podríamos hablar con Elizabeth para ver qué opina.
El camino hacia el club de periodismo los llevó por en medio de los jardines de la escuela, donde los árboles proporcionaban una sombra refrescante. Flores de vivos colores adornaban los bordes del sendero, y el suave zumbido de los insectos completaba la escena.
—¿Te imaginas lo que pensarán los demás del club sobre nuestros artículos? —Preguntó, pensativo por todo lo que eso conlleva.
—Espero que les gusten. Aunque, siendo honesto, me preocupa un poco lo que dirán. No quiero hacer el ridículo en nuestro primer intento —Admitió, mirando las hojas que crujían bajo sus pies.
Armando le dio un leve empujón amistoso. —Vamos, Norberto, no te preocupes tanto. Estoy seguro de que les encantará. Además, Elizabeth está allí para apoyarnos. Y entre tú y yo, somos bastante buenos en lo que hacemos.
A medida que se acercaban al edificio, los ruidos del patio se desvanecían, dejando un ambiente más tranquilo y propicio para la conversación. Sus muros estaban cubiertos de enredaderas, dándole un aspecto acogedor y un poco antiguo.
—Bueno, aquí estamos —Comunicó Norberto, deteniéndose frente a la puerta del club. —¿Listo para nuestra primera reunión oficial como miembros?
Armando asintió con entusiasmo. —Más que listo. Vamos a mostrarles lo que tenemos.
Con una última sonrisa cómplice, ambos amigos entraron al salón, listos para sumergirse en el emocionante mundo del periodismo escolar.
Ambos se detuvieron frente del mencionado sitio. El edificio era un poco más antiguo que el resto de la escuela, con enredaderas trepando por sus paredes de ladrillo rojo y ventanas arqueadas que le daban un aire acogedor y nostálgico. Norberto tomó un respiro profundo y puso su mano en el pomo de la puerta.
—Bueno, aquí vamos —Dijo, abriendo la puerta con un leve chirrido.
El interior del club de periodismo era un contraste sorprendente con su exterior antiguo. Mesas largas y modernas estaban dispuestas en filas, llenas de laptops, papeles y diversas herramientas de redacción. En una esquina, un gran tablero de corcho estaba cubierto de recortes de periódicos, fotografías y notas adhesivas multicolores. Había un aire de creatividad y actividad constante.
Elizabeth estaba sentada en una de las mesas, revisando unos documentos. Al ver a sus amigos, levantó la mirada y les sonrió ampliamente.
—¡Chicos! Qué bueno verlos —Se expresó con júbilo, levantándose para saludarlos.
—Hola, Elizabeth —Respondió Norberto, devolviendo la sonrisa mientras caminaban hacia ella.
—Espero que estén listos para sumergirse en el trabajo —Se expresó Elizabeth con entusiasmo. —Tenemos algunos proyectos en los que podrían empezar a trabajar.
Norberto y Armando intercambiaron una mirada y luego miraron alrededor de la sala. Varios otros miembros del club estaban ocupados en sus propios trabajos. Javier y Carla estaban en una mesa, debatiendo sobre el titular de una noticia. Lucas estaba frente a una computadora, aparentemente editando un artículo, mientras que Sofía estaba al otro lado de la sala, fotografiando unos objetos para una próxima publicación.
—Se ve que aquí no se pierde el tiempo —Comentó Armando, impresionado por la energía del lugar.
Elizabeth río. —Así es. Siempre estamos en movimiento, buscando la próxima gran historia o perfeccionando nuestros artículos. Pero no se preocupen, tendrán tiempo para adaptarse.
—Eso suena bien —Dijo Norberto, sintiéndose un poco más cómodo. —Entonces, ¿en qué podemos ayudar?
Elizabeth los guio hacia una mesa vacía. —Tengo algunos temas que necesitan ser cubiertos. Norberto, sé que te interesa el espacio. Hay una sección de ciencia que necesita más artículos. Armando, he oído que te gustan los misterios. Podrías trabajar en la sección de crímenes sin resolver o eventos extraños.
Norberto asintió, ya sintiendo la emoción crecer dentro de él. Armando se emocionó al escuchar una de sus palabras favoritas, su interés al parecer picado.
—Me parece perfecto —Fue lo que dijo Armando. —Vamos a hacerlo.
Elizabeth les entregó unas carpetas con información preliminar y se volvió hacia el resto del club. —¡Escuchen todos! Quiero avisarles que nuestros nuevos miembros, Norberto y Armando. Están aquí para aportar sus habilidades y ayudarnos a llevar el club a nuevas alturas.
Un murmullo de bienvenida recorrió la sala, y algunos levantaron la mano en señal de saludo. Los nuevos respondieron con timidez, sintiéndose un poco abrumados, pero también emocionados por la cálida bienvenida.
