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Un suspiro pesado salió de su boca mientras avanzaba por la casa desolada, no le habían dejado una nota, pero Amity sabía reconocer las señales de la soledad entre aquellas paredes, había sido su compañía demasiados años. Su padre debía de estar trabajando en sus invenciones, a veces desaparecía por semanas y su madre era la única que mantenía contacto con él; Amity se preguntaba con frecuencia en qué momento desapareció el hombre cariñoso que solía cuidarla de pequeña, cuándo fue consumido por ese ser trabajador y ajeno a su familia, pero nunca obtenía respuesta.
Su madre era otro caso, ella nunca la había tratado como a una hija, exigía de ella tanto como de Emira y Edric, pero, a diferencia de con ellos, nada de lo que Amity hiciera era suficiente, nunca estaba satisfecha con ella. Probablemente en esos momentos estarían en uno de sus viajes de entrenamiento, donde los gemelos aprendían bajo la severa tutela de su progenitora; Odalia había dejado claro desde hacía años que no consideraba a Amity adecuada para ir con ellos. Amity no lo había discutido, había fingido que ni siquiera le importaba; eso no era verdad.
Abrió la puerta de su habitación y dejó el bolso en el perchero, había tenido que cargar con este ese día para llevar a la escuela los materiales necesarios para su último proyecto: estaba usando el laboratorio escolar para investigar sobre una nueva forma de abominaciones. El director lo había permitido porque, pese a todo, ella era una Blight. No le había dicho a nadie sobre su proyecto, estaba segura que no les interesaría, incluso lo desestimarían y su madre podía prohibirle continuarlo, considerándolo una amenaza para sus notas perfectas.
Miró su reflejo en el espejo, el cabello verde perfectamente cortado por debajo de la barbilla, la raíz oculta, pues se lo había vuelto a teñir hacía apenas dos días, no por elección propia. Removió el hechizo de glamour, mostrando las ojeras bajo sus ojos, el cansancio en su mirada, la pesadez sobre sus hombros. Amity estaba simplemente cansada, por eso hoy, de todos los días, agradecía el silencio, podía usarlo para descansar sin que nadie le gritara que estaba perdiendo el tiempo cuando debía de estar estudiando para mantenerse en el curso avanzado.
Ella no sabía qué más podía Odalia querer de ella, tenía 16 años y ya iba a graduarse, entrando prontamente a la universidad de brujas que su madre había escogido, como si fuera una chica prodigio. No lo era, simplemente se había tenido que esforzar el triple que cualquier otra persona.
—Solo…, por una vez, quisiera que algo cambiara —farfulló, dejándose caer en la cama y sintiendo el mullido colchón hundirse bajo su peso. Estaba más delgada de lo que se podía considerar sano, había estado perdiendo mucho el apetito en los últimos meses. Nadie lo había notado.
El golpe vino de encima, ella tenía los ojos cerrados, por eso sintió la ansiedad sobrecoger su cuerpo mientras la presión de un peso ajeno al suyo la presionaba contra el colchón. Quiso gritar, pero sintió una mano cubriendo sus labios, imposibilitando esa opción. Abrió los ojos en pánico, sintiendo como el aire se congelaba en sus pulmones ante lo que veía. Era ella misma, tenía el cabello lila y no se veía tan demacrada y envejecida para su edad, que parecían tener la misma; aun con las diferencias, Amity podía decir que tenía delante a otra ella.
—Shh, no grites, por favor —pidió la Amity de cabello lila, mirándola con ojos suplicantes.
Amity inspiró profundamente por la nariz, buscando la entereza con la que la habían criado, calmándose, hasta que se supo lo suficientemente centrada como para asentir de forma ligera con la cabeza. La chica retiró la mano de su boca.
—¿Quién demonios eres tú? —preguntó en un tono acusador, sintiéndose mejor cuando la extraña salió de encima de su cuerpo y se paró delante de ella, visiblemente nerviosa.
