Primera Ronda:Parte 2
Segundo Rangnarok
Primera Ronda: Parte 2
Todos los dioses quedaron sin palabras ante lo que acababa de suceder, en el balcón egipcio había mucha inquietud.
"¿Cómo es posible que un simple humano haya podido hacerle perder un brazo al dios supremo Ra-Sama?" Preguntó Horus con horror mientras veía como su madre Isis parecía todavía en shock, Nut reía por lo bajo al comprobar que por el momento estaba teniendo toda la razón.
En el balcón griego Ares también se levantó de su asiento, totalmente sorprendido por ver lo que son capaces esos humanos, Zeus parecía serio mientras miraba a la arena y su esposa Hera fruncía el ceño con desagrado ante lo que acababa de suceder, Hermes rompió el hielo. "Zeus-Sama, Dionisio acaba de llegar"
El dios supremo griego miró hacia atrás para ver a un dios de aspecto joven, apenas vestido con una túnica violeta, con una corona hecha de ramas de vid en la cabeza y una gran botella de vino en su mano que no paraba de beber, eso explica su actual sonrisa tonta de borracho. "¿Me ha llamado Zeus-Sama?" Dijo intentando hacer una torpe reverencia que acabó por caerse de cara contra el suelo debido al alcohol.
Zeus decidió ignorar su estado actual, de todos modos, Dionisio siempre está borracho. "Dionisio, ¿Recuerdas al mortal que está peleando en la arena?" Preguntó al dios del vino el cual se levantó torpemente echó una mirada a la arena para al instante abrir sus ojos como platos cuando visualizó al humano con sonrisa maníaca. "¡Por supuesto que lo reconozco! Si no me equivoco yo le mandé una maldición por orden de uno de los tres dioses infinitos" trató de recordar el dios borracho, Zeus asintió con la cabeza y volvió a centrar su atención en el combate donde vio a Ra tratando de detener el sangrado de su extremidad perdida a través del fuego.
En las gradas humanas todo el mundo estaba entre feliz por la pérdida del brazo de su contrincante y asustados por el despliegue de locura que ha mostrado el Rey Midas, Gordias y Zoe eran los más afectado, la niña parecía estar a punto de llorar mientras el anciano la consolaba. "¿Por qué papá ha hecho esa cara tétrica?" Preguntó la infanta con miedo de su propio progenitor, Gordias pareció tener recuerdos desagradables cuando su hijo mostró de nuevo esa parte de su ser. "Es igual que aquel día, cuando nos convirtió a todos en oro"
(Flashback, Fligia, año 696 a.c.)
Midas estaba muy feliz, habían pasado ya varios años desde que fue coronado como nuevo rey de Fligia y todo va viento en popa, está casado, tiene una hermosa hija y, sobre todo, está rodeado de oro como buen gobernante que es, ese metal dorado lo tenía hipnotizado desde la primera vez que lo vio siendo apenas un niño.
En ese mismo momento se encontraba en su trono, hecho también de oro, reposando en él mientras su esposa está a su lado y su pequeña princesa está siendo cuidada por su padre Gordias. De repente un mensajero llegó rápidamente a la sala de trono y se arrodilló ante él. "Mi rey, hemos recibido una amenaza del país vecino por atacar sus reservas de oro, exigen recuperarlas con un interés o si no,habrá guerra" explicó angustiado el mensajero mientras Midas observaba a su súbdito, miró a su esposa, con la mirada le decía que hiciese caso a la propuesta del país vecino para evitar una guerra, pero Midas no estaba dispuesto a tirar su magnífico oro, de hecho, fue su propia codicia la que ordenó a sus fuerzas el ataque en busca de más riqueza.
"Interesante, pues entonces vayan preparando a sus familias y soldados, vamos a la guerra" dijo firmemente levantándose de su asiento mientras tanto su esposa como el mensajero no daban crédito a lo que estaban escuchando.
Momentos más tarde estaban Gordias y Midas discutiendo en una gran habitación a solas. "¡¿Acaso quieres que este país caiga?! Lo único que vas a conseguir es destruir a tus propios habitantes y acabar con nuestros recursos" gritó mientras empuñaba una espada dirigida a su hijo, el cual pareció entrar en razón durante un momento.
