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3.9 Reconciliación

Ya una vez arreglado (o más o menos), el malentendido, Tartaglia se dio cuenta que fue bastante intransigente, y poco comprensivo, por lo que quería arreglar cuentas, no solo para sentirse mejor consigo mismo, sino para evitar más problemas con Lumine.

No era querer netamente más problemas, sino que ese conflicto no escalara más, solo así podría mejorar, pues ciertamente en la vida no se vive celebrando victorias, sino superando derrotas.

Lo ideal era saber qué pensaba ella, captar sus sentimientos y, más que comprenderlos, cambiarlos para que los mismos mejoraran, y con ello el estado de ánimo de su enamorada.

No la quería ver triste o enojada, le agradaba pensar que ella estuviera sonriente y feliz, como era bien característico de ella, pues esa felicidad se le contagiaba, y por si poco fuera, era mejor si él era la causa.

Eso no es que fuera común, por supuesto, su anhelo radicaba en que, de hecho, esas sonrisas fueran por culpa suya, y no los enojos o decaimientos que pudiera tener.

Sabiendo que lo arruinó, pasó por su cabeza darle algo para compensar el daño hecho. Si bien una disculpa era lo ideal, al final es como un clavo al ser retirado de la madera: no se ve, pero el daño que causó se mantiene, y es necesario resanarlo para que todo esté como si nada, o para que se vea mejor.

Algo se le tendría que ocurrir, la improvisación no se le daba bien, pero tampoco mal.

En la salida, y ya con ansias de pedirle perdón, se topó con la mala noticia de que Lumine se había marchado ya, no lo esperó como era costumbre, así que no quedaba de otra más que resignarse a aplazar ese suceso, pero la ventaja es que tendría tiempo para pensar mejor las cosas, decirle lo que, al final de todo, deseaba.

Con eso en mente, y durante su trabajo, tuvo la buena suerte de que esos eran los días en que podría tener algunos juguetes de regalo por parte del almacén, de esos que, irónicamente, no se vendían o estaban incluso ya fuera de stock por ser considerados obsoletos para la época.

Entre ellos, hay que decir, había algunos peluches que sí que servirían para las épocas navideñas, pero que igual ya tenían su tiempo ahí, así que esa resultó ser la mejor solución que se le ocurrió: regalarle un pequeño peluche. 

Llegando a su casa, lo metió a la lavadora para que quedara con un buen olor y, además, se lavara de todo el polvo acumulado, lo secó como pudo, teniendo la suerte de que todo quedó justo a tiempo.

Ese hecho se vio plasmado en que, minutos antes de salir a su casa, Tartaglia metió el peluche en su mochila, corriendo a la entrada de su casa, en donde Teucer lo esperaba. Lo notaba ciertamente animado, lo que no era raro de por sí, pero ahora era más.

-¡Vamos, se nos hace tarde! –Los papeles se invertían ya que era hoy el pequeño quien le decía a su hermano mayor que se apurara y no al revés.

-Ya voy, ya voy. Tranquilo, llegaremos perfectamente.

Ambos subieron al transporte con su debida prisa, Tartaglia suspiró, pues no quería aplazar más el plan, así fuera por un día, que no era nada, pero para él era mucho. Su hermano se seguía notando contento, eso ya sí se le hacía raro, y fue que finalmente le preguntó qué pasaba por su mente.

-Es la señorita Lumine. Ayer hablé con ella y me dijo que eras un buen hermano, y que piense eso aunque te hizo enojar, dice mucho. Es como tú, cuando te hago enojar, no piensas que soy un mal hermano, ¿no sí?

-¿Ella te dijo eso?

-Sí. La vi un poco triste, parece que de verdad se sintió mal por hacerte enojar. Je, cuando te preocupo y te enojas conmigo también me siento así, pero sé que después todo se arreglará y que las cosas saldrán bien. Aparte, somos hermanos, mamá dice que aunque nos enojemos lo seguiremos siendo.

-Ay, Teucer. A veces no entiendes pio en la escuela pero sí que captas lo básico de la vida. –Sonrió el muchacho, acariciando la cabeza de su pequeño hermano.

