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Capítulo 5

-¡Elisa, ven a desayunar! -le gritó su madre.

-¡Ya voy! -estaba terminando de arreglar su mochila.

Ese día, iría a la entrevista de trabajo que Mateo le había ayudado a conseguir. Estaba lista para iniciar una nueva etapa en su vida, lista para cumplir uno de sus sueños.

-Aquí estoy, ma' -se sentó a la mesa.

-Hija, perdóname por no llevarte -le sirvió el plato con hot cakes-. Tengo que ir al recital de tu hermano y el jefe me dio permiso solo por 2 horas y a dónde vas, queda en dirección opuesta.

El hermano menor de Elisa tenía 7 años y cursaba el segundo año de primaria. Isaac era un niño muy activo y sumamente inteligente; le fascinaba la poesía y cantar. Ese día por fin tendría un solo en el recital y estaba muy emocionado.

-No te preocupes, tomaré un taxi. Y tú pequeño... -le dijo a su hermanito que se hallaba absorto, disfrutando una malteada de fresa-. Tienes que hacerlo muy bien ¡eh!

El chiquillo asintió sin dejar de beber.

-Y ¿cómo te sientes? -le preguntó su madre dándole un sorbo al café.

-La verdad, un poco ansiosa.

-Es normal, tranquila. Sé que lo harás muy bien.

-Eso espero...

-Eres mi hermosa enfermera -le apretó la mano con cariño-. Desde que estabas en mi vientre, y aunque no conocía al Señor como lo conozco ahora, oré por ti. Para que fueras alguien que marcara la diferencia en este mundo -sus ojos comenzaron a llenarse de agua.

-Mamá... -le acarició la mano-. Eres una gran inspiración para mí. Un ejemplo de lucha y entrega total -se paró, la abrazó y la besó en la mejilla-. Te amo.

La dirección que Mateo le había dado se encontraba en una colonia de élite que ella jamás había frecuentado. Los jardines eran preciosos y las calles absolutamente pulcras.

«Qué bonito vecindario» Pensó «Aunque luciría mejor si hubiera niños jugando» «Todo es tan silencioso...»

Cuando menos lo pensó, el taxi aparcó. Observó por la ventana y pudo vislumbrar una hermosa mansión. Pagó el pasaje y bajó... Al enfocar de nuevo su vista en la enorme casa su corazón comenzó a latir muy fuerte y los nervios hicieron su aparición; recordó las palabras de su madre y se tranquilizó un poco. Tomo un gran respiro y antes de arrepentirse caminó con seguridad hacia la entrada principal.

Buscó algún timbre, pero no lo encontró, así que se dispuso a tocar. No pasó mucho cuando a través del cristal de la puerta, pudo observar la silueta de alguien que se aproximaba; tomó otro gran respiro y puso una sonrisa.

-Hola, buenos días -dijo amablemente la anciana que abrió la puerta-. Tú debes ser, Elisa.

-Buenos días. Así es -extendió su mano para saludar-. Elisa Solís.

-Bianca -correspondió el saludo-, el ama de llaves. Bienvenida a la mansión Clark -levantó la mano señalando el lugar- Pasa...

La joven entró y al instante quedó atónita. El interior de la casa era más portentoso y elegante de lo que había imaginado.

«¡Pero qué piso!» «Que luces tan bellas...» «¡Oh, wow! ¡Los muebles son hermosos!»

-Señorita... -la llamó Bianca-. No te quedes allí, sígueme.

-Lo siento -sonrió apenada y la siguió-. Este lugar es hermoso...

La anciana sonrío ante el comentario. Abrió la puerta de la oficina y la invitó a pasar.

-Toma asiento, por favor.

Con el bello panorama y la amabilidad de Bianca, la pelirroja se sintió más relajada.

-Muchas gracias por venir, Elisa -se sentó del otro lado del escritorio-. A nombre de la Señora Estela Clark, también te agradezco y te doy la más cordial de las bienvenidas. Ahora ella no está en casa, pero ya tendrás la oportunidad de conocerla.

Elisa asintió.

-Bueno... -sonrió-, como ya sabes el trabajo que ofrecemos es el de asistir al joven, en cuestión de terapias y control de los medicamentos -hizo una pausa-. Verás... -se acomodó en el asiento-, él no es alguien convencional. De hecho, nunca lo ha sido -río ligeramente-. Y ahora con lo del accidente se volvió un poco... ¿cómo decirlo...? Especial.