"Yo soy el rey y tú eres un vejestorio que no entiende lo que pasa aquí, ¡El oro es la clave del éxito ya que transmite poder y riqueza! Nuestro supuesto enemigo seguro que se acobarda antes de haber hecho ninguna batalla" dijo de manera orgullosa haciendo que Gordias baje su espada. "Espero que tu codicia por el oro desaparezca hijo mío, o sino seguramente será nuestro fin" dijo para después irse de la habitación.
Esa soledad repentina hizo que Midas empiece a reflexionar, quizá su padre tenía razón, desde pequeño su madre ahora difunta siempre le decía que la riqueza lo eran todo y por ello se enamoró del oro.
En ese momento Midas golpeó una pared al darse cuenta de lo estúpido que había sido. "¡Claro! Si declaro una guerra perderé todo lo que amo, a mi esposa, a mi hija, y todo el oro del país. Debo arreglar esto como sea" dijo emprendiendo una carrera contrarreloj para buscar a su mensajero y evitar que difunda la orden del inicio de la guerra.
En mitad de su caminata, en un pasillo sorprendentemente vacío una figura misteriosa apareció ante sus ojos, se trataba de un hombre joven, a juzgar por su cara, con consecuencias de beber vino, estaba delante suya con una sonrisa tonta.
"¿Quién eres y cómo te atreves a aparecer así delante del rey?" preguntó usando su tono más autoritario posible que había ensayado durante algunos años, el joven rio brevemente para luego mirarlo directamente a los ojos. "Saludos humano, soy Dionisio, dios del vino, de la fiesta, éxtasis y todo lo relacionado" se presentó haciendo que Midas retroceda en dirección a la habitación anterior donde están guardias listos para protegerlo, pero Dionisio interrumpió su ida con una frase que le heló el alma. "Si te mueves y avisas a cualquier otro mortal lo mataré" dijo con su tono borracho pero que hizo temblar al rey, nunca había oído hablar de ese Dios, todavía dudaba si de verdad lo es.
"Seré breve, el Dios infinito Yahvé nos ha ordenado castigarte por tu extrema codicia con el oro y yo he venido a realizar esa función" dijo y rápidamente se acercó hacia el rey Midas el cual no pudo reaccionar antes de darse cuenta que Dionisio estaba tocando sus manos con algo frío, era un trozo de oro, hasta notar que ese oro que al parecer no era normal se estaba hundiendo en sus dos extremidades haciendo que empiece a entrar en pánico ya que la sensación era como si alguien abriera tu piel y luego tratase de poner algo dentro de tu propio ser. Escuchó guardias acercarse, pero tuvo la suficiente fuerza de voluntad para ordenar a los guardias de las habitaciones cercanas que no entraran con un grito agónico, tenía miedo de que ese dios lo asesinara a él o a su familia en caso de estar acompañada por los guardias.
Finalmente, la sensación terminó y notó como Dionisio se separaba de él, notó que sus manos estaban intactas, no notaba ninguna diferencia. "Ahora que estas maldito, aprende de tus errores y recapacita, tonto mortal" dijo para luego desaparecer haciendo como si todo hubiera sido una ilusión.
Midas estaba totalmente confuso sobre lo que acababa de suceder, ni sabía qué clase de maldición le había puesto, pero lo que sí estaba seguro era que debía de seguir con su deber como rey por lo que cruzó el pasillo y al entrar a una habitación un gran número de guardias le atendieron para comprobar que estaba bien debido a los gritos que provenían de su señor hace unos escasos minutos.
"Mi señor, ¿Se encuentra bien?" Preguntó uno de los guardias el cual fue respondido por una voz insegura que no se parecía en nada al tono habitual de su rey.
"No pasa nada, podéis seguir con vuestros deberes" dijo mirando a sus guardias personales, ninguno de ellos tenía una armadura especialmente resistente, teniendo protegido únicamente la zona del pecho y la cabeza, antes de continuar su caminata miró a su alrededor, la mayoría hecha de oro puro, eso siempre lo había enorgullecido y ahora tampoco lo hacía, pero sabía que todo eso corría peligro si la declaración de guerra acaba por publicarse por lo que empezó a correr haciendo que todos los guardias y criados presentes queden sin palabras.
Por el camino se encontró a su esposa y a su hija ambas estaban hablando de algún tema, pero no había ni rastro de Gordias, el rey se acercó y se detuvo para recuperar aliento.
"¿Qué ocurre papá?" Preguntó inocente Zoe mientras lo miraba con curiosidad. "No pasa nada de lo que te debas preocupar mi princesa" contestó de forma aparentemente cariñosa ya que ahora mismo no tenía tiempo para ello.