—Bienvenidos al club entonces —Felicitó Javier desde su mesa, sonriendo. —Estoy seguro de que harán un gran trabajo.
Con un último vistazo a su alrededor, se sentaron en su mesa y comenzaron a revisar las carpetas. El entusiasmo de Armando era palpable, mientras que Norberto fruncía el ceño al revisar los documentos. Él, notando la expresión de su amigo, decidió romper el silencio.
—Esto es increíble, ¿verdad? —Dijo Armando, hojeando su carpeta con entusiasmo. —¡Mira todos estos misterios! Podría escribir sobre desapariciones, avistamientos extraños... ¡Es como estar en una película de detectives!
Norberto asintió distraído, todavía revisando su carpeta. —Sí, suena genial —Respondió, pero su tono carecía de la misma energía que el de Armando.
—¿Qué pasa? —Cuestionó, notando la falta de entusiasmo de Norberto. —¿No te gusta lo que te dieron?
Norberto suspiró y dejó la carpeta sobre la mesa. —No es eso. Es solo que quería escribir sobre el espacio, pero parece que eso tendrá que esperar. Todo lo que tengo aquí son temas de biología y ecología. No es lo que esperaba.
Armando inclinó la cabeza, pensando por un momento. —Bueno, al menos tienes algo para empezar. Quizás puedas relacionar estos temas con el espacio de alguna manera. Podrías escribir sobre cómo la vida en la Tierra está influenciada por el cosmos, o algo así.
Consideró la idea, pero aún no parecía convencido. —Sí, tal vez... pero no es lo mismo. Me siento como si estuviera siendo desviado de lo que realmente quiero hacer.
Le dio una palmadita en el hombro. —Vamos, Norberto. Eres bueno en esto. Puedes hacerlo interesante. Además, todos tenemos que empezar por algún lado. Quizás una vez que hayas demostrado lo que puedes hacer, te dejarán escribir sobre lo que realmente te apasiona.
Asintió algo incómodo, tratando de encontrar consuelo en las palabras de su amigo. —Tienes razón. Supongo que solo tengo que demostrar mi valía primero.
Sonrió, volviendo a su propia carpeta. —Exactamente. Y oye, si necesitas ayuda, siempre estoy aquí. Podemos intercambiar opiniones, hacer una lluvia de ideas juntos. Será divertido.
Norberto se alegró un poco, sintiéndose algo mejor. —Gracias, Armando. Aprecio tu apoyo.
—Para eso están los amigos —Se expresó, dándole una palmada en la espalda. —Ahora, vamos a ver qué podemos hacer con estos temas. Quizás encontremos una forma de hacerlos tan emocionantes como el espacio.
Con un renovado sentido de determinación, Norberto volvió a abrir su carpeta, dispuesto a encontrar la manera de hacer que los temas asignados fueran tan fascinantes como sus sueños de escribir sobre el cosmos. Mientras tanto, Armando ya estaba sumergido en su propio trabajo, sus ojos brillando con emoción por las historias de misterio y crimen que estaba ansioso por explorar.
Norberto seguía revisando las carpetas, pasando página tras página sin mucho interés. Sentía que cada documento, cada reporte de eventos escolares y artículos antiguos no eran más que palabras vacías, desprovistas de la emoción y la aventura que él anhelaba. Suspiraba mientras leía sobre campañas de reciclaje y eventos de recaudación de fondos, su mente divagando hacia los confines del espacio, donde la verdadera aventura lo esperaba.
—¿Quién escribe estas cosas? —Murmuró para sí mismo, hojeando una carpeta llena de artículos sobre el crecimiento de plantas en el jardín de la escuela. —¿Dónde está la emoción? ¿Dónde está el misterio?
Mientras Norberto seguía revisando sin mucho entusiasmo, Armando estaba por completo inmerso en su propia carpeta, sus ojos brillando con interés. De repente, su expresión cambió y soltó un pequeño grito de sorpresa.
—¡Norberto, mira esto! —Gritó emocionado, levantando unas miradas rápidas de los menos entretenidos. —Encontré algo realmente interesante.
Norberto levantó la vista, su interés despertado por la emoción de su colega. —¿Qué es? —Preguntó, esperando que fuera algo más emocionante que las campañas de reciclaje.
Le mostró el documento. —Hace varios años, una alumna fue mordida por una araña violinista aquí, en la escuela. Hay todo un reporte sobre el incidente y las medidas que tomaron después. Es realmente fascinante, y un poco aterrador.
Tomó el documento y lo leyó, sintiendo un escalofrío al imaginarse la situación. —Vaya, eso sí que es algo diferente —Admitió, con su interés despertado. —No puedo creer que esto haya pasado aquí.
