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Capítulo 6: Rebelión en la Reunión

En multimedia una foto para que veáis la forma en la que se peinan casi todas las hadas. Lo pongo, porque es un elemento importante en la historia por parte de Felicia, ya que el cabello lo tienen recogido de esta forma, con una cinta dorada que une a todas las hadas, y así las avisa en caso de que alguna esté en peligro de muerte. Cuando están muriendo, el cabello empieza a soltarse, porque la cinta dorada se convierte en polvo. ¿A qué capítulo de la historia os recuerda? Las únicas hadas que no llevan el cabello recogido, son la reina, que lleva su corona, y su sustituta, Galatea, que tiene la cinta dorada en contacto con su cabello en una corona de flores.

Felicia aterrizó ante las puertas del palacio. Allí, había un hada medio dormida. Su pelo azul oscuro, acorde con su color de piel pálido, se arremolinaba con cada ronquido que daba. Cuando Felicia fue a despertarla, esta se levantó con la varita en ristre, como si no hubiese estado dormida, aunque en esos momentos estaba reprimiendo un bostezo. Cuando vio quién era, bajó la varita. Entonces Felicia la saludó con la mano extendida:

-Orquídea, hola, cuanto tiempo sin verte, espero que la escuela de hadas siga funcionando a la perfección, todavía recuerdo las clases que me diste cuando me costaba tanto trabajo el nivel de elementalista... y con el resto de clases-

Orquídea sonrió con una mirada fría, llena de odio al mismo tiempo, algo difícil de asimilar. Las hadas podían detectar los sentimientos las unas de las otras con tan solo mirarse a los ojos, los espejos del alma. Orquídea sentía miedo, odio, asco y vergüenza hacia Felicia, que ocultaba con una expresión de total frialdad. Cuando lo habló, su voz sonaba alegre por volver a ver a una vieja alumna:

-Felicia, desde luego, ha pasado mucho tiempo. Recuerdo lo que te costaba pasar el nivel de elementalista, pero, desde luego eras buena con el fuego... aunque al principio causaste un buen incendio en el colegio el primer día que vimos el tema. Yo pensaba que cuando terminases los estudios, serías un Hada del Fuego, pero veo que te gustaba más alcanzar niveles insospechados de Hadas Supremas-

Felicia se quedó con la mano extendida, esperando a que Orquídea le estrechase la mano. Tuvo que bajarla al detectar los sentimientos de esta. Entonces, Orquídea se dirigió hacia la puerta, subiendo los magníficos escalones de mármol pulido, mientras seguía hablando, con Felicia tras ella:

-No sabes qué trabajo da ser la profesora de grado superior en la escuela, con todas las asignaturas, la bibliotecaria, y la guardiana de las puertas del castillo. Bueno, espérate mientras me acuerdo de la nueva contraseña que puse... ya la recuerdo "Caléndula Caída"-

Felicia sintió una punzada de dolor al recordar la historia de la abuela de Galatea. Sabía perfectamente por qué Orquídea había puesto esa contraseña nueva. Cuando la puerta se abrió, entró, con un extraño dolor en el pecho, mientras se dirigía hacia la sala privada en la que se veía con la reina, Galatea, y sus otras cinco compañeras de cuando había sido Hada de los Dones. Las hadas que había por los pasillos del palacio se alejaban de ella y la miraban con un terrible odio proveniente del miedo. Sus ojos se anegaron en lágrimas.

  Felicia llegó ante la minúscula puerta que daba a la sala donde la reina y sus cinco antiguas compañeras la estaban esperando. Al lado de la puerta, había una repisa, con la copia exacta de la corona de la reina encima. Solo le faltaba un zafiro. Felicia se quitó el colgante en el que llevaba el zafiro y lo colocó en su lugar correspondiente de la corona. Al instante, la puerta se abrió, para darle espacio a una estancia pequeña bien iluminada, por la luz del sol de la mañana que entraba por la ventana, y ocupada por una enorme mesa triangular, en la que había sentadas siete hadas. Felicia se acercó, después de cerrar la puerta, y se sentó a la derecha de la reina. La reunión había comenzado.

Narcisa soltó su varita, aterrada, al escuchar lo que había pasado con Dalia. Sus cuatro compañeras compusieron gestos de terror. Magnolia incluso se desmayó. Rosa y Galatea simplemente compusieron una mirada llena de determinación, preocupación, odio y miedo. Como Felicia, intentaban controlarse. Entonces, Rosa hizo la gran pregunta:

-Nos has contado lo sucedido esta mañana, pero eso no explica por qué invocaste la espada-

Felicia suspiró, y, después de mirar a todas las allí presentes, contestó con voz temblorosa:

-En mis casi dieciocho años de investigación, he descubierto que la única manera de vencer a Dalia, es atacarla con una mezcla de su sangre y magia de hada blanca. Ahora, esa espada, es capaz de destruir a Dalia y todo lo que ha creado definitivamente-

Todas asintieron, sorprendidas. Felicia había decidido callarse que el frasco que le había dejado a Lidia, era la segunda cosa que podía destruir a su enemiga.

Cuando hubieron terminado de hablar, las ocho hadas salieron de la habitación. Cuando la puerta se cerró tras ellas, vieron un grupo de hadas precedidas por Orquídea. Todas transmitían miedo, odio, o repulsión. Saralia se unió a ellas, y Orquídea habló:

-Entregadnos a Felicia, no puede hacernos más daño-

Las otras seis se negaron a ello. El otro grupo, más numeroso, atacó.

La reina no lo dudó ni un instante. Solo dio tiempo para que Orquídea le lanzara un hechizo paralizante a Felicia, que lo esquivó con asombrosa facilidad y rapidez. Rosa extendió sus alas, y sujetó su varita con ambas manos. La luz que estaba desprendiendo era cegadora, y las hadas se obligaron a sí mismas a parar, arrepentidas de repente de querer hacer una rebelión. Entonces, Magnolia se convirtió en una mancha negra en el suelo, y el hechizo de la reina dejó de funcionar en el acto. Saralia había atacado a Magnolia, aunque no la había matado. Cuando todas volvieron en sí, las otras siete hadas volvieron a colocar las piedras en los sitios correspondientes de la corona, y entraron corriendo en la sala, Magnolia, todavía una mancha negra, fue ayudada por Galatea, cerrando la puerta tras ellas. Nadie se dio cuenta del tono oscuro que estaba adquiriendo la mano de Saralia y que este se extendía al resto del cuerpo.

Rosa activó con su varita la mesa, que brilló cada vez más fuerte, hasta que apareció el mapa tridimensional de toda la península. Quería aprovechar ahora que estaban dentro, para ver el punto al que había ido Dalia. No conseguía localizarla. Podía ver el punto que pertenecía a Agmos, que se había quedado quieto, por algún motivo, en el centro del Bosque de los Duendes. El mapa le mostraba también, que, en el reino de Luis y Laura, solo había dos personas conscientes. Más al norte, localizó un punto oscuro, alejado del bosque y de las montañas. Unos kilómetros más arriba de donde antes se encontraba el escondite de Fleratonte, Dalia se había resguardado en una ruinosa torre. Llamó a las demás para que lo viesen, y entonces, la sala empezó a temblar. La puerta estaba desapareciendo y las paredes se estaban estrechando.

Felicia miró a su alrededor mientras Galatea se apresuraba a devolver a Magnolia a su estado normal. No había escapatoria. La puerta había desaparecido ya por completo, y las paredes estaban cada vez más cerca. La reina estaba guardando, mediante un hechizo, las imágenes del mapa en la memoria de su varita. Una rotura de cristales le hizo comprender a Felicia que había una salida. La ventana no había desaparecido, y cabían por ella perfectamente. Apuntó al cristal de la ventana, que se estaba partiendo cada vez más cerca estaban las paredes, con su varita, y lo rompió con un rayo púrpura. Todas empezaron a salir. La reina seguía dentro. La varita de Felicia empezó a brillar, indicándole que Lidia estaba en peligro de muerte, para después indicar que estaba inconsciente. De su varita salió una honda de luz. Las paredes se frenaron en el acto. Le metió prisa a la reina, pero ella seguía guardando las imágenes en su varita. La habitación tembló. El hechizo se deshacía poco a poco. Empezó a tirar desesperadamente de la reina. Finalmente, el hechizo se rompió y las paredes se acercaron, más rápido esta vez. La reina terminó de guardar las imágenes. De un salto, salió por la ventana, junto con Felicia, justo cuando las paredes se unían perfectamente, borrando la sala como si nunca hubiese existido.

Cuando estuvieron al aire libre, a los pies de la rosa, Felicia les contó lo que había visto a través de su varita. Cuando ella salió volando para ayudar a Lidia, sus amigas emprendieron el vuelo ante las puertas del castillo. Habían trazado un plan de acuerdo con Felicia, para infiltrarse entre las hadas y comprender qué había ocurrido para que se sublevasen de esa manera. Felicia apresuró el vuelo, pues el reino de Lidia se encontraba a tres horas de distancia del reino de las hadas.

Cuando las cinco hadas se libraron de las demás, sonrieron para sí mismas. Habían comprendido que Saralia había sido controlada por Orquídea para que pudiese ser inmune al hechizo de la reina y así atacar a una de ellas. Orquídea había sido recluida en una mazmorra, por haber controlado a Saralia, y por haber intentado asesinarlas a ellas. Al parecer, la sala había desaparecido al destruir la copia de la corona que reposaba en la repisa al lado de la puerta. Aunque habían descubierto todo eso, también habían disimulado que odiaban a Felicia, diciendo que sí que era verdad que las había traicionado, abandonándolas a su suerte cuando la sala empezó a desaparecer. Si tenían que acercarse a las demás y dejar que hubiese paz en el reino, debían disimular lo máximo para descubrir todo lo que pasaba.

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