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- Mi historia comienza en la sociedad aristócrata. - Moviendo su mano para dejarla en medio de la mesa, Minos empezó a manipular la marioneta para ilustrar sus palabras, contando la atención del hombre frente de él, aunque este permanecía con una expresión entre confusión e intriga. - Si bien, mi padre no era como tal un hombre perteneciente a la nobleza, tenía el estatus y el dinero para codearse cerca de ella como si lo fuera.

- Entonces era un hombre exitoso y trabajador para llegar a ese estatus social. Llegue a tener misiones de incognito donde involucrada estar rodeando de aristócratas. Y... - Su rostro adorno una mueca recordando esas misiones. Debido al hecho que tuvo que ir junto a Sísifo, pero vestido de mujer para pasar por una pareja. Se quería clavar un puñal desde el primer momento de recordar que acepto eso (Desde su perspectiva), Humillarse así, habiendo llamado desgraciadamente la atención hacia su figura solo agradeciendo a Sísifo que logro ayudarlo a desviar las miradas que estaban dedicándole. - Digamos que se como atesoran el estatus de nobles.

- Me alegra entonces que tengas una idea, aunque no la parezca la vida en alta sociedad no es nada como la pintan, claramente hay sus excepciones como las que seguramente están ligadas al santuario, pero entre ellas hay muchos que usan su poder por mera codicia materialista. Almas podridas que no les importa arruinarles la vida a inocentes con tal de satisfacerse, a las que estoy acostumbrado a castigar. - Al Santo de piscis le recorrió por la espalda un escalofrió al imaginar en peor de los casos, dudada que Minos se refiriera solo matar o rebajar a otros con ese timbre en su voz. - No me es raro pensar que muchos de ellos se quedaron deleitados contigo, después de todo, tu belleza es algo natural tuyo. Lo que te hace más exótico. Las mujeres que pertenecen a la alta sociedad no les interesan poner su salud en juego para obtener una apariencia de muñeca de porcelana: Débil, pálida e infante, un proceso peligro que estúpidamente se les es aplaudido.

- Que horror. Curioso que tú, siendo quien imparte su castigo a las almas pecadoras estas lejos de ser un santo. - Ironizo cruzándose de brazos. Minos por su parte enarco una ceja soltando una carcajada.

- Es cierto, aunque yo no niego eso. Como sea. Mi madre nunca la conocí, pues su cuerpo débil no soporto en parto de tenerme. Ya sabrás porque. No obstante, a mi padre mujeres no le faltaron por lo tanto una madre a mí tampoco, mi padre se volvió a casar cuando yo tenía 7, con una mujer bastante astuta a decir verdad.

- ¿Astuta en que sentido?

- Sabía que decir y hacer para manipular buscando que se haga lo que ella deseada. Era astuta, a pesar de ser criada para ser esposa sabia sacarle provecho a la situación. Mi padre desde temprana edad me crio en clases de modales, leyes, economía, todo lo necesario para ser incluso mejor que él. Por lo tanto destacar entre ese mundo no me fue difícil, pero con el tiempo lo encontré tedioso. - Su agarre en la marioneta se tenso. A la par que su mirada se torció en recuerdos, aun con eso, el objeto en su mano era manipulado con maestría adoptando la pose necesaria que quería trasmitir en el objeto: Cansancio. - Siempre fue un ambiente de total condescendencia, falso y desagradable, aunque tanto mi padre como mi madre decían que solo tenía que mostrarles que era más astuto, por lo tanto me quedada callado y les obedecía poniéndome pendiente de mis alrededores, sin embargo muchas veces llegue a tener ganas de poder vengarme y hacer algo contra lo falso de quienes me rodeaban. Me gustada imaginarlos como mis marionetas, las cuales podía manipular y castigar en mis manos.

