Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9

A pesar de habernos ido a acostar sin haber dicho una sola palabra, me desperté con él enredado en mi cuerpo. Ambos estábamos de costado, su brazo me rodeaba por encima del mío y su pierna me tenía aprisionada. Cada tanto soltaba pequeños ronquidos y suspiré pensando en lo doloroso que iba a ser tener que despertarlo. Justo tenía su reloj frente a mí, y cuando vi que eran casi las siete de la mañana, salté de la cama como si tuviera un resorte. Él se despertó exaltado y miró hacia todos lados asustado.

—¡Son las siete! —exclamé corriendo a la cocina.

Cuando llegué, todos ya estaban desayunando y listos para salir.

—Buenos días —dijo Zane con una sonrisa extraña.

—¿Por qué nadie nos despertó? —inquirí y bufé.

Agarré una tostada con manteca untada y comencé a comerla.

—Se veían muy... cómodos —murmuró Peter intentando no reír.

—¡Hay que trabajar! —grité masticando, y cuando giré para ir al baño, me choqué con Luka.

El resto de la tostada se pegó en su pecho por un momento manchándolo y luego cayó al suelo. Mi mandíbula cayó, pero él comenzó a reír suavemente.

—No pasó nada, tranquila.

El recuerdo de la primera vez en que lo dijo invadió mi ser junto a las ganas de abalanzarme sobre él por milésima vez. Tomó una servilleta y se limpió sin dejar de mirarme.

—¿Estás bien? Estás pálida —comentó, a lo que asentí vagamente.

—Necesito... Necesito ir al baño —balbuceé antes de salir disparada.

Me empapé la cara con agua fría y gruñí golpeando el lavabo. Mientras me secaba la cara, un par de golpes en la puerta hicieron que me detuviera.

—¿Puedo pasar? —musitó Luka, su voz era grave y seria.

—Claro.

La puerta se abrió poco a poco y la cerró cuando entró, apoyándose contra la madera.

—Creo que ya somos lo suficientemente maduros como para tener una conversación civilizada al respecto.

Me agarró tan desprevenida que no sabía que decir, había dejado de pensar y mi mente estaba en blanco. Mi corazón comenzó a acelerarse poco a poco, mis manos empezaron a sudar y mi silencio solo hizo que siguiera hablando.

—No sé qué siento por ti, Rae, pero... No creo que podamos ser amigos.

—Luka...

—No, espera —me interrumpió acercándose un poco—. Lo único que te voy a pedir es que, si es mutuo, no me lo digas.

Se veía preocupado, sus ojos estaban demasiado abiertos y la mandíbula tensa. Estaba mal, yo le hacía mal.

—Lo único que me molesta más que ser solo amigos, es no ser nada.

Después de observarme más tranquilo durante unos segundos, se inclinó hacia mí, y por un momento pensé que me iba a besar, pero solo me abrazó. Apoyé la cabeza sobre su pecho de nuevo y sus latidos eran tan rápidos como los míos. Y si bien había sentido la misma fragancia incontables veces, esta vez me gustaba aún más.

—¿Te hago mal? —murmuré con la voz quebrada y un nudo en la garganta mientras las lágrimas amenazaban con salir.

—¡Claro que no! —gritó en forma de susurro.

Se separó y tomó mi rostro aplastando mis cachetes un poco.

—Pero dijiste...

—Porque pensé que tú estabas sufriendo.

Y me callé. Sufría, pero él no tenía por qué saberlo. Tragué y forcé una pequeña sonrisa antes de inhalar hondo.

—Hay que ir a trabajar —dije y suspiré.

Cerró los ojos para luego asentir.

—¿Viniste en tu coche? Porque yo caminé.

—Sí, está al frente.

Levantó los pulgares con una gran sonrisa y se fue. Mi cerebro tardó unos minutos en relajarse, y cuando pasó, me arreglé de pies a cabeza con lo poco que tenía. Gracias a la recomendación de Val, tenía una mochila con ropa formal, y después de cambiarme, logramos salir a tiempo.

Si bien la mañana y la tarde habían transcurrido normalmente, el ambiente era raro entre Luka y ya, nos mirábamos menos y nos evitábamos un poquito más. A penas se hicieron las cinco, no tardé ni cinco minutos en estar afuera del edifico; pero en cuanto vi quién me estaba esperando, me arrepentí y mi sanidad desapareció.

—¿Valkiria?

Su voz inundó mis oídos provocando un escalofrío.

—Kingston —jadeé.

—Esa ropa, esa pollera... Nunca te vestiste así cuando estábamos juntos —se quejó acercándose a mí, pero cuando amagó con abrazarme, lo empujé.

—Tienes una maldita orden de restricción, estoy a nada de llamar a la policía —musité entre dientes mientras agarraba el celular.

—¡No! No, no, no —se apresuró a decir desesperado y sacó unas llaves del bolsillo—. Vengo en son de paz.

Se corrió señalando algo detrás suyo, y cuando lo vi, mi corazón se detuvo por un segundo. Era mi Harley Touring 2017 roja, o, en otras palabras, la mejor moto de la historia.

Cubrí mi boca con las manos a punto de llorar, sin embargo, cuando sentí una mano sobre mi hombro y vi a Luka, las lágrimas desaparecieron y empecé a tener miedo.

—¿Todo bien, Rae? —me preguntó con el ceño fruncido sin dejar de mirar a mi ex.

Aclaré mi garganta.

—Kingston, mi ex, me está devolviendo mi moto.

—¿Tu moto? —repitió sorprendido.

—King —dijo él antes de que Luka tomara su mano, pero el agarre no duró casi nada.

Extendió las llaves hacia mí y las agarré dudosa. Mis ojos no podían creer lo que estaba viendo.

—Lamento habértela sacado, fue un regalo de mi parte y es tuya —se acercó más a mí y yo retrocedí un poco—. Dudo mucho poder recuperarte, lo sé, pero te juro que ya no soy el mismo. Me encantaría que nos sentemos a tomar un café algún día.

Por primera vez parecía sincero. Hacía dos años que no intercambiábamos palabra, así que era difícil estar seguro.

—Lo voy a pensar —murmuré guardando las llaves.

—Gracias —sonrió y sus ojos azules recorrieron mi cuerpo una vez más—. Te ves increíble, Val.

Asentí y miré a Luka, quien no le sacaba los ojos de encima con la mirada más intimidante que había visto.

—Mi número es el mismo de siempre —agregó antes de comenzar a caminar para atrás—. Llámame y cuando tú quieras, yo seguro podré.

—De acuerdo —balbuceé.

En cuanto dobló en la esquina y lo dejé de ver, me relajé tanto de golpe que me bajó la presión, y si Luka no me agarraba, me hubiera caído.

—Inhala y exhala profundo —susurró haciéndolo mientras me ayudaba a apoyarme contra la pared, y empecé a imitarlo.

Nuestros ojos no se despegaban y mi corazón volvió a la normalidad poco después.

—¿Orden de restricción? —interrogó curioso.

—Violencia doméstica —musité.

—Lo siento tanto, Rae —gruñó antes de rodearme con sus brazos.

—Está bien, fue hace mucho ya —expliqué y cerré los ojos.

Permanecimos allí un rato largo. Si no fuera porque su cuerpo estaba pegado al mío, los recuerdos estarían apareciendo en mi mente.

—¿Le crees?

—No —negué un poco con la cabeza—, pero si digo que no, solo insistirá más.

—No saldrás con él, ¿cierto? —cuestionó preocupado y se separó para mirarme.

—Si no lo hago es peor.

—Rae...

—No me hará nada, estaremos siempre en un lugar público, tranquilo —murmuré apoyando las manos sobre su pecho.

Sus párpados se relajaron y sonrió un poco para luego mirar a los costados antes de hablar.

—¿Yo solo tenga esta sensación de que te conozco de toda la vida?

Solté una pequeña carcajada y sacudí la cabeza negando.

—A veces me pasa lo mismo.

Noté que sus ojos bajaban y subían, cosa que hacía que mi corazón comenzara a acelerarse de nuevo.

—Solo amigos —mascullé golpeándolo en el pecho.

—Ajá.

Se acercó un poco para dejar un pequeño beso en la punta de mi nariz y me derretí tanto que mis ojos se llenaron de lágrimas por tercera vez.

—No, lo siento, ¿me pasé? —su tono cuando estaba preocupado era tan adorable que solo lo empeoró—. ¿Qué hago?

Rio nervioso y lo abracé por el cuello mientras soltaba un pequeño sollozo.

—Si el destino existe, es una perra —dije entre dientes y él soltó una carcajada.

—Realmente lo es.

Y en ese preciso momento, su teléfono comenzó a sonar. Escuché un pequeño insulto de su parte y atendió.

—¿Sí, Des? —puso los ojos en blanco—. Ajá... Está bien, pero ¿estuviste estudiando? Mhm... Si tú crees que lo mereces, te creo.

Reí bajito y cortó.

—¿Qué dijo?

—Quiere ir a un club nocturno el fin de semana, ¿tú qué dices?

Lo pensé durante unos segundos y sonreí. No podía decirle que no, nunca.

—Suena bien —miré mi moto de reojo y luego a él—. Te llevo de paseo, un rapidín.

Él bufó para luego sacudir la cabeza.

—No es el rapidín que conozco, pero acepto. 



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro