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Por favor, bésame, que podría morirme sin tu boca; acaríciame, que mi piel se está agrietando por el frío. Abrázame, para no caer por el peso de mi corazón amándote; mírame, como nadie lo hace, en las profundidades de tus pupilas, donde encuentro dos piedras preciosas que me encantaría verlas brillar.
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