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Pesadilla N°6: Mi Ángel Guardian

A pesar de que se escondía, sabía que estaba ahí. A través de la parte ciega de mi visión, lo veía asomándose por las paredes, ventanas o cualquier lugar donde pudiese observarme, para que cuando intentase verlo directamente, pueda desaparecer. De pequeña creía profundamente en la idea de tener a alguien conmigo, alejando de mi la soledad que siempre tenía que vivir. Muchas de las otras voces, sin embargo, los rechazaban, los llamaban fantasmas, otros, alucinaciones, la respuesta variaba dependiendo de la edad del que respondiese. Con mi entusiasmo de niña, trate de ponerle un nombre también, "Ángel Guardian" nació de mi lado romántico. Apareciendo constantemente, por todos los lugares al que fuese, cuando lo necesitase. Pero con él, parecieron los verdaderos fantasmas, que no temían con acercarse y clavar sobre mi alegría, esas hirientes palabras. Los años continuaron, y tomé conciencia sobre esas alucinaciones, pero también, me convencí de convertir el rechazo a rencor sobre los verdaderos culpables de mis desdenes.

¿Por qué tenía que caer sobre las ideas de mis demonios?

Las ideas rondaron en mi mente, cuidadosamente planificadas, y liberadas en una risa negra y solitaria en mi habitación, que, por suerte, nadie estuvo ahí para escuchar. En mi apartamento, todo se encontraba en un premeditado desorden. Aun con mis limitados recursos económicos, siempre me las ingeniaba para rellenar el espacio vacío con muchas de esas pesadas cajas que me llegaban por correo, y que nunca abría. No tenían remitente, solo aparecían enfrente de mi puerta esperando a que las deje entrar, y que, con gran satisfacción, recibía. Acomodadas en una de mis habitaciones, las acompañe con unas cuantas velas aromáticas para disuadir el aroma a cartón mojado. Las pastillas me fueron cuidadosamente recetadas, solo para aliviar los intensos dolores de cabeza. Ha medida que llegaban más cajas, más de esos fantasmas y sus voces se callaban, pero en su lugar, empezaron a susurrar maldiciones en mi mente. Pasaba el tiempo, y cada vez se acercaba más. Podía verlo quieto en la oscuridad como si no quisiese ocultarse de mí. En ocasiones, solo se quedaba parado en un rincón de mi habitación, detrás de las cortinas. Empecé a sentir brisas en mi rostro cuando dormía, o cuando simplemente mantenía los ojos cerrados, pero que, al abrirlos, no había nadie. Aquel ángel que solo me observaba desde lejos, desapareció, y en cambio, empezaron estos tormentos.

¿Tal vez hice algo que lo asustó?

Había veces en las que escuchaba gritos desgarradores en mi cabeza. En mi cuerpo aparecieron variedad de lastimaduras y rasguños, que ya habían cicatrizado. No sabia la causa de ellos. Una noche de aquellas, justo en el momento en el que abrí los ojos a causa de unos de eso gritos, a pocos centímetros de mi rostro, vi dos grandes abismos negros en lugar de boca y ojos en una cara pálida. Podía sentir su aliento helado y seco, pero en un solo pestañeo, desapareció. Con solo recordarlo, causaba un fuerte grado de tristeza. Las penas me hundían aún más con el repulsivo hedor que provenían del cuarto de las cajas, no había cambiado las velas aromáticas. Sabia que es lo que había dentro de ellas, y la angustia de saber que ahora alguien más lo sabía, me revolvió el estómago. Nunca me preocupe por las consecuencias, pues pensaba que nadie la descubriría jamás, pero me había equivocado: siempre hubo alguien observando.

Desde entonces ya no intentó ocultarse, puedo verlo dentro de la oscuridad, observándome. A veces, en mis sueños, también lo veo, pero el no a mi. Lo veo enfrente del cuarto de olor putrefacto, mirando cada caja que se encontraba. Durante el resto del día, empecé a sentir otra vez ese aliento frio rozando mi cuello, y en algunas ocasiones, una mano apoyada en mi hombro, sin nadie a quien culpar. Aun sin poder verlo de frente, se que esta ahi, acercándose un poco mas. Me siento cansada, por la única esperanza de compañía que se ha ido. Se suponía que era él quien me protegería, pero ahora es a mi a quien quiere atormentar. Tal vez fui yo quien se equivoco. Tal vez ellos no están aquí para protegernos, sino para controlarnos. Pero crecí y creo que el también. Ya no tiene miedo de acercarse, y ahora soy yo quien quiere esconderse. Como podría hacerlo? Solo de una forma. Tal vez solo tengo que caminar hacia él, y esta vez, tomarle de la mano.

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