Toda la vida
-Vengo en son de paz. Y en calidad de amiga.
-Y yo me alegro de que hayas venido -Erick estiró la mano, como pidiéndole a Paula que se la cogiera.
-Estoy muy asustada. No quiero volver a pasar por nada como lo de esa noche. No vivía algo así desde... desde el accidente de mis padres. Erick, no tengo ni la más ligera intuición sobre cómo pudo joderse todo tanto y tan rápido. Estábamos bien. Todos estábamos bien.
-No, Paula. Nada estaba bien. Ahora no lo ves porque el miedo siempre te come y te metes en el bucle de turno y no sabes levantar la cabeza y ver lo que tienes delante o, tan siquiera, echar la vista atrás, pero nada estaba bien.
-Te he traído lo que me pediste y será mejor que te lo dé cuanto antes, que me está apestando el bolso...
Paula sacó una bolsa de papel con zonas transparentes por la grasa. Dentro, una hamburguesa y patatas fritas.
-¿Sabes que eres mi ángel de la guarda, verdad?
-Te va a sentar mal y me voy a sentir culpable.
-Si me sienta mal y te sientes culpable, piensa que seré un tipo que se dobla de dolor, pero se dobla de dolor contento, porque gracias a ti rompí la maldición de la puta sopa de pescado.
-Ni siquiera debe ser de verdadero pescado... digo, es un riesgo, ¿no? El pescado es como muy delicado...
-Mira, no lo sé ni lo quiero saber, pero eso no es un menú, es una venganza. Si me dices que son los meados de Don Leo, me lo creo...
Rieron acompasadamente, mientras Paula abría con cuidado, sobre la papelera, una lata de refresco. A la risa le siguió uno de esos silencios que combinan el deber con la pereza, como cuando sabes que tienes que colgar la ropa al sol, pero no soportas el peso de la tarea y, al final, la dejas pudriéndose en la lavadora. Erick conocía a su amiga lo suficiente como para saber que, entonces, recaía sobre él la responsabilidad de retomar ese diálogo incómodo que minutos antes se saldó con la entrega de la hamburguesa.
-Mia me contó que hablaste con ella...
-Lo habrá exagerado todo, como siempre.
-Dijo que no querías saber nada de la campaña, ni de mí, a no ser que ella saliera de mi vida. ¿Lo exageró?
-No, eso es verdad. Erick, ¿te das cuenta de que casi te mueres, otra vez, por culpa de Mia? Llevamos años en esto y la historia se repite, una y otra y otra vez y, cuando ya pienso que es la vez definitiva, que se ha cruzado una línea, que ahora sí que sí la vas a olvidar, Mia encuentra la manera de llegar a ti y, de nuevo, joderte.
-Mia nunca me ha buscado, Paula. Jamás, ni una sola vez en toda la vida que llevamos compartida. Soy yo quien no puede, no sabe, o no quiere alejarse de ella.
-Tú lo ves así, pero no puede ser verdad. Erick, ella misma te lo ha dicho infinidad de veces, ¡si hasta lo dijo en el discurso de vuestra boda, coño! Mia te ha elegido a sangre fría para que seas su peón...
-Sí, vale, está bien. Pero yo me puse delante, Paula. Yo me abrí paso entre el resto, me apoyé sobre las patas y arañé el cristal, como un perrito deseando que lo eligieran. Mia vio mi debilidad, vio que soy así de idiota, y puede que se haya aprovechado todas las veces, pero te prometo que en cada etapa con ella, quien la ha buscado he sido yo.
-Entonces no la busques más...
-No puedes pedirme eso.
-No te lo estoy pidiendo, Erick. Te lo estoy suplicando. Me arrodillo aquí mismo si quieres. Por favor, ¡por favor!, deja ya a Mia de una maldita vez. Si no te importa morirte por su culpa, que te queme vivo o que te haga matar por unos pandilleros de mierda, entonces no lo hagas por ti...
-Paula, no me manipu...
-No, no te manipulo. Erick, yo quiero estar contigo como siempre, pero yo no me quiero morir. Yo no quiero que la loca de tu exmujer vuelva a pensar que tenemos algo y atente contra mí. ¿Tú te crees que yo no lo pienso? Erick, desde que te juntaste con ella me ha querido quitar del medio y tú sabes de lo que es capaz...
-Mia no es una asesina...
-¡Le prendió fuego a un colegio, joder! -Paula gritó hasta sentir que su propia voz, descontrolada y aguda, le había sacudido el tímpano-. ¿Qué más pruebas necesitas de que cada vez llegará más lejos? ¡Eran niños, Erick, niños!
