Capítulo 9
La madre de Aarón era una mujer muy hermosa, alta, glamurosa e imponente; su piel parecía de porcelana, sus ojos grandes de color azul intenso y ni qué decir de su atuendo, llevaba un elegante traje sastre con unos hermosos zapatos de plataforma y un suave pero fino aroma emanaba de su persona.
—Bianca me ha hablado muy bien de ti. Elisa —habló la Sra. Estela con suma elegancia—. Incluso me contó el altercado con Serena.
Elisa clavó los ojos en Bianca y esta asintió sonriendo amistosamente. La anciana sabía que la joven no había planeado aquel día ir a la habitación de Aarón, sino que la maldosa de Serena lo había hecho. Cuando Elisa se echó la culpa, pudo comprobar que era una persona con un gran sentido de empatía hacia los demás, pues no permitió que los trabajadores firmaran la renuncia; eso y más la hacía perfecta para trabajar con un ser tan difícil como Aarón.
—Yo les agradezco tanto el que me hayan extendido su confianza...
—El trabajo ya es tuyo —se acomodó en el asiento—, pero quería conocerte y hablar contigo acerca de una situación que ha surgido —bajó su bella mirada y se tocó el anillo de matrimonio—. Como bien sabes, hace unos meses perdí a mi esposo... —tragó saliva—. No ha sido fácil... pero gracias a mi fiel servidora de toda la vida —miró a Bianca—, es que he podido salir adelante —entrelazó los dedos de sus manos sobre el escritorio—. La responsabilidad de todos los negocios ha caído sobre mí, así que, ahora menos que nunca tengo tiempo para estar en casa.
—Entiendo y lo siento por su perdida...
—Gracias —mostró una leve sonrisa—. La cuestión es que, debo viajar al extranjero por espacio de 15 días. Bianca se quedará a cargo de algunas cosas, así que no podrá estar cien por ciento al cuidado de Aarón.
Elisa pensaba a cerca de porqué la señora le decía todo aquello.
—Jovencita —la miró con seriedad—, ahora más que nunca necesitó de tu ayuda. Quiero proponerte quedarte aquí durante por los próximos 15 días.
«¿¡Quedarme aquí!?»
—No te preocupes por nada, tendrás tu propia habitación, comida, transporte y desde luego una justa remuneración —le extendió un documento.
Elisa tomó el documento y dándole una leve mirada se dio cuenta de que era un nuevo contrato, en negritas una cuantiosa cifra.
«¡Dios mío, es mucho dinero!» pensó.
—Sabemos que eres capaz de hacerlo Elisa —dijo Bianca—. No me iré por completo, los primeros días me quedaré más tiempo contigo mientras te aclimatas. Tendrás mi número celular para que puedas llamarme si pasa algo. Y... por Aarón no te preocupes, ya está todo arreglado.
—No sé qué decir... —unió sus labios en una línea.
—Pon el precio —le dijo con firmeza, Estela—. Dime cuánto quieres ganar y te lo daré...
No era algo que había contemplado y mucho menos después de lo que pasó con el joven. Sin embargo, aquella era una gran oportunidad para crecer tanto personal como profesionalmente, la paga sería más que buena y precisamente al día siguiente comenzaban sus vacaciones de otoño que duraban 15 días. Aparte de poder comprar los libros de la escuela, también podría ayudar a su madre con los gastos de la casa.
—Estoy de acuerdo con la paga. Cuente conmigo, me quedaré.
El rostro de la Señora Estela se iluminó y sus dientes se dejaron ver en una hermosa sonrisa, Bianca también se alegró.
—El día de mañana nuestro chofer pasará por ti a la universidad y te llevará por tus pertenencias.
A Fátima la tomó por sorpresa que su hija se iría por 15 días, pero por otro lado, estaba feliz por ella.
—¿Recuerdas que te dije que, estaría orando para que Dios te diera gracia en esa casa?
Elisa asintió introduciendo un pedazo de pan a su boca.
—Pues hoy puedes ver que la tienes... Y al joven, sé que muy pronto vas a caerle bien.
—Yo espero lo mismo mamá, no tienes idea de su terrible carácter...
—Solo te diré una cosa —la miró con seriedad—. Ten mucho cuidado de no caer en su juego.
—¿A qué te refieres?
—A que tu paz no sea movida; tú decides si cedes o lo ignoras —sacó las papas rellenas del horno y las puso en la mesa—. Si te llega a ofender no respondas igual, en el momento que lo hagas habrás perdido gran parte de la batalla y sabes a qué me refiero.
—Sí ma, lo sé...
Después de dar gracias comenzaron a comer.
—No solo se trata de orar, Elisa. También tienes que poner de tu parte. A demás, considera por lo que está pasando el muchacho, quedarse ciego y sin caminar no ha de ser nada fácil.
Su madre tenía razón, todos estos días no había dejado de pensarlo. No imaginaba que sería vivir con la ansiedad de no poder ver ni caminar al mismo tiempo.
Más tarde estando en su habitación, Elisa se recostó en su cama y tomó su libro preferido del mueble de junto. Lo abrió y leyó:
"No te dejes vencer por el mal;
al contrario, vence el mal con el bien"
Romanos 12:21
Y meditando en aquellas palabras se fue quedando dormida.