-Entiendo.

-Ya te imaginarás -volvió a sonreír-, he tenido que repetir tantas veces esta entrevista... Pero al mirarte, tengo la sensación de que será la última.

La pelirroja sonrió, aunque en su interior ya no se sentía tan segura.

-He recibido excelentes referencias de ti, así que no me cabe duda de que lo harás muy bien.

-Muchas gracias... Para serle sincera, no tengo experiencia. Pero me esforzaré por cumplir con las expectativas.

-Ya lo creo -asintió-. También sé que aún eres una estudiante, así que no te preocupes, respetaremos tus horarios. El trabajo por ahora, solo consiste en que conozcas al joven Aarón.

«Se llama Aarón...» pensó.

-Esta vez quiero hacerlo diferente -continuó Bianca-. Primero que te conozca y se acostumbre a tu presencia; una vez que crucemos esa barrera y te acepte, te quedarás a solas con él -suspiró-. Y la verdad espero que eso sea pronto, me urge solucionar este asunto para poder encargarme de otros -abrió un cajón del escritorio y sacó unos papeles -Este es el historial médico del joven -se lo extendió.

Elisa lo tomó y comenzó a hojearlo.

-Ahí dice hace cuanto fue el accidente...

Al leer más se dio cuenta de que lo habían intervenido quirúrgicamente.

-El doctor dijo que con terapia y siguiendo el tratamiento se recuperará, pero se resiste a hacerlo.

Sacó las radiografías y se levantó para mirarlas a contra luz.

-¡Dios santo! -dijo preocupada-. Bianca, esto es muy grave -la miró-. Debe comenzar su terapia lo antes posible, si no, se reducen al mínimo las posibilidades de que vuelva a caminar...

-Lo sé hija, lo sé... -la llamó de aquella manera tan amena-. Al principio un fisioterapeuta lo ayudó. Todo iba bien hasta que... -hizo una pausa y bajó la mirada-. El joven se enteró de que su padre murió.

-Lo siento... -dejó las radiografías en el escritorio y se volvió a sentar.

-La muerte del señor -aclaró su voz-, es algo que ha afectado a todos. Conozco a Aarón desde que era un bebé... ha atravesado por etapas muy difíciles, pero ninguna como esta -tomó un pañuelo y lo puso sobre su nariz intentando retener las lágrimas-. Por favor, Elisa -la miró con aflicción-, te pido que no te des por vencida con él. Si esto no funciona, ya no sé qué más hacer...

Bianca hablaba de Aarón como si de un hijo se tratase. De hecho, eso no estaba muy lejos de la realidad, pues mientras los padres estuvieron fuera por largos periodos de tiempo debido a los negocios, ella había tenido que fungir como una madre para él.

-A demás... -continuó-, aparte de no caminar, Aarón también...

-Está bien -la interrumpió realmente conmovida-. No se preocupe -sonrió-. Le doy mi palabra de que voy a hacer todo lo que esté en mis manos para ayudarlo.

-Gracias -sonrió en medio de algunas lágrimas que habían logrado escaparse. Sorbió la nariz-. El doctor viene cada cierto tiempo para evaluarlo, entonces podrás hacerle las preguntas pertinentes.

La joven asintió.

-¿Es posible que puedas regresar mañana?

-Claro. Solo que será después de mis clases, si no hay inconveniente...

-Seguro. ¡Ah! casi lo olvido... -abrió nuevamente un cajón del escritorio y sacó un folder- Este es el contrato -se lo extendió-. Puedes llevártelo para analizarlo y si no estás de acuerdo con algo, dímelo. Ya veremos qué se puede hacer.

«¿Llevármelo?» Jamás escuchó nada parecido.

-Está bien -tomó el folder todavía perpleja.

-Te acompaño a la salida -se puso de pie.

Caminaron hacia a la puerta principal y Elisa no desaprovechó la oportunidad de seguir admirando el interior de la mansión.

«Y pensar que trabajaré en este lugar...» sonrió discretamente y se mordió el labio emocionada.