"Mujer, ¿Has visto al mensajero?" Preguntó haciendo que la mujer se sorprenda por la pregunta, pero recuerde cuando lo vio por última vez, "Su padre Gordias lo invitó a una charla antes de partir para traer las noticias" dijo con un dedo en el mentón en señal de duda, Midas lo agradeció enormemente.
En ese momento pensó que sería una buena idea hacerle a su mujer algún gesto de cariño para demostrar que aparte de su obsesión con el oro también la amaba por lo que con su mano izquierda empezó a acariciar una de sus mejillas, sonriendo cariñosamente, durante ese instante todo parecía normal, pero de repente, poco después de haber retirado la mano, notó algo extraño y al parecer no era el único ya que su esposa estaba totalmente paralizada de incredulidad ante lo que le estaba ocurriendo, su cara se estaba convirtiendo en oro. "¿¡Qué demonios!?" Fue lo único que pudo decir Midas mientras caía al suelo de la impresión, su esposa ni tuvo tiempo de reaccionar sobre lo que le estaba ocurriendo ya que la expansión comenzó por su cara, pero aún así un rostro asustado fue lo que expresó y quedó inmortalizado mientras el resto del cuerpo seguía el mismo curso, transformándose en poco más que un par de minutos.
Zoe, que lo había visto todo estaba asustada, y al procesar lo que había pasado dio un chillido que se escuchó en todos los rincones del castillo. "¿Qué le ha pasado a mamá?" preguntó entre lágrimas mientras corría hacia su padre en busca de consuelo y una explicación. Midas todavía seguía en shock por lo ocurrido y pareció reaccionar cuando su hija Zoe lo abrazó bruscamente, el rey ante ese gesto de su hija inconscientemente acarició su cabeza para tranquilizarla, pero no esperaba que eso volviera a ocurrir de nuevo.
"Papá, ¡¿Qué me pasa?!" Preguntó la niña al sentir como su cuerpo estaba dejando de responder acompañado de fuertes dolores por toda su cabeza, Midas miraba horrorizado como su hija también se transformaba en oro, pero esta vez, siendo consciente más tiempo y por ende sintiendo como una de las personas más importantes de su vida sufría ante esa transformación.
"¡No, No!" Gritaba el rey entre lágrimas, sin darse cuenta que varios guardias presenciaron la escena debido a que acudieron a la sala al escuchar los gritos de la infanta, y nada más ver lo que estaba pasando corriendo despavoridos pensando qué demonios le había hecho el rey a su esposa e hija.
Midas siguió llorando con la ahora estatua de oro de su antigua hija en brazos durante horas, todo era culpa suya, seguro que esa era la maldición que le hicieron los dioses, todo por obsesionarse con el oro a tal punto de merecer un castigo como ese.
En ese momento, su padre Gordias entró en la sala, alertado por las disparatadas historias de los guardias sobre que Midas convirtió en oro a su esposa y su hija, pero para su impresión y desgracias resultó ser cierto.
Se acercó lentamente hacia su hijo con precaución, "Hijo, ¿Qué ha ocurrido?" Preguntó mientras miraba su rostro, totalmente vacío en ese momento, no pareció reaccionar ante la pregunta hasta medio minuto después. Lo miró a los ojos fijamente y respondió con una voz entre dolorida y todavía confusa.
"Un Dios se presentó ante mí hace unas horas y me maldijo" dijo lentamente y con tartamudeos por haber llorado tanto, Gordias escuchaba pacientemente la explicación, aunque no podía evitar mantenerse escéptico ante ese inicio tan difícil de creer. "Esa maldición me hizo convertir a mi esposa e incluso a mi pequeña Zoe en estatuas de oro" dijo tratando de volver a romper a llorar, pero no pudo, no tenía lágrimas en sus conductos lagrimales.
"Solo las toqué y ocurrió esto" terminó, sin más ganas de seguir hablando, Gordias miró a su hijo con pena, quizá era justicia divina, pero eso no quiere decir que sus conocidos también deban pagar las consecuencias de la avaricia de Midas, aún así tenía que consolarlo.