- ¿Qué edad tenias para eso? Por lo forma de la que hablas asumo que había intentos en contra de la integridad de tus padres y la tuya, dudo mucho que solo la falsedad de unos cuentos sea suficiente para volverte un sádico.

- 15. 4 años antes de que la Supris de grifo despertara dentro de mí. Vermer fue el nombre con el que nací, el cual ya tengo olvidado y abandonado. - Moviendo su mano libre hizo un gesto desentendiéndose del asunto. - Y en efecto, mis padres actualmente están muertos, asesinados junto a varios otros cercanos y allegados, evento que me entrego el puesto de Juez de los infiernos. Esa es mi historia y lo que debes saber de mí.

- Vale. Comprendo. - Suspiro. Habiendo analizado todo lo dicho por el espectro detalladamente, no tenía mucho que alegar para responderle. Al menos podía decir que si cumplió, y entendía un poco más la mente del hombre frente de él. Manteniendo un ligero silencio hasta que este volvió a hablar.

- Y bien, Piscis, ahora que termine mi historia. Quisiera preguntarte algo que me lleva rondando la cabeza desde hace un rato. - Parpadeando confundido Albafica solo asintió, permitiéndole hacer su pregunta. - ¿Por qué tu sangre es un veneno precisamente? Es raro ver esa cualidad en un ser vivo que no sea un insecto o un reptil.

- A... Eso... Es una técnica que se va heredando de Santo de Piscis a su sucesor por generaciones. Desconozco como se origino, pero te puedo decir que es casi como un ritual donde vamos traspasando nuestra sangre a nuestros sucesores, a cuesta de fallecer.

- Comprendo. - Dejando la marioneta de lado, se llevo ambas manos para apoyarlas a la altura del mentón. Albafica agradeció al cielo que se guardo sus posibles e irreverentes comentarios hacia su maestro. - Una lástima tan trágico destino. Te imagino sufriendo en soledad rodeado de rosas.

- No tanto, no puedo negar que la auto reclusión es una tortura, no obstante, como te he dicho he logrado tener relaciones cercanas con mis compañeros Santos, incluso tener una pareja. No me hace sentir tan solo.

- Eso es tener suerte. ¿Me dejarías ser parte de tu compañía cercana? - Extendiendo su mano le expreso sonriendo labino.

- Te voy a pedir amablemente: Deja de coquetearme descaradamente de ser así. No me gusta, hasta el momento no me has dado razones para sacarte a patadas, así que no fuerces mi paciencia.

- Vale, comprendo. - Recostándose en la silla levanto los 2 brazos como si quisiera decirle que estaban en iguales. - Aun es de tarde, ¿Te molesta si me quedo otro rato? Por lo menos hasta que vengo otro interrogatorio y tenga que preguntarle a Shion donde dormiré si me tengo que quedar unos días. - Viendo sus opciones, y que esta última media hora no la ha sentido tan insoportable acepto. - Me llama la atención que digas que ya tuviste un amante, ¿Fue el cangrejo ese?

- ¿Eh? No, Manigoldo es solo mi amigo. Es ya tiene pareja.

- Interesante, asumo que se trata del joven Leo por la forma en que lo estaba viendo esta mañana. Un muchacho bastante interesante.

- Si, se trata de Regulus.

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Minos parecía hacer lo que quisiera ignorando su situación. Tras haber dejado el pueblo y casi gritar para obtener ese objeto no le prestó atención a nada y subió a los templos en busca de Albafica, ninguno quiso objetar, siquiera maldecir, ya se veían que controlar a Minos era un acto que rayada lo imposible.

¿Era mas fastidioso como un intento de villano reformado que antes cuando era propiamente cruel? Si Albafica no encontraba respuesta a eso, ninguno de ellos estaba a menos de saber, le tocada a Manigoldo tratar de negociar con él pues eran quien más se veía capaz de ponerlo a prueba solo con palabras.

