
31. Sólo porque me gustas
Siento que todo el aire ha abandonado mis pulmones de repente. Es como si me estuviera asfixiando, sólo que de forma lenta y tortuosa. Apenas puedo respirar y ni hablar de los nervios que invaden mi cuerpo, porque podría jurar que hasta estoy temblando del miedo. Suena exagerado, lo sé, pero así me pone la idea de que quizás, a Madi no le guste el regalo. ¿Por qué no pensé en un plan B?
Antes de que pueda arrebatarle la caja y buscar otra solución, ella empieza a abrirlo con una lentitud agonizante, tomándose el tiempo necesario para examinar cada detalle y eso sólo hace que mi intranquilidad aumente. Si eso sintió ella cuando yo no me apresuraba a sacarlo de la mochila, entiendo por qué quiere vengarse. Yo también lo haría.
El tiempo incluso se detiene cuando, al fin, le quita todo el papel que lo envolvía y se queda observándolo durante algunos segundos. Su boca no se abre de la impresión —como ocurrió con Jeff—, sin embargo, algo en sus ojos me dice que su emoción es igual de potente que cuando descubrió que era el último álbum de su banda favorita, lo cual ya dice bastante. Algo en sus ojos me dice que no me equivoqué al escoger ese regalo. Algo me dice...
Que tal vez sí hice bien...
Sin previo aviso, Madi salta sobre mí, aferrándose a mi cuello como si su vida entera dependiera de ello. Por inercia, la sujeto de la cintura y al ser más alto que ella, no puedo evitar levantarla un poco del piso, dejando sus pies en el aire, pero eso no parece molestarla, ya que ella continúa abrazándome y si a ella no le molesta, ¿por qué debería importarme a mí?
—Gracias, Eithan... gracias, gracias, gracias. Fue un gesto muy lindo de tu parte —chilla, aunque sin gritar, ya que eso sí me dejaría sordo—. Creo que éste es el mejor cumpleaños que he tenido.
No me da tiempo ni siquiera a procesar sus palabras, pues casi al instante, me suelta y vuelve a marcar distancia, aunque sin borrar la sonrisa de su rostro. Quiero creer muchas cosas, pero verla actuar así, me hace pensar que quizás, sólo pensó en voz alta y que en realidad, no quería decir eso, pero no me importa. Ya sea que lo piense o no, me alegra saber que, al menos, mi obsequio sí le gustó.
—Me alegra que te haya gustado —le digo, en tono bajo.
Por alguna razón, mis palabras logran que su sonrisa se ensanche aún más —si es que eso es posible—. De hecho, podría jurar que nunca antes la vi sonreír así, de forma tan intensa, con la emoción y la alegría desbordándose de sus ojos, más que en ocasiones anteriores. ¿Y para qué lo voy a negar? Se siente bien saber que fui yo quién la hizo sonreír así.
—Te ves bonita cuando sonríes.
Las palabras se me escapan por accidente. Y cuando me doy cuenta, sólo atino a desviar la vista hacia otro lado, intentando no mirar demasiado el color rojizo que ha adquirido su rostro ante mi comentario. Estábamos tan bien... y tenía que llegar yo y volver incómoda la situación. Qué estupendo.
—¡Oigan! Si notaron que seguimos aquí, ¿verdad?
La burlona voz de Made me regresa a éste planeta, haciéndome reír un poco. Siempre que se trata de Madi, termino olvidándome de esos dos.
—¿Qué es, qué es, qué es? —pregunta Jeff, acercándose a Madi para ver el obsequio. Su boca se abre con sorpresa al contemplar el empaque de la cámara— ¡Oh por Dios! ¿No es la que querías desde hace...?
—Sí, sí, sí, no tienes que revelarnos todos los detalles —lo interrumpe de golpe, tapándole la boca con su mano. Me da curiosidad el porqué de ello, pero elijo no hablar y mantenerme al margen.
Justo a tiempo, la señora Mónica regresa de la cocina.
—¿Quién quiere pastel? —pregunta, ya con uno en sus manos.
Luego de una breve discusión entre Madi y su mamá —ya que ella quería prepararlo por sí misma—, todos nos reunimos alrededor de la mesa y claro, es Jeff quién termina haciendo otra de sus locuras. Con el pastel enfrente, se inventa una canción de cumpleaños para nada común que le dedica a las gemelas, en la que habla de lo loca que está su mejor amiga y lo desquiciada que es su hermana. Por cortesía, la señora Mónica y yo intentamos seguirle el ritmo, pero es inútil y al final, todos acabamos estallando en carcajadas.
Como si fuera poco, éstas aumentan cuando vemos como ambas chicas pelean por enterrarle la cara en el pastel a la otra.
—Ya, ya, no hagan eso, lo van a estropear —las regaña su mamá, alejándolo de un peligro inminente.
—Tú le quitas la diversión al momento —se queja Made, cruzándose de brazos.
—Yo hago toda la limpieza de la casa por un mes si me dejas estrellárselo a ella. —Es Madi quien intenta negociar.
—Que sean tres meses.
—¡Trato!
Pero...
—¡Eso no es justo! ¡Traidoras!
Me toca hacerme a un lado para que Madeline no me tire al piso cuando sale corriendo, huyendo de su hermana, quién la persigue como si le hubiera robado al novio o qué se yo. La escena me parece de lo más divertida, sin embargo, no quiero que acaben peleando por esto, así que le intercepto el paso y junto con Jeff, logramos convencerla de parar con la locura número... no sé, ¿mil?
—Al menos así, nos quedará pastel para comer —opina la madre de las gemelas, haciéndonos reír.
Tras dedicarle un fuerte aplauso a ambas chicas, por fin, logramos sentarnos a comer en completa paz, sin riesgo de que acaben matándose entre ellas o peor aún, que le hagan daño al pastel. Es decir... ¡es un pastel! Tengo mi debilidad por él y aunque no la tuviera, pues... pastel es pastel y punto.
Entre más risas y bromas, seguimos disfrutando del momento. Sin duda, el sabor de esto está muy bueno, ya que es una mezcla entre café y fresas. Sé de memoria que Made ama el café, pero ahora que lo pienso, nunca le pregunté a Madi cuál era su comida —o su postre— favorito. ¿Y así tengo el valor de hacerme llamar "su amigo"?
—¿Y ahora qué harán? Podrían ver una película —opina la señora Mónica.
—Es buena idea. A mí ya se me terminaron los juegos y las penitencias ridículas. —Se le une Jeff.
Todos aceptamos con gusto y mientras ella y Made se van a buscar las películas —sólo Dios sabe cuántas tendrán—, nosotros tres aprovechamos el tiempo para limpiar el desastre que hemos dejado, tanto en la sala como en el comedor, todo gracias a las locuras de Jeff, pero bueno, al menos lo hizo por una causa noble y gracias a él, fue que el día resultó aún más divertido de lo que esperaba.
—Eithan. —Es Madi quien me habla, tocándome el hombro— Bueno... ¿podemos hablar? Sólo será un segundo.
Sus palabras hacen que un extraño sentimiento de intranquilidad se instale en mi pecho y a la vez, miles de teorías pasan por mi cabeza a la velocidad de un rayo, cada una peor que la anterior. Incluso llego a pensar que ya no me quiere cerca y que eso es lo que va a decir, sin embargo, veo de reojo a Jeff y es su gesto el que me tranquiliza un poco. Noto como asiente con una leve sonrisa, para después, indicarme con una seña que acepte la propuesta, así que eso hago. Me armo de valor y sigo a Madi hasta la puerta, antes de salir y abandonar su casa.
Afuera, el clima se siente algo templado. Y el olor a bosque vuelve a inundar mis fosas nasales casi al instante, siendo acompañado de otros más, tales como el de las flores... tierra mojada...
Y claro, el aroma del perfume que Madi usa, el cual, ha llegado hasta mí gracias a la brisa fresca de aire que nos ha golpeado de repente.