-Todavía lo están investigando...
-¿Y qué más da lo que estén investigando? -Paula se acercó a su amigo y le clavó la mirada a solo centímetros de sus ojos-. ¿Acaso te piensas que no sé que estás moviendo cielo y tierra y untando a quien sea para que la investigación dé cualquier resultado que le salve el culo a esa puta?
Erick bajó la mirada, en silencio.
-¡Já! ¿De verdad? ¿Estamos en este nivel? ¿Es esta la pantalla del juego que estamos jugando ahora? Es que... Erick, ¡ya ni te molestas en negármelo, coño! ¿Qué te pasa?
-Lo siento, Paula. Entiendo que no quieras estar cerca de mí...
-No, tú no has entendido nada, huevón. Por eso estamos así. Tú no has entendido que yo siempre voy a estar contigo. Erick, la mierda esa que tienes con Mia, que no sé muy bien qué es, es una cosa pasional, volátil, como toda ella. Eres un yonki y tu dosis es la locura de esa mujer. Estoy segura de que, si Mia fuera normal, ya te habrías aburrido de ella. No rehaces tu vida, no eliges a ninguna otra, porque sabes que otra te va a dar, como mucho, escenas de celos con llantos y reproches y, en el más loco de los casos, un zapato o un vaso estampado en la pared. Te van a dar guerras ridículamente convencionales, pero tú no quieres eso. Tú quieres la locura de Mia.
-Paula, yo...
-Y yo soy tu amiga, tu puta mejor amiga, la gilipollas que ejerce de mejor amiga y, ¿sabes qué? Me encantaría que lo que sea que tenemos tú y yo fuese igualmente pasional y volátil porque al menos así te podría mandar a la mierda y buscarme a otro. Pero resulta que no, que somos amigos, que somos un espacio seguro, que somos un jodido crucero por las islas griegas con el jodido cielo azul y el puto mar en calma y dime, Erick, ¿quién carajo se bajaría de algo así? Tú me arrastras a toda esa mierda y yo no quiero esa vida, pero estoy en el barco contigo, porque somos amigos. Ya está.
-Mia no llevó el mechero a la fiesta.
-¿Qué? -Paula se secó las lágrimas con la manga de la americana.
-Se lo encontró allí, en el bar, en la barra. Mia vino a contarme lo que tú le habías dicho y a decirme que te daba la razón, que se apartaba de mi vida...
-Es un teatro, ¿no te das cuenta?
-No era un teatro, Paula, te lo aseguro. A mí también me cuesta creerle, pero esta vez, no sé por qué, la he visto... diferente...
-¡Porque vas hasta el culo de Nolotil, huevón! Si te digo que soy tú, pero en azul, y que puedo volar, te lo vas a creer porque te están metiendo cualquier cantidad de mierda para que no te dé un infarto por el dolor de haberte tenido que recolocar las tripas...
-Paula...
-¡Yo sentí tu olor a mierda! -Paula volvió a dejarse llevar por ese llanto sofocante y hostil-. Erick, tú te desmayaste, pero yo no. Yo estuve ahí y corrí hacia ti y te vi en el suelo en un charco de sangre con los intestinos fuera y olía a sangre y a mierda, igual que en el libro de García Márquez, te lo estoy diciendo de verdad... y no sabía cómo hacerlo, pero habría querido saber cómo coger esas cosas y volverlas a poner en su sitio para que no te murieras, porque eres la última persona que me queda por morirse y yo no quiero estar sola en este mundo de mierda. Pero no sabía hacerlo y, cuando entendí que no sabía, que no podría, entonces se me cambiaron las ideas y empecé a pensar que Mia se merecía que le pasara lo mismo. Y quise...
-Paula...
-Yo no quiero ser así...
-Tú jamás vas a ser así. Te lo juro por Dios. No lo serás. Ven...
Erick se hizo a un lado en la estrecha cama de hospital y acunó a Paula junto a él.
-Se me está llenando el pelo de hamburguesa...
-Ni confirmo, ni desmiento.
-Vale...
-Si en todos estos años no he dejado que Mia acabe del todo conmigo, ha sido por ti, por no dejarte sola. Y así seguirá siendo, si tú quieres, claro...
-Eres la única familia que tengo, ¿cómo no voy a querer?
-Pues entonces, así será... ni Mia, ni el Covid, ni los putos Latin Boys de los cojones, van a hacer que te libres de Erick Matallanas, así que procura no aburrirte de mí, porque me vas a tener que aguantar toda la vida.
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