Rápidos y furiosos
-Están todos. Hay más de uno que parecen salidos de Narnia, Erick... ¿Tú estás seguro de que hemos cribado bien?
-Hemos cribado de puta madre, Paula. Cuanto más de Narnia, mejor.
Erick cruzó su despacho y, justo antes de salir, cambió de idea. Se deshizo de su americana, se abrió la camisa hasta el tercer botón, desordenando el cuello y remangó los puños, perfectamente almidonados. Se revolvió el pelo rizado, negrísimo, y le dirigió una mirada cómplice a Paula.
-Bésame.
-Sí, claro, ahora voy. ¿Qué coño haces?
-Que me beses aquí, joder -Erick le señaló a Paula el pómulo-. Déjame una marca de pintalabios, como si me hubiera dado un beso mi tía solterona. No me mires así, joder, fíate un poco.
-Ahrrrggg... ¡No sé por qué nunca te puedo decir "no" a nada! -Paula se acercó a su amigo y le estampó los labios con precisión y fuerza, como quien pone un sello-. Mira a ver si te gusta.
-Nah, yo sí que me fío -cogió la mano de Paula entre las suyas y la besó posando los labios acolchados, tibios, llenos de paz-. Si alguien de aquí me tuviera que operar a corazón abierto ahora mismo, sin tiempo para ambulancias, te daría a ti el bisturí.
Erick entró al anfiteatro, la sala más grande de toda la oficina y, de forma casi instintiva, se hizo la señal de la cruz, un gesto que repetía como talismán materno, aunque se definía a sí mismo como ateo, y reprimió una arcada por la mezcla de olores a calamares, salchichas y patatas fritas que inundaba la estancia.
"Joder, Paula, sí que te lo has currado eligiendo el catering para esta plaga... lo llegas a hacer aposta para joderme y no te sale así de bien", pensó.
-Señores, ¡bienvenidos a un nuevo ciclo de la historia de este país! -Exclamó como quien presenta un show de malabarismo cutre en un circo de pueblo.
Un aplauso a medias se apoderó del lugar. La mitad que tenía las manos libres para aplaudir lo hizo con todo ímpetu. La otra mitad, al menos, se mostró diligente en el intento por aparcar con celeridad los huesitos de alas de pollo, las servilletas arrugadas, los mondadientes y las cervezas a medias, y sentarse en los asientos que Paula había dispuesto en forma de ajedrez para que Erick tuviera la oportunidad de hacer contacto visual con todos.
-¡Perdone, señor! ¿Usted quién es? -Una mujer con la piel llena de brillos y el pintalabios borroso le hablaba a Erick desde un asiento de la tercera fila-. Pensábamos ver a Paula, la jefa de la campaña. Las lideresas del sector del transporte no hemos venido hasta aquí perdiendo el día de trabajo para que esto siga siendo un campo de nabos donde un señoro nos diga que cambiaremos España.
-¿Señoro de qué? -Replicó un hombre de estatura baja al que Erick no alcanzaba a ver, aunque intuía que la voz venía de una de las últimas filas-. ¡Señoro tu padre, guarra!
-Guarra no, un respeto -una mujer rubia y estilizada con un traje blanco de chaqueta se puso de pie dando la sensación de ser una de las columnas del anfiteatro-, que usted nació de una mujer. ¿Quién es usted? Yo soy Judith Arias, anestesiólogo.
-¡Y futura Ministra de Sanidad! -Paula hizo una entrada triunfal que no estaba prevista-. Señoras y señores, ¿estáis listos para darle una vuelta a este país?
-¡Síiiiiiiii! -Un coro débil, pero convencido, abrió la veda a un aplauso cerrado, ensordecedor, que le permitió a Erick hablar con su amiga.
-¿Qué coño haces, Paula?
-Pues a ver... tenemos gente normal, la que menos, machirulos de los de siempre y alguna loca chochocentrista. Esto solo nos va a salir bien si nos lo repartimos -dijo Paula mientras se descalzaba los Louboutin y se deshacía de su americana, quedándose solo con un discreto vestido gris.
