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Capítulo 3


Para mi suerte, el día venía siendo bastante decente y normal, dentro de todo. Lo único que tenía para destacar era que dos chicos diferentes me habían invitado a salir –no el que yo quería–; pero sacando eso, todo ordinario.

Debido a la promesa que había hecho, ese día no podía entrenar, así que simplemente me quedé mirando la tele hasta que el timbre sonó. Me levanté, acomodé mis jeans y abrí la puerta para encontrarme no con uno, sino con dos varones.

—Imagino que tú eres Desmond, un gusto —dije sonriéndole al más bajo. Era de mi altura, parecido a su hermano y tenía unos grandes expansores.

—Igualmente —balbuceó antes de mirar a su hermano, quien lo empujó para que entre.

—¿Me puedo quedar o...? —interrogó Luka mientras asomaba la cabeza para mirar el departamento.

—¿Tienes algún lugar donde esperar?

—Mi coche, pero no encontré un lugar con sombra, está abajo del sol y me queda poca nafta como para usar el aire acondicionado.

Alcé una ceja.

—¿Es cierto o solo es una excusa para quedarte?

Mi pregunta salió sola y me golpeé por dentro cuando me miró sorprendido. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro antes de hablar.

—Ambas.

—¿Me siento aquí? —cuestionó Des atrás de mí haciendo que me asuste un poco.

Giré para verlo y asentí. Me corrí, abriendo más la puerta, y Luka entró mientras la cerraba.

—¿Tú decoraste este lugar? —me preguntó mirando a su alrededor.

—Gran parte, sí —contesté sentándome junto a su hermano.

—Te quedó hermoso —murmuró frente a un cuadro.

—Gracias, me esforcé mucho —respondí suspirando. De solo recordar las semanas que tomó terminar, me cansaba de nuevo.

Desmond aclaró su garganta y se inclinó tomando su mochila.

—Traje el libro, pero es gigante y no leí nada —admitió y lo dejó sobre la mesa.

Reí un poco para luego asentir.

—¿Al menos sabes qué páginas hay que leer? —inquirí.

—Emm... —volteé para ver que Luka lo miraba mal y agregó—: Están en el chat del grupo de WhatsApp.

Puse los ojos en blanco sin dejar de sonreír.

Si me concentraba, podía sentir el olor al cigarrillo, pero apenas. Era algo que odiaba, principalmente porque me recordaba a Kingston, mi ex, pero podía tolerarlo.

Estuvimos más de una hora leyendo tan solo la mitad de lo que tenía pendiente, pero no fue lo único que hicimos. No podíamos evitar hacer una pequeña pausa cada veinte minutos para charlar con Luka, quien recorrió todo el departamento demasiadas veces. Estaba casi segura de que las había contado, ya que de vez en cuando, balbuceaba algo. Era eso o estaba loco.

—Creo que eso es todo lo que tu cerebro puede procesar por hoy —comenté mientras me levantaba.

—Algo me dice que solo procesó la mitad —mencionó Luka señalando a un muchacho cansado.

—¿Tú entendiste todo?

—Todo, todito —asintió sonriente.

—Entonces ya tienes a dos personas a quienes preguntarles —le dije a Des, quien me regaló una vaga sonrisa.

—A falta de uno... —murmuró y tomó su mochila.

—¿Cuánto te debo? —me preguntó el hermano mayor sacando su billetera.

—Nada, en serio —insistí, pero él hizo lo mismo.

—Entonces te debo una cena, no aceptaré un no por respuesta.

Le sacó la mochila a Des, quien prácticamente corrió a la puerta, y Luka lo siguió sin dejar de mirarme.

—¿Y Francesca? —cuestioné recordando a Peter.

—Como amigos —aclaró sonriendo de costado—. Mañana a las siete, te paso a buscar.

Me señaló y asentí suspirando pesadamente.

—Nos vemos, Des —dije despidiéndolo con la mano.

Él me lo devolvió antes de que Luka cerrara la puerta, no sin antes guiñar el ojo por tercera vez. Ahora era yo la que contaba.

Poco después, mi celular comenzó a sonar y por alguna razón pensé que era Luka; pero cuando vi el nombre, no pude evitar sentirme algo decepcionada.

—Val —mencioné cuando atendí.

¡Hola, chica! ¿Qué te parece si me paso con un poco de vino tinto?

—¿Ahora? —inquirí confundida—. Todavía no cené.

Entonces pedimos un poco de comida china y después tomamos, ¿ahora sí?

Respiré hondo antes de ceder.

—Está bien.

Dicho esto, cortó y solté el aire que estaba conteniendo.

Valery me había hablado durante casi las últimas cuatro horas en el trabajo, y en el medio, le di mi número y dirección; cosa que también pasó dos veces en el día.

El segundo timbre no tardó más de diez minutos en sonar, y cuando abrí, una melena dorada pasó frente a mis ojos adentrándose a mi hogar.

—¡Qué lindo! —exclamó girando—. Me encanta el estilo: moderno, pero con colores pasteles.

—Gracias —reí—. ¿Pides tú o yo?