-Je, je. Es que la escuela no me gusta mucho.

Ahora el muchacho ya sabía que los sentimientos de Lumine podían mejorarse, y sí él era el responsable, ¿qué mejor? Ahora entendía perfectamente que hizo mal en no escucharla, pero como todo, hay que tener voluntad para corregir los errores.

Por su lado, la chica prefirió no toparse con él el día anterior ya que, ¿qué decirle? Pensando en que, seguramente, Tartaglia no iba a querer entablar conversación con ella, prefirió respetar su espacio y dejar que el enojo se le pasara para poder hablar las cosas con más calma.

Conociéndolo como alguien impulsivo, era la mejor idea al final de cuentas. Eso sí...no tuvo tiempo de comprarle los dulces de canela que Teucer recomendó, pero eso podría dejarse para después. Lo idea era, y con razón, primero arreglar las cosas con palabras y ya después los regalos de conciliación que se deben dar en este tipo de casos.

Era tan irónico como es que siendo ella la que debía disculparse con mucha mayor razón, era el propio Tartaglia quien deseaba resolver ese asunto, ya que se sentía culpable. Si bien los dos tenían su saco de cosas pendientes, pues el reaccionar de esa manera no era lo más adecuado, quien causó el revuelo fue la propia Lumine.

Ambos se sentían con ansiedad por saber cómo es que reaccionaria su contrario, ella se cuestionaba si él seguiría enojado por sus palabras; él quedaba mortificado por el hecho de haber sido impulsivo y arrebatado, cuestionándose si, en todo caso, merecía una segunda oportunidad.

Por pensar en todo ello, no se dieron cuenta de que tropezaron el uno con el otro, la muchacha se alejó unos pasos, tallándose la cabeza al haberse golpeado contra el pecho de alguien que, en ese segundo, le era desconocido.

-Pe-perdón...

-No te disculpes, lo que pasa es que... -Tartaglia, que seguía inmerso en su mundo solamente tallándose la zona del impacto, miró a quien tenía en frente. –...estaba un poco distraído...

El par dio un tosido disimulado a la vez, sin saber en realidad qué decir o hacer al estar tan cerca el uno del otro, pues en realidad la cosa estaba tensa. Sabiendo que no era el lugar ni el momento, Lumine tomó de la mano al chico, encaminando a donde resultara más cómodo.

-Hay algo que quiero decirte, realmente lo que dije ayer de ti...no creo que sea mi parecer en realidad. Seguramente no me creerás, pero con que te lo pueda decir me es suficiente. –Comentó ella mientras lo llevaba al lugar que creía más indicado.

Ese mismo era nada más y nada menos que el viejo salón desocupado conocido más que nada por Lumine, donde todo lo que podía salir mal salía, en efecto, mal; de ahí que estuviera preparada y supiera que la cosa se iba a ir, seguramente, por la borda.

Se quedaron en silencio unos segundos más, sin saber qué decir en realidad, tanto así que, de hecho, no se miraban ni siquiera a los ojos, pues la vergüenza les ganaba, pero todavía tenían mucho, pero mucho por hablar.

Empezando Lumine, lo que ella diría era, más bien, preciso y certero, algo que no la caracterizaba tanto.

-Lo que te dije ayer...sé que te lastimó, que no esperabas ni deseas que yo tenga una opinión así de ti, pero mantengo mi palabra en que, ciertamente, hay aspectos que no me gustan para nada de ti, pero no por ello no me agradas. Lo que dije después de que te marchaste es que...en realidad me agradas a pesar de tus defectos, pero incluso tus bondades hacen que eso se vea compensado.

Él, con una sonrisa en sus labios, solamente le acarició la cabeza, confundiendo a la chica, lo que se notó al momento en que ella hizo un gesto de sorpresa y azoramiento. El gesto del muchacho se transformó en una risa.

-Ya lo sabía. Teucer me contó que le dijiste que me enojé contigo, pero que estaba seguro de que nos íbamos a contentar, además de que te vio triste por eso. Aparte...Xiao también me dijo algo respecto a eso. –Tosió él de forma disimulada.

-¿Xiao? ¿De verdad él lo dijo?

-Sí, se le hizo raro el que tú pensarás eso de mí, pero hasta yo acepto que me sorprendió su honestidad. Ese no es el punto, lo que te dije y la forma en la cual reaccioné fue mala. –El muchacho sacó de su mochila el pequeño peluche de dinosaurio verde que obtuvo de su fábrica. –Y deseaba recompensarte de manera adecuada...además de pedirte perdón, claro. Sé que me enojé ya que...bueno, no me hizo ninguna gracia el que hablaras eso de mí, pero me excedí, no lo niego.

-Tartaglia... -Dijo ella, tomando al peluche en sus manos. –Jum, ¿de verdad piensas que con esto me vas a comprar? –Bromeó ella, dándole el peluche de regreso para luego voltear a otro lado, fingiendo indignación.

-Supuse que la niña dejaría de estar enojada conmigo y de expresarse mal de mí si le regalaba un peluche para tranquilizarla.

-Hum...pinche dinosaurio pendejo. –Dijo ella, pegándole al dinosaurio, el muchacho comenzó a reír. –Tú qué, te va a tocar a ti también.

-Ay, por Dios, te saco treinta centímetros de distancia y, además, no has de pegar fuerte.

-No, tú siempre te la pasas molestándome, te va a pasar lo mismo que a los abusones con los que se pelea Xiao, hasta que no te de una golpiza vas a estar contento. Veamos sí así te parezco una niña como dices.

Tras unos segundos de verse como si estuvieran enojados, solamente se empezaron a reír por esa situación. No había nada mejor para quitarse el estrés de esa situación que con unas buenas risas.

-Sé que no eres una niña o algo así, pero es lo que... -Sin esperárselo, ella lo abrazó de golpe, incluso sacándole el aire por lo fuerte que resultó el pequeño impacto. Él, de inmediato, regresó el abrazo. Ella comenzó a lagrimear un poco. –Vamos...no te pongas así, de cualquier manera fui yo quien actuó mal.

-Nada de eso. –La chica, sonriendo, se limpió rápido la humedad de sus ojos, la que todavía no eran lágrimas. –Creo que mi honestidad fue demasiada, lo que tuve que hacer fue ser más empática contigo. Siempre me he preguntado...¿por qué reaccionas así ante las cosas?

-Me estreso rápido. Trabajar y estudiar es cansado...mi cerebro no da una cuando de procesar cosas se trata. Alguien que no estuviera en las mismas que yo, seguramente reaccionaria de otra manera. De verdad, Lumine. Lo siento...

-Yo lo siento. A la próxima evitaré hablar mal de ti, sé que no es algo bueno que lo haga, todos tenemos nuestros defectos. Lo que sí te diré es que algunas de esas palabras las mantengo y de ser necesario te las repetiré.

-Me doy cuenta. Y quizá después de todo tienes razón...esto solo me demostró que soy un poco torpe de vez en cuando.

-Un poco no...bastante. Pero ese no es el asunto, decírtelo directamente y de la forma adecuada hubiera sido lo más adecuado.

Tras un abrazo más, ambos regresaron al salón de teatro, que era su destino inicial. Llegando al mismo, Fischl y Xiao platicaban de la obra de teatro, ya que ese era el interés inicial que debían tener en realidad.

Al verlos entrar juntos, y con Lumine con un peluche en sus manos, ambos se extrañaron, ¿era un regalo que Tartaglia le había dado? Y de ser así, ¿por qué? La realidad era que sí, lo gracioso es que de tan dispares que eran en público, aquello no resultaba factible.

-¿Y eso? ¿Quién te lo dio? –Preguntó Fischl mientras la saludaba, extrañada por ese raro hecho.

-Hum... -Ella miró a Tartaglia, que le alzó los hombros, dándole a entender que dijera lo que le paciera mejor. –Me lo dio el baboso este. –Ella usó al peluche para golpearlo con el mismo, pero en realidad no lo movió para nada.

-Parece que alguien está inconforme con el tipo de relación que tienen. –Se burló Fischl, Xiao se mantuvo levemente indiferente ya que prestó atención a lo que respondieran.