-¿Vas a hablar tú con las mujeres y yo con los hombres?
-Más o menos. En cualquier caso, entre los dos hablaremos con los pocos de aquí que tienen la inteligencia justa para pasar el día, que, oye, son los que nos suben la media.
-Pues valiente mierda de media...
-¿Querías ultras, populismo, influencers? Pues toma.
-Estás loca, Paula, esta criba no está bien. No son los perfiles que estudiamos, aquí hay mucha más gente y, además, ¿por qué coño has instalado una fritanga de feria? Voy a potar...
-He cribado de puta madre. Están todos los de tu lista, pero ya sabes cómo va esto. Aquí todo el mundo quiere enchufar a su primo el inútil a chupar del bote y había que decirles que sí. Cuanto más de Narnia, mejor. Y da gracias a Dios de que puse la fritanga, que es el menor de los males, porque los de la Asociación de Startups Conservadoras de Málaga querían un puto puesto de espetos, hasta se ofrecieron a pagarlo ellos, estuvieron hasta ayer por la noche dando por culo preguntando a nombre de quién ponían el envío...
Erick hizo un gesto con los dos brazos levantados, dejándolos caer y rebotar ligeramente en el aire, en señal de esperar que se apaciguara la masa. En cuanto se hizo el silencio, cogió la mano de Paula y la alzó como quien decreta quién ha ganado un combate de boxeo.
El auditorio volvió a estremecerse en vítores.
-¡Mujeres, aquí tengo una mujer que no nos importa una mierda!
-¡Hombres, aquí tengo a un hombre que no nos importa un carajo! -Paula había captado, como si de telepatía se tratara, la fórmula de su compañero.
-¡Estamos aquí por Don Leo y yo quiero que se caiga este puto auditorio con un aplauso épico para el loco más querido de este país! -Sentenció Erick.
La euforia colectiva alcanzó un nivel nuevo y, por un momento, Erick y Paula recordaron sus años en la universidad, cuando hacían pellas para ir a conciertos de Punk y Ska y meterse de lleno al pogo.
-¡Que se calienta la cerveza, carajooooooooo! -Gritó Paula haciendo un gesto a los camareros que, de inmediato, empezaron a circular con copas entre los asientos.
-Estamos entre compañeros y no van a dividirnos -Erick pudo empezar, por fin, el discurso estudiado-. Muchos de vosotros, a día de hoy, formáis parte de facciones políticas que se definen a sí mismas como derecha, ultraderecha, izquierda, izquierda nacionalista, izquierda radical, centro... ¡Y todo eso es una mierda! -Hizo una pausa para medir la reacción y vio que podía continuar caldeando al público-. ¿O acaso no tenéis dos ovarios y dos cojones, el izquierdo y el derecho y no queréis que os corten ninguno? Allá afuera hay una panda de hijos de puta queriendo que os corten un cojón o una teta, queriendo a este país a pedazos, ¡a putos pedazos! No se puede ser salomónico cuando se habla de Patria. No se puede partir a la mitad lo que se ama. La entrega por la Patria tiene que ser al completo, al puto cien por cien, ¿quién está con Leo al cien por cien?
-Yo estoy con Leo al cien por cien, como mujer, como hija, como persona que sabe lo que es perder a alguien -Paula enganchó el discurso de Erick, dirigiéndose a aquellos que hacían bulto y no serían parte principal de los pactos que intentarían hacer-. Yo no soy una figura política, yo soy una simple ciudadana. Muchas de vosotras venís de sindicatos a los que os unisteis la primera vez, no por convicción, sino buscando inmunidad para que no os echaran del curro si os aparecía una fibromialgia o si os quedabais preñadas. Muchas de vosotras no estáis aquí para pactar un Ministerio, porque sabéis que hay esferas de decisión muy superiores a esas. Las esferas de la calle. Vuestros camiones, las cocinas de vuestros restaurantes, las mentes inquietas de vuestros alumnos, vuestros hogares, vuestras parroquias. ¿De verdad vais a dejar que los de siempre digan que Leo está loco y a cambio nos la vuelvan a colar para que, aunque nos esforcemos como nunca, estemos jodidas como siempre?
-¡Pero Don Leonardo sí que está pa'llá! -Gritó un hombre albino y muy alto, cuya cabeza, como el sol, coronaba la sala.
-¡Decidnos la verdad! ¿Don Leonardo va al psiquiatra?
-¡Dicen que va empastillado!
-¡Él mismo dijo que usaba pañal!
-¡Que le apretaba el pañal! -Contestó una mujer con el pelo azul y la cara tatuada al completo y el auditorio entero se hundió en una sonora carcajada.
Desde el fondo de la sala, Ruth avanzó improvisando una salida al problema de la credibilidad de su padre que, por lo visto, a Erick y Paula les estaba viniendo grande. Subió al podio en el que estaban los jefes de campaña, se bebió un vaso de agua del tirón e hizo ademán de secarse la cara con las dos manos.
-Vengo en calidad de hija. ¿Cuántos sois hijos e hijas aquí? ¿O cuántos lo habéis sido y vuestros padres ya no están con vosotros?
-El mío no está, pero porque se fue a por tabaco -las carcajadas volvieron a llenar el lugar.
-¿Cómo te llamas? -Ruth señaló con el mentón al artífice de la frase, un hombre con una gorra amarilla y negra y acento sudamericano-. Sí, tú, el del papá fumador.
-Coromoto Restrepo, mi señora, para servirle -el hombre se quitó la gorra y la estrechó sobre su pecho, como quien escucha el himno nacional-. Sin la gorra, Ruth se dio cuenta de que era mucho más joven de lo que de primeras le había parecido.
-Siento que tu padre haya sido un cobarde de mierda, Coromoto, de verdad lamento que te haya privado de tener una familia en condiciones, y me sorprende para bien el hecho de verte aquí, queriendo hacer las cosas de manera diferente. Ese hijo de la gran puta no logró dañar lo mejor que tenía tu madre: tú. Y te doy la enhorabuena por eso, por tu fuerza. No sé nada de ti, qué cosas has hecho bien, qué cosas has hecho mal, pero sé que estás aquí y eso me basta.
-Gracias, mi señora.
-Mi padre no me dejó. Tenía un trabajo de puta madre, estaba ganando dinero por castigo, se podía ir de putas, me podía mandar bien lejos a un internado y desentenderse, pero no lo hizo. ¿Sabes por qué? Porque mi padre ama a este país y para amar a este país, hay que amar a la familia, porque si él se retiraba, como lo hizo, de la política, para cuidar a su hija, le estaba dando a su amado país una generación de relevo de bien. La patria lo es todo, pero sin familia no hay patria, así que lo primero es la familia.
-¡Coño, señora, usted se parece igualita al Dominic Toretto!
-Muchas gracias, Coromoto. Dominic siempre ha sido un gran pensador y una gran inspiración para mí. Este país será mucho mejor en tanto en cuanto sigamos los postulados de Dominic Toretto. Siempre recuerdo una frase suya, de uno de sus libros...
Paula dio un puntapié a Ruth por detrás del atril, para indicarle que se callara.
-¡Un aplauso para los que vamos a convertir a este país en una jodida familia rápida y furiosa, carajo! -Intervino Erick-. ¡Coromoto Restrepo, sube aquí con nosotros!
Coromoto dejó su cerveza en el suelo y se abrió paso entre las sillas, sin apartar la gorra de su pecho, hasta subir al escenario entre aplausos de todos los asistentes.
-¡Os presento a Coromoto Restrepo, el futuro nuevo delegado de integración del Ministerio de la Juventud! -Sentenció Erick ante la mirada desencajada de Paula.
-
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro