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Me enloqueciste, desde el primer momento en el que te ví entrar a la mezquita, con tu bello vestido blanco, y esos ojos grandes verdes, que me miraban de esa manera de nuevo, tan intenso, que me volvía loco de amor. Tuve miedo de echarlo a perder, pero juro que cuando me besaste, y me dejaste que te entregue mi amor en la cama, allí me di cuenta de verdad lo que nos pasaba: que nos moríamos de amor uno por el otro.
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