Bianca cerró la puerta tras ella. Mientras emprendía el camino hacia la salida se detuvo a medio camino, se dio la vuelta y contempló la gran casa; recorrió cada centímetro del lugar con una indiscutible sonrisa de admiración y felicidad. De pronto, su mirada se detuvo en un ventanal que daba hacía uno de los balcones, le pareció ver a alguien a través del vidrio, sentado y con la mirada perdida en la nada.

«¿Será él?» se preguntó. Hizo un mohín «Qué tétrica apariencia...»

Curiosa lo observó un poco más, cuando de pronto la persona tras el ventanal movió la cabeza en su dirección. Elisa se sobresaltó y apenada bajó la mirada, se giró y retomó su camino.

«¡Dejaras de ser tan curiosa!» se reprochó «Espero que no se haya grabado mi rostro...»

Bianca también la observaba entre cortinas a través de la ventana de la sala principal.

-¿Qué haces Bianca? -Nelson se colocó junto a ella.

-¡Nelson! Me asustaste...

Nelson sonrió. Él era el chofer de los Clark hacía ya tres generaciones. Es decir, desde que el abuelo de Aarón vivía. El Señor Frederick Clark había contratado a Nelson a la edad de 19 años. Ahora en sus cincuenta tantos todavía se hallaba trabajando para la familia.

-¿Esa jovencita es la nueva enfermera? -observó a Elisa parada en la banqueta.

-Ella misma -respondió la anciana complacida.

-¿Y qué tal?

-Ya la conocerás. Es gentil y muy educada. Se mira preparada... creo que es la correcta para este trabajo.

*******

Elisa sacó el celular de su bolso para llamar a un taxi y se dio cuenta de que tenía un mensaje de Mateo.

Mateo - 9:40 am
¿Cómo está la chica más bella? :)
Llámame cuando te desocupes.

No pudo evitar sonreír. No dejaba de enviarle mensajes como esos, en los que la llamaba con adjetivos que lograban inquietarla. A pesar de que comenzaba a sentirse cómoda con él y hasta acostumbrada a sus atenciones, sabía que no debía dar lugar para algo más. Pero de a poco, aquel chico de singulares ojos hermosos estaba ganándose un lugar en su corazón.

Miró la hora y se dio cuenta de que llegaría tarde a la primera clase. Se debatió entre llamar a Mateo o no hacerlo. Cerró los ojos e hizo algo muy infantil, pensó "si le atino a la tecla de llamar, entonces lo llamaré, pero si no le atino, llamaré a un taxi.

-¿Bueno? -para su sorpresa le había atinado- ¿Elisa?

Pegó el celular a su oído.

-Hola, Mateo.

-¿Ya terminó la entrevista?

-Sí.

-¿Paso por ti? La clase comienza en 15 minutos...

-Está bien, gracias.

-Ok, voy para allá.

Increíblemente Mateo llegó en menos de cinco minutos, bajó de su auto y se apresuró a abrirle la puerta. Su caballerosidad le sacudía el corazón. Entró conteniendo el aire.

-¿Cómo te fue? -le preguntó poniendo en marcha el auto.

-Al parecer bien -sonrío, luego lo miró entrecerrando los ojos-. ¿Cómo fue que llegaste tan pronto?

Mateo se dio cuenta de su mirada cargada de confusión y soltó una sonora carcajada.

-Como me tienes tan obsesionado -trató de contener la risa-, te seguí. Pero para que no te dieras cuenta, estuve esperándote estacionado en otro lugar.

Lo miró con una mezcla de incredulidad y miedo. Mateo no pudo más y estallo en otra carcajada.

-No puedo creer que te lo hayas creído -seguía riéndose.

Elisa tensó la mandíbula y se acomodó en el asiento.

-En realidad, vivo a cinco cuadras de aquí.

Lo miró de nuevo.

-¿No me crees?, cuando quieras te invito a venir...

-No -sonrió falsamente-. Te creo.

Luego de unos minutos en silencio y de continuas miradas de soslayo, Mateo se animó a hablar.

-¿Conociste a tu temible paciente?

Mateo conocía muy poco a Aarón. Solo habían coincidido algunas veces en el pasado debido a los negocios entre sus padres y no le cabía duda de que era una persona difícil, tanto o peor que él. Ambos eran conocidos entre la alta sociedad como los hijos rebeldes que se negaban a madurar y adquirir el compromiso que les demandaba heredar los negocios de sus familias.

-No, aún no... -suspiró-. Solo me entrevisté con el ama de llaves y pude ver parte del historial médico.

