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Pesadilla N°4: Despierta Fantasma

Dentro de mis sueños, al entrar en esa vida oculta en mis pensamientos, siempre repito la misma historia. Viviendo los días atrapados y desolados de alguien que no soy yo.

Mis sueños empezaban al termino de otro: despertando. Siempre despertando, extrañamente alegre, recordando el sueño que acababa de tener. Una sonrisa en mi rostro, debajo del rastro de lagrimas secas en mis mejillas, surgía de repente. Pero la realidad se empezaba a tornar distinta. Me encontraba acostado sobre una polvorienta cama, cubriéndome con mis brazos del frio seco que invadía aquella habitación. No había ventanas para cerrar, quedándome solo observar la única decoración dentro de aquellas 4 paredes descascaradas: una puerta cerrada. Poco a poco, aquella sonrisa se desvanecía con solo recordar que, desafortunadamente, había despertado. El tiempo, como en todo sueño, avanzaba deprisa. Sintió como el cuerpo se hundía otra vez en esa profunda tristeza peligrosa, que siempre evitaba recordar. No podía controlarlo; aunque supiese que era un sueño, no podía, y nunca pude hacerlo. Solo cuando el día terminaba y debía volver a dormir, era que sus pensamientos se calmaban. Y mis ojos se cerraban, mientras la débil luz de la habitación se balanceaba, trasluciendo mis parpados, llevándome de regreso a la realidad.

Todos los días me hacia la misma pregunta: ¿Quién era él? Nunca logre verle el rostro, o no que yo recuerde. El resto del día lo pasaba con tranquilidad, con mi familia y amigos, pero con aquella incomodidad, de tener algo pesado sobre mi cuerpo, invisible, arrastrado por mis manos.

Algunos días atrás, las cosas ocurrieron de forma distintas. El tiempo avanzaba igual de rápido. Todo transcurrió de manera normal: sentándome sobre el borde de la cama, mirando otra vez la puerta. Pero esta vez logre levantarme con intenciones de acercarme a ella. Sus pasos eran débiles y accidentados, difíciles de guiar. Al abrir la puerta, detrás de ella, una gran sombra oscura golpeo mi rostro, dejándome ciego por unos segundos. Al recuperar un poco la visión, noté como el estado del resto del apartamento era igual que el de mi habitación: las paredes de la sala agrietadas y descascaradas, el suelo alfombrado empolvado el comedor; no habían indicios de que alguien estuviese aquí. Se dirigió a la puerta principal, la cual estaba obstaculizada por tablones de madera que le impedían abrirla. Una brisa fresca recorrió con suavidad mi hombro derecho. Al voltear, no pude evitar paralizarme: habían varios rayos de luz, rojos como la sangre, atravesando el aire empolvado y aterrizando sobre el suelo alfombrado. La ventana también estaba entablonada, pero de entre las aberturas, nacían aquellas luces, que alumbrando débilmente el ambiente, lo dejaban en penumbras. Me sentía asustado, pero también triste. Deje que atravesara mis manos, posándolas sobre el aire, y al instante, sentí calor, como el de un abrazo sincero. Caí sobre el piso, rendido, devolviéndole el abrazo a la calidez de la aquella luz roja. Momentos después el sueño me venció, y nuevamente, volví a la realidad.

Esa noche me desperté como si de una pesadilla se tratase, asustado y sudoroso. Para mi sorpresa, mis padres estaban abrazándome, intentado reconfortarme de una pesadilla que no recuerdo haberles advertido. Pero les abrace igualmente, porque de alguna forma, también lo necesitaba.

Desde ese día, incluso despierto, sentía como es que algo me faltaba. Mi cuerpo se resistía aun mas, como si estuviese debajo de un mar profundo. Y esperando tener respuesta en una de esas noches, un día, la encontré.

Debajo de la cama había un frasco, envejecido, y justo al lado, restos de una foto carcomida. Al tomarla, pude ver por primera vez aquellas manos ajenas a las mías. Delgadas y arrugadas, cuya piel dejaba entre ver todos sus huesos frágiles y débiles. En la foto habían varias personas, que luego de unos segundos, entendí que eran mis familiares. Desde abuelos hasta primos, sonriéndome desde aquella hoja de papel; al igual que un niño en particular, que aun con la cara borrosa, se parecía extrañamente a mi. El paso del tiempo fue lento por primera vez, y mientras los veía, en mi mente, como gotas de agua, caían varios recuerdos. Aun que fuesen falsos, dentro de aquella nube de los sueños, todo se formaba con sentido. Lo habían abandonado, uno tras otro. Y se lo advirtieron, que no podría hacerlo solo, que necesitaría a alguien que lo acompañe, pero se negó, y en su lugar, aceptó la soledad como una vieja amiga. Sentía que había fracasado, y ese dolor provocado por sus propias mentiras, que al mismo tiempo era reconfortante, también era falso. ¿Acaso el sabia él que su realidad era un sueño? Se había equivocado, y construyo con sus recuerdos una burbuja que puedo abrazarlo, en sus "sueños". De repente sonrió, feliz por haber entendido su historia. Tomó el frasco, que no estaba cerrado y que le faltaba la mitad de aquellos dulces rojos. Y los ingirió, todas de un solo trago. Ya no necesitaba de la foto: todos los recuerdos aun estaban en sus pensamientos, y ahora, también en los míos. Dejó la foto donde la encontró, y como si fuese otro sueño mas, sobre aquella vieja cama, cerró los ojos y se quedó dormido.

Ahora estoy despierto. Puedo ver atreves de mis ojos, y aun siento ese arrastre pesado en mis manos. Ahora algo diferente esta pasando. He intentado dormir, pero ya no lo consigo. Desde esa noche, cuando cierro los ojos, veo otra vez mi mismo techo, mi misma habitación, con mis mismos ojos. Como si estuviese despierto, pero con los ojos cerrados, y sin poder abrirlos nuevamente.

Mientras escribo esto, mi mente esta cansada y adolorida por algo, algo diferente. La roja luz del sol esta entrando por mi ventana. Intentaré dormir otra vez, pero si no lo logro, entonces seguiré escribiendo. Porque mientras esta carta tenga mis mismas palabras, sabré entonces, que estoy despierto.

Y ustedes...

...ya despertaron fantasmas?

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