—Sí, es bastante impactante —Dijo Armando, tomando de nuevo el documento. —Y mira, hay más detalles sobre otros incidentes inusuales que han ocurrido en la escuela a lo largo de los años. Podríamos hacer una serie de artículos sobre los peligros ocultos en la escuela. Sería algo que realmente llamaría la atención de todos.
Norberto pensó por un momento, considerando la posibilidad. —Eso suena mucho más interesante que lo que he estado leyendo hasta ahora —Admitió. —Podríamos investigar más sobre estos incidentes, quizás incluso entrevistar a algunas de las personas que estuvieron aquí en esa época.
Armando asintió con entusiasmo. —Exactamente. Podría ser nuestro gran proyecto para el club de periodismo. Algo que realmente marque la diferencia y nos haga destacar.
Se sintió un poco más animado. —Vale, hagámoslo. Pero aún me gustaría escribir sobre el espacio en algún momento.
—Y lo harás —Le aseguró. —Pero por ahora, tenemos una gran historia en nuestras manos. Vamos a hacer que cuente.
Con un nuevo sentido de propósito, los dos se sumergieron en su investigación, decididos a descubrir todos los secretos ocultos que su escuela podría estar guardando. Mientras Norberto seguía leyendo, sintió que había hallado algo que valía la pena, algo que lo emocionaba y lo motivaba a seguir adelante.
Armando seguía revisando la carpeta sobre el incidente con la araña violinista, sus ojos brillando con euforia. No podía esperar para seguir descubriendo más detalles y ya empezaba a imaginar cómo estructurarían el artículo para el periódico escolar. El protagonista, por otro lado, pasaba sus manos por una pila de carpetas, esperando encontrar algo que también capturara su interés.
—¡Norberto, mira esto! —Alertó, sin poder contener su fervor. —Hay más informes sobre otros incidentes raros en la escuela. ¡Mira, aquí habla de una invasión de murciélagos en el gimnasio hace unos años!
Apenas sonrió, asintiendo con la cabeza. —Sí, suena interesante, Armando. De verdad.
Mientras seguía hablando sin parar sobre su hallazgo, Norberto hojeaba otra carpeta. Había un artículo sobre un eclipse solar que había sido visible desde la escuela, con detalles sobre la preparación del evento y las experiencias de los estudiantes. Por consiguiente, captó su atención. Sentía una chispa de interés mientras leía sobre las actividades científicas que realizaron y las descripciones detalladas del fenómeno celeste.
Justo cuando empezaba a sumergirse en la lectura y su mente se llenaba de ideas para su propio artículo, el timbre sonó, indicando el fin del receso. La vibración de la alarma resonó en la habitación, sacando a Norberto de su ensoñación.
—¡No puede ser! —Exclamó, mirando el reloj con frustración. —Justo cuando encontraba algo interesante...
Recogió veloz sus papeles, aún animado. —No te preocupes, Norberto. Podemos seguir con esto después de las clases. Además, ahora sabemos que hay mucho más de lo que imaginábamos.
Asintió, aunque no pudo evitar sentir una punzada de decepción. —Sí, supongo que tienes razón. Pero realmente quería seguir leyendo esto.
—Tendremos tiempo —Le aseguró, dándole una palmada en el hombro. —Vamos, no queremos llegar tarde a la próxima clase.
Guardó la carpeta con cuidado, haciendo una nota mental de dónde había dejado su lectura. Mientras salían del club de periodismo y se dirigían a su siguiente clase, no podía dejar de pensar en el artículo sobre el eclipse. Aunque el resto del día escolar se avecinaba monótono, ahora tenía algo emocionante en qué pensar y trabajar.
La clase de historia comenzaba con la campana resonando en los pasillos y los estudiantes entrando poco a poco al aula. Norberto y Armando encontraron sus asientos cerca de la ventana, donde siempre se sentaban para tener una vista del exterior que les ayudara a despejar la mente durante las largas lecciones.
El profesor de historia, el Sr. Rafael Martínez, ya estaba en el frente de la clase, organizando sus notas en el escritorio. Era un hombre de edad avanzada, con cabello canoso y una barba bien cuidada. Siempre vestía de manera formal, con una chaqueta de tweed y corbata, lo que le daba un aire de autoridad, clase y elegancia.
—Buenos días, clase —Comenzó el Sr. Martínez, mirando a los estudiantes con sus penetrantes ojos azules. —Hoy continuaremos con nuestra discusión sobre la Revolución Industrial y su impacto en la sociedad moderna.