-¿Ah sí?, ¿y cómo está?

-Tuvo una fractura de cadera... -unió sus labios en una línea-. Al principio sí hacía las terapias y tomaba el medicamento, hasta que, ya sabes, se enteró de la muerte de su padre y decidió tirar todo por la borda. Imagino su terrible dolor...

Mateo sabía perfectamente lo que era perder a alguien importante y sentir enloquecer, hasta el punto de tirar todo por la borda. Todavía recordaba aquellos bellos ojos esmeralda atrapados en el rostro huesudo y moribundo de la muchacha; el solo hecho de rememorarlo le revolvía el estómago y le estrujaba el corazón.

Hacía ya 5 años que Alessandra, la hermana mayor de Mateo había perdido la batalla contra el cáncer. Su muerte lo marcó profundamente, tanto que su corazón aun sangraba. Al no haber encontrado como descargar lo que sentía, poco a poco se volvió alguien grotesco, amargado y rebelde.

Por mucho tiempo hizo lo que le vino en gana, sin ninguna conciencia. Sus padres trataron por muchos medios de ayudarlo y hacerle entender que no podía llevar esa vida o terminaría destruyéndose a sí mismo. Pero parecía que todo era en vano, pues el muchacho no daba indicios de mejora; hasta que un día de la nada, Mateo les dijo que estudiaría enfermería.

Así que, la verdadera motivación detrás de su decisión de convertirse en enfermero, definitivamente había sido su hermana. Verla constantemente en aquel estado de vulnerabilidad había hecho que, inconscientemente desarrollara un especial interés por las personas enfermas.

Hasta donde lo recordaba, Alessandra siempre fue una joven con un corazón hermoso, lleno de bondad y amor. En cierta forma Elisa le recordaba a ella. Llevaba grabadas en el alma las últimas palabras que le dijo antes de partir: "Sé un buen chico. No hagas bobadas. Cuida de papá y mamá, tienes que ser fuerte para ellos. Te amo..."

Llegaron al parqueadero de la escuela. Elisa abrió la puerta del auto para bajarse, pero Mateo la detuvo tomándola de la mano.

-Espera...

Sintió un cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo, se volvió expectante.

-Tengo algo para ti...-sacó una caja pequeña y se la dio-. Ábrelo.

Dubitativa tomó la caja y se acomodó en el asiento. La abrió.

-¡Oh! qué linda... -dentro había una pequeña flor de loto, de cristal.

-Como tú... -le acarició la mejilla con los nudillos de su mano.

La chica se paralizó.

-Simboliza la pureza... -continuó él-. Para mi tu eres tan bella y pura esta flor... -se acercó quedando a escasos centímetros de su rostro, deslizó la mano hacia su barbilla, tragó saliva nervioso y como si tuviera miedo de tocarla, le dio un suave y delicado beso que apenas rosó sus labios.

Ella permaneció inmóvil, totalmente pasmada. Mateo la miró y sonrío por su expresión.

-No me digas que nadie te había besado...

Dejó caer la flor y salió rápidamente del auto. El castaño se apresuró a ir tras de ella. Se le complicó un poco alcanzarla y cuando lo hizo la sujetó del brazo.

-¿¡Por qué huyes de mí!? -estaba indignado, no entendía su reacción-. Cualquier chica se moriría porque la besara, pero tú... -y como ella no se volvió se desesperó todavía más y tiró fuerte de su brazo logrando que se girara- ¡Respóndeme! ¿Qué es lo que... -miró su rostro lleno de lágrimas- Elisa...

-¡Eres un tonto! -sollozó-. Crees que puedes hacer lo que quieras solo por ser guapo y... tener dinero... -volvió a sollozar- ¡Las personas somos reales, Mateo!, no un juguete que puedes adquirir cuando te plazca.

-Perdóname... -la soltó-, yo no...

Y antes de que pudiera hacer otra cosa, Elisa se marchó.

Se llevó las manos a la cabeza consternado. ¿Porque las cosas tenían que ser tan complicadas con ella? Se había esforzado tanto para demostrarle que de verdad la quería y que, no solo era un capricho o un juego, pero a ella parecía no importarle.

*******

La clase ya había comenzado. Elisa entró callada, con el rostro agachado tratando de ocultar su condición. Se sentó en su pupitre y permaneció en silencio durante toda la clase. Al terminar, Melisa se acercó para averiguar que le sucedía.

