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Suaves sábanas blancas, que acariciaban mi piel herida; que me daban el calor que me faltaba. Te apareciste por el pasillo y me besaste, mientras temblaba de felicidad, mi corazón daba un vuelco.
Me podría morir más de felicidad al sentir tu boca sobre la mía, que por mis heridas en el pecho.
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