Mientras el profesor comenzaba a hablar sobre las innovaciones tecnológicas y las condiciones laborales de la época, Norberto notó a dos estudiantes más del club de periodismo sentados al otro lado del aula. Eran Clara y Javier; Clara, una chica de cabello rizado y gafas, siempre parecía estar inmersa en un libro. Javier, en cambio, era un chico alto y delgado con una sonrisa fácil y una actitud despreocupada. Ambos estaban tomando notas a su manera sin transcribir las palabras o lo escrito en el pizarrón.
Norberto intercambió una mirada con Armando, quien también había notado la presencia de sus compañeros de club. El foráneo sonrió y susurró:
—Mira, ahí están Clara y Javier. Parece que no somos los únicos interesados en la historia.
Norberto se impresiono, sintiéndose un poco más conectado con el resto del club. Aunque no conocía bien a estos, era reconfortante saber que compartían clases juntos. Tal vez podrían colaborar más de cerca en futuros proyectos periodísticos.
El Sr. Martínez continuó con su lección, proyectando imágenes de fábricas y maquinaria en la pantalla. La voz del profesor era monótona, pero su conocimiento profundo del tema mantenía la atención de los estudiantes.
—La Revolución Industrial no solo transformó la economía, sino también la estructura social —explicaba el Sr. Martínez. —Las ciudades crecieron rápidamente, y las condiciones de vida cambiaron drásticamente. ¿Alguien puede decirme cómo afectó esto a la clase trabajadora?
Clara levantó la mano y respondió con confianza. —Las condiciones de vida de los trabajadores empeoraron, ya que muchos se vieron obligados a vivir en barrios superpoblados con poca higiene. Las largas horas de trabajo y los bajos salarios también eran comunes.
—Muy bien, Clara —Dijo el Sr. Martínez, asintiendo con aprobación. —Esos son puntos clave. Además, debemos considerar cómo estos cambios impulsaron movimientos laborales y reformas sociales.
Mientras la clase continuaba, Norberto se encontró más atento que de costumbre. El tema de la Revolución Industrial, con su mezcla de progreso y desafío, le recordó las dinámicas del mundo Pokémon que había estado soñando. En cierta manera, la lucha por la supervivencia y la adaptación a nuevos entornos eran conceptos universales.
Más tarde, la campana sonó, indicando el final de la clase. Los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas, y Norberto miró a Armando.
—Bueno, al menos esta clase fue interesante —Dijo Norberto, guardando sus cuadernos.
—Sí, y fue genial ver a Clara y Javier participando —Respondió Armando. —Tal vez podamos hablar con ellos después de clases sobre algunos artículos.
Mientras salían del aula, no podía evitar pensar en cómo cada miembro tenía algo único que aportar, tanto en clase como fuera de ella.
La clase de física comenzó con un aire de tensión palpable. El profesor, el Sr. Guillermo Sánchez, era conocido por su exigencia y sus estándares elevados. La atmósfera era aún más cargada de nerviosismo, ya que estaba a punto de entregar los ensayos que representaban un tercio de la calificación final del curso. Este trabajo había sido un desafío considerable, y la mayoría de los estudiantes se sentían inseguros sobre sus resultados.
El Sr. Sánchez era un hombre joven, de complexión robusta y con un bigote que siempre parecía bien cuidado. Su fascinación por la física era innegable, pero su método de enseñanza, implacable y exigente, a menudo dejaba a los estudiantes al borde del pánico. Vestía una bata de laboratorio sobre su ropa formal, un símbolo de su pasión por la ciencia.
—Buenos días, clase —Saludó con una sonrisa que, a ojos de los estudiantes, parecía casi malévola en este contexto. —Hoy es el día que muchos de ustedes estaban esperando con ansias... o tal vez temiendo.
Mientras hablaba, tomó una pila de ensayos de su escritorio y comenzó a repartirlos, uno por uno, deteniéndose para hacer comentarios a cada estudiante. La mayoría de los rostros se arrugaron con preocupación y ansiedad, esperando sus notas.
—Recuerden —Continuó el Sr. Sánchez, mientras entregaba el primer ensayo—, este trabajo representa una gran parte de su calificación final. Espero que hayan puesto su mejor esfuerzo. La física no es solo teoría; es una disciplina que requiere dedicación y pensamiento crítico.
Norberto y Armando estaban sentados juntos, sus corazones latiendo con taquicardia. Cuando el profesor llegó a su fila, ambos contenían la respiración. Entregó primero el ensayo de Armando, quien lo miró y dejó escapar un suspiro de alivio; había obtenido una calificación decente, aunque no excelente.
Luego, el profesor se volvió hacia Norberto con una mirada severa.