"Hijo mío, encontraremos una solución, pero no dejes que las muertes de ellas dos sean en vano" empezó, Midas pareció abrir más los ojos en señal de haber deducido algo. "Tienes razón, no debo dejar que sus muertes sean inútiles"
Gordias sonrió brevemente pero su rostro cambió al ver que la cara de su hijo se estaba volviendo retorcida y siniestra. "¡La culpa no es mía! Es de los malditos dioses, sabían que yo iba a tener más oro y poder del que ellos soñaron jamás y por eso me hicieron esto" Empezó a decir con una voz entre rota y oscura mientras Gordias veía una cara totalmente nueva de su hijo, La Demencia.
Era obvio, había caído en la locura, su mente ya era bastante frágil, esto ha sido el detonante perfecto para sacar su verdadero ser a la luz. Gordias sacó de su cinturón de cuero su cuchillo de defensa propia para emergencias mientras notaba como su hijo se daba la vuelta para poner la estatua de su antigua hija junto al de su esposa.
Debía acabar con él, estaba completamente ido de sí mismo, pero ¿Sería capaz?
En cuanto posó su cuchillo en posición su cuerpo se negó a avanzar, no sería capaz de matar a su propio hijo, de repente Midas se volteó y al darse cuenta de lo que su padre estaba intentando rápidamente se levantó y se abalanzó encima suya aprovechando que no es más que un anciano, inevitablemente sus manos tocaron los brazos de su padre y la maldición empezó a hacer lo suyo.
"¿¡Por qué Papá?!" Gritó Midas con rabia por haber hecho tan cosa, iba a convertirlo en otra estatua, y eso lo enfadaba aún más, Gordias mientras tanto empezó a gemir de dolor ante su transformación, lo último que vieron sus ojos antes de ser convertido en oro fue la cara de demencia que ahora tenía su hijo.
(Midas enloqueció y empezó a matar a todo el que tenía delante para convertirlo en parte de su colección mientras planeaba como cobrar venganza contra los dioses, al final murió por el movimiento audaz de un grupo de hombres armados que decidieron emboscarlo por sorpresa y uno de ellos logró clavarle una espada en su espalda, él murió, pero su locura y sed de venganza logró conservarse hasta el día de hoy)
(Fin del Flashback)
De vuelta en la arena Ra, empezando a tomar en serio a su oponente, usó su omnipresencia y se transportó al otro lado del área de combate para acto seguido prender en llamas su otra mano y tratar de cauterizar su herida, pero Midas, impulsado por la locura agarró su lanza dorada y se lanzó rápidamente donde él estaba a una velocidad vertiginosa al punto de que Ra tuvo que transportarse a otro lado de la arena para seguir tratando su brazo amputado pero Midas contaba con ello y por eso ya estaba empezando a tomar impulso para dar media vuelta, el objetivo del rey no era alcanzar a su adversario, sino impedir que cure su herida de manera tranquila, cuanto más tarde, más sangre perderá.
Ra trata de cauterizar su herida, pero Midas no le da ni un minuto de descanso y cada vez el dios egipcio tiene menos tiempo para reaccionar.
Mientras en el balcón griego Zeus miraba todo con emoción e incredulidad, pero sobre todo le impresionó el arma que porta el mortal.
"¿Qué clase de arma divina es esa? Los volund no son tan complejos además de que serían los mismos que en el anterior torneo" habló el supremo del panteón griego, haciendo que su esposa Hera entienda por donde va su marido. "¿Estás pensando que alguien les pudo hacer armas divinas para el Ragnarok?"
Zeus no contestó, simplemente miró fijamente a la pequeña valquiria que tenía justo al otro lado del estadio, parecía nerviosa por su mirada fija, pero no tenía ningún tipo de burla típica de su hermana mayor Brunilde.
De repente dos celulares sonaron al mismo tiempo en el estadio, el de Hermes y el de Goll, ya se habían publicado las listas de combatientes de ambos bandos e igual que en el primer Raganrok, a mitad de la primera ronda.
Goll miró la pantalla de su celular con nerviosismo haciendo que incluso su mano por temblar tanto se caiga el celular al suelo mientras Zeus miraba con curiosidad la lista que le enseñó Hermes, sin duda, sería un Ragnarok emocionante.
Humanidad: Dioses:
Rey Arturo Atenea
Platón Ra
Alejandro Magno Ganesha
Gilgamesh Sekmet
Rey Midas Atlas
Gandhi Sun Wukong
Jesucristo Rudra
Moisés Osiris
Stalin Ares
Julio César Surt
Caín Artemisa
Sun Tzu Brahma
Leonardo Da Vinci Zao Shen
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