-Solo fue un pequeño detalle, eso es todo. No sé si lo supiste pero ahora sí nos enojamos.

-Al final de todo acepté sus disculpas, pero bastante a regañadientes. Eso sí, si no las aceptaba, seguramente se hubiera enojado como ayer.

Los dos se miraron con complicidad, teniendo especial cuidado de no ser descubiertos, lo que era agradable para ellos, pues le añadía emoción a los días comunes, haciéndolos más divertidos en esos momentos donde los ánimos podían estar algo bajos.

De cualquier manera, no entendían del todo porqué preferían que así fuera su relación: llevarse bien en lo íntimo, pero actuar como dos dispares en público. Lo que hay que reconocer es que ahí radicaba su encanto.

Ese día siempre que estuvieran con otros, fingían discutir o llevarse mal, especialmente para la obra, pues se contradecían, se llevaban la contraria a todo, e incluso ella le jaló en una ocasión las orejas de forma suave, a un pequeño modo de reprenderlo por contradecirla.

De hecho, incluso causaba risa que así fuera, pues parecían, irónicamente, una pareja de esposos con ya 10 años de matrimonio. Si es que querían verse como personas ajenas la una a la otra, conseguían el efecto inverso.

Sin más que poder hacer, los días pasaron como era normal, salvo que una pequeña espina quedó en la mente de Lumine. Él le había dado ese dinosaurio verde, a cual golpeaba cada que se acordaba de él y de que todavía se sentía en deuda. (Piecito: te gusta Tartaglia, uy 7u7. Lumine: tú cállate pinche dinosaurio pendejo >:v -le pega-)

Recordando el pequeño consejo que Teucer le dio, comprar los dulces de canela que eran de su gusto le pareció lo más ideal y, de hecho, eso fue justamente lo que preparó para el día siguiente en que se vieran.

Mensajeaba con el mismo Tartaglia respecto a unos asuntos de la escuela, el saber, más bien de forma superficial, qué hacían y cómo se encontraban en ese entonces. Al pensar en qué causó todo ese revuelo, fue nada más y nada menos que una mala interpretación de qué pensaba de él, así que la mejor manera de solucionar eso era, cómo no, decirle qué veía de bueno en él, que era lo que predominaba en su mente.

Esa idea se condensó en la que sería una pequeña carta que contenía nada más y nada menos que su opinión del chico, le parecía incluso para sorprenderse ya que, de hecho, nunca le había escrito una carta a algún chico, eso mismo le extrañaba mucho, pero no encontró otro modo de compensar todo lo ocurrido.

Mientras escribía la carta, miraba al pequeño peluche que olía de la misma manera que el suéter del chico, así que al abrazarlo e impregnarse de su olor, sentía como si lo abrazara a él pero en una versión muy pequeña.

-¡Estúpido dinosaurio, solo me recuerdas a él cuando debo de pensar en cosas más importantes! –Ella le pegó de nuevo, suspirando pesadamente. Xiao no le respondía ya los mensajes de forma tan seguida, y si lo hacía, no era de la manera que ella esperaba, lo que le laceraba el corazón. –Ya me lo dijo Keqing...no necesito de él para saber que soy bonita o para pasármela bien.

Dejando de pensar en Xiao, ella prefirió escribir la carta para Tartaglia, pensando en que la misma quedaba bien llegado un momento en donde no fue precisamente larga pero sí decía todo lo que deseaba contar, que era en realidad lo más importante.

Colocó la misma en su mesa de noche al lado de los dulces de canela que escogió para ese chico que le hacía pasar corajes y, a la vez, le agradaba mucho por su manera de ser que, en realidad, era compleja.

Estando en forma para el día siguiente, la chica se encaminó a la escuela lo más pronto que pudo, deseando toparse con Tartaglia en el camino, como era costumbre la mayoría de las veces, pero siempre quedaba la probabilidad de no acertar en el autobús que escogiera.

Sin embargo, esa vez la suerte estuvo de su lado, puesto que el transporte iba relativamente vacío, ella eligió un lugar de la ventana, esperando el momento en donde un chico pelirrojo y de pecas subiera antes que otro de las mismas características pero mucho más alto.