—Norberto, aquí tienes tu ensayo —Comunicó, entregándole el papel. Lo tomó con manos temblorosas y miró la calificación: noventa. No era terrible, pero no era lo que había esperado después de dedicar tantas horas al trabajo. Sintió una mezcla de alivio y decepción.
Alrededor del aula, los murmullos y susurros de los estudiantes se hacían más evidentes a medida que más y más ensayos eran entregados. Muchos recibían calificaciones mediocres o reprobatorios, y la frustración era evidente en sus caras. Algunos incluso parecían al borde de las lágrimas.
—No se desanimen —Sentenció el maestro, observando la reacción general de la clase. —Las calificaciones pueden mejorar. Este ensayo era solo una prueba de su comprensión actual. Tienen tiempo para aprender y mejorar antes del examen final si quieren pasar con la nota mínima.
Sin embargo, su tono no tenía el efecto tranquilizador que quizás había pretendido. En lugar de eso, parecía disfrutar un poco del sufrimiento de sus estudiantes, emocionado por el desafío que representaba para ellos.
Mientras el profesor continuaba con su lección sobre la ley de la conservación de la energía, la tensión en la sala no disminuía. Los estudiantes tomaban notas en silencio, absortos en sus pensamientos sobre los ensayos recién devueltos y las implicaciones que conllevaba el reprobar para la mayoría.
Norberto trató de concentrarse en la lección, pero no podía evitar pensar en lo injusto que le parecía haber trabajado tan duro para un resultado que no reflejaba todo su esfuerzo. Armando, a su lado, también parecía absorto en sus pensamientos, aunque con menos angustia.
La clase terminó, y los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas, hablando en voz baja sobre sus tacles y horrores. El Sr. Sánchez se despidió con una última advertencia.
—No olviden revisar sus ensayos y mis comentarios. Aprendan de sus errores. La física es una ciencia rigurosa, pero con dedicación, todos pueden dominarla. ¡Hasta la próxima!
Ambos amigos se dirigieron juntos hacia la salida, reflexionando sobre el desafiante camino que les quedaba por delante en física. La tensión y el nerviosismo seguían presentes, pero también una determinación renovada de hacerlo mejor la próxima vez.
Al final, mientras los estudiantes se levantaban de sus asientos y comenzaban a recoger sus cosas, Norberto notó que un compañero se dirigía hacia el escritorio con una expresión de disgusto en su rostro. Reconoció al estudiante de inmediato: Rodolfo, su rival y colega en el equipo de cálculo.
Era un estudiante brillante, conocido por su perfeccionismo y su tenacidad en todas las asignaturas, en especial en las matemáticas y las ciencias. Era un competidor feroz, y tanto Norberto como él se desafiaban siempre entre sí, lo que elevaba su rendimiento en el equipo de cálculo.
—Profesor Sánchez, necesito hablar con usted sobre mi ensayo —Fue Rodolfo sin rodeos, sosteniendo su trabajo con una firmeza que revelaba su frustración.
El maestro de historia levantó la vista de su escritorio y lo miró con una mezcla de interés y paciencia.
—Claro, Rodolfo. ¿Qué pasa? —Preguntó, dejando de lado los papeles que estaba revisando.
—He recibido una nota de noventa y cinco en mi ensayo —Dijo Rodolfo, con el tono de alguien que no estaba satisfecho. —Pero creo que mi trabajo era perfecto. No entiendo por qué no obtuve el cien.
El Sr. Sánchez sonrió nervioso, un gesto que era a la vez comprensivo y condescendiente.
—Rodolfo, noventa y cinco es una calificación excelente. Sin embargo, en la física, como en cualquier ciencia, siempre hay margen para mejorar. Encontré algunos puntos en tu ensayo que podrían ser más claros o estar mejor explicados.
Rodolfo quedo ofendido, evidente al no estar satisfecho con la explicación.
—Pero, profesor, seguí todas las instrucciones y verifiqué mis cálculos varias veces. No entiendo qué más podría haber hecho.
Norberto, que estaba guardando sus libros en la mochila, se quedó pensativo mientras observaba la interacción. No le sorprendía que estuviera insatisfecho con esa calificación, aunque fuera alta; su rival siempre había tenido estándares altos para sí mismo. Pero también le dio algo en qué pensar sobre sus propias expectativas y esfuerzos.
El Sr. Sánchez se levantó de su silla y caminó hacia Rodolfo, colocando una mano en su hombro.
—Rodolfo, la búsqueda de la perfección es admirable, pero también necesitas aprender a aceptar críticas constructivas y usarlo para mejorar. La ciencia es un campo en constante evolución, y siempre hay algo nuevo que aprender o una forma de hacer las cosas mejor.
Rodolfo asintió, aunque no parecía nada convencido.
—Entiendo, profesor —Vocifero. —Solo quiero asegurarme de que estoy dando lo mejor de mí.