Al siguiente día, Elisa se levantó más temprano de lo normal. Se le ocurrió la deliciosa idea de hornear unas galletas de mantequilla y obsequiárselas a Mateo; así tendría el pretexto perfecto para acercarse y hablar con él.
Cuando el reloj marcó las 7:40 am la pelirroja ya se encontraba a la entrada de la universidad, sintiéndose tan fresca como la mañana misma. Tenía las fuerzas renovadas y la caja de galletas en sus manos. Estaba determinada a buscar a Mateo para solucionar las cosas.
Tomó un gran respiro y emprendió la caminata hacia la facultad con una notable sonrisa, sonrisa que se borró al ver a Mateo de la mano con Romina. Esta al percatarse de que Elisa los miraba, se acercó más a él y le estampó un intenso beso en la boca, luego sonrió triunfante y abrazándolo por la cintura siguieron caminando.
Se quedó congelada. Aunque tenía claro que entre Mateo y ella no había nada, no pudo evitar que verlo con otra chica le doliera.
—¡Hola, Lisa! —la saludó Meli—. ¿Qué estas...? —siguió la vista de su amiga y se dio cuenta—. Ese idiota... —dijo con rabia—. ¡Me va a escuchar! —apenas dio un paso Elisa la detuvo.
—No.
—¿¡Vas a dejar que ese imbécil se burle de ti!? —apuntó a la pareja.
—Ya Meli, está bien.
—No, no está bien —la tomó por los hombros— Mateo tiene que darte una explicación.
—No tiene que, no somos nada...
—¿¡Nada!? —abrió los ojos—. ¿Y qué era todo de eso de "te amo" —hacía ademanes con las manos—, y no sé qué tantas cosas más...?
—No importa Meli. De verdad, no importa.
—Me gustaría saber cómo van con sus proyectos... —la profesora se acomodó los anteojos y miró la lista de asistencia—. Vamos a ver... —la recorrió con el índice y se detuvo—. Solís —miró a la joven—. ¿Nos puedes platicar cómo les va con el proyecto? Tú estás con... —dirigió su vista de nuevo al papel—. Bianchi.
La tensión se apoderó del aire, ninguno de los dos dijo una palabra. La profesora se acomodó en su asiento, carraspeó y mirándolos a todos por encima de los anteojos dijo:
—Déjenme recordarles algo. Independientemente de lo que sea no podrán cambiar de pareja. Imagínense que, hay un paciente en urgencias y por el solo hecho de no llevarse bien con su colega se niegan a trabajar juntos y lo dejan morir... —hubo un silencio—. ¡Claro que no! —exclamó—, eso no puede ni debe suceder... —los miró con severidad—. Así que, aprendan a limar sus asperezas o reprobarán la materia.
—¿Y qué si el compañero es un completo idiota? —preguntó Melisa,
Mateo tensó la mandíbula.
—¿A qué te refieres, Melisa?
—Pues, por ejemplo si...
—Nuestro proyecto va excelente profesora —la interrumpió Mateo—. Solo que no nos gustaría decir nada más hasta el día de la presentación.
—Así es —agregó Elisa, cruzando una fugaz mirada con el castaño— Hemos avanzado tanto, que me atrevería a decir que casi terminamos.
—Bueno, siendo así, está bien —suspiró hondamente y miró la lista de nuevo—. Ramírez ¿puede contarnos cómo va su proyecto? o ¿tampoco quiere decir nada?
Al término de la clase Mateo siguió a Melisa y asegurándose que nadie los viera, se acercó y la tomó del brazo.
—¡Oye! —exclamó la chica al sentir el fuerte agarre.
—Más vale que dejes de meterte en donde no te llaman.
—¿Y qué si no quiero? —lo retó.
—Te la verás conmigo —apretó con más fuerza.
—Eres un completo idiota, no entiendo como Elisa se fijó en ti.
Esas palabras lo sacudieron, aflojó el agarre por un momento y luego volvió a apretar.
—¿Qué dices? —gimió sarcástico—. La tarada de tu amiga es una desgraciada sin sentimientos...
Con la mano que tenía libre Melissa le dio una cachetada.
—Tarado tú, porque solo jugaste con sus sentimientos y le rompiste el corazón.
La soltó y se llevó una mano a la cabeza, la resaca seguía cobrando su factura.
—Cállate... —la miró con furia—. Eres tan mentirosa como ella.
—No me interesa si me crees. Solo entérate de algo... —lo apuntó con el dedo—, la tenías y la perdiste —se marchó.
La cabeza de Mateo estaba a punto de explotar. Sintió tanta rabia e impotencia que hizo lo único que sabía hacer en momentos como esos, empuñó la mano y con todas sus fuerzas golpeó la pared.
El golpe fue tan fuerte que el dolor lo tumbó al piso y comenzó a lanzar gritos de dolor.
Elisa que justo iba pasando por ahí se acercó inmediatamente.
Notita: Y así las cosas con Mateo... Ah que muchacho. Y Elisa... quedarse por 15 días en un lugar que no es su hogar, con gente que no conoce. ¡¡Grande reto!!
Cuéntenme cuál ha sido el reto o decisión más grande que han tenido que tomar.
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