De hecho, si no fuera porque Tartaglia tenía 17, cualquiera pensaría que Teucer era su hijo por el enorme parentesco que se figuraban entre los dos.

Al verse, ambos se sonrieron, de ahí que Tartaglia se sentara a un lado de la muchacha, dejando al pequeño en el asiento delantero del que ellos pasaban. Encontrándose de nuevo sus miradas, una nueva sonrisa devino a sus rostros.

-¿Qué tal te va? –Fue lo primero que le dijo, siendo más que nada algo de improviso.

-No lo sé. Me siento un poco mal por un pequeño asunto, trataré de resolverlo a la brevedad, aunque no sé qué tan bien o mal me pueda ir.

-Tienes la costumbre de que las cosas te salgan bien cuando te propones que así sea, lo único malo es que los factores externos siempre te pueden jugar en contra.

-Dudo mucho que algo malo pueda ocurrir. Quizá y hasta algo bueno que me ayude a resolver mi problema, quien sabe.

-Ah, pides mi ayuda de forma disimulada. Bien, estoy dispuesto a ayudarte, así que solo debes pedirlo formalmente.

-No me refería a eso. –Se rió ella. –Da lo mismo, si no intervienes, seguramente me irá mejor. Ya verás a qué me refiero cuando digo eso.

-Si tú lo dices... -Mencionó él, extrañado.

Al llegar a la escuela, las dudas se le aclararon a la chica, más que nada porque le pidió que fueran al patio, curiosísimante al mismo lugar en donde Xiao y Ayaka se conocieron por ser una zona apartada de todo.

Ella vio a todos los lados posibles para asegurarse de que nadie los viera, él alzó una ceja, indicando que todo aquello le parecía raro. ¿Qué tendría en mente esa chica? Pues apenas sacó los dulces, la cosa se le aclaró pero le creó algunas dudas más.

-Creo que no me disculpé lo necesario por lo que pasó. Sé que te hice sentir mal, y que incluso te preocupaste por decirme tus emociones. Sí, nunca dejaré de decir que eres muy torpe mientras en realidad lo seas, pero tienes un lado bondadoso que tiene mucho potencial, solo explótalo de la manera correcta y llegarás a ser la persona que Teucer piensa que eres...no lo decepciones.

-¿Él te dijo lo de los dulces? –Sonrió. –Pues vaya...acertaste a la marca, es la que más me gusta. Y en relación a lo que me dijiste...agradezco que lo veas de esa manera, y sí, yo mismo acepto que de veces me paso de bestia, pero es que la paciencia no es mi fuerte. –Tartaglia le dio un beso en la frente, aceptando los dulces que le ofrecía.

-Solo es cosa de trabajar en ello, no es otra cosa como no sea eso. También no creas que ya terminé, falta un pequeño regalo que debo darte. –Ahora ella sacó la carta de su bolsillo, otorgándosela al chico, que quedó bien sorprendido por ese detalle.

La misma rezaba:

Si bien tienes tus defectos, pues todos tenemos, las cualidades que posees son mejores, eres responsable, trabajador, un hermano amoroso y me he dado cuenta que tienes empatía, al menos conmigo; pero lo importante es que si trabajas en eso y te lo propones, puedes ser no solo un buen hermano, sino una persona agradable para cualquiera, justo como desea Teucer, y no solo él...sino yo igual. ¿Qué pienso de ti? Seguramente te has de preguntar, pues esa es nada más y nada menos que suelo enojarme al recordarte, pues siempre has sido tan atento y yo tan desatenta contigo que siento rabia de que puedas soportarme a pesar de cómo soy contigo; eres un actor muy bueno, tienes muchos talentos y tu personalidad de verdad, no la que pretendes transmitir, es adorable porque tienes un corazón de plata, falta todavía para que el oro que pueda tener se pula. Me pediste perdón cuando no debiste, tus acciones dicen mucho de ti y de cómo eres, solo necesitas explotar más las cualidades buenas que las malas.