—El día está muy bonito hoy —murmura. Y aunque por un momento, siento que no me habla a mí, confirmo lo contrario cuando se gira y me sonríe—, ¿no lo crees?
—Sí que lo está. Por lo que he visto, el clima de aquí siempre es bueno.
—Bueno... no siempre —me corrige, mirando hacia el frente—. La temporada lluviosa no lo es tanto.
—¿No te gusta el invierno? —pregunto, confundido y asombrado al mismo tiempo.
—No es eso, es más... —La frase se queda en el aire, mientras ella intenta encontrar una forma de terminarla— Suele llover casi todo el día, todos los días. Y el ambiente se vuelve algo... deprimente.
Oh, ahora entiendo su punto.
—Tienes razón, la lluvia casi siempre es así.
Nos volvemos a quedar en silencio por unos cuantos segundos más, aunque para mí, se sienten como largas e interminables horas de espera, en las que Madi no dice nada. Por eso, elijo ir al grano y terminar con esto de una vez.
—¿De qué querías hablar conmigo, Madi?
De reojo, logro ver como su postura se endereza y su semblante se tensa un poco. Luce incómoda, pero evito mencionarlo ya que no quiero que se sienta mal. ¿Qué clase de persona sería si me aprovechara de sus "debilidades" en momentos como éste?
—Bueno... yo... no es nada, sólo quería... ag-gradecerte otra vez por... por el obsequio —balbucea, con torpeza—. Fue m-muy lindo de tu parte y... en, en serio... me gustó mucho.
—No fue nada —respondo, con seguridad, fingiendo que no noté su nerviosismo—. La verdad, me preocupaba que no te... gustara. Incluso pensé en quitártelo de las manos para... para evitar que lo vieras, ¿sabes? —confieso, rascándome la nuca— Me asustó pensar que pudieras llegar a odiarlo.
—¿Por qué lo odiaría? —pregunta, con el ceño fruncido.
—Ni yo sé. Ideas mías, supongo.
La suave risa que suelta, basta para calmar un poco mi leve ansiedad.
—Eres tierno —murmura de repente.
Olviden lo que dije. Ahora me siento mucho peor.
Me toma varios segundos reaccionar y es porque, la verdad, no lo esperaba. Quiero decir, imaginé muchas cosas, incluso los peores escenarios posibles —en los que, tanto ella como su hermana, acababan matándome—, sin embargo, éste jamás entró en la lista, sobre todo porque, hasta donde recuerdo, ella nunca había dicho algo parecido. ¿Será que ya está más cómoda conmigo?
—¿Tierno? —pregunto, intentando no tartamudear.
Ella asiente, con una sonrisa.
—Bueno... creo que sí lo soy —comento, fingiendo seriedad—, pero sólo porque me gustas.
Para cuando me doy cuenta, ya es demasiado tarde. Las palabras han salido de mi boca y es imposible remediarlas. Ahora, lo único que me invade, es un profundo arrepentimiento, sobre todo al ver como su sonrisa pierde fuerza, hasta convertirse en una extraña mueca de nerviosismo o quizás, de incomodidad.
—¿Aún insistes con eso? —pregunta, con timidez.
Casi siento ganas de golpearme contra la pared al oír su tono de voz. Sé que he arruinado el momento, otra vez y eso me vuelve a dejar un cargo de conciencia tremendo. No quiero que se sienta presionada ni mucho menos que vuelva a huir de mí, pero no puedo evitarlo. Es como si mi cerebro dejara de funcionar por unos breves segundos, obligándome a decir en voz alta lo que estoy pensando en realidad, sin medir los efectos que mis palabras podrían tener sobre la otra persona.
¡Que alguien me dé un buen golpe, por favor! ¡Quizás así se me quite lo idiota!
«¿No te bastó con el que ya te diste?»
«¿De qué hablas? ¿Qué otro golpe me di?»
«¿Pues cuál más? Cuando te le caíste a tu mamá de pequeño, ¿por qué crees que quedaste así?»
Bueno... eso dolió.