—Yo lo hago, tu tarea es poner Gossip Girl en Netflix.

—¿Por qué esa serie? —le pregunté curiosa.

—Porque nuestra amistad va a estar llena de chismes y necesitas aprender.

Se tiró sobre el sofá y dejó la botella sobre la mesa ratona.

Después de comer y ver dos capítulos de Gossip Girl, fui a buscar dos copas, ella tomó un sacacorchos que tenía en la cartera y abrió el vino.

—¿Cuál te gusta más: Edwin o Finn? —interrogó sirviendo.

—Ninguno —admití antes de agarrar una copa.

—Yo prefiero a Ed si te soy sincera —confesó antes de tomar un sorbo—, pero es demasiado ñoño para mí.

—Es muy dulce —reí—, pero sí, tal vez lo es.

—Espera —dijo poniendo su palma cerca de mi rostro—, ¿dijiste "ninguno"?

Asentí lentamente y su mandíbula cayó.

—Pero aceptaste salir con los dos.

—No me gusta decir que no —admití probando el vino, el cual era bastante dulce.

—Entonces... ¿Alguno te llamó la atención? Peter o Zane, por ejemplo.

—Ninguno —repetí segura.

—Espera, ya sé —murmuró antes de reír a carcajadas—. ¡¿Luka?!

—¡No! —exclamé fingiendo estar ofendida.

—¡Claro que sí! Se miran todo el tiempo —comentó y de golpe dejó de reír—. Espera, se miran todo el tiempo.

Sus labios formaron una «o» y comenzó a señalarme desesperada como Chandler en Friends.

—No entiendo —balbuceé asustada—. ¿Qué pasa?

—¡Se miran! ¡Ambos!

—Creo que te estás olvidando de algo muy importante: está enamorado.

—¿Enamorado? —estalló de la risa mientras intentaba respirar—. Cariño, ella es la hija del dueño de la empresa. Su padre necesita un heredero, ella es su única hija y es una vaga. Lo único que hacen es tener sexo, pero ni siquiera sé si se quieren.

—Peor todavía, está con ella por poder y dinero —murmuré y bufé—. No puedo superar eso.

—Rae, tienes una carita preciosa de veinte años y eres bailarina, por lo tanto, tienes un gran cuerpo —mencionó señalándome de pies a cabeza—. Aprovecha y haz que deje a esa perra.

—Una empresa, Val. No puedo competir —insistí antes de suspirar—. Además, tengo veintiséis, no veinte.

—¡Pareces una niña! —exclamó sorprendida—. Yo tengo veintinueve, qué envidia.

—Ni se te nota —le aseguré sonriente.



Al día siguiente nos despertamos con resaca y gruñimos más que molestas cuando la alarma sonó, la cual parecía ser más fuerte de lo normal; era como si me estuvieran taladrando el cerebro una y otra vez.

—Hay que faltar, llama y di que estamos enfermas —murmuró Val con la cara aplastada sobre la almohada.

—¿Las dos? No nos creerán, vamos —dije antes de golpear su trasero.

Se quejó antes de sentarse con toda la vagancia del mundo.

Luego de tomarme como tres pastillas diferentes e ingerir una banana junto a mi nueva amiga, fuimos rumbo al trabajo.

—¿Me dirás todos los detalles después de la cena? —interrogó acomodando sus anteojos de sol.

—Lo dudo —contesté en voz baja.

—¡Rae! —exclamó haciendo que suelte un largo «Shhh».

Cuando finalmente llegamos a nuestro piso, un Luka con los ojos muy abiertos y una bandeja llena de cafés nos recibieron.

—Se ven fatal —susurró.

—Tú más —le respondió Val tomando un vaso.

—Bebimos vino —expliqué—, y otras cosas.

—¿En dónde? —preguntó preocupado.

—En mi casa —respondí y se relajó.

Comencé a caminar hacia mi escritorio mientras me seguía.

—Por cierto, no te ves fatal, simplemente se nota que tienes resaca —aclaró junto a mí.

—Me veo horrible —murmuré ignorando los veinte ojos sobre mí, otra vez.

—Estás hermosa —dijo y me detuve justo en la puerta para mirarlo—, como siempre.

Me ofreció un vaso y lo tomé. No sabía qué decir, así que me limité a darle mi mejor sonrisa.

Dejé mis cosas sobre el escritorio y prácticamente corrí al baño. Me miré en el espejo para encontrarme con las peores ojeras que había visto. Suspiré, abrí la canilla y me mojé todo el rostro con la leve esperanza de que el agua fría ayudara en algo, pero eso no pasó.

Escuché un par de golpes en la puerta y me quedé quieta.

—¿Quién es?

—Soy yo, ¿estás bien?

Su volumen era bajo y su voz, música para mis oídos.

—Estoy bien, gracias —le contesté—. Ya salgo.

Me sequé la cara, abrí la puerta y me crucé con sus ojos.

—Podemos posponer la cena si no te sientes bien —dijo, y cuando sonrió, noté que yo ya lo estaba haciendo.

—El maquillaje hace milagros, a las siete estaré lista —le aseguré haciendo que sonría un poco más. 

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