—Pues, la versión resumida de la historia, es que soy tú pero de otra dimensión —explicó Amity, mirándola con cierta timidez que le era ajena en sí misma. Ella no era tímida, era ruda y fuerte con todos, no había sido tímida y suave en años.
—¿Cómo es eso siquiera posible? —cuestionó, sentándose en la cama, sintiendo que su cuerpo no resistiría el mantenerse de pie.
—Verás, en mi dimensión había un líder en Las Islas Hirvientes que era un villano, mamá y papá trabajaban para él, mis amigos y yo tuvimos que enfrentarlo y derrotarlo, pero entonces apareció un niño dios llamado “El coleccionista” que nos atacó, tuvimos que huir a la tierra y desde allí idear un plan para regresar. Cuando lo logramos, nos enfrentamos a él, usando un hechizo antiguo que se generaba con la magia del titán, y de esa forma pudimos derrotarlo, regresando la paz a nuestras tierras, pero en el proceso quedaron abiertos portales temporales que te envían a otras dimensiones, como en el que yo caí hace unos segundos —explicó la muchacha de cabello lila, viendo como cientos de emociones pasaban por el rostro expresivo de su otra yo peliverde, quien se fritaba el puente de la nariz con el ceño fruncido.
—Tiene que ser una pesadilla —murmuró Amity, sintiendo como el dolor de cabeza aumentaba a medida que la otra chica seguía explicándose.
—Créeme, no lo es —repuso Amity en voz baja, su tono suave sacando a la otra Amity de su propia mente, haciéndola mirarla amigable y vulnerable..., sincera.
—Está bien, digamos que te creo, ¿cómo rayos te enviamos a casa? No puedes quedarte en esta dimensión.
—Necesito encontrar el mismo portal por el que vine en primer lugar, cuando pase a través de este se cerrará para siempre y yo volveré a mi dimensión —respondió Amity, sentándose al lado de la ella de esa dimensión y dejando salir un suspiro leve.
—Esto no puede estar pasándome —se quejó la peliverde, poniéndose de pie y rebuscando en sus cajones por uno de sus libros ocultos, de esos que su madre no quería que leyera.
Se trataba de un libro de teoría multidimensional, donde planteaban la existencia de diferentes dimensiones, como copias de una misma, no solo la dimensión humana y la de magia, sino varias de este mismo tipo, donde alter egos de las mismas personas vivían vidas diferentes, que podían ser similares entre sí, o no parecerse en nada. Lo había leído hacía dos años atrás, escribiendo apuntes por los bordes de las hojas, intentando contener toda esa información en el mismo sitio para que su madre no la encontrara.
Releyó por arriba el capítulo sobre portales temporales que aparecían de la nada y se mantenían abiertos tanto como aquella primera persona que lo traspasara se tardase en volverlo a pasar. Mordió su labio inferior, sabiendo que las palabras de su otra yo eran reales. Tenían un problema.
—Muy bien, escucha —dijo, cerrando el libro bruscamente—. No puedes quedarte aquí, si alguien te ve, no quiero ni imaginar qué podría pasar. ¿Dónde está el portal ese tuyo?
—Al otro lado del bosque de los palismanes —respondió Amity, torciendo su expresión en una disculpa preocupada a medida que veía el enojo surgir en la peliverde.
—¿Qué rayos hacías tú allí? ¿Acaso en tu dimensión es menos peligroso o qué? —acusó Amity, mirando a la de pelo lila encogerse de hombros.
—Fue dónde vi por última vez a alguien muy especial —confesó, haciendo que la Amity peliverde sintiera un nudo en la garganta, la expresión dolida que mostraba su otra yo, la manera en que su mirada se perdía, alejada en sus pensamientos, caló dentro de ella.
—Bien, entiendo —farfulló, incapaz de objetar nada contra esa lógica.
Si ella tuviera alguien especial a quien no pudiera ver de nuevo, es posible que también iría al último lugar donde le vio para sentirse más cerca de esa persona. Por lo que la de cabellos lila le había explicado, habían tenido una guerra, cualquiera que fuera el motivo por el que ya no podría ver a esa persona especial, Amity no se sentía capaz de preguntar.
—Te acompañaré hasta allí.
—¿En serio? —preguntó la chica, incapaz de esconder su asombro.
—Necesito asegurarme de que nadie te vea, y no sé si hayan diferencias entre tu dimensión y esta, más allá de que la nuestra no está dominada por un villano ni hemos tenido una guerra en más de doscientos años —explicó Amity, tomando una de las capas del perchero y ofreciéndosela a la chica.
—Gracias.
—No pueden ver tu rostro, cúbrete al menos hasta que el sol se ponga, y no podemos llamarnos igual mutuamente, si alguien nos escucha le parecerá extraño, así que a partir de este momento serás Amy, hasta que vuelvas a casa —dijo Amity, viendo a la chica de cabello lila asentir y colocarse la capa, cubriendo su cabello—. Vamos, es un largo camino y no podemos ir en escoba, cuando mis padres no están en casa tengo prohibido usarla.
Amy no dijo nada, se quedó en silencio observando a Amity tomar el bolso del perchero y guardar el libro dentro, guiándola fuera de la casa. Durante la trayectoria se fijó en los detalles del interior, encontrando que su casa en Las Islas Hirvientes antes de la guerra había sido igual a aquella, todo el ambiente le parecía extrañamente familiar y a la vez desconocido, pero incluso así podía sentir la presión que se respiraba dentro de aquellas paredes.
Amity se aseguró que no hubiera nadie afuera que pudiera verlas salir mientras le hacía señas a Amy para que la siguiera, ella todavía estaba en su uniforme escolar, pero no podía evitar mirar el vestido negro y las medias rojas que usaba la otra ella. Su madre no la dejaría vestir así, le ofendería y degradaría delante de sus hermanos antes de quemar toda ropa que se pareciera a aquella. Con guerra o no, envidiaba la libertad de su otra yo, desde el color del cabello hasta la manera liviana en la que caminaba, era alguien que no cargaba el peso que ella en la espalda.
«Al menos una de nosotras puede».
Caminaron en silencio gran parte de la trayectoria, Amity estando muy nerviosa de que alguien las detuviera cuando pasaron por el centro de la cuidad, o que miraran demasiado hacia ellas y notaran las visibles similitudes, pero, para su fortuna, eso no ocurrió, y cuando la cuidad y sus habitantes fueron dejados detrás, Amity dejó salir el aire que no sabía que estaba conteniendo.
—Cuéntame de tu dimensión —pidió, mirando de reojo a Amy y sintiéndose extrañamente cohibida ante la sonrisa amigable que la chica le dedicó.
—Veamos, por dónde empiezo —comentó Amy, tocando con la punta de su índice su barbilla en un gesto burlesco que relajó la tensión entre ambas.
Le habló de la escuela, de cómo siempre era la primera y de que antes solía llevar el cabello verde como mismo Amity lo traía; le contó de Willow, sobre como volvieron a ser amigas y que hoy en día pasaban mucho tiempo juntas en la casa de la chica pelinegra; Amity sonrió suavemente, con cariño, ante la mención de Willow, Amy fingió no verlo. Le contó sobre Belos y la guerra, haciendo que su caminata adquiriera un ambiente sombrío, pero también le habló de las amistades que entabló durante las desgracias, diciéndole algunas anécdotas que lograron que la chica riera, aun en contra de su voluntad, disfrutando finalmente la presencia de Amy.
—¿Y la persona especial que ya no está? ¿Quién era ella? —la pregunta fue apenas un murmullo por lo bajo, pero después de tantas historias, Amity seriamente podía decir que Amy no había mencionado a la chica, sus ojos se oscurecían por momentos en cuentos en los que ella estaba, pero no llegaba a mentarla.
—Ella vivía aquí —dijo Amy, deteniéndose delante de la cabaña que se alzaba imponente a cinco metros a la derecha de ambas.
—¿En la casa del búho? —cuestionó Amity, sin entender. Tanto como ella sabía, allí vivía Eda Clawthorne junto con un pequeño ser adorable que a veces se le veía a su lado, Eda no tenía a más nadie.
—Su nombre es Luz, es una humana que atravesó el portal del búho de Eda y terminó quedándose para estudiar magia, fue como una hija para Eda, y fue una increíble novia para mí —confesó Amy, sintiendo las lágrimas correr por sus mejillas de forma silenciosa, no era tan doloroso ya, pero todavía era difícil.
—¿Qué le pasó? —susurró Amity, pudiendo notar la opresión en su pecho ante las lágrimas de Amy.
—Sigamos caminando —pidió Amy, viendo a Hooty alzarse sobre el tejado de la casa y mirarlas intrigado.
Sostuvo la mano de Amity, tirando de ella a paso lento para alejarse del lugar. El silencio se extendió entre ellas por un tiempo, Amy conteniendo sus lágrimas y Amity sintiendo como si ella misma hubiera perdido a alguien. Sus dedos se entrelazaron con los de Amy y dejó que su pulgar vagara por el dorso de su mano, un gesto pequeño que buscaba tranquilizarla; Amy sonrió mirando hacia el punto de unión entre ellas, tomando una respiración profunda cuando se vieron delante del bosque.
—Aquí puedes retirarte la capa —indicó Amity, dándole un apretón suave que le aseguraba que no estaba sola. Amy sonrió, tirando de la capucha para mostrar su cabello lila y asintiendo con la cabeza cuando se supo preparada para entrar.
—Luz era todo lo contrario a mí —admitió repentinamente, sobresaltando a Amity, que pensaba que Amy no volvería a hablar; decidió permanecer en silencio, dándole su tiempo para que continuara—. Creo que fue precisamente eso lo que me atrajo más de ella, la libertad con la que actuaba, lo extrovertida que era, irresponsable e intrépida, parecía no tenerle miedo a nada, y yo amé eso con cada fibra de mi ser.
—Suena como una persona maravillosa —comentó Amity, mirando a Amy, quien se perdió por unos instantes en la mirada dorada que la absorbía, antes de sonreír.
—Lo era.
—¿Quieres hablar de ella? —preguntó, dándole la oportunidad de decir no si sentía que era demasiado, pero Amy apretó con más fuerza en agarre entre sus dedos, asintiendo con la cabeza.
Habló de Luz, le contó la primera vez que se conocieron y como ella casi deja que la abrieran como un experimento en la escuela, haciendo a Amity reír, porque sí sonaba a algo que ella haría. Admitió la animadversión que sentía hacia Luz en un principio y como eran prácticamente enemigas, hasta que la chica se fue colando bajo su piel lentamente, haciéndola ver que estaba comportándose de la manera que no quería sin ningún motivo, que estaba bien ser ella misma. Se volvieron amigas mientras compartían las emocionantes travesuras de Luz, que tenía un don natural para meterse en problemas, hasta que para ella fue imposible negar que se había enamorado.
Le relató la cita con Hooty y el túnel del amor, y aquella petición penosa de noviazgo que las hizo sentir avergonzadas y ansiosas, pero felices. Habló con mayor detalle de la guerra y de cómo involucraba a Luz, confesó los delitos de sus propios padres, su forma de enfrentarse a ellos, el apoyo de los gemelos, todo gracias a Luz. No ocultó el miedo que sintió ante las batallas, o el tiempo en que no sabía nada de ella, y ambas se rieron en complicidad cuando Amy describió aquel primer beso que dio paso a muchos más, pero ninguno tendría la inocencia de ese primero; Amity sonrió ante las imágenes en su mente de recuerdos imaginarios que no eran suyos, pero que le transmitían una sensación cálida por dentro.
—Cuando la batalla final terminó, la magia estaba inestable, el cuerpo de Luz estaba siendo rechazado por la dimensión mágica, así que volvió al Reino humano para estar a salvo —explicó Amy, tragando grueso mientras Amity le pasaba un brazo por sobre los hombros, haciéndole sentir su presencia más cerca—. Estuvimos buscando maneras de traerla de regreso, de abrir otro portal, de que fuera seguro que ella estuviera aquí, pero nunca hemos encontrado nada.