Tartaglia dio una pequeña risita, solamente para acariciarle la cabeza una vez más a su compañera, quien miraba para otro lugar, sonrojada, ¿qué pensaría él respecto a lo que le dijo?

-Así que esto era lo que en realidad pensabas...seguramente fue lo que le dijiste a Xiao ese día. Me doy cuenta que quieres ayudarme a "mejorar" según tu definición. Al final de todo, no puedo mentirme a mí mismo de que si alguien de mis cercanos se entera de cómo soy, en realidad me avergonzaría ya que sé que está mal. Lo intentaré...pero no prometo resultados prontos o prometedores. En fin...me doy cuenta que estás muy afectada por el hecho de que quieres disculparte, y me debes un pequeño favor ahora que me acuerdo...si me lo pagas, quiero que dejes ya este tema por la paz, no me gusta verte angustiada, y menos si es por mí, especialmente por algo que yo hice más grande cuando pude no haberlo hecho.

-Repito que de verdad siento que tengo que disculparme por expresarme así de ti, ¡hum, te digo que eres torpe y solo lo haces más evidente! No quiero que me contradigas. Sigh...ya me da lo mismo, lo que me importa ahora es, ¿cuál favor quieres que te haga? Después de todo, eso me quitará un peso de encima, te lo juro.

-Dame un beso.

-¡¿Eh?! ¡Eres un aprovechado! Ya me acordé por qué me expresaba mal de ti. –La chica se llevó los dedos a la nariz, enojada. –Eres muy necio con este tema, pero si así dejas de molestarme, es mejor para mí, ¡así que hagamos esto rápido, no quiero que nadie nos vea!

Ella lo tomó de las mejillas, alzándose sobre la punta de sus pies para, posteriormente, alcanzar sus labios para darle un beso de piquito, que fue rápido y sin apenas sabor. Al intentar separarse, sonrojada, Tartaglia rió para sí mismo, abrazándola y robándole un beso de verdad, uno de aquellos que tenía mucho por transmitir y decir.

Él la sujetó suavemente de atrás de la cabeza, cerrando sus ojos. Ella no regresó el gesto...hasta que se dio cuenta que podía gustarle. Lumine empezó a besar también al chico que tenía enamorado, y el mismo fue aumentando de tono sin ser muy descontrolado, manteniéndose siempre a raya pero que se sentía de una forma exquisita en todos los sentidos, ya fuera en su piel, en su interior, pero especialmente en su corazón.

El muchacho no podía sentirse más feliz, pues el amor que sentía por la muchacha solo crecía más y más, que incluso era difícil saber cuándo podría detenerse o llegar a su tope, si es que hay que precisar. En ella algo se iba iniciando, estaba pariendo un leve sentimiento, y es que en realidad no hay enemigo pequeño ni fuerza desdeñable, pues ese sentimiento no quedaba aislado, se iba conectando poco a poco, como si fueran las neuronas de su cerebro, pero en su corazón.

Para sorpresa suya...Lumine se había enamorado finalmente de Tartaglia, y cuando él quiso separarse del beso, ella no lo permitió, siguió pegada a sus labios, abrazándolo más fuerte para no separase ni un solo segundo, e incluso el muchacho, sin estar satisfecho, entró en cuenta que era mejor así.

Estando pegados frente a una pared, la espalda de Tartaglia fue resbalándose por la misma sin desunir el contacto tan especial que tenían hasta que quedaron sentados, por igual. Ella lo agarraba de los hombros y él de la espalda y cadera.

Sin duda, había sido el momento más hermoso para su corazón.

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uwu

Pues aquí queda el cap que cierra este pequeño asunto entre Tartaglia y Lumine, no es novedad que ella se esté enamorando del tartoso, todavía vamos en los recuerdos...casi 10 capítulos de recuerdos...había mucho por contar

Este día lo tuve ocupado, así que por eso publico tarde, espero que la espera extra les valiera la pena, y de aquí Lumine se volverá un poco llorona, ya verán por qué lo digo :V

En fin, nos vemos el lunes, ojalá el beso que se dieron acá a lo intenso les haya gustado y les pareciera romántico :3

Siempre tuyo:

-Arturo.

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