—Y lo estás haciendo —Respondió el Sr. Sánchez con una sonrisa sincera. —Sigue así y verás que alcanzarás grandes logros.
Norberto observó cómo Rodolfo se retiraba, todavía visible su indignación, pero resignado. La escena le dejó una impresión duradera. Mientras salían del aula, no pudo evitar pensar en cómo sus propias expectativas a veces lo llevaban a la frustración. Reflexionó sobre la importancia de aceptar las críticas y aprender de ellas, incluso cuando parecía que había dado todo lo posible.
Salieron del aula de física, con las mentes aún ocupadas por el difícil ensayo que acababan de recibir. La tensión en el ambiente aún era palpable mientras los estudiantes discutían sus calificaciones y las duras críticas.
—¿Cómo te fue, Norberto? —Preguntó Armando, ajustando la correa de su mochila.
—No tan mal, creo que saqué un noventa —Respondió Norberto, mirando el suelo con una mezcla de alivio y decepción. —Podría haber sido mejor, pero al menos no es terrible. ¿Y tú?
—Obtuve un cincuenta —Comunicó con una sonrisa. —Pensé que me iría peor, así que estoy contento. Pero, aun así, es un ensayo complicado.
Justo en ese momento, Clara y Javier se unieron a ellos en el pasillo, caminando hacia la clase de educación física.
—¡Hola, chicos! —Gritó Clara, poniéndose al día con ellos. —¿Qué tal les fue en el ensayo de física?
—Bastante decente, supongo —Respondió Norberto, encogiéndose de hombros. —Aunque Rodolfo está furioso por no haber sacado un cien.
—¿Rodolfo? ¿En serio? —Javier rodó los ojos. —Ese tipo nunca está satisfecho. ¿Qué más da si sacas eso o no?
—Para él, parece que sí importa mucho —Dijo Armando riendo. —Pero bueno, cada quien con sus obsesiones.
—Yo estoy contenta con mi setenta —Dio una gran sonrisa. —No es perfecto, pero al menos sé en qué debo mejorar.
Mientras conversaban animadamente, Lucas apareció de repente, apresurado y con una expresión determinada en el rostro.
—¡Ey, chicos! —saludó, uniéndose a la conversación mientras mantenía su ritmo rápido. —Voy de camino al club, pero pensé en saludar.
—¿Ya tan rápido? —Preguntó Javier. —¿No tienes clase ahora?
—Sí, pero tengo que entregar unas cosas antes de que se me olvide —Respondió veloz. —El profesor me dio permiso. ¡Nos vemos!
—¡Buena suerte, Lucas! —Se despidió, mientras el grupo continuaba su camino hacia la clase de educación física.
—¡Gracias! —Respondió, alejándose a toda velocidad.
Norberto observó cómo se iba, admirando su dedicación. Mientras caminaban hacia las canchas, sus pensamientos volvieron a la conversación con Rodolfo.
—¿Creen que Lucas también esté obsesionado con el periodismo como el segundón lo está con las notas? —Preguntó Norberto, medio en broma.
—Podría ser —Dijo Clara riendo. —Pero al menos Lucas parece disfrutar lo que hace, no como Rodolfo, que parece sufrir por cada punto menos.
Llegaron a las canchas, donde los esperaba su próxima clase. La conversación, aunque ligera, había ayudado a Norberto a despejar un poco su mente. Pero, mientras se preparaban para la clase de educación física, no pudo evitar pensar en todo lo sucedido.
El sol brillaba con intensidad en el cielo cuando los del club llegaron para su próxima clase. El profesor Larios, un hombre enérgico y siempre dispuesto a motivar a sus estudiantes, los recibió con una sonrisa.
—¡Buenos días, chicos! —gritó el profesor Larios. —Hoy vamos a empezar con una carrera de resistencia alrededor de la pista. Quiero verlos dar su mejor esfuerzo. ¡A correr!
Los estudiantes se dispersaron y comenzaron a trotar alrededor de la pista. Norberto, Armando, Clara y Javier se encontraron corriendo juntos, formando una pequeña caravana mientras avanzaban al mismo ritmo.
—Bueno, ahora sí que tenemos tiempo para hablar —Vocifero Clara entre risas mientras se ajustaba la coleta. —¿Qué les pareció la clase de física?
—Honestamente, me dejó un poco frustrado —Respondió, respirando hondo para mantener su ritmo. —Siento que podría haber hecho un mejor trabajo en el ensayo.
—Lo hiciste bien, Norberto —Intervino Armando. —Un noventa no está nada mal, considerando la dificultad.
—Sí, pero siempre está ese sentimiento de que podrías haber hecho algo más —Comunicó, su voz reflejando un toque de auto-exigencia.
—¿Y qué me dicen de Rodolfo? —Preguntó Javier, riendo. —No puedo creer que se quejara por nada. Ese tipo está obsesionado.
—Definitivamente —Asintió Clara. —Siempre quiere ser el primero en todo. ¿No les da un poco de lástima?
—Un poco —Admitió Armando. —Pero al mismo tiempo, admiro su dedicación. Aunque creo que es importante encontrar un equilibrio.
Norberto recordó cómo Rodolfo había discutido con el profesor al final de la clase. Le sorprendía cómo alguien podía estar tan enfocado en la perfección.
—Lo que me preocupa —Manteniendo su paso firme —es cómo balancear todo esto con el trabajo en el periodismo. Quiero dar lo mejor de mí en ambos, pero a veces siento que no es suficiente.
—Entiendo lo que dices —Respondió, su voz teñida de comprensión. —Pero creo que si disfrutamos lo que hacemos y ponemos nuestro esfuerzo, los resultados serán buenos.
—Exacto Clara —Javier acelerando un poco el paso. —Además, el periodismo nos da una oportunidad de expresarnos y aprender cosas nuevas. Creo que es un buen complemento a nuestras clases.
El grupo continuó corriendo, sus pasos sincronizados y su conversación fluyendo de manera natural. La pista alrededor de las canchas estaba rodeada de árboles, y el canto de los pájaros proporcionaba una melodía relajante. Los estudiantes a su alrededor también corrían, algunos a un ritmo más rápido y otros más lento, pero todos compartían el mismo objetivo: completar la carrera.
—¿Y qué tal si empezamos a planear algún artículo interesante para el club? —Sugirió Armando, mirando a sus amigos. —Podríamos investigar algo relacionado con la ciencia, que combine lo que aprendemos en física.
—¡Me gusta esa idea! —Se alegró Clara. —Podríamos buscar temas que conecten las clases con algo más práctico.
—Suena genial —Norberto sintiendo que la conversación le daba una nueva perspectiva y energía. —Tal vez eso también me ayude a ver las clases de manera diferente.
—¡Perfecto! —Concretó Javier, animado. —Entonces, después de la clase, podríamos reunirnos y empezar a planear.
Con renovada motivación, el grupo continuó su carrera. La clase que al inicio parecía una tarea agotadora, se había convertido en un momento de reflexión y planificación.
Después de completar la carrera y la sesión de estiramientos bajo la atenta mirada del profesor Larios. Los amigos se dirigieron a los vestuarios, dejando a Clara por unos minutos de lado. El sudor y el cansancio eran evidentes en sus rostros, pero también había una sensación de logro por haber completado la actividad física.
—¡Qué buena carrera! —Armando se secaba la frente con una toalla. —Ahora es hora de ponernos creativos en la clase de arte.
—Sí, necesito un cambio de ritmo después de tanto ejercicio —Javier se ponía su camiseta limpia. —Espero que hoy podamos hacer algo interesante. Me gusta cuando nos dejan experimentar con diferentes materiales.
Norberto, aún con pensamientos dispersos sobre sus responsabilidades, se vistió en silencio, pero una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al escuchar a sus amigos. Sabía que la clase de arte sería un buen respiro antes de retomar las materias más teóricas.
—Vamos, no queremos llegar tarde —Comunicó Javier liderando el grupo hacia la salida del vestuario.
Salieron de los vestuarios para ir al aula de arte, cruzando el patio escolar. Los árboles les brindaban una sombra refrescante, y los murales pintados por otros estudiantes adornaban las paredes de los edificios, añadiendo un toque vibrante al entorno.
Al entrar, el olor a pintura y arcilla les dio la bienvenida. La maestra, la señora Gómez, una mujer de mediana edad con cabello castaño y ojos brillantes, los saludó con una sonrisa cálida.
—¡Bienvenidos! Hoy vamos a seguir sus dibujos —Anunció, emocionada por la actividad que tenían por delante.
El cuarteto tomó asiento, preparándose para sumergirse en la ilustración. A pesar del cansancio, la perspectiva de una clase creativa les dio un poco de impulso, y estaban listos para dejar volar su imaginación.
En el bullicio del aula, Norberto levantó la vista de su dibujo de galaxia y se quedó pensativo. Algo en su mente había cambiado.
—Oye, Armando —dijo Norberto, girando hacia su amigo—. Estaba pensando... ¿y si dibujamos algo más personal?
Armando lo miró con curiosidad. —¿A qué te refieres?
—Podríamos dibujar a los Pokémon que sentimos que nos representan —Sugirió Norberto, sintiendo una chispa de emoción. —Por ejemplo, yo dibujaría a Riolu.
Armando sonrió, su entusiasmo evidente. —¡Me encanta la idea! Entonces, voy a dibujar un Joltik, ¡mi favorito!
Javier, que estaba escuchando la conversación, levantó la vista de su propio boceto. —Eso suena genial. Creo que voy a dibujar a Heracross, siempre me ha gustado su fuerza y determinación.
Clara, que había estado trabajando en los colores de su paisaje, también se unió a la conversación. —¡Esperen! Quiero participar también. Voy a dibujar a Serperior, es fina y refinada.
Todos se animaron con la nueva idea y comenzaron a cambiar sus dibujos. Norberto empezó a esbozar a Riolu, tratando de capturar su espíritu luchador en el papel. Armando trazaba las delicadas patas y el cuerpo de Joltik con gran detalle. Javier trabajaba en las robustas formas de Heracross, y Clara se concentraba en las curvas elegantes de Serperior.
—Esto es mucho más divertido —Comentó Armando, sin apartar la vista de su dibujo.
—Sí, definitivamente —Agregó Norberto, sonriendo mientras delineaba los detalles de Riolu.
Javier, mientras añadía los últimos toques a Heracross, comentó—. Me gusta cómo cada Pokémon refleja algo de nuestra personalidad.
Clara asintió, sumida en su trabajo—. Es una forma de mostrar quiénes somos a mediante el arte.
La maestra Gómez pasó por su mesa y observó los nuevos dibujos con interés.
—Veo que han cambiado de tema. Estos Pokémon realmente parecen reflejar algo especial de cada uno de ustedes —Asintiendo con aprobación—. Buen trabajo, chicos.
Con la aprobación de la maestra y la nueva energía en la tarea, los cuatro amigos siguieron dibujando, disfrutando del proceso creativo. Aunque el ambiente del aula estaba lleno de ruido y actividad, se sentían conectados en su arte y sus intereses compartidos.
Cuando la clase terminó, se miraron con satisfacción.
—Este es uno de los mejores dibujos que he hecho en mucho tiempo —Festejo Armando, mirando su Joltik con orgullo.
—Estoy de acuerdo —Respondió Norberto—. Es increíble cómo algo tan simple puede ser tan significativo.
Con una sensación renovada de camaradería y creatividad, todos recogieron sus cosas, listos para el timbre final del día escolar, resonando por los pasillos del instituto. Norberto, Armando, Javier y Clara recogieron sus mochilas y se dirigieron hacia la salida, sintiendo la mezcla de cansancio y alivio que trae el fin de la jornada.
—Fue un día bastante productivo —Dijo Javier mientras caminaban hacia la puerta principal—. Me alegra que hayamos cambiado nuestros dibujos.
Clara asintió con una sonrisa—. Sí, definitivamente fue más divertido de lo que esperaba. Serperior quedó bastante bien, creo.
Norberto, con la mochila colgada al hombro, sonrió—. Me encantó dibujar a Riolu. Fue una buena idea.
—Totalmente de acuerdo —Añadió Armando—. Joltik nunca se había visto tan genial.
Caminaban juntos, hablando y riendo, cuando llegaron a la esquina donde sus caminos se dividían. Javier fue el primero en despedirse.
—Nos vemos mañana, chicos —Comunicó levantando la mano—. ¡Adiós!
—Adiós, Javier —Respondieron todos al unísono.
Un poco más adelante, Clara señaló hacia su casa.
—Aquí es donde me despido. Hasta mañana.
—Cuídate, Clara —Se despidió Norberto, y Armando la imitó—. Nos vemos.
—Hasta luego —Sonriendo y girando hacia su calle.
Norberto y Armando continuaron juntos un rato más, hablando de sus planes para el fin de semana y del próximo artículo. Llegaron a una bifurcación, donde los caminos también se separaban.
—Bueno, este es mi camino —Suspiró Armando—. Fue un buen día, ¿no?
—Sí, lo fue. Nos vemos mañana en el club de periodismo.
—Hasta mañana, Norberto —Dando una palmada en la espalda antes de tomar su camino.
Norberto siguió caminando solo, reflexionando sobre el día. Pensó en la clase de arte, en la sorpresa de encontrar miembros del club de periodismo en sus clases, y en las risas y conversaciones con sus amigos. A pesar de la rutina escolar, esos momentos habían hecho el día especial.
Al llegar a su casa, se detuvo un momento en la entrada, mirando el cielo que empezaba a teñirse con los colores del atardecer. Sonrió para sí mismo, sabiendo que, aunque la vida escolar pudiera ser aburrida a veces, los amigos y las pequeñas sorpresas del día hacían que todo valiera la pena. Abrió la puerta y entró...
Esta historia continuará...
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