-Elisa... Elisa... ¡Elisa!

La pelirroja se sobresaltó y la miró.

-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

Se limitó a asentir, pero Melisa que era demasiado vivaracha, no le creyó.

-¿Y Mateo? -de inmediato notó la incomodidad de su amiga al nombrarlo y confirmó lo que suponía- ¿Se pelearon?

La miró fugazmente y volvió a enfocarse en la nada.

-Así que el guapote ya metió la pata -cruzó los brazos.

-No sé de qué hablas.

-Elisa, no soy idiota. Sé perfectamente que algo se traen ustedes dos.

-Piensa lo que quieras...

-¡Uy! cuidado. La ovejita ya sacó las garras...

-¿A dónde quieres llegar, Melisa? -la miró con molestia.

-Solo quiero ayudar a mi amiga, pero si no quieres, ahí la dejamos... -se fue.

Ahora se sentía más terrible. Melisa no tenía la culpa de nada, pero tampoco tenía el ánimo para contarle lo que en realidad estaba pasando.

*******

Mateo no quiso entrar a clases y se fue al gimnasio a encestar unas canastas para despejar su mente. Estaba a punto de tirar al aro cuando escuchó unos aplausos lentos y martillantes, luego aquella inconfundible voz...

-De verdad que sí eres un tonto.

Se volvió y la miró parada con aquella pose singular y sonrisa socarrona.

-¿Qué quieres, Romina?

-Felicitarte, por el espectáculo que diste...

La ignoró y siguió tirando al aro.

-He pensado demasiado y no logró entender que pretendes con esa santurrona -se cruzó de brazos y se aproximó lentamente.

Romina era una de las chicas más populares, guapas y adineradas de la escuela. También una en la lista de amantes de Mateo.

-¡Ah! Ya sé... -chasqueó la lengua-. De seguro solo la quieres para divertirte un rato ¿cierto? Probar algo diferente, ya sabes... a veces uno se cansa de lo mismo.

Resopló fastidiado y la miró con furia.

-No te importa.

-Está bien -levantó las manos-. Cuando te canses de la santurrona, ya sabes en donde encontrarme... que por lo visto será muy pronto, pues ni siquiera quiso besarte -se rio con burla-. Y tú querido, no eres de los que espera mucho...

El castaño tiró con fuerza el balón al piso y fue a recoger su mochila, luego se acercó a Romina y la tomó del brazo.

-Te lo diré solo una vez... ¡No-te-metas! -se fue dejándola parada en medio de la cancha.

Las clases habían terminado y por inercia Elisa caminó hacía la biblioteca, pero cuando estaba a punto de llegar recordó lo que había pasado con Mateo y se detuvo. No sabía si él la estaría esperando como todos los días, pero no quería verlo. Así que decidió usar aquel tiempo para practicar un rato. Sabía que la universidad no la había becado gratuitamente, el torneo sería dentro de poco y desde luego que quería ganar.

Llegó al gimnasio y fue a los vestidores. Abrió su casillero y sacó el uniforme. Luego de cambiarse la ropa y trenzarse el cabello se fue a la cancha de basquetbol; se quitó los zapatos y se colocó en el centro de la misma, cerró los ojos y respiró profundo antes de comenzar.

*******

Efectivamente, Mateo estaba en la biblioteca esperando a que Elisa apareciera, aun sabiendo que lo más probable es que no lo haría. Esperó por unos 20 minutos y al ver que no llegó, decidió irse.

Ya iba a entrar a su auto cuando pensó que, era una buena idea volver al gimnasio y encestar un rato, ya que antes no lo había podido hacer porque Romina lo interrumpió. Cerró la puerta y se fue para allá.

Entró al edificio y caminó directamente al estante de pelotas; estaba concentrado eligiendo una cuando un gritó lo sacó de sus pensamientos. Se volvió hacia el lugar de donde provenía la voz y lo que vio lo dejó sin palabras, incluso sin aliento.

Notita: Gracias, gracias :) No olvides dejar tus comentarios. Me interesa saber que es lo que piensas. ¿Y por qué no? si crees que lo merece, puedes dejar una estrellita :D

¿Qué será lo que miró Mateo? Nos vemos en el próximo capítulo :D

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