Pesadilla N°12: Elogios a la Fama
Alguien había tocado su puerta, interrumpiendo la mitad de su lectura, y causándole primeros rasgos de pánico. Eran horas de la madrugada y no esperaba a nadie más. Al acercase a una de las ventanas próximas a la entrada, vio a través del vidrio, una sombra negra esperando frente a su puerta. Todas las luces apagadas, causaron en aquella persona a usar una linterna para buscar en el interior de su casa. En un ágil movimiento, moviéndose justo detrás de la puerta, evito que la encontrara con aquella luz. Discretamente se dirigió al teléfono y marco a la policía, que, para su suerte, fueron rápidos en contestar. Con voz agitada, intentó explicar al oficial la situación, pero fue interrumpida por un fuerte estruendo que retumbó sobre toda su casa.
Golpes, uno tras otro, sobre la puerta de su casa, tales como si se quisiese derrumbar. De la cocina tomo un cuchillo y se refugio debajo de la mesa, esperando por cualquier siguiente movimiento. De repente la voz de un hombre, detrás de la puerta, empezó a recitar frases que le fueron familiares. Cada una de ellas habían sido escritas por ella misma en muchos de sus libros, y que el sujeto, las fue recolectando. Las sirenas policiales empezaron a sonar desde lo lejos, devolviéndole un gran alivio. Sin intenciones de escapar, solo continúo recitando frases mientras las sirenas se acercaban y se detenían en frente de su casa. Cuando la voz se detuvo y salió para confirmar la situación, los oficiales habían logrado capturar al sujeto. Le hicieron varias preguntas, sobre sus amigos y familia, además de varios datos personales. Por último, antes de marcharse, la oficial a cargo le recomendó que se mude de casa; si bien lograron capturar al acosador, es muy probable que no sea el único, y que, por su seguridad, cambie de domicilio.
Y así fue, al mudarse a otra ciudad, parecían haberse solucionado los problemas. La tranquilidad, aunque cubierta de quietud, parecía que era lo que necesitaba. Pasaron los días, semanas y meses, en su nuevo hogar, y como todos los días, después del trabajo, intentaba descansar. Fu cuestión de semanas que empezó a escuchar ruidos proviniendo de su ventana, a altas horas de la anoche. Piedras que creaban grietas en el cristal de sus ventanas, que mostraban la fragilidad para romperse y entrar si alguien lo quisiese. También empezaba a recibir cartas, de enferma escritura con mensajes aún más perturbadores, todas entregadas por debajo de su puerta. Poco a poco dejo de ser esporádico, convirtiéndose en algo de todos los días. Siempre despertando y encontrando sombras espiándola desde lo lejos y que huían al escuchar las sirenas policiales. Ahora cada noche, volviendo de su estresante trabajo, los nervios de que si esta vez podría dormir sin que nadie la interrumpiese, siempre le inquietaban.
Volvió a cambiar de hogar, una y otra vez, ciudad tras ciudad, pero no lo conseguía. Todo siempre se repetía, y al final entendió, que la paz la había abandonado para siempre. Siempre trabajo con pasión todos sus libros, esperando a la satisfacción de sus fanáticos. Consiguió grandes logros en su carrera, pero no sabía que ellos también llevaban consigo este un pesado arrastre, el cual la ha llevado a vivir una vida de incierto. Se volvió exitosa rápidamente, y por lo tanto, fue reconocida por una gran cantidad de personas. Su rostro estaba por todos lados. Para cualquiera que intentase saber más sobre ella, solo tendría que investigar un poco más de la cuenta. Y muchos querían saber sobre todo de ella, incluyendo también, a donde podrían visitarla, para que cuando ella estuviese durmiendo, poder elogiarla.
Ahora ella está sentada sobre el sofá, leyendo una de las cartas de sus admiradores, que encontró dentro de su casa. Puede verlos atreves de la ventana. Es de noche, pero las luces de los vehículos, que están tratando de derribar la puerta, hacen parecer que ya es de día. Y también está esperando, que de entre todos esos aplausos detrás de su puerta, afuera de su hogar, haya un momento donde se detengan, para poder al fin abrir la puerta.
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