—Lo lamento —dijo Amity, sorprendiéndose a sí misma de la sinceridad en sus palabras. Era cierto, a ella le dolía ver a Amy así de herida.
—¿Y tú? ¿Cómo es tu vida aquí? —preguntó Amy, cambiando de tema mientras se limpiaba las lágrimas de los ojos.
—Como describiste la tuya antes de Luz, solo que sin el bulliyng hacia otros, y con mucha más presión encima —confesó Amity, alejándose del cuerpo de Amy mientras sentía un frío correr por sus venas—. Me alegra que hayas tenido a Luz, Amy, tu vida sería como la mía ahora si no fuera por ella.
—Hey —llamó Amy, entrelazando sus dedos con los de Amity y colocando su otra mano en el hombro de la chica—, tú puedes cambiar eso. No necesitas una novia o una guerra para ser fuerte, puedes ser tú misma sin que importe nada más, yo sé que puedes.
Amity se quedó mirando aquellos ojos dorados que la alentaban a ser libre, feliz, a ser ella misma. Amy la miraba con esperanza, con confianza, creyendo genuinamente en sus palabras, apoyándola de verdad, y Amity no pudo ocultar las lágrimas en sus ojos. Jamás nadie había creído en ella, solo habían exigido sin piedad, siempre esperando lo peor, pero allí estaba esa chica, una ella de otra dimensión, diciéndole que en su interior ella tenía la fuerza para ser quien era en realidad, y que no necesitaba de nadie más para sacarla, y Amity sonrió, aun cuando las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, pese a estar en un bosque oscuro y la noche ya cubrir el cielo, porque, por primera vez, se sentía feliz.
—Hemos llegado —anunció, creando un aro de magia para apartar los gigantes arbustos del camino y mostrarle el final del bosque, la pradera que daba al abismo donde brillaba un portal en diferentes tonos azules.
—Gracias por traerme, Amity —dijo Amy, avanzando hacia el portal y mirándolo con cierto temor.
—¿Estás bien? —preguntó Amity, notando la ansiedad en Amy.
—Me da miedo regresar —admitió la chica, moviendo un mechón lila tras su puntiaguda oreja.
—¿Por qué?
—Porque por primera vez desde que Luz no está, no me he sentido sola —confesó, mirando a los ojos de Amity, y la chica sintió como el aire era insuficiente, como si alguien lo hubiera vuelto espeso, o quizás simplemente respirar ya no era necesario.
—No estás sola, eres la increíble Amity Blight y ya no estás sola nunca más —aseguró Amity, abrazando a Amy fuertemente y sintiendo como la chica le devolvía el abrazo, ambas dejando que las lágrimas corrieran por sus mejillas sin vergüenza. Estaban vivas y sentían, no había nada malo en la vulnerabilidad de los sentimientos. Amity lo entendía ahora.
—En serio, gracias por todo —repitió Amy en un susurro bajo, escondiendo su rostro en el cuello de Amity—. Toma, quiero que tengas esto —dijo, apartándose de ella y quitándose el collar que colgaba de su cuello.
—No es necesario —afirmó Amity, viendo como Amy negaba y colocaba el collar en ella.
—Quiero que lo tengas, para que recuerdes que tú eres fuerte y capaz, y que nadie puede detenerte, a fin de cuentas, también eres la increíble Amity Blight —dijo Amy, sonriéndole con cariño.
—Entonces…, quiero que tú te quedes con esto —repuso Amity, sacando el libro de su bolso y entregándoselo.
—No sabía que existían este tipo de libros —comentó Amy, leyendo el título en la tapa.
—Fue de una bruja muy poderosa que luchó la batalla de hace doscientos años, lo encontré en una habitación oculta en la biblioteca, me escondo allí para relajarme y leer Las aventuras de la princesa Azura, y ese libro estaba entre los otros —explicó Amity, colocando sus manos sobre las de Amy—. Quiero que lo tengas.
—Gracias —susurró Amy, sintiendo como el llanto feliz de sus ojos entrecortaba la voz de su garganta, pese a todo, se veía alegre para Amity, casi etérea.
No supo si fue un pensamiento, podría decir que más bien fue un impulso, pero Amity sintió como si flotara cuando se dio cuenta de que se había inclinado hacia adelante, haciendo que sus labios tocaran los de Amy. Al principio la de cabello lila había inspirado aire bruscamente, sorprendiéndose, Amity sintió el miedo correr por su cuerpo y estaba retirándose cuando sintió la mano de Amy en su rostro, acariciando su mejilla, y la forma en que ella se impulsó hacia adelante, completando el beso. Fue un toque suave, sus labios se movieron parsimoniosamente, juntos, sintiendo el calor y la suavidad de la otra, extendiendo el vínculo durante algunos segundos, hasta que se separaron con lentitud, pegando sus frentes y respirando el aliento ajeno.
—Debo irme —dijo Amy, apartándose y sonriéndole a Amity.
Sostuvieron sus manos mientras Amy caminaba hacia el portal, estirando sus brazos para no dejarse ir sino hasta que el primer pie de Amy estuvo dentro de la masa circular de energía azulada que la llevaría de regreso a casa, solo entonces sus dedos se desenlazaron. Se miraron sonrientes, sabiendo que era un adiós, pero que, sin importar el tiempo que pasara, ninguna de las dos podría olvidar esas horas juntas, un pequeño infinito en el tiempo que guardarían imperecederos en sus memorias.
—Amity —llamó la peliverde, devolviéndole a su alter ego su verdadero nombre, sonriéndole mientras sostenía entre sus dedos el colgante—, capítulo 23, página 4556.
El portal se cerró.
—Amity, por todos los titanes, estábamos preocupados por ti —dijo Willow, tirándose hacia Amity en un abrazo apretado cuando la vieron reaparecer a través del portal, que acaba de cerrarse con su regreso.
—Lo digo en serio, niña, no vuelvas a darnos esos sustos —intervino Eda, mostrándose agobiada por su ausencia y feliz de verla de regreso.
—Lamento haberlos preocupado, prometo que tendré más cuidado de ahora en adelante —aseguró, sonriéndoles a todos y limpiando las lágrimas de su rostro.
—No hace falta, este era el último portal temporal, ya no hay más —afirmó Gus, alzando los brazos en señal de victoria. Los portales habían creado muchos problemas durante aquellos años.
—¿Te fuiste a comprar libros a otra dimensión? —preguntó Hunter, mirando hacia el libro que Amity sostenía en la mano.
—No, esto fue… un regalo —respondió Amity, entrecortando sus palabras mientras recordaba lo último que la otra Amity le había dicho.
Sus dedos ojearon rápidamente el libro, buscando la página que le había indicado. Sintió un nudo en su garganta a medida que las lágrimas volvían su vista nublosa, sus manos empezaron a temblar y un sollozo escapó de su contención, sintiendo a Willow abrazarla y todos mirándola preocupados, sin entender qué pasaba. Amity releyó el título del epígrafe varias veces, intentando convencerse de que no era un sueño, hasta que sintió como la felicidad la abrumaba.
—Eda —llamó, extendiendo el libro entre sus manos. La dama del búho se acercó a ella intrigada, tomando el libro y leyendo lo que Amity había leído, una sonrisa extendiéndose por su rostro mientras parpadeaba rápidamente para alejar las lágrimas.
—Estabilidad de la magia, magia de portales, portales al reino humano. Un viaje seguro —leyó Eda en voz alta, haciendo que un jadeo colectivo corriera entre los presentes—. Bueno, niños, creo que tenemos una humana que traer de vuelta.
Todos sonrieron. Era hora de buscar a Luz.
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Digamos que intenté apegarme al canon y a la vez me alejé de este, jajajaja.
En fin, espero que les haya gustado y que la lectura les relajara. Dejen su voto si creen que lo merezco, pero lo que realmente apreciaría es que dejarán aunque sea un comentario para saber si les ha gustado o no.
Dicho eso, un besito ❤❤❤.
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