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Capítulo 9: El Archivo y la Caja

¿Alguien sabría decir qué representa la imagen que hay en la tapadera de la caja? Tiene que ver con toda la historia, no solo con este capítulo

Rosa estaba casi tirándose de los pelos. El libro que tenía ante ella, decía que las hadas que eran controladas, no podían atacar a otras hadas, al menos que el objeto con el que la controlasen, estuviese impregnado de una fuerte magia oscura. El objeto que habían encontrado junto a Orquídea, era un objeto de magia baja, no tenía ninguna cualidad que se decantase por la magia negra o blanca, solo servía para controlar a un hada una pequeña parte de tiempo. El que le decía el libro, era la Caja Oscura, una caja que se suponía protegida hacía eones. La caja encerraba una parte corporal de la persona, como por ejemplo, una hebra de su cabello, y esta parte, una vez encerrada en la caja, arrastraba al alma de su dueño hacia su interior, haciendo así que la persona que poseyese la caja, lograra hacer actuar a la persona a su antojo. Esa caja, era la única que podía poseer a una persona hasta el punto de atacar a alguien, y no era necesario tener la caja encima para ello. La única forma de estar segura de si la habían cogido, era abriendo el Archivo Feérico.

Rosa sostenía ante ella la llave del archivo feérico. No estaba preparada para entrar allí. No podía entrar allí desde lo que ocurrió con Caléndula. Allí dentro no solo se encontraban unas salas con poderosos objetos mágicos. En la sala central estaba el centro del poder. Nadie, salvo ella, sabía que aún estaba reparando sus daños. Daños que no solo causó Caléndula. Su madre murió al día siguiente del incidente, en la misma sala. Fue un asesinato, pero, al no encontrar nunca a quien lo hizo, dijeron que fue por la falta de magia que tenía. Ella sabía qué malévolo ser había en el Archivo Feérico, y que él había matado a su madre, como a tantas reinas antes que ella. Galatea, que se había ofrecido a ir con ella, le quitó la llave de las manos y abrió la puerta. Juntas, entraron en el archivo.

Estuvieron recorriendo el archivo durante unas cuantas horas. Rosa hizo todo lo posible para no pasar por la sala del Núcleo de Poder de las Hadas. Al hacer un recorrido tan grande para ello, tardaron cinco horas en llegar ante la puerta de hierro negro, sellada con magia ancestral. Rosa sacó su varita, y la pasó por encima de la cerradura. Con un terrible chirrido, la puerta se abrió. Allí adentro tenía que encontrarse la Caja Negra. La habitación estaba totalmente vacía. A Rosa le entró tanto miedo que casi se desmayó, pero Galatea la ayudó a sostenerse y ambas salieron de allí. Ninguna de las dos se dio cuenta de la figura que había salido de la habitación tras ellas.

Galatea esperó a que la reina se relajase. No tenían más remedio que ir por la sala del núcleo para seguir adelante, pues se habían perdido. Las montañas de objetos despatarrados por las salas del Archivo Feérico, eran tan altas que parecían no acabarse. En una de las ocasiones, se habían visto obligadas a sobrevolar las montañas, pero las salas en las que se guardaban los objetos eran tan amplias, que no se veía ni el principio ni el final. Habían seguido andando hasta que vieron una puerta que daba al núcleo. Todas las salas del archivo tenían una puerta que iba allí. Esa sala tenía tantas puertas, y era tan pequeña, que encontrarían la que daba a la sala del trono en cuestión de segundos. Se dispusieron a entrar, pero entonces, la figura que las había estado siguiendo, apareció interponiéndose en su camino. Rosa no aguantó más y gritó, reconociendo al ser que había matado a su madre. El Sterblichicksal estaba ya ante ella. Un enorme ser con manos huesudas, dientes afilados, sin ojos, un cuerpo serpenteante, sin pies. El monstruo, todo blanco, arrugado, y calvo, era la única cosa viva que podía absorber a voluntad la magia de las hadas. No podían atacarlo porque la magia le hacía más fuerte. Si las seguía hasta la sala del núcleo, todas las hadas morirían. No podían hacer nada. Mientras este se movía por la sala, tirando unas cuantas montañas de objetos, Rosa se apresuró a cerrar la puerta de la sala del núcleo.

Rosa mantuvo la puerta que daba a la sala cerrada, mientras pensaba qué hacer. Tenían suerte de que el Sterblichicksal no las hubiera notado todavía. Solo había salido al percibir la cantidad de magia que salía por esa puerta. Al cerrarla, Rosa había conseguido despistarlo durante un tiempo, anulando de esa manera el método que tenía para detectar a las hadas, mientras ella ideaba un plan. Galatea intentó continuar por la sala siguiente, cuya puerta podían ver perfectamente desde allí ahora que el monstruo había tirado todas las montañas de objetos. La aberración notó que intentaba pasar, y, soltando un gruñido, consiguió que Galatea saliese despedida por los aires, mientras una oleada de polvo que salía de sus alas, entraba por la boca del serpenteante ser. Al notarlo, su cuerpo pálido se volvió de un color dorado, y se lanzó a por ellas. A Rosa se le ocurrió la idea demasiado rápido como para que funcionase. Estaba, erróneamente, como indicaban sus ideales, improvisando sobre la marcha. Se quitó la corona de la cabeza y apuntó con el zafiro de su centro a Galatea, que la miró, sintiéndose traicionada, pero era la única manera de librarse del Sterblichicksal.

El zafiro brilló intensamente, mientras de Galatea, salía su poder expulsado en partículas de polvo dorado, mientras se quedaba adherido a la corona. Al cabo de unos seguros, Galatea, con su piel blanca y su pelo cano plateado, a pesar de su rostro joven, ya no tenía alas ni varita. Se había transformado en humana. Rosa se apresuró a explicarse:

-Ha notado tu poder, iba a matarte si no intervenía. Tienes que salir de aquí, puesto que te has convertido en humana y dentro de unos minutos tendrás un tamaño demasiado grande como para seguir dentro del edificio. Yo me encargaré del Sterblichicksal... ya no tengo miedo a terminar como mi madre, porque sé que tú, Galatea, serás una buena reina. Para recuperar tu poder, tendrás que llevarte mi corona-

Rosa disparó un fuerte rayo de luz al monstruo, que se giró a por ella. Galatea notó cómo pegaba un pequeño estirón, y el vestido se le quedaba apretado. Rosa se giró un momento hacia ella, y le lanzó la corona. Galatea se quedó mirando, con la corona en mano, hacia la siguiente sala. A sus pies, se encontraba la esfera de luz que habían guardado hacía dos años. en la sala siguiente, se encontraba la sala de hilos encantados. Se le ocurrió una idea que las salvaría a las dos.

La esfera de luz salió disparada hacia el Sterblichicksal, que dejó de absorber la magia de Rosa, y se centró en ella. Galatea salió corriendo, con la esfera en mano, y el ser detrás. Empezó a reírse, pues la esfera de luz contenía magia eterna, por lo que por mucho que absorbiese, seguiría detrás de ella. Lo malo, es que tanto él como ella estaban creciendo. Llegó a la sala de los hilos encantados, y, al cabo de unos segundos, agarró el hilo laberíntico, que, al notar que lo agarraban, empezó a desliarse, y a indicarle el camino de salida. Mientras, en la sala anterior, Rosa entraba dentro del núcleo del poder, para recuperarse.

El hilo se quedó flotando ante la salida del archivo, y Galatea se apresuró a romper la esfera. Ya no había magia, ahora, el monstruo la seguiría a ella, que, al estar volviéndose de tamaño humano cada vez más rápido, soltaba polvo allá por donde fuese, señal de que estaba expulsando cualquier rastro de magia que quedase en su interior, y, también, de que la ropa pronto se rompería en miles de tiras,, y quedaría totalmente desnuda. Siguió corriendo, hacia la salida de palacio, cuando Saralia se le cruzó en su camino, y le dijo sonriendo:

-Galatea, por fin te encuentro, no sabes lo agradecida que estoy de que me libraseis del hechizo que me hizo Orquídea para poseerme, sinceramente, no sé qué le picó... el caso, es que os doy las gracias por deshacer el hechizo y quiero que sepas que aquí me tienes para lo que necesites... ¿por qué estás creciendo cada vez más rápido, tienes la corona de la reina en las manos, y te persigue un Sterblichicksal?-

Galatea la convenció de que fuese a avisar a todas las demás hadas para que se escondiesen mientras ella salía de palacio y se enfrentaba al monstruo. Cuando salió por la puerta, tomó de golpe forma humana, y el vestido amenazaba con romperse cada vez antes. El Sterblichicksal era ahora ante ella un diminuto e inofensivo insecto que no paraba de girar a su alrededor, pero pronto dejó de hacerle caso y se giró hacia la rosa. Galatea, recordando que las raíces de esta eran sumamente mágicas, cogió al bicho de la cola y lo alejó lo máximo posible. Tenía que crear fuego como fuese y lanzarlo dentro de él, era la única forma de destruirlo.

Rosa se levantó por fin, recuperada del todo, y salió a la sala del trono. No se esperaba que todas las hadas y hados que vivían en palacio, estuviesen allí metidos, asustados por el hecho de que estuviese merodeando un Sterblichicksal por el castillo, después de lograr escapar del archivo feérico. Vio cómo las cinco hadas con las que había estado recavando información a lo largo de dieciocho años, ayudaban a los demás rezagados a entrar. Cuando estuvieron todos, Rosa se acercó a ellas:

-Chicas, tengo que pediros un favor. Ahora que todos están aquí metidos por el ataque del monstruo, tenemos que aprovechar y entrar en los aposentos de Orquídea para ver si tiene la Caja Oscura. Solo así sabremos más cosas sobre los hechos que están ocurriendo. Si queréis saber cómo es la caja, tomad el libro y mirad la imagen-

Las cinco hadas se apretujaron alrededor del libro para ver la imagen, y, asintiendo, salieron las seis de la sala del trono, para recabar información en los aposentos de Orquídea.

Galatea salió del claro en el que se encontraba la rosa, rodeada de demás flores, que eran las casas de las demás hadas, así que tuvo cuidado de no pisarlas y de no poner al Sterblichcksal demasiado cerca de ellas. Cuando salió, siguió andando, buscando una forma de hacer fuego sin magia. Entonces, se le rompieron las mangas del vestido, y este amenazó con caerse, pero ella se arrancó las mangas, y se sujetó el vestido para que no se le cayese. Ya le habían quitado la magia, no iba a dejarse en ridículo también quedándose desnuda. Entonces, se le ocurrió una forma de encender el fuego sin magia, mientras la corona reposaba en su mano, hermosa, hecha de diamantes que podían reflejar la luz del sol perfectamente sobre unas telas desgarradas como sus mangas.

Cerraron las puertas de los aposentos de Orquídea, y cada una se puso a buscar por un lugar distinto. Rosa estuvo mirando por todas las zonas, incluso convocó a la caja para ver si aparecía ante ella, pero nada. Al cabo de unos minutos, la voz de Saralia la sacó de su ensimismamiento:

-¡Aquí está la caja, la he encontrado, y tiene un mechón de mi pelo en su interior!-

Galatea se quedó expectante a que el reflejo del sol a través de los diamantes prendiese una tela tan fina como la de su vestido, teniendo en cuenta que este se estaba rompiendo debido al repentino estirón del hada. Cuando la tela prendió fuego, Galatea no se paró a pensarlo y arrojó al Sterblichcksal a las llamas. En tan solo unos segundos, su cuerpo se convirtió en humo negro, y se desvaneció para siempre. Se dirigió hacia la rosa, orgullosa por la victoria que había conseguido.

Rosa y las demás empezaron a correr hacia la sala del trono, con la caja en su poder. En mitad de camino, se pararon, y vieron cómo Galatea se acercaba a la flor y se arrodillaba ante ella, mirando con un ojo a través de las ventanas del castillo. Cuando las localizó, le lanzó la corona a Rosa, que se apresuró a cogerla, y a ponérsela, para devolverle a Galatea sus poderes y su tamaño. Cuando estuvo ante sus compañeras, Galatea hizo aparecer su varita, y, con un movimiento de esta, se arregló el vestido. Mientras se dirigían hacia la sala del trono, le contaron el hallazgo que habían hecho en la habitación de Orquídea, y ella, por su parte, les contó cómo se las había ingeniado para vencer al Sterblichcksal.

En la sala del trono, todo estalló en alegría cuando supieron lo ocurrido con el monstruo, pero, cuando la reina subió los escalones y se sentó en su trono con un semblante demasiado serio, todos se callaron, y ella habló:

-Orquídea, por poseer a un hada con un objeto de magia negra robado del Archivo Feérico y ordenarle atacar a otra, y también por el intento de asesinato que sufrimos ayer en la sala donde casi nos aplastan las paredes, te sacamos de las mazmorras para condenarte a doscientos años de sufrimiento eterno, mientras se te absorbe la magia. En definitiva, tienes pena de muerte en el Agujero Sin Magia-

Orquídea, ante la aterradora mirada de todos, fue llevada hacia los niveles más bajos del palacio, para sufrir el peor castigo que se le pudiese dar a un hada. Después de que fuese encerrada, todas fueron a descansar después de un día tan largo


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