- ¿Ah? - Parado en las puertas de su templo de brazos cruzados, Hasgard se había quedado esperando otra llamada de Shion, respirando con tranquilidad pensando en la situación ligeramente. Sacado de su ensoñación cuando la mano de Dohko se paso por su brazo. Ni él ni Dohko estaban usando sus armaduras. - Perdona, no te esperada.

- No pasa nada. Igual, estada concentrando con Shion. De hecho, quería hablarte de algo. - Suspiro. Ahora que estaban frente a frente, movió su mano del brazo hasta quedar en el pecho del toro, sintiéndose sutilmente el latido de su corazón al contacto de su palma.

- Te noto melancólico, ¿Paso algo malo?

- De cierta forma. Ósea, es... Tiene que ver con mi corazón de ahora en adelante. - El toro rápidamente callo en cuenta a que se refería.

- Si alguien te entiende soy yo. Por años tuve miedo de morir en vano, que mis esfuerzos sean inútiles. Estuve a punto de bar mi vida por proteger a Tenma de un ataque a traición, hubiera estado complacido de haberlo hecho, debido a la importancia que Tenma tuvo para terminar este conflicto. Dime lo que necesites.

- Lo sé. Es probable que seguramente ahora viviré más tiempo, mi corazón ahora late a una pulsación por minuto desde que Deuterus me entrego la sangre de Athena y posteriormente la técnica del Miphsopetamenos. Con Shion teníamos la idea de que me vaya a china para cuidar el rosario, pero actualmente es una idea descartada. No lo hare. - La mano del toro se apoyo en el rostro de Dohko, jugando con su pulgar en sus rebeldes mechones de cabello castaño. Sonriéndole, queriendo darle confort a su pareja. - Digamos que tengo miedo. Suena tonto por la cantidad de heridas de las cuales sobrevivimos, pero me siento bastante inseguro de lo que representa este nuevo modo de vida.

Los 2 brazos del toro se movieron por el cuerpo de Dohko, apresándolo contra su pecho en un abrazo. Dohko suspiro, aceptando el sentimiento de estar vulnerable por un momento. Suspirando para calmarse.

- Debo decir que te agradezco. No solo por eso, si porque desde que empezamos nuestra relación como compañeros de armas, has sabido ganarme. - Separándose unos centímetros de su lugar, levanto la cabeza para besar los labios de su toro dulcemente, un beso lento que no duro bastante.

- Igualmente, para ese entonces te veías inmaduro y bastante enérgico.

- ¿Eso te gustada o no? Que yo recuerde la pasábamos bien conviviendo. Tanto que te pusiste celoso cuando empecé a pasar más tiempo con Shion.

- Eso fue porque me estabas dejando de lado, nunca tuviste preferencia el uno por el otro, y ahí sin explicación parecía que me habías olvidado. Aunque sí, me hubiera gustado admitirte que te amada no estando celoso y con miedo a perder tu amistad, me has llevado a varias cosas estos años, de las cuales no me arrepiento de ninguna. - Volvió a besarlo, un beso un poco más prologando que el anterior. Moviendo ambos sus manos para acomodarse y sostenerse el uno a otro de forma lenta, rayando casi lo sexual.

Las manos de Hasgard eran lo suficiente para rodear media cintura de Dohko mientras las de Dohko apenas cubrían el cuello del toro.

- Si lo que te asusta es verme morir, no tienes que preocuparte, porque de ser así te vare unos buenos años de relación para que me recuerdes antes de que eso pase. - Declaro, su voz ronca lo hacía sonar arrogante y orgulloso, dejando un último beso en los labios de Dohko.

- Quiero ver que tienes planeado entonces. - Una vez más lo volvió a abrazar, antes de que el toro le tendiera la mano llevándolo a los interiores de su templo ofreciéndole algo de licor para platicar, rememorando momentos de su pasado y su relación. Pasando por alto lo que pasada a su alrededor.

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No tengo mayores comentarios hoy. 

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