Su rostro, algo enrojecido debido a la vergüenza, logra hacerme sentir aún peor, así que sólo suspiro de forma disimulada, mientras busco una forma de arreglar mi error.
—Disculpa, Madi, no quise incomodarte —le digo, con total sinceridad—, es sólo que... no puedo evitarlo. Mi cabeza me lo recuerda todos los días y me obliga a pensar en eso siempre. Por eso sigo insistiendo con lo mismo, porque sé que es verdad.
Su repentino silencio me resulta abrumador, hasta que se gira y me mira directo a los ojos, como una súplica silenciosa para que no le mienta.
—¿Cómo puedes estar tan seguro, Eithan? ¿Cómo puedes saber que no te equivocas? —pregunta, en un susurro— ¿Cómo sé que la chica que te gusta no es... mi hermana?
Me tomo un momento para pensar en una respuesta que resulte convincente, sin embargo, no tengo que hacer mucho esfuerzo ya que ésta llega a mí casi al instante. Veo a Madi y una sonrisa se dibuja en mi rostro al darme cuenta de lo bonita que se ve, no por el maquillaje, sino por su expresión y lo que su mirada demuestra. Creo que es lo que más me gusta de ella, sus ojos, que resplandecen de alegría y muestran la sinceridad que a muchas personas les falta. Veo en ellos algo que, sin importar cuánto tiempo pase, sigue atrayéndome igual o aún más que la primera vez que los vi.
Es extraño... y al mismo tiempo, me resulta fascinante. Se supone que ambas son gemelas, que son idénticas, pero a pesar de ser casi igual a su hermana, hay algo en Madi que la hace diferente, algo que la hace... "especial", al menos para mí.
Suelto una risa tonta al darme cuenta de lo que estoy pensando. Vaya que he cambiado desde que llegué aquí, sobre todo por lo cursi que me he vuelto. Todo gracias a ella.
—Verás, Madi... no sé cómo explicarlo —inicio, tomando algo de aire para darme valor—, pero sé que eres tú quién me gusta y la verdad, creo que hay motivos de sobra para eso. Eres alegre, divertida, muy espontánea, algo bromista —comento, con burla—, pero sobre todo, eres bonita y una estupenda amiga. No necesito mucho para darme cuenta de que se trata de ti. Me basta con mirarte para saber que es contigo con quien me siento bien. Y también, es sólo contigo con quien me gusta estar.
Nos quedamos viendo uno al otro durante varios segundos, en los que noto cómo sus mejillas se van poniendo cada vez más rojas. De la misma forma, el calor comienza a subir por mi rostro, hasta que éste se siente casi asfixiante, igual de abrasador que el sol. No quiero ni pensarlo, pero lo más seguro es que un tomate tenga menos color que yo.
Ante la incomodidad del momento, sólo se me ocurre una cosa y por impulso, empiezo a caminar con lentitud, dejando a Madi unos pasos atrás de mí. No es que quiera irme, pero quizás al estar en movimiento, deje de sentirme tan... ansioso, como ahora. Elijo fingir tranquilidad, antes que correr el riesgo de hacer el ridículo frente a ella, por millonésima vez.
—Oye... ¿quieres dar una vuelta? —pregunto, con tanta seguridad, que hasta a mí me sorprende, mientras camino de espaldas para no perderla de vista.
«¡Eso, campeón! Sigue así y llegarás muy lejos»
Mis pies se enredan y acabo tirado en el suelo, sentado sobre el césped.
«Olvídalo, genio, conmigo ya ni cuentes»
Admito que sentí un leve dolor con la caída, sin embargo, éste no se compara con la vergüenza y el orgullo herido. ¿Será que éstas cosas también le pasan a los demás? ¿O sólo yo soy el de la mala suerte?
«Y Madi sigue viéndote...»
¡Joder! ¡Qué desastre!
—¡Dios, Eithan! ¿Estás bien? —pregunta Madi, corriendo hasta donde estoy, antes de agacharse junto a mí para "inspeccionarme" mejor.
Trágame, tierra, ¡pero que sea yaaaaa, por favoooorrr! ¡No resisto mááááás!
—Yo... yo... ¡sí! No fue nada, sólo...
Mis torpes balbuceos son interrumpidos de golpe cuando me centro en Madi y en lo cerca que está su rostro del mío, detalle que había pasado por alto, hasta ahora, que no he podido evitar quedarme embobado viéndola durante quién sabe cuánto tiempo. Ella se da cuenta, pero por alguna razón, no hace el intento de alejarse. Por el contrario, reacciona de la misma manera que yo y ambos nos quedamos así, sin apartar nuestra vista del otro.
De nuevo, esa alocada idea que tuve hace unos días, se cruza por mi cabeza de forma fugaz. E igual que ese día, no lo pienso dos veces y sólo actúo, consciente de que quizás me gane un golpe por esto, pero no me importa. Estoy decidido a intentarlo tanto como mis propias energías me lo permitan. Y si me tengo que arriesgar, lo voy a hacer sin dudar.
Antes de que cualquier otra cosa pase, la tomo del cuello con delicadeza y luego de atraerla hacia mí, le planto un beso en los labios, pero por increíble que aparezca, ella no se aleja, hasta que soy yo quien lo hace, sólo para ver su expresión de susto y confusión, aunque sin dejar de lado sus mejillas sonrojadas.
Movido por la emoción del momento. Y aún sabiendo que, ésta vez, corro riesgo no sólo de que me golpee, sino también de que me aniquile, me atrevo a acercarme y por segunda vez, uno mis labios con los de ella, sólo que ahora, la diferencia está en que corresponde, aunque con cierta timidez. Su boca tiene sabor a cereza y aunque la parte lógica de mi cerebro me dice que es por el labial, en el fondo, quiero creer que es por ser ella, porque ese es su sabor.
Tras apenas unos segundos, ella se aleja un poco. Más que sorprendida, luce asustada, pero no es mi caso, porque en éste momento, siento que estoy más feliz que nunca. Por primera vez en no sé cuántos meses, una verdadera felicidad me invade, como hace mucho no sucedía. Hoy, por primera vez, siento que he vuelto a ser yo.
Como ya quedó claro que el ser atrevido se me ha dado de maravilla hoy, decido correr un último riesgo y con cuidado, alejo un mechón de cabello de su rostro y lo coloco detrás de su oreja, permitiéndome apreciar con más claridad sus ojos. Esos ojos avellanados que, de alguna forma, han logrado quedarse grabados en mi memoria a tal punto que ya no pude sacarlos de ahí; esos ojos tan bonitos que cada vez me gustan más.
Su dueña sigue sin reaccionar. O quizás ya lo hizo, sólo que de una forma diferente a la que esperaba, pues en lugar de salir corriendo, sólo me mira con fijeza durante un momento, antes de dedicarme una pequeña, pero así mismo, bonita sonrisa. Es como si, con ella, me estuviera dando la confirmación que tanto deseaba, lo cual me hace sonreír con más amplitud. Y movido por esa repentina descarga de emoción, sólo atino a decir una cosa.
—Feliz cumpleaños, mi linda detective.
Awww, qué bonito, quiero a alguien como Eithan en mi vidaaa. 😍😍💖
No, la verdad, no. Está muy pendejo el wey éste. :v 🤣🤣
Muy buenos días/tardes/noches a todos. Lo pongo así porque ni idea de cuánta diferencia horaria hay de sus países al mío. 😅😅 Como lo prometí, aquí está el siguiente capítulo (aunque se supone que lo subiría mañana, pero no me pude resistir, jeje). Quise subir dos, pero mi internet no daba para tanto, así que por ahora, quedémonos con éste. Pero no se preocupen, que la próxima semana vuelvo con otro más y… ¿quién sabe? A lo mejor, traigo hasta uno extra. 🤭
Aquí mis preguntas de hoy:
¿De qué país son? ¿Y a qué hora leyeron esto? 🤭
Nos leemos pronto, amigos. Les mando muchos besos con sabor a cereza. 😘😘
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro