Capítulo 8
Me moría por saber qué habían hablado entre ellas, pero también me aterraba preguntar, tenía miedo de que Francis me causara aún más rechazo. Sin embargo, en cuanto recordaba la imagen de Rae durmiendo, me relajaba. Con solo existir, tocaba partes de mí que Francesca no, y nada era sexual. Era raro, nuevo y confuso, me generaba miles de dudas, pero también me encantaba.
Si bien ella estuvo en mi cabeza gran parte del día a pesar de la presencia de Francis, cuando mis suegros aparecieron en mi campo de visión, Rae se desvaneció de mi mente. La Sra. Damiolini me saludó con la sonrisa y amabilidad de siempre, mientras que el Sr. Damiolini... no.
—La mesa ya está lista —dijo un camarero antes de guiarnos hacia la misma.
Nos sentamos y cada uno comenzó a leer la cartilla que tenía en frente. No intercambiamos ni una palabra hasta que todos los platos estuvieron sobre la mesa.
—Francis hizo un par de comentarios hace poco —mencionó el padre de la nombrada—. No me gusta que mi nena no esté feliz.
—¿No estás feliz? —cuestioné confundido mirándola.
Ella ni giró hacia mí y mi suegro siguió hablando.
—Esto es una advertencia, o una amenaza, como prefieras tomarlo: el segundo en que mi hija siente que le fuiste infiel, te transferiré a otra sucursal.
Contuve la respiración por unos segundos hasta que exhalé asintiendo.
—Espero que nunca te sientas así porque no va a pasar —le aseguré sin sacarle los ojos de encima a mi prometida.
No sabía si estaba diciendo la verdad, pero iba a hacer todo lo posible para que me creyera. Tardó en mirarme, pero cuando finalmente lo hizo, dejé un beso sobre sus labios y sonreí al igual que ella.
El resto de la cena se basó en lo de siempre: anécdotas de la niñez de Francis, contar cosas embarazosas sobre mí y subirle el ego a alguien que ya lo tenía por la estratósfera. Lo único anormal fue el ultimátum que me comí.
En el camino de regreso a casa, me dieron muchas ganas de recuperar esa pijamada perdida, sin embargo, tenía que pasar por la bestia primero.
—Una pregunta —murmuré girando el volante—, sé que tal vez no sea el mejor momento, pero ¿te molesta si me junto con Zane y los demás?
—¿Los demás? —inquirió, y cuando la miré de reojo, vi que tenía una ceja levantada y los brazos cruzados—. ¿Estará esa tal Valkiria?
—No —sacudí la cabeza—, tampoco Val.
—Está bien —contestó al cabo de unos segundos.
Respiré hondo y sonreí por dentro.
Luego de cambiarme y tomar mi mochila, corrí hasta la casa de mi amigo, literalmente ya que quedaba a cuatro cuadras. Les había mandado un mensaje a todos, menos a las chicas, claro. Esta vez no era mentira.
—¡Luka! —exclamó Zane antes de abrazarme y darme unas palmadas en la espalda.
—Un gusto —reí y se separó, pero no me dejó pasar—. ¿Qué pasa?
Se aclaró la garganta para luego acercarse más a mí.
—Invité a Val y...
—¿Ray?
y la miré mientras caminaba hacia nosotros tan sorprendida como yo. Su cabello estaba suelto y no tenía puesto nada elegante, tan solo unos jeans y una musculosa holgada. Se veía excepcionalmente bien a pesar de la simpleza y las ondas en su cabello me agarraron muy desprevenido.
—¿Estás bien? —le pregunté recordando su comportamiento durante la jornada laboral.
—Mejor —asintió y me regaló una pequeña sonrisa—. No pensé que fueras a venir.
—Fue su idea —aclaró Zane apuntándome y nos dejó solos.
—Algo así —murmuré.
—Me alegra que estés aquí —dijo.
Me miró fijo por un momento, se acercó y me abrazó. En cuanto sentí su cabeza sobre mi pecho, no pude evitar rodearla con mis brazos.
—Lo siento —musité mientras apoyaba mi mejilla sobre su cabeza.
—¿Por qué?
—No sé qué te dijo Francis ni cómo te trató, pero de seguro no fue nada agradable, y es mi culpa.
—Claro que no —negó y se separó para mirarme—. Además, le puse los puntos.
—Ah, ¿sí? —susurré sonriente.
—Le dejé bien en claro que yo soy libre y hago lo que quiero, y si no le gusta, lo lamento.
Dicho esto, regresó a la sala y yo me quedé quieto, asustado. Eso no sonaba bien, y ahora entendía por qué Francis había hablado con su padre.
—¡Ven! Vamos a ver Grandes héroes —gritó Peter desde el sofá.
Suspiré antes de encaminarme en su dirección. Finn, Peter, Zane y Val estaban en el sillón de tres cuerpos, mientras que Rae estaba sobre un cojín, en el piso, entre las piernas de Val. Tenía tres segundos para elegir entre sentarme junto a ella o en el sillón de un cuerpo. ¿Qué elegí? Exacto.
—¿Está cómodo? —interrogué acomodando el almohadón a su lado para sentarme.
—Muy cómodo —rio una vez.
Las luces se apagaron y la tele de cuarenta pulgadas era lo único que iluminaba el living. No era la primera vez que la veía, Francis me obligó a mirarla como tres veces, y siempre lloraba en el final. Solo que esta vez no fue ella quien lo hizo, sino Val y Rae. En cuanto comenzó a sollozar, la rodeé con mi brazo mientras acariciaba el suyo. Estaba casi seguro de que Zane hizo lo mismo con Valery.
—¡Se quedó flotando para siempre para salvar el nene! —exclamó Val—. ¡Y encima creó otro, pero el otro sigue dando vueltas y vueltas!
Todos comenzamos a reír a carcajadas, aunque la escena había sido bastante adorable, pero no tanto como la risa de Rae. En ese preciso momento me di cuenta de la clase de pensamientos que estaba teniendo y alejé mi brazo de ella.
—¿Entonces esto es una pijamada? —preguntó Valkiria.
—Lo es —afirmó Peter.
—¿Y quién dormirá en dónde?
Giré y todos nos miramos entre nosotros, y luego a ella.
—¿Con quién quieres dormir? —inquirió Peter.
Ella alzó los hombros tímidamente antes de mirarme.
—¿Tú con quién duermes?
—No tengo un compañero fijo, voy intercalando —le contesté sonriente—. ¿Estás interesada?
—Es que ya dormimos juntos y no quiero separar a Zane y Val...
—¡¿Ya durmieron juntos?! —gritó la nombrada.
—No sexualmente, Val —aclaró enseguida con los ojos bien abiertos.
—Será un placer ser tu compañero de pijamada una vez más.
—¡¿Cuándo pasó?! —chilló la rubia, pero Rae en lugar de responder, se levantó para correr hacia el primer piso mientras reía a carcajadas.
Su amiga no tardó en ir a buscarla.
—Ten cuidado con mirarla así frente a Francis —masculló Peter cerca de mi oreja.
Parpadeé varias veces y lo miré.
—¿Así cómo?
Sonrió de costado y comenzó a subir las escaleras. Cuando vi a Finn, lo tomé del brazo y giró hacia mí confundido.
—¿Cómo estás?
—Bien. No pasó nada, así que... —alzó los hombros—. Nosotros deberíamos preguntarte eso.
—¿Qué les pasa a todos conmigo? —suspiré—. ¡Están exagerando!
Zane y Finn empezaron a reír como cuando Val hizo esa escena dramática y fruncí el ceño. No era gracioso, era preocupante.
Antes de que cada uno vaya a su respectivo cuarto, invadimos el de Zane y charlamos hasta la madrugada. Teníamos que trabajar ese mismo día, pero valía la pena. Esta vez también hubo anécdotas, pero en lugar de humillación, hubo muchas risas.
Sin embargo, el ambiente se tensó cuando comenzaron a irse a dormir uno por uno. Finalmente quedamos Rae, Val, Zane y yo.
—¿Qué hora es? —me preguntó Valkiria bostezando.
Miré el reloj en mi muñeca.
—Las 2:45 de la madrugada.
—A dormir —dijo antes de levantarse de la cama y salir de la habitación.
Miré a mis amigos y suspiré pesadamente. Enseguida comencé a arrepentirme de haber aceptado, cuando más cerca estaba de ella, peor era.
—¿Qué estoy haciendo? —murmuré y cubrí mi rostro con las manos.
—Tal vez sí deberías pasar menos tiempo con ella —musitó Zane.
—¡No! —exclamó Val, a lo que ambos shusheamos.
—¿Por qué no? —cuestionó él confundido.
—Pues, porque no —susurró ella y pasó los dedos sobre sus labios como si fueran un cierre.
—Ya estamos grandes, Val —puse los ojos en blanco y ella levantó los hombros.
Reí molesto mientras sacudía la cabeza. Realmente no sabía qué estaba esperando conseguir porque no podía salir nada bueno de mi amistad con Rae. El silencio de Val me hizo dudar más que antes, tal vez estábamos en la misma página, pero no en la que aparentábamos estar. Cuando no estoy con ella, quiero estarlo; y cuando sí estoy, no quiero separarme. Estaba en un lindo gran dilema.
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