Thriller
-"Alguien que crea en ella", si no soy yo, tiene que ser sí o sí la cría, la que la sacó del fuego.
-A ver, Robert, escúchame bien -Erick intentaba proyectar la voz a través del teléfono, aunque el ruido de la gente en la concentración le hacía dudar de si se oiría bien o no-, la niña del colegio no es una opción.
-¿Se te ocurre alguien mejor? Porque tú hiciste que se fuera por desconfiado...
-Lo que quiero decir es que no puedes ir a buscar a una niña de ocho años o diez o los que tenga, para interrogarla sobre el paradero de una profesora a la que solo ha visto una vez -Erick subió los brazos para que el sastre terminara de remeterle la camisa y ajustarle la petaca del micrófono-. Aunque la hubiera visto más veces, es una menor, no te puedes meter ahí.
-¿Acaso no lo harías tú?
Al otro lado de la línea, solo bullicio.
-Erick, tú lo harías. Lo que pasa es que no te fías de que el niño feliz, el pijo, pueda meterse en este embolao y hacer las cosas bien para encontrar a su mujer. Niégamelo si no...
-Tiene que haber algo más, Robert, algo que se nos esté escapando. Piensa, joder, que tú has vivido los últimos cinco años con ella.
-Tío, esto es muy Agatha Christie, ¿por qué no dejamos que se meta la policía? Esto es como una puta novela policíaca, tío, que entren los policías y lo arreglen, que es su puto trabajo.
-¿Tú crees que no vamos hasta arriba de policía ya con todo lo que está pasando? Que tú no te veas yendo conmigo a una comisaría, no quiere decir que no haya gente trabajando en todos los frentes que tenemos abiertos, pero nosotros nos movemos a otro nivel.
-Al nivel de no encontrarla.
-Mira, te tengo que dejar. Por favor, no la cagues y no nos jodas más la vida, que bastante mal estamos ya.
Paula se acercó a Erick e hizo ese gesto que llevaba años haciendo cuando sentía que las cosas se ponían especialmente feas: agachar la cabeza y ladearla, como en señal de negativa, mientras la acercaba a su pecho y se escondía en el hueco entre su pectoral y su brazo. Erick correspondió rodeándola en un abrazo apretado, como uno de esos edredones nórdicos que pesan mucho y cuyas esquinas se atan a los extremos del colchón para evitar que se escapen. Besó su cabeza y olió su pelo, siempre tan familiar, tan capaz de darle esa sensación de hogar, de calma.
-Gracias por estar vivo de verdad.
-¿Y si lo estoy de mentira? -Erick apartó a Paula, cogió su cara con las dos manos, abrió los ojos, como si quisiera expulsarlos de las órbitas y le tarareó el inicio de Thriller-. ¡CHARÁAAAAAAAA! ¡CHARÁAAAA-RAAAAAA!
-¡Qué idiota! -Rió ella entre lágrimas, mientras él buscaba sus mejillas para morderla.
-Ahora eres un zombie como yo -le susurró con un aire paternal, riendo con ella.
-Me da miedo la reacción de la gente.
-A la gente la voy a tener cogida por los huevos en un segundo, tú por eso no te preocupes.
-Erick... ¿Tú de verdad te fías de ese tipo?
-¿De Robert?
-No. Del otro. El matón ese grande.
-Carlos... sí. Paula, Carlos se mueve por dinero y yo le he dado mucho dinero, durante muchísimo tiempo, como para que no se le pase por la cabeza hacer ninguna gilipollez.
-Pero siempre puede haber alguien con más dinero que tú...
-¿Qué? -Damián de Mena interrumpió, metiendo prisa-. ¿Te hacemos un pasillo con putas ramitas de olivo, señor don Mesías?
-Dímelo tú, que para eso eres el mandamás de la científica. Eso o me sacas en hombros.
-¿Sabéis que esta mierda campaña ya no se sostiene, verdad? No os lo digo como policía, os lo digo como ciudadano que va a votar por cualquier mierda que no sea esto.
-¿Ah sí? -Inquirió Paula.
-Es una manera de hablar, pero sí, esto no hay por dónde cogerlo.
-El orden es: primero hablará Don Leo, después Ruth, por último saldrá Erick contigo, ¿entendido?
-¡Venga! ¡Que empiece el circo!
En la sala de curas del hospital, un dolorido Pedro Yánez se alegraba por no tener lesiones graves y se preocupaba por no conseguir hablar con su colega y ex mujer. Entonces, entró un mensaje en su teléfono, como una señal de alivio.
-Busca una tele, pon el canal seis. Se te van a caer los cojones al suelo.
-¿Qué dices? Mary, ¿qué has hecho?
-Busca una tele, Pedro, coño, no estropees la sorpresa.
Uno de los entrevistadores más icónicos del país inició una transmisión especial en directo con Alicia Suárez, la actual Presidenta de Gobierno, en carrera por la reelección, que con un gesto afectado, como de haber llorado, le acompañaba en la transmisión.
-Señora Presidenta, ¿cómo se entrevista a una Presidenta de Gobierno en un clima como el actual? Por muy follonero que yo pueda ser o haber sido, lo que está pasando en la calle... diría que supera los argumentos de cualquier político.
-No me veas como a uno. Ahora mismo vengo en calidad de madre, en calidad de hija y en calidad de mujer. Y si te he elegido para contar esto, es porque creo que es importante que los jóvenes de este país comprendan el verdadero valor de la familia.
-Pero el valor de la familia es la gran proclama del candidato de la oposición, señora Suárez...
-¿Y de qué le sirve si no para pisotearlo? Su mujer se suicidó, su hija ha sido testigo de un intento de magnicidio en el que murió una persona y lo mejor que se le ha ocurrido es colapsar hospitales pidiendo donaciones de sangre sin ton ni son y la campaña cada vez más huele a irresponsabilidad, a asociaciones irresponsables con lo peor de la sociedad, empezando por los vínculos más que cuestionables entre Leonardo Castillo, bueno, Don Leo, y las bandas latinas.
-¿Y qué propone usted entonces?
-Hoy, nada. No vengo aquí como candidata -Alicia dudaba de esta maniobra, pero confiaba en la seguridad que había conseguido transmitirle Mary Mantilla-, sino como mujer de familia, de verdadera familia, de esas que de verdad conforman la base de la sociedad.
-¿Quiere que compartamos las imágenes?
A pesar de trabajar en un periódico pequeño, diminuto, Mary Mantilla era habilidosa para crear conexiones con personas más poderosas que ella. Sabiendo su lugar, sin intentar treparles, se ganaba la credibilidad de las voces más relevantes del gremio y se granjeaba un acceso a fuentes, como el entrevistador o la mismísima Presidenta de Gobierno, a las que nadie en su posición podría acceder en condiciones normales.
Por eso, cuando supo que el padre de su hijo había recibido una paliza por parte de un matón puesto por Erick Matallanas, decidió que el circo de su supuesta muerte había durado lo suficiente como para que fuera hora de desmontarlo atacándole a la yugular, por sorpresa y sin ninguna opción a retorcer los datos o a alargar aquella pantomima que por poco deja a Hugo sin padre.
Además, dudaba que Erick no conociera, pese a sus incontables recursos, su parentesco con Pedro, y el que hubiese permitido que un miembro de los Latin Boys arremetiera así contra el padre de su hijo, disolvía cualquier pacto presente y anulaba la posibilidad de cualquier alianza en el futuro. A partir de ese momento, sabía que iba a joderle vivo.
Las imágenes exhibidas en directo y que habían sido recogidas por ella, mostraban a Alicia Suárez como pocas veces se había dejado ver: sin maquillaje, con el pelo en un moño despeinado, vistiendo un pantalón vaquero holgado, una camiseta blanca de algodón, un abrigo básico de plumas gris y unas zapatillas de deporte. Avanzaba por una zona ajardinada, perfectamente cuidada, hasta encontrarse con una octogenaria llorando desconsoladamente en su silla de ruedas.
-Señora Matallanas, siento mucho que se haya tenido que enterar así. Siento que nadie del equipo de su hijo haya podido contarle lo que le pasó.
-¿Lo han enterrado ya?
-Le prometo, ¡le juro!, no como presidenta, sino como persona, que en cuanto recuperemos el cadáver le haremos un funeral de Estado, con todos los honores, y usted estará en primera fila, conmigo, para despedirse de él.
El vídeo fundió a negro y la imagen del entrevistador, con el pelo cano revuelto y las gafas ligeramente empañadas, conmovido casi hasta las lágrimas, junto a Alicia, que le miraba con una expresión de rabia, de decepción, colmaban la pantalla.
-¡Mare de Déu! -resopló, tras aquella exclamación de incredulidad en catalán-. ¿Qué se siente decirle a una madre que su hijo ya no está?
-Como Presidenta, y está mal que lo diga en este punto de la campaña -Alicia seguía al dedillo el discurso inoculado por Mantilla- es un fracaso. Es un fallo del sistema democrático que unas elecciones se salden con un muerto.
-¿Se han saldado?
-Eso parece. La calle ha respondido a favor de Don Leo y, hasta cierto punto, lo comprendo. Es normal que el electorado, hecho de humanos, de personas, se solidarice con la víctima. Es menos natural que un elector piense que en este país no se ha visto nada igual hasta que han llegado ellos, con unos pactos más que cuestionables, y han generado un clima de crispación que se ve en la calle.
-¿Quién está detrás del asesinato del jefe de campaña de Don Leo?
-Eso, de momento, permanece como secreto de sumario.
-¿Por qué no se avisó antes del extravío del cuerpo?
-También formaba parte del sumario hasta que se filtró a la prensa.
-¿Sigue en peligro Don Leo?
-Eso se lo tendrán que contestar desde su equipo. Por mi parte, garantizar que las fuerzas de seguridad del Estado están haciendo su trabajo, no solo para esclarecer los hechos que conforman esta investigación, sino para prevenir altercados futuros.
-¿Qué más habló con la madre de Erick Matallanas?
-La mujer llevaba meses sin recibir visitas, ni de Erick ni de nadie. Y nadie cercano a él le dijo absolutamente nada sobre el asesinato de su hijo. Ése es el valor que la oposición le da en la vida real a la familia. Es una mujer muy mayor, que presenta un serio deterioro cognitivo, al punto de enfadarse al conocer la noticia, no tanto como reacción a la pérdida, sino por mezclar líneas temporales y escenarios y decir que su ex nuera, con la que Matallanas no tiene vínculo alguno desde hace años, debió habérselo contado esta misma mañana